El padre Alemán: una linda persona

Por Juan Bolívar Díaz

El era de una estirpe poco común, con una multiplicidad de facultades y virtudes al mismo tiempo que una humildad y modestia a toda prueba. Sacerdote y economista, profesor de vocación y ejercicio, con formación en filosofía, teología, sociología y estudios greco latinos.

Intelectual y trabajador, parecía no conocer el ocio y aún en los años finales de su vida, golpeado por una cadena de infortunios de salud, persistía en el trabajo como director de la facultad de economía de la Universidad Católica Madre y Maestra, donde durante décadas ayudó a forjar dos generaciones de economistas.

Escritor con numerosos libros publicados, se daba tiempo para entregar semanalmente un extenso artículo para una página de HOY, exponentes de su cultura enciclopédica, de su don magisterial y de su habilidad para combinar los planteamientos teóricos con las reflexiones coyunturales para arrojar luces.

No nació en nuestra tierra pero la amaba como a la que más y en ella sembró casi todos los talentos que recibió. Y con la generosidad y la firmeza de quienes no persiguen la gloria ni la recompensa. Es que gozaba siendo un testimonio del cristianismo que abrazó desde que era apenas un niño.

Vino al mundo en México durante el 1928, de origen cubano francés, celebró infancia y adolescencia en Cuba donde descubrió sus múltiples vocaciones, forjó sus capacidades en Inglaterra y Alemania y vino a sembrarse aquí a partir de 1966. Viajó repetidas veces por el mundo en ejercicio de su condición intelectual y retornaba a arar en esta tierra desperdiciada, donde él creyó siempre que valía la pena sembrar.

A veces parecía que el sacerdocio que abrazó desde que entró al seminario era cosa secundaria. Pero no. Los que lo conocimos un poco sabíamos que predicaba con el ejemplo, reproduciendo talentos, incentivando a los jóvenes, ejerciendo el ministerio de la bondad y la comprensión, regalando sonrisas y aclimatando el camino de la existencia.

En darse a los demás radicaba su espiritualidad, pues jamás creyó necesarias las jaculatorias de pecho ni los brazos en alto convocando abrazos de ocasión. Lo de él era la autenticidad, la coherencia, sus talentos puestos al servicio de la sociedad en un cotidiano ejercicio de extroversión. Le gustaba su comunidad y vivía orgulloso de haber abrazado los postulados de la Compañía de Jesús, donde su espíritu se realizaba y multiplicaba

Con un exquisito sentido del humor y una picardía a la altura de su inteligencia y cultura, sabía reírse del infortunio y provocar a sus interlocutores en diálogos chispeantes que muchos querían siempre prolongar. Hombre influyente, respetado, que se multiplicó en las cátedras, las conferencias, los artículos y en fenomenales comparecencias televisivas que disfrutábamos tanto los televidentes como los entrevistadores.

En los más de 20 años de Uno más Uno en Teleantillas, lo entrevistamos tantas veces que perdimos la cuenta. Cultivábamos una “payola” afectiva tan fuerte que pocas veces pudo evadirnos. Entre ellas una hace poco cuando tuvo la cachaza de confesar que no tenía ropa con que acudir pues sus dos o tres chacabanas estaban en la lavandería. Es que era modesto hasta la desesperación, a nivel de carros cepillos y un bendito Lada que le mortificaron en el miles de veces recorrido de Gurabo  Santiago Santo Domingo.

Entre sus defectos se contó su larguirucho cuerpo, que no estuvo a la altura de su espíritu y lo mortificó sin tregua ni misericordia en sus últimos 20 años de vida, con una asombrosa proliferación de quebrantos. Bregó con tres cánceres diferentes. Su biógrafa y dilecta amiga Angela Peña le recogió un rosario de enfermedades, incluyendo embolia cerebral, trombosis pulmonar, insuficiencia cardiaca y arritmia, infecciones gástricas y urinarias, hepatitis c y una caída que le fracturó ambas piernas postrándolo por meses.

Usted es un milagro andante, le ironizó la periodista a principios de este año. El le contestó: “No, no es ningún milagro, es que no tengo los papeles en regla, soy un emigrante indeseado y estoy cultivando esa calidad”.

Finalmente escogió el día de Nochebuena para irse, ese pícaro tratando de pasar desapercibido. Ligero de equipaje evadió las despedidas. Pero como quiera fuimos muchos a agradecerle su compañía. Con profunda tristeza buscábamos unas palabras que describieran esta enciclopedia de humanidad, cuando escuchamos al padre Zaglul referir la opinión de una monjita que lo trató: José Luis Alemán era una linda persona.

La permanente utopía de Jesús

Por Juan Bolívar Díaz

“Ella está en el horizonte – dice Fernando Birri – Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”.

La cita es del comprometido escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Ventana sobre la Utopía”, y me la trajo en estos días el amigo Gustavo Rojas Lara, un médico que trabaja para el Estado con la mirada puesta en el mañana y la convicción de que la vida es un eterno peregrinar, corriendo detrás de los sueños, o todo se vanaliza y se evapora con el paso inexorable del tiempo.

Me vino como anillo al dedo cuando reflexionaba tratando de encontrar un ángulo nuevo a la celebración de las fiestas navideñas, cuyo origen y motivación la mayoría se empeña en ignorar u olvidar, que es una manera de evadir el compromiso al que nos desafió aquel dulce rabí de Galilea cuyo nacimiento en un pesebre celebramos en Navidad.

