Los desafíos del 2008

Por Juan Bolívar Díaz

El primer desafío de la sociedad dominicana para el año que comienza es lograr una nueva elección presidencial sin mayores traumas, evitando que el proyecto reeleccionista vuelva a avasallar el proceso de institucionalización democrática y disloque la estabilidad macroeconómica.

El país enfrentará un escenario internacional más adverso como consecuencia de los elevados precios del petróleo y el decrecimiento de la economía norteamericana, de la que tradicionalmente ha dependido en buena proporción la estabilidad económica dominicana.

Como aliento de mediano plazo la nación debería generar nuevas energías que insuflen optimismo y esperanza en que pueden ser superadas las exclusiones sociales y las carencias institucionales para lo cual se requiere una mayor voluntad de los actores políticos y una renovación de la sociedad civil.

El desafío electoral

Si el año que concluye estuvo excesivamente marcado por la lucha política, el 2008 se proyecta con amenazas a la institucionalidad democrática por el desenfreno de las actividades partidistas que tradicionalmente han caracterizado los procesos electorales dominicanos, sobre todo cuando se juega una reelección presidencial.

Las extremas descalificaciones en que han caído los partidos políticos apuntan a una campaña electoral dominada por las pasiones, con escaso contenido ideológico y programático y una competencia basada fundamentalmente en el clientelismo y la manipulación de la conciencia de los electores.

Con una Junta Central Electoral (JCE) afectada por fuertes divergencias internas y una sociedad civil menos dispuesta a jugar su papel moderador, la elección presidencial podría ser manchada por sombras que arrojen retroceso en el proceso de democratización iniciado a partir del trauma electoral de 1994.

Aunque se ha avanzado con más anticipación que nunca en la organización de las votaciones, el tribunal electoral sostiene que el presupuesto que se les asigna para el próximo año es insuficiente para culminar exitosamente el proceso, quedando a expensas de la voluntad de un presidente que es también candidato a la reelección. Puede que la JCE se haya excedido en los fondos solicitados, pero no tanto para que pueda operar con la tercera parte que se le asigna en el presupuesto para el 2008.

Ya este año los jueces electorales tuvieron que implorar al presidente Leonel Fernández mayores recursos y después de varios meses esperando ser recibidos por el mandatario, se les prometió un financiamiento adicional de 200 millones de pesos, de los que sólo recibieron la mitad.

Otra vez la reelección

El proyecto reeleccionista podría volver a constituirse en un elemento perturbador del proceso democrático, como ha resultado históricamente en el país por la recurrencia al uso y abuso de los recursos del Estado. Las preocupaciones han aumentado desde que el presidente Leonel Fernández se declaró un discípulo de Joaquín Balaguer, uno de los más exitosos manipuladores electorales, y entre los actuales aliados del proyecto continuista se encuentran algunos que acumularon basta experiencia en esa materia.

Esas manipulaciones incluían mantener en aprietos presupuestales a la JCE para subordinarla obligándola a negociar recursos directamente con el presidente candidato. Para las elecciones de 1990 se llegó al extremo de que pocos días antes de los comicios el doctor Froilán Tavárez, quien presidía el tribunal electoral, declaró públicamente su disposición a hipotecar una propiedad personal para financiar la culminación del proceso.

Una diferencia importante es que el sistema electoral ha sido revestido de mayores garantías, haciendo virtualmente imposible maniobras como la manipulación del padrón de votantes que vició los comicios de 1994, además de que hay una ciudadanía y una opinión pública más exigente de transparencia.

Sin embargo, todavía no se ha logrado evitar que los candidatos a la reelección desborden el gasto público y abusen de los recursos del Estado en aras de su interés continuista, lo que ya ha quedado evidente incluso desde la campaña interna del actual partido gobernante, como denunció reiterativamente Danilo Medina al disputar al doctor Fernández la candidatura presidencial.

Hace meses que hay abundante publicidad política pagada por organismos del Estado, lo que este año elevó el gasto en ese renglón a unos 187 millones de pesos mensuales. El propio presidente Fernández recorre en estos días el país repartiendo 950 millones de pesos en canastas navideñas marcadas con su consigna política de que “e pa lante que vamos”. Y la mayoría de los altos funcionarios realizan campaña en vehículos y con personal y combustible del Estado.

A la luz de lo que han indicado las encuestas más acreditadas, el presidente y su partido no tendrían que apelar a esas prácticas para asegurarse la continuidad. Pero lo mismo ocurría en la campaña interna pese a lo cual se utilizó el poder del Estado para aplastar al contrincante. Si la competencia se cierra en las proximidades de los comicios de mayo se teme que el proceso pueda ser manchado gravemente por el abuso de los recursos estatales.

La sociedad civil

Entre los factores que aumentan las preocupaciones se señala el proceso de desmovilización que se advierte en importantes organizaciones sociales que en la década que siguió a la última crisis generada por el reeleccionismo se activaron para jugar un papel relevante en el proceso de institucionalización democrática y particularmente en lo electoral. Se registra una mezcla de decepción y cansancio de la política, con expresiones de pesimismo que llegan al grado de plantear que “no vale la pena el esfuerzo”.

La vigilancia y participación de la sociedad civil fue de los factores que impidieron que el intento reeleccionista de Hipólito Mejía afectara el proceso democrático. Ahora hay diferencias fundamentales. Aquel proyecto continuista fue nati-muerto por la crisis financiera que hundió la economía nacional, y que contribuyó relevantemente a que el presidente Fernández ganara con un 57 por ciento del sufragio. En el 2004 la barrida estuvo advertida por las encuestas y la opinión pública desde el comienzo de la campaña electoral. Esta vez la continuidad tiene claras perspectivas, el gobierno dispone de mucho más recursos y es más difícil de confrontar.

Todavía hay tiempo para que la sociedad civil y la opinión pública reclamen transparencia y contribuyan con su vigilancia y participación a evitar los disturbios que tradicionalmente ha generado el reeleccionismo para lo cual tienen que sacudirse del pesimismo y retomar los esfuerzos por el fortalecimiento de la institucionalidad democrática.

La renovación de energías es más urgente para que la confrontación electoral no ignore la situación en que han quedado amplios segmentos de pobladores y productores afectados por las recientes inundaciones y para que se reclame centrar el debate en las iniciativas para superar las graves exclusiones sociales cada vez más evidentes.

El gran desafío del 2008 para la nación dominicana es realizar un torneo electoral democrático, fundamental para iniciar una nueva etapa de superación de la pobreza y las carencias institucionales, comenzando por el acatamiento del imperio de la ley.-

Estabilidad en juego

En sectores políticos y económicos ya existe preocupación de que el esfuerzo continuista ponga en juego la estabilidad macroeconómica, que es precisamente el mayor logro que se le reconoce al gobierno del presidente Fernández.

El desbordamiento del gasto en la campaña electoral acompañó el fracasado intento reeleccionista del presidente Hipólito Mejía, hasta el punto de haber roto el acuerdo que sostenía con el Fondo Monetario Internacional. De ahí que se hayan visto con aprensión anuncios de altos funcionarios actuales en el sentido de que no es necesario mantener el acuerdo vigente con el mismo organismo.

El gasto desmesurado en las campañas reeleccionistas de Balaguer dejó mal parada la economía nacional en varias ocasiones, especialmente en 1990 cuando tras las elecciones se produjo la mayor crisis económica de la historia nacional, con inflación que alcanzó al 100 por ciento y grave crisis en el suministro de electricidad, combustibles y hasta azúcar, con quiebras de las empresas estatales incluyendo la Lotería Nacional.

Los temores se fundamentan también por el difícil escenario internacional que se prevé para el nuevo año por el alto costo del petróleo y una reducción del crecimiento de la economía norteamericana que impacta sobre el país. El petróleo cierra el año alrededor de 96 dólares el barril, lo que elevó la factura dominicana por el combustible a unos 3 mil 300 millones de dólares, que se proyectarían a casi 4 mil millones en el 2008.

El propio FMI ya expresó inquietudes de que esos factores, sumados al costo de la rehabilitación de los daños de las inundaciones y a los riesgos electorales pudieran afectar la estabilidad de la economía nacional. Una campaña electoral violenta y muy conflictiva espantaría las inversiones extranjeras y retornos de capitales nacionales que han sido claves en la estabilidad de los últimos tres años, agudizando el desincentivo que ha representado la drástica disminución de intereses del último año y medio.

El 2007 Año de retrocesos

Por Juan Bolívar Díaz

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Se registran retrocesos institucionales, aumento de la corrupción y el clientelismo político y aunque se mantiene la estabilidad y el crecimiento económico, persiste la baja inversión social

El año que concluye queda marcado por dos catástrofes que desnudaron nuevamente la pobreza nacional y la incapacidad para prevenir, pero también por el activismo político desenfrenado con altas cuotas de clientelismo y corrupción con expresiones de retroceso institucional.

 Aunque se vuelve a registrar un apreciable crecimiento del producto   bruto interno  con estabilidad macroeconómica y un aumento extraordinario de los ingresos fiscales, la escasa inversión social sigue determinando que el país se mantenga en los últimos escalones del desarrollo social latinoamericano.

 Resaltan los esfuerzos por establecer el seguro familiar de salud, tanto en el régimen contributivo como en el subsidiado, pero la acción gubernamental estuvo de nuevo condicionada por un proyecto reeleccionista que distrae la atención de las soluciones de largo plazo.

La política sobre todo

 La revisión del acontecer nacional del 2007 arroja un predominio desproporcionado de la acción política con miras a las elecciones de mayo próximo, con un alto costo económico y de distracción de las energías nacionales.

 Los primeros meses estuvieron marcados por las luchas por las candidaturas presidenciales que desestabilizaron los principales partidos políticos y generaron un auge del clientelismo y el transfuguismo en desmedro de la ética y los principios políticos, afianzando la idea de que ya no hay diferencias ideológicas ni programáticas.

 Aunque las convenciones de los tres partidos mayoritarios culminaron en el primer semestre, el año concluye sin que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) haya superado los conflictos generados en su campaña interna, mientras el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) sufre interminables   fraccionamientos.

 En esos dos partidos como en el Revolucionario Dominicano (PRD) se impusieron los candidatos que más dinero invirtieron fundando su predominio en la capacidad para comprar adhesiones en las estructuras partidarias y la población pobre.

 El fracaso de los proyectos de la Junta Central Electoral para establecer límites a la extensión y costo de las campañas electorales y revestir el gasto político de alguna transparencia, ratificaron las dificultades institucionalizar la actividad política.

 La convicción general es que la política sin tregua sigue siendo financiada en gran proporción por la corrupción, el empleo estatal y las actividades ilegales, aparte de   cientos de millones de pesos anuales del presupuesto nacional.

Costo del reeleccionismo

 La respostulación del presidente Leonel Fernández en la elección primaria del PLD celebrada en mayo quedó marcada por el uso y abuso de los recursos estatales, hasta el punto que el segundo líder del partido, Danilo Medina, proclamó que fue vencido por el Estado y siete meses después él y sus seguidores no han perdonado los excesos.

