El desconcierto dominicano

Por Juan Bolívar Díaz

Si algo queda a flote después de 5 meses de debates sobre una reforma fiscal que hace tiempo devino en simple reforma tributaria es el desconcierto que domina la sociedad dominicana, el absoluto predominio de los intereses políticos y la crisis de liderazgo en todos los estamentos sociales.

Aunque la generalidad de las críticas por las dificultades para aprobar el proyecto de reforma tributaria se quedan a nivel del Congreso, la cuestión es mucho más profunda y abarca el Poder Ejecutivo, los partidos políticos, las organizaciones empresariales y sociales y hasta el sacrosanto Diálogo Nacional.

En la perspectiva en que se encuentra el proyecto, hoy o la próxima semana podría ser aprobado por los diputados, sin que pueda vislumbrarse su composición final ni si podrá ser ratificado por el Senado y promulgado por el Poder Ejecutivo. La confusión reinante es total y la sensación es que “algo se aprobará aunque sea por cansancio”.

Resalta en primer lugar que este es un proyecto huérfano de padre y madre desde su concepción y nacimiento. Ni siquiera el gobierno quiso cargar con su paternidad. Por eso encargó a Monseñor Agripino Núñez Collado que convocara el Diálogo Nacional para que lo concertara, mientras algunos se preguntaban para qué fue creado el Consejo Económico y Social, luego también Institucional.

El principal partido de oposición se negó a participar reclamando que el gobierno presentara su proyecto y que el escenario de discusión fuera el Congreso Nacional. Le respondieron que nadie lo había invitado. No se partió, como era lógico, de un anteproyecto elaborado por los organismos de gobierno.  La opinión pública conoció varios anteproyectos, como los de CIECA-Juan Montalvo, consorcio León Jimenes, Centro Nacional de Investigaciones Tributarias, Asociación de Empresas Industriales de Herrera y Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios. Pero estos no fueron considerados y se fue confeccionando un traje a base de retazos gubernamentales y empresariales.

Tras más de dos meses de ajetreos, no se pudo alcanzar la meta de tenerlo listo para que el presidente lo presentara al Congreso el 16 de agosto, pero ocurrió al comienzo de septiembre y se dijo que la pieza enviada era fruto del consenso, lo que rápidamente quedaría en entredicho.

Primero se desligaron de su paternidad los sectores sociales y sindicales, y cuando se creía que era un acuerdo gobierno-empresariado, esto también se fue desgajando. Saltaron los empresarios turísticos y agropecuarios, luego los de Herrera y finalmente hasta la Asociación de Industrias se ha retirado de las últimas sesiones de remiendos. En el taller apenas queda el gobierno y el Consejo Nacional de la Empresa Privada. Y esta última rechazando los últimos parches gubernamentales que revivieron el adelanto, como impuesto sobre la renta, del l.5 por ciento de las ventas brutas y la elevación del gravamen al gasoil.

Nadie debe extrañarse de que los diputados no hayan podido aprobar el proyecto con todo y sus remiendos, ya que no lo reivindican ni siquiera los que lo confeccionaron originalmente. Y ya hay quienes adelantan que salga pato o gallareta el año que viene, después de las elecciones, habrá que volver a discutir otra reforma que entonces esperan que pueda ser fiscal, integral, como tanto se planteó al principio.

El balance no puede ser más desgarrador y preocupante. Esta reforma deja dividido al sector empresarial, excluidos de la búsqueda de consenso a los sectores sindicales y sociales y mal parado el Diálogo Nacional y la capacidad de concertación de los diversos actores.

Resalta la incapacidad del liderazgo político y social para lograr acuerdos en aras del interés nacional, por encima de las mezquindades sectoriales y del inmediatismo político, así como la ausencia de líderes que con claros proyectos nacionales y planteamientos ideológicos tracen caminos de encuentros y transacciones.

El espectáculo es deprimente. Gobierno y oposición sólo piensan en las elecciones legislativas y municipales de mayo, y tan pronto pasen estas quedarán condicionados por las presidenciales del 2008, y así sucesivamente.

Llama la atención el que sólo se haya discutido de nuevas cargas impositivas, que desde luego ningún sector quiere asumir, y que se haya obviado todo esfuerzo por economizar vía la reducción del gasto corriente, del derroche y la corrupción que siguen caracterizando al Estado.

Que el Congreso apruebe primero una nueva ley de compras y contrataciones del Estado y calculen también cuánto se economizará por ese concepto. A lo mejor descubren que es suficiente para cubrir la eliminación del recargo cambiario. Pero no se advierte tal preocupación. Tal vez por aquello de hoy por ti, mañana por mí.

La barbarie de los intercambios de disparos

Por Juan Bolívar Díaz

En cualquier parte del mundo civilizado el dato produciría un estremecimiento, pero aquí muy pocos se han dado por enterados. El último informe de la Procuraduría General de la República sobre homicidios en el pasado mes de agosto indica que 58 personas perdieron la vida a manos de agentes policiales.

De esa alarmante suma, 45 cayeron en los llamados “intercambios de disparos con delincuentes”, mientras los 13 restantes fueron abatidos por agentes “del orden público” que no estaban en servicio.

El mismo informe revela que entre enero y agosto, es decir en los primeros 8 meses del 2005, la Policía Nacional ha dado muerte a 440 personas, 345 en intercambios de disparos y 95 por parte de agentes fuera de servicio. Como los agentes policiales y de la marina muertos en servicio fueron cuantificados en 4, eso quiere decir que los “intercambios” son muy desequilibrados. O tal vez que los policías tienen muy buena puntería y los delincuentes y supuestos delincuentes muy mala.

Esas estadísticas significan que las muertes a manos de los agentes policiales mantienen un incremento extraordinario y que en agosto casi llegamos al promedio de dos por día, lo que supone una duplicación al promedio de uno por día durante el año pasado, al de 1.4 por día del primer trimestre del 2005, y al 1.5 por día entre enero y mayo pasados.

Los 345 muertos en “intercambios de disparos” registran 1.5 por día, pero al fin y al cabo no hay mucha diferencia entre uno y otro renglón. La mayoría de estos son verdaderas ejecuciones, que lo mismo se llevan a reales delincuentes que a personas inocentes. Como quiera son muertes violentas que están revelando la barbarie de la sociedad dominicana, en dimensiones impensadas en el mundo civilizado.

