Bienvenido Corominas Pepín

Por Juan Bolívar Díaz
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A un ser humano de la categoría de Bienvenido Corominas Pepín no se le puede decir adiós. Hay que retenerlo por siempre y enarbolarlo como bandera para reivindicar la rectitud, generosidad y entrega en un mundo tan signado por la mediocridad y el egoísmo.

 Al doctor Corominas lo traté durante cuatro décadas como parte de la familia periodística nacional, y lo recordaré con orgullo por el respeto que profesó al quehacer de la comunicación social, muy especialmente por su vocación por la libertad más allá de los intereses empresariales y políticos.

 Su debut en el periodismo fue durante la transición democrática de 1961 cuando le tocó dirigir el periódico La Nación y desde entonces se adscribió a las luchas por la constitución de una sociedad democrática. Por ello fundó el diario El Sol en su nativa ciudad de Santiago en 1971. Allí no hubo suficiente sustento para un periódico innovador, por lo que hubo de ser trasladado a Santo Domingo.

Me tocó dirigirlo durante 4 años, ya bajo otra propiedad, en el período l977-81 y fue entonces que estreché relación con el antiguo propietario, quien desde lejos siempre alentaba el tipo de periodismo que hacíamos. Disfrutaba el apogeo de El Sol como si siguiera siendo el propietario.

 Por eso cuando un grupo de comunicadores decidimos abandonar El Sol para iniciar una nueva aventura periodística, pensamos en él sabiendo que encontraríamos un firme aliado.  Y así fue, porque junto a Pedro Bonilla y Miguel Cocco (también fallecidos) constituyeron el respaldo fundamental al milagro cotidiano que fue El Nuevo Diario, tal vez la mayor utopía periodística de la historia. Salió con un capital de apenas 20 mil pesos.

 Corominas Pepín puso dinero y dedicación para ayudar a sostener el periódico y aún cuando muchos de sus fundadores fuimos capitulando ante las precariedades, él se mantuvo hasta su muerte respaldando a quienes quisieron seguir adelante.

Resistió presiones en aquellos primeros años cuando las campañas de El Nuevo Diario despertaron tantas ronchas que le ganaron la hostilidad de sectores empresariales y políticos.

Aquel emprendedor empresario pionero en seguros y tarjetas de crédito mantuvo su presencia en la empresa periodística sin que jamás sugiriera una  capitulación ni propusiera mediatización. Estaba convencido de que la sociedad dominicana necesitaba   periódicos contestatarios y que empujaran el desarrollo de las instituciones democráticas. Por eso en los últimos años se empeñó en la dignificación del magisterio a través de su Fundación Consuelo Pepín.

Conversar con el doctor Corominas fue siempre alentador. El sabía insuflar optimismo y esperanza, con una voz que a veces era como un susurro, pero con un finísimo sentido del humor, hasta en las circunstancias más difíciles.

Con mucho humor transcurrió nuestro último encuentro hace un par de meses aunque ya los malestares físicos le ganaban la batalla a su espíritu indomable y a los desvelos de su querida doña Carmen Peña de Corominas.

Creo que don Bienvenido Corominas partió satisfecho de haber vivido 84 años de plenitud, sembrando esperanzas e irradiando fe en los supremos valores humanos. Por eso quedará presente por siempre en su distinguida familia y entre quienes tuvimos el privilegio de recibir sus generosidades incondicionales.  No se le puede decir adiós, sino hasta siempre al más periodista de los empresarios dominicanos.

Justo homenaje a Polón Muñoz

Por Juan Bolívar Díaz
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Fue un hermoso y justo acto de justicia la proclamación del ingeniero Roque Napoleón Muñoz Peña como ciudadano meritísimo y modelo ejemplar a seguir por su recta trayectoria de combate a la corrupción y su conducta ética, constituyéndose en un referente moral de la sociedad dominicana, por su insobornable honestidad y patriotismo.

El movimiento cívico Participación Ciudadana, capítulo dominicano de Transparencia Internacional, realizó la proclama el jueves 9 de diciembre en la conmemoración del Día Internacional contra la Corrupción instituido en el 2003 por la Organización de las Naciones Unidas, acogiendo una propuesta formulada por el Club Rotario de Santo Domingo, del cual es parte el homenajeado.

El acto fue impresionantemente emotivo por la circunstancia de que Polón Muñoz no pudo estar físicamente presente debido a la enfermedad que lo mantiene recluido, aunque lo siguió a través de los nuevos recursos tecnológicos que también le permitieron expresar su gratitud, con la voz ronca pero firme que lo ha caracterizado.

Fue el tercer año que Participación Ciudadana entrega su galardón a la lucha contra la corrupción. Pero seguramente pasará tiempo antes de que pueda reconocer a un ciudadano con tantos méritos en ese campo y con tan extensa carrera de servicio a la sociedad dominicana.

