Buen arranque de la JCE

Por Juan Bolívar Díaz

 El Proyecto de Reglamento para las Asambleas y Convenciones Electorales de los Partidos Políticos es un prometedor arranque de la nueva Junta Central Electoral

El Proyecto de Reglamento para las asambleas y Convenciones Electorales de los Partidos Políticos elaborado por la nueva Junta Central Electoral (JCE) es un primer paso hacia una fiscalización de las actividades partidistas que merece el respaldo de todos cuantos están interesados en el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Se trata de una serie de normas de fiscalización de las campañas para la elección de candidatos y devolverles su carácter interno, obligando a presentar un cronograma con plazos y disposiciones para hacer transparentes las fuentes y el nivel de gastos en orden a la equidad e igualdad de oportunidades entre los competidores.

La pieza de los nuevos jueces electorales hace énfasis en la prohibición de recursos estatales en las actividades partidistas y de precandidatos y replantea la necesidad de una ley de partidos políticos que limite el excesivo gasto de las campañas   pagado directa o indirectamente por la sociedad.

Proyecto desapercibido

El proyecto de la JCE fue publicado en espacios pagados de varios periódicos y sometido a consideración de los partidos políticos en la segunda semana de diciembre, pero ha pasado casi desapercibido para la opinión pública.

Como toda la reglamentación que aprueba el organismo electoral, ha sido entregado a los delegados de los partidos para escuchar sus opiniones, atendiendo al Párrafo I de las facultades contenciosas instituidas en el artículo 6 de la Ley Electoral.

Normalmente la JCE otorga un plazo para que los partidos se pronuncien sobre las reglamentaciones, pero hasta ahora las respuestas se producían con mucho retraso, frenando los proyectos del organismo. Es probable que los partidos estén poco interesados en crear el precedente de una estricta fiscalización de sus elecciones de candidatos que se trasladaría después a las campañas para los comicios nacionales.

Según el párrafo del artículo 6, bastaría con que la JCE citara una audiencia pública para escuchar el parecer de los delegados políticos, después de haber entregado el proyecto de reglamento, sin estar en obligación de esperar indefinidamente la respuesta, como ha ocurrido en el pasado.

La urgencia de adoptar esta reglamentación está determinada por el hecho de que ya los partidos mayoritarios están inmersos en campañas para la elección de candidatos presidenciales con miras a los comicios a celebrarse en el 2008. En el Revolucionario Dominicano de manera formal, y de hecho en los casos del Reformista Social Cristiano y el de la Liberación Dominicana.

La importancia de esta reglamentación está dada en el hecho de que los nuevos jueces se aprestan a ejercer funciones que le atribuye la ley electoral, que incluye plazos para la apertura pública de las campañas de promoción y fiscalización y auditoría del financiamiento, contemplando posibilidades de admoniciones y procesos judiciales.

De hecho las selecciones de candidatos han rebasado el ámbito interno y ya son campañas abiertas en los medios de comunicación y en las vías públicas, con gastos desproporcionados que despiertan cuestionamientos sobre su origen y legitimidad.

 Plan de actividades  

El proyecto de reglamento contempla en sus artículos 2 y 3 que los partidos deberán depositar en la JCE copia de las normas aprobadas por los órganos correspondientes para la realización de sus asambleas y convenciones y un plan de actividades que incluye fechas para la apertura de sus procesos electivos, para presentación de precandidaturas, inicio y cierre de las precampañas y celebración de sus asambleas electorales y convenciones.

El artículo 4 establece que los partidos tendrán que depositar en la JCE el padrón que regirá sus elecciones internas y tendrán derecho a recibir copia del registro nacional de electores, cortado al menos 30 días antes de la elección, cuando decidan utilizarlo en sus votaciones primarias.

Se contempla en los artículos 9 y 10 que la JCE “desplegará un amplio dispositivo de fiscalización, a fin de comprobar si la jornada de votación transcurre en armonía con lo previsto en los Reglamentos correspondientes” y para comprobar que las convenciones de delegados “se efectúen en correspondencia con la Constitución, las leyes, los reglamentos dictados por la Junta Central Electoral y los estatutos internos de cada partido”.

El artículo 13 indica que: “Las actividades de proselitismo que realicen los pre-candidatos y pre-candidatas deben limitarse al ámbito interno, no pudiendo realizarse en una magnitud tal que se constituyan en campañas de carácter público, que afecten la paz y tranquilidad ciudadana”.      

Hasta ahora el papel de la JCE en la supervisión de las elecciones primarias y convenciones de los partidos ha sido casi simbólica, disponiendo que algunos inspectores hagan acto de presencia, sin mayor preocupación por los procedimientos democráticos.

 Sobre el financiamiento       

 Los artículos 5 al 8 del proyecto establecen normas sobre el contenido y costo de la propaganda, así como de las fuentes de financiamiento y del gasto. El 5 prevé fiscalización sobre el contenido y costo de la promoción por los medios de comunicación, lo que está en cierta contradicción con el 13 que limita las precampañas al “ámbito interno” de los partidos.

En el artículo 6 se instituye que los partidos deberán depositar en la JCE un informe de los gastos para las primarias y convenciones y el presupuesto de los pre-candidatos y pre-candidatas, incluyendo la nómina de sus contribuyentes y fuentes de ingresos, relación de ingresos y de egresos.

Compromete a la JCE, en el artículo 7, a fiscalizar las actividades públicas a fin de comprobar que no se utilicen recursos del Estado, y en el 8 a supervisar que la propaganda gráfica esté en concordancia con lo previsto en la ley electoral y las disposiciones municipales. Velaría también que no se utilicen los bienes muebles o inmuebles estatales para colocar propaganda.

Una de las consideraciones en que se fundamenta el proyecto de reglamento recuerda que el artículo 55 de la Ley Electoral establece que: “Sólo se considerarán lícitos los ingresos provenientes del Estado canalizados a través de la Junta Central Electoral y las contribuciones de personas físicas, quedando terminantemente prohibido la aceptación de ayudas materiales de grupos económicos, de gobiernos e instituciones extranjeras y de personas físicas vinculadas a actividades ilícitas”.

Sin embargo, el artículo 47 de la misma ley incluye la contribución económica de las “personas jurídicas nacionales privadas”, aunque considera “ilícita la intervención directa o indirecta del Estado, de cualquiera de sus departamentos, dependencias u organismos autónomos o descentralizados o de empresas que caigan dentro de la aplicación de la Ley de Inversión Extranjera, de los ayuntamientos o de entidades dependientes de éstos, de gobiernos extranjeros en el sostenimiento de los partidos o el financiamiento de sus campañas”.

Ese artículo es redundante al prohibir a los partidos “beneficiarse directa o indirectamente de los recursos y medios que pertenezcan al Estado para realizar sus actividades proselitistas o sostenerse”. También prohibe a los partidos, a sus dirigentes, militantes o relacionados recibir exoneraciones, donaciones o regalos de cualquiera de los poderes del Estado o de los ayuntamientos, directamente o bajo cualquier mecanismo jurídico.

Otra consideración del proyecto de reglamento establece “Que los partidos políticos deben garantizar la equidad entre los pre-candidatos y la igualdad de oportunidades, sin menoscabo del derecho que poseen los pre-candidatos de recibir recursos de manera lícita hasta tanto intervenga una ley de partidos que establezca límites al gasto de campaña para las asambleas y convenciones de los procesos electorales”.

El artículo 12 se refiere a las sanciones indicando que “En caso que se compruebe que durante el proceso de pre-campaña, Elecciones Primarias, Asamblea o Convención de Delegados se cometiera algún acto contrario a la ley, los reglamentos o los estatutos y que genere un diferendo entre los pre-candidatos y pre-candidatas, éstos podrán apoderar a la Cámara contenciosa de la Junta Central Electoral, y en caso de que se comprobare infracción penal, los interesados podrán someter a los imputados a la jurisdicción judicial correspondiente, a fin de que se les juzgue conforme a derecho, imponiéndoles las penas que correspondan”.

Una JCE más activa

Más allá de su valor en sí mismo, el proyecto de reglamento para las asambleas y convenciones electorales indica una actitud positiva de los nuevos jueces electorales y denota su disposición a asumir un papel activo en la promoción de la institucionalidad democrática, en la duración de las campañas y en el financiamiento.

La Ley electoral contempla límites para el inicio de las campañas electorales que nunca se han cumplido. No los prevé, en cambio para las precampañas que para las elecciones del 2008 han comenzado más de un año y medio antes, algo que probablemente no tenga precedentes en el mundo democrático.

Una JCE fuerte e independiente de los intereses partidistas tiene que limitar las campañas y promover activamente una ley de partidos que prevea todos los detalles del funcionamiento de los mismos, de sus procesos eleccionarios internos y de sus campañas.

Mientras se materializa esa legislación, hace tiempo en manos del Congreso Nacional, la JCE puede comenzar a ejecutar las previsiones ya contempladas en la Ley Electoral para disminuir el dispendio, especialmente para que partidos y candidatos tengan que hacer más transparentes sus fuentes de financiamiento.

La opinión pública debería alentar a la JCE para que materialice el proyecto de reglamento y ponga fin al abuso de los recursos estatales en las campañas electorales, internas o nacionales, lo que no solo tiene que ver con la institucionalidad democrática, sino también con el recto uso de las contribuciones de la ciudadanía.-

En la JCE el que reparte y reparte…

Por Juan Bolívar Díaz

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En la elección esta semana de los jueces de la Junta Central Electoral volvió a regir el viejo aforismo popular de que a quien reparte y reparte le toca la mayor parte, pues el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) quedó en control de la Cámara Administrativa, encargada de organizar los procesos electorales.