Tan solo en la edición del pasado lunes de El Nacional aparecen tres denuncias de muertes en intercambios de disparos, como ejecuciones policiales. En la página 12 el señor Juan Francisco Jiménez pide al jefe policial una investigación de los balazos propinados a su hijo Juan Javier Jiménez y del asesinato del jovencito Estiel Francisco Pérez, quien lo acompañaba en San Pedro de Macorís donde fue a realizarle una diligencia. Reconoce que ambos viajaban en un motor conducido por un tal Jonathan, a quien la policía busca. Este escapó mientras los pasajeros cayeron uno muerto y el otro con 5 balazos.

En la página 18 de la misma edición se cuenta que la jueza de instrucción de Santiago Clara Polanco dictó prisión preventiva contra dos rasos de la PN por la muerte del joven Mario Nelson Torres y las heridas ocasionadas a su hermana Dilenia Yuderka Torres, cuando fueron atacados a tiros en el área del monumento el viernes 9.

En la página 22 se recoge la denuncia de Antonia Soriano de cómo una patrulla policial asesinó a su esposo Elías Martínez en Conde Tercero de Sabana Perdida. Le dispararon al pecho cuando salía de unos terrenos estatales, según la señora. El diario recoge que el fue previamente encañonado por un agente, quien le habría preguntado al coronel Cuevas Florián qué hacer, y este le respondería que ejecutara.

Es demasiado sangre, son ya muchos muertos. Ya no se trata del récord de 250 que impuso la policía en la jefatura del general Pedro de Jesús Candelier, en 1999. Es que los 440 de los primeros 8 meses, proyectan 660 para todo el año. Son demasiadas personas humildes, del montón, que caen víctimas de los agentes que pagamos para la protección ciudadana.

Llama la atención el liderazgo que tiene la provincia de Santo Domingo, con 76 muertos a manos de la policía entre enero y agosto, seguida del Distrito Nacional, segunda concentración poblacional, que registra 45, seguida de Santiago, con 64, donde se da la mayor tasa por habitantes. Le siguen San Pedro de Macorís con 34 y San Cristóbal con 27.

A su vez vale saber que los 58 muertos del mes de agosto por las balas “del orden público” representan el 28 por ciento de los 206 muertos por violencia que registró en agosto pasado el informe de la Procuraduría General, una proporción demasiado elevada.

Frente a estas estadísticas nos preguntamos a quién apelar. Qué autoridad podrá ordenar la casa para poner fin a esta orgía de sangre. Y lo peor es que ni siquiera se puede tener el consuelo de que esta barbarie esté sirviendo al objetivo de reducir la delincuencia. Porque ésta parece incrementarse en la misma o peor proporción que la violencia policial.

Por lo menos yo no quiero ser cómplice de esta barbarie. Y dejo aquí mi indignado testimonio de rechazo. Aunque sea por un solo inocente asesinado a nombre del combate a la delincuencia. Y aunque sea por un solo delincuente fusilado sin el juicio imparcial, oral, público y contradictorio, con derecho a apelación, que consagran nuestras normas.

 

Reformas urgentes en la UASD (2 de 2)

Por Juan Bolívar Díaz

Después de leer los dos artículos del profesor Jesús de la Rosa publicados en HOY del 31 de julio y el 9 de agosto, me siento obligado a volver sobre el mío del 23 de julio, que él refuta, aunque sin citarme formalmente. Agradezco la atención del estimado académico y ojalá que otros se animen a participar en un debate sobre las reformas que requiere no solo la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), sino también todo el sistema educativo nacional.

Concuerdo con el profesor de la Rosa en que en países tan atrasados como el nuestro la formación universitaria debería ser gratuita, y así debería consignarse en una próxima reforma constitucional. Pero para que se cumpla el precepto, no para un simple enunciado como el del inciso 16 del artículo 8 de la Constitución que preconiza que “Tanto la educación primaria y secundaria, como la que se ofrezca en las escuelas agronómicas, vocacionales, artísticas, comerciales de artes manuales y de economía doméstica, serán gratuitas”.

Pese a ese enunciado, de larga data en la Constitución, el Estado no ha sido capaz de garantizar la educación primaria a todos nuestros niños, ni siquiera en las aldeas más pobres y en los barrios que concentran la miseria urbana, donde proliferan precarios colegios y escuelitas privadas, de primaria y secundaria, comerciales vocacionales, que cobran cuotas muy superiores a las de la UASD.

Todavía no se cumple la Ley General de Educación que dispone para la tarea educativa el 16 por ciento del presupuesto anual o 4 por ciento del producto bruto interno. Apenas andamos por la mitad y esta ley data de 1997, pero hay otra mucho más vieja, de 1962, que establece el 5 por ciento del presupuesto para la UASD y ningún gobierno la ha cumplido, y parece que ya ni Jesús de la Rosa espera que alguno lo haga.

Que la UASD “es una de las más caras de la América española” debería demostrarse. Pero, ¿será caro en este país pagar 6 pesos por crédito, que es lo que aporta una gran mayoría de los 170 mil estudiantes que habrá allí en el semestre por comenzar? A 20 créditos promedio por alumno, serían 120 pesos semestrales, 20 por mes, suma que gasta cada día en transportarse un estudiante de cualquier barrio.

Eso estaría magnífico si la Universidad dispusiera de recursos para investigación y extensión, para laboratorios y materiales docentes a fin de impartir docencia acorde a los requerimientos del desarrollo, y para pagar salarios siquiera decentes a sus profesores y empleados. Es decir si no sobreviviera en la miseria.

Como en toda institución, en la Universidad es importante la estructura física, en la que el gobierno está invirtiendo 3 mil millones de pesos, pero no es lo que “sustentaría el proceso de reformas que sus autoridades pretenden llevar a cabo…”

El distinguido académico considera buena la tasa de egresados de la UASD, uno de cada 4.4 de los 139 mil 184 matriculados en el período 2000-2004, equivalente al 23 por ciento. Dice que los entendidos consideran alta la tasa de una universidad que “año tras año”gradúa un 15 por ciento o más de su matrícula. Pero en nuestro caso el 23 por ciento ha sido en 5 años.

Concuerdo en que uno de los graves problemas de la UASD es el bajo nivel con que llegan los bachilleres, fruto de las deficiencias de la educación pública, y con la solución parcial de los cursos de nivelación que implementan las nuevas autoridades académicas para ese 62 por ciento que en una prueba piloto demostró no estar capacitado para emprender la educación superior.