Único dominicano miembro directivo del Comité Olímpico Internacional, ex dirigente de la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe, ex presidente del Comité Olímpico Dominicano, del Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA), y de la Federación de Ajedrez, promotor de los Juegos Deportivos Nacionales, miembro del Club Rotario y de Participación Ciudadana, Polón Muñoz ha sido un combatiente sin tregua.

Polón Muñoz se constituyó en un referente moral y ético en los años setenta cuando siendo dirigente del CODIA nos enseñó a luchar por la transparencia. Ya entonces luchaba por dar vigencia a la vieja ley que instituía concursos y licitaciones para otorgar las compras y contrataciones de obras del Estado, casi siempre burlada. Luego abogó por su actualización y formó parte de los redactores de la nueva normativa y todavía reclama  su cumplimiento.

En los últimos años hemos tenido la dicha de compartir con él en el movimiento Participación Ciudadana, donde ha derrochado energía como los más jóvenes, ofertando su tiempo y sabiduría. A su espalda hemos llegado a hacer bromas, reclamando el cumplimiento de tareas “antes que Polón se riegue”, pues siempre reclama más eficiencia y entrega. Nunca parece estar satisfecho, convencido de que hay que ser más consecuente en la lucha por la transparencia, por la democracia y por la creación de una sociedad más organizada y justa.

En Teleantillas lo hemos entrevistado innumerables veces, cada vez que ha sido  preciso insistir en la defensa de los intereses de la sociedad, y ahí ha estado su voz y su ejemplo al servicio de la nación.

Ejemplo de vida familiar y de ejercicio en su profesión de ingeniero civil, Polón Muñoz es de los seres imprescindibles, de los que dan sentido a la vida y están llamados a trascender la infinita levedad de la condición humana. Llegue hasta él nuestro aliento y reconocimiento ahora que ha retornado al país, después de varios meses de tratamiento en Puerto Rico, para seguir luchando por la vida con la dignidad y entereza que le caracterizan.

El lunes amarillo por la educación

Por Juan Bolívar Díaz
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La población dominicana tiene este lunes una preciosa oportunidad de dar una lección a sus líderes políticos, pintando de amarillo todos los ámbitos de la vida cotidiana en atención al llamado de la Coalición por una Educación Digna que viene desarrollando una exitosa campaña por el cumplimiento de la ley que dispone el 4 por ciento del producto interno  bruto para la formación de los recursos humanos.

Ya es tiempo de que dominicanos y dominicanas se sacudan de la modorra, la indiferencia y las frustraciones y pasen de las amarguras y maldiciones al reclamo activo, a la participación en jornadas de luchas para mejorar definitivamente la sociedad que estamos legando a las nuevas generaciones. El desafío es especialmente para estas.

Lo que se pide es sencillo, que ejerzamos los derechos de ciudadanía, garantizados en la Constitución de la República y que el pueblo exprese su sentimiento y lance sus reclamos a los cuatro vientos hasta encontrar eco en un sistema político desenfrenado, fundado en el más salvaje pragmatismo de la conveniencia grupal y personal.

Se le pide a las actuales autoridades que pasen de los discursos a los presupuestos para dar vigencia a las mil veces prometida y tantas veces consensuada prioridad en la inversión educativa, como fundamento del desarrollo.

Pero el reclamo toca a todos los que han gobernado el país en las últimas décadas, cuando se deterioró hasta el infinito el sistema educativo.

El lunes amarillo llega justo cuando la Cumbre de Jefes de Estados Iberoamericanos acaba de ratificar las Metas 2021, sobre “La educación que queremos para la generación de los bicentenarios de la independencia latinoamericana”, entre las cuales está “invertir más e invertir mejor” en la formación de los recursos humanos, pero también “reforzar y ampliar la participación de la sociedad en la acción educativa.

Es obligatorio recordar que las naciones latinoamericanas invierten este año más del 5 por ciento de su producto bruto en la educación, mientras República Dominicana permanece en menos de la mitad de ese promedio, ocupando los últimos escalones en las evaluaciones internacionales sobre la calidad de la educación fundamental. Y ni una sola universidad dominicana figura entre las primeras 200 de la región.

Hay que coincidir con el presidente Leonel Fernández en que sólo el aumento de la inversión no resolverá los atavismos de la educación dominicana, pero hay que comenzar por ahí. Juan Bosch una vez recordó el precepto evangélico de que no solo de pan vive el hombre, para concluir en su certeza, proclamando “pero primero es el pan”.   No caben argumentos para regatear la demanda de recursos para la educación, que para las obras físicas, para las remodelaciones, para el clientelismo y el dispendio siempre aparecen.

Es cuestión de voluntad política invirtiendo en algo fundamental, aunque los resultados tarden años en verse.