Pero debe acreditarse a la mayoría peledeísta que ha sabido repartir y escoger a varios abogados y politólogos de reputación, dejando a los partidos de oposición sin argumentos para objetar la composición del tribunal electoral y al Revolucionario Dominicano (PRD) una vez más revolcándose en sus propias mezquindades.

De nuevo perdieron quienes postulaban que el tribunal de elecciones fuera constituido por abogados que no tuvieran ni militancia ni vínculos estrechos con los partidos políticos para que representaran fundamentalmente los intereses de la sociedad y no los de sus agrupaciones preferidas.

Balance aceptable

Una vez más hubo repartición política en la elección de los miembros de la Junta Central Electoral, aunque el balance es aceptable en cuanto hay mayor equilibrio político que en la anterior elección hace 4 años que tuvo que ser enmendada posteriormente con la ampliación del número de jueces.

De los nueve anteriores integrantes del organismo, considerado generalmente como incondicional a los intereses del PRD, sólo fue reelecto el doctor Roberto Rosario, precisamente el más politizado de todos, pues fue el único que salió de la dirección nacional de un partido para el tribunal.

Rosario, quien era miembro del Comité Central del PLD, fue electo juez electoral en diciembre del 2002, junto al doctor Rafael González Pantaleón, 3 meses después que los perredeístas eligieran los 7 titulares originales en sesión sorpresiva del Senado, sin previa consulta con los demás partidos ni con las instituciones sociales.

Aquella decisión originó una confrontación política y cuestionamientos al perredeismo no solo por parte de los otros partidos, sino también de las organizaciones de la sociedad civil. El diferendo se zanjó con un diálogo político convocado por el presidente Hipólito Mejía. La solución consistió en ampliar a 9 el número de jueces para incluir dos presentados por el PLD y el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC).

Mediante una ley también se dividieron las funciones de la JCE en dos cámaras, una administrativa y la otra contenciosa, pero cuyos titulares confluyen en un plenario donde el presidente del organismo queda con pocos poderes, casi como figura protocolar y vocero. Eso llevó a la renuncia del doctor Manuel Ramón Morel Cerda, quien presidía el organismo, desde la anterior elección del 1998.

De los primeros 7 jueces electos en el 2002, por lo menos seis tenían vínculos con el PRD y la doctora Rafaelina Peralta con el PRSC. Pero ninguno salió de un organismo de dirección nacional partidista.

Tal vez bajo la convicción de que las mayorías deciden, tanto los dirigentes del PRD como los del PRSC han expresado esta vez su conformidad con la integración de la JCE. Y esa es una diferencia fundamental en relación a lo ocurrido hace 4 años. De cualquier forma ahora hay más equilibrio por la presencia de reconocidos profesionales de fuerte personalidad y criterios propios, aunque algunos tengan vínculos con partidos.

Perdieron los que como el movimiento cívico Participación Ciudadana abogaban por una JCE sin infiltraciones partidarias. Lo que no implica que los nuevos jueces sean estigmatizados ni que no puedan desempeñar una buena labor.

El papel de Castaños

El doctor Julio César Castaños Guzmán heredó de su padre Julio César Castaños Espaillat, no sólo el nombre sino también una marcada vocación jurídica, inclinación por la actividad académica y afición a la política. Aquel fue rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en tres ocasiones, casi siempre en momentos críticos de las primera década tras la liquidación de la tiranía de Trujillo.

Vinculado al movimiento renovador de la UASD, pasó a formar parte del PRD, donde llegó a ser considerado para la candidatura presidencial en 1974, y luego al PRSC, en cuyas filas le sorprendió una temprana muerte.

El nuevo presidente de la JCE es catedrático de la Universidad Católica Madre y Maestra, preside una fundación que promueve la institucionalidad democrática y fue miembro del PRSC, pero sin categoría relevante. En el último período de gobierno del doctor Joaquín Balaguer se desempeñó como Procurador Fiscal del Distrito Nacional, posición en la que demostró firme carácter y gran independencia de criterios.

Castaños Guzmán puede ser considerado un abogado con suficiente independencia para desempeñarse en la presidencia de la JCE y realizar una excelente labor. Está ligado a la Iglesia Católica y a las instituciones de la sociedad civil, en cuyas actividades ha sido un asiduo participante. Uno de sus tres hermanos, todos abogados, es el actual director ejecutivo de la Fundación Institucionalidad y Justicia, el doctor Servio Tulio Castaños.

Por demás el doctor Castaños tiene un amplio espíritu conciliador, también heredado de su padre, que le permitiría asumir un liderazgo en la JCE, reivindicando aunque sea parcialmente los poderes que antes conllevaba su cargo.

Importantes desafíos

Bajo la presidencia de Castaños Guzmán la JCE tendría no sólo el desafío de organizar dos procesos electorales, sino también de concluir la automatización del registro civil y de impulsar importantes reformas que tiene pendiente la sociedad dominicana, como una ley de partidos políticos que fortalezca la democracia interna y los haga más transparentes.

Otro de los desafíos es la aplicación de la ley electoral, especialmente en la vigilancia de los ingresos y gastos de los partidos, incluyendo la auditoría de sus fondos que consigna su artículo 52 y la limitación de los períodos de campaña electoral acordes con sus artículos 87 y 88.

En términos constitucionales la JCE debería impulsar la reforma del artículo 92 para separar por completo, en dos organismos autónomos, las funciones administrativas y las contenciosas, algo que se pactó ya en 1993 en el consenso con los partidos y entidades sociales que auspició la Fundación Siglo 21.

En esas transformaciones el doctor Castaños podría contar con el respaldo de los jueces que son abogados y politólogos inclinados a las reformas para mejor el sistema político, como son los doctores Aquino y Piña, así como con la doctora Fernández y el doctor Mariano Rodríguez, quien durante varios años ha presidido la Junta Electoral del Distrito Nacional y es un académico de probada vocación democrática.

Pero el mayor de los desafíos de esta junta es dejar atrás un largo período de incertidumbres y objeciones al arbitraje electoral y constituirse en un organismo fuerte, independiente y autónomo, capaz de ayudar a contener el desbordamiento y el descrédito del partidismo político.-

Inclinación morada

Con la elección ayer del doctor Rosario para presidir la Cámara Administrativa, el tribunal electoral tiene una inclinación hacia los intereses del partido morado de gobierno. A otro de los integrantes de esa cámara, el doctor César Francisco Féliz, se le vincula al PRSC, que lo habría propuesto. El tercero es un abogado y politólogo, José Angel Rodríguez, cercano a los peledeístas, quien trabajó en la Comisión de Reforma y Modernización del Estado durante el anterior gobierno del doctor Leonel Fernández. En los últimos años manejó un proyecto de reformas de Participación Ciudadana.

Por igual se consideran vinculados al PLD las doctoras Aura Celeste Fernández y Leyda Margarita Piña, así como el doctor John Guilliani. Estas dos mujeres han desempeñado importantes funciones en los dos gobiernos del PLD, pero compensa el hecho de que ambas, al igual que Aquino Rodríguez, son consideradas profesionales de integridad y personalidad propia. El doctor Guilliani ha tenido menos visibilidad en las actividades políticas.

La doctora Fernández sonó insistentemente como posible presidenta de la JCE, y al comienzo de esta semana dirigió una carta al Diario Libre donde aludía a esas versiones y se pronunciaba vigorosamente por la elección de jueces independientes que no llevaran al organismo los intereses de los partidos.

Cuando se conocieron los términos de su planteamiento analistas políticos dieron por hecho que no sería escogida para presidir, pues contradecía el criterio predominante en los tres partidos mayoritarios que buscaban tener al menos uno de los suyos dentro del tribunal electoral. El jueves circularon insistentes rumores de que rechazaría la designación en la JCE, de la que fue parte en el período 1994-98, bajo la presidencia del doctor César Estrella Sadhalá.

La elección fue ocasión para poner de relieve una vez más las dolencias intestinas del PRD, ya que dos senadores de este “amarraron” con los peledeístas para desconocer la recomendación del presidium perredeista que había recomendado para juez electoral al doctor Rafael Diaz Filpo, vinculado al grupo de Rafael Suberví Bonilla.

Se afirma que el expresidente Hipólito Mejía movió hilos de poder para que escogieran como titular a Hedí Olivares, un abogado que fue funcionario del pasado gobierno. Díez Filpo, electo suplente, fue el único de los escogidos que no se juramentó el viernes.

En el trasfondo de la elección quedó también de manifiesto el poder de Danilo Medina en las decisiones del PLD, pues él había favorecido públicamente la elección de Roberto Rosario, mientras el presidente Fernández lo había objetado por ser un dirigente de su partido. En fuentes bien informadas se dijo que el mandatario favorecía la continuidad del doctor Luis Arias o en su lugar a la doctora Fernández.

Sólo hay que aplicar la ley

Por Juan Bolívar Díaz

Para transparentar el financiamiento estatal a las ONG, sean de legisladores o no, sólo hay que aplicar la ley 122-05 fruto de muchos años de diálogos y consensos                                              

Todo lo que hay que hacer en relación con el financiamiento estatal a las organizaciones sin fines de lucro, también llamadas Organizaciones No Gubernamentales (ONG), es aplicar la ley 122-05, promulgada el año pasado y que aún espera por su correspondiente reglamento.