Pero sigue siendo injustificable que al terminar un semestre (en el 2004) hayan retirado el 47.8 por ciento de las asignaturas seleccionadas por los estudiantes de la UASD y que la aprobación haya sido de apenas el 42.5 por ciento. Tiene que haber mecanismos para corregir ese derroche. Que se den los cursos de nivelación, pero también que se exija un rendimiento siquiera mínimo.

Tampoco se justifica el derroche de mantener 23 carreras con un total de 97 alumnos, para un promedio de 4.2. Y de los cuales sólo uno de cada 4.4 va a graduarse. ¿Cuánto cuesta cada graduado? Si algunas de esas carreras son fundamentales para el desarrollo, ¿cómo es que casi nadie quiere seguirlas? Sería mejor incentivarlas, mientras hacemos lo contrario con Derecho, que el año pasado concentraba 12 mil 680, en un país con más de 30 mil abogados, en su mayoría deficientemente formados. En última instancia, no hay que poseer un título universitario para salir adelante y contribuir al desarrollo. Pero la UASD no ha querido invertir en formación técnica. Y en los años 90 desperdició 50 millones de pesos que le asignó el proyecto BID-FUNDAPEC. Le desembolsaron 10 millones que se gastaron en consultorías, burocracia y oficinas para al final no hacer nada.

Muchos de la mayoría de estudiantes que no concluyen en la UASD podrían haberse graduado de carreras técnicas. Y a lo mejor yo hubiese encontrado uno que reparara mi máquina de caminar.

Para mí no hay dudas que la UASD requiere tantas reformas como la nación.

Expectativas para el segundo año del gobierno

Por Juan Bolívar Díaz

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Al transcurrir el primer año del gobierno del presidente Leonel Fernández su mayor logro es sin duda el haber podido recuperar la estabilidad macroeconómica, en términos que han superado las mayores expectativas, con crecimiento económico, y notable reducción de las tasas cambiarias y de intereses y control de la inflación.

Aunque la reforma fiscal que a fines del año pasado elevó impuestos, el desbordado aumento del costo del petróleo y las restricciones monetarias han impedido que esos logros sean percibidos por la población.

Una revisión del discurso inaugural del doctor Fernández arroja un balance pobre en el cumplimiento de sus planteamientos de lucha contra la corrupción, austeridad en el gasto y enfrentamiento de la crisis energética, del déficit cuasi-fiscal y de la criminalidad, así como en la política social, pendientes para su segundo año.

EL MAYOR DE LOS LOGROS

Ni los más mezquinos pueden regatear al gobierno su éxito en la recuperación de la estabilidad macro-económica en términos que no habían sido previstos ni siquiera por los exigentes negociadores del Fondo Monetario Internacional, aunque se pueden discutir las consecuencias de las restricciones monetarias que han generado una sobre valoración del peso, estimada entre 25 y 30 por ciento.

A un año del inicio del período gubernamental del presidente Leonel Fernández y su Partido de la Liberación Dominicana (PLD), resalta que la economía está creciendo a más de un 4 por ciento en la primera mitad del año, que la tasa de cambio cayó de un 42 al 29 por ciento y la inflación se encuentra por debajo del 1 por ciento. Las tasas de interés por certificados del Banco Central han caído a menos de la mitad del 36 por ciento en que se situaba a mediados de agosto del 2004.

Aunque la recuperación del peso, y la baja de los intereses y la inflación se habían iniciado desde que concluyó sin mayores problemas el proceso electoral del año pasado, la salida del poder del presidente Hipólito Mejía y el ascenso de Fernández implicaron una dilución de las incertidumbres que junto a los fraudes bancarios y el desbordamiento del gasto habían contribuido al descalabro económico nacional.

La tasa de crecimiento reportada por el Banco Central para lo que va del año es más sorprendente porque el gobierno ha constreñido la inversión y ejecutado un programa de control del sistema financiero que ha limitado los préstamos, lo que junto a la sobre valoración del peso ha afectado a sectores productivos como los exportadores, las zonas francas y el turismo, así como a los receptores de remesas, todo lo cual contribuye a la percepción de que “no hay dinero en las calles”.

Una meta económica que no ha podido alcanzar el gobierno es reducir el déficit cuasi-fiscal, que por el contrario se elevó de 90 mil a 140 mil millones de pesos, para un crecimiento superior al 50 por ciento. Parece haberse diluido el anuncio del presidente Fernández en su discurso inaugural de que empresas nacionales y extranjeras se habían comprometido a depositar divisas de futuras inversiones en los bancos del Estado a una tasa privilegiada, con los cuales esperaba desmontar el déficit del Banco Central fruto de haber asumido compromisos de los tres bancos quebrados en el 2003.

Otro fallo significativo de este primer año, siguiendo el discurso de juramentación, ha estado en no haber logrado enfrentar con éxito la crisis energética, que sigue sin horizonte de solución, agravada por los incesantes aumentos en los costos del petróleo, en más de un 50 por ciento de los predominantes hace un año. La energía se ha encarecido afectando las actividades productivas y la economía familiar y las tandas de apagones siguen generando frustraciones.

AUSTERIDAD Y CORRUPCIÓN

Tres de las mayores frustraciones, que explican en parte la inconformidad ciudadana registrada en la encuesta Gallup que ha publicado HOY esta semana, están en la ausencia de una real política de austeridad y reducción del gasto corriente, una pobre política social y falta de voluntad política para prevenir y combatir la corrupción.

En su discurso de juramentación, el presidente Fernández se comprometió a un período de austeridad, con reducción del gasto en no menos del 20 por ciento, a suprimir los cargos en exceso, a suprimir gastos superfluos y los privilegios de los cónsules a los cuales se asignaría sueldos. Nada de esto ha ocurrido.

Tampoco se ha cumplido la promesa de que no se comprarían nuevas jeepetas, si se mide por la categoría de los vehículos en que se mueven los funcionarios, y ni siquiera el desorbitado precio del petróleo ha generado una real austeridad gubernamental.

Aunque prometió designar sólo los subsecretarios señalados por las leyes orgánicas, a los pocos días los mismos alcanzaron volúmenes sin precedentes, hasta de docenas por secretarías. Lo mismo ocurrió con los vicecónsules designados en racimos, incluyendo más de una veintena en Nueva York.