Pero además es porque la ley lo manda y la flamante Constitución proclamada en enero pasado que en el inciso 10 de su artículo 63 proclama: “La inversión del Estado en la educación, la ciencia y la tecnología deberá ser creciente y sostenida, en correspondencia con los niveles de desempeño macroeconómico del país. La ley consignará los montos mínimos y los porcentajes correspondientes a dicha inversión”.

Como ya la Ley General de Educación consigna el monto mínimo del 4 por ciento del producto, pasarlo por alto equivale a una flagrante violación de la carta magna que el presidente Fernández se empeñó en hacer aprobar y proclamar.

Lo que se pide para el éxito de la jornada de este lunes 6 de diciembre es que salgamos a las calles con todo género de ropa, corbatas, pañuelos, banderas, paraguas, o  cintas amarillas, que los colguemos de los automóviles y proclamemos que queremos una educación digna y sin exclusiones para todos los dominicanos.

A los más decididos se les pide que vayan en la mañana frente al edificio del Ministerio de Educación, en la avenida Máximo Gómez, y que en la tarde se manifiesten pacíficamente en la esquinas de mayor confluencia.

El desafío está lanzado y el que no se manifieste este lunes que calle para siempre.

Que encendamos siquiera velitas en vez de vivir maldiciendo la oscuridad.

El mejor legado de Freddy Beras

Por Juan Bolívar Díaz
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Tanto se ha hablado y escrito de Freddy Beras Goico a raíz de su sentida transmutación que pareciera que queda poco por agregar sobre este espléndido ser humano cuya figura multifacética llenó medio siglo de la televisión y la sociedad dominicana, infiltrándose en nuestras almas para siempre.

 Tuve el privilegio de haberlo conocido en su primera etapa cuando aún despuntaba, aunque ya era un gran cultor del humor, con esa vocación para hacer reír aún en los momentos más dramáticos. Justo hasta el estallido de la revolución constitucionalista en 1965 trabajamos juntos en Radio ABC en lo que intentaba ser un proyecto periodístico, junto a la colega Clara Leyla Alfonso. Cuando estalló la guerra, y sobre todo al momento de la invasión extranjera, Freddy no titubeó en determinar el sitio que le correspondía. Y fui de los que nos quedamos sorprendidos por el ímpetu y la determinación de aquel hombre del humor y el espectáculo.

Otra vez volvimos a trabajar bajo el mismo techo en el período 1968-69 cuando me tocó dirigir el departamento de prensa de Radio Cristal, y él comenzó a producir allí el “Show de Noticias”, junto a Cuquín Victoria y el inolvidable Milton Peláez. Esos tipos entraban a mi despacho al caer la tarde y me arrebataban las noticias del día para montar su espectáculo al caer la noche. Yo a veces no sabía si debía reír o llorar, pero disfrutaba sus ocurrencias y además ellos  se inscribían en la defensa de los valores sociales, democráticos y libertarios.

Nunca más tuve el privilegio de trabajar cerca de Freddy y su banda de peligrosos humoristas, pero cuando nos veíamos el abrazo compendiaba la solidaridad que nos reciprocábamos, sobre todo porque con los años el impertérrito predicador, el luchador democrático, el hombre de infinita sensibilidad humana parecía superar al humorista.

La sociedad dominicana le ha rendido tributo al humanista que se nos acaba de marchar, por lo que sería redundante insistir en sus múltiples facetas. Yo quiero detenerme en lo que considero uno de sus mayores legados: su extraordinaria capacidad para persistir en la lucha por los valores sociales y  comunitarios, su persistencia en reclamar, su decisión de no dejarse cansar.

Beras Goico nunca perdió la capacidad de asombro ni de indignación y aún consciente de lo difícil que es cambiar la sociedad, persistió hasta el hálito final en promover la solidaridad, el orden social, y el imperio de la ley, y encontraba una gran satisfacción en no dejarse vencer.

Los problemas de salud de los últimos años fueron minando  sus energías físicas hasta perder la batalla de la vida, pero sus pujos espirituales lo hicieron trascender. Seguro que se marchó como había vivido, entre la risa y el llanto. Muerto de la risa porque nadie le pudo cansar, y llorando porque quería seguir en la batalla en la que, lo sabía,  le echaríamos de menos.

Cuando supe que el cuerpo de Freddy le había flaqueado a su indomable espíritu, además de pensar en su compañera Pilar y en sus queridos hijos y nietos, me vino a la memoria el poema Reír Llorando de Juan de Dios Peza, quien evoca a los que “enfermos de pesar, muertos de tedio, hacer reír como el actor suicida, sin encontrar para su mal remedio.” La estrofa final parece haber sido escrita para la ocasión:

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.

Que Dios meta su mano y pronto

Por Juan Bolívar Díaz

Durante mucho tiempo nos entretuvieron tratando de atribuir el incremento de la criminalidad a los deportados de Estados Unidos, hasta que algunos nos encargamos de demostrar la falsedad de esa consideración. Se ha establecido que no representan ni el uno por ciento de los procesados. No resultó difícil establecerlo, pues hace mucho que los deportados son fichados a su ingreso al país. Cuando pedimos información al Jefe de la Policía sólo 105 fueron involucrados en actos criminales, pero en cinco años.