 La gestión gubernamental ha estado determinada por el interés reeleccionista que ha consumido gran parte de las energías y la atención del mandatario, empeñado en atraerse a todos los políticos que se pusieron precio, cientos de ellos a cambio de empleos en la administración pública.

 La temprana campaña electoral pareció frenada en el último fin de semana de octubre, cuando la tormenta tropical Noel sorprendió al gobierno en pleno y a los partidos de oposición en intensa labor proselitista. En septiembre, el presidente Fernández había presentado su comando de campaña integrado por 13 de los 16 ministros orgánicos y otros diez altos funcionarios, incluyendo al secretario de Obras Públicas como tesorero.

 El transfuguismo incentivado con los recursos del Estado ha   socavado los cimientos del PRSC. Por lo menos cuatro grupos de antiguos reformistas se cuentan entre los que apoyan la reelección del presidente Fernández, todos ellos integrados a cargos gubernamentales.

 Como ha sido tradición en la pobreza institucional dominicana el continuismo se nutre no solo del empleo estatal, sino también del uso de vehículos, combustibles y del pago de dietas con cargo a los organismos del Estado, así como mediante una desaforada propaganda de corte electoral. Hasta octubre el gasto gubernamental en propaganda se había elevado a un promedio de 187 millones de pesos mensuales. En 2004 fue de 70 millones, 120 millones en el 2005 y 160 millones de pesos mensuales en el 2006.

Estabilidad económica

 El mayor éxito gubernamental siguió siendo la estabilidad macroeconómica, con un crecimiento estimado del 8 por ciento, inflación de un dígito, pese a la inmensa carga del costo del petróleo, aunque la deuda interna del Banco Central ya sobrepasa los 200 mil millones de pesos, con un preocupante crecimiento del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, estimado en   mil 800 millones de dólares. La industria y la agropecuaria sólo han crecido 2 por ciento en el 2007. Las zonas francas siguieron en retroceso y el turismo se estancó.

 Otro reconocimiento generalizado es el mejoramiento de las recaudaciones, no sólo como fruto de 4 reformas tributarias en cinco años, sino también por la eficiencia de los funcionarios fiscales y los buenos precios internacionales   del ferroníquel. El año cerrará con un incremento de las recaudaciones sin precedente con de baja inflación, que casi duplicará el promedio de 15 por ciento registrado en el período del 2000 al 2005.

 La reforma tributaria del 2006 perseguía un incremento fiscal de 17 mil 500 millones de pesos, con igual cifra de reducción del gasto corriente. Los excedentes se aproximan a los 25 mil millones de pesos, aún cuando a mitad del año se redujeron los excesivos gravámenes a licores y tabaco, así como en el impuesto sobre la renta. Las recaudaciones terminarán en unos 230 mil millones de pesos, un crecimiento del 64 por ciento en relación a los 140 mil del 2005, con una inflación acumulada de alrededor del 21 por ciento en esos tres años.

 El cuestionamiento sigue generalizado sobre la calidad del gasto. Aunque el gobierno se comprometió a reducir el corriente en un 20 por ciento, este año volvió a crecer en un 16 por ciento. El subsidio a la electricidad y el gas propano, ahora también en parte al gasoil absorberá unos 30 mil millones de pesos. El de la energía pasa de 400 a 600 millones de dólares, en lo que se ha fundado un mejoramiento del servicio.

 En cambio en educación y salud (2 y 1.5 por ciento del PIB) el gasto siguió muy por debajo de los promedios de América Latina y el país apareció en numerosos informes internacionales a la cola de la inversión social en la región. Según el último informe de UNICEF, el gasto social dominicano es del 7.6 por ciento del PIB, poco más de la mitad del 13.5 por ciento del promedio de Latinoamérica, y antepenúltimo entre 18 naciones.

Retrocesos institucionales

Aunque se aprobaron nuevas legislaciones tendentes al fortalecimiento institucional el incumplimiento de algunas de ellas y de otras recientes permite diagnosticar un cierto retroceso institucional, comenzando por la ley de austeridad promulgada en diciembre del 2005, violada por el incremento del gasto corriente y en la congelación del empleo con la designación de cientos de altos funcionarios y elevaciones de altos sueldos que constituyeron escándalos en la Junta Central Electoral, la Cámara de Cuentas, el Banco Nacional de la Vivienda y el Congreso Nacional. Los senadores se atribuyeron 230 millones de pesos para sus propias “inversiones sociales”.

El gobierno siguió ignorando las leyes que asignan proporciones del presupuesto a Educación, la Suprema Corte de Justicia y los municipios, lo que se repite en el proyecto de gastos públicos para el 2008, aunque este año fue promulgada la ley 176-07 que busca descentralizar el Estado ampliando las atribuciones de los ayuntamientos. La cartera con mayor asignación para el próximo año es la de la Presidencia a la que se destinarían 35 mil millones de pesos, reafirmando el presidencialismo.

La negativa a cumplir una sentencia judicial sobre la ley de libre acceso a la información pública en el caso del periodista Luis E. Lora en relación al metro en construcción y el aplazamiento de la aplicación de la ley 186-07 que penaliza el robo de electricidad, forman parte también del retroceso institucional.

Lo mismo se puede decir de la decadencia del Departamento de Prevención de la Corrupción y del silencio de la Comisión Nacional de Ética frente a numerosos escándalos de corrupción, algunos tan flagrantes como el contrato mediante el cual el Estado se endeudó en 130 millones de dólares en violación a la Constitución, suma que dejó en manos de la empresa Sun Land, en un hecho sin precedente en la historia del país. O en el oneroso arrendamiento de un hotel del Estado, que tuvo que ser anulado tras el correspondiente escándalo.

La justicia no quedó bien parada con la contradictoria sentencia sobre el fraude que quebró el Banco Intercontinental, en la que pretende dejar impune el del Banco Nacional de Crédito y la dilación en conocer el del Banco Mercantil. Tampoco con la descarga de los oficiales policiales que usufructuaron vehículos robados y mucho menos cuando el ministerio público consagró la impunidad en el expediente sobre el Programa de Empleo Mínimo (PEME), tras 7 años en un tribunal.

El esfuerzo por poner en vigencia el plan básico de salud del régimen contributivo y la ampliación de los beneficiarios del subsidiado, aunque con remiendos legales y pasando por encima a aspectos de la ley de seguridad social del 2001, amortiguaron en parte la decadencia institucional.-

 

El acuerdo con Sun Land es autoincriminatorio

Por Juan Bolívar Díaz

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El acuerdo de “Resolución” del contrato por 130 millones de dólares suscrito por el Estado dominicano con la empresa Sun Land Corporation hace 19 meses, del que informó la Presidencia de la República el viernes 7 de diciembre, deja claro que el gobierno se endeudó violando la Constitución de la República.

 El haber dejado sin efecto la contratación de las cinco obras que serían construidas con ese financiamiento no anula el compromiso contraído con la venta de 19 pagarés firmados por el secretario de Estado Félix Bautista ni mucho menos el hecho sin precedente de haber dejado tanto dinero en manos privadas por más de año y medio.

 Queda pendiente el dictamen de la Suprema Corte de Justicia sobre los recursos de inconstitucionalidad del endeudamiento sin aprobación del   Congreso Nacional que le fueron sometidos por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Foro Social Alternativo, del cual deberían derivarse responsabilidades.

Anuncio sorpresivo

 El viernes 7 de diciembre en curso la Dirección de Información del gobierno entregó una declaración dando por rescindido el polémico contrato suscrito en mayo del 2006 con la empresa Sun Land para la colocación en el mercado financiero internacional de 19 pagarés o notas promisorias por 130 millones de dólares para la construcción y equipamiento de “obras prioritarias”.

 La declaración se refirió en términos generales a un nuevo acuerdo firmado el 28 de noviembre, afirmando que el contrato “ha sido rescindido y por consiguiente dejado sin efecto”, lo que sorprendió pero fue aceptado con alivio por la opinión pública, aunque el PRD y algunos medios han mantenido los cuestionamientos.

Sin embargo el nuevo contrato titulado  “Resolución de Contrato de Construcción, Suministro de Materiales y Equipamiento de Obras Prioritarias para el Estado Dominicano, entre el Estado Dominicano y The Sun Land Corporation R.D. y sus Modificaciones” en ninguna de sus cláusulas habla de rescisión ni anulación.

Es más bien la tercera modificación al contrato original suscrito a nombre del Estado Dominicano por el ingeniero Félix Bautista, director de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado, que cancela la participación de la empresa en la construcción de las obras que habían sido contratadas, pero la consumada venta de los 19 pagarés no se puede anular ni rescindir. Se establecen nuevos mecanismos para saldarlos.

 El contrato original fue firmado el 15 de mayo del 2006 y establecía que con el producto de la venta de 19 pagarés se construirían 11 obras contenidas en un listado anexo. El 5 de diciembre fue modificado para eliminar 6 de las obras, sin la menor explicación, lo que por lo menos revelaba improvisación en la contratación. La segunda y mayor modificación fue el “Adendum y Precisiones” firmado el 25 de octubre pasado, horas antes de que el presidente Leonel Fernández se reuniera con directores de medios de comunicación para formular una radical defensa del contrato, negando que conllevara endeudamiento del Estado.

 En la información del día 7 se dice que el contrato fue “rescindido” porque la empresa se había retrasado en la construcción de las obras contratadas, aunque el adéndum firmado 33 días antes ya reconocía el atraso y establecía un nuevo calendario para concluirlas en julio del 2008, en vez del 15 de mayo pasado.

La autoincriminación

Es en la cláusula novena donde aparece más claramente establecido que la deuda derivada de los pagarés es del Estado Dominicano. En esta la Sun Land se compromete a saldar los restantes pagarés, numerados 13, 14, 15,17, 18 y 19, los cuales vencerán entre enero y julio del 2008. El número16 dice (cláusula séptima) haberlo readquirido inmediatamente después de su venta.

La empresa afirma que esas 6 notas promisorias, por un monto de 41 millones 52 mil 630 dólares, “fueron endosadas y transferidas a favor de terceros por la declarante, y en consecuencia, es obligación honrar con fondos propios el pago de las mismas, incluyendo sus accesorios; liberando, desde ahora y para siempre a la PRIMERA PARTE (EL Estado) de toda obligación de pago vinculada a dichas notas promisorias”.

Y para no dejar dudas, se agrega un párrafo donde la Sun Land se obliga a entregar al Estado “una carta de crédito irrevocable por la suma de US$41,052, 630.00 como garantía de cumplimiento de las obligaciones de pago que pudieran originarse a cargo de LA PRIMERA PARTE”, que es el Estado. Si la deuda fuera de la empresa y no del Estado, esa carta de crédito sobraría.