No me cuento entre los puritanos que condenan las fiestas y hasta la menor distracción o bebida, tratando de ignorar que fue con vino y no leche con que Jesús de Nazaret se despidió de sus discípulos. Ni siquiera estoy de acuerdo con que se prohíban los fuegos artificiales que son expresión universal de alegría y tradición nacional. Sí con que regulen estrictamente su fabricación y uso.

Con alguna moderación disfruto de la alegría y las fiestas navideñas. Pero también busco superar las superficies para hurgar en las profundidades. Me adscribo a las utopías de Jesús que ordenó a sus discípulos “que os améis los unos a los otros, como yo los he amado”.

Tan importante fue para él ese principio que cuando le preguntaron cuál era el gran mandamiento de la ley, respondió “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Pero inmediatamente añadió que “este es el primero y grande mandamiento, pero el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Las festividades navideñas y de fin de año son siempre una oportunidad para renovar el compromiso con la sociedad, para salir en busca de los demás, para expandirnos y encontrar en los que nos rodean el más profundo sentido de la existencia, y a través de ellos cultivar los sueños de justicia y libertad para todos los seres humanos.

¿Qué eso es utópico? Puede que sí, pero de utopías viven los espíritus, a los que apeló el más grande y exitoso de los profetas y de los utópicos de la tierra para exhortar a ser sal de la tierra y luz del mundo.

Creo y amo a los mansos y humildes, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los limpios de corazón, a los que padecen persecución por causa de la justicia, como proclamó Jesús en su sermón de la montaña, recogido en el capítulo 5 del Evangelio de Mateo.

La Navidad es renovación del compromiso coherente con los principios cristianos que recomiendan buscar primero el reino de Dios y reconciliarse con el hermano para solo después ir al templo a presentar su ofrenda. Es jurar por las banderas de un mundo mucho mejor que el que defendían los escribas y fariseos que colaban los mosquitos pero se tragaban los camellos.

Aquí en nuestro tiempo, hay que reivindicar las utopías como aliento de vida y esperanza. Es mucho más necesario cuando hay quienes creen que carece de sentido la lucha por los valores sociales, o que este país hay que abandonarlo, entregarlo por completo a quienes se lo han apropiado.

Sino por nosotros, por nuestros hijos y nietos y por los que vendrán detrás de ellos, hay que proseguir soñando con una sociedad mejor organizada, más equitativa, más abierta a las aspiraciones de todos los seres humanos, y trabajando para ganar siquiera pequeñas escaramuzas por la justicia.

Que esta Navidad podamos desear con sinceridad felicidades a todos y en los abrazos reconfortarnos y proponernos proseguir levantando las utopías sociales, conscientes de que sembramos para que otros cosechen, viviendo la alegría de viajar en una nave planetaria, pluriespacial, con sueños y realizaciones colectivas.

La caja negra de la Presa de Tavera

Por Juan Bolívar Díaz

No hay duda que algo anormal debió ocurrir para que la presa de Tavera fuera desaguada tan abruptamente en la madrugada del miércoles 12 que sus aguas llegaron por primera vez a las calles de Santiago, con una estela de destrucción de todo lo que encontraban a su paso, cobrando más de una veintena de vidas y dejando a la segunda urbe del país sin agua potable ni electricidad.

Los daños bajaron por la línea noroeste causando enormes pérdidas a la agricultura, en perjuicio de cientos de productores, incluso exportadores. Las consecuencias serán mayores encarecimientos de la alimentación popular, afectada desde hace 6 semanas por las secuelas de la tormenta Noel.

Esas vidas de humildes dominicanos y haitianos perdidas por el súbito despertar del Yaque dormilón demanda una explicación a la nación, más allá de todo alegato político de acusación o defensa ciega. Nada justifica que se eche tierra sobre los muertos y sobre los daños y que pasemos la página.

Alguna vez la nación tiene que empezar a funcionar como le corresponde en esta etapa de modernidad de la que tanto se habla. Para evitar que se sigan repitiendo situaciones de gravedad que pasan como las hojas del calendario. Como cuando se cae un avión, debemos buscar la caja negra de la presa de Tavera para ver qué ocurrió.

Una investigación debió hacerse hace seis semanas cuando al paso de Noel se dio una situación parecida en la presa de Valdesia. Respetables técnicos consideran que allí hubo un manejo inadecuado y se abrieron sus compuertas para desaguarla, sin hacer lo mismo con las de su contra embalse Las Barías, lo que produjo la ruptura de dos de las compuertas de éste y las otras 6 quedaron dobladas. Su reparación costará cientos de millones de pesos. Aparte de los daños a estructuras viales, al medioambiente y de que Baní quedó sin agua a causa de severos daños al sistema de acueducto.

Reconocidos técnicos consultados, renuentes a aparecer en un debate de matices políticos, entienden que no hay justificación para lo que ocurrió en Tavera. Y plantean que los miembros del Comité de Manejo de las Presas deben ser interrogados bajo juramento para que se establezca la verdad y las responsabilidades, si corresponden.

Aparentemente no se siguió el manual o protocolo de operación de esa presa, diseñado a principio de los ochenta, tras la experiencia del huracán David. En esa ocasión las aguas llegaron casi al nivel del desborde, cuando alcanzaron la cota de 3.31.50 metros, cuatro metros más que esta semana. Se llegó a ese crítico nivel porque la falta de energía eléctrica impidió abrir a tiempo las compuertas, que finalmente tuvieron que ser operadas con las manos.

