El adéndum se quedó corto

Por Juan Bolívar Díaz

El adéndum al contrato de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE) con la empresa Sunland Corporation para la construcción de “obras prioritarias”, suscrito hace dos días es un razonable esfuerzo tendente a esclarecer varios de los cuestionamientos a la pieza original del 15 de mayo del 2006 pero se queda corto.

Es relevante que este adéndum se firmara apenas minutos antes del almuerzo que el presidente de la República, doctor Leonel Fernández, sostuviera con un grupo de directores de periódicos y programas de televisión para referirse al contrato, lo que quiere decir que el mandatario no solo salió del mutismo, sino que también dispuso corregir algunos entuertos. Tan de prisa fue que no dio tiempo a que el nuevo documento fuera notarizado, fundamental para su efectividad jurídica.

 Como aportes positivos el documento modifica no solo el contrato original sino también sus dos anexos, resalta que por primera vez presenta presupuestos de las obras a ejecutar con el resultado de la venta de los pagarés por 130 millones de dólares, que suprime una de las dos formas de pago, excluyentes entre sí que contenía, y que actualiza el plazo para las construcciones, que había vencido hace 5 meses.

También debe considerarse positivo para el interés del Estado que el adéndum obligue a la Sunland a entregar, en el plazo de diez días posterior a la firma de este, “un programa de trabajo definitivo y completo” para que ahora si cumpla con la fecha de terminación pactada.

Es muy sabio el punto 8 de la rectificación, el cual deja sin efecto “Cualquier cláusula del contrato de las partes del 15 de mayo del 2006 y de las notas promisorias expedidas en ejecución del mismo que sea contraria o de ella pudiera pretenderse deducirse una obligación distinta o más onerosa a cargo de la Primera Parte”,(el Estado).

En efecto, en el contrato original hay varias que le son contrarias y que quedan ahora anuladas, pero resulta imposible conseguir lo mismo en cuanto a las “notas promisorias”, que no son otra cosa que los pagarés, comprados por los reales financiadores del proyecto, entre ellos el banco HSBC. Hasta un lego sabe que lo que está escrito en un pagaré quirografario queda, a menos que se firme un acuerdo con el posesionario del mismo, que es en realidad el prestamista.

Desde luego, son varios los aspectos fundamentales que no han sido aclarados por el Gobierno, ni en el adéndum ni en las precisiones que según constan en varios periódicos hizo el propio presidente Fernández. Por ejemplo, cómo se justifica que las once obras contratadas el 15 de mayo del 2006 y señaladas en el poder presidencial emitido tres días antes, fueran reducidas a cinco antes de los 7 meses, es decir el 5 de diciembre del mismo año, cuando la inflación de todo el año pasado fue de apenas 7 por ciento.

Queda el cuestionamiento básico de si los 130 millones de dólares fueron obtenidos mediante la venta de 19 pagarés firmados por el secretario de Estado Félix Bautista, no debieron ingresar al Banco Central y no quedarse en manos de la Sunland como parece que ha ocurrido.

No es especulación, sino el texto mismo de los pagarés que indica que “son obligaciones por las cuales se compromete la completa credibilidad y crédito del Gobierno de la República Dominicana”, y también que “Este pagaré es pagadero en la Secretaría de Finanzas, Departamento de Deuda Pública, Santo Domingo, República Dominicana”.

No creo que hayamos ni siquiera insinuado que alguien se robó los 130 millones de dólares. Pero sí que la Sunland colocó los 19 pagarés en la banca internacional, los ha estado usufructuando durante casi año y medio, sin haber puesto un centavo de sus bolsillos. Porque no es una empresa financiera ni constructora y carece de capacidad para esos financiamientos. Según el contrato original, las 11 obras debieron estar concluidas el 15 de mayo del 2007 y su extensión seguramente que eleva los intereses y costo.

El gobierno admitió esta semana que la misma empresa no pudo financiar el otro contrato por 200 millones de obras suscrito también el año pasado con la Secretaría de Obras Públicas por carecer de recursos para ello. Se ignora si en este caso se llegaron a firmar los pagarés que preveía.

Hay que celebrar que el adéndum haya eliminado el sistema de pago doble, (articulo 4)que preveía que a la Sunland se le avanzara el 30 por ciento de los 130 millones de dólares acreditados al gobierno, indicativo de que el dinero de los pagarés debió recibirlo el Estado.

Esto sin volver a discutir si hubo concurso público, si es legal, y si es constitucional el contrato.