Es sorprendente que en la undécima y última cláusula se establece que el dominicano Daniel Mejía, domiciliado en Estados Unidos, por sí y en su calidad de presidente de R.O. International Trading Corporation “declara libre y voluntariamente que se obliga, por él y la compañía representada, de manera solidaria y con renuncia al beneficio de exclusión a pagar conjuntamente con The Sun Land Corporation R.D. la suma de cuarenta y un millones cincuenta y dos mil seiscientos treinta dólares norteamericanos por los conceptos especificados en el ordinal noveno de este acto”.

Ni Mejía ni su corporación habían aparecido en el contrato original o en sus modificaciones anteriores, aunque es creencia generalizada que es el propietario principal de la Sun Land

Algo sin precedente

 Este contrato no tiene precedente en la historia dominicana, no sólo por haber involucrado un endeudamiento externo al margen del Congreso Nacional, sino también por haber implicado que una empresa privada usufructuara durante 19 meses, sin contar los que faltan para saldar los pagarés, un financiamiento bajo responsabilidad del Estado Dominicano por 130 millones de dólares.

 El dinero debió haber sido recibido por el deudor y depositado en el Banco Central tras pagar una comisión por la gestión de la Sun Land, pero eso hubiese roto el secreto de la operación establecido en la cláusula 25.7 del contrato original que prohibía a la empresa divulgarlo.

 Aún con el control del Congreso por parte del partido de gobierno (desde agosto del 2006) hubiese sido difícil la aprobación de ese contrato, que establecía una comisión del 13.8 por ciento. La inversión en las cinco obras para la Universidad Estatal sería de 111 millones 986 mil dólares, según consta en el adéndum del 25 de Octubre.

 El texto del acuerdo de “rescisión”, lo mismo que el de los pagarés, no deja duda que el Estado Dominicano asumió esa deuda y que la Sun Land no puso un centavo, que fue una simple intermediaria que quedó con el dinero fruto de la venta de los pagarés, y que no lo invirtió en lo programado, sin que nadie le reclamara hasta que el PRD hizo estallar el escándalo.

Es preciso recordar que la fotocopia del pagaré 3-19 firmado por Félix Bautista, como secretario de Estado y en representación del Estado Dominicano, y por nadie más, dice que “Las obligaciones del Prestatario, bajo este pagaré, son obligaciones por las cuales se compromete la completa credibilidad y crédito del Gobierno de la República Dominicana”.Añade que “su pago no depende de la terminación de ningún contrato o acuerdo”. El firmante “certifica que tiene total autoridad legal para firmar este Pagaré” y que el mismo “es pagadero en la secretaría de Finanzas, Departamento de Deuda Pública, Santo Domingo, República Dominicana”.

También cabe recordar que este no es el primer contrato escandaloso firmado por el actual gobierno con la Sun Land. Hubo otro para vender pagarés por 200 millones de dólares que fue posteriormente anulado, lo mismo que el de 132 millones de dólares para suministrar equipos a la Policía Nacional que fue dejado sin efecto hace 15 meses por las enormes sobre valuaciones de precios que contenía.

Si grave fueron los términos y el manejo del contrato ahora “rescindido”, peor ha sido el desprecio por la opinión pública y las agresivas explicaciones cuando ya no se pudo guardar más silencio. Queda pendiente ver si la Suprema Corte de Justicia no sancionará la clandestina contratación y si todo quedará en la impunidad, sin ni siquiera una amonestación a los responsables.-

Esencia del acuerdo

Aunque el gobierno ha negado sistemáticamente que la venta de los pagarés implica un endeudamiento, diversas cláusulas del acuerdo de “rescisión” establecen su responsabilidad.  En la cláusula cuarta el Estado asume el pago de los pagarés números 6, 9, 10, 11 y 12, vencidos entre junio y diciembre del 2007, a cambio de 31 millones 984 mil 846 dólares que Sun Land “declara” haber entregado a contratistas de las obras, sin el menor detalle. Pero esa suma es menor en 2.2 millones de dólares que la suma de los 5 pagarés, que es de 34.2 millones de dólares, sin sumarle los intereses originales y por los atrasos.

En la quinta cláusula Sun Land declara haber saldado los pagarés 3, 4, 5, 7 y 8, por un monto de 35 millones 97 mil 261 dólares, aquí sí incluyendo los intereses. En la octava dice que “en momento alguno transfirió, endosó o contrajo obligaciones” con los pagarés 1, 2 y 3-A, por lo que los entrega libre de cartas al Estado. Obsérvese que el 3 figura entre los que dice haber saldado.

La cláusula 6 es confusa. En ella la empresa declara haber entregado al Estado las notas promisorias (pagarés) números 4A,   5A, 6A, 7A, 8A, 9A, 10A, 11A y 12A, emitidas por el Estado en sustitución de las de los mismos números, pero sin letra A, que son las que se pagarán con los 31.9 millones de dólares que le reconoce el Estado y las que Sun Land dice haber saldado, excepto que se saltan la 3.

El bajo desarrollo democrático de RD

Por Juan Bolívar Díaz

La República Dominicana volvió a aparecer esta semana en los últimos lugares del desarrollo democrático, de inversión en educación y salud  y en calidad de la gestión pública, en contradicción con el crecimiento económico que sigue registrando y el discurso de modernidad de los gobernantes.

En el Indice de Desarrollo Democrático (IDD), difundido esta semana por la Fundación Konrad Adenauer de Alemania, el país aparece entre los últimos tres de 18 latinoamericanos que abarca su estudio, resaltándose incluso que registra un retroceso.

No se había digerido esta evaluación cuando el jueves se difundió el Informe

Anual de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), donde se afirma que la nación fracasó en mejorar la calidad y el alcance de la educación dentro de los Objetivos del Milenio.

Democracia de bajo relieve
El análisis del IDD difundido por la Fundación Adenauer coloca la República Dominicana entre los últimos tres de 18 naciones latinoamericanas que abarca el estudio sólo ligeramente por encima de Venezuela y Nicaragua, con una puntuación de 2,900 en una escala de 10 mil, muy por debajo del promedio regional situado en 5,114 puntos. Chile, Costa Rica y Uruguay encabezan las mejor valoradas.

En contradicción con el alto crecimiento económico, es significativo que el país sufrió el mayor retroceso en materia de desarrollo democrático en el informe del 2007, en relación al año anterior, al caer 1,287 puntos, equivalente al 30 por ciento. La siguiente mayor reducción fue la de El Salvador, con un 16 por ciento.

Aunque el IDD data de 6 años, Dominicana sólo viene siendo evaluada desde el 2004 cuando apareció con 4,631 puntos, cayendo a 3,823 en el 2005, para repuntar a 4,187 en el 2006, antes de la estrepitosa caída a 2,900 en este año. Haití y Cuba no están incluidos en el estudio.

Este índice es calculado en base a cuatro dimensiones: condiciones básicas de la democracia, respeto de los derechos políticos y las libertades civiles, calidad institucional y eficiencia política, y ejercicio de poder efectivo para gobernar. Presenta resultados de la totalidad y en cada una de estas dimensiones.

La evaluación se sustenta en informes de diversas fuentes nacionales e internacionales, incluyendo al Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial, Organización Mundial de la Salud, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Amnistía Internacional, Freedom House y Heritage Foundation, entre otras. El informe del 2007 se cerró con estadísticas hasta diciembre del 2006.

La peor dimensión
La peor evaluación de República Dominicana se encuentra en la cuarta dimensión, con el indicador titulado “capacidad para generar políticas que aseguren bienestar, donde aparece en el último escalón del ranking de 18 países, con 2,958 puntos, lo que está determinado por el bajo gasto en educación y salud, desempleo urbano y hogares bajo la línea de pobreza.

En porcentaje del producto bruto interno (PBI) destinado a la educación, el país tiene el más bajo, con 1.8 por y puntuación de 2,500, seguido por Guatemala y Uruguay con 3,611 puntos. Es relevante que Honduras destina el 7.2 por ciento y alcanza el tope de los 10 mil puntos de la escala, Bolivia 9,306 y México 8,056.

También en el porcentaje del gasto público para salud Dominicana está en el último escalón con 1.4, por ciento del PBI y 2,188 puntos seguida por Guatemala que registra 1.8, con puntuación de 2,813. Lo mismo en desempleo urbano con 2,204 puntos en la escala de 10 mil, seguida por Nicaragua con 3,280, y Panamá y Uruguay con 3,388 puntos.

En los hogares bajo la línea de pobreza, el país registra 4,075 puntos, lo mismo que Colombia, y sólo mejor que Honduras, Paraguay y Bolivia. Un reciente informe de este mes de la CEPAL estima que el 45 por ciento de la población dominicana vive bajo la línea de la pobreza.

En la subdimensión referente a políticas que generan eficiencia económica,   hay un renglón, el de la brecha en el ingreso de los distintos estamentos sociales, donde República Dominicana aparece también con la puntuación más baja, 2,428 puntos. Mejora en endeudamiento con 6,051 y en inversión con 5,017 puntos.

En cuanto al respeto a los derechos políticos y las libertades civiles, segunda dimensión de la evaluación, Dominicana aparece en el escalón 13 del ranking, por encima de cinco países, con 4,301 puntos, pero 253 puntos menos que en el 2006. Se cae en libertades civiles con 3,333 puntos y sobre todo en condicionamiento de libertades y derechos por inseguridad donde apenas alcanza 1,455 puntos.

En la tercera dimensión, sobre calidad institucional y eficiencia política, el país aparece en el escalón 11 del ranking, con 4,598 puntos, lo que quiere decir que hay 7 con peores resultados. Aunque registra una reducción de 1,404 puntos, equivalente al 30 por ciento, en relación al informe del 2006.

La nación alcanza el máximo de 10 mil puntos en la escala en los renglones referentes a elección de jueces y acceso a información pública. En condicionamiento a la prensa libre la puntuación está por encima del promedio con 7,333 puntos.

Resultados reiterados
Los resultados para la República Dominicana en esta evaluación se inscriben en las tendencias registradas en los últimos años en los informes de diversos organismos internacionales, comenzando por los del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, CEPAL, Amnistía Internacional y Transparencia Internacional, aunque aparecen  agravados al sintetizar un conjunto de ellos.

El informe anual de la UNESCO, publicado anteayer jueves en Santiago de Chile, sostiene que el país ha fracasado en mejorar la calidad y alcance de la educación dentro de los objetivos establecidos por las Naciones Unidas para el milenio.

Estas evaluaciones llegan a tiempo para que los planificadores del gobierno lo tomen en cuenta ahora que están dando los toques finales al proyecto de presupuesto de ingresos y gastos públicos para el próximo año. De hecho en el año que culmina se registra una mejoría en la inversión en salud y educación, aunque todavía falta mucho para alcanzar los niveles reclamados por la opinión pública nacional y los organismos internacionales.