Desde entonces se estableció que a la vista de una perturbación atmosférica con potencial para sobre pasar la presa, ésta debe desaguarse desde 48 horas antes, dependiendo del volumen acumulado. Héctor Rodríguez Pimentel, el actual director del Instituto de Recursos Hidráulicos, dice que el desague comenzó el lunes a 100 metros cúbicos por segundo y se duplicó el martes, hasta que hacia la medianoche el volumen de entrada de agua alcanzó los 5 mil 500 metros cúbicos, obligando a abrir las compuertas.

Al menos tres técnicos que conocen el protocolo y han trabajado en las instituciones vinculadas a su operación, aseguran que la recomendación es de desaguar 500 metros cúbicos por segundo, desde las 48 horas antes, es decir 5 veces más que lo ejecutado. También que debieron abrir las 6 compuertas por pares alternados para reducir el potencial destructivo de la crecida.

Aún si la presa alcanzó el máximo nivel operativo de 3.27 metros, no había que entrar en pánico y se podía desaguar progresivamente, sin pasar de 200 metros cúbicos a 3 mil metros cúbicos por segundo. Hay quienes dicen que se llegó a más de 5 mil metros cúbicos por segundo, que es lo que hubiese ocurrido con una ruptura de la estructura.

¿Qué pasó en realidad? ¿Por qué no se siguió el protocolo de operación de la presa? ¿Qué órdenes recibieron los operadores de la Corporación de Empresas Eléctricas Estatales? ¿Quién tomó las decisiones? ¿Operó el comité de presas?, integrado por técnicos de la CDE, INDRHI, CAASD e INAPA, algunos con muchos años de experiencia.

Esas y otras preguntas tendrían que ser respondidas en cualquier país donde las instituciones funcionen en mediano grado y haya respeto por la opinión pública y la ciudadanía. Representativos de Santiago deberían reclamar esas respuestas y las responsabilidades y sanciones que de ellas pudieran derivarse. Ya es tiempo de que exijamos respeto.-

Sigo con Ingrid en el corazón

Por Juan Bolívar Díaz

Escribí “Con Ingrid Betancourt en el Corazón”, cuando ella cumplía su primer año en prisión en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que la secuestraron en febrero del 2002 al adentrarse en territorio de nadie en momentos en que hacía campaña para la presidencia de su patria. El título y el artículo aludían al vibrante libro “Con la Rabia en el Corazón”, en que ella contaba sus luchas.

Como muchas personas, no pensaba que esa extraordinaria mujer, sensible a los mejores vientos del mundo, batalladora impenitente contra la corrupción y la descomposición social, pasaría tanto tiempo en prisión. Evidentemente que no habíamos ponderado lo cruel y abominable en que pueden devenir la política y la guerra, aún cuando se comiencen a nombre de las mejores causas.

Camino a los seis años de prisión, se ha conocido en estos días la desgarradora carta enviada por Ingrid a su madre Yolanda Pulecio y la reacción de ésta y de su hijo mayor, lo que ha constituido un drama humano-político conmovedor, desde luego para los seres humanos, no para esa especie tan particular que son hoy los cultores del realismo político, del que no escapan ni siquiera aquellos que alguna vez cogieron los desfiladeros para entonar cánticos de rebeldía en la selva.

Tiene que haberse encallecido mucho el alma de Manuel Marulanda (Tiro Fijo), guerrillero de profesión tras cuatro décadas en ese difícil quehacer, convertido en un modo de vida dentro de una geografía extensa y de muchos escondrijos, para mantener a Ingrid Betancourt en las condiciones que narra su carta.

“La vida aquí no es vida. Es un desperdicio lúgubre de tiempo. No he vuelto a comer, el apetito se me bloqueó. El pelo se me cae en grandes cantidades. Duermo en cualquier hueco, tendida en cualquier sitio, como cualquier animal. Aquí nada es propio, nada dura. La incertidumbre y la precariedad son la única constante. Estoy débil, friolenta. Parezco un gato acercándose al agua. Yo que tanto he adorado el agua ni me reconozco”, son algunas de las frases extraídas del texto de su carta incautada cuando iba a ser tramitada al presidente Hugo Chávez, como parte de las gestiones que éste realizaba para un intercambio de prisioneros entre las FARC y el gobierno colombiano.

La foto de Ingrid es tan elocuente como su carta. Se trata de un espectro de la hermosa mujer que ha sido, deprimida, reducida por esa cárcel ambulante en la selva, sin nadie que le lleve ni el elemental consuelo de un libro, cargando el fardo de una mochila, y el peso de una inconmensurable soledad.

Ella que de joven apeló con sus propias fuerzas a las muchedumbres en las esquinas de Bogotá hasta ser electa senadora, se mueve ahora sigilosa, silenciosa, mujer sola entre muchos hombres con meses y años sin compañera, buscando pasar desapercibida y evitarse complicaciones. Nos deja el consuelo de saber que aún en tan terribles circunstancias, se aferra a la vida: “Mientras siga respirando tengo que seguir albergando la esperanza, pero ya no tengo las mismas fuerzas”. El llevar prendidos al alma a su hija Melani y al hijo Lorenzo es de los incentivos que le quedan para vivir. Ellos ya no son la niña y el niño que vivían en Santo Domingo cuando su madre fue capturada por la guerrilla. Son jóvenes universitarios en Francia cuyo gran sueño es volver a encontrarse con su madre, y la alientan a “que comas lo mejor posible y que tengas el deseo de vivir”.

