La paz de la Navidad

Por Juan Bolívar Díaz

             En este año que nos ha dejado tantas penas y mayores sufrimientos por el incremento de la pobreza y la miseria, con tan graves injusticias, como la de que hasta el campesino o poblador más marginado tenga que estar pagando los fraudes bancarios, se hace más necesario que nunca que recordemos e imploremos la paz de la Navidad.

            Ahora, cuando cunde la desesperanza y el derrotismo anida en los corazones de tantos dominicanos y dominicanas que creen que el techo se nos ha derrumbado para siempre, es más imperioso que nunca que nos impregnemos del espíritu de la Navidad, con su mensaje de nacimiento, redención y esperanza.

            Ciertamente para una gran parte de la humanidad estas festividades no son más que ejercicio desenfrenado del consumo, hasta la saciedad y el embriague, para satisfacer los mayores extremos de la vanidad y la ostentación, a menudo gastando mucho más del ingreso para quedar endeudados por largos meses.

            Sin embargo, no es ocioso recordar cuál es la razón de ser de estas las fiestas más extendidas por el universo humano. Para quienes lo han olvidado conmemoramos el nacimiento de Jesús, el llamado hijo de Dios, nacido en la mayor pobreza sin techo ni fortuna, en un establo, de una humilde muchacha llamada María y el carpintero José.

            También es aconsejable recordar que ha trascendido los veinte siglos, moviendo hasta el sacrificio y el martirio a millones de seres humanos, bajo el mandato de amar al prójimo como a uno mismo, abandonando todo equipaje que nos impida la realización de la comunidad y el compartimiento del plátano y la ternura humana.

            Ni siquiera toda la caricatura que de su mensaje han hecho muchísimos de quienes se confiesan sus seguidores y ministros ha logrado desdibujar el mensaje de Jesús, que impregna todo sentimiento y esfuerzo de solidaridad, justicia y realización humana.

            Con el trajinar de los siglos la Navidad se ha profanizado, hasta el punto de la contradicción con las celebraciones originales, que deben ser rescatadas en sus esencias, lo que no significa que tengamos que renunciar a la alegría de las fiestas, ni a la buena comida y la bebida.

            Lo que hay que hacer es acompañarlas de solidaridad humana. Convirtiendo las festividades también en momentos de reflexión, de mayor compromiso con la justicia y la suerte de todos los seres humanos, empezando en nuestros hogares y entornos sociales, aquí y ahora, con sincero deseo de compartir y distribuir felicidad.

            Algo que ayuda a esos propósitos es, por supuesto, la buena celebración religiosa, mejor si es bajo la orientación de los pastores más comprometidos con su fe. Para quienes no van a las iglesias la música navideña, la clásica y la popular. Sobre todo la que nos libre siquiera momentáneamente del bullicio, del ruido y la prisa.

            El siguiente grado es la lectura de obras que nos eleven el espíritu e inspiren nuevas razones para vivir y luchar, para superar los desalientos, las perturbaciones y los tropiezos, que nos impulsen a compartir todo lo hermoso y noble que hay en la condición humana, sobre todo con aquellos que más lo necesitan.

            Muchos de esos necesitados están en nuestro alrededor. Requieren no siempre ayudas materiales, sino estímulo para seguir adelante, comprensión para sus limitaciones, y ternura, mucha ternura que es el mayor aliento de vida.

            Respiremos en estos días el aire más fresco que sopla sobre estas tierras tan cálidas que estimulan tanto los arrebatos y las pasiones y disfrutemos de las fiestas navideñas en paz con nosotros mismos y nuestros próximos. Sin ningún complejo de culpa si nos abrimos a los demás.

            Impregnarnos ahora del espíritu de la Navidad y esparcirlo es la mejor forma de prepararnos para resistir las precariedades que aún nos esperan y para seguir batallando por una nación mejor organizada y más acogedora para todos.

            Las perspectivas apuntan a que el próximo año nos demandará una gran dosis de resistencia y esfuerzos para superar nuestras miserias materiales y espirituales. Que encontremos nuevas energías en el mensaje original del cristianismo.

            Si nos ruboriza no digamos Feliz Navidad, pero sí que la paz de la Navidad y su solidaridad nos sature a todos y nos ayude a redescubrir la alegría de la mejor vida, que se extiende y profundiza compartiéndola.-

 

La visita de Roger Noriega

Por Juan Bolívar Díaz

            Desde su primera aparición pública en el Congreso Nacional hasta su despedida, el subsecretario de estado norteamericano para Asuntos del Hemisferio Occidental dejó bien claros los objetivos de su visita al país, que básicamente fueron promover la renovación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y precisar que Estados Unidos desea elecciones limpias y transparentes en mayo próximo.

            Esos planteamientos estuvieron presentes también en el encuentro sostenido por el señor Roger F. Noriega con directores de medios de comunicación, así como en las reuniones con los jueces electorales, con líderes de la sociedad civil y de los partidos políticos.

            La preocupación por la estabilidad económica de la nación fue explicada por Noriega en virtud de los nexos que unen a Estados Unidos y la República Dominicana, en materia de comercio, de inversiones y hasta por las corrientes migratorias. Dijo que más de un millón de dominicanos y dominicanas viven en Estados Unidos y más de 60 mil norteamericanos residen en nuestro país.

            En verdad nadie debe sentirse sorprendido de que Estados Unidos quiera que el país recupere la estabilidad macroeconómica y el crecimiento. Lo necesita no solo para que sigamos pagándole lo que le debemos y comprando sus productos, sino también por razones geopolíticas y, desde luego, por amistad.

            Los norteamericanos siguen teniendo graves contradicciones con Cuba y temen las consecuencias de la desestabilización de Haití. Con la crítica situación de Colombia y Venezuela, no pueden ver con indiferencia que se compliquen los problemas económicos y políticos en la República Dominicana. Son estas precisamente las grandes naciones de la región del Caribe.

            Noriega no pudo ser más claro en sus formulaciones. Corresponde al Estado, Ejecutivo y Congreso, en consulta con los diversos estamentos sociales, adoptar las medidas correspondientes para sanear la economía y corregir los desequilibrios. Sólo entonces podemos esperar ayuda de la comunidad internacional.

            Y cualquier género de ayuda, ya sea bilateral o mediante los organismos multilaterales, pasa por la negociación con el FMI. Parece que en Washington consideraron necesario ese estímulo después que el gobierno dominicano adoptó decisiones que suspendieron el acuerdo aprobado en agosto pasado antes de que llegara al mes.

            También porque en el Congreso y en sectores del empresariado no se ha entendido que hay que incurrir en mayores sacrificios para cubrir el déficit fiscal impuesto por las quiebras bancarias de este año.