La escuálida democracia dominicana

Por Juan Bolívar Díaz

De ninguna forma debe pasar desapercibido el lugar en que ha quedado la República Dominicana en el “Índice de Desarrollo Democrático de América Latina (IDD-AL)  dado a conocer hace una semana en Buenos Aires por la Fundación alemana Konrad Adenauer.

Según la medición del 2007 en el último año la democracia latinoamericana registra una leve mejoría, no así en América Central donde se manifiesta un retroceso, y peor aun en la República Dominicana, señalado como el país que más ha perdido, casi el 31 por ciento, en relación al año anterior.

El informe advierte sobre la amenaza del “híper presidencialismo y el desvanecimiento de los parlamentos en América Latina”, en lo que parece ser  una reedición histórica. La modernización y el relativo crecimiento económico de la última década no han alcanzado para afianzar los valores democráticos.

El híper presidencialismo no solo alienta un tipo de democracia débil,  inestable  y de menor legitimidad, sino que además desalienta la impronta democrática de la cultura cívica, a contrapelo de las expectativas creadas en Latinoamérica luego de la recuperación democrática, tras la caída de las dictaduras militares y los regímenes autocráticos, en las décadas de los ochenta y noventa, indica el IDD-AL.

Según se desprende del informe, el mejoramiento económico ha tenido un efecto contradictorio  al fortalecimiento democrático. “Las malas formas institucionales han ido acompañadas de entornos económicos favorables a  lideres políticos con poco control parlamentario y billetera abultada”.

La evaluación evidencia la prevalencia de una pobreza  democrática en la región, mucho peor para la República Dominicana, ubicada en el antepenúltimo escalón entre los 18 países comprendidos, superando tan solo a Venezuela y Nicaragua, con puntuaciones de 2,900, de 2,848 y de 2,730 respectivamente, en una escala de 10,000. Chile, Costa Rica y Uruguay  son las tres democracias más fuertes, según el Índice de Desarrollo Democrático.

Del caso dominicano  llama la atención que cayera 6 puestos en el último año, del 10  al 16, descendiendo en todas las dimensiones que abarca el índice: condiciones básicas de la democracia, respeto de los derechos políticos y libertades civiles, calidad institucional y eficacia política,  y capacidad para generar políticas que aseguren eficiencia económica.

El pobre resultado en rendición de cuentas influye en la baja puntuación  obtenida  en la dimensión tercera sobre calidad institucional y eficiencia política. Pero es en la dimensión cuarta, que marca la capacidad para generar  políticas que aseguren eficiencia económica, donde se cae mayormente la evaluación dominicana, especialmente en lo referente a la enorme brecha en los niveles del ingreso y al endeudamiento.  En cuanto a los factores sociales se apunta un agravamiento general, excepto en mortalidad infantil.

No faltaran quienes atribuyan la evaluación a intereses mezquinos, o a una supuesta campaña para desacreditar el país. Pero la percepción negativa ha estado presente en múltiples evaluaciones internacionales del último año, ya en material de transparencia, en prevalencia de la corrupción o en indicadores sociales, como los niveles de la educación, donde hemos aparecido en los últimos escalones entre 118 naciones del mundo. La democracia dominicana registra niveles precarios que están a la vista de todos en cuanto a respeto de la Constitución y las leyes, equilibrio de los poderes públicos, transparencia, rendición de cuentas y sanción de la corrupción pública y privada.

En los últimos años de la década pasada se registraron importantes avances, gracias a la reforma constitucional  que prohibió la reelección presidencial, seguida por substanciales modificaciones  en el sistema electoral y en la justicia.  Posteriores reformas en la seguridad social, en la empresa pública, educación y salud y en las normas sobre libre  acceso a la información pública y las compras y contrataciones del Estado aun no terminan de germinar en frutos positivos.

Otra reforma constitucional, la miserable del 2002 para restablecer la reelección presidencial parece haber marcado el inicio de un retroceso, que aún no se detiene.  La incongruencia del liderazgo político y la inconsistencia del liderazgo social parecen estar contribuyendo al retroceso que marca el índice de desarrollo democrático de América Latina.

Otro aporte de Participación Ciudadana

Por Juan Bolívar Díaz

El movimiento cívico Participación Ciudadana (PC) acaba de hacer otro importante aporte al mejoramiento de la gestión del Estado y el combate a la corrupción con la publicación de su primer Indice de Transparencia Nacional de las Entidades Públicas, presentado esta semana ante un nutrido y variado público.