La prolongada prisión de Ingrid radica en que ella es una pieza demasiado importante para las FARC. Su prominencia les da espacio y las ratifica como una fuerza deliberante con la que hay que negociar. Ella es su más importante rehén, herramienta clave con la que esperan abrir las puertas de las cárceles para cientos de guerrilleros.

Por su parte el gobierno parece jugar al paso del tiempo, con la esperanza de un golpe de suerte, renuente a reconocer que esa guerrilla es endémica, por lo que es imperativo reconocer la realidad de su existencia y negociar en firme para liberar presos, aunque muchos de ellos vuelvan a los amplios territorios de insurrección, más extensos que la geografía dominicana.

La mediación del presidente venezolano Hugo Chávez contenía una esperanza que por el momento se esfuma. Pero crece en el mundo el clamor por Ingrid Betancourt y con ella por todos los que en ambos frentes pagan el duro precio de la guerra. Mientras tanto yo sigo con Ingrid en el corazón, esperando que en ella se reproduzca el milagro de la vida.

Dígale que no a ese costo

Por Juan Bolívar Díaz

Una vez más va quedando en evidencia el altísimo costo que tiene esta caricatura de democracia que nos gastamos en el país, que hasta ahora no pasa del simple ejercicio del voto cada dos años, porque en cuanto a contenido económico y social sigue siendo profundamente vacía. Tanto que nos han otorgado apenas 2,900 puntos en una escala de10,000 en el Indice de Desarrollo Democrático de América Latina.

 La Junta Central Electoral dio a conocer su aspiración presupuestaria para el año próximo, ascendente a 7 mil 500 millones de pesos, que superarían lo ejecutado este año en unos 5 mil 665 millones, incluyendo los 100 millones que le agregó el Poder Ejecutivo recientemente a la asignación nominal de 1,835 millones de pesos.

 Más de la mitad de esos 7 mil 500 millones de pesos serán destinados a la organización de las elecciones presidenciales de mayo próximo, incluyendo los 1,100 millones que tendrá que dársele como financiamiento a los partidos políticos, del 0.5 por ciento de los ingresos fiscales en los años de elecciones y 0.25 por ciento en los demás, desde la reforma electoral de 1997.

 Hay que adicionarle lo invertido este año cuando a los partidos se le habrá dado cerca de 500 millones de pesos. Luego habría que estimar el costo indirecto, el que gastan candidatos y partidos provenientes de otras fuentes, en algunos casos personales, y en la mayoría con cargo, adelantado o a plazos, al erario público.

 Adelantado cuando las fortunas que se invierten en las campañas han sido acumuladas abusando del patrimonio colectivo en la corruptela gubernamental, legislativa o simplemente partidista. A plazos cuando se trata de inversiones propias o de asociados, en verdaderas compañías por acciones que darán beneficio una vez se llegue al poder, ya sea el presidencial, el legislativo o el municipal. Las contratas, exenciones   y concesiones generosas, como la reciente del hotel Montaña que acaba de ser anulada, son expresiones concretas de esos costos.

 No se puede ignorar que el ejercicio político en países como este conlleva una acumulación original que permite a una alta proporción de sus cultores dedicarse al oficio sin tener que cumplir horario de labores ni nada parecido. La popularidad ya no depende de los planteamientos ideológicos ni programáticos. Es más, ni siquiera se requiere tener un liderazgo, simplemente dinero y saberlo repartir entre activistas y caravaneros, periodistas y voceros, incluyendo una dosis para los oportunistas y los necesitados.

 Ya en las elecciones legislativas y municipales del año pasado hubo testimonios de que para conseguir una candidatura a regidor se requiere invertir, y que las campañas para diputado y senador salen hasta a 25 millones de pesos.  Para garantizarse una candidatura presidencial de las grandes hay que disponer de cientos de millones de pesos, prohibitivo para el político que pretenda ser honrado o independiente de los grandes traficantes. Por eso las primarias de los partidos mayoritarios se resolvieron a puro billetazo, sembrando dispersión   y enconos, aún no superados.

 Todavía queda otro costo de nuestra democracia, el que supone mantener 32 senadores y 178 diputados y ya no se sabe cuántos síndicos, vicesíndicas y regidores, todos los cuales ya no solo reclaman salarios privilegiados, sino también sus respectivos barrilitos o cofrecitos para la siembra clientelar.

Súmenle el costo institucional y económico que conlleva la tarea de los hombres de los maletines que operan en las salas legislativas y municipales con tanta eficiencia que a veces logran sesiones de madrugadas para aprobar contratos multimillonarios, algunos de los cuales luego hay que revertir en ofrenda a los “puritanos de la opinión pública”, cuyo costo de alguna manera también cobran.

Ni hablar de lo que se gastan los partidos de gobierno en publicidad que se paga del presupuesto nacional para decir que van palante y no aceptan retroceso. Este año sumará más de 2 mil millones de pesos, en promedio de 183 millones por mes.

Los invito a decir que no a ese costo tan alto de la democracia dominicana. No lo vale en verdad y hay que insistir hasta el cansancio en que nos hagan alguna rebaja, siquiera para no poner en riesgo un negocio tan rentable aquí como el de la política.