            Por cierto que la mayor novedad en el discurso de Noriega fue la forma en que abordó la crisis de los bancos rechazando el “pesimismo y cinismo” de quienes dudan que la justicia procese a los responsables de los “fraudes bancarios centrales en la creación del presente dilema”.

            En el discurso ante el Congreso Nacional dedicó varios párrafos al tema bancario, insistiendo en hablar de fraude, no de supuesto fraude ni de quiebra, con la decisión que ha faltado en amplios sectores sociales y políticos dominicanos: “Es aquí y ahora que los dominicanos deben actuar. Y es ahora que se debe impartir justicia. El sistema de justicia dominicano debe darle seguimiento a los casos de fraude bancario hasta sus últimas consecuencias, con una aplicación rigurosa y transparente de las leyes dominicanas. Estos casos son demasiado importantes…”

            Cuando le preguntamos, en el encuentro con ejecutivos de medios, si Estados Unidos estaba dispuesto a colaborar para la identificación y recuperación de fortunas de los fraudes bancarios que puedan estar en su territorio, Noriega respondió resuelto diciendo que absolutamente, que existe la voluntad de cooperar de forma plena y que esa cooperación ya está en marcha.

            En cuanto a las elecciones, Noriega dijo que su gobierno considera incentivar la observación internacional par lo cual no descarta ayuda técnica y financiera. En todos los escenarios insistió en que esperan que la democracia dominicana salga fortalecida del proceso electoral en marcha.

            Como quien no quiere la cosa, Roger Noriega dijo que el gobierno norteamericano es neutral frente a los partidos en competencia, pero no indiferente a la suerte de la democracia dominicana. Y para no dejar dudas dijo que mantienen muy buenas relaciones con el gobierno del presidente Hipólito Mejía, pero recordando que también las sostuvieron con el expresidente Leonel Fernández.

            En esta materia el objetivo de Noriega fue, probablemente, desautorizar las versiones que circulaban aquí en las semanas pasadas, según las cuales el proyecto reeleccionista de Hipólito Mejía tendría el apoyo del presidente George Bush. Tal versión era difundida en círculos gubernamentales y partidarios. Y llegó a tal nivel que a principio de noviembre el embajador Hans Hertell consideró necesario declarar que Estados Unidos espera lecciones limpias en mayo y que sería el primero en denunciar irregularidades, si las hubiere.

            Después de la visita del alto funcionario norteamericano debe esperarse que todos los sectores, empezando por los que gobiernan, sepan a que atenerse sobre las negociaciones con el FMI, los fraudes bancarios y las elecciones presidenciales.-

¿Los muertos del paro no cuentan?

Por Juan Bolívar Díaz

            Los reporteros periodísticos dieron cuenta de que durante el paro de labores del martes 11 siete jóvenes dominicanos perdieron la vida, víctimas de armas de fuego, casi todos a manos de agentes del orden público.

            Sin embargo, muy poca atención han merecido esas víctimas de la violencia y la intolerancia. Una declaración gubernamental hasta reconoció a la ciudadanía por haber ejercido el derecho a la protesta de forma excepcionalmente pacífica. Pero para nada se refirió a las 7 víctimas mortales. Mucho menos a más de 20 heridos de balas y perdigones.

            Tampoco los convocantes de la paralización de labores han puesto mucho acento en exigir las responsabilidades y sanciones correspondientes por esas víctimas de la violencia, arrancadas muy temprano de la vida, pues casi todos eran jóvenes menores de 25 años.

            Así mismo en la opinión pública pocas voces se levantan para preguntar por qué teníamos que poner fin a esas vidas, para condenar sus asesinatos y para exigir justicia. Se pasa la página del paro como si nada hubiese ocurrido más allá del rechazo obvio y contundente a la política económica del gobierno.

            Habría que concluir en que, como los muertos de las campañas electorales, los de las protestas sociales tampoco cuentan. Pasan de inmediato a formar parte del eterno borrón y cuenta nueva en que se debate la conciencia social dominicana.

            Permítaseme reclamar por las vidas de los jóvenes Alberto Aquino y Daniel Martínez, muertos en esta capital, por David Pérez de Santiago, Ramón Adriano Rodríguez de La Vega, Humberto Rosario de Bonao y Juan Antonio Silfa de Higuey. Estos seis murieron por las armas disparadas por los agentes que pagamos para proteger las vidas, las propiedades y los derechos de todos los ciudadanos y ciudadanas.

            También tengo que levantar un grito de indignación por el asesinato del raso policial Nelson Arias Henríquez, de solo 22 años, estudiante de ingeniería electromecánica, muerto alevosamente por disparos de dos encapuchados, cuando retornaba a su casa del ensanche Capotillo.

            Si damos crédito a una crónica publicada el viernes por El Caribe, habría que agregar una octava víctima, aunque de cosecha retardada. José Veras Gómez, de 20 años, a quien se identifica con discapacidad mental, quien según sus familiares fue detenido por agentes policiales al medio día del jueves en su residencia del barrio Canaán de Villa Mella. Se le acusó de haber participado en las protestas del martes y por ello “apareció muerto” en el hospital Moscoso Puello.

            Todos ellos eran seres únicos e irrepetibles, con derechos garantizados por la Constitución y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con padres, hermanos y hasta hijos, con vocación para la vida y la plenitud como todas las personas.

            Pero estamos tan acostumbrados al asesinato impune, a la muerte injustificada, al disparo alevoso y sin mayor averiguación, que ya no nos sonrojamos por apenas 7 u 8 muertos más. Si ya la Policía Nacional ha sepultado más de 200 en lo que va de este año, a nombre del combate a la delincuencia que justifica ejecuciones sumarias de culpables e inocentes sin sentencia judicial.

            Tal vez no nos asombramos de esos 8 muertos porque el aparatoso despliegue militar que acompañó el paro parecía destinado a una cosecha de sangre mucho mayor. Nuestras gloriosas fuerzas armadas estuvieron en pie de guerra. Como si tuviéramos que justificar el mantenimiento de 40 mil efectivos militares.

            Ante estas ocurrencias cualquiera tiene derecho a preguntarse qué cultura de violencia y muerte es la que hemos cultivado en este país de tanta gente alegre y buena. Por qué no podemos evolucionar a estadios más civilizados de convivencia, aceptando la disensión y la protesta, sin tener que apelar a la intimidación, a la prepotencia y a las balas.

            Lo más doloroso es que ni yo mismo que estoy pegando este grito de reclamo por estas vidas tan inútil como terriblemente cegadas, tengo la más mínima esperanza de que alguien recogerá el clamor y lo traducirá en acción de justicia.