El debate sobre las ONG de los legisladores se viene repitiendo cada año al discutirse el proyecto de presupuesto sin que se haya avanzado en su transparencia mientras se utiliza el caso como mecanismo de negociación para que los legisladores acepten intereses presupuestarios del gobierno.

Son 3 mil 649 las ONG financiadas en el presupuesto del 2006, de las cuales 576 pertenecen a legisladores, el 16 por ciento del total, con una asignación de 355 millones 200 mil pesos equivalentes al 27 por ciento de los 1,301 millones 56 mil pesos destinados a las mismas.

Un debate repetido

Como en muchos otros aspectos el relacionado con las subvenciones de las ONG de los legisladores es un debate repetido, que se viene produciendo hace por lo menos tres años cada vez que se discute el presupuesto nacional.

Esta vez el escarceo comenzó temprano, cuando el titular de la oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN), doctor Guarocuya Féliz, advirtió que el presidente Leonel Fernández instruyó para que se elimine el financiamiento a esas entidades en el proyecto de presupuesto para el 2007 que la institución a su cargo elabora.

Las reacciones de los interesados no se ha hecho esperar y algunos reclaman que en la disposición se incluyan también las ONG correspondientes a funcionarios gubernamentales y otros dirigentes políticos. Tal vez con la esperanza de que, al igual que en los años anteriores, todo se quede en un tira y hala o aprieta y afloja, al tenor de negociaciones políticas subterráneas.

En diciembre del año pasado se llegó a anunciar que el gobierno había excluido del presupuesto del 2006 nada menos que a más de 960 ONG apadrinadas por legisladores de los partidos Revolucionario Dominicano y Reformista Social Cristiano, que para esos días bregaban por concretar una alianza para los comicios de este año.

En la cifra había exageración y el tono político dividió hasta a la propia bancada del partido de gobierno, donde los diputados Lidio Cadet e Isabel Bonilla rechazaron la exclusión “a menos que demuestren al país que ha habido alguien que ha usado esos recursos de manera indebida y contraria al bien social”, como indicó el primero.

Diputados perredeistas y reformistas reaccionaron denunciando que hasta funcionarios con cuentas pendientes en la justicia tenían ONG financiadas por el Estado, refiriéndose concretamente a la Fundación Félix Bautista y en otro aspecto a la Fundación Juan Bosch. El reformista Máximo Castro Silverio denunció persecución contra la oposición.

El proyecto de presupuesto fue sometido a estudio de una comisión bicameral y no tardó mucho tiempo en que lograran “consenso” con los funcionarios gubernamentales. Se dijo que a cambio de alguna flexibilidad para aprobar el proyecto del gobierno que incluía una partida de 1,835 millones de pesos para el discutido metro de Santo Domingo que se había iniciado meses antes sin previa aprobación congresual.

Como este año el partido de gobierno controla las dos cámaras, no precisaría ese tipo de negociación, por lo cual tendría más posibilidades de aprobar su presupuesto, aunque tenga que sacrificar a legisladores oficialistas y funcionarios que también apadrinan o poseen entidades financiadas por el Estado.

Ni tanto ni tan poco

La suma que quedó consignada en el presupuesto de este año para las instituciones sin fines de lucro asciende a 1,301 millones 56 mil pesos, que en relación al total del gasto público previsto, de unos 250 mil millones de pesos, es apenas el medio por ciento.

Con esa suma se financian 3,649 ONG de todas las categorías y orígenes, incluyendo muchas que tienen merecido reconocimiento por los servicios que prestan, especialmente a los más pobres. Entre ellos se cuentan los de rehabilitación de discapacitados y de drogadictos, oncología, cardiología, planificación familiar, educación, deportes, iglesias y muchos otros.

De ellas 332 corresponden a diputados y 244 a senadores que suman 576, para un 16 por ciento. Recibirían este año 355 millones 200 mil pesos, que es el 27 por ciento del financiamiento estatal a las ONG.

Las subvenciones a entidades de los legisladores se canalizan por la secretaría Administrativa de la Presidencia a la cual se le asignaron este año 558 millones 664 mil pesos a ser distribuidos entre 1,545 ONG, el 42 por ciento del total. En julio passado las 576 de legisladores recibieron 29 millones 600 mil pesos, el 70 por ciento de lo canalizado por esa cartera. El 23 por ciento fue entregado a “instituciones independientes” y el 7 por ciento restante a “instituciones supervisadas por CONANI”.

De estas cifras se infiere que casi las tres cuartas partes (73 por ciento) del subsidio estatal a entidades sin fines de lucro no corresponden a legisladores, lo cual implica que el problema es más que político y amerita soluciones racionales, ponderadas, sin mezquindades partidarias.

Las demás secretarías de Estado canalizan este año las subvenciones de 2 mil 103 entidades sociales, el 58 por ciento. Educación, Deportes y Salud encabezan con 692, 387 y 310. Entre ellas hay colegios, consultorios y servicios de salud, clubes deportivos, etc. La Secretaría de la Juventud canaliza subvención a 270, la de la Mujer a 122 y Cultura a 104.

Revisar las subvenciones

Es criterio generalizado que la mayoría de las ONG de los legisladores son para canalizar recursos que se distribuyen en base a prácticas clientelistas. Muchas prestan reales servicios de salud y hasta alimentación, pero como forma de hacer proselitismo, por lo que no tienen que ser financiadas del presupuesto nacional. En todo caso esas son labores correspondientes a múltiples organismos especializados del Estado.

Una proporción de las ONG auspiciadas por legisladores podría pasar criterios de racionalidad y equidad que se aplican a muchas de las otras entidades sociales del país. Bajo un esquema rígido tendrían que se excluidas del presupuesto, pero habría que hacer lo mismo con una mayoría de las 3 mil 649 subvencionadas este año para que la acción no se quede en el ámbito de la mezquindad partidista.

También hay casos en que las entidades son simples pantallas para recaudar dinero que se utiliza a discreción para retribuir partidarios y en las campañas electorales cada vez más costosas. Identificar estas no es una tarea fácil en un país de tan poca transparencia, pero puede y debe hacerse.

El camino más expedito para revisar las subvenciones está trazado en la Ley 122-05 promulgada el año pasado “Para la Regulación y Fomento de las Asociaciones sin Fines de Lucro”, pero cuyo reglamento aún no ha sido promulgado.

La legislación que sustituyó una ordenanza de la ocupación norteamericana de principios del siglo pasado, fue fruto de diálogos y concertaciones que se extendieron por 15 años, en las que participaron relevantemente tanto los organismos públicos como múltiples instituciones sociales interesadas en el ordenamiento del sector.

Si esa ley fue aprobada se debe en gran medida al esfuerzo de concertación que impulsaron redes de las organizaciones sociales más reconocidas, como las centenares que se agrupan en el Foro Ciudadano, en su gran mayoría sin financiamiento estatal y sin aspirar a conseguirlo, y en la Alianza ONG e Insalud, que agrupa a muchas entidades que tienen subvención del Estado por los servicios que prestan.

Desde la promulgación de la ley en abril del 2005 se inició un esfuerzo para consensuar el reglamento, encabezado por ONAPLAN que consultó y aceptó modificaciones propuestas por las entidades sociales. El documento está en la Consultoría Jurídica del Poder Ejecutivo.

Mandatos de la ley

 Independientemente de lo que diga el reglamento pendiente, la ley 122-05 contiene normativas que pautan el financiamiento estatal a las instituciones sin fines de lucro, definidas en su artículo 2 como “el acuerdo entre cinco o más personas físicas o morales, con el objeto de desarrollar o realizar actividades de bien social e interés público, con fines lícitos y que no tengan como propósito u objeto el obtener beneficios pecuniarios o apreciables en dinero para repartir entre sus asociados”.

La legislación establece una amplia clasificación de entidades sociales, pero en su artículo 15 indica que “Sólo las asociaciones de beneficio público o de servicio a terceras personas y los programas de beneficio público o de servicio a terceras personas que desarrollen las asociaciones mixtas u órganos interasociativos, podrán ser consideradas para recibir fondos públicos del presupuesto nacional a través de contratos de servicios, convenios de gestión, apoyo a programas y proyectos, después de haber cumplido un año de incorporación”.

El capítulo VI de la ley crea un Centro Nacional de Fomento y Promoción de las Asociaciones sin Fines de Lucro, bajo la presidencia del Secretario Técnico. La Oficina Nacional de Presupuesto tiene la primera vicepresidencia y la secretaría descansa en la ONAPLAN. La Procuraduría General, la Contraloría y la oficina de Administración y Personal completan 6 responsables oficiales, a los que se deben sumar 5 en representación de la sociedad civil.

Entre sus funciones está recomendar al Poder Ejecutivo las que deben ser financiadas “mediante contratos de servicios, convenios de gestión, apoyo a programas y proyectos”. Para recibir subvenciones se establecen una serie de requisitos, que incluyen la presentación de informes de sus actividades, proyectos y presupuestos con estados financieros auditados, entre muchas otras previsiones llamadas a la transparencia y la eficiente inversión de los recursos públicos.-

La JCE debe ser independiente

Por Juan Bolívar Díaz

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Con dos tercios del Senado de la República, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) tiene la oportunidad de afianzar el sistema electoral integrando la Junta Central Electoral (JCE) con abogados sin militancia partidista capaces de aplicar la ley sin complacencias.