Que los inversores criollos no sigan el pésimo ejemplo de sus colegas venezolanos que apretaron tanto la tuerca que corrieron la rosca del negocio. Que mejor aprendan de México, donde los tres partidos mayoritarios se acaban de poner de acuerdo para establecer mayores límites al gasto en las campañas, aún al costo de “sacrificar” algunas facultades de los derechos de tránsito, reunión, de empresa y hasta de expresión.-

 

Ejemplo de perversión social

Por Juan Bolívar Diaz

Ahora que, aunque con bastante retraso, el gobierno está  a punto de enviar al Congreso Nacional el presupuesto de gastos para el 2008, es tiempo para comenzar a hacer cumplir la Ley General de Educación que dispone para ese sector por lo menos el 4 por ciento del producto interno bruto.

 Como la desigualdad y perversión social son tan grandes en el país, para tratar de justificar la política que pone el acento en las construcciones físicas, se llega a argumentar que el sector educativo no tendría capacidad para manejar esa proporción de los ingresos del Estado.

Esos alegatos ignoran que la educación dominicana sólo ha avanzado considerablemente en construcciones de aulas y en cobertura, especialmente en el nivel básico, pero que las escuelas siguen careciendo de todos los equipos y facilidades que hace décadas son generalizados en el mundo. Imagínense que el liceo Ulises Francisco Espaillat de Santiago, uno de los más antiguos, con un siglo de existencia, tiene entre sus grandes sueños disponer de un laboratorio de ciencias.

Hay quienes piensan que el éxito del crecimiento de la cobertura ha conspirado contra la calidad de la enseñanza, porque la misma se funda en el funcionamiento de dos y hasta tres escuelas en la mayoría de los locales, especialmente en los centros urbanos, donde todavía en el nivel medio el promedio de alumnos por aula anda por 50.

Las tres tandas en un mismo local escolar degrada necesariamente el nivel de la enseñanza, comenzando por restringir los horarios. Si se suman las horas sin energía eléctrica, el ausentismo de los maestros y las condiciones de pobreza de éstos y la mayoría de los estudiantes, se explica el bajo aprovechamiento del año escolar.

La inversión en la formación de los maestros y la dignificación de esa profesión es uno de los renglones en que hay mayores urgencias de inversión, aunque eso los políticos no puedan señalarlo como “éxito” de uno o dos períodos gubernamentales.

El salario básico por tanda de educación es apenas de 6 mil 784 pesos mensuales para los 72 mil 818 maestros que iniciaron el actual año escolar en el sector público. Si se consiguen los tres renglones de incentivos, -antigüedad, titulación y desempeño- pueden reunirse hasta 10 mil 500 pesos, suma que apenas representa el sesenta por ciento del valor de la canasta familiar.

Eso significa que los maestros son parte del 44.5 por ciento de la población pobre, aunque en ellos descansa en gran parte la responsabilidad de preparar a la sociedad dominicana para que se ponga en condiciones de superar sus altos niveles de pobreza e indigencia. Para mejorar su nivel de vida, una alta proporción de los maestros tiene que embarcarse en dos y hasta tres tandas diarias, que con 50 alumnos por cada una, explica también la precariedad educativa dominicana.

Pero la expresión más dramática de la perversión social de que son víctimas los educadores es que 25 mil de los que están retirados reciben una pensión menor a los 3 mil 900 pesos mensuales, suma que ya no alcanza ni para pagar una vivienda de nivel pobre. Y para conseguir esas pensiones han tenido primero que trabajar por lo menos 35 años, o demostrar que las enfermedades les impiden continuar, y luego vencer todas las barreras de la insensibilidad e irracionalidad burocrática.

Mientras hace poco se denunciaba que el gerente del estatal Banco Nacional de la Vivienda, con tres años en el puesto, ya se había garantizado una pensión de 450 mil pesos mensuales, heredable a sus hijos hasta dos años después de su muerte. En numerosos organismos estatales, especialmente de los autónomos, las pensiones equivalen, como en el BNV, a las que reciben más de cien maestros.

La mayoría de los datos arriba citados, y otros muchos también impactantes, fueron ofrecidos por la licenciada María Teresa   Cabrera, secretaria general de la Asociación Dominicana de Profesores, en un almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio y publicados por HOY el 20 de septiembre pasado. Ninguna autoridad educativa los corrigió, por lo cual deben ser considerados válidos.

Por cierto que en esa entrevista, la líder magisterial demostró una capacidad y sagacidad extraordinarias, además de gran ponderación y equilibrio, lo que dejó esperanzas de que pueda contribuir significativamente a la dignificación y superación de ese sector profesional.

Mientras tanto, el gobierno y toda la sociedad dominicana están desafiados a superar esa enorme perversión social que significa 25 mil maestros con pensiones menores de 3 mil 900 pesos mensuales.

Nuestra pobreza al desnudo

Por Juan Bolívar Díaz

A tres semanas de que la tormenta Noel nos sorprendiera en plena y entusiasta campaña electoral casi 7 meses antes de las elecciones, los indicadores de la pobreza y la miseria dominicana asoman por todas partes en un dantesco espect culo que debería sacudir la conciencia nacional.

El mes de un centenar de cadeveres y desaparecidos, y decenas de miles de personas huyendo de las inundaciones, millares de viviendas sepultadas en el agua y el lodo, animales arrastrados por las corrientes y las siembras barridas fueron las primeras manifestaciones de la indefensión de cerca de la mitad de la población nacional.