            Sólo queda clamar a Dios para que se apiade de nosotros y nos revista de mayor sensibilidad para que defendamos cada vida humana como la propia. Como única y sagrada.-

Diez años de Participación Ciudadana

Por Juan Bolívar Díaz

            Al conmemorarse este 31 de octubre el décimo aniversario de Participación Ciudadana conviene pasar revista al planteamiento de “Reformas para una sociedad democrática y participativa”, fruto de las reflexiones, encuentros y talleres que precedieron la fundación de este movimiento cívico-no partidista. Allí se puede comprobar cuánto ha avanzado la sociedad dominicana en esta última década, contrario a la percepción de los pesimistas y derrotistas.

            Es cierto que también hay muchas cosas pendientes de realizar y otras a medias, sin que faltare algún logro –como la prohibición de la reelección presidencial- que haya sido revocado. Hay también demasiado lacras, putrefacciones y limitaciones que extirpar para que podamos alcanzar siquiera medianamente el estadio de civilización, institucionalización y democratización que la mayoría soñamos. Incluyendo una dosis considerable de justicia social.

            Pero para esta tareas tenemos todos los años por delante y ojalá la encuentren bien avanzadas las primeras generaciones de este siglo. Sólo con plena conciencia de nuestras limitaciones de tiempo y espacios podremos seguir contribuyendo al mejoramiento social, manteniendo nuestras propias energías para ser capaces de movilizar las de los demás. Pues con discursos pesimistas no se reproducen ni los sueños ni las realizaciones.

            En el aludido documento se plantearon 24 reformas, de las cuales diez se han realizado y una fue revocada, mientras muchas de las otras 14 han sido objeto de profundas discusiones, algunas están en camino de realización, como la revisión de las leyes orgánicas de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional y las reformas para garantizar la autonomía de la Contraloría General de la República y la Cámara de Cuentas a fin de que puedan prevenir y perseguir la corrupción administrativa.

            Veamos a continuación los objetivos programáticos logrados:

            1.-Elecciones presidenciales separadas de las congresuionales y municipales.

2.- Institución de la segunda vuelta electoral para la elección presidencial con más del 50 por ciento de los votos.

3.- Reforma del sistema de elección de los legisladores para afianzar la representación.

4.- Prohibición la reelección presidencial consecutiva.

5.- Crear el Poder Municipal con mecanismos que aseguren la participación popular y su real autonomía.

            6.- Instituir el Consejo Nacional de la Magistratura y la carrera judicial como forma de garantizar la independencia y autonomía funcional del Poder Judicial.

            7.- Garantizar el ejercicio del voto a los dominicanos residentes en el exterior.

            8.- Establecer la posibildiad de la doble nacionalidad.

            9.- Crear mecanismos que aseguren a todos los ciudadanos y ciudadanas el disfrute de una auténtica seguridad social.

            10.- Modificación y actualización de los códigos Penal, Civil, Comercial y de Procedimiento.

            Participación Ciudadana fue el resultado del proceso de reflexión de un grupo de ciudadanos y ciudadanos tras el fraude electoral y la crisis económico-social de 1990. El primer objetivo era lograr elecciones democráticas. Y eso se ha conseguido ampliamente a partir de 1996, tras el trauma de 1994.

            No pretendemos que hemos llegado a la perfección en ningún aspecto. Persisten y persistirán por mucho tiempo tendencias al fraude que parecen debilidades inexorables de la condición humana. Pero decenas de miles de personas de todas las edades han participado en los talleres de Participación Ciudadana para el ejercicio democrático y la participación.

            Hemos cumplido jornadas de lucha esplendorosas que culminaron en éxitos reconocidos. No solamente en la observación electoral y el conteo rápido de las votaciones, sino también en la reforma judicial y la elección de los jueces de la Suprema Corte de Justicia. Y en otras que todavía no fructifican como la lucha por la prevención y sanción de la corrupción, y la asamblea constituyente para las reformas constitucionales.

            Los que fundamos Participación Ciudadana y hemos dado a la sociedad miles de horas de trabajo voluntario, tenemos que sentir satisfacción por estos primeros diez años. Sobre todo al recordar las suspicacias con que muchos nos veían; nos daban meses de existencia y nos vaticianaban burlonamente que nos convertiríamos en partido para pastularnos a cargos electivos.

            Hemos demostrado que se puede trabajar por tiempo indefinido sin esperar recompensas, cargos ni privilegios. Manteniendo en alto los sueños de justicia social y participación democrática. Y eso hay que proclamarlo y celebrarlo con alegría.-

León Jiménes: más que empresarios

Por Juan Bolívar Díaz

 Son más que merecidos y justificados todos los reconocimientos de que han sido objeto los León Jiménes y Asensio en ocasión de la celebración del primer centenario de la empresa que encarnan, una de las mayores, mejor organizadas y pujantes de la nación, ejemplo de competitividad, transparencia y eficacia.

Lo masivo de los actos celebrados a lo largo de este año, y el entusiasmo de los participantes han sido una demostración del sincero aprecio de que goza este grupo empresarial en la comunidad nacional, sin que nunca haya tenido que apelar a la repartición ni el clientelismo, que no es una práctica solo de los políticos, sino también de una parte del empresariado, como ha sido evidente en los últimos tiempos.

Hace más de 25 años tuve contacto directo por primera vez con la empresa E. León Jiménes, y desde entonces la impresión fue gratificante. Algunos periodistas fuimos invitados a recorrer sus instalaciones y cultivos en Santiago y sus alrededores. Nunca he olvidado la sorpresa que tuve al ver una planta industrial rodeada de jardines, con pinturas y ornamentos, en un clima de absoluta limpieza.

 Hasta entonces mi visión de una industria era la de un almacén de maquinarias, con mucho ruido, calor y polución ambiental, Sin ninguna otra inversión que no fuera para la explotación de algún renglón de la producción.

Pero la satisfacción iba en aumento en la medida en que comprobabamos el tipo de relación que aquellos empresarios tenían con sus trabajadores, los industriales y los agrícolas, los incentivos que les proporcionaban, el respeto y las consideraciones, ejemplo de la convivencia entre el capital y el trabajo, dentro de una visión humana.

 En todos estos años de ejercicio periodístico no recuerdo la menor denuncia de conflicto en las empresas León Jiménes. Sus niveles salariales y sus condiciones laborales están en el más alto nivel nacional. Y a ello debe atribuirse también el éxito acumulado en este siglo, especialmente en la última mitad.

Ese consorcio es hoy 3 mil 800 empleados directos y cerca de cien mil indirectos, 600 suplidores, especialmente de tabaco, con una creciente dinámica de producción para el mercado nacional y para el internacional, donde incursionan con mucho éxito en estos últimos años de globalización, libre mercado y competitividad.