Se trata de una metodología para evaluar la transparencia y coherencia institucional de los organismos públicos que ya en otros países ha contribuido a mejorar la gestión estatal. Los reconocidos investigadores sociales José Oviedo, Ramonina Brea e Isis Duarte tuvieron a su cargo el trabajo de campo y la evaluación, con el referente del Indice de Transparencia de Colombia, adaptado a la realidad dominicana.

Esta primera evaluación nacional abarcó siete de las principales secretarías de Estado y la Procuraduría General de la República. El propósito sería ir ampliándolo cada año a un mayor número de instituciones estatales, acorde con la disponibilidad de recursos para realizar el minucioso trabajo investigativo que incluye comprobación sobre el terreno de la disponibilidad de las informaciones y documentos que integran la transparencia operacional.

En el informe de PC se explica que el Indice de Transparencia Nacional (ITN) “constituye una herramienta fundamental para el monitoreo y mejoramiento de las condiciones institucionales de transparencia y la consecuente disminución de los riesgos de corrupción”. Mide la accesibilidad, disponibilidad y calidad de la información, de los parámetros institucionales puestos en práctica por las entidades públicas y de la aplicación de medidas coercitivas para las conductas contrarias a las normas-ético jurídicas establecidas.

La metodología pondera 123 aspectos agrupados en tres grandes capítulos, referentes a visibilidad y rendición de cuentas, institucionalidad y eficiencia, e investigación y sanción. El primero abarca publicitación, rendición de informes y capacidad de acceso de la ciudadanía a información institucional relevante, fidedigna y actualizada. Incluye, entre otros, si tiene página en Internet, sistema de atención a quejas y reclamos y publicación de contrataciones.

Institucionalidad y eficiencia incluye la puesta en práctica de normas, procedimientos y controles reconocidos y precisos para limitar la discrecionalidad de los funcionarios, empleados, políticos y particulares en el ejercicio de la función pública, así como desarrollo de medios claros para lograr la misión y objetivos institucionales de manera efectiva y equitativa. Incluye la existencia y cumplimiento de reglamentos, evaluación de desempeño, y declaración jurada de bienes, entre otros.

El tercer capítulo se refiere a la identificación, investigación y sanción oportuna y efectiva de hechos constitutivos de falta de los servidores públicos por parte de los organismos de control interno y externo. Abarca, entre otros aspectos, si ha habido investigación y sanción de faltas y sanciones de control interno disciplinario.

El esfuerzo parte del criterio de que la articulación efectiva de todos los aspectos de estos tres capítulos incrementa la transparencia y reduce los riesgos de corrupción.

Llama la atención las grandes diferencias registradas entre las 8 instituciones estatales medidas en este primer ITN. La Procuraduría General encabeza la mejor puntuación con un 78 por ciento, seguida de la Secretaría de Obras Públicas, que alcanza 66 por ciento. Las secretarías de Trabajo y Educación logran acercarse a la aprobación con 48 y 46 por ciento respectivamente.

Las otras cuatro secretarías consiguen promedios de clara reprobación: Medio Ambiente y Salud Pública con 35 por ciento, en tanto que Relaciones Exteriores y Agricultura quedan en la oscuridad de apenas 20 y 12 por ciento.

Pero como se trata de la primera evaluación, y dado que la ley de Libre Acceso a la Información Pública solo tiene tres años de promulgada, y que la ley de Compras y Contrataciones data del año pasado, puede entenderse el bajo ITN alcanzado por la mayoría de los organismos públicos evaluados.

El mantenimiento anual del Indice de Transparencia Nacional debe operar como incentivo al mejoramiento de la calidad de la administración pública, a la rendición de cuentas y a la reducción de los márgenes de corrupción. Ojalá que Participación Ciudadana pueda seguir reuniendo recursos para aportes como estos. Esta primera evaluación fue financiada con recursos de la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos. ¿ Se animará alguna institución nacional a auspiciar las próximas?.

 

Una Cámara que no cuenta

Por Juan Bolívar Díaz

Un informe hecho público esta semana por el economista y consultor José Rijo demuestra que la Cámara de Cuentas definitivamente no cuenta o por lo menos que no se puede contar con ella para la función fiscalizadora que le atribuyen el artículo 79 de la Constitución y su ley orgánica número 10-04, con la que hace tres años se pretendió actualizar y potenciar ese organismo.