La campaña electoral ya en curso, donde el gasto social en general, y en particular en educación y salud, estará en el debate, debe contribuir a una mejoría significativa en esos renglones para el presupuesto del 2008. También el hecho de que probablemente en ningún año anterior el país había sido tan desfavorecido en los informes internacionales al respecto.

El presidencialismo
La presentación del informe de la Fundación Adenauer relaciona “el escaso avance de los últimos años” en su Indice de Calidad Institucional y Eficiencia Política con “la concentración de atribuciones y poder en la figura presidencial y la caída simultánea de las instituciones parlamentarias en las democracias de la región”, que se ha ido acentuando en el tiempo.

“El régimen presidencialista, que caracteriza a las democracias de la región, con el ejercicio del Poder Ejecutivo a cargo de un Jefe de Estado que es al mismo tiempo Jefe de Gobierno, promulga las leyes, dirige la política interna o externa de la nación y nombra a sus ministros y asesores sin interferencia de otros poderes del Estado, ha derivado en excesos que van potenciado la exclusión del Parlamento generando vacíos institucionales que no solo degradan el funcionamiento institucional, sino que, además, abonan el camino de las recurrentes crisis de gobierno y de los procedimientos de excepción que se utilizan para sortearlas”, indica.

El informe se remonta el presidencialismo a los orígenes de las naciones latinoamericanas, a la anarquía y los liderazgos locales que siguieron a la ruptura con Europa, fortaleciéndose con las dictaduras que rigieron por décadas en gran parte de la región.

Al reivindicar el papel moderador y supervisor que corresponde a los parlamentos, el informe concluye en que “Los sistemas hiper-presidencialistas no sólo alientan un tipo de democracia débil, inestable y de menor legitimidad, en tanto no se respetan las atribuciones constitucionales de cada una de las instancias que conforman el cuerpo institucional de un Estado, sino que además desalientan la impronta democrática volcada a través de la cultura cívica de los habitantes de cada uno de los países”.-

La JCE necesita lograr cohesión interna para garantizar el proceso

Por Juan Bolívar Díaz

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A seis meses de las elecciones presidenciales parece necesario que la Junta Central Electoral (JCE) logre una dosis significativa de cohesión interna que le permita garantizar un proceso electoral sin traumas que afiance la aún débil democracia dominicana, contra la que conspira el desbordado ajetreo partidista.

 El desafío a la autoridad del organismo rector de las elecciones por parte de los partidos mayoritarios que inciden en su seno lo está dejando mal parado, por lo que urge un entendimiento que abra una amplia puerta a la reglamentación de la campaña electoral, evitando que una vez más necesite el auxilio de comisiones externas.

 Todo parece indicar que una vez más el reeleccionismo pondrá en jaque la democracia y que todavía las instituciones dominicanas no alcanzan el grado de fortaleza necesario para disminuir la rémora del presidencialismo en el proceso de institucionalización democrática.

La JCE en crisis

 La resolución 07-2007 de la Junta Central Electoral que dispuso el 7 de Noviembre la suspensión de un mensaje televisivo del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en el que se empleó un miembro activo de las Fuerzas Armadas en   violación de preceptos constitucionales y legales, y que al mismo tiempo suspende la promoción de todos los candidatos hasta que se proclame el inicio formal de la campaña electoral, ha generado lo que se puede catalogar como una crisis de credibilidad.

 La crisis tiene una doble connotación, al interior de la JCE, por el enfrentamiento entre algunos de los jueces titulares, y al exterior por la decisión de los partidos mayoritarios de proseguir su campaña proselitista, lo que sienta un peligroso precedente en un proceso electoral que se proyecta conflictivo.

 Tanto las encuestas como la percepción general indican que, a diferencia de las dos anteriores elecciones presidenciales, esta vez ninguno de los candidatos alcanzaría una victoria en la primera votación, lo que obligaría a una segunda ronda con proyecciones conflictivas.

 Ya se expresan temores de que el reeleccionismo vuelva a constituirse en una amenaza a la transparencia democrática, como ha sido tradición en la historia del país, y que en el 2004 generó un clima de incertidumbre dañino para la estabilidad económica e institucional.

 En ese escenario es fundamental un arbitraje electoral libre de la presión de los partidos políticos, especialmente del que ejerce el poder, para que pueda contener los posibles desbordamientos, como los que ya comienzan a manifestarse en abundante promoción pagada por organismos del Estado.

Conflictiva resolución

 Desde que a comienzos del mes pasado un grupo de oficiales militares retirados vinculados al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) denunció ante la JCE  que un teniente activo de las Fuerzas Armadas era el protagonista de una promoción televisiva del presidente Leonel Fernández, postulado por el PLD a la reelección, era obvio que procedía disponer la suspensión del mensaje, como desde el primer momento lo preanunció el presidente del tribunal electoral, doctor Julio César Castaños.

 Si había alguna duda quedó disipada cuando la secretaría de las Fuerzas Armadas dispuso la cancelación del oficial actor Elías Caamaño Pérez. Pero aún después de eso la JCE tuvo la debilidad de pedir la opinión del PLD que se negaba a retirar la promoción. Y se dio un plazo de dos semanas para decidir.

 Cuando el organismo electoral vino a adoptar la decisión ya la promoción se había difundido miles de veces durante un mes, hasta la saturación, al punto de que el PLD de inmediato anunció su retiro. Su mantenimiento tras la cancelación del mayor del Ejército Nacional fue una demostración de prepotencia, puesto que en esas circunstancias el mensaje adquiría la categoría de conflictivo y perdía eficacia.

La decisión de la JCE tuvo el agravante de que, en un intento salomónico mal hilvanado, fue acompañada de la prohibición de la publicidad electoral de todos los partidos hasta que se declare abierta la campaña electoral. Pero este aspecto es parte del proyecto de Reglamento de la Campaña Electoral que lleva cinco meses en discusión, y cuyo conocimiento no figuraba en la agenda de la sesión del día 7.

 La resolución sobre un tema no contemplado en la agenda es lo que da paso a la rebeldía del juez Eddy Olivares Ortega, quien se ampara en el artículo 9 de la Ley Electoral que dispone que en las convocatorias del Pleno de los jueces se debe indicar con 48 horas reanticipación los temas a tratar.

 Los partidos mayoritario, primero el PLD y luego el PRD y el Partido Reformista Social Cristiano, han aducido que el Proyecto de Reglamento viola la constitución al establecer límites al proselitismo electoral, aunque el artículo 92 de la Constitución otorga facultad a la JCE para “juzgar y reglamentar de acuerdo con la ley”.

 Al negarse a acatar la disposición que prohíbe la publicidad electoral los partidos dejan mal parada la autoridad de la JCE, cuyo presidente respondió indicando que no darán marcha atrás, aunque carecen de recursos para hacerla cumplir.

La repercusión interna

 La situación es más delicada por cuanto la  autoridad de la JCE no sólo está siendo cuestionada externamente, sino que de nuevo evidencia su falta de cohesión interna, lo que viene afectando su imagen casi desde la elección de sus actuales miembros titulares, que han discutido públicamente sus diferencias, protagonizando enfrentamientos hasta personales.

Los primeros choques públicos estuvieron determinados por la cuestionada asignación de incentivos salariales, luego sobre la contratación de una firma para auditar el contrato de compra de equipos para el registro civil y más tarde en torno al Proyecto de Reglamento de la Campaña Electoral y las facultades de la Cámara Administrativa.

Esta vez el juez Olivares sacó a la luz pública su rechazo a la resolución sobre la publicidad electoral, mientras su colega John Guiliani recordaba que éste fue propuesto para el cargo por el PRD, al igual que Roberto Rosario y César Francisco Féliz por el PLD y el PRSC, respectivamente, algo innecesario pues es de público dominio desde su elección. La confrontación ha alcanzado ribetes personales, incluyendo la petición pública de Guiliani de que el Pleno sancione a Olivares.

Es difícil prever que una sanción resuelva la crisis, y más bien podría agravarla, sobre todo porque la rebeldía de Olivares está motivada en la resolución sobre una materia no contemplada en la agenda de la convocatoria, y porque se adhiere a los cuestionamientos de los partidos y buena parte de la opinión pública al Proyecto de Reglamento de la Campaña Electoral.

Urgencia de acuerdos

Los partidos políticos y todas las instituciones interesadas en el fortalecimiento del proceso democrático tienen que ayudar a la JCE a salir del pantano, pero los jueces tienen que ayudarse a sí mismos en primer lugar, poniendo fin definitivamente a sus enfrentamientos públicos.

Tendrán que comprometerse firmemente a resolver internamente sus diferencias y terminar de decidir qué hacer con el proyectado reglamento electoral, al que los intereses partidistas y de la industria de la comunicación se oponen bajo argumento de inconstitucionalidad.

El haberse tomado cinco meses, debatiendo en público sus diferencias   sobre la reglamentación, mientras los partidos desarrollaban las actividades propias del período de campaña electoral ha permitido el fortalecimiento de las posiciones de quienes se oponen a toda restricción del desbordado y costoso laborantismo político.

Existe el agravante de que la JCE y la generalidad de las instituciones nacionales todavía no muestran el valor y la fuerza necesaria para establecer límites al uso de los recursos estatales para fines proselitistas, especialmente cuando el presidente de turno busca su reelección. Porque casi todo el gobierno andaba en campaña electoral fue que el último fin de semana de octubre no hubo posibilidad de adoptar las disposiciones preventivas que demandaba la tormenta Noel. Trece de los 16 secretarios de Estado orgánicos forman parte del comando de campaña del partido oficial, además de otra docena de altos funcionarios.

 No falta razón a los partidos de oposición para rechazar la prohibición de la limitación de su propaganda electoral, si la medida no va acompañada de igual restricción a la promoción de la obra del presidente candidato que  hacen numerosos organismos estatales, pagada con fondos del Presupuesto Nacional, utilizando incluso sus propias frases de campaña electoral.

Todo parece indicar que la positiva intención de instituir reglamentaciones a la campaña electoral va, como ocurrió en el 2004, en camino al fracaso y que la nación seguirá pagando un alto costo económico e institucional en la presente campaña electoral. Los límites abundan en las legislaciones del mundo democrático, incluyendo a la mayoría de los países latinoamericanos.

Pero en la República Dominicana prevalece un salvaje pragmatismo político. No sólo está en vías de fracasar el Proyecto de Reglamentación de la Campaña Electoral, sino que otro proyecto para reglamentar la contabilidad y transparencia del financiamiento, también preparado por la Cámara Administrativa de la JCE, ni siquiera tendría ya posibilidades de ser considerado.-

Una sentencia complaciente

Por Juan Bolívar Díaz

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El caso Baninter, uno de los mayores fraudes bancarios de la historia, seguirá pendiente de dilucidar al menos hasta que sea conocido en apelacion, ya que la sentencia en primera instancia emitida el domingo 21 de octubre es un amasijo de concesiones para, contradictoriamente, complacer a múltiples actores.