Esta semana cuando todav¡a quedaban comunidades aisladas y bajo las aguas se ha hecho presente otra cara de la extrema pobreza   que sufre el 20 por ciento de la población: hasta el viernes se habían registrado 15 muertos a causa de la leptopirosis, una enfermedad transmitida principalmente por ratas, propia del hacinamiento y la suciedad.

En tanto otros centenares presentaban s¡ntomas de lo que podr¡a convertirse en una epidemia b sicamente en zonas gravemente afectadas por las inundaciones, como San Cristóbal, Baní, Barahona, La Victoria, o los barrios capitalinos La Ci‚énega y La Barquita.

No debería ser necesario que viniera una inundación como la de Noel o la de Jimaníni un hurac n como George, David o Federico, para que nos convenci‚ramos   de nuestra pobreza, y sobre todo de los enormes desniveles en que conviven en 48 mil kil¢metros cuadrados dos o tres naciones diferentes: la de la abundancia, la de las precariedades y la de la indigencia.

El mensaje está  claramente dirigido a los segmentos de la primera nación, ese 10 o 12 por ciento de la poblaci¢n que vive en el despilfarro, el lujo y la ostentación, que no ha querido conocer el mapa real de la pobreza nacional y vive con los estandares de los países más ricos, a menudo con mayor desenfado.

Independientemente de esos fen¢menos atmosf‚ricos propios de un país colocado en el mismo trayecto de los huracanes, los estudios y sus estad¡sticas est n ah¡, con sus frios resultados, que una vez tras otra ratifican que la República Dominicana se encuentra entre las ocho últimas de la escala de desarrollo humano entre las 35 naciones del continente, muy a pesar del crecimiento económico del £ltimo medio siglo, estimado hace un par de años entre los mayores del mundo por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Hace apenas dos días un informe de la Comisión Económica para Am‚rica Latina (CEPAL) estimó en 44.5 por ciento el porcentaje de la población dominicana que vive en niveles de pobreza,  casi 9 por ciento por encima del promedio de 36 por ciento prevaleciente en la región.

El estudio no incluye a Haití, Nicaragua y Bolivia, que compiten con el país en escaso desarrollo humano, pero de los 19 que registra, la República Dominicana apenas queda mejor parada que Honduras (71 por ciento), compartiendo el penúltimo escalón con el Perú, en 44.5 por ciento.

Que haya mucha pobreza en la devastada vecina Haití o en el altiplano peruano-boliviano puede tener explicación en ubicaciones geográficas y poblaciones incomunicadas. Pero en el caso dominicano es incomprensible e intolerable, dado el potencial que tiene este país y los niveles de crecimiento que ha registrado en dé‚cadas.

Aquí la pobreza y la miseria son resultado de la exclusi¢n, de la perversa distribución del ingreso, de las pol¡ticas de centralizaci¢n geográfica y social que han practicado nuestros gobernantes, de sus políticas de ostentación y dispendio, de la corrupción que corroe la m‚dula de la nación y tambié‚n de los sueños de grandeza que se les mete a cuantos llegan al poder, reproduciendo el modelo de desarrollo trujillista-balaguerista que nos marco durante más de medio siglo.

Es penoso y triste que esas mayorías excluidas vivan tan sumidas en la ignorancia y el abandono al punto de que a veces parecen satisfechas con las migajas que les dejan caer las mesas de la abundancia y el despilfarro. Carecen de las energ¡as f¡sicas y mentales para levantarse y exigir la proporción del pastel nacional que les corresponde.

Pero que los politiqueros derrochadores y corruptos no canten victoria por siempre. Porque en Perú, Bolivia y Ecuador, esas masas de hambrientos han tenido arrebatos poniendo en jaque la precaria y vac¡a democracia sólo representativa de la injusticia, la corrupción y la desverguenza.-

Sí, levantémonos contra ese mundo

Por Juan Bolívar Díaz

No pude resistir un cierto sentimiento de orgullo cuando el miércoles una tineger medio rebeldona, a la que he visto crecer con el dulce encanto de nuestra clase media, tirando más hacia la alta que a la media, se presentó en Teleantillas para invitarnos a levantarnos contra este mundo en el que sólo una pequeña fracción de los invitados acaparamos la mayor proporción del banquete.

 Menudita y con carita de ángel ella afrontó solita el desafío para el cual en principio se le había prometido compañía. Y aunque al final deploró que se le habían olvidado algunos detalles, no se arredró ni se dejó achicopalar por las luces y las cámaras. Con inconmensurable ternura nos invitó a sumarnos a los millones de seres humanos que el día 17 y a lo largo de la semana participaron en una campaña internacional por la erradicación de la pobreza.

Nos levantamos porque nos negamos a aceptar más excusas en un mundo donde 50 mil personas mueren todos los días como consecuencia de la pobreza extrema, y la brecha entre ricos y pobres sigue aumentando.

Nos levantamos porque deseamos que nuestros líderes respeten su promesa de alcanzar, como mínimo, los Objetivos del Desarrollo del Milenio, y les pedimos que sobrepasen esas metas.

Alzamos la voz junto a personas de más de cien países para decirles a los líderes de las naciones ricas que cumplan su promesa de luchar por la erradicación de la pobreza, que hagan efectiva la cancelación de la deuda, por un comercio justo y un aumento considerable de la calidad y cantidad de ayuda y del financiamiento para el desarrollo.