El Senado ha dado un paso acertado al abrirse a recibir propuestas de la ciudadanía y sus instituciones para escoger los jueces electorales en un proceso que debe revestirse de total transparencia y culminar en un amplio consenso que acredite el sistema partidista.

En la última década se han registrado importantes avances en el sistema electoral dominicano, revestido de múltiples garantías, pero la desconfianza en los jueces electorales ha sido un factor de contradicción e incertidumbres que debe ser superado definitivamente.

Un buen comienzo

El proceso para escoger los integrantes de la Junta Central Electoral arrancó con buen paso cuando el Senado integró una comisión con representación de los voceros de los tres partidos mayoritarios  y abrió un período para recibir candidaturas de los diversos sectores sociales.

El plazo para recepción de candidaturas estará abierto hasta el próximo día 28 y se ha prometido un mecanismo de consultas que incluirá entrevistas personales con los aspirantes hasta el 16 de octubre “de cara a un ejercicio transparente y a los fines de que la sociedad dominicana dé seguimiento al proceso”.

Para que el proceso sea más positivo la comisión, encabezada por el presidente del Senado y secretario general del PLD, Reinaldo Pared Pérez, bien podría convocar a una vista pública para que cualquier institución o persona interesada pueda ponderar las propuestas o formular las objeciones que estimen convenientes.

Las condiciones para optar para juez electoral son básicamente las establecidas en la Ley electoral: dominicano o dominicana en pleno ejercicio de sus derechos, 35 años mínimo de edad, con 12 de ejercicio profesional. Se ha agregado no tener antecedentes penales ni estar bajo acción de la justicia, tener una conducta notoria intachable, capacidad demostrada, actuar con transparencia e idoneidad y ser propuesto por una persona física o moral.

Los conflictos políticos, las incertidumbres y objeciones derivados de las dos últimas elecciones de los jueces electorales escogidos unilateralmente por mayorías perredeístas, aunque la mayoría no eran militantes partidarios,  deben ser evitados esta vez. El PLD que estuvo a la cabeza de las objeciones debe dar una demostración de coherencia buscando el consenso y atendiendo los reclamos de la sociedad civil organizada.

Ventajas del apartidismo

Aunque la ley no establece el requisito de ser apartidista, lo más conveniente sería que los miembros de la JCE no sean militantes y mucho menos dirigentes de los partidos políticos, acatando el sabio principio de que “no se puede ser juez y parte a la vez”.

No se trata de que elijan a dirigentes de las organizaciones sociales, cosa que ninguna de las más interesadas en la transparencia ha reclamado, sino entre un amplísimo margen de abogados sin militancias partidista que los aten, preferiblemente de los ámbitos académicos y sociales interesados en el progreso de la institucionalidad democrática.

La Fundación Institucionalidad y Justicia, Participación Ciudadana y numerosas entidades y personalidades han insistido en los últimos años en reclamar jueces electorales independientes de los partidos. No están postulando a sus propios miembros ni pretenden competir con las organizaciones políticas.

Un perfil difundido por Participación Ciudadana reclama jueces que no sólo conozcan la Constitución y la Ley Electoral, sino también los problemas sustanciales que afectan al sistema electoral dominicano, al registro civil, a los partidos políticos y a los otros componentes relacionados con la actividad electoral.

Fundamenta la procedencia de jueces que no sean dirigentes comprometidos con los partidos políticos en evitar “que una aguda politización del organismo cree un ambiente electoral de inseguridad y desconfianza”. En otras palabras que un árbitro sin compromiso con los actores políticos tiene mayores posibilidades de apegarse a la imparcialidad que debe caracterizar su misión.

Una JCE con ciudadanos sin militancia partidista tiene más posibilidades de aplicar la Ley Electoral en aspectos fundamentales que no se han cumplido hasta ahora, como por ejemplo en los límites de tiempo de las campañas electorales, en la elección democrática de candidatos, en impedir el abuso de recursos estatales en las campañas electorales, y para vigilar las fuentes de financiamiento de los partidos y candidatos y auditar el destino del dinero que se les aporta del presupuesto nacional.

Fernando Tuesta, ex presidente de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, del Perú, quien participó la semana pasada en un seminario efectuado en esta capital bajo los auspicios del Consejo Económico, Social e Institucional, advirtió que la elección de árbitros sin militancia partidista es necesaria para  no perder la confianza de la ciudadanía en la transparencia electoral.

Sobrarán los candidatos

Antes de que el Senado se abriera públicamente a la recepción de candidaturas, ya se habían presentado cerca de medio centenar. Y por lo que se ha escuchado podrían aparecer todavía algunas decenas más. Aún entre los primeros ya hay suficientes abogados que llenan el perfil del juez electoral, incluyendo varios que fueron en el pasado reciente miembros eficientes de la JCE, como los doctores Julio César Castaños Guzmán, Aura Celeste Fernández y Alejandro Asmar Sánchez. Suenan también Ana Teresa Pérez, Juan Sully Bonnely y Rafael Vallejo.

En la primera lista entregada por la comisión senatorial resaltan ocho reconocidos abogados, propuestos por la Asociación Dominicana de Profesionales en Administración y  cinco presentados por el Movimiento de Renovación Jurídica, varios de los cuales tienen además experiencia gerencial.

Tales son los casos de los doctores Raymundo Amaro Guzmán, Víctor Melitón Rodríguez, Heriberto Montás Mojica, Luis Scheker Ortiz, Teobaldo Rodríguez, Juan Brea, Cristóbal Rodríguez Yanguela, Luis Mera Alvarez, Guillermo Moreno García, Rosalía Sosa Pérez, Franklin García Fermín y Trajano Vidal Potentini, quien además tiene el aval de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

En la lista figura el doctor Mariano Rodríguez Rijo, presidente de la Junta Electoral del Distrito Nacional, y funcionarios de la JCE con experiencia como Blaurio Alcántara,  Antonio Lockward Artiles y el oficial civil Luis Felipe Rodríguez,  con amplio aval de iglesias y organizaciones populares.

Aunque no habían sido formalizados como candidatos, han circulado currículos de los doctores Carmen Amelia Cedeño, Abigail Cruz Infante, Jesús María Hernández Sánchez y Andrés Bienvenido Figuereo Méndez.

Reformas pendientes

La semana pasada el presidente Leonel Fernández propuso, evidentemente para una próxima reforma constitucional, que los miembros de la JCE sean electos por el Consejo Nacional de la Magistratura, lo que en su momento debe ser ponderado, aunque algunos sectores consideran que no cambiaría el influjo político, y poco práctico ante la eventual renuncia o fallecimiento de un miembro.

También se ha debatido la posibilidad de reducir el número de jueces, elevado de 7 a 9 hace cuatro años cuando se crearon las cámaras administrativa y contenciosa dentro de la JCE, pero básicamente para que el PLD y el Partido Reformista Social Cristiano propusieran sendos miembros, debido a que la integración se hizo sin su consenso. Para esto  bastaría una reforma de la Ley Electoral.

En materia electoral la principal reforma pendiente, de orden constitucional, es la separación total de las funciones administrativas de las contenciosas, para lo cual habría que crear un tribunal electoral, que nada tenga que ver con la JCE que debería quedar como organismo organizador de elecciones, como se ha establecido en muchos países. En el esquema actual aún los integrantes de la cámara contenciosa se involucran directamente en labores organizativas de los comicios y forman parte del pleno que decide en esta materia.

La crisis electoral por la que atraviesa México habría sido peor de no haber existido el Tribunal Electoral de la República Mexicana, como organismo totalmente separado del Instituto Federal Electoral que organizó el proceso y fue acusado de parcialidad por los objetores del mismo.

Entre las reformas que se han barajado al sistema electoral dominicano está una ley de partidos políticos que reglamente las elecciones primarias y de dirigentes, y más claramente la recolección de apoyo financiero.

El PLD, que por primera vez tiene mayoría absoluta en ambas cámaras legislativas y promueve una reforma constitucional de fondo, tiene la oportunidad de actuar en coherencia con sus planteamientos del pasado, muchos de los cuales figuran en su programa de gobierno.

La elección de la JCE será su primera oportunidad para auto limitarse su poder político demostrando que no todos los partidos son iguales, que plantean una cosa desde la oposición y hacen otra cuando gobiernan.

Retos y peligros de la segunda mitad

Por Juan Bolívar Díaz

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El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) empieza la segunda mitad de su gobierno con grandes posibilidades de afianzarse como fuerza política dominante, sobre todo si evade el inmediatismo y se concentra en una gestión de largo plazo acompañada de una vuelta a sus orígenes que reduzca los riesgos de luchas internas.

Ahora que por primera vez concentra los poderes Ejecutivo y Legislativo, y con los partidos de oposición sin perspectivas de repuntar a corto plazo, el gobierno del presidente Leonel Fernández puede emprender importantes transformaciones institucionales y sociales sin urgencias para los comicios del 2008.

Sus principales retos podrían presentarse en las políticas económicas que han representado su mayor éxito en la primera mitad, en una transparencia que todavía escasea, en una mejor distribución del ingreso y en desarrollar capacidad para establecer una alianza con la sociedad civil.

Gestión de largo plazo

Con mayoría absoluta en las dos cámaras legislativas y un Poder Ejecutivo que mantiene amplia aceptación popular, el PLD tiene muchas posibilidades de afianzarse como fuerza política dominante si evade las tentaciones del inmediatismo y realiza una gestión gubernamental de largo plazo.Dado el deterioro interno y el descrédito de los partidos de oposición, sin mayores posibilidades de repuntar en el corto plazo, el gobierno peledeísta no parece tener urgencias políticas de cara al próximo desafío electoral dentro de 21 meses. Los dos mayores partidos de oposición aparecen sin un líder capaz de unificarlos y convertirlos en una alternativa real de poder.