 A veces parece que los culpables del auge delincuencial son los niños y adolescentes, especialmente después que se descubriera que tres o cuatro de ellos participaban en una banda que cometió la atrocidad de asesinar a numerosos choferes, caso que llevó a muchos a pedir cambiar la legislación que protege a la infancia.  En materia de la delincuencia parece que siempre estamos buscando chivos expiatorios como forma de evadir la realidad.

Mientras tanto, hace tiempo que venimos preguntando cuál es la incidencia de los expolicías y exmilitares dados de baja, la mayoría sin llevarlos a la justicia, por delitos de  todos los calibres, los cuales, a diferencia de los deportados desde Estados Unidos no están fichados ni son objeto de atención.

Sin embargo, se puede decir que casi todos los días aparece un antiguo militar o policía involucrado en asesinatos, o formando parte de bandas de narcotraficantes, de extorsionadores, de ladrones de toda laya y hasta de sicarios, sin que suene la alarma ni se generen políticas preventivas.

En estos días las autoridades descubrieron una banda que se dedicaba a extorsionar a pudientes que eran filmados en moteles y han sometido a la justicia a su tentativo cabecilla, Francisco Carela Castro, quien según reveló el fiscal del Distrito Nacional operaba con órdenes de allanamiento oficiales y se valía de información de la PN y los organismos de seguridad.

El mismo Carela reveló que se formó dentro de la Policía y que pasó por la mayoría de sus departamentos. “Sé como funciona eso y aproveché lo bueno de ella”, le cita el Diario Libre del jueves 11. “Salí de la Policía por cuestiones económicas, porque no podía mantener mi familia. Con el tiempo y gracias a las autoridades de este Gobierno, he avanzado mucho”, prosigue el testimonio recogido.

Ahora las autoridades judiciales han establecido que la “agencia de detectives” de  Carela Castro fue la responsable de contratar los sicarios que hirieron gravemente al joven abogado y comentarista de televisión Jordi Veras, quien la semana anterior salió del país con su esposa e hijos temiendo ser rematado. La banda de Carela siguió operando con colaboración oficial pese a varias denuncias de extorsión e incluso de un intento de secuestro, y a pesar de que su hermano Engels Carela Castro fue de los condenados por las graves lesiones sufridas por la dama de Santiago Miguelina Llaverías, por encargo de su ex esposo Adriano Román, también condenado.

Este hermano tenía en Santiago su propia agencia de detectives, una de las tres mil que, según publicó el diario El Día el 10 de noviembre, operan en el país sin la menor regulación. Banda y agencia habrían estado vinculadas al atentado contra Veras, quien “coincidencialmente” fue el abogado que llevó el proceso civil que condujo a la condena de los sicarios y el mandante del atentado contra la señora Llaverías.

El Listín Diario del viernes 12 cuantificó en 5 mil los militares, policías y agentes contra narcóticos que en los últimos cinco años han sido sancionados, expulsados o sometidos a la justicia por vinculaciones con actividades criminales apenas en los últimos cinco años. Pero la cifra es conservadora si se atiende a testimonios oficiales. El ex jefe del Ejército José Ricardo Estrella dice que botó 5,200, más de la quinta parte de ese cuerpo. El ex director de la DNCD Rafael Ramírez Ferreiras, aseguró que despidió 4 mil, equivalentes al  cien por ciento  en sólo dos años, y el ex jefe de la PN Guillermo Guzmán Fermín jura que botó a 1,200 en tres años.

Hay razones para preguntar qué hacen todos esos despedidos, en qué se ganan la vida, después de conocer por dentro el funcionamiento de las instituciones de seguridad, de haber recibido entrenamiento y haberse vinculado a actividades ilícitas, y hasta cuándo esas instituciones operarán como escuelas de delincuentes. Como somos incapaces de dar respuestas a esas preguntas, sólo nos queda implorar que Dios meta su mano y que lo haga pronto.

No queda otro camino

Por Juan Bolívar Díaz

En los ámbitos de la sociedad civil dominicana va creciendo el sentimiento de que ya hay que pasar de los comunicados a la acción si se quiere que el liderazgo político nacional escuche el clamor que demanda atención a los problemas prioritarios, a la institucionalidad democrática y a los consensos y pactos de las últimas dos décadas.

Cada día son más los que piensan que sólo la movilización activa de las organizaciones sociales logrará hacer mella en la sordera y ceguera que caracteriza la acción gubernamental frente a una sociedad que ha militado  en la concertación y acudido a los múltiples llamados de los políticos desde los años noventa.