 La sentencia no ha satisfecho plenamente a ninguna de las partes, pero hasta los abogados del principal acusado y condenado a 10 a;os de cárcel y una indeminizacion sobre 64 mil millones de pesos (casi 2 mil millones de dólares) se han considerado gananciosos, ya que su cliente fue generosamente liberado de los dos cargos más graves.

 Tanto los abogados del Banco Central y la Superintendencia de Bancos, como los de los principales procesados han adelantado su decision de apelar la sentencia, pero aun se ignora si lo hará el ministerio público, atrapado en contradicciones políticas y señalado como partidario de concesiones a los acusados.

Rechazo generalizado

 Salvo Vivian Lubrano, reconocida como “la más exitosa ejecutiva” del quebrado Banco Intercontinental, y Jesús Troncoso Ferrúa, favorecido por tecnicismos judiciales desde la instrucción del caso, que resultaron absueltos, ninguna de las demás partes del proceso ha resultado satisfecha con la sentencia.

 En la opinión pública prevalece el criterio de que el tribunal colegiado de la Cámara Penal de Primera Instancia del Distrito Nacional no quiso herir mortalmente a nadie ni dejar mal parada la nación ante organismos internacionales y dictó una sentencia contradictoria que algunos califican impropiamente de salomónica.

 En el dictamen hay complacencia pero no la sabiduria del bíblico rey Salomón, pues las contradicciones y las desproporciones saltan a la vista de cualquier aficionado a las disciplinas jurídicas, hasta el grado de debilitar aun más el sistema judicial, como lo planteó el licenciado Francisco Domínguez Brito, presidente de la Comisión de Justicia del Senado y exprocurador general de la República.

 “Técnicamente no me parece coherente. Parece contradictoria y la impresión es que lo que se persigue es dejar satisfechas a todas las partes”, dijo a HOY el jurista y senador por Santiago, quien   a la vez consideró que la sentencia “puede prestarse a serias confusiones”, por lo que la Corte de Apelación “tendrá una gran responsabilidad jurídica de aclarar las dudas”.

 Aunque dos de los principales acusados fueron condenados a 10 años de cárcel, y el presidente del quebrado banco a una indemnización de 64 mil millones 262 mil pesos, desde el primer momento los abogados de la parte civil constituida denunciaron la contradicción de que al mismo tiempo el señor Ramón Báez Figueroa fuera liberado de los principales cargos de abusos de confianza y lavado de activos, mientras Luis Álvarez Renta, quien no era ejecutivo del banco y era procesado como cómplice resultó sancionado por lavado de activos y condenado a la misma pena de cárcel, aunque los beneficios irregulares por los que se le sanciona eran infinitamente menores. Tal vez para no chocar con el juez que en Florida ya lo condenó por ese delito.

 Eric Raful, abogado de Álvarez Renta, al anunciar que recurrirán el dictamente que calificó como político, resaltó la desproporción en las penas y la contradicción de que a su cliente se le condenara por lavado de activos mientras se liberaba del mismo cargo al presidente y al ejecutivo del banco que entregaron los fondos del lavado.

 Esa contradicción fue caricaturizada genialmente por el reputado jurista santiagués Ramón Antonio Veras, quien tras considerar la sentencia como un triunfo de la corrupción y una burla al pueblo, ironizó que “el dueño de la batea fuera considerado inocente del lavado que en ella se hacía”.

Fruto de incoherencias

 La sentencia del caso Baninter es el fruto de una serie de incoherencias que marcaron el proceso desde su comienzo con el gobierno dividido y jerárquicamente inclinado hacia los principales acusados del fraude que costó al Banco Central unos 74 mil millones de pesos, en asistencia para evitar la quiebra y posteriormente en un discutido como ilegal pago de la totalidad de los depósitos perdidos.

 El presidente Leonel Fernández Reyna fue de los primeros en visitar a Báez Figueroa cuando fue apresado en mayo del 2003, tras acusársele del enorme fraude y a lo largo de la campaña que lo retornó al poder insistió en que fue el gobierno de Hipólito Mejía quien provocó la quiebra del Baninter y de los otros dos bancos que le siguieron.

Aun después de volver al poder el doctor Fernández insistió en la implícita defensa de los banqueros, bajo la tesis de que lo que hubo fue mal manejo de la economía.

 En diversos sectores se expresó preocupación en agosto del 2006 cuando Domínguez Brito, quien había defendido el procesamiento fue electo senador y tuvo que abandonar la Procuraduría General, siendo sustituido por el actual incumbente Radhamés Jiménez, a quien se considera cercano a los abogados del principal   acusado.

 Otra contradicción es que el presidente Fernández designara al principal abogado de Báez Figueroa, Vincho Castillo, como secretario de Estado sin cartera, asesor en materia de drogas, lo que no justifica el despacho que se le asignó en el Palacio Nacional, aunque su pequeño grupo político fuera aliado del partido de gobierno.

 A esas afinidades se atribuye el hecho de que cuando el ministerio público presentaba sus conclusiones en el juicio, a último instante variara la petición de que se incluyera al Listín Diario entre los bienes cuya confiscación se solicitaba al igual que la autoridad monetaria y financiera.

 La contradicción hay sido más relevante porque tanto el gobernador del Banco Central como el superintendente de Bancos actuales, Héctor Valdez Albizu y Rafael Camilo, han sostenido firmemente las acusaciones, lo que les ha valido feroces ataques de los mismos asociados políticos de su gobierno.

Extraña complacencia

 Ha llamado la atención que los abogados de Báez Figueroa reaccionaran tras la sentencia como si hubiesen tenido ganancia de causa, cuando su cliente fue condenado a 10 años de cárcel y a pagar una indemnización de monto sin precedente en el país.

 Su satisfacción, empero, está fundada en haber conseguido la exoneración de los cargos de abuso de confianza y lavado de activos, lo que de ser ratificado en la segunda instancia, abriría la puerta para una reducción de la prisión.

Aunque el monto de la indemnización es significativo, son muy pocos los abogados que creen que esa suma pueda volver alguna vez a las bóvedas del Banco Central, por las dificultades y vericuetos jurídicos que habría que vencer para lograrlo, excepto el monto de las empresas y bienes, devaluados, que los mismos acusados decidieron dejar en manos de las autoridades.

 Desde que fue intervenido el Banínter, tras detectarse el hoyo financiero que tenía, en principio ascendente a más de 55 mil millones de pesos, Báez Figueroa trató de negociar una transacción. Ofrecía todas sus empresas menos la compañia aseguradora y el periódico Listín Diario, a cambio de que no se le persiguiera judicialmente, lo que fue rechazado por las autoridades monetarias y financieras de entonces.

 Posteriormente, el año pasado, un abogado se presentó ante los representantes legales de las actuales autoridades monetarias y financieras con un poder de Báez Figueroa para negociar un acuerdo. Se mostraba disposición a aceptar hasta 5 años de cárcel, solo por violación a la ley sobre banca, a cambio de que se le retiraran los cargos de abuso de confianza y lavado de activos. También que se excluyera a Vivian Lubrano y Jesús Troncoso Ferrúa, sin interesarse por la suerte de Alvarez Renta. La propuesta fue rechazada, pero es significativa su semejanza con el dictamen del tribunal.

La mayor contradiccion

 La mayor debilidad y contradicción de la sentencia es que aunque valida prácticamente todas las   pruebas presentadas contra los principales acusados y testimonios claves como el del experto bancario Luis Aurich, así como opiniones del panel de expertos internacionales contratados por las autoridades monetarias, no establece los delitos de abuso de confianza y lavado de activos. El primero era fundamental para el segundo que conllevaba mayores penalidades y automática incautación de bienes.

 El dictamen recoge las maniobras financieras que se hicieron para obtener empresas como el Listín Diario, o bienes como el Yate Patricia, con decenas de millones de dólares y cientos de millones de pesos extraidos del Baninter, y para ocultar o borrar sus huellas, pero no las considera abuso de confianza ni lavado de activos.

 El licenciado Francisco Álvarez Valdez, uno de los abogados de la autoridad monetaria y financiera, apeló a la Enciclopedia Jurídica Dalloz, Repertorio de Derecho Penal, y de Procedimiento Penal, rubrica de Abuso de Confianza, citando “…Cual que sea la fuente y la naturaleza del mandato, el mandatario que distrae las cosas que les son entregadas en razón de su calidad, comete abuso de confianza. Como mandatarios deben ser necesariamente incluidos… aquellos que, estatutariamente o no, sean encargados de administrar los negocios sociales y especialmente el presidente y los administradores de las sociedades anónimas…”

 En sus páginas 177y 178, la sentencia sostiene que “El imputado Ramón Báez Figueroa tuvo una participación principal, activa y efectiva en la materialización del ilícito cometido; principal al tratarse del Presidente del Banco Intercontinental; activa, en tanto las violaciones a la supra indicada ley constituían el quehacer cotidiano de la institución bancaria que presidia; y efectiva, en tanto logró los objetivos de obtención de recursos a través de sus actos ilícitos”.-

¿Y los cuartos dónde están?

Por Juan Bolívar Díaz

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El contrato suscrito por la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE) con la Sunland Corporation es un instrumento contradictorio y oscuro que puso en manos de una empresa sin mayor aval 130 millones de dólares para obras que no se han ejecutado 17 meses después.

 Independientemente de que el endeudamiento externo no fuera sometido a consideración del Congreso Nacional, está el agravante de que el Estado dominicano haya dejado en manos privadas tan alta suma de dinero, sin concurso público ni presupuesto para las obras que se buscaba financiar.

 También resulta inexplicable que las once obras originalmente contratadas fueran reducidas a cinco, siete meses después, sin ninguna explicación ni presupuesto, mediante un anexo también suscrito por el ingeniero Félix Bautista, secretario de Estado y director de la OISOE.

APARECIÓ EL CONTRATO

 Esta semana, a un mes de la denuncia del Partido Revolucionario Dominicano, se conoció por fin el contrato, gracias a una instancia elevada ante el director de la OISOE por el periodista Luis Eduardo Lora, ya un experto en apelar a la ley sobre libre acceso a la información pública.

 El documento consta de 64 páginas, escritas a renglón seguido, y entra en minuciosidades, pero sin embargo es extremadamente vago en las cuestiones fundamentales, como ejemplo, no señala las obras específicas que la empresa habría de construir, lo que posteriormente se incluiría en un anexo sin valor legal.

Aunque en dos de los artículos del contrato se indica que las obras serían realizadas en un plazo de 12 meses, con multas e indemnizaciones por retrasos, sólo algunas han sido iniciadas 17 meses después, sin que se sepa cuál es su estatus legal.

El artículo 15, sección 1, establece que “El contratista deberá terminar la totalidad de las obras, incluido, sin limitación, el suministro, construcción, demoliciones, obras civiles, montaje, pruebas y Puesta en Marcha, y el Proyecto deberá estar en condiciones de recibir la Recepción Provisional Total de las Obras, a plena satisfacción de El Jefe de Proyecto, (la OISOE) a más tardar en doce meses a partir de la firma del presente Contrato”.