La reducción del gasto ha afectado la inversión pública, pero no la reducción del empleo, lo que quedó evidente al firmarse a principios de año un nuevo acuerdo con el FMI. La meta en esa materia fue congelar los cargos públicos a nivel de octubre del año pasado. Inversiones como los 240 millones de pesos en mobiliario y decoración del nuevo edificio de la Suprema Corte de Justicia y más de un centenar de millones para remodelar la nueva biblioteca de la Universidad Autónoma, dejaron mal parada la prioridad en el gasto gubernamental.

En cuanto a la política social del gobierno, para nada ha podido paliar la miseria de la franja de indigentes. El programa “Comer es Primero”, diseñado para auxiliar a 200 mil familias, sólo recientemente ha alcanzado más de la tercera parte. Aunque el gobierno ha mantenido el subsidio al gas propano de las familias, y la energía de los barrios y el programa de desayuno escolar.

La promesa de enfrentar “con energía y de manera drástica” la corrupción, también ha quedado en la recámara del gobierno. Ello explica que el 85 por ciento de la población entiende que la impunidad predomina en el país, según la encuesta Gallup-HOY. El gobierno central ha seguido contratando las obras públicas y comprando sin concurso, una de las mayores fuentes de corrupción. Aunque el programa de medicamentos esenciales, donde se ha comprado mediante licitaciones, ha logrado reducir los costos hasta en 30 por ciento.

PARA EL SEGUNDO AÑO

Sin embargo, sólo ha transcurrido el primer año del gobierno peledeista y todavía quedan expectativas de un mejor desempeño, que debe incluir en primer lugar, una serie de reformas para instituir mecanismos de control y rendición de cuentas, aunque las tentaciones de la campaña electoral que ya se inicia prematuramente, conspiran contra los controles del gasto y la austeridad.

Para dar una firme demostración de voluntad en la prevención de la corrupción, el presidente Fernández tiene a mano un recurso efectivo, que además sería muy bien acogido por la opinión pública: el llamado decreto puente elaborado por la Comisión Nacional de Etica que establece concursos y licitaciones para las contrataciones y concesiones de obras y para las compras del Estado.

El proyecto lleva más de dos meses en manos del mandatario y regiría hasta que el Congreso apruebe una nueva ley al respecto. La Cámara de Diputados trata de conciliar el proyecto que ya tenía consensuado a principios del año, con otro que envió en febrero el presidente Fernández.

El gobierno también iniciaría con buen pie su segundo año, si completa el consenso para que esta vez la reforma fiscal no se quede sólo en lo tributario, e incluya una real política de austeridad y disminución del gasto corriente. Así mismo se impone una política agresiva de ahorro de energía como forma de enfrentar siquiera parcialmente los desorbitados precios del petróleo que llevarán la factura petrolera dominicana a cerca de 3 mil millones de dólares este año.

Fuentes palaciegas indican que el doctor Leonel Fernández no tiene programado un discurso formal para el inicio de su segundo año, pero podría aprovechar el escenario del Palacio de los Deportes donde la tarde del martes será instalado el nuevo comité central de su partido.

Sería una buena ocasión para atender los requerimientos de la opinión pública y plantear un compromiso firme con reformas institucionales para garantizar prioridades de inversión, para la transparencia y la rendición de cuentas, como una nueva ley de presupuesto, reforma del sistema de gestión financiera, y leyes de competencia, del crédito público y de protección del consumidor.

El sector empresarial ha venido reclamando esas legislaciones como complemento de la reforma fiscal. Incluyen también proyectos de leyes para otorgar autonomía a la Dirección de Impuestos Internos, para eficiencia tributaria, para modificar el título 1 del código tributario y para una ley de reorganización mercantil y de liquidaciones.

El gobierno conserva una buena tasa de aprobación, con un 42.4 por ciento que estima buena y muy buena su gestión, según la encuesta Gallup-HOY. Tal promedio es considerable en cualquier país latinoamericano donde la deuda social acumulada degrada en meses el apoyo con que se instalan los gobernantes.

La encuesta le ha indicado caminos a recorrer para evitar que prosiga el deterioro de su apoyo, que ha reducido la identificación de la población con el PLD a un 43 por ciento, 14 puntos menos que los que obtuvo en los comicios del año pasado. La inflación, la creciente inseguridad y la persistencia de los apagones, deben tener atención especial en la agenda para el segundo año del gobierno.-

Reformas urgentes en la UASD

Por Juan Bolívar Díaz

No sólo son las instituciones del gobierno central, el Congreso Nacional, los municipios, los partidos políticos y la Policía Nacional  que requieren urgentes transformaciones. También la Universidad Autónoma de Santo Domingo, reducto de intelectuales y profesionales de visión modernista y progresista.

La UASD está muy lejos de cumplir con su misión de academia crítica, de promotora de las transformaciones sociales y vanguardia del desarrollo integral de la sociedad dominicana. Para ello tendría previamente que auto transformarse, buscar nuevos rumbos.

La gran universidad nacional es apenas una fábrica de profesionales teóricos, en gran proporción deficientes, y ha olvidado dos de sus tres misiones. Lo que dedica a la investigación y la extensión hacia la comunidad no llega al 2 por ciento de su presupuesto. Y el 98 por ciento apenas alcanza para gastos corrientes, viviendo en permanente endeudamiento. La situación es tan crítica que no ha podido pagar el aumento salarial del 15 por ciento que por ley rige desde el primero de julio.

Su crecimiento es tan desproporcionado que castra sus posibilidades y consume sus energías. La matrícula para el primer semestre del 2005 ha sido de 156 mil 184 y con los que iniciarán en agosto se aproximará a los 170 mil. Por cierto que el 65 por ciento es del sexo femenino.

Pero una alta proporción de esos matriculados en realidad sólo están consumiendo los recursos del pobre pueblo dominicano. La tasa de graduación o investidura ronda apenas el 23 por ciento. En el período 2000-04 se matricularon 139 mil 267 estudiantes y sólo fueron investidos 31 mil 791, es decir uno por cada 4.4 estudiantes. En la facultad de Ingeniería y Arquitectura el promedio llega a uno por 7.9.