Es probablemente la mayor fuente de recaudaciones del Estado. Durante el año pasado aportó el 9 por ciento de los ingresos tributarios, equivalentes a 15 mil 285 millones de pesos, del 2000 al 2001, con una tasa de incremento anual del 19 por ciento.

El compromiso social de los León-Jiménes Asensio se manifiesta particularmente en el apoyo que desde hace décadas vienen ofreciendo al arte,la cultura, los deportes, a la educación y a numerosos proyectos comunitarios y ecológicos. Auspician concursos de arte, incluyendo los más importantes festivales nacionales y competencias deportivas.

El centro cultural erigido en Santiago en ocasión de este primer centenario, con salas de exposiciones, permanente y temporales, y colecciones de arte, es la más contudente demostración de una línea de trabajo firmemente comprometida no sólo con el crecimiento material, sino también espiritual y estético, con la promoción de la cultura y la identidad de dominicanos y dominicanas.

Comparando la humilde casa en que don Eduardo León Jiménes comenzó sus operaciones en 1903, con el regio, funcional y confortable edificio principal en el malecón de Santo Domingo, uno no puede menos que compartir la satisfacción y agradecer a esta familia sus aportes al desarrollo nacional.

Gracias no sólo por lo que significan para la producción y el trabajo, sino también por demostrar que por encima de nuestras rémoras y miserias, de nuestros tropiezos y reincidencias, somos una nación en tránsito hacia un futuro más confortable, que tenemos capacidad para las mayores empresas de desarrollo, que no somos un fracaso ni una maldición.

Con esta familia he cultivado la mejor relación en el mundo empresarial, y la verdad es que no me ha costado trabajo. Son personas de sencillez y amabilidad a borbotones. No tienen que fingir ni hacer relaciones públicas.

Y quiero personificar mi admiración en el León Asensio que he tenido mayor oportunidad de tratar. En don José, a quien hay que agradecerle su enorme capacidad para las relaciones humanas, su profundo sentido de la vida y hasta su capacidad para la carcajada, un don natural que Dios le confirió y que ni la tragedia de la pérdida de su único hijo pudo arrebatarle.

Este ser humano vino a la existencia, como diría León Felipe, con “la nueva música del mundo”… Con “el himno venidero de los hombres… “Con una estrella en el bolsillo…una estrella nueva de paladio, de fósforo y de imán”.-

Una institución de muchos méritos

Por Juan Bolívar Díaz

Esta semana se ha celebrado el cuadragésimo aniversario de la Asociación Dominicana de Rehabilitación, una de las más meritorias instituciones sin fines de lucro, que ha ofrecido extraordinarios servicios a la población dominicana, especialmente a los sectores de menores ingresos, supliendo parte de las carencias de los servicios públicos.

Se puede decir que esta es un modelo de entidad sin fines de lucro, de sostenida exspansión de servicios, de calidad indiscutida y de eficiente gestión, que por demás apenas percibe del Estado una tercera parte de sus ingresos. En la actualidad 2 millones 200 mil pesos mensuales, lo que significa 26.4 millones anuales, de un presupuesto de 80.7 millones de pesos para el 2003.

Los archivos de Rehabilitación registran casi 5 millones de servicios ofrecidos a través de sus tres programas básicos: medicina de rehabilitación, educación especial y rehabilitación profesional.

Si importante ha sido su labor en la rehabilitación de limitaciones físicas impuestas por enfermedades epidémicas, como la polio, y los accidentes, y en el ámbito de la educación de menores y adolescentes con grado moderado de retardo mental, en una escuela que hoy tiene 500 estudiantes, no lo ha sido menos en la rehabilitación profesional de adultos con limitaciones, que ha beneficiado a más de 4 mil 300.

Los servicios ya no se limitan al Distrito Nacional y se han extendido a otras 17 ciudades, distribuidas por toda el país para facilitar la asistencia precisamente a quienes tienen mayores dificultades de movilización.

Todos los que hemos recibido asistencia del Centro de Rehabilitación, sabemos del desvelo, de la calidad profesional y del alto nivel de eficiencia de los servicios de este centro, donde se cobra en proporción al ingreso, sin discriminación de ningún género.

Es justo consignar que fruto de este esfuerzo colectivo se ha formado toda una legión de profesionales y técnicos en los ámbitos de la rehabilitación y profesionalización de las personas con limitaciones. Muchos pasaron a servir en otras entidades del área de la salud o crearon sus propios servicios, con lo cual se ampliaron las opciones.

 La Asociación es un testimonio de la sensibilidad social de un grupo de personas, mujeres en su mayoría, madres por demás, que hubieron de enfrentar los efectos devastadores de la poliomielitis al principio de los años sesenta y no se conformaron con resolver el problema de su familia.

El caso emblemático es el de una mujer extraordinaria, doña Mary Pérez de Marranzini, quien enfrentó con valor el efecto de la polio en su hijo Celso. No había en el país ni la tecnología ni las especialidades médicas necesarias para poner un valladar a la epidemia. La familia pudo hacerlo en Estados Unidos y Celso superó gran parte de la secuela y hoy es un ser humano realizado, un empresario exitoso y un líder social.

Pero como esa posibilidad no existía para la gran mayoría de la población, doña Mary y un grupo de amigas y amigos decidieron trabajar para ofrecerla a todos. En cuatro décadas no han desmayado en el esfuerzo y los resultados están a la vista.

Como hay tantas entidades no gubernamentales fantasmas, convertidas en negocios particulares, el trabajo de la Asociación Dominicana de Rehabilitación merece ser resaltado y tomado como ejemplo de iniciativa privada incentivada por el Estado.

Hay muchas otras entidades con méritos similares, con experiencia y tecnología acumuladas, especialmente en las áreas claves de la salud y la educación, a las que el Estado debe incentivar. La mejor manera de hacerlo debería ser con subsidios escalonados, que asciendan en proporción a los servicios que ofrezcan a la población más necesitada.

En esas instituciones el dinero no se pierde ni se pagan comisiones ni hay botellas al servicio de la politiquería. Cada peso que invierte el Estado está más que justificado, así como hay otras donde el subsidio se constituye en una regalo inmoral.

Quiero rendir homenaje a todas y todos los que han puesto esfuerzo para crear ese monumento a la solidaridad humana que es la Asociación Dominicana de Rehabilitación. Y lo hago a través no solo de doña Mary sino de esa otra extraordinaria e infatigable mujer que es Vicenta de Peignand, la encargada de las relaciones con los medios de comunicación durante muchos años.