La Cámara de Cuentas fue incluida en un plan para la modernización del Congreso Nacional que contó con un financiamiento de más de 20 millones de dólares, básicamente del Banco Interamericano de Desarrollo. Como en tantas otras instituciones estatales, la modernidad se ha quedado en un edificio con mayores comodidades, con la limpieza e higiene que faltan en nuestras escuelas y hospitales.

En el Congreso también está muy lejos de materializarse la modernización, si se toma en cuenta la confusión de roles que se registra entre los senadores atribuyéndose funciones del Poder Ejecutivo, al mismo tiempo que financian inconstitucionalmente, con fondos del Presupuesto Nacional, el cultivo clientelista con el que tendrán una vergonzosa ventaja frente a cualquiera que les dispute la reelección.

Cuando fue diputado, José Rijo fue de los que impulsó el proyecto de modernización y ahora como consultor realizó un análisis del informe entregado al Congreso Nacional por la Cámara de Cuentas sobre la gestión estatal del año pasado. Su conclusión no podría ser más devastadora: “que el Congreso Nacional debe desaprobar este Informe de la Cámara de Cuentas para el Año Fiscal 2006, en virtud de los errores, omisiones, irregularidades y violaciones a la Constitución y las leyes, según dicho informe;   además que los responsables no han sido identificados para ser sujetos de las sanciones previstas en la ley”.

Rijo hace múltiples revelaciones al analizar el informe del 2006, pero es casi seguro que lo mismo ocurriría con el del 2005 y de años anteriores. La responsabilidad es compartida por el Congreso Nacional que tampoco analiza nada, renunciando complacientemente a su papel fiscalizador del Poder Ejecutivo, lo que también es tradicional, pero que era uno de los atrasos institucionales que se buscaba superar con el proyecto de modernización. Hay quienes sostienen que hace varios años que el Congreso no cumple con aprobar el informe anual de la Cámara de Cuentas.

La Ley 10-04 atribuye a ese organismo la responsabilidad de auditar o analizar la ejecución del presupuesto anual de la nación, así como de los ayuntamientos y las entidades autónomas y descentralizadas, “mediante auditorías financieras y de gestión, estudios e investigaciones especiales”, cuyos resultados debe enviar al Congreso.

Señala el Informe numerosas violaciones a la ley de presupuesto, incluyendo ejecuciones menores y superiores a las asignadas, sin ser amparadas por las transferencias legales correspondientes. También establece diferencias en los montos que debieron pagarse de deuda pública, sin que la Cámara indique la menor responsabilidad ni explicación.

Por ejemplo, la Cámara de Cuentas consigna que la Oficina Supervisora de Obras del Estado gastó 1, 876.9 millones de pesos adicionales a su presupuesto, mientras la Secretaría de Educación sólo ejecutó el 92 por ciento de lo que tenía asignado. En ningún caso señala justificativo ni responsabilidad.

Resalta Rijo que una alta proporción de las entidades estatales y oneges subvencionadas ni siquiera rindieron el informe correspondiente de su gestión del 2006, sin la menor consecuencia. Sólo lo hizo el 58 por ciento de las 65 instituciones autónomas, descentralizadas y empresas estatales registradas en la Cámara de Cuentas. Y de éstas, un 37.9 por ciento presentan errores y omisiones. Algunas tan significativas como que el Banco Central formuló un presupuesto de 662 mil 399 millones de pesos, pero ejecutó 779 mil 717, una variación del 18 por ciento.

La proporción de los 153 ayuntamientos y 211 juntas de distrito que rindieron cuentas fue casi la misma, 59.6 por ciento, registrándose una reducción de la cantidad de estos que tienen sus cuentas actualizadas. La carencia de informes es más grave en cuanto a las 3 mil 645 onegés subvencionadas. Sólo el 7.4 por ciento remitió las informaciones pertinentes, y   de ellas sólo el 2.7 por ciento lo hizo en el tiempo reglamentario.

Para colmo la propia Cámara de Cuentas violó el artículo 28 de   su ley orgánica al no incluir en su informe la auditoría correspondiente a su ejecución del 2006.

Abnegados agentes policiales

Por Juan Bolívar Díaz

La mayoría de las veces que tratamos sobre la Policía Nacional centramos la atención en esa significativa proporción que sale a las calles a delinquir, prevaliéndose del uniforme y el arma que le proporciona el Estado para garantizar la seguridad ciudadana y combatir las múltiples expresiones de la delincuencia.

Es lamentable, pero son muchos los uniformados, también de las Fuerzas Armadas, que se han convertido en delincuentes, hasta el punto de que es difícil que en una banda o en cualquier caso estremecedor no esté envuelto algún agente del orden público o la seguridad nacional.