Si se quiere que se entienda que hay que cumplir la Constitución, la ley, los consensos, los estudios, programas de gobierno y discursos que declaran la educación como prioridad nacional, ya no queda otro camino que el de la protesta o demanda pública, dejando clara la determinación de hacer valer los derechos de la ciudadanía. Se trata de exigir acciones específicas, diagnosticadas, consensuadas y convertidas en leyes, para enfrentar problemas tan acuciantes como la creciente inseguridad ciudadana, el eterno desastre energético y la inmigración desenfrenada a voluntad de los traficantes de  personas y de los intereses económicos y políticos más mezquinos.

Es por esas razones que diversos sectores de la sociedad civil han integrado una coalición para luchar por el tantas veces pactado 4% mínimo del producto interno bruto para educación y están desarrollando un programa de lucha callejera. Ahí están el Foro Ciudadano, el Comité para Defensa de los Derechos Barriales, la Federación de Asociaciones Industriales, los industriales de Herrera, Ciudad Alternativa, Participación Ciudadana, el Centro Juan Montalvo, Educa  y otras instituciones, incluyendo las expresiones de las inquietudes juveniles como La Lucha.

Es lamentable que no se haya sumado la Asociación Dominicana de Profesores, aunque esta semana publicó un extenso comunicado fundamentando la prioridad de la educación. Es fundamental la participación de los maestros y de las asociaciones de padres y amigos de la escuela, como de todas las entidades vinculadas a la educación.

Cada día más ciudadanos y ciudadanas deben sumarse a las vigilias que durante el mes de noviembre desarrolla esta coalición, los lunes frente al Ministerio de Hacienda, martes; miércoles y jueves, frente al Congreso Nacional, y los viernes en torno al Palacio Nacional.

Se trata de demandas pacíficas, pidiendo educación para salir de la pobreza. Y aunque las autoridades han desarrollado intimidación e impuesto restricciones, las vigilias se han mantenido, por lo que sólo la cobardía puede explicar que no se hagan progresivamente  masivas.

Es que el último consenso que ratificó la prioridad de la inversión para la educación ocurrió a principios del 2009 en la última cumbre convocada por el Gobierno, que estableció un calendario de aumento para  llegar al 4 por ciento, según el cual en el 2011 debería destinarse el 3.42 por ciento del PIB. Pero el Gobierno apenas ha presupuestado el 1.9 por ciento, menos de la mitad de lo que indica la ley.

No hay excusa válida. El presidente Leonel Fernández agotará su décimo primer año de Gobierno, discurseando sobre la educación para el desarrollo, la sociedad de la información, la era del conocimiento y otras teorías, y se enorgullece de haber mantenido tasas de crecimiento de alrededor del 7 por ciento anual.

Si ese crecimiento duplica el promedio de América Latina, si el país ha sido el de mayor crecimiento en la región durante medio siglo, si el resto de esas naciones promedia el 5.5 por ciento del PIB a educación,  nada justifica nuestra miseria.

Ciertamente ya no bastan discursos ni lamentos. Hay que pasar a la acción para lavar la vergüenza de que ocupemos el escalón 137, de 139 países del mundo, en calidad de la educación primaria.

Sólo se puede entender porque en cuanto a dispendio del Gobierno somos los subcampeones del mundo, en la posición 138 de la evaluación del Foro Económico Mundial.

 Tal vez lo explique todo el anuncio de que para este año el monto del salario navideño del Estado crecerá en 25 por ciento, cuando no hubo revaluación salarial.

Es que como dice el pueblo “no hay prigilio”. ¡Ofrézcome !!!

 

La delirante ostentación dominicana

Por Juan Bolívar Díaz

Estábamos sentados a una mesa durante una boda en el Country Club hará unos cinco años cuando se nos ocurrió dar crédito al buen gusto de los anfitriones y contrayentes, porque la decoración tenía sobriedad y elegante sencillez. En particular elogiamos los arreglos florales, comentando que en algunas bodas se gasta un millón de pesos en flores.

Rápidamente tomamos consciencia del imprudente comentario, cuando una de las distinguidas damas de la mesa se dio por aludida y explicó que ella había gastado dos millones de pesos en flores cuando se  casó su única hija, justificándolo en que era una ocasión única en su vida y la de la joven. Desde luego, presentamos vehementes excusas porque estaba lejos de haber aludido a nadie en particular.

Personalmente sigo creyendo que dos millones de pesos en flores es mucho dinero, pero respeto a quien quiera gastar el dinero de esa forma siempre y cuando sea suyo, y obtenido con el trabajo propio o de sus progenitores. Es indignante cuando se sabe que se trata de dinero mal habido, especialmente si es sustraído de las arcas públicas, por ejemplo para pagar decenas de miles de pesos en restaurantes.