En el temperamento y la amabilidad de estas damas, en esas sonrisas siempre retribuidoras, encontramos siempre sosiego y aliento no solo para apoyar la rehabilitación de los limitados, sino también promovernos moralmente, para mantener la convicción de que en este país hay suficientes energías espirituales para revalidar cada día la existencia. Gracias damas de la vida.-

Ninguna maldición de ser dominicano

Por Juan Bolívar Díaz

            Por la fuerza y difusión que tienen los artículos de la estimada colega Sara Pérez no se debe pasar por alto el del domingo 28 de septiembre en la página 18 de El Nacional titulado “La dominicanidad como una maldición”. No sólo se leen directamente en ese diario, sino que se difunden en varias redes del internet, generalmente para deleite de todos.

            Espero que nadie me malinterprete. No hay en esta disensión el más mínimo asomo de cuestiones personales, a no ser el respeto y cariño que tengo por Sara, con quien a lo largo de cerca de dos décadas he coincido tanto en el diagnóstico de la sociedad dominicana y en el esfuerzo por mejorarla.

            Resulta imposible pasar por alto el criterio de que ser dominicano es un asunto deprimente, que es una desgracia, una maldición, una fatalidad y hasta una condena. Esto último obviamente un error fácil de contactar, puesto que podemos emigrar lejos (aunque no todos, desde luego), optar por otra nacionalidad y olvidarnos de este terruño, cosa que no logran los cientos de miles que han tenido que marcharse en las últimas décadas.

            Y digo que han tenido que marcharse forzados por algunas de las desgracias enunciadas en el artículo de Sara. Porque esta sociedad les ha negado hasta las más mínimas oportunidades de desarrollo y crecimiento. Pese a lo cual no solo no renuncian a la nacionalidad ni se olvidan de los suyos, sino que envían más de 2 mil millones de dólares por año, lo que ha contribuido a que no nos hayan enterrado más aún en los huecos financieros.

            Cuando son grandes triunfadores, como Samuel Sosa, Juan Luis Guerra o Michael Camilo, enarbolan la dominicanidad con orgullo. Y los hay como Félix Sánchez, de padres dominicanos pero nacido y desarrollado en Estados Unidos, que a la hora de los honores no encuentran pedestal suficientemente alto para enarbolar la bandera nacional.

            Sara Pérez misma es la negación de lo que dice su artículo. Si fuera cierto que ser dominicano es esa maldición, desgracia, condena y fatalidad, ella no estuviera tan pendiente de nuestro discurrir, allá en la tranquilidad familiar de la hermosa como pacífica comunidad de Reading, en Pensilvania, aunque no muy lejos del mundanal ruido newyorkino.

            Hay que interpretar ese artículo como expresión de uno de esos momentos depresivos que todos tenemos en la vida. Y la verdad es que hay demasiado elementos para la depresión en este país que por momentos parece dar saltos mortales hacia el pasado, para subsumirse en ruinas, en vez de señirse la triunfal corona como clamó Salomé Ureña.

            Sobra en los ambientes nacionales, especialmente en los sectores contestatarios, un sentimiento de pesimismo y frustración que nos lleva a verlo todo perdido, a renegar del futuro y a regodearnos en la proclamación de la fatalidad.

            Yo tampoco he escapado a los momentos de frustración, tras tantos años soñando con una nación mejor organizada, abogando por justicia en el término más amplio de la palabra, y trabajando por forjar una conciencia más democrática y participativa. Pero combato firmemente el que proclamemos el fin de la nación y la sociedad.

            Por ejemplo, hay por ahí quienes viven proclamando que ya el continuismo volvió a imponerse por encima de todos y de todo, a cualquier precio, consumiendo todas nuestras instituciones en el altar de las ambiciones.

            Y yo creo firmemente que no será así, que esta nación padece de grandes carencias pero ha acumulado energías suficientes para poner un valladar a la fatal reproducción del pasado. Que los que sueñan con eso esta vez no pasarán.

            Pero aunque se tengan dudas y temores, lo fatal es declarse vencido antes de librar la guerra. A la batalla hay que ir con el espíritu del checoeslovaco Julius Fucik. “He vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate, por la alegría muero, que la tristeza nunca sea asociada a mi nombre”.

            Por demás, hay que volver a ponderar que los males que sufrimos, y que enuncia tan certeramente Sara Pérez, no son monopolio de la sociedad dominicana, que infectan a casi todos los países latinoamericanos. Sin olvidarnos de lo que es Africa y gran parte de Asia.

            Frente a los parámetros sociales e institucionales de Europa y Estados Unidos tenemos que reconocernos chiquitos. Son lugares aptos para una legítima huida, pero tampoco modelos de justicia, al menos frente a las naciones del tercer mundo a las que han colonizado, exprimido y oprimido, y en las que sembraron la corrupción, el abuso y la violencia.

            Tampoco es cosa de que proclamemos que es una maldición de ser latinoamericano o humano, aún con tanta opresión y miseria que predomina aún en los pueblos de este continente y en toda la humanidad.

            Lo que nos corresponde es proseguir luchando por crear un mejor ámbito nacional para todos. Pero con la conciencia de que ninguna nación ni pueblo lo ha logrado de la noche a la mañana, que no hay una línea recta que lleve al desarrollo y la justicia, que somos de flujos y reflujos, de éxitos y fracasos, de amor y odio, y de luces y sombras.-

Para quién es la advertencia

Por Juan Bolívar Díaz

            A propósito del terremoto que afectó el país en la madrugada del lunes 22, el Arzobispo de Santiago formuló un llamado de alerta, fundado en que el fenómeno había ocasionado relativamente pocos daños, especialmente en su jurisdicción eclesiástica. Monseñor Juan Antonio Flores cree que el sismo contiene una advertencia de Dios a los creyentes que viven en pecado para que se arrepientan, para que pongan su conciencia en orden y enderecen su cabeza.

            Según la crónica publicada por el Listín Diario el miércoles 24, la preocupación del prelado cibaeño es básicamente de orden moral-religioso. Se referiría a los vicios, el egoísmo, la ceguera espiritual, la ambición, la avaricia y hasta el desorden sexual.

            En cualquiera de esas dimensiones puede ser que Monseñor Flores tenga razón. Hay muchos creyentes que viven en abierto divorcio con los valores de su fé religiosa. Son cristianos de tradición o de encuestas. Los hay también que se dan muchos golpes de pecho e imploran al Señor, sin recordar que lo fundamental son las obras, que el primer mandato carece de sentido si no se atiende el segundo que exige amar al prójimo como a uno mismo.

            Pero más allá de lo individual-espiritual, el sismo que causó severos daños en el Cibao contiene una gran advertencia a la sociedad dominicana, particularmente a los responsables de la supervisión de las construcciones públicas y privadas.

            El colpaso sufrido por planteles escolares como el Gregorio Urbano Gilbert, indica que si el terremoto hubiese ocurrido en horario de docencia, estaríamos contando las víctimas por centenares.