En la carta que dirigiera la gerente general de The Sunland Corporation RD, Heredia Lombert, al secretario de Hacienda el 12 de abril del 2007, 11 meses después de firmado el acuerdo, se afirma que “Este contrato no se ha ejecutado”, alegando que “por lo tanto el Estado dominicano no ha contraído ningún compromiso financiero sobre el mismo”, aunque varios documentos indican lo contrario.

La misiva respondía a “su solicitud de aclaración a la copia de aviso de cobro de HSBC Panamá”, entidad bancaria que reclamó a la secretaría de Hacienda el pago del tercero de los 19 pagarés firmados por el ingeniero Bautista en virtud del Poder 106-06 del 12 de mayo del 2006 del presidente Leonel Fernández.

Intermediación financiera

Aunque a lo largo del contrato se supone que la Sunland sería la responsable de las obras por valor de 130 millones de dólares, la misma carece de credenciales como empresa constructora ni como financiera, tratándose más bien de una intermediaria en la venta de los pagarés.

En la sección 4 del artículo 4 del contrato se establece que el contratista debe obtener el 100 por ciento del costo del proyecto y en consecuencia “está autorizado y apoderado mediante el presente acto para negociar, a nombre de LA PRIMERA PARTE (el gobierno dominicano) con cualquier entidad financiera los términos de cualquier garantía y/o Crédito”.

El párrafo 4.5.1 indica que los pagarés serán garantizados “con toda la solvencia moral y crediticia del Gobierno de la República Dominicana” Esa responsabilidad del Estado en la venta de los 19 pagarés   queda más clara en la “Carta-acuerdo” firmada por Bautista y la gerente de la Sunland el 27 de junio del 2006, 42 días después del contrato, donde se consigna que las obligaciones derivadas serían registradas en el Departamento de Crédito Público de la Secretaría de Finanzas, el cual “emitirá una autorización al Departamento de Tesorería para el repago de las notas (pagarés) en la fecha de vencimiento”.

 El punto 8 de la Carta-acuerdo indica que “Las obligaciones de pago bajo el Acuerdo y las Notas (pagarés) tendrán la mayor prioridad frente a todas las obligaciones internacionales del Estado Dominicano”.

 El texto mismo de los pagarés vendidos a la financiera Cox & Co., subsidiaria del banco HSBC, no deja duda del compromiso del Estado dominicano con el financiamiento. Dice que son “obligaciones por las cuales se compromete la completa credibilidad y crédito del Gobierno de la República Dominicana”.

 Es obvio que la Sunland ha sido apenas un agente de negociación de los pagarés por lo cual recibiría el 8.26 por ciento de los 130 millones de dólares, es decir 10.7 millones de dólares, según la sección 3 del artículo 4 del contrato, que precisa 1 por ciento por honorarios “de manejo administrativo y financiero”, 1 por ciento por “Honorarios Legales y de arreglos” y 6.26 por ciento por “Administración de Proyectos, Seguros de Riesgos y costos administrativos”.

Reducen las obras de 11 a 5

 Llama la atención que el contrato no especifica las obras a ser construidas con el financiamiento Pero un Anexo 1, sin fecha, ni logo, ni firma, ni iniciales, ni sello de ninguna de las partes contiene la “Lista de Proyectos a ser Construidos”, que son 11: Edificio Tecnológico, Torre Administrativa, Comedor Universitario y Edificio de Parqueos de la UASD, así como Instituto Técnico Comunitario, Hospital Oncológico, edificios de Medio Ambiente y del Indotel, y la remodelación del Archivo General de la Nación, del Palacio de Bellas Artes y de la Biblioteca Nacional.

 Pero lo más sorprendente es el “Anexo 1 Enmendado”, éste sí con fecha (5 de diciembre del 2006) y con las firmas y sellos de las partes, que sin ninguna explicación reduce la lista de proyectos a ser construidos a cinco, los cuatro de la UASD y el Hospital Oncológico. Pero mantiene que su costo “no excederá la suma de US$130,000,000″.

 Este anexo es más extraño por cuanto indica que “El Presupuesto de estas Obras será suministrado por la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado en los primeros 30 días después de la firma del contrato”. Esto el 5 de diciembre del 2006,   casi 7 meses después que el contrato fuera firmado. Y todavía se prometían los costos, cronograma de ejecución y nombre de los contratistas y suplidores de cada proyecto.

 Dos formas de pago

 La suerte de la Sunland es tan grande que el contrato establece dos formas de pago, excluyentes entre sí. En la sección 1 del artículo 4 se indica que el Jefe del Proyecto (la OISOE) “deberá anticiparle a EL CONTRATISTA el treinta por ciento sobre el valor total de las obras”, presentando “fianza de fiel cumplimiento del contrato por un monto equivalente al 10 por ciento del Precio del Contrato”. Eso equivaldría a 39 millones de dólares, mil 287 millones de pesos, a 33 por dólar. El párrafo 4.2 dice que el importe restante del contrato se pagará mediante cubicaciones mensuales de las obras.

 Pero el 4.5.1 indica que La porción del precio total del contrato, incluyendo, pero no limitado a, todos los honorarios auxiliares elegibles y costos financieros, relativos al crédito del Contratista, serán pagados por el Estado “mediante pagarés garantizados con toda la solvencia moral y crediticia del Gobierno”. La cuestión se hace más confusa en el siguiente punto 4.5.2, que se refiere al repago de los 19 pagarés de 6 millones 845 mil 105 dólares cada uno, en igual número de meses consecutivos. Y hasta se establece un recargo del 2.16 por ciento que debería pagar el gobierno por cualquier retraso en hacer efectivo los pagarés.

 Es inconcebible tanta confusión sobre la forma de pago de 130 millones de dólares, que al parecer están en manos de la Sunland Corporation, puesto que la gerente Lombert dijo en su carta al secretario de Hacienda del 12 de abril pasado, que “el desembolso realizado por este banco (el HSBC) fue a nuestra empresa, por lo que el Estado Dominicano no ha contraído ningún compromiso financiero con ese banco y los pagos de las cuotas han sido realizados por nuestra empresa”.

 En los documentos no aparece la tasa de interés a que fueron vendidos los pagarés, que al igual que las comisiones de la Sunlad tendrían que ser pagadas por el Estado con encarecimiento de las obras. Más inexplicable que no las ejecutara la misma OISOE si tendría que avanzar un 30 por ciento del costo total.

Al constituirse en una deuda externa asumida por el Estado, el contrato debió ser aprobado por el Congreso Nacional. Y todavía más porque exonera todos los impuestos personales y sobre la renta a que esté sujeto el contratista, los subcontratistas y su personal,

 Todo parece indicar que la Sunland vendió los pagarés y recibió el dinero, y que   los está pagando. Pero como las obras no se han ejecutado 7 meses después de vencido el plazo, esa dichosa empresa privada ha usufructuado durante casi año y medio un dinero que debió ingresar al Banco Central. Los mismos pagarés dicen que fue contratado por el gobierno dominicano.

Una explicación de por qué no se han recibido los 130 millones de dólares es que se trató de un crédito clandestino, al margen del Congreso y burlando los topes de créditos que había impuesto el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

  El escándalo es un reto a un gobierno que se ubica en la postmodernidad.-

Avances en el sistema electoral

Por Juan Bolívar Díaz

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A pesar de las diferencias públicas entre los jueces de la Junta Central Electoral (JCE), se ha avanzado en el proceso organizativo de las elecciones presidenciales de mayo próximo, previéndose atacar las deficiencias en el procesamiento de los votos que tradicionalmente han retrasado el conocimiento del resultado.

Más allá de los conflictos que marcaron la conformación de la JCE en dos períodos consecutivos y de la desconfianza y falta de consenso entre los partidos políticos, el sistema electoral dominicano ha sido revestido de suficientes garantías para el ejercicio del sufragio y su procesamiento.

 Tal como advirtió recientemente el presidente de la Cámara Administrativa de la JCE es imposible que los órganos electorales puedan alterar la voluntad popular, como ocurrió hasta 1994, razón por la cual las preocupaciones deben centrarse en reglamentar las campañas electorales para evitar los abusos del poder del Estado y del dinero.

Proceso en marcha

 El informe presentado el miércoles 26 a los delegados de los partidos políticos por la Cámara Administrativa de la JCE muestra que las diferencias de criterios entre los jueces electorales no han impedido que se avanzara en el proceso organizativo de las próximas elecciones presidenciales a 8 meses de su realización.

 La mayoría de las juntas electorales municipales, que ahora son 154, han sido   reorganizadas, 81 ya aprobadas por el Pleno de la JCE y otras 37 en agenda, mientras se busca consenso con los partidos en las 36 restantes. Se han integrado 385 nuevos colegios de votación y se inició con anticipación la captación de más de cien mil personas para operar los colegios de votación y su entrenamiento.

Se informó que se han evaluado 10 solicitudes de reconocimiento de nuevos partidos políticos, de las cuales ya dos están para decisión del Pleno de la JCE, que trabajan en el diseño del material educativo, cartillas y formularios, en la adquisición de los materiales y el diseño de un plan de logística para empaque y distribución, así como en la adecuación de los locales de las juntas municipales. Hasta ahora los partidos con derecho a postular candidatos son 22.

La Dirección Nacional de Elecciones, a cargo de Joel Lantigua, discute con los delegados de los partidos lo concerniente a una valija de seguridad para transportar los materiales electorales, urnas con ventanas transparentes, modelos de caseta de votación, y de boletas electorales y del papel de seguridad para las actas de votación.

Tal como habían declarado antes el presidente de la JCE, Julio César Castaños, y el de la Cámara Administrativa, Roberto Rosario, en la reunión informativa quedó evidente que el proceso organizativo de las elecciones del 2008 avanza con suficiente anticipación.

Los avances incluyen el haber completado las juntas electorales de 11 de las ciudades del exterior donde votarán los dominicanos y dominicanas. Otras tres están en proceso de integración y todavía se considera establecer una décimo quinta en la ciudad estadounidense de Filadelfia.

Dos desafíos básicos

Aunque con frecuencia se insiste en hablar de la posibilidad de fraudes electorales, la generalidad de los actores como de los analistas políticos reconoce que el sistema electoral dominicano ha alcanzado altos niveles de seguridad, con un padrón electoral limpio, que se actualiza sistemáticamente con  transparencia y participación de los delegados políticos y un sistema de cedulación eficiente, con un carnet que lleva fotografía integrada al plástico.

Ya no hay secretismos en la JCE y todas las decisiones se adoptan en consulta con los partidos, al tenor de la reforma electoral de 1997, desde las normativas y las contenciosas hasta las relacionadas con el registro de electores, el centro de cómputos, la logística, votación y procesamiento, con actas plastificadas  casi imposible de alterar.