Tres meses después de las elecciones en que la alianza de los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y Reformista Social Cristiano (PRSC) resultara un fiasco, en vez de abrirse expectativas de rectificación y renovación, aparecen sumidos en el desconcierto y las luchas internas.

La últimas decisiones de los legisladores de esos partidos al concluir el período constitucional en que dominaron el Congreso sólo ha servido para ratificarlos como traficantes de la política, sin que sus partidos hayan producido las sanciones prometidas.

El clientelismo con el que sobreviven determina que les resulte casi imposible ponerse de acuerdo para una candidatura común en la Liga Municipal Dominicana, lo que permitirá al PLD quedarse también con el control de ese organismo. Por lo menos  en el ayuntamiento de Santiago ya perredeistas y reformistas demostraron sus incapacidades para actuar en consonancia con la alianza que sostuvieron en los pasados comicios.

Pero más que preocuparse por unos centenares de empleos en la Liga Municipal, o por el reciente absurdo de concentrar los cuerpos de bomberos en violación a la ley de organización municipal, el PLD y su gobierno deberían concentrarse en las grandes demandas nacionales, con soluciones de mediano y largo plazo y diferenciarse de los otros partidos evadiendo las confrontaciones, dejando que ellos se consuman en sus luchas intestinas.

Retos institucionales

El PLD acertó al elegir a su secretario general Reinaldo Pared Pérez y a Julio César Valentín para presidir el Senado y la Cámara de diputados y sus discursos al posesionarse dejaron esperanzas. El primero planteó entre las prioridades un amplio programa de reformas institucionales y políticas en consonancia con el legado político y moral del fundador de ese partido, el profesor Juan Bosch.

Entre esas reformas están algunas integradas al tratado de libre comercio suscrito con Estados Unidos, como las leyes que crearían las secretarías de Planificación y Desarrollo y de Hacienda. También las de Arbitraje, Defensa de la Competencia, Planificación e Inversión Pública, Sistema Integrado de Administración Financiera y el Sistema de Control Interno.

No menos importantes para el fortalecimiento institucional serían también las nuevas leyes para regular el Presupuesto Nacional y la Contraloría General, que junto a la recién aprobada ley sobre contrataciones, compras y concesiones del Estado, deben ser base de una nueva transparencia y de políticas para reducir la corrupción.

Una ley de partidos políticos, que regule su funcionamiento interno y sus finanzas es otra urgencia para el mejoramiento institucional,  paralela con una ley de participación social.

Todo ese prontuario legislativo está sobradamente diagnosticado, discutido y prometido por el sistema político y deben ser parte fundamental de una gestión gubernamental de largo plazo, junto a un empeño por dar vigencia a otras legislaciones vigentes que aún no se cumplen, como las que crean el Sistema de Seguridad Social, la Defensoría del Pueblo y la de Defensa del Consumidor.

Esa agenda legislativa es prioritaria a la reforma constitucional en la que el gobierno parece centrar su prioridad con el agravante de que está renunciando al compromiso programático y  los pactos que han acordado realizarla mediante una Asamblea Constituyente de elección popular.

En las actuales perspectivas políticas, el gobierno debería honrar ese compromiso en una alianza con la sociedad civil, auspiciando la elección de la constituyente junto a la presidencial del 2008 para culminar la agenda de reformas políticas e institucionales “guiado -como planteó Reinaldo Pared- por la pluralidad, tolerancia, participación, respeto, moderación y prudencia”.

Ese programa legislativo ejecutado con transparencia, convirtiendo el Congreso en la casa de cristal que evocó Valentín, el nuevo presidente de la Cámara de Diputados, produciría un rescate de la credibilidad del Poder Legislativo, situado como los partidos políticos entre las cinco institucionales nacionales que menor confianza tienen de la ciudadanía, según la encuesta de Gallup para HOY publicada esta semana.

Retos económicos

El primer gran reto del gobierno peledeista es no repetir el error de concentrar la inversión en grandes proyectos capitalinos, como ocurrió en su gestión 1996–2000. La amenaza la representa el barril sin fondo del Metro que construye en Santo Domingo y el desbordamiento del gasto que ya obligaron a paralizar las obras en el interior del país como reconoció esta semana el vocero Roberto Rodríguez.

Una real política de austeridad parece inaplazable y más posible sin urgencias  clientelistas, lo que le daría fuerza moral para las nuevas cargas impositivas que han adelantado como inevitables para enfrentar la bomba de tiempo del déficit del Banco Central, cuantificado ya en más de 162 mil millones de pesos. El secretario Técnico de la Presidencia, Temístocles Montás, consideró esta semana que el déficit cuasifiscal y el déficit energético son los principales retos del gobierno.

El gobierno peledeísta debe cuidarse de mantener  el triunfalismo del crecimiento económico sin redistribución del ingreso -otra de las deficiencias de su anterior gestión- y de no dar prioridad real a la educación, la salud, la vivienda popular, la energía eléctrica y la seguridad social.

Deberían considerar que la reciente encuesta Gallup para HOY  arroja que el 62.7 por ciento de la población considera mal o muy mal la situación económica, casi 20 por ciento más que en abril pasado, pese a que el Banco Central registra un crecimiento del producto bruto de casi 12 por ciento en la primera mitad del año.

Tal como planteó esta semana la socióloga Rosario Espinal, las posibilidades de afianzamiento del PLD como fuerza política dominante pasan por una vuelta a sus orígenes boschistas con  reformas económicas y sociales en orden a una mejor distribución del ingreso y reducción de la pobreza.

Los mayores peligros

Entre los mayores peligros que corre la nueva hegemonía peledeísta está su creciente asociación con posiciones conservadoras y seguir el camino de gobernar en función de estas.

Así mismo dar rienda suelta a ciertos pujos autoritarios y realizar una reforma constitucional a la medida del partido, con absoluto predominio de su fuerza legislativa, sin dar participación a los diversos sectores sociales para que tenga un profundo contenido democrático, como prometiera en su programa de gobierno.

El empeño, casi imposible, de concluir el Metro capitalino antes de los comicios del 2008, lo que conllevaría una reducción de inversiones prioritarias, y el no enfrentar con equidad el déficit del Banco Central, en medio de las penalidades del precio del petróleo y una mayor carga de deuda externa para los próximos dos años, podrían revertir el mayor éxito gubernamental que ha sido la estabilidad macroeconómica.

Gobernar con inmediatismo, en función de la reelección presidencial obligaría a políticas de efectos inmediatos que podrían tornarse en riesgos políticos incluso al interior del PLD, donde amplios sectores no ocultan su preocupación sobre el particular. Sobre todo la maquinaria política cada vez más inclinada a Danilo Medina como alternativa de poder.

Las encuestas muestran que el presidente Fernández mantiene un alto nivel de aceptación, y los analistas entienden que buscaría una reelección con buenas posibilidades de lograrla. Pero su propio carácter y vocación más académica que de activismo partidista, dejan el campo abierto a la emergencia de una alternativa en su propio partido.

En definitiva, la propia debilidad de los partidos de oposición podría convertirse en un riesgo de sobreestimación del gobierno y llevarle a ignorar que en estos tiempos la popularidad de los gobernantes se esfuma con rapidez como ha ocurrido en las últimas décadas en América Latina, donde las reelecciones democráticas no alcanzan para los dedos de una sola mano.

La enorme deuda social y las profundas insatisfacciones generan convulsiones sorpresivas, y si no hay partidos alternativos, se imponen  figuras casi siempre con rasgos providencialistas.-

Metas incumplidas en primera mitad

Por Juan Bolívar Díaz

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Al llegar a la mitad del período constitucional el mayor éxito del gobierno del presidente Leonel Fernández y su Partido de la Liberación Dominicana (PLD) radica en haber recuperado la estabilidad y el crecimiento macroeconómico, aunque a un costo elevado de endeudamiento del Banco Central.

Una revisión del discurso inaugural del doctor Fernández permite concluir que la mayoría de sus metas no se han cumplido, especialmente al no haber dado prioridad a  la inversión en educación, salud y solución de la eterna crisis de la energía eléctrica, cambiándola por la improvisación en la construcción de un metro capitalino.

El discurso modernizante del primer mandatario ha estado en contradicción con la repetición de viejas prácticas de poca transparencia, que no fortalecen la institucionalidad democrática y que centra la atención más en cerrar la brecha digital que la ignominia social dominicana.

Estabilidad económica

El cambio de gobierno en el 2004 implicó de inmediato la recuperación de la confianza y la estabilización de la economía, que ya había pasado por lo peor de devaluación-inflación y huida de capitales, no sólo fruto de la crisis bancaria, sino también de las incertidumbres generadas por el intento de reelección del presidente Hipólito Mejía en circunstancias tan adversas.

El sosegado discurso del presidente Fernández y las restricciones monetarias contribuyeron a la recuperación de la estabilidad macroeconómica. Siguió el proceso de reducción de la inflación que entre marzo y agosto ya registraba tasas de 1 por ciento mensual y la cotización del peso cayó del 42 al 29 por dólar en unos pocos meses para establecerse alrededor del 32 por uno.

