El Gobierno y el PLD pierden el tiempo soñando con atraerse a los reformistas

Por Juan Bolívar Díaz

            Las revelaciones del doctor Joaquín Balaguer sobre su sonada conversación de la semana pasada con el Presidente Leonel Fernández indican que la misma fue infructífera y ratifican lo difícil que resultará un pacto de gobierno y lo lejos que está una reedición del Frente Patriótico, acariciada por sectores gubernamentales.

            Todo parece indicar que los reformistas están dispuestos a disputarle a los perredeístas espacios importante de la oposición, si se evalúan no sólo las expresiones de Balaguer, sino también las recientes de otros dirigentes de su partido, para lo cual tratarán de ponerse lo más lejos posible del partido que ha crecido en los últimos años a costa de los sectores que por décadas le fueron propicios.

            En las actuales circunstancias, el gobierno debería aferrarse a la posibilidad de darle cuerpo al “pacto social” propuesto por el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, para lo cual tendrá que declarar una verdadera y coherente tregua no solo frente al Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), sino también en relación al Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

Devela el misterio

            El domingo 19 de junio, cuando los reporteros buscaban reacciones a la propuesta de “Pacto social” que había dominado el fin de semana, se encontraron con un Joaquín Balaguer dispuesto a correr el “velo de misterio” que rodeaba su reunión del martes 14 con el Presidente Fernández. Lo que dijo explica que el gobierno no tuviera ningún entusiasmo en referirse a la reunión, esperada con expectativas por la nota informativa previa del Palacio Nacional, dando cuenta que sería para discutir “asuntos de interés nacional”.

            Como quien no quiere tumbar un mango, el caudillo reformista dijo que en aquella junta “no hubo nada concreto. No hubo acuerdos de ninguna naturaleza. Simplemente estuvimos cambiando pareceres, de acuerdo en muchísimas cosas y discutiendo otras, pero nada específico, nada de interés especial”.

            Para no dejar dudas de la distancia con el gobierno, Balaguer dijo favorecer el pacto social propuesto por el presidente del BID para erradicar la pobreza y lograr una economía socialmente justa, pero advirtiendo que no está dispuesto a apoyar nuevos impuestos.

“Yo creo que ya el país ha dado todo lo que puede y está dando el máximo de lo que puede dar. Me refiero a los impuestos y nosotros no apoyamos la creación de nuevos impuestos”, fueron las palabras del caudillo, quien abundó diciendo que la tributación está “bastante apretada”.

Para un hombre diestro en el manejo de cada palabra, fue mucho el mensaje. No solamente quiso decir que no había llegado a ningún acuerdo con el Presidente Fernández, sijno que además dejó claro que no le respaldará en la búsqueda de mayores recursos, ni siquiera dentro del pacto social o para erradicar la pobreza. Aunque él más que nadie sabe que no es cierto que se haya llegado al máximo en materia impositiva.

Un nuevo revés

            Con las declaraciones de Balaguer sufrió un nuevo revés la tendencia gubernamental que ha persistido en jugar a que el caudillo reformista le saque las catañas del fuego al gobierno y que simplifica la posibilidad de repetir el frente electoral de 1996.

            El revés es más significativo puesto que la reunión de los dos líderes estuvo precedida por gestos de tan buena voluntad como fueron el respaldo a los proyectos de leyes de amnistía a la corrupción y de “carrera judicial de 4 años” y la excarcelación del general Chinino Montás, uno de los procesados por la muerte del periodista Orlando Martínez, que no se puede olvidar que ha sido el asesinato más costoso para el régimen de los 12 años de Balaguer.

            Parece ser que ambos gestos implicaban poca ganancia para el terrible estratega que es Balaguer, y más si se le confirieron gratuitamente. Al mismo tiempo que acarreaban pérdida de identidad y de coherencia para los peledeístas.

            Lo peor fue que el gobierno permitiera que fuera Balaguer quien develara el secreto de la reunión. Aunque es cierto que no tenía nbingún trofeo que exhibir de la junta. Por lo menos pudo haber puesto el tono, y no alentar el misterio y las especulaciones, con una escueta información de generalidades y buenas voluntades que sin duda también debieron expresarse.

Las declaraciones, previas a las de Balaguer, del presidente del PRSC Donald Reid Cabral, y de otros dirigentes como Víctor Gómez Bergés, ya evidenciaban que en vez de un acercamiento los colorados buscaban marcar distancias. Reid Cabral fue capaz de quejarse de una deuda interna del Estado que cifró en 16 mil millones de pesos, sin decir cuántos corresponden al gobierno de su partido. Otro rastro puede encontrarse en la declaración de Lidio Cadet el jueves de que los peledeistas “no vamos a resucitar a Balaguer”.

Posición coherente

               Los reformistas han sido coherentes con su afirmación de 1996 de que su respaldo al PLD era solo coyunturalmente electoral, que no iban al gobierno. Y han tenido que serlo porque el fortalecimiento del partido de gobierno se ha dado a su costa. A menos que quieran resignarse a la tercera posición en que quedaron desde la primera vuelta de 1996, tendrán que hacer oposición al gobierno para tratar de recuperar sus espacios. No es el PRD básicamente su contrincante.