Desde hace años cada jefe de la PN lleva su propia lista de los cientos de agentes que despide por asociación de malhechores o conducta sospechosa. Pero recientemente se ha denunciado otro engaño, que muchos de los supuestos cancelados permanecen en las nóminas cobrando sus sueldos y sirviendo no se sabe a quién.

Es que en esta sociedad de tantos tráficos y redes de complicidades nunca se puede asegurar absolutamente nada.

Tampoco se pueden esperar explicaciones, pues al fin y al cabo fue el “padre de la democracia” e ídolo de nuestros dirigentes políticos, Joaquín Balaguer, quien proclamó que titular o editorial de hoy mata al de ayer. Es decir que no hay que hacerle caso a la opinión pública, pues ésta cambia como el calendario.

Pero hoy vamos a trillar otro camino para referirnos a la Policía, ponderando a esa significativa proporción de agentes, desde generales hasta rasos, que sirve con abnegación a la sociedad, con una remuneración que apenas les alcanza para sobrevivir.

Los hemos conocido en el servicio, como también en la academia superior de la Policía cuando participamos en sus cursos para oficiales superiores. Están conscientes de sus responsabilidades y dispuestos a cumplirlas. Llegan a entusiasmarse con sus carreras y hasta sienten orgullo de asumirlas, pese a saber que muchos la desprestigian.

Saben que una parte de ellos están al servicio de instituciones, empresas e individuos, políticos, funcionarios, empresarios, comunicadores, a quien el Estado subvenciona su seguridad particular, o un simple ayudante armado para hacer diligencias como choferes, y hasta para labores domésticas.

En esta época en que un gerente del estatal Banco Nacional de la Vivienda se puede llevar el salario a 500 mil pesos mensuales, y se multiplican los funcionarios del gobierno con cientos de miles de pesos de sueldo por mes, cuando hay senadores que se quejan de que están mal pagados aunque reciben 265 mil pesos como ingresos personales, más otros beneficios directos e indirectos, el jefe de la Policía Nacional gana 65 mil 563 pesos.

Con la nómina en manos compruebo que el subjefe de la PN y los 7 mayores generales ganan 50 mil, y que los 42 generales de brigada (demasiado generales) apenas perciben 27 mil 447 pesos, equivalentes a unos 600 euros, mucho menos que el salario de las dominicanas que llegan a España como trabajadoras domésticas. En dólares son unos 800, sueldo mínimo de un recogedor de basura en cualquier ciudad de Estados Unidos.

Seguro que muchos de los críticos de la policía se impresionan cuando se les presenta un coronel, pero ignoran que 208 de ellos reciben un salario mensual de 17 mil 154 pesos, suma a la que frecuentemente monta la tarifa eléctrica de un apartamento de clase media donde vive una pareja con un hijo adolescente.

En la Policía hay más de 400 mayores con salario de 13 mil 725, y 934 capitanes que ganan 12 mil 10, y mil 592 primeros tenientes con 9 mil 435, y 3 mil 174 segundos tenientes con sueldo de 8 mil 578. Los 4 mil 712 sargentos mayores, el grado anterior a oficiales, caen por debajo del salario mínimo de la empresa privada, con 6 mil 940 pesos. Los 5 mil 529 sargentos ganan 5 mil 419. Hay también 4 mil 819 cabos con sueldo de 5 mil 88, y 6,994 rasos que ganan 4 mil 626 pesos mensuales.

Debo reconocer que una parte tienen especialidades, como médicos, abogados, ingenieros, odontólogos, enfermeros, músicos, capellán, por las que perciben fabulosas sumas adicionales que van desde 15, 156 y 187 pesos y escalan hasta 3, 5, y 7 mil pesos.

Expresamos admiración y respeto por todos los que sirven abnegada y honestamente a la PN. Comprendemos que muchos no quieran jugarse la vida para defender a los satisfechos, y que tengan que buscarse picoteos como el de motoconchistas, y entendemos por qué tantos no resisten engancharse a la inmensa red nacional de los que hacen riqueza a cualquier precio y las exhiben impúdicamente.

Pero hoy, insisto, debemos rendir honor a los abnegados, que seguramente no entenderán que vayamos a comprar cámaras “para controlar por satélite” la delincuencia en las carreteras.

 

El urgente imperio de la ley

Por Juan Bolívar Díaz

Formo parte de un segmento de personas que creen firmemente que nuestra nación requiere con urgencia de una profunda renovación espiritual que nos convenza de la necesidad de acatar las normas, leyes y acuerdos que suscribimos para organizar la convivencia nacional.