Sin embargo, hasta las últimas elecciones, las legislativas y municipales del 2006, han persistido dos serios problemas en el sistema que dilatan excesivamente el conocimiento de los resultados de las votaciones, las deficiencias del personal operativo de los colegios y la lenta validación de las actas en las juntas electorales municipales.

Las actuales autoridades pretenden superar esos dos escollos en los comicios de mayo próximo y para ello han comenzado con suficiente anticipación a reclutar y entrenar las 67 mil personas que operarán unos 13 mil colegios, 5 por cada uno, pero la meta es captar 103 mil para descartar los que no aprueben los cursos de entrenamiento. Ya han reclutado casi 46 mil personas, el 45 por ciento.

Los primeros entrenamientos para instructores del personal de los colegios abarcó a 450 voluntarios, de los cuales 360, el 80 por ciento, fueron aprobados. Están iniciando la capacitación de los operadores de los colegios en más de 3 mil talleres hasta enero. Las deficiencias en la elaboración de las actas han determinado una alta proporción de errores que luego tienen que ser subsanados en las juntas electorales, retrasando el proceso.

Pero el mayor cuello de botella ha sido la validación en las juntas municipales de todas las actas levantadas en los colegios y firmadas por los delegados es el cuello de botella que retrasa la publicación de los resultados. Ya en los comicios del 2006 la JCE buscó eliminar ese paso, absolutamente innecesario por lo menos en las actas firmadas por todos los delegados políticos, pero los partidos lo rechazaron.

Para esta ocasión, la junta propone que desde los mismos colegios se pueda transmitir electrónicamente las actas de votación a las juntas municipales para evadir los congestionamientos en la entrega personal que también dilatan el procesamiento final de los votos. Está por verse si los partidos aceptarán esas correcciones.

Los aspectos vulnerables

Si bien el sistema de empadronamiento, organización, votación y cómputo ha registrado mejorías extraordinarias, todavía quedan rémoras como la compra de cédulas y de votos que han persistido hasta en recientes elecciones primarias de los partidos mayoritarios y que fueron escandalosas en las legislativas y municipales del 2006.

Pero las mayores debilidades del sistema electoral dominicano tienen lugar en las campañas proselitistas, por el gasto desmesurado, la falta de transparencia en el financiamiento privado de los partidos, el abuso de recursos del Estado y una propaganda negativa, abundante en diatribas y escasa de propuestas y debates de fondo, todo lo cual   se ha evidenciado de nuevo en la temprana campaña electoral que ya soporta la nación.

La moderna concepción de la democracia implica la mayor igualdad posible de competencia y la reducción del poder del dinero, evitando que la capacidad para lograr financiamiento, especialmente de fuentes ilegales, apabulle la conciencia de la ciudadanía.

Fundado en ella es que la JCE promueve un reglamento para acortar las campañas electorales, evitar el abuso del poder del Estado y hacer públicas las fuentes de financiamiento y el volumen del gasto. Otro reglamento elaborado por la Cámara Administrativa, pendiente de discusión por el pleno de los jueces electorales, procura establecer un sistema de contabilidad de los partidos transparente.

Pero aún las reglamentaciones propuestas serían insuficientes y predomina el criterio de que falta una ley de partidos políticos y reformas electorales más profundas para lograr los objetivos de transparencia y equidad en la competencia por el poder del Estado.-

5.6 millones de electores

Al 16 de septiembre el padrón electoral contenía 5 millones 599 mil 910 electores y electoras, lo que implica un crecimiento de 230 mil 846 en relación a los habilitados para los comicios del año pasado, apenas del 4 por ciento, muy por debajo del registrado entre las elecciones del 2004 y el 2006, que fue del 7 por ciento.

Pero faltando tres meses para el cierre del padrón, el 16 de diciembre, es muy probable que para las elecciones de mayo próximo los electores y electoras  pasen de los 5 millones 700 mil. Con un crecimiento del 7 por ciento, similar al del período anterior, el padrón alcanzaría los 5 millones 744 mil 898 ciudadanos y ciudadanas.

De los registrados en el padrón, 82 mil 820 corresponden a los centros de votación en el exterior del país, con un crecimiento de 30 mil 380, equivalente al 57 por ciento en relación a los 52 mil 440 que se inscribieron para los comicios presidenciales del 2004, la primera vez que se votó fuera del país. Apenas poco más de la mitad sufragaron, pese a que el 16 de mayo cayó domingo. El año próximo será en día laborable, viernes, lo que supone una mayor abstención. La abstención nacional fue del 27 por ciento, promedio de los comicios presidenciales desde el 1996.

Los partidos reciben periódicamente un corte del registro electoral y con meses de anticipación el definitivo, que además queda en Internet, lo que ha determinado que desaparezcan los alegatos de exclusiones y dislocamientos que caracterizaron los procesos electorales. El actual padrón fue elaborado para los comicios del 2000 y desde entonces sus resultados han sido calificados como excelentes por los observadores electorales.

Las perspectivas del Reglamento Electoral

Por Juan Bolívar Díaz

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El pleno de la JCE hizo pocas reformas al proyecto de reglamento de la campaña que contiene muchas propuestas positivas, pero escaso apoyo de los partidos y medios de comunicación

Después de tres meses de discusiones públicas que proyectaron una imagen de dispersión, el Pleno de los Jueces de la Junta Central Electoral (JCE) aprobó con pocas modificaciones el proyecto de Reglamento de Campaña electoral, Actos de Propaganda y Uso de los Medios de Comunicación.

 Sin ser una obra de perfección y sometido a consideración de los partidos y la opinión pública, el proyecto siegue conteniendo propuestas positivas para reducir la extensión y costo de las campañas electorales, para contener las pasiones y la violencia que las afecta y para reducir los abusos de recursos estatales y fortalecer la democracia.

 Pero la percepción general es que los partidos prefieren el caos y el libertinaje en vez de la reglamentación y que el oficialismo rechazará   con todos sus recursos los límites al uso del poder estatal en la campaña, por lo que se le atribuyen pocas perspectivas de aprobación.

Tres meses perdidos

 Aunque todavía habría tiempo para aprobar y poner en vigencia el proyectado Reglamento Electoral, los tres meses que pasó bajo consideración de los 9 titulares de la  JCE es relevante de los obstáculos que aún tendrían que ser superados para su definitiva aprobación y ejecución.

 Las modificaciones introducidas en la pieza original sometida a consideración del Pleno por los tres integrantes de la Cámara Administrativa, pudieron ser realizadas en mucho menos tiempo, lo que habría contribuido a abrirle perspectivas en la discusión con los partidos políticos y en la opinión pública general.

 Del proyecto original se eliminó el capítulo concerniente a las precampañas electorales, la prohibición de promover la abstención electoral, que ganó numerosas críticas públicas, y la disposición de que la JCE organizaría un debate nacional entre los candidatos presidenciales, y agregaron dos párrafos al artículo 12 sobre derecho a rectificación, lo que incrementa las críticas de los medios de comunicación.

 También se redujo de 10 a 5 días antes de los comicios el límite para publicar encuestas, (capítulo VIII) y en el artículo 45, que señalaba que las tarifas de publicidad política no podrían exceder el promedio de los 6 meses antes del inicio de la campaña, se contrajo a 3 meses.

 Las diferencias públicas entre los 9 jueces sobre sus facultades en relación al Reglamento quedaron dirimidas con la introducción de todo un capítulo (ahora el 11), de tres artículos, donde se especifican las competencias del Pleno y las dos cámaras en su ejecución.

 Del Pleno se dice que es el órgano competente “para la promoción de los acuerdos institucionales” a fin de lograr la “implementación efectiva” del Reglamento y para disponer   las medidas que considere apropiadas para “garantizar los derechos y obligaciones de los partidos políticos y los ciudadanos durante la campaña electoral”.

 La Cámara Administrativa queda facultada como órgano competente “para la implementación de las medidas administrativas tendentes a la aplicación del presente Reglamento”, en particular las relacionadas con la propaganda política y “cualquier otra disposición o instrucción particular tendente a garantizar el derecho al sufragio y la equidad en la competencia partidaria”.

 Mientras se especifica que la Cámara Contenciosa “es el órgano competente para conocer todos los diferendos y disputas que se presenten entre los partidos políticos en relación con la implementación del presente Reglamento”.

Derecho de rectificación

 Al agregar dos párrafos al artículo 12 que trata sobre “Derecho de Rectificación”, el Pleno incrementó las críticas de sectores de la comunicación extremadamente celosos de la libertad de expresión, lo que no contribuye a abrir perspectivas para la ejecución del Reglamento.

 El artículo es impreciso, porque inicia refiriéndose a “cualquier medio de propaganda electoral”, lo que permite suponer que apunta a la propaganda de los partidos, pero más adelante habla de “si la información que se pretende rectificar…” para terminar cargando a los medios el costo de la rectificación.

 Si como parece el interés es evitar que la propaganda electoral termine en injurias y calumnias, el costo de la rectificación debería cargársele a quien pagó el anuncio electrónico o impreso.

 El párrafo I faculta a la Cámara Contenciosa para juzgar, previa cita de los involucrados y en un proceso oral y de forma sumaria, en los casos en que un afectado reclame su intervención en busca de rectificación. El segundo párrafo indica que en caso de encontrar fundamento al reclamo y declarar la publicación distorsionada, calumniosa o injuriosa, “ordenará la publicación, a través del medio que resulte preciso, de la rectificación correspondiente”.

 Ya algunos medios de comunicación y comunicadores han objetado el artículo llegando a estimar que la JCE viola la ley 6132 sobre Expresión del Pensamiento” al atribuirse facultades para juzgar en la materia. Es obvio que esa no es la intención del Reglamento, porque no contiene sanciones, para lo cual el artículo 70 remite a los tribunales ordinarios. Más bien lo que se instituye es una especie de arbitraje para dirimir conflictos de campaña electoral que precisarían soluciones inmediatas, lo que se puede amparar en el artículo 92 de la Constitución y en la Ley electoral 275-97.

 La JCE ha repetido que el proyecto está sometido a la opinión no solo de los partidos sino también de las organizaciones sociales y los medios de comunicación. Pero la imprecisión de información por anuncio político propagandístico parece un desacierto que puede ser rectificado. Del contexto no se debe inferir que se busca afectar la libertad de expresión y es válido sustentar el derecho a la rectificación.

Debe pesar lo positivo

 Los que aspiran a un fortalecimiento de la democracia deben reparar fundamentalmente en los múltiples aspectos positivos que contiene el proyecto de Reglamento y plantear las reformas que estimen precisas para mejorarlo.

 Lo fundamental es que se busca reducir la extensión de la campaña electoral propiamente dicha, a los 90 días que indica la ley, es decir las manifestaciones de todo género encaminadas a promover candidaturas y la publicidad electoral para contener el creciente costo de la democracia dominicana y evitar que el poder del dinero determine cada vez más el resultado electoral.