El desperdicio se puede medir también por el hecho de que para el segundo semestre del 2004, los alumnos inscribieron 461 mil 425 asignaturas, pero antes de concluir el período habían retirado casi la mitad, 220 mil 937, equivalentes al 47.8 por ciento. Y la tasa de aprobación fue de apenas 42.5 por ciento del total seleccionado. En Ingeniería y Arquitectura retiraron el 51.2 por ciento y sólo aprobaron el 40 por ciento.

Otra grave irracionalidad es la concentración de la matrícula en carreras saturadas, como contabilidad, que encabezaba en del primer semestre de este año con 16 mil 446 alumnos (10.53 por ciento del total). Derecho tenía 12 mil 680 y Medicina 12 mil 545, para un respectivo 8 por ciento. Los 11 mil 235 estudiantes de Educación (7 por ciento) completaban la tercera parte de la matrícula, concentrada en esas cuatro carreras, que apenas representan el 3.8 por ciento de las 112 que se imparten.

Para colmo de la irracionalidad debe anotarse que en 4 de las carreras sólo había un matriculado y en otras cuatro 2. Las 23 carreras de menor matriculación apenas sumaban 97 alumnos, promediando 4.2 por ciento. La más elemental racionalidad recomienda cerrar todas esas carreras y otras 22 más con menos de 50 estudiantes cada una. Sobre todo si apenas uno de cada 4.4 terminará graduándose.

Claro que esta alta tasa de deserción y repetición guarda proporción con los bajos costos de la matriculación, y la ausencia de un programa de baja para los de menor rendimiento. La UASD es mucho más barata que los colegios y escuelitas privadas que abundan en los barrios marginales, donde este Estado fallado no ha podido garantizar la escuela pública.

El nuevo Rector de la Universidad Autónoma, Roberto Reyna, quien proporcionó las estadísticas antes citadas, recuerda que cuando fue vicerrector académico entre 1999 y 2002 se puso en práctica la baja estudiantil, que llegó a afectar a 14 mil en un solo semestre. Tal vez por eso las autoridades que le sucedieron la descontinuaron.

Reyna advierte que los problemas vienen de la educación básica y pasan por la secundaria. El 62 por ciento de los bachilleres son deficientes en las dos materias fundamentales: letras  y matemáticas. El resultado final con el 23 por ciento de los matriculados en la UASD que llegan a graduarse, no puede ser otro que la mediocridad.

Nadie debe sorprenderse, si sabe que el promedio de docencia diaria en nuestras escuelas básicas, es de 2 horas 36 minutos, de acuerdo a la encuesta Educa/Gallup publicada esta semana,

Desde luego, todo eso en un escenario nacional de pobreza que abarca el 60 por ciento de la población, con más de un 20 por ciento de indigencia. Círculo de fuego que castra las energías nacionales y que estamos condenados a romper si queremos dar el salto al desarrollo.

La Universidad del Estado debería estar a la cabeza del esfuerzo por las grandes transformaciones. Pero le será imposible si no comienza por sí misma y pronto. Sus nuevas autoridades saben lo que hay que hacer. Ojalá emprendan el camino. De lo contrario no se justificarán los más de 3 mil millones de pesos que el gobierno está invirtiendo en construcciones para la más antigua universidad americana.

RD: Estado fallido o fallado

Por Juan Bolívar Díaz

Confieso que mi primera reacción fue negativa. No era posible. No estaba de acuerdo con la revista Foreign Policy y el grupo Fondo para la Paz que han colocado a la República Dominicana entre los primeros veinte países del mundo con mayores riesgos de convertirse en “estados fallidos”, de acuerdo al despacho de Prensa Asociada que el martes 28 de junio nos llegó desde Washignton.

La inconformidad crecía en la medida en que se analizaba el listado de los 20 países del mundo con más riesgos de convertirse en “estados fallidos”, la mayoría de los cuales se sitúan en Africa y Asia. Otro factor que inducía a rechazar el estudio es que de los países latinoamericanos sólo nos acompañan en la lista Colombia y Haití.

La tentación de rechazar el informe era mayor cuando se recordaban las crisis de ingobernabilidad que en los últimos años han afectado a Perú, Ecuador, Bolivia, y en menor medida Guatemala y Venezuela, ésta última bendecida por los altísimos ingresos derivados del petróleo en los últimos años.

Tratando de hacer objetivo el asunto, apelamos al Diccionario de la Real Academia Española donde fallido se define como frustrado, sin efecto o quebrado y sin crédito. Y fallado nos remite a fallar, que equivale a frustrarse, salir fallada una cosa, no responder a lo que se esperaba de ella.

Nos recordamos de inmediato del recién publicado informe sobre desarrollo humano en la República Dominicana, en el que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo afirma que este es el país latinoamericano de mayor crecimiento en el último medio siglo, pero a la vez uno de los que más desaprovechó las oportunidades de desarrollo humano.

Como es natural, lo que ha predominado en el país es el rechazo al informe, aunque la agencia Prensa Asociada que lo transmitió no detalló los 12 indicadores económicos, sociales, políticos y militares en que se fundamenta.

Si lo relacionamos con las oportunidades de desarrollo derivadas de medio siglo de crecimiento, a lo mejor terminamos aceptando que estamos a la cola del mundo, peor que aquellos donde se ha perdido la gobernabilidad por desgaste de los partidos políticos y las instituciones en que se fundan los Estados.

En materia de servicios andamos “de la patada”. La energía pública es ineficiente, y para garantizarsela los pudientes, además de pagar una altísima tarifa, tienen que instalar dos plantas en sus negocios y dos en sus residencias, con sus respectivos inversores o acumuladores de energía.

No hay negocio, oficina o residencia que se respete que no tenga almacenes de agua o cisterna, con sus respectivos tinacos en los techos y ni aún así pueden garantizarse que cualquier día no queden sin el líquido vital.

Para disponer de cuestionables servicios médicos hemos tenido que pagar un seguro público y otro privado cada día más deficientes y que de ninguna forma cubren todas las vicisitudes a que podemos ser sometidos los seres humanos.

En el ámbito de la educación, la escuela pública no nos garantiza más que la mitad de las horas de docencia, lo que compele a enviar a los niños y adolescentes a colegios privados.

Nadie nos garantiza la recogida de basura y la mayoría de las residencias, aún en los ámbitos urbanos, carecen de sistemas de alcantarillado, y las lluvias convierten las calles en lagunas por falta de desagües pluviales.