En general los dominicanos hemos adoptado los niveles de vida más ostentosos, razón por la cual el parque vehicular del país es más lujoso que el de cualquier nación europea, o que el de los países más ricos de América  Latina, como  Argentina o Brasil. Aquí muchas parejas jóvenes se compran un automóvil de lujo antes de tener piso propio.

Nuestro sentido del ahorro es tan precario y la vanidad es tan grande que muchas familias se hipotecan para una rumbosa boda o celebración de quince años en vez de proporcionar un apartamento o auspiciar una inversión para incentivar la unidad de una nueva pareja. Es que tenemos que ostentar, demostrar, exhibir más de lo que podemos.

Cuando a mediados de la década del ochenta la delincuencia se apoderó de la capital del Perú, con un secuestro por día, muchos pudientes decidieron ahorrarse todos los “signos exteriores de riqueza”, y se mudaron a apartamentos y adquirieron automóviles utilitarios, tanto para evadir a los delincuentes profesionales como para no incentivar su multiplicación por ofensivo efecto demostración.

La última demostración de insensato derroche es que tres equipos del béisbol dominicano hayan contratado conjuntos de “modelos” venezolanas, colombianas y brasileñas para animar a los fanáticos durante el recién iniciado torneo. Cuatro helicópteros descendieron una de estas noches sobre el terreno del Estadio Quisqueya para bajar las seis relucientes cariocas que harán las delicias de la fanaticada añil, para lo cual tendrán que enseñarles a bailar merengues.

La contratación es irritante porque el negocio del béisbol es altamente subsidiado por el Estado que presta los estadios, los rehabilita al igual que los parques, les da mantenimiento y hasta paga empleados, con costos que algunos años alcanza a  cientos de millones de pesos.  Por demás es ofensivo para las modelos dominicanas, que deben sentirse discriminadas. Ya era suficiente que en este país rey del béisbol tengamos que importar árbitros, para que además ahora necesitemos traer bailarinas animadoras o porristas.

Podemos apostar a que no encontramos otro país que importe porristas para animar competencias deportivas. Nuestra vocación por la ostentación  es bien grande, al igual que nuestro complejo de inferioridad.

 

El cerco es gubernamental, no mediático

Por Juan Bolívar Díaz

En la última sesión del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el lunes 6 de octubre, se expresaron preocupaciones por el mal momento por el que atraviesa el gobierno, llegándose a considerar que es víctima de un cerco mediático y de grupos de la sociedad civil.

 Según fuentes bien informadas, uno de los distinguidos miembros del organismo,  jurista de verbo encendido, historiador y polemista, llegó a poner nombres y apellidos a  responsables del supuesto cerco. Hay que suponer que sólo con el objetivo de alertar a sus compañeros para que actúen con mayor transparencia y eviten nuevos escándalos que den municiones a los eternos francotiradores.

 Como según la versión recibida, la denuncia nos involucra, tuvimos que reflexionar sobre el asunto. Y debemos reconocer que es cierto que algunos periodistas pecamos de excesos en los cuestionamientos a los funcionarios y de idealismo en la concepción de la política y del gobierno, aunque no tanto como el profesor Juan Bosch, quien abandonó el mayor partido de la historia nacional, que él lideraba y encarnaba, porque estaba lleno de ambiciosos, para con sus más impolutos seguidores fundar el de la Liberación Dominicana.

En realidad en todas partes del mundo los periodistas que persisten en las denuncias de la corrupción y en añorar un mundo de mayor justicia, y menores exclusiones son la minoría. La mayoría se acomoda o incorporan al sistema atraídos por sus altas retribuciones.

Pero aún por encima de los beneficios que deja el poder, no solo a los oficiantes del periodismo, sino también a los dueños del negocio, muy pocos medios quieren aparecer como comparsas del poder, y auspician la crítica, la denuncia, y las propuestas alternativas. Hasta los incondicionales se auto reputan como independientes.

El problema de muchos peledeístas es que ellos siempre se creen víctimas de persecución y ven toda disensión o cuestionamiento como parte de una conspiración. Reformistas y perredeístas son capaces de admitir que sus partidos están llenos de imperfecciones, de oportunistas y hasta de  corruptos, pero los morados no, para ellos sólo sus contradictores encarnan la corrupción, el boato, la malversación  y el aprovechamiento de los recursos del pueblo que con tanta persistencia denunció Bosch.

Es lamentable que tantos dirigentes y funcionarios empeñados en servir queden opacados por el desparpajo y la vida escandalosa de otra apreciable proporción. Los comunicadores deberíamos reconocer que tenemos que ocuparnos más de los primeros, pero sin dejar de denunciar a los segundos.

Por demás, no hay tal cerco mediático al gobierno. Y si algún cerco podemos encontrar es el del gobierno a la sociedad dominicana, por su falta de transparencia y por los escándalos de corrupción y reparto que se denuncian cada semana.  En la última el nuevo director de la Autoridad Portuaria Dominicana, ingeniero Ramón Rivas,  acaba de justificar la cancelación de unos 700 partidarios de su antecesor, sosteniendo que el 86 por ciento de los recursos de la entidad se iban en sueldos, muchos innecesarios.