            Llama la atención que la mayor parte de los edificios dañados sean precisamente escuelas, (140 aulas en total) donde se concentran los niños y adolescentes por varias horas al día, u hospitales, lugar de residencia de los enfermos.

            Autoridades como el director de la Defensa Civil, Radhamés Lora Salcedo, el senador Tommy Durán, el presidente del Colegio de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores, Amancio Pedro López, o dirigentes de la Sociedad de Ingeniería Sísmica, como los ingenieros Rafael Corominas, Romeo Llinás y Juan Alberto Chalas, han reconocido que las edificaciones colapsadas no guardaban las condiciones requeridas.

            El más contundente fue el presidente del CODIA, quien dijo que muchos de esos edificios eran obras ilegales, construídas al margen de las normas establecidas.

            En realidad un sismo de 6.5 en la escala de Richter es un terremoto, pero hace décadas que la ingeniería está preparada para construir edificaciones que lo resistan, aún de mayor duración que el de esta semana. Y el país tiene desde 1980 un código antisísmico, que de haber sido observado en esas construcciones, el resultado no fuera tan deplorable.

            El problema es quién vigila el cumplimiento de ese código, cuando sus requerimientos no son observables a simple vista, en un país donde no se acatan requisitos tan visibles como las escaleras de emergencia. La mayoría de las torres recién construídas carecen de ese elemental requerimiento. Y ninguna autoridad parece darse por enterada.

            Más aún: todavía se realizan construcciones multimillonarias sin siquiera someter a los planos a aprobación, como quedó de manifiesto recientemente cuando los compradores de una torre de lujo tuvieron que iniciar acciones legales para proteger su inversión. Aunque la obra está concluído en más de un 90 por ciento, lo primero que descubrieron fue que los planos no estaban autorizados, pese a lo cual un banco había financiado la obra con decenas de millones de pesos.

            Parece que los constructores multi millonarios pueden burlar todas las normas, incluso apropiarse de las aceras y de las calles por meses y años, y luego dejarlas destruídas, sin que nadie les cobre siquiera por lo dañado, o por usar la propiedad pública.

            Si eso ocurre a la vista de todos hay razón para preguntarse qué estarán haciendo con las normas antisísmicas, con los requisitos de simientos y estructuras verticales y horizontales, que sólo la inspección especializada puede verificar.

            Monseñor Flores debió incluir en su a esos desaprensivos, al igual que a los contratistas de obras públicas que usan materiales baratos para aumentar sus beneficios, y a los responsables de inspeccionarlas. Aunque a lo mejor el prelado de Santiago pensaba en ellos cuando habló de egoísmo, ambición y avaricia.

            No hay dudas de que los dominicanos y las dominicanas vivimos demasiado dependientes de la mano de Dios. Porque nuestras autoridades no inspeccionan ni controlan nada. Se inclinan reverentes ante el poder del dinero. Y en la construcción, tanto pública como privada, se mueve mucho pero mucho dinero.

            Después de la advertencia de este sismo, cualquiera no quisiera encontrarse con otro de magnitud similar al de 1946, que sobrepasó los 8 grados en la escala Ritcher. Porque ese día lloraremos una catástrofe. Ojalá podamos asimilar la lección del 22 de septiembre.-

 

Interrogantes sobre la estabilidad dominicana

Por Juan Bolívar Díaz

            En este año en que los dominicanos y dominicanas deberían estar celebrando, por primera vez en su historia, 25 años continuos de ejercicio democrático, afloran serias incertidumbres de cara a las próximas elecciones presidenciales programadas para mayo del 2004 en medio de crecientes dificultades económicas y sociales.

            Una profunda crisis financiera que ha congelado una década de firme crecimiento económico, generando una gran desestabilidad, y la reaparición del empeño continuista de funestas consecuencias en la historia nacional y latinoamericana, configuran un panorama preocupante sobre el curso inmediato de la nación.

            La crisis está acompañada de un profundo desencanto en el sistema de partidos que se han igualado en la corrupción, el clientelismo y el rentismo y especialmente en la desinstitucionalización del mayor de ellos, el gobernante Revolucionario Dominicano (PRD), a su vez la más antigua y arraigada organización política nacional.

Desestabilidad macroeconómica

            Después de un borrascoso período 1986-90 en que el peso dominicano se devaluó en casi 400 por ciento y el continuismo balaguerista tambaleó la democracia dominicana, se inició en la República Dominicana un período de reformas económicas, sociales políticas

alentadas por la cooperación internacional.

            Devino así un período de crecimiento económico sostenido hasta el 2002, con tasas de hasta 8 por ciento anual, alentado por el incremento del turismo y las exportaciones de zonas francas, en medio de un florecimiento de la economía internacional, especialmente de los Estados Unidos y las naciones europeas.

            Sin embargo, a partir del 1999 con un despropoprcionado incremento del precio del petróleo que lo ha llevado desde entonces hasta sobre 30 dólares el barril, recesión en Asia y Europa y desaceleración económica en Estados Unidos, la economía dominicana comenzó a desestabilizarse.

            La situación se complicó notablemente a partir de la ofensiva terrorista del 2001 que repercutió sobre el turismo y las zonas francas. En el caso dominicano el turismo decreció por primera vez en dos décadas. El Fondo Monetario Internacional estimó que la República Dominicana perdió 2 mil 300 millones de dólares a consecuencia del shock económico externo en el período 2000-02.

            La reducción del crecimiento, exceso de gasto público, endeudamiento y déficits quedaron de manifiesto al final del gobierno del presidente Leonel Fernández, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que el gobierno perredeísta de Hipólito Mejía pudo controlar en su primer año, pero que desbordó a partir del 2002, al gastar desproporcionadamente con claro interés electoral, por los comicios congresionales de mayo del 2002, cuando ganó en 29 de las 32 provincias.

            El gobierno apeló excesivamente al endeudamiento externo e interno, mientras seguía rindiendo culto al clientelismo con incremento del empleo y el gasto público, poniendo presión sobre la tasa cambiaria, que de 15.50 pesos por dólar en el 2000, había pasado a 17.50 para septiembre del 2002, empezando entonces una escalada que la llevó sobre los 32 pesos por dólar prevalecientes un año después, con incremento de casi 100 por ciento.

            Esa tasa de devaluación ha desatado un proceso inflacionario cercano al 40 por ciento en el mismo período, degradando abruptamente el nivel de ingreso y de vida de las mayorías, especialmente de los asalariados y las clases medias, y repercutiendo en agudización de la pobreza que afecta a la mitad de la población.

Descomunal quiebra bancaria

            El shock económico internacional y el excesivo gasto gubernamental fueron sin duda generadores de inestabilidad y pudieron ser responsables de que el peso llegara al 20 por uno al final del 2002. Ya influía sobre la situación la desestabilización del Banco Intercontinental (BANINTER) al que el Banco Central tuvo que entregar 8 mil millones de pesos entre septiembre y marzo del 2003, en vano intento por evitar su derrumbe.