En materia de seguridad hay que apelar a los guardianes privados, porque la Policía Nacional en vez de ser garantía es una amenaza ya sea porque una proporción de sus miembros están asociados a los delincuentes, o porque sólo sabe matar como forma de combatir la delincuencia.

El dominicano es un Estado fallido en cuanto la justicia sólo persigue a los desposeídos y se inclina reverente frente al poder del Estado o del dinero, castigando al que roba una bicicleta y dejando impunes los asaltos bancarios que han hundido la economía nacional.

Este es un Estado fallado en cuanto ya resulta incapaz hasta para obligar a respetar los semáforos y los pasos peatonales o para impedir que un automovilista irresponsable baje de reversa en un puente elevado.

Es cierto que todavía no hemos alcanzado los grados de ingobernabilidad que acusan algunos países sudamericanos, pero los superamos ampliamente en carencias institucionales, en precariedad de servicio y en olímpico irrespeto a las leyes. En ese y otros sentidos la República Dominicana es un Estado fallido y fallado.

En vez de reaccionar y rechazar el informe, el mismo debe inducirnos a reflexionar y a superar las miserias que van convirtiendo la sociedad dominicana en una inmensa cloaca donde predominan los más osados, los más corrompidos y los más cínicos. El tiempo para impedir la ingobernabilidad y el desastre se nos acaba.

 

Serias dificultades en la OEA

Por Juan Bolívar Díaz

El fracaso de la Asamblea de Cancilleres del continente en el intento de elegir esta semana un nuevo secretario general para la Organización de Estados Americanos es indicativo de la crisis en que está sumida esa institución y de la decadencia de la hegemonía norteamericana en la región. Primero que nada procede señalar que la OEA arrastra un viejo descrédito como consecuencia de la instrumentación de que fue objeto en los años sesenta y setenta por la política de dominación de la guerra fría que llevó a Estados Unidos a respaldar todo género de dictadura, con la única condición de que le fuera servil.

La expresión más terrible de esa política, y a la vez más demostrativa de los ribetes de irracionalidad de que estuvo revestida fue la intervención militar en la República Dominicana, que dentro de unos días cumplirá cuatro décadas. No sólo fue abusiva e inaceptable, sino además terriblemente prepotente e innecesaria, ya que todavía hoy nadie ha podido demostrar que existiera algún peligro real de que se instaurara un gobierno comunista en esta nación. Fue fruto de la política del pánico, comprometiendo hasta la saciedad a la OEA.

Aunque desde entonces, sobre todo a partir del gobierno del presidente Jimmy Carter (1977-81) y tras la caída del socialismo real, se han producido cambios importantes en la política norteamericana hacia América Latina, en los últimos tiempos adolece de una gran indiferencia. La región apenas cuenta como zona de comercio, como queda de manifiesto en los discursos de sus mandatarios.

La pérdida de influencia de Estados Unidos en la región ha quedado de manifiesto en su doble fracaso en conseguir el apoyo necesario para que sus dos candidatos pudieran acceder a la secretaría general de la OEA.

El primer error fue abanderarse con el salvadoreño Francisco Flores, en abierta contradicción con la Carta Democrática Interamericana, pues fue el único mandatario que llegó a reconocer el gobierno golpista que por algunas horas usurpó el poder en Venezuela el año antepasado. No era el liderazgo que precisaba la OEA, especialmente después del fracaso del costarricense Miguel Angel Rodríguez, quien tuvo que dimitir del cargo apenas semanas después de asumirlo, tras ser acusado de corrupción en su país.

La propuesta de Flores generó un amplio frente en torno a la candidatura del ministro chileno José Miguel Insulza. Aquél quedó tan en minoría que renunció o le recomendaron hacerlo apenas días antes de la asamblea eleccionaria del lunes 11. En tal circunstancia Estados Unidos optó por apoyar al canciller mexicano Luis Ernesto Derbez.

Ironías de la vida, puesto que durante la guerra fría fue México el país que más se distanció de las políticas que convirtieron a la OEA en instrumento de la dominación norteamericana. Pero el nacionalismo mexicano ha sido atenuado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y con la llegada al poder del conservador Partido Acción Nacional.

El empate a 17 votos mantenido en 5 rondas de votaciones obligó a reenviar la elección para el 2 de mayo, dejando a la OEA segmentada en dos bloques, uno del norte y centro, encabezado por Estados Unidos y México, y el otro del sur, bajo el liderazgo de Chile, Brasil y Argentina.

Si no logran el retiro de uno de los dos candidatos, tendrán que buscar una nueva opción de consenso para evitar una bipolarización que debilitaría aún más la organización hemisférica.

Como lección del impasse deberá quedar que Estados Unidos tiene que mirar de frente a sus vecinos y comprometerse en una organización regional que represente los intereses de la totalidad, que pueda incidir no solo en los avances democráticos, sino también en los ámbitos económico-sociales, en la promoción del pleno desarrollo humano.

La OEA necesita profundas transformaciones para que sea eficaz. No lo ha podido ser ni siquiera en una mediación para solucionar la larga crisis institucional de Haití.

Mientras tanto hay que celebrar la emergencia de una nueva etapa de mayor independencia de las naciones latinoamericanas frente al poderoso aliado cada vez más preocupado por hegemonizar el mundo, pero más indiferente y distante de la solidaridad con sus vecinos.

Por nuevas transformaciones en la UASD

Por Juan Bolívar Díaz

La comunidad de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) está convocada para elegir este martes 15 de febrero nuevas autoridades, las que deberán continuar y profundizar los cambios que se han venido operando en los últimos años y que tuvieron como epicentro la rectoría del ingeniero Miguel Rosado.

Hay que recordar que durante la anterior gestión de la UASD se sembraron definitivamente las bases para la estabilidad que hoy registra la academia, cuando las autoridades tuvieron el valor de realizar una reforma estatutaria, que entre otros aspectos, redujo del 33 al 5 por ciento la representación estudiantil en los organismos de decisión, estableció la maestría como condición para acceder a los cargos académicos y aplicó la evaluación profesoral y estudiantil.

Paralelamente esas autoridades enfrentaron el tigueraje con expulsiones y otras sanciones y libraron el campus central de los tarantines que la habían convertido en un mercado. El terror que imponían los anarquistas y la manipulación política que se escondía detrás de la amplia representación estudiantil, quedaron definitivamente vencidos y permitieron a las autoridades que encabeza el rector saliente, Porfirio García, dar otros pasos adelante, como el cobrar una mayor cuota de matriculación a los bachilleres provenientes de colegios y en proporción a lo pagaban en estos.