Volvemos a alzar la voz para recordar a los líderes de nuestro país que su primera responsabilidad es atender y salvar las vidas de sus ciudadanos más pobres. Le pedimos que enfrenten la desigualdad, que gobiernen justamente, que rindan cuentas a sus pueblos, que luchen contra la corrupción y que respeten todos los derechos humanos.

De lo que se trata es de una invitación para que protagonicemos entre muchos una gran rebelión contra ese mundo abominable en el que 800 millones de personas no tienen acceso a la comida suficiente para alimentarse, donde 1,100 millones sobreviven con el equivalente a menos de un dólar por día, donde 1,200 millones de seres humanos no tienen acceso al agua potable.

Es que no nos hagamos sordos ni ciegos cuando 50 millones de seres humanos están infectados con el virus de inmunodeficiencia adquirida y no reciben adecuado tratamiento, y 10 millones de niños y niñas mueren antes de cumplir los 5 años por causas que podríamos evitar.

Sí, que rechacemos ese mundo en el que el 10 por ciento de la población disfruta del 70 por ciento del banquete universal, donde el 75 por ciento de los pobres son campesinos y campesinas, marginados y entristecidos, donde el 70 por ciento de los excluidos son mujeres, gran parte de ellas solitarias y llevando el peso de los hijos.

La invitación es para que nos sacudamos de la insensibilidad y dejemos de ser indiferentes al hecho de que más de 4 de cada diez dominicanos y dominicanas carecen de lo elemental para vivir y potencializarse, dos de cada diez en niveles de indigencia, que el 20 por ciento de los más pobres reciben apenas el 5 por ciento del pastel nacional, mientras el 20 por ciento de los más afortunados se tragan el 55 por ciento.

Confieso que resulté impactado al ver a María del Mar crecerse afrontando solita la responsabilidad de recordarnos que estamos matando la tierra y sembrando de espanto el futuro de las venideras generaciones. Por eso decidí unir mi voz a la suya y a la de la coalición encabezada por el Foro Ciudadano, el Centro Juan Montalvo, la Red Urbana Popular, Cipaf, la ADP y otras entidades que sustentaron este llamado a la rebeldía.

Mientras la veía y escuchaba me llené de recuerdos y me invadió la voz de Raimon cantando en catalán invitándonos a decir que no, que nosotros no somos de ese mundo. Es necesario que de vez en cuando llegue una inmensa María del Mar y nos lo eche en cara. Gracias por recordarnos el sagrado deber de la rebelión.

La escuálida democracia dominicana

Por Juan Bolívar Díaz

De ninguna forma debe pasar desapercibido el lugar en que ha quedado la República Dominicana en el “Índice de Desarrollo Democrático de América Latina (IDD-AL)  dado a conocer hace una semana en Buenos Aires por la Fundación alemana Konrad Adenauer.

Según la medición del 2007 en el último año la democracia latinoamericana registra una leve mejoría, no así en América Central donde se manifiesta un retroceso, y peor aun en la República Dominicana, señalado como el país que más ha perdido, casi el 31 por ciento, en relación al año anterior.

El informe advierte sobre la amenaza del “híper presidencialismo y el desvanecimiento de los parlamentos en América Latina”, en lo que parece ser  una reedición histórica. La modernización y el relativo crecimiento económico de la última década no han alcanzado para afianzar los valores democráticos.

El híper presidencialismo no solo alienta un tipo de democracia débil,  inestable  y de menor legitimidad, sino que además desalienta la impronta democrática de la cultura cívica, a contrapelo de las expectativas creadas en Latinoamérica luego de la recuperación democrática, tras la caída de las dictaduras militares y los regímenes autocráticos, en las décadas de los ochenta y noventa, indica el IDD-AL.

Según se desprende del informe, el mejoramiento económico ha tenido un efecto contradictorio  al fortalecimiento democrático. “Las malas formas institucionales han ido acompañadas de entornos económicos favorables a  lideres políticos con poco control parlamentario y billetera abultada”.

La evaluación evidencia la prevalencia de una pobreza  democrática en la región, mucho peor para la República Dominicana, ubicada en el antepenúltimo escalón entre los 18 países comprendidos, superando tan solo a Venezuela y Nicaragua, con puntuaciones de 2,900, de 2,848 y de 2,730 respectivamente, en una escala de 10,000. Chile, Costa Rica y Uruguay  son las tres democracias más fuertes, según el Índice de Desarrollo Democrático.

Del caso dominicano  llama la atención que cayera 6 puestos en el último año, del 10  al 16, descendiendo en todas las dimensiones que abarca el índice: condiciones básicas de la democracia, respeto de los derechos políticos y libertades civiles, calidad institucional y eficacia política,  y capacidad para generar políticas que aseguren eficiencia económica.

El pobre resultado en rendición de cuentas influye en la baja puntuación  obtenida  en la dimensión tercera sobre calidad institucional y eficiencia política. Pero es en la dimensión cuarta, que marca la capacidad para generar  políticas que aseguren eficiencia económica, donde se cae mayormente la evaluación dominicana, especialmente en lo referente a la enorme brecha en los niveles del ingreso y al endeudamiento.  En cuanto a los factores sociales se apunta un agravamiento general, excepto en mortalidad infantil.

No faltaran quienes atribuyan la evaluación a intereses mezquinos, o a una supuesta campaña para desacreditar el país. Pero la percepción negativa ha estado presente en múltiples evaluaciones internacionales del último año, ya en material de transparencia, en prevalencia de la corrupción o en indicadores sociales, como los niveles de la educación, donde hemos aparecido en los últimos escalones entre 118 naciones del mundo. La democracia dominicana registra niveles precarios que están a la vista de todos en cuanto a respeto de la Constitución y las leyes, equilibrio de los poderes públicos, transparencia, rendición de cuentas y sanción de la corrupción pública y privada.