En vez de enfrentar el déficit cuasifiscal del Banco Central, por los certificados emitidos para cubrir el fraude bancario, el nuevo gobierno ha continuado esa política elevándolo de 89 mil millones a unos 162 mil millones, con un crecimiento del 80 por ciento, constituyéndose en una bomba de tiempo para la economía nacional.

Pero esa estabilidad forzada  ha incentivado el retorno de capitales con incremento de inversiones. El resultado ha sido unánimemente reconocido: una reanudación del crecimiento económico con tasa de 9 por ciento en el 2005 y sobre el 11 por ciento en la primera mitad del año en curso.

El restablecimiento del acuerdo con el FMI y una exitosa renegociación de la deuda externa que aplazó el pago de cientos de millones de dólares y dos reformas tributarias han permitido al gobierno disponer de mayores recursos para inversiones y gastos, que han contribuido al crecimiento económico, pero que también representan una amenaza por la acumulación de pagos para la segunda mitad del período.

Al gobierno peledeísta hay que reconocerle éxito en la política monetaria y en un notable fortalecimiento de la supervisión del sistema financiero, en una mayor eficiencia de los organismos recaudadores y de la administración pública en general. También en la profesionalización del ministerio público y mejoramiento del sistema carcelario, así como en una expansiva política internacional.

Los mayores déficits

Entre los mayores déficits de esta gestión se cuenta una política de inversión que dejó relegada la educación y la salud, con tasas inferiores al mandato legal y los parámetros internacionales, reduciendo la política social al asistencialismo de “comer es primero” que proporciona 550 pesos mensuales a más de 150 mil familias.

El discurso de modernización y reducción de la brecha digital y de la sociedad de la información choca con el poco esfuerzo por mejorar la formación de los recursos humanos y establecer políticas para reducir la tremenda brecha social que mantiene en la pobreza a la mitad de la población. Lo destinado para educación en el 2006 alcanza apenas a la mitad del 8 por ciento del producto bruto interno o el 16 por ciento del presupuesto nacional que establece la Ley General de Educación.

La política de austeridad anunciada en el discurso inaugural del presidente Fernández se quedó en el papel, y en vez de reducirse el gasto en “no menos del 20 por ciento” se ha visto incrementado con altos sueldos, excesiva gasto publicitario y de asuntos superfluos. En vez de suprimir cargos excesivos aumentaron los subsecretarios y los vicecónsules. Tampoco se han suprimido los privilegios consulares que se prometió cambiar por sueldos fijos y el Estado ha seguido financiando jepetas y otros vehículos de lujo.

El metro capitalino que no figuraba en el programa de gobierno ni en el discurso inaugural, rechazado por el inoperante Consejo Económico y Social,  ha centralizado la inversión del Estado, extendida también en términos fastuosos al edificio de la Suprema Corte de Justicia, a la biblioteca de la Universidad Autónoma, a la terminación de una clínica privada y la ornamentación de un parque en Santiago.

La falta de transparencia, las inversiones y gastos sin concursos ni licitaciones  y tráficos de influencia han dejado mucho que desear en una real política de prevención y combate a la corrupción, que se ha limitado a dos o tres sometimientos de funcionarios del anterior gobierno. Al mismo tiempo con el retiro de los abogados del Estado  fue congelado el proceso judicial abierto contra funcionarios del anterior gobierno del PLD, que volvieron a ocupar cargos relevantes.

Contradicciones al interior del gobierno han dejado mucho que desear en los procesamientos judiciales a los acusados de los fraudes bancarios, aunque el Banco Central, la Superintendencia de Bancos y la Suprema Corte le han salvado la cara, presionados por el acuerdo con el FMI que los reclama.

El fracaso energético

El balance de la mitad del período no permite augurar una solución a la crisis energética, que para la opinión general debería ser la primera prioridad nacional, por sus repercusiones sobre la competitividad de los sectores productivos, sobre todo al aproximarse el inicio del tratado de libre comercio con Estados Unidos.

De las políticas energéticas planteadas por el presidente Fernández en su discurso inaugural sólo se ha logrado la aprobación de la ley de incentivo a las energías renovables, pero lo apagones y una electricidad cada vez más cara han seguido flagelando el cuerpo social, mientras el subsidio de 20-25 millones de dólares anuales se ha duplicado, con el agravante del desmesurado incremento en el costo del petróleo..

Ni se han renegociado los contratos de compra y venta de energía, ni se ha realizado licitación internacional para privatizar la administración de las empresas distribuidoras estatales, como tampoco se han transparentado los costos ni se ha aumentado el índice de cobros, aunque el presidente Fernández ha repetido que sectores pudientes son los que más se roban la energía.

En el ámbito institucional también hay más sombras que luces. El Consejo Económico y social y la Comisión Nacional de Etica aún no pasan de las intenciones, y empañan la gestión gubernamental la recurrencia a las políticas clientelistas, las compras de opositores y el exceso de gasto que generó un déficit de casi 5 mil millones de pesos en la campaña electoral de este año.

A pesar de sus limitaciones, y favorecido por la debilidad en que se han sumido los partidos de oposición, el gobierno puede reivindicar una renovación de la confianza ciudadana por el resultado de las elecciones de este año que le otorga el control del Poder Legislativo, lo que supone mayores posibilidades, aunque también más fuertes riesgos para la segunda mitad de su período.

Consultas no han faltado

Por Juan Bolívar Díaz

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Por más vueltas que se le dé no es posible entender que el gobierno y el Diálogo Nacional se puedan embarcar en una nueva consulta sobre reforma constitucional, ignorando las realizadas en la última década, que han involucrado a miles de ciudadanos y ciudadanas representantes de centenares de instituciones políticas y sociales.

Particularmente relevantes y minuciosas, fueron las consultas realizadas en la anterior gestión del presidente Leonel Fernández por su Comisión Presidencial para la Reforma y Modernización del Estado y por el Consejo Nacional de Reforma del Estado (CONARE) como la rebautizó el presidente Hipólito Mejía.

Esas consultas generaron un “Anteproyecto de Constitución de la República Dominicana” elaborado por CONARE, que a su vez fue de los insumos básicos para las modificaciones incluidas en el “Informe de la Comisión Especial para la Reforma Constitucional” instituida por decreto presidencial en marzo del 2001.

¿Continuidad del Estado?

Lo primero que queda en cuestionamiento con la disposición del presidente Leonel Fernández de que se proceda a una nueva consulta para una reforma constitucional es el principio de continuidad del Estado.

En este caso no solo se ignorarían importantes realizaciones del anterior gobierno, correspondiente a otro partido político, sino también las del actual titular del Poder Ejecutivo en su gestión de 1996-2000.

Las dos consultas anteriores no solo involucraron a una gran cantidad de ciudadanos y ciudadanas independientes y dirigentes de cientos de organizaciones políticas y sociales, que invirtieron miles de horas de trabajo, sino que también tuvieron un costo económico pagado por el Estado.

 Por lo menos una docena de libros y folletos, con miles de ejemplares, fueron impresos y distribuidos por las agencias gubernamentales que patrocinaron asambleas, conferencias y seminarios, muchos de ellos con expertos extranjeros invitados y pagados con fondos del presupuesto nacional y donaciones de instituciones internacionales.

Que el Consejo Económico, Social e Institucional y el Diálogo Nacional que coordinan monseñor Agripino Núñez Collado se involucren en la realización de una nueva y redundante consulta, abonará el criterio de que los dominicanos y dominicanas son prolíferos en consensos que luego no se cumplen.

 Por ahí andan también los numerosos volúmenes de resoluciones y recomendaciones que salieron del Diálogo Nacional que auspició el propio presidente Fernández en su anterior gestión de gobierno, en el cual se invirtieron decenas de millones de pesos en sesiones regionales durante varias semanas y una gran plenaria nacional de varios días.

Además de las consultas realizadas por el organismo “para reforma” del Estado, las hay también auspiciadas por otras instituciones. Resaltan la que realizó a Universidad Autónoma de Santo Domingo en el año 2000, que también involucró a decenas de entidades sociales y académicos.

Igualmente relevante fue la realizada entre 1993 y 1994 por la Fundación Siglo 21, con auspicios del Proyecto de Iniciativas Democráticas de financiamiento internacional, que involucró al liderazgo de los partidos políticos, así como a organizaciones de base. El resultado fue un consenso de reformas constitucionales y políticas suscrito por los partidos el 7 de abril de 1994, a excepción del entonces gobernante Partido Reformista Social Cristiano, que aunque participó del consenso no lo suscribió. Quedó impreso en un folleto.

Los foros de la Comisión

Entre el 13 de diciembre de 1997 y el 10 de agosto de 1998, la Comisión para Reforma y Modernización del Estado, en cumplimiento del mandato contenido en el decreto 484-96 del presidente Leonel Fernández, auspició 16 foros regionales sobre reformas constitucionales.

Mil 344 ciudadanos y ciudadanas, representantes de 872 instituciones y de 73 municipios participaron en la consulta, que arrojó 278 propuestas, gran parte de ellas coincidentes. Por ejemplo en casi todas se concluyó recomendando que la reforma a la Constitución se hiciera mediante una Asamblea Constituyente electa directamente. Sólo uno de los foros reclamó que se dejara en manos de los diputados y senadores.

 Las propuestas de cada uno de esos foros están recogidas en el libro de 235   páginas publicado por La Comisión con el título “El Pueblo discute su Constitución”. Se refieren a las funciones Ejecutiva, Judicial, Legislativa, Electoral, de Control y Municipal, así como a Derechos Humanos, Participación Política, Procedimiento de Modificación y otros.