Vale señalar que ahora el claustro elector de autoridades de la Universidad del Estado está integrado por 1,902 profesores, más 95 delegados estudiantiles (5 por ciento) 19 de los empleados (1 por ciento) y otros tantos de los ayudantes de profesores con más de dos años. La responsabilidad recae definitivamente sobre el profesorado.

Son muchas las reformas específicas que requiere la Universidad Autónoma para cumplir su misión en esta sociedad. Debería lanzarse otro movimiento renovador, como el que sacudió sus aulas tras la intervención norteamericana de 1965. Pero lo fundamental es que pueda cumplir su triple función docente, de investigación y extensión hacia la comunidad nacional.

Es de todos sabido que hace muchos años la UASD se ha limitado a la docencia en condiciones cada vez más precarias, sin mayores recursos pedagógicos, y que sus ingresos apenas dejan centavos para la investigación y la extensión.

El principal problema que enfrenta la Universidad autónoma es la masificación y el hacinamiento. No puede seguir absorbiendo entre 10 y 15 mil estudiantes más por año. Por la simple razón de que no hay recursos para mantener ni siquiera los niveles académicos.

Hace tres años, cuando el rector Porfirio García fue electo, la matrícula era de 122 mil estudiantes. Ahora ya son 156 mil 184, excesivamente concentrados en cinco carreras. Pedagogía, administración, contabilidad, derecho y medicina suman 91 mil alumnos, el 58 por ciento del total. Se justifican los 30 mil 287 que estudian pedagogía, pero no 16 mil 446 en contabilidad ni 12 mil 680 en derecho.

Lo peor es que una alta proporción de sus estudiantes no concluyen las carreras y se mantienen ocupando puestos al amparo de las bajas tarifas de matriculación, o simplemente desertan, distrayendo recursos en una universidad que destina el 85 por ciento de sus ingresos al pago de nómina.

La UASD debería auspiciar una investigación para determinar el destino que tienen sus egresados, una bajísima proporción a la luz de los 17 mil graduados que reivindica el rector García en tres años. Si el promedio de las carreras, incluyendo los postgrado anda por cuatro años, los egresados deberían ser anualmente la cuarta parte de sus 156 mil alumnos. ¿Y cuántos ejercen sus profesiones? ¿Cuántos emigran?

Enfrentar la masificación es fundamental para aprovechar mejor los escasos recursos que la sociedad entrega a la Universidad, que debe seguir abierta hasta a los más pobres, pero también obligada a una mayor racionalidad en el gasto y en el cobro de sus servicios.

Todos los que hemos valorado la Universidad pública, dedicándole parte de nuestras vidas estamos desafiados a reclamar y ejecutar un nuevo programa de reformas para mostrarla como ejemplo de lo que debemos hacer a nivel nacional. Si allí donde todavía nadie se ha hecho millonario con los recursos de la institución, no podemos ser eficientes, careceremos de moral para reclamarlo en la administración del Estado.

Casi nunca he participado en las campañas electorales de la UASD. Ahora tampoco y no promuevo candidato alguno. Aunque por los programas que han presentado los candidatos y por las entrevistas que he hecho en los últimos años, me parece que dentro de los aspirantes a Rector Roberto Reyna es el que ofrece más garantías de continuidad en las transformaciones.

Gratas impresiones de Lima

Por Juan Bolívar Díaz

Después de seis años sin estar en la capital del Perú he sido impactado por la limpieza y la belleza que exhibe en estos momentos esta ciudad histórica, que este año celebra su 470 aniversario, por la multiplicación de sus centros comerciales y por los esfuerzos de la sociedad peruana por extirpar el cáncer de la corrupción exigiendo transparencia en la gestión pública. Lima es hoy una de las ciudades latinoamericanas más limpias, con sus parques jardines y plazas relucientes, llenos de flores, bien señalizada y con un mejoramiento impresionante en el ordenamiento vial.

Esta megalópolis de 8 millones de habitantes se la ha arreglado para mejorar sus ambientes, gracias a un régimen de descentralización administrativa que la ha dividido en 40 distritos, que cobran sus propios arbitrios y compiten por la eficiencia y la transparencia, con una gran participación comunal. Hemos paseado por muchos de esos distritos sin poder encontrar un desecho en sus calles y plazas, sean las del intenso tráfico vehicular como las peatonales.

Su centro histórico, uno de los conjuntos coloniales más hermosas y extensos del continente, presenta un aspecto diurno y nocturno impresionante, con sus enormes plazas y monumentos bien conservados, pintados e iluminados, haciendo honor a su condición de Patrimonio Histórico de la Humanidad, que le confiriera la UNESCO.

Recordando el desorden que exhibía la ciudad hace un par de décadas cuando la conocimos, uno se pregunta cómo han logrado ese embellecimiento y mejoría del ámbito urbano, en medio de tantos problemas económicos y políticos como ha sufrido el país y con un cinturón de miseria como el que conforman los llamados pueblos jóvenes, que son los barrios marginales.

El terrorismo virtualmente exterminado, el colapso de los partidos políticos y la corrupción sumieron el país en profunda crisis en las últimas dos décadas, pese a lo cual Lima se ha modernizado y embellecido. Es impresionante la multiplicación de sus centros comerciales de todo género y la modernización de la vida urbana, en contraste con la pobreza que sigue sufriendo gran parte de los peruanos.

El haber sido regido el país por grupos improvisados y políticos sin experiencia ha conllevado serios problemas de gobernabilidad que engendraron la dictadura de  Alberto Fujimori. El régimen del presidente Alejandro Toledo ha navegado con bajísimos niveles de aceptación, oscilantes apenas entre 10 y 20 por ciento, entre otras razones por no haber tenido un sólido partido político que le apoyara y haber dependido de familiares ineptos y remanentes políticos desacreditados.

Sin embargo,  Perú registra un tercer año consecutivo de crecimiento económico, alrededor del 4 por ciento en el 2004, cuando sus exportaciones aumentaron en un astronómico 32 por ciento para llegar a los 11 mil millones de dólares. El turismo se recupera, a ritmo de 10 por ciento en el último año con un millón 200 mil visitantes.