No sabemos cómo va a realizarse esa renovación, pero no será con una mano fuerte, porque de eso hemos tenido en exceso desde que los conquistadores llegaron a esta isla para imponer su civilización a sangre y fuego, hasta exterminar la población nativa en apenas unas cuantas décadas. La advertencia no sobra por cuanto son muchos los que persisten en creer que el conocimiento, la honradez y la disciplina se imponen a pura macana.

Tampoco será a base de oraciones, como plantean de buena fe muchos creyentes, aunque tampoco sobren, ya que implorar a Dios sólo es dañino cuando se hace a costa de alienarnos de la realidad creando una falsa barrera sanitaria que nos aisla del contexto social y las necesidades humanas.

Supongo que el respeto a las normas nos vendrá con la revolución educativa que hace tiempo soñamos y que ninguno de los gobiernos que hemos tenido ha decidido emprender, ya que vivimos del inmediatismo. Los frutos de la inversión en educación no se pueden presentar en cuatro años.

Por demás Trujillo y Balaguer, que nos gobernaron más de medio siglo, demostraron que “lo que vende” son las realizaciones materiales, especialmente la siembra concentrada de cemento, Y ellos han quedado como paradigmas para nuestros políticos que siempre sueñan con los largos reinados de esos dos “estadistas”.

La idea de este artículo es vieja, pero quedó archivada cuando el año pasado, con la ayuda de algunos colegas, comenzamos a hacer una lista de las normas, decretos y leyes que no se cumplen. Aún aquellas que fueron fruto de largos procesos de discusión y negociación hasta lograr un “amplio consenso”. Son tantas que convertirían este artículo en un inventario.

La ley que creó el Sistema Dominicano de Seguridad Social, una de las más trascendentes aprobadas en nuestra historia, pasó una década en discusión. Se celebraron montones de seminarios, concertaciones y vistas públicas, incluyendo las comunidades del exterior hasta que finalmente en mayo del 2001 la pudimos parir.

Seis años después no hemos podido ponerla en vigencia y vemos cómo se vuelven a discutir aspectos sobre las cuales se supone que hubo transacciones y acuerdos. El sistema fue concebido sobre tres pilares: gobierno, sindicatos y empresarios. Con el primero dividido en torno a la ley y los segundos debilitados, los terceros tienden a imponer el predominio de sus intereses.

Otra ley que aprobaos con bombos y platillos en el 2004, la de libre acceso a las fuentes informativas, está en la picota en estos días, cuando hasta los estudios geológicos y geotérmicos para una inversión como la del tren subterráneo, han sido considerados secretos, asunto “de seguridad nacional”.

La ley 19-01 del Defensor del Pueblo cumplió en febrero 6 años y todavía los diputados no han podido elegir a los seis funcionarios que integrarían esa institución, fruto también de largos esfuerzos de concertación.

La ley 14-91 sobre Servicio Civil y Carrera Administrativa lleva 16 años esperando cumplimiento. Mientras la Ley General de Educación, 66-97, cumple una década y todavía ningún gobierno ha acatado su mandato de destinar por lo menos el 4 por ciento del producto interno bruto a la inversión educativa. Tampoco se cumple la ley que dispone un 10 por ciento de los ingresos nacionales para los ayuntamientos. La reina de las incumplidas es la de 1962 que dispuso el 5 por ciento del presupuesto nacional para la educación universitaria.

Todavía no hemos tenido un gobierno que respete plenamente las leyes orgánicas de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, cuya oficialidad sigue siendo manejada antojadizamente, con retiros y reintegraciones ilegales. Lo mismo se puede decir de la Ley Orgánica de las Secretarías de Estado, No. 4378, de 1956. La prueba mínima es la cantidad de secretarios y subsecretarios inorgánicos, hasta en ultramar.

Y qué decir de las leyes de Presupuesto, de concursos para obras y compras del Estado, de Aprovisionamiento, la Electoral, la de Electricidad, la de Capitalización de Empresas Estatales, la 6232, de Planeamiento Urbano, la 346-98 sobre Edificaciones, o la que establece la Declaración Jurada de Bienes.

 Baste observar la generalizada violación de las normas de tránsito vehicular para que nos convenzamos de que avanzamos a la disolución de la convivencia social, que algo tendremos que hacer para revertir el proceso y que nos costará mucho tiempo instaurar el imperio de la ley y el respeto a los consensos y pactos.-