            Un fortalecimiento del gobierno equivale a afianzamiento del PLD en la segunda posición con posibilidades de pasar a la primera. Ello puede ser inconvniente para el PRD más no necesariamente mortal, porque aún si aquel crecimiento se sigue dando a costa del reformismo, las posibilidades de apoyo electoral crecen para los perredeístas. Pero Para quien es fatal el fortalecimiento del gobierno es para el PRSC. De ahí que desde el inicio del período gubernamental hayamos sostenido que era más fácil un acuerdo de gobernabilidad con el PRD que con el PRSC.

           Las posiciones se han endurecido más en la medida en que el gobierno tuvo que hacer algunas concesiones a los compromisos éticos del pasado peledeísta y dar curso a algunos sometimientos judiciales, mientras debatía otras denuncias en los medios de comunicación, a menudo con “prepotencia de perdonavidas”, como señalaba un dirigente colorado.

            Por demás, ya Balaguer dijo recientemente que “sólo Dios sabe” si él será candidato en el 2000. Mientras el señor se manifiesta, el caudillo jugará su carta de “vuelve y vuelve”, creyendo que todos los dáis son de fiesta. Y no trabajará para nadie que no sea él mismo. Como no lo ha hecho jamás ni aprenderá a hacerlo a los 92 años.

Con sus propias uñas

            Por lo visto son el gobierno y su partido quienes tienen que resignarse a la realidad de que tienen que rascarse con sus propias uñas, y dejar de perder el tiempo soñando con lo imposible. Al menos por ahora, porque para el final, si el PRSC sigue en su lejano tercer lugar, tendrá que haber allanado el camino para discutir un nuevo pacto. Pero eso no se verá hasta entrado el año 2 mil, cuando ya estemos llegando a las elecciones y al final del período.

            La situación implica un proyecto de gobierno realista para la segunda mitad del período, cuando también será más difícil pactar gobiernabilidad con el PRD, dado que éste tendrá competencia en la oposición y las luchas internas por la candidatura presidencial ya están desatando competencia de protagonismo entre sus aspirantes. Y no van a competir defendiendo ni ayudando al gobierno y al partido que lo encarna.

            Las posibilidades de pactar gobernabilidad con los perredeistas se pusieron más lejanas con la desaparición de José Francisco Peña Gómez, que siempre buscó acuerdos. Sobre todo en la última etapa de su vida cuando era evidente que quería ser más positivo que nunca y quedar como el gran concertador que en realidad lo fue, contrario a la imagen que sus enemigos le forjaron.

            Las perspectivas obligan al PLD y su gobierno a desarrollar sus propias energías positivas contando con una gran oposición, lo que implica mayor eficiencia, y en algún grado volver a las propias raíces, tratando de marcar más claramente sus aportes al Estado, aunque no tenga fuerzas para enfrentarse ni siquiera con la corrupción del pasado gobierno, ya que ello incentivaría los acercamientos de perredeistas y reformistas.

            Por supuesto, ello implica también olvidarse de toda posibilidad de reelección presidencial. Ninguno de los dos partidos de la oposición se la van a facilitar. Y sin ellos, especialmente sin el PRD, nadie entiende cómo puede lograrse. Como tampoco se entiende cómo se siguen vendiendo expectativas sobre el particular.

El pacto social

Con todo el gobierno puede aferrarse a la idea del pacto social, nueva expresión de la concertación tan llevada y traída en los últimos tiempos, aunque sin poner todos sus huevos en esa canasta. Pero desafiando positivamente a los opositores a pactar para proseguir las reformas económico sociales y combatir la pobreza. El desafío debe ir especialmente al PRD que se supone tiene esas metas. Porque Balaguer nunca ha privado de tal cosa, aunque haya en su partido quienes entienden tales metas y las comparten.

Para no perder el tiempo y ganar espacio, el PLD y el gobierno tendrían que lanzar un esfuerzo coherente de concertación, sin muchas ambiciones. Por ejemplo, tras lo dicho por Balaguer, sus expectativas de aumentar los impuestos lucen mal paradas. Pero tienen que negociar la compensación a la reducción de los aranceles. Los dirigentes partidarios tendrían que bajar un poco el tono, al menos algunos meses, reconocer a sus opositores, a sus críticos y hasta a sus disidentes, sin descalificarlos. Que dejen eso para cuando se acerque más el 2000. De nada valdrá ni nada ganará el presidente Fernández hablando de concertación y pacto, si sus compañeros de partidos no declaran un armisticio a las ofensas verbales.

Tampoco puede querer una tegua o un pacto si al mismo tiempo incentiva la división en cualquiera de los partidos de oposición, o juega con sus contradicciones internas como ha ocurrido recientemente con el diputado Rafael Peguero Méndez. Si escoje ese camino, los resultados serán desastrosos para la gobernabilidad y el éxito del gobierno.

Por demás, el gobierno debe mirar más hacia las diversas instancias de la Sociedad Civil, pero también con realismo. Sin esperar incondicionalidad y sin intolerancias. Sin tratar de doblegar ni comprar. Sin quedarse en manos de los que siempre están en el mercado. Consciente de las circunstancias en que le ha tocado ejercer el poder, de la debilidad que ha implicado el tener dos partidos grandes al frente, sobre todo después de la barrida perredeísta en las elecciones congresionales y municipales de mayo pasado.