            La quiebra de esa institución financiera, a finales de marzo, con un déficit de 56 mil millones de pesos, fue la hecatombe para la economía dominicana. Mucho peor, cuando el gobierno temiendo que la mismo pudiera arrastrar al resto del sistema financiero, tomó la cuestionada decisión de garantizar la totalidad de los depósitos de los ahorrantes, incluyendo los efectuados en apartados extraterritoriales (bancos offshore).

            De esa forma, la deuda privada de los ejecutivos del BANINTER, con miles de ahorrantes, pasó a ser una deuda pública a pagar por los y las contribuyentes dominicanos, llevando al Banco Central a una emisión monetaria superior a los 20 mil millones de pesos y de certificados de depósitos por una sunma similar. Al tiempo que se desataba una incertidumbre que generó una huida de capitales, responsable de que el peso se desvalorizara hasta el 37 por uno, como ocurrió en junio y julio.

            Para entender la magnitud de la deuda de BANINTER asumida, hay que advertir que equivale a dos terceras partes del presupuesto de gastos del gobierno dominicano para el año en curso. La crisis arrastraría a mediados del año otras dos entidades financieras; el Banco Nacional de Crédito, al que el Estado le asumiría deudas por 15 mil millones de pesos, y al Banco Mercantil, por 6 mil millones.

            Las deudas bancarias asumidas por el Estado totalizan por lo menos 77 mil millones de pesos, equivalentes a más del 90 por ciento del presupuesto nacional del 2003 y superiores a las recaudaciones fiscales del período.

            Irónicamente este descalabro ha ocurrido cuando el turismo empezó una vigorosa recuperación, justo desde septiembre del 2002, superior al 20 por ciento. También han crecido las exportaciones de zona franca y hasta las tradicionales, lo que junto al mantenimiento de las remesas de los residentes en el exterior, configuran un cuadro que es definido como de “sanos indicadores externos”.

           Consecuencia del descalabro, el gobierno no ha tenido más alternativa que acudir a un acuerdo con el Fondo Monterario Internacional para contener el deterioro, pero imponiéndose un programa de reducción del gasto, llamado a incrementar la pobreza y las precariedades. Se estima que la nación precisará de esfuerzos sostenidos por varios años para superar completamente el daño a su estabilidad macroeconómica.

Desgaste acelerado del gobierno

            En medio de tal panorama el gobierno no ha podido contener un desgaste acelerado que ha disminuido las posibilidades electorales del PRD. Cuatro encuestas de las reconocidas firmas Hamilton, Penn & Schoen y Gallup han reducido a la tercera parte la aceptación del gobierno y relegado al partido oficial a un segundo y hasta a un tercer lugar (en la última de Gallup Dominicana para la revista Rumbo) en las preferencias del electorado.

            Ese desgaste del mayor partido dominicano, que ganó los comicios presidenciales del 2000 en primera vuelta con el 49.85 por ciento del sufragio, no ha estado motivado tan sólo en la crisis económica, sino también en la corrupción y los desaciertos políticos, particularmente en las incoherencias y luchas internas que lo sacuden.

            Las encuestas muestran que tres cuartas partes de la población estima que hay mucha corrupción en el gobierno y poca voluntad de combatirla, mucho más degradante por cuanto el propósito de reducirla fue parte del discurso fundamental del PRD frente a los gobiernos de Balaguer y de Leonel Fernández.

            Si algo ha consternado a los sectores pensantes de la nación ha sido el nivel de corrupción implícito en la quiebra del Baninter, que ejemplifica la interrelación del sector privado con el público en la descomposición y desinstitucionalización. Las autoridades han evadido hacer transparente por completo el destino del dinero de los ahorrantes. Pero ha habido suficiente información de que una gran parte fue a parar a las cuentas y empresas de los propios banqueros, algunas de las cuales han sido intervenidas.

              Pero también ha habido suficiente información de que con con parte de ese dinero se sobornó y compró la complicidad, el silencio o la indiferencia de gobernantes, funcionarios, legisladores, y líderes de todos los sectores, incluyendo a religiosos, sindicales, de la comunicación social y del empresariado.

En el curso del proceso se ha deteriorado aceleradamente la imagen del presidente Hipólito Mejía, cada vez más empeñado en un discurso de corte autoritario y agresivo, descalificador de todos los disidentes, incluso de su propio partido, y excluyente al grado máximo, que lo ha llevado a peleas con el liderazgo empresarial, religioso, civil y de los medios de comunicación.

            Al igual que ocurrió durante sus dos gobiernos del período 1978-86, los perredeístas se han fraccionado y mantenido feroces luchas grupales por el control del partido, dedicando gran parte de sus energías y recursos, propios y del Estado, a destruirse o reducirse políticamente, lo que se revierte en incoherencia e ineficiencia gubernamental.

Absurdo intento continuista

            Pese a unas perspectivas tan desalentadoras el presidente Mejía decidió lanzarse a la búsqueda de un nuevo período de gobierno en los comicios programados para mayo del 2004, lo que de inmediato ha sacudido al PRD que desde su fundación en La Habana en 1939 durante el exilio antitrujillista había tenido la no reelección como parte de sus principios básicos.

            Las encuestas y las percepciones de los analistas políticos indican que Mejía tiene escasas posibilidades de lograr la reelección dentro de 8 meses. Incluso la última investigación de Gallup indicó que la mayoría de los mismos perredeístas consideran que el mandatario debe revocar su proyecto continuista.

            En vez de ello, Hipólito Mejía sostiene un acalorado enfrentamiento con otros 7 precandidatos de su partido, unidos en un bloque de rechazo a la reelección presidencial. La confrontación cumple casi seis meses sin que el PRD logre reunir sus organismos para iniciar el proceso para la elección del candidato.

            La aspiración de Mejía ha tenido mayor rechazo, dentro y fuera de su partido, por el hecho de que durante más de dos años dijo unas 46 veces que de ninguna forma buscaría la reelección, aunque sus partidarios agrupados en el Proyecto Presidencial Hipólito (PPH) removieron los simientos democráticos para imponer una reforma constitucional limitada al restablecimiento de la reelección presidencial que había sido prohibida tras el último gfraude electoral de Balaguer en 1994 que impidió a José Francisco Peña Gómez llegar al poder.

            Con absoluta hegemonía del poder, el PPH ha sustituído al PRD, imponiendo sus decisiones en múltiples ámbitos, sin que los organismos partidarios pudieran reunirse para deliberar o trazar cursos de acción política, lo que ha sumido esa organización en lo que podría ser su peor crisis. Muchos creen difícil que pueda mantenerse unida a menos que el presidente Mejía retire su aspiración.