La Comisión publicó otros dos libros sobre la materia: La Reforma Constitucional en Resumen de Prensa, y La Asamblea Constituyente en América Latina Hoy”. En 1999 editó también 8 folletos de más de cien páginas cada uno donde recoge exposiciones que auspició sobre los más diversos aspectos de la reforma constitucional.

 La metodología seguida en los foros fue ampliamente democrática, bajo la dirección de la doctora Leyda Margarita Piña, que ahora ha vuelto a trabajar en CONARE. El secretario Ejecutivo de la Comisión era el doctor Onofre Rojas, actual Ordenador Nacional de los Fondos Europeos.

El proceso fue aprobado por una subcomisión de Reforma Constitucional, coordinada por el doctor Max Puig, actual secretario de Medio Ambiente, e integrada por 21 personalidades de los diversos sectores de la vida nacional, como Agripino Núñez, el actual vicepresidente Rafael Alburquerque, Danilo Medina, César Pina Toribio, Celso Marranzini, José Manuel Paliza, Rafael Toribio, Lourdes Contreras, César Estrella Sadhalá, Huchi Lora y Manuel Estrella, entre otros.

Proyecto de CONARE

A pesar de tan prolífica labor, la Comisión de Reforma del Estado no llegó a formalizar un anteproyecto de Constitución, a lo que debió contribuir el hecho de que el Congreso estaba en manos de la oposición. Se elaboraría en el gobierno de Hipólito Mejía, quien cambió el nombre a la comisión, por el de Consejo Nacional para la Reforma del Estado.

Con una asamblea a la que asistió el presidente Mejía y cientos de dirigentes políticos y sociales, el 7 de noviembre del 2000, se inició un programa para elaborar un anteproyecto de Constitución. El documento quedaría en manos del Poder Ejecutivo y fue ignorado cuando en el 2002 la mayoría legislativa perredeista modificó la Constitución simplemente para restablecer la reelección presidencial y permitir la repostulación de Hipólito Mejía.

Tomando en cuenta las propuestas de los foros, la de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y la de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, entre otras, diez comisiones trabajaron durante cuatro meses en igual número de temáticas constitucionales. Participaron más de 200 representantes de unas 80 organizaciones políticas y sociales.

En el proceso participaron algunos de los técnicos y expertos, así como muchos de los dirigentes sociales y políticos que habían estado en la consulta realizada por la comisión. El director de CONARE era el doctor Tirso Mejía Ricart, quien promovió el anteproyecto de Constitución en innumerables programas de radio y televisión, así como en la prensa escrita. Fue recogido en un folleto del cual se imprimieron 10 mil ejemplares que fueron distribuidos entre las instituciones nacionales.

La Comisión Especial

El anteproyecto de Constitución ya estaba impreso cuando el presidente Mejía emitió su decreto 410-01, del  21 de marzo del 2001, que creó una “Comisión Especial” con el objetivo de que propusiera las modificaciones, y formas de hacerla, que debieran introducirse a la Constitución de la República.

El documento de CONARE se constituyó en el principal insumo de la Comisión, que comenzó sus labores construyendo una matriz que  resumía esas propuestas, lo mismo que las presentadas por la UASD y la UNPHU, así como las del Dálogo Nacional y la Comisión de Reforma y Modernización del Estado.

Todos los partidos políticos reconocidos, las iglesias, tres universidades, las instituciones empresariales y sindicales, la federación de estudiantes de la UASD, CONARE, y una decena de instituciones sociales, incluyendo organizaciones barriales, estuvieron representadas en esta comisión, donde se incluyó a una decena de juristas.

El documento final fue entregado al presidente Mejía el 13 de agosto del 2001 por monseñor Agripino Núñez, quien coordinó los trabajos. Incluía no solo las propuestas de fondo, sino también un anteproyecto de ley para declarar la necesidad de reformar sus artículos 117 y 118 para instituir la Asamblea Constituyente electa por voto directo y con representación de las organizaciones de la sociedad civil.

El 27 de septiembre del mismo año, dirigentes de los tres partidos mayoritarios y el presidente Hipólito Mejía, con Monseñor Agripino Núñez como testigo,  firmaron un “Pacto por la Reforma Constitucional”, en el que se comprometían a “promover, guiar, orientar y realizar una reforma de la Constitución”.

El acuerdo establecía que el Congreso haría una reforma inicial de cuatro aspectos: eliminar los colegios electorales cerrados; reducir el porcentaje para elección presidencial al 45 por ciento y 40 si el primero superaba al segundo con más de un 10 por ciento; consagrar la elección popular de los diputados al Parlamento Centroamericano; e instituir la figura jurídica de la Constituyente por elección popular, que se abocaría a la reforma integral de la carta magna.

Para nada sirvió todo el proceso, porque el gobierno engavetó las propuestas y en agosto del 2002, sus legisladores, asociados con los del Partido Reformista Social Cristiano, procedieron a una modificación para restablecer la reelección presidencial, aunque también eliminó los obsoletos colegios electorales cerrados.

Ahora lo que correspondería sería reivindicar todos esos consensos, economizando tiempo y recursos, lo que no impediría que una asamblea constituyente hiciera los ajustes procedentes.-

Resultados estrechos retan la transparencia

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Por Juan Bolívar Díaz

El alto número de provincias y municipios donde los resultados de los comicios del pasado día 16 son estrechos entre los dos primeros lugares arrojará numerosas impugnaciones que determinarán que el veredicto definitivo se tome entre una y dos  semanas, lo que no debe alarmar a nadie.

Esa circunstancia y la alta proporción de actas de colegios electorales mal elaboradas son las causas fundamentales de la lentitud que ha marcado el proceso de cómputos de los comicios congresionales y municipales, manchados por una violencia que ha arrojado 10 muertos y por alegatos de maniobras fraudulentas.

Aunque pudiera variar el resultado en alguna jurisdicción, es imposible que cambie en lo fundamental el balance que favorece al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que le otorga la mayoría absoluta en las cámaras legislativas y en 64 de los 151 municipios.

Comicios manchados

El proceso electoral del 2006 quedará manchado por la ineficiencia con que fueron operados los colegios electorales, determinando extrema lentitud en el cómputo de las juntas electorales y una violencia desenfrenada que arrojó 10 muertos en las 72 horas que siguieron al cierre de las urnas.

La incorporación del voto preferencial por los diputados ya arrojó problemas de sumatorias en las actas en los comicios congresionales y municipales del 2002, pero esta vez se multiplicaron para sorpresa general, a un extremo que debe ser registrado para que no se repita en el futuro.

 Como hace cuatro años la incapacidad para cuadrar las sumatorias de votos afectó fundamentalmente las grandes conglomeraciones de la provincia Santo Domingo, el Distrito Nacional, Santiago, La Vega, San Cristóbal y otras.

Puede ser que en algunas provincias contribuyeran las maniobras dilatorias, pero lo fundamental fueron los errores en las actas. La mejor prueba quedó en el DN, donde una diferencia de 16 por ciento determinó que los perdedores reconocieron su derrota a 22 horas de cerradas las urnas, pero los cotejos y correcciones de las actas duraron 6 días.

 En la capital de la República el 80 por ciento de las actas llegaron descuadradas, 1,500 de los 1,920 colegios electorales, según testimonió el presidente de la correspondiente Junta Electoral, doctor Mariano Rodríguez. Para finalizar el cómputo la tarde del martes 23, autoridades y delegados políticos convinieron en prescindir de 25 de las actas. De estas 7 no pudieron ser cuadradas, 10 estaban incompletas, 5 se perdieron y 3 no pudieron ser leídas.

La provincia Santo Domingo registró el mismo problema, con la mayoría de las actas mal sumadas, hasta el punto que al emitirse el boletín 18 con los resultados provisionales definitivos, todavía no se había podido completar el cómputo más que en dos de sus 7 municipios. En un par de municipios las diferencias eran pequeñas, pero de 17 por ciento para la senaduría. En el Santo Domingo Norte, de 390 actas de colegios, sólo 40 pasaron el escáner, lo que implica que el 90 por ciento tenía algún descuadre.

En la provincia de Santiago más de la mitad de las actas tenían problemas y pasó más de una semana para concluir el cómputo, pese a que allí también el ganador llevaba una gran ventaja, de más de 8 por ciento. Cuando transcurrieron 48 horas del cierre de la votación, en el boletín 7, sólo habían completado el cómputo tres de las provincias menos pobladas, Altagracia, Dajabón y Samaná, arrojando ganancias para cada uno de los tres partidos mayoritarios.

 En la mayoría de las juntas se trabajaba entre 12 y 16 horas por día, buscando cuadrar acta por acta, lo que se hizo más lento y tenso en las que tenían cientos de colegios y en las 9 donde los resultados eran más estrechos, porque los delegados políticos extremaban los reclamos.

Resultados estrecho

En 9 de las 31 provincias y el DN los resultados arrojados por las urnas fueron muy cerrados, en el mayor de los casos del 2.39 por ciento. Pero en siete quedó en menos del 2 por ciento y en 5 en menos del 1 por ciento. La menor diferencia, del 0.29 por ciento se registra en María Trinidad Sánchez, donde el PRD y aliados aventaja al PLD y aliados por sólo 165 votos. En La Vega el PLD gana al PRSC y aliados por 661 votos, equivalentes al 0.45 por ciento.