Con elecciones presidenciales programadas para el 2006, el panorama político sigue caracterizándose por la atomización y nadie se atreve a vaticinar quién será el próximo presidente, pero el que sea afrontaría los mismos problemas de gobernabilidad de Toledo, en una nación que alberga tres países en uno, el mundo moderno de la costa, con el 52 por ciento de la población, el 37 por ciento en la agreste como elevada sierra andina y 11 por ciento en la aislada selva amazónica. Estos dos últimos concentradores de la pobreza, la exclusión y la inconformidad.

Pero si algo impresiona de la vida pública peruana es la exigencia de transparencia. La nación parece haber hecho la catarsis de la corrupción expuesta en los videos de Vladimir Montesinos, quien guarda prisión al igual que otros inculpados. Dos propietarios de uno de los principales sistema de televisión están presos en Argentina, bajo proceso de extradición, tras haberse fugado de Chile.

Los esfuerzos de la justicia no se han detenido ni para ordenar la prisión domiciliaria de la hermana del presidente Margarita Toledo, vinculada con una falsificación de firmas para el reconocimiento de su grupo político Perú Posible con el que ganaron las elecciones hará 4 años.

Otro indicador positivo es que los funcionarios tienen que rendir cuentas ante el Congreso y la opinión pública. El ministro de Interior Javier Reátegui, acaba de renunciar, impugnado por no haber previsto el conato insurreccional protagonizado el 1 de enero en curso por el exmilitar Antauro Humalá, quien con 150 seguidores tomó el pequeño cuartel de la ciudad andina de Andahuaylas.

El gobierno logró sofocar la rebelión sin derramamiento de sangre, tras varios días de negociaciones, pese a lo cual se le ha cuestionado, tal vez excesivamente. Pero queda la sensación de que el régimen político está siendo cada vez más vigilado por una insatisfecha sociedad peruana, lo que resulta esperanzador. Contrasta con la falta de transparencia que consume la vida pública dominicana.-

¡No más militares, por favor!

Por Juan Bolívar Díaz

En la última edición del diario El Día del año recién concluido, la del 31 de diciembre para mayor precisión, se publica la información de que en los planes del Ejército Nacional para este 2005 figura el reclutamiento de otros 5 mil miembros para elevar a 32 mil los integrantes de ese instituto castrense. El mayor general José Ricardo Estrella Fernández, Jefe de Estado Mayor del Ejército Nacional, informó que los primeros mil de esos nuevos efectivos ya están siendo entrenados en San Isidro.

Junto a la promesa de que extirparán todo lo que esté dañado en esa unidad militar, el comandante Estrella Fernández justifica el aumento de sus efectivos en el increíble hecho de que asumió el cargo en agosto pasado encontrando más oficiales que soldados.

Ese dato ya lo había revelado el mismo oficial cuando participó hace tres meses en uno de los almuerzos del Grupo de Comunicaciones Corripio junto al secretario de las Fuerzas Armadas y los titulares de los demás institutos castrenses. Ya en esa oportunidad le pedimos que ratificara el dato y lo hizo.

Efectivamente, en materia de clientelismo y politiquería estamos estableciendo récords mundiales. Tenemos más oficiales que soldados en el Ejército Nacional, algo verdaderamente insólito, que seguramente no tiene parangón en la historia universal.

Pero no es porque tengamos pocos militares, porque 42, mil incluyendo los de la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea, son mucho más de lo que necesita esta nación insular, sin ninguna amenaza militar exterior ni interior.

La totalidad de los efectivos militares sumaban 29 mil en 1996, cuando dejó el poder el presidente Joaquín Balaguer, y desde entonces su número se fue incrementando, especialmente en el gobierno del agrónomo Hipólito Mejía, aunque se inició en el anterior del doctor Leonel Fernández.

En otras palabras que los partidos posttrujillismo, los fundados por el inmenso civilista Juan Bosch, los que criticaban la utilización política de las Fuerzas Armadas por parte de Balaguer en época de confrontaciones externas e internas, han resultado más militaristas.

Ese crecimiento, del 45 por ciento, es mucho más significativo y contradictorio, por cuanto se ha dado justo en los momentos en que la nación vecina, Haití, clausuraba sus fuerzas armadas para quedarse sólo con una fuerza policial y cuando casi todos los países del mundo reducían su inversión militar, tras el final de la guerra fría.

Mientras se daba ese crecimiento de los efectivos militares, las fuerzas policiales se mantenían en unos 27 mil miembros, cantidad absolutamente insuficiente para el cumplimiento de su misión, cada vez más complicada a la vista del sostenido incremento de casi todas las expresiones de la delincuencia.

Es probable que no sólo en el Ejército tengamos el hecho insólito de más oficiales que clases, y que en la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea se argumente también que requieren más soldados para corregir el error u horror. En tal caso pronto tendremos más de 50 mil hombres y mujeres sobre las armas, listos para defender la soberanía nacional. Aunque como siempre, una buena proporción estarán en cualquier cosa menos en entrenamiento ni servicio militar.

No logro entender por qué en esta época en que se pregona tanta transparencia en los asuntos del Estado, sin ningún peligro de orden militar, pasemos por alto una situación como la denunciada sin que se levante un coro para gritar no más militares, por favor.

Eso es tremendamente injusto en un país donde aún faltan muchos maestros, médicos, enfermeras y policías, adecuadamente pagados, con mejores condiciones de vida y de trabajo.

En cuanto al desbalance entre oficialidad y soldados hay que esperar que los recientes retiros de cientos de los primeros contribuya por lo menos a equilibrar la balanza, y que los próximos vuelvan al Ejército a la normalidad.

Pero si es necesario que pasen algunos años con ese desequilibrio, lo mismo da. Tendremos la ventaja de disfrutar de ese récord mundial. Y a lo mejor, si el destino nos depara una guerra, indeseada como improbable, estaremos en mejores condiciones de vencer al intruso enemigo. Puesto que un ejército integrado en su mayoría por oficiales, debe ser insuperable e invencible, ya que el clásico pelotón de combate, ha estado siempre constituido en más de un 80 por ciento de soldados.

Cinco mil efectivos más para el Ejército Nacional constituyen una ofensa nacional en medio de la crisis económica que sufre el país, cuando el Estado no puede pagar sueldos algo decentes. No sólo a los médicos, enfermeras, maestros y policías, sino tampoco a los mismos oficiales militares.