            El Partido Reformista Social Cristiano también atravieza por una profunda división después de la votación primaria que el 30 de junio escogió al ingeniero Eduardo Estrella como candidato, por estrecho margen de 52 contra 48 por ciento de su contrincante el exvicepresidente Jacinto Peynado, quien denunció fraude.

            Al igual que el PRD sin Peña Gómez, el reformismo sin Balaguer carece de una fuerza centrífuga que lo mantenga unido y coherente lo que causa preocupación sobre el futuro de la democracia dominicana, aunque el PLD ha logrado elegir su candidato presidencial, Leonel Fernández, sin la menor dificultad y se configura como el partido a vencer.

            La crisis económica, la corrupción y un salvaje realismo político que degrada los programas y las palabras de los líderes políticos, empiezan a minar las ilusiones de los dominicanos y dominicanas, según estimados de los analistas socio-políticos.

             Se teme que en el intento de lograr su continuidad en el poder, el grupo del presidente Mejía pudiera apelar a los mecanismos extrademocráticos que han caracterizado el reeleccionismo desde Ulises Hereaux y Horacio Vásquez, hasta Rafael Leonidas Trujillo y Joaquín Balaguer. Por de pronto ya dos altos jefes militares han vuelto a formular pronunciamientos partidarios, al estilo de los balagueristas de los años sesenta y setenta.

              La última reelección en 1994 sumió al país en una profunda crisis política que lo mantuvo en ascuas durante tres meses, hasta que se pactó un acortamiento del período y reformas constitucionales que incluyeron la prohibición de la reelección.

              Tras ello se celebraron dos elecciones presidenciales libres, en 1996 y el 2000, e igual número de comicios congresionales y municipales, en 1998 y 2002, sin mayores cuestionamientos.

             Ahora, en los finales del 2002, el fantasma del continuismo de que se impregnan los hombres que ascienden al poder en esta isla, amenaza de nuevo la democracia dominicana, ahora inducido por el mismo partido que hace 25 años inició un salto importante hacia la institucionalidad democrática.-

Lo fundamental es la oportunidad

Por Juan Bolívar Díaz

            Muchas críticas se han levantado por el bajo número de ciudadanos y ciudadanas que han gestionado el registro electoral para poder ejercer el voto en el exterior durante las próximas elecciones presidenciales, por lo cual algunos llegan a la precipitada conclusión de que no vale la pena y que es una inversión injustificada.

            Debe decirse que la Junta Central Electoral ha hecho ingentes esfuerzos durante los últimos tres años para hacer posible ese aspecto de la reforma electoral de 1997. Incluso por momentos pareciera que le han dedicado más energías de lo necesario, sin lograr una respuesta masiva de la población.

            Lo primero que concurre es la poca voluntad de los partidos mayoritarios, en contraposición con la frecuencia con que apelan a las comunidades del exterior en busca de financiamiento para precampañas y campañas electorales.

            En segundo lugar es la desconfianza que ha rodeado todo el proceso, fundada en la vocación nacional por la trampería y la manipulación. Hasta el punto que algunos han pretendido el absurdo de que las gestiones del empadronamiento se hagan al margen de las oficinas consulares, como es lo normal en todos los países que consagran el voto en el exterior.

            Como si la participación plural de los representantes de los partidos no pudiera velar por la limpieza y transparencia de un padrón que es público, colocado en el internet, y de una cédula revestida de múltiples garantías contra la falsificación, como se ha demostrado en las últimas dos elecciones.

            Se ha informado que apenas 12 mil ciudadanos están aptos para votar en el exterior. Y apenas unos cuantos miles más están en proceso. Como el padrón se cierra el 16 de diciembre, 5 meses antes de la votación, es probable que esta primera vez apenas 20 o 25 mil electores queden registrados en las concentraciones de la emigración dominicana.

            Cuando los empadronados iban por 8 mil 524, en Nueva York se hallaban 5,166. Le seguía Madrid con 1,388 y Barcelona 777. Luego San Juan con 492 y Miami 345. Venezuela y Canadá registraban 128 y 121 respectivamente.

            No es que los emigrantes dominicanos no estén interesados, aunque debe advertirse que una mayoría no tiene eso como su principal preocupación. Lo que es normal en otros países. En general, por las estadísticas que se conocen, el voto en el exterior casi nunca pasa del 1 por ciento del total. Aquí por primera vez tal vez no llegue ni a la mitad de esa proporción teniendo en cuenta que el padrón pasará de los 5 millones de electores.

            La poca respuesta se explica por el hecho de que no se ha podido emitir cédulas en el exterior. Sólo se ha habilitado a quienes ya la tenían y solicitaron cambio de mesa o colegio. O aquellos que tenían la constancia de haberla solicitado en el país, a quienes se les está enviando.

            Recuérdese que la nueva cédula se emitió para los anteriores comicios presidenciales, los del 2000, y la brega que dio obtenerla aún a los que vivimos en el país, razón por la cual una ínfima minoría de los residentes en el exterior pudo obtenerla en algún viaje vacacional. En otras palabras, no es que no quieran, es que están excluídos por la burocracia y la desconfianza.

            Pero como no hay mal que por bien no venga, a lo mejor sea positivo que esta primera vez sea limitado el número del voto en el exterior, para que opere como plan piloto y nadie pueda alegar que el voto en el exterior cambió el curso de la opinión pública nacional o se prestó para graves irregularidades.

            Es injusto que saquemos la cuenta de cuánto costará cada voto en el exterior. Siempre la primera vez hay que pagar un costo adicional. Según el Plan de Trabajo de la JCE se invertirían 31.5 millones de pesos en publicidad. Probablemente otros tantos en gastos diversos.

            Treinta y tres millones de pesos parece mucho dinero para las precariedades nacionales. Pero vista la contribución de la comunidad dominicana en el exterior, es una suma irrisoria, insignificante. Un millón de dólares de los 2 mil 100 que los residentes en el exterior enviaron al país tan sólo en el año 2002. Sin esas remesas cada año el país estuviera sumido en la total miseria y el atraso.

            ¿Y qué les damos en compensación a esos ciudadanos? Nada, los expoliamos en los consulados, cobrándoles las tarifas más altas del mundo y los discriminamos y apocamos cuando vienen al país.

            No sacaliñemos el que le devolvamos un millón de dólares a la comunidad dominicana del exterior. Lo fundamental es la oportunidad, no la cantidad. Y para los comicios del 2008 lo que deberíamos es darle la opción de sacar la cédula en los consulados. Con todos los controles que se quieran. Pero no negársela. Para que tengan derecho a reafirmarse una vez más como dominicanos y dominicanas.-