El cerco lo pone el gobierno cuando  se niega  a acatar el gran consenso nacional que reclama priorizar la educación, la formal de las escuelas y la que debería impulsar en campañas de educación cívica, siquiera para que aprendamos a disponer de la basura y a respetar las más elementales reglas del tránsito, incluyendo la de no cerrar calles y avenidas para recoger a los hijos de los colegios.

El último gran cerco gubernamental ha sido el incalificable abuso de haber roto la ciudad al mismo tiempo en las principales vías, como la Kennedy, 27 de Febrero, Núñez de Cáceres, Máximo Gómez, Ortega y Gasset y otras, en aras de construir  a velocidad sin precedente en el mundo líneas de Metro y elevados. Y no han dejado espacio ni siquiera para que transiten los peatones.

El resultado es un incremento del taponamiento y la pérdida de tiempo, de combustibles, de accidentes  y desgaste vehicular, estimulando la irritación, la  violencia y el fatalismo.

 

¿No tienen quien les escriba?

Por Juan Bolívar Díaz

Los incidentes verificados en la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD) a raíz de la protesta de cientos de sus estudiantes en rechazo a un aumento de las cuotas de matriculación, constituyen una penosa expresión del arraigo del autoritarismo en instituciones que, como las universidades, deberían ser modelo de diálogo y respeto a los derechos individuales y sociales.

No es sólo la desproporcionada reacción de las autoridades de esa prestigiosa casa de estudios frente a un reclamo, que pudiera carecer de sustento pero no de legitimidad, sino las posteriores de su Consejo y muy especialmente el de la Asociación Dominicana de Rectores de Universidades (ADRU), que parece arrancada de las páginas de la represión balaguerista de los años sesenta y setenta.

Nos sorprendió una reacción tan desproporcionada, como la suspensión de cientos de estudiantes por haber firmado una solicitud de revisión del aumento, de parte del Rector, reverendo Ramón Alonzo, indignado porque “se estaba desacreditando” su Universidad. Mis afectos por este sacerdote me obligaron a llamarlo para escucharlo y pedirle que hiciera un esfuerzo por solucionar el conflicto abriendo su corazón al respeto a la disensión.

Comprendí su justa indignación por las reacciones destempladas y hasta insultos que se produjeron en medios de comunicación electrónicos, especialmente en las redes de Internet. Pero esos excesos no estaban individualizados y era injusto cargarlos sobre todos los que  realizaron un reclamo pacífico. Tampoco justificaba que se condicionara la inscripción a una humillante carta de retractación.

Le dije al padre Alonzo que mi experiencia como miembro de consejos rectores de entidades académicas sin fines de lucro (Junta de Regentes del INTEC por seis años, y en los colegios Véritas y Babeque Secundaria), indicaba que los usuarios siempre tienden a rechazar los aumentos de cuotas, aún los más legítimos. Pero que eso lo resolvíamos  escuchando y dando informaciones y explicaciones.

El problema tenía que agravarse si, como dijo la ADRU, se veía el reclamo como “un movimiento organizado y promovido por grupos externos” planificado con “propósitos desestabilizadores”  que “plantean acciones violentas”.

El conflicto llegó a los tribunales. Cuatro de los líderes de la protesta recurrieron en amparo ante la Cuarta Sala de la Cámara Civil y Comercial del Jugado de Primera Instancia del Distrito Nacional, que tras escuchar y ponderar los argumentos de las partes, concluyó disponiendo que la UCSD inscriba a los suspendidos y les garantice todos sus derechos.

He leído la sentencia de 82 páginas y me atrevo a felicitar a la jueza Maritza Capellán Araújo por haber reivindicado brillantemente los derechos ciudadanos a la libre expresión, libertad de reunión y derecho a la educación, garantizados por la Constitución de la República y la Convención Interamericana de Derechos Humanos.

La sentencia de la jueza Capellán es un documento que la ennoblece, por lo bien y ampliamente fundamentada, no sólo en los textos fundamentales antes citados, sino también en los propios estatutos de la UCSD que establecen un procedimiento de suspensión que no fue cumplido. Llega a citar la Constitución Apostólica sobre Universidades Católicas, en cuanto “garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguarda los derechos de las personas y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y el bien común”. La jueza tuvo la diligencia de consultar jurisprudencias en la materia de los tribunales constitucionales de Costa Rica, Colombia y España.

Después de leer ese documento judicial, incluyendo las exposiciones de los abogados de la UCSD, huérfanas de derecho, es mucho más penoso que esta universidad se niegue a acatar la sentencia y haya recurrido en casación ante la Suprema Corte, en vez de dar un ejemplo de acatamiento.