En los últimos años de la década pasada se registraron importantes avances, gracias a la reforma constitucional  que prohibió la reelección presidencial, seguida por substanciales modificaciones  en el sistema electoral y en la justicia.  Posteriores reformas en la seguridad social, en la empresa pública, educación y salud y en las normas sobre libre  acceso a la información pública y las compras y contrataciones del Estado aun no terminan de germinar en frutos positivos.

Otra reforma constitucional, la miserable del 2002 para restablecer la reelección presidencial parece haber marcado el inicio de un retroceso, que aún no se detiene.  La incongruencia del liderazgo político y la inconsistencia del liderazgo social parecen estar contribuyendo al retroceso que marca el índice de desarrollo democrático de América Latina.

Por la libertad de conciencia

Por Juan Bolívar Díaz

En mis recorridos por el mundo he tenido oportunidades de visitar legendarios y monumentales templos religiosos, donde cientos de millones de seres humanos han practicado la introspección espiritual a lo largo de siglos.

Y no sólo catedrales de la fe cristiana con la que estoy comprometido desde la niñez, sino también templos budistas, sinagogas judías y mezquitas mahometanas.

En cada uno de esos centros he entrado con absoluto respeto, realizando las reverencias que sus fieles observan, convencido de que la inmensa mayoría de los que realmente profesan fe religiosa son dignos de alcanzar la paz espiritual y la trascendencia.

Un planteamiento religioso que nunca he aceptado es que sólo los católicos, ni siquiera todos los cristianos, estamos llamados al reino de Dios, que los demás están perdidamente condenados, ahora no sé bien si al infierno o al limbo. No he podido aceptar que alguien por haber nacido bajo otra fe religiosa, aún observando los mandatos esenciales del amor, pueda tener menos méritos ante Dios que yo por ser católico.

Siempre he creído que quienes practican ese nivel de sectarismo tienen una concepción muy limitada de Dios. Por más que leo los evangelios no encuentro planteamientos tan excluyentes, rígidos y mezquinos. En pocas palabras, que si Dios es amor, tiene que ser inconmensurablemente amoroso, amplio y generoso.

Por eso cuando busco un poema que defina mi proceso de introspección espiritual, vuelvo a uno de León Felipe que descubrí hace 40 años en el teatro del bosque de Chapultepec en la ciudad de México: “Nadie fue ayer, ni va hoy ni irá mañana hacia Dios por este camino que yo voy. Para cada día tiene un nuevo rayo de luz el sol, y un camino virgen Dios”.

He vivido apegado a los principios fundamentales del cristianismo, pero convencido de que toda fe religiosa es asunto de conciencia, que no puede ser impuesta por ninguna autoridad. Tampoco puedo pretender imponer a los demás mis valores, ni siquiera vivir con la prepotencia de que monopolizo la certeza divina.

Es por todo lo anterior que disiento de quienes abogan porque sus convicciones religiosas se impongan a toda la sociedad, aún en cuestiones ampliamente discutidas por la ciencia y legisladas en gran parte del mundo, como el de las circunstancias y momentos en que se puede practicar un aborto.

No abogo por el aborto pero, rogando por adelantado que no me crucifiquen ni me acusen de asesino, creo que es injusto perseguirlo y castigarlo en los casos en que esté determinado por la salvación física de la madre, o cuando a ésta le ha sido implantado a la fuerza un germen de vida. Y cuando esté todavía en proceso de conformación, como acuerdan las leyes de la mayoría de las naciones del mundo desarrollado.

El debate ha sido profundamente apasionado en el país, excesivamente matizado por las confesiones religiosas, hasta el nivel de pretender aplastar las conciencias disidentes, hasta el chantaje inaceptable. La manipulación ha sido tan fuerte que la mayoría no entiende que lo que se debate en el Congreso es una despenalización parcial, sólo para los casos de violación e incesto y cuando se juega la vida de la madre.

Respetaría profundamente y tendría mi admiración una mujer que por convicciones religiosas o deseo de dar a luz un ser humano acepte completar el proceso aún cuando su médico le haya advertido que se juega su propia vida. También respetaría a una joven que por razones de conciencia acepte desarrollar un germen de vida que le haya sido implantado con asalto y violencia.

Por las mismas razones, merecen mi respeto y comprensión aquellas mujeres que decidan no desarrollar un fruto de la fuerza bruta o las que entiendan que su vida misma está por encima de un germen humano.

Comprendo que los defensores de la posición absolutista no guarden respeto por esa decisión, pero no que tengan derecho a reclamar persecución y cárcel para aquellas, en un ejercicio de hipocresía, puesto que saben que cada año suman decenas de miles los abortos de cualquier género y circunstancias que se practican en el país, sin que una sola mujer haya sido condenada por eso en los tribunales. Casi en ninguna parte del mundo.

En conclusión, que lo que se persigue no es hacer una justicia, que en este caso se sabe imposible, sino sancionar un acto de conciencia, imponer sus preceptos a todos y todas. Creo que todo aborto comporta traumatismo, pero abogo por la libertad de conciencia. Por eso prefiero la educación y los medios para planificar la familia, especialmente de los desvalidos económicos y sociales.