 El tope del gasto y la identificación de los financiadores, incluyendo a los que hacen donativos en especie, sean personas físicas o jurídicas, contribuye a la transparencia, y la obligación de informar sobre ingresos y egresos está llamada a reducir el financiamiento ilegal sea de fuentes públicas o privadas, especialmente de origen criminal.

 Es particularmente relevante que el proyecto tiende a establecer límites al abuso de los recursos del Estado, al aprovechamiento partidista de las actividades estatales, y a impedir que la publicidad pagada con recursos públicos se convierta en forma de promover candidaturas.

 Elementos positivos son también los contenidos tendentes a garantizar la igualdad entre los competidores, el respeto a los derechos de la ciudadanía, incluyendo el ornato, la libre circulación y el medio ambiente visual y auditivo. Lo mismo los artículos que buscan prevenir la violencia física y verbal

Afianzaría la democracia

 No deberían caber dudas de que el objetivo del Reglamento es afianzar la democracia y preservar a los mismos partidos de la pendiente de descrédito en que los sitúan las encuestas, lo que ha sido proclamado por los actuales jueces electorales casi desde su designación el año pasado.

 Esa reglamentación ha sido reclamada por los más diversos sectores de la sociedad, hastiados del interminable proselitismo que no solo implica un costo económico desorbitado, sino que también afecta la gestión de los gobiernos y dificulta en grado extremo las concertaciones para planes de desarrollo y reformas más allá de las coyunturas   electorales.

 La visión inmediatista de los que usufructúan el poder los lleva, como ocurre ahora con el Partido de la Liberación Dominicana, ayer con el Revolucionario Dominicano y antier con el Reformista Social Cristiano, a defender prerrogativas como la masiva campaña de promoción, pagada con dineros del Estado, que no busca otra cosa que proclamar la conveniencia del continuismo.

 Es obvio que el proyecto de reglamentación en discusión establece límites al abuso del poder en las campañas, pero eso no se limitaría al actual régimen, sino que quedaría como un precedente para el futuro y redundaría en fortalecimiento de la institucionalidad democrática.

 Los abusos que ya se han evidenciado, en compras de aliados, en multiplicación de la publicidad gubernamental, en aprovechamiento de los actos públicos para promover el reeleccionismo, no dejan dudas de lo positivo que resultaría el Reglamento en discusión.

Desafío a la precaria institucionalidad

Por Juan Bolívar Díaz

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La progresiva conversión de las inauguraciones de obras públicas en manifestaciones reeleccionistas y la proliferación de propaganda gubernamental de promoción del candidato oficialista están ratificando la necesidad de reglamentar las campañas electorales.

Sin embargo la lentitud con que el Pleno de la Junta Central Electoral (JCE) conoce la primera de dos propuestas de reglamentación hace temer que se empantane con las objeciones de los partidos y no   puedan ser puestas en vigencia antes de los comicios presidenciales del año próximo.

Aunque los principios democráticos, la Constitución y la Ley Electoral fundamentan las reglamentaciones elaboradas por la Cámara Administrativa de la JCE, toma cuerpo el criterio de que las mismas quedan muy grandes al presidencialismo y a la precariedad institucional dominicana.

Indicadora lentitud

Las dificultades con que ha tropezado el proyecto de “Reglamento de Campaña Electoral, Actos de Propaganda y Uso de Medios de Comunicación” para pasar la primera prueba del consenso entre los 9 jueces electorales, es un claro indicador de sus precarias perspectivas.

El documento tiene ya más de dos meses en manos de los jueces electorales y aunque esta semana se ha avanzado en la aprobación de una parte de su articulado, se teme que se está haciendo tarde para discutirlo con los partidos políticos, las instituciones sociales y los medios de comunicación, como se ha prometido desde el principio.

En una sesión el martes se avanzó aprobando 27 de los 79 artículos y se convocó de nuevo el Pleno para ayer viernes, conscientes de que en las próximas dos semanas ese organismo no podrá sesionar porque varios de los jueces viajarán a México y Paraguay para participar en sendos eventos internacionales.

Lo que el Pleno discute es el proyecto a ser consultado con los delegados de los partidos políticos, en virtud de lo establecido en el artículo 27 de la Ley Electoral, que se viene observando desde la junta que encabezó el doctor César Estrella Sahdalá, tras el último trauma electoral en 1994. Después tendría que ponderar las opiniones y abocarse a una aprobación definitiva.

No han faltado quienes observen que la lentitud con que los jueces conocen el proyecto contrasta con el avance de la propaganda y las actividades propias de la campaña electoral que según la ley debería iniciarse 90 días antes de los comicios.

Objeciones adelantadas

Antes de que el proyecto fuera conocido ya el presidente Leonel Fernández había advertido su criterio de que las limitaciones al proselitismo electoral violarían principios constitucionales como libertad de expresión, de reunión, circulación y de proselitismo, lo que habría ratificado hace dos semanas al reunirse con los jueces electorales.

El mismo criterio fue sustentado por el delegado político del partido de gobierno y Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, César Pina Toribio, al participar en uno de los dos seminarios efectuados por la JCE para discutir las experiencias de reglamentación de las campañas en otros países.

Desde el principio se ha temido que la objeción oficialista decrete la muerte de los proyectos. Además de que el candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, Miguel Vargas Maldonado, y otros dirigentes del mismo, así como el juez electoral Eddy Olivares han advertido que no favorecerán la reglamentación si no impide que el presidente candidato utilice los actos y recursos estatales para promoverse.

Frente a esos requerimientos el presidente de la JCE, Julio César Castaños Guzmán, quien en discursos y entrevistas ha favorecido la legislación, reaccionó diciendo que el organismo no puede paralizar las   ejecutorias gubernamentales. “Un gobierno tiene que gobernar y nosotros aquí bajo ningún concepto estamos para cortarle las alas a un gobierno gobernando”.

Esta semana el juez  José Angel Aquino, uno de los propulsores de las reglamentaciones, expresó temores de que los intereses partidistas están boicoteando la aprobación del reglamento de las campañas electorales. El otro proyecto de “Reglamento sobre Sistema Contable y Rendición de Cuentas de los Partidos Políticos” no ha sido tramitado al pleno de la JCE ni ha trascendido textualmente, aunque sus líneas generales fueron expuestas por Aquino en el segundo de los seminarios celebrados a fin de junio.

Puntos conflictivos

La esencia del reglamento en discusión es restringir a 90 días la  promoción de candidaturas, mediante manifestaciones masivas y publicidad en los espacios públicos y los medios de comunicación social. No afecta los derechos de libre expresión ni de reunión o movimiento de los candidatos y dirigentes políticos.

Persigue evitar que la campaña electoral atente contra los derechos ciudadanos, el medio ambiente y el orden público. También pretende preservar los principios democráticos de   igualdad entre los competidores, garantizar el acceso a los medios de publicidad, evitar la propaganda ofensiva y negativa e impedir que esta se realice a costa del medio ambiente y las normas municipales.

Contiene numerosos artículos que contravienen vicios del primitivismo político, como el uso de los recursos y actividades estatales en campañas proselitistas. El 55 prohibe la promoción de candidaturas en los actos públicos de entidades estatales.

El artículo 56 indica que durante la campaña electoral la publicidad de los actos de gobierno, nacional o municipal, “no podrá contener elementos que promuevan directa o indirectamente la motivación del sufragio a favor de cualquiera de los candidatos”. Prohibe la inauguración de obras públicas y el inicio de programas de apoyo sociales en los 30 días anteriores a los comicios.

Además de prohibir la propaganda en las edificaciones estatales, el artículo 57 establece que en los anuncios financiados por los diversos organismos del Estado no se podrá incluir las fotos ni los lemas de campaña de los candidatos y partidos.

Las prácticas que tienden a evitar esos tres artículos son ya cotidianas por parte de los promotores de la reelección del presidente Leonel Fernández, razón fundamental para oponerse a la reglamentación. Mientras los opositores plantean que esas prácticas deben quedar prohibidas en todo tiempo o desde que se proclaman candidatos, no sólo en el período de los tres meses de campaña electoral.

El proyecto contiene otros planteamientos que han sido objetados y que no son esenciales, como la prohibición de promocionar la abstención electoral y  la publicación de encuestas desde 10 días antes de los comicios.

Piedra de contradicción

La principal contradicción que ha afectado la aprobación del reglamento en el Pleno de la JCE es la diferencia de criterios en torno a las facultades de la Cámara Administrativa del organismo. Al magistrado John Guiliani, de la Cámara Contenciosa, se le atribuyó en informaciones periodísticas haber criticado las “grandes compras” dispuestas por los miembros de la Administrativa sin conocimiento del Pleno y “engavetar las propuestas de nombramiento de personal que hacen los demás jueces”.

Pero  la Ley Electoral separa las funciones administrativas de las contenciosas. Las compras son administrativas, igual que la organización de los procesos electorales y gestión de los diversos órganos de dirección y operación de la JCE. La primera facultad que otorga la Ley Electoral a la   Cámara Administrativa es “Recomendar al Pleno, para su designación, todos los funcionarios y empleados de la JCE y sus dependencias y fijarles sus remuneraciones”.

Una amplia propuesta de modificación al proyecto de reglamento, cuya formulación se atribuyó públicamente a iniciativas de varios miembros del Pleno, pero suscrito sólo por la doctora Aura Celeste Fernández, contiene numerosas sugerencias, varias de ellas enriquecedoras del documento, como las que recogen objeciones a las expresiones a favor del abstencionismo, y reduce la veda de la publicación de encuestas a las 48 horas antes de los comicios cuando termina la campaña.

La doctora Fernández también propone la prohibición de personalizar las obras de   cualquier dependencia del Estado y extiende a los tres meses de la campaña electoral la veda de actos oficiales de inauguración, no la puesta en servicio de obras.

Pero la propuesta plantea la sustitución del Departamento de Partidos Políticos,   por “una unidad administrativa dependiente del Pleno de la JCE” que denomina Dirección de Partidos Políticos y Campaña Electoral, a la cual atribuye facultades que según la Ley corresponden a la Cámara Administrativa, incluyendo la aplicación del reglamento. Se fundamenta en la facultad de reglamentación del Pleno, pero esta no puede estar por encima de la ley.

Esa modificación chocaría también con el principio de la separación de las funciones administrativas de las contenciosas que se instituyó en la última reforma de la Ley Electoral en el 2002, puesto que los jueces de la contenciosa son integrantes   del Pleno y vendrían a ser “juez y parte” cuando tengan que decidir sobre conflictos. Equivaldría a atribuir facultades al Pleno que la ley atribuye exclusivamente a la Cámara Contenciosa, y que ni siquiera tienen que ser ratificadas por aquel.

Lo procedente, acorde con la ley,  sería que el Pleno dicte el reglamento, la Cámara Administrativa gestione su cumplimiento y se deje a la Contenciosa los recursos de impugnación. Todo un desafío a la precaria institucionalidad nacional.-