La esperanza es que la Suprema Corte reedite el valor de la jueza para decidir en justicia, independientemente de los poderes fácticos envueltos, que una vez más evidencian que la democracia, el diálogo y los derechos son asuntos de discurso, para exigírselo a los políticos.

En cuanto a los jóvenes estudiantes, deberíamos preferir a los que se  rebelan contra la corrupción, las injusticias  y los males de la sociedad, como les recomendó el Rector del Colegio Loyola, reverendo Francisco Lluberes, en la conmemoración del 50 aniversario del mismo en septiembre pasado.  También a los que se agrupan en el grupo “Toy Jarto Ya pero Creo en mi País”, que ha tenido la osadía de dar apoyo a los reclamantes de la UCSD.

Es la calidad del gasto público

Por Juan Bolívar Díaz

El presidente Leonel Fernández sorprendió a la opinión pública esta semana cuando en su discurso ante las Naciones Unidas declaró que el país no podrá cumplir con las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio con las que la nación se comprometió para el período 2000-2015.

También resultó sorprendente que lo atribuyera a la crisis financiera del 2003, a la crisis que afecta la economía internacional desde el 2007 y a los fenómenos naturales que han afectado el país.

No le falta algún grado de razón en cuanto al daño que esos acontecimientos han provocado a la economía nacional, sobre todo las quiebras bancarias. Pero cuando se cuantifican los recursos que han manejado los gobiernos durante la última década y las tasas de crecimiento económico que ha registrado el país, que promedia alrededor del 7 por ciento anual, no se encuentra justificativo alguno.

Tres reformas tributarias en el período 2003-06 elevaron los ingresos del Estado en forma desproporcionada,  y la deuda pública más que se duplicó en la última década, lo que explica que el presupuesto nacional creciera un 150 por ciento, sin precedente, en el período de Gobierno 2004-08.  En cuanto a los daños ocasionados por fenómenos naturales al final del 2007 no alcanzaron una dimensión para que fuera mencionada en el marco de las Naciones Unidas. Y por otro lado echarle la culpa a la crisis financiera internacional es por lo menos contradictorio con el discurso presidencial de los años 2008-09 en la misma tribuna, cuando el doctor Fernández proclamaba que la economía nacional estaba blindada. Resulta que año tras año el Gobierno proclama en todos los foros internacionales un crecimiento económico casi milagroso, y ahora aduce que no puede cumplir el compromiso de mejorar los parámetros educativos, de salud, vivienda, medio ambiente y de género.

En verdad el asunto es de prioridades, de la calidad del gasto público, de malversación de grandes proporciones del ingreso nacional. El Gobierno ha tenido de sobra siquiera para haber convertido en modelo las provincias de El Seibo y Monte Plata, escogidas originalmente como plan piloto para cumplir los Objetivos del Milenio.

Roby Sendorowitsch, el representante en el país del Banco Mundial, lo apuntó con certeza cuando fue abordado por los reporteros tras el discurso presidencial. Es asunto de mejorar la calidad del gasto público y hacer que la inversión dé mayores resultados, que haya transparencia y se reduzcan los niveles de corrupción.

El funcionario recordó que “este país tiene niveles de pobreza de hace 20 años, aunque ha crecido como ningún otro en América Latina. En el Banco Mundial consideramos una verdadera tragedia cuando el crecimiento económico existe para el país, pero no se refleja en los bolsillos de los dominicanos”, y abundó en que aquí no se reduce la pobreza ni la iniquidad.

No hemos podido cumplir el compromiso de los Objetivos del Milenio porque tenemos los más altos niveles de malversación del mundo, por lo que ocupamos la posición 138, entre 139 países evaluados en el Reporte de Competitividad Global 2010-11 recién publicado por el Foro Económico Mundial.

Recursos hemos tenido pero los hemos invertido a borbotones en construcciones y remodelaciones de edificaciones públicas, privilegiando excesivamente las de mayor visibilidad como elevados y hasta un Metro, cuya primera línea, con un costo alrededor de los mil millones de dólares, apenas moviliza 50 mil pasajeros por día, beneficiando a unas 25 mil personas. Eso quiere decir que la mayor inversión de la historia nacional  beneficia a menos del medio por ciento de la población. Tremenda irracionalidad.

Lo peor es que las mayores inversiones se han realizado en obras no reclamadas por la comunidad, e incluso a contrapelo de la opinión pública, como ha ocurrido con las dos líneas del Metro. Para la que está en construcción se le ha asignado la mitad de lo que invertirá el año próximo el Ministerio de Obras Públicas. Y el mismo presidente Fernández dijo repetidas veces que se haría bajo el modelo de concesión-inversión privada. Por demás, la ausencia de prioridades y el relegar la inversión para transformar la educación perpetúan la pobreza y la exclusión, imposibilitando el mejoramiento del empleo, la redistribución del ingreso y la construcción de una sociedad más equitativa.