En Valverde el PLD y aliados superan al PRD y aliados por 273 votos, para un 0.47 por ciento. En Barahona el PRSC y aliados ganan al PLD y aliados por 369 votos, el 0.55 por ciento. Y en Elías Piña el PRSC aventaja al PLD por sólo 218 votos, equivalentes al 0.87 por ciento.

 En todas esas provincias y en Peravia, San Pedro de Macorís, Bahoruco e Independencia, donde las diferencias oscilan entre 1.20 y 2.39 por ciento, los tres partidos mayoritarios anuncian impugnaciones y solicitudes de revisión de los votos nulos, que superan las diferencias.

Las elecciones del 2002 se definieron con amplias diferencias en 29 provincias. La menor se registró en Santiago, donde el PRD terminó ganando por 1073 votos, para 0.45 por ciento, después que le anularon más de 500 fraudulentos. En el DN el PLD ganó su única senaduría por 2,436 votos, 0.91 por ciento. La siguiente menor diferencia fue en la provincia Santo Domingo, ganada por el PRD al superar al PLD en 4.26 por ciento.   Ahora los resultados estrechos afectan a casi la tercera parte de los 151 municipios. En 45 de ellos los ganadores se definen por menos de 300 votos. En 34 por menos de 200 y 14 por menos de 100 votos.

El extremo se da en 8 municipios donde la diferencia entre el primer y el segundo lugar es menor de 25 votos, con el agravante de que los votos nulos, sujetos a revisión, son mucho más. En Pedro Brand (aún incompleto), la diferencia es de 6 votos; de 8 en Peralvillo con 269 nulos; 12 en Tenares con 523 nulos; 13 en Neyba con 674 nulos; y 14 en Padre las Casas con 265 anulados. En Hato Mayor  17 votos de diferencia, pero con 1,088 anulados. En San Cristóbal  45 votos con 3,246.  Las ventajas se reparten entre los tres partidos mayoritarios y sus aliados.

Las Impugnaciones

Los artículos 152 al 157 de la Ley Electoral establecen los procedimientos para las impugnaciones, indicando que proceden por error, fraude, prevariación, por haberse admitido votos ilegales o rechazado votos legales y “por cualquier otra irregularidad grave que sea suficiente para cambiar el resultado de la elección”.

Con tantos resultados estrechos y dado el número de irregularidades en las actas y de votos anulados que superan las diferencias en decenas de municipios, y a la luz de los reclamos que formulan los diversos partidos, incluyendo al que encabeza las votaciones, no sorprende que el jueves se informara de 170 recursos de impugnación. El PLD ha reclamado el triunfo en tres de las provincias donde la oposición gana por corta diferencia. PRD y PRSC lo reclaman por lo menos en cinco.

El plazo de 2 días para impugnar en las juntas electorales de los municipios ya venció ayer para todos los resultados oficializados hasta el boletín 18 del miércoles 24. Las juntas electorales tenían 3 días de plazo para conocer los recursos y luego 2 días para emitir su fallo, cosa que algunas ya han hecho.

Pero existe también el recurso de apelación ante la Junta Central Electoral, en el plazo de 2 días. El máximo tribunal tiene cinco días para fijar audiencia pública para conocerlo y hasta tres días después para emitir el fallo que será definitivo. Dependiendo de la documentación podrían decidir en cámara sin audiencia.

 Las circunstancias recomiendan serenidad de los agentes políticos, paciencia de la ciudadanía y honradez de las autoridades electorales. La extrema desconfianza y las descalificaciones del liderazgo político, las celebraciones antes de tiempo y la renuencia a aceptar las derrotas ya han tenido un costo humano de 10 muertos y numerosos heridos.

También lucieron desproporcionadas las presiones de instituciones sociales y personalidades a la Junta Central Electoral para que diera los ganadores, cuando la mayoría de las juntas municipales no habían podido completar el cómputo por la grave deficiencia de las actas de los colegios de votación y la dilación de los delegados políticos en la validación de las mismas.

Sin cambios significativos

La madurez democrática y el afianzamiento de los procesos electorales pasan por los recursos de impugnación establecidos en la ley. Pero también por la transparencia y el fundamento de las instancias y los fallos de los árbitros instituidos.

Con tantos resultados estrechos, especialmente en el nivel municipal, nadie puede descartar que alguna impugnación tenga fundamento, y se produzca algún cambio, especialmente en los que se han definido con apenas decenas de votos de diferencia.

En comicios anteriores los recursos de revisión han logrado que se convalide parte de los votos anulados injustificadamente.

A nivel provincial las diferencias menores afectan a cinco provincias, en dos de las cuales encabeza el PLD, y en tres el PRSC y el PRD. De los diez municipios con menores diferencias en la mitad gana el PLD y aliados, en cuatro la alianza PRD-PRSC y en el otro el Partido Revolucionario Independiente.

Dada esa diversidad es casi imposible que las revisiones puedan afectar significativamente los resultados conocidos, con el triunfo del PLD y aliados en 22 provincias, PRD y aliados en 6 y PRSC y aliados en 4. Por municipios la distribución es de 64 al PLD, 51 al PRD y 27 al PRSC. El PRI tiene 2 y los partidos Revolucionario Social Demócrata y Popular Cristiano, de a uno.

Todavía la institucionalidad electoral tiene que pasar la prueba de estas impugnaciones con resultados tan estrechos. La convicción general es de que los tiempos de las decisiones chanchulleras han pasado a la historia, por lo que deberá prevalecer la voluntad popular, transparentemente fundamentada.-

JCE bajo fuego injustificado

Por Juan Bolívar Díaz
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Cuando las pasiones se serenen un poco habrá que darle crédito a los jueces electorales que autorizaron una prórroga de una o dos horas para que la alianza que integran los partidos Revolucionario Dominicano y Reformista Social Cristiano concluyera la presentación de sus candidaturas al vencerse el plazo legal.

Parece desproporcionado el escándalo de toda esta semana en torno a la Junta Central Electoral (JCE), y contrario a lo que se aduce, la ley permite inscribir las candidaturas en ese organismo o en las juntas electorales municipales.

Aunque ha extremado el caso, es natural que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) haya querido sacar beneficio político de la incapacidad para cumplir el plazo de sus opositores de la alianza nacional que integran los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y Reformista Social Cristiano (PRSC).

Apareció el escándalo

Los que echaban de menos las denuncias y objeciones en torno a la Junta Central Electoral y el proceso organizativo de los próximos comicios, ya pueden dormir tranquilos. El escándalo estalló con fuerza esta semana después que la alianza opositora del PRD y el PRSC fue incapaz de cumplir estrictamente el plazo para inscribir sus candidaturas ante el órgano de control electoral.

Un gran coro político y de comunicadores ha reaccionado escandalizado ante el hecho de que la JCE extendió el plazo legal para que la alianza opositora pudiera concluir la presentación de sus candidaturas. Algunos también objetan que el organismo nacional recibiera también las candidaturas municipales.

Lo peor del escándalo es que ha presentado a varios jueces electorales confrontados, antes de que el pleno se reuniera para debatir y conocer de las candidaturas, en el plazo de cinco días que ordena el artículo 74 de la ley electoral. Que se recibiera por secretaría una parte de las candidaturas después de la 12 de la noche del 17 de marzo, no impedía que el plenario las rechazara, si lo consideraba de lugar.

La reunión del plenario era el escenario natural para conocer cualquier objeción al respecto, proviniera de cualquiera de los partidos o de algunos de los jueces electorales en desacuerdo con la extensión del plazo. De manera que el juez Roberto Rosario pareció precipitado al denunciar públicamente la decisión administrativa antes de manifestar su oposición en el seno del organismo al que pertenece. Un juez no debe adelantar sus criterios al conocimiento de la causa.

En cualquier caso el ruido ha sido tan grande, incluida la instancia formal del PLD para que rechacen las candidaturas presentadas después de las 12 de la noche, que la JCE ha vuelto a aparecer dividida y bajo sospecha de favoritismo en beneficio de dos de los actores políticos fundamentales del sistema electoral dominicano.

Comentaristas y analistas habían expresado positiva sorpresa porque a menos de dos meses de las elecciones no habían asomado las objeciones y denuncias que han caracterizado los anteriores procesos electorales. Todavía ninguno de los partidos ha desempolvado el expediente de que cientos de miles han sido excluidos o dislocados en el padrón de electores, como se denunció sistemáticamente en los tres últimos procesos electorales, y en todos los casos quedó desmentido en las jornadas de votación.

La alternativa era peor

HOY y los demás diarios del sábado 18 dieron cuenta de que dirigentes de la alianza PRD-PRSC se presentaron a la JCE faltando sólo 15 minutos para vencer el plazo para la presentación de las candidaturas, 60 días antes de cada elección como establece el artículo 70 de la ley electoral.

Según las crónicas, los opositores sólo llevaban el 60 por ciento de sus candidaturas y aducían que problemas energéticos y de sistema informático les habían impedido concluir los listados, pero que los faltantes llegarían en breve tiempo, lo que ocurrió una o dos horas después de la medianoche.

Lo que ha trascendido en medio del escándalo es que el secretario de la JCE, Antonio Lockward, consultó a los jueces presentes en el local, el presidente Luis Arias y otros tres jueces electorales, Rafaelina Peralta, Luis Nelson Pantaleón González y Ramón Hernández Domínguez. Después se dijo que habían contactado por teléfono a Salvador Ramos y Rafael Díaz Vásquez y que estos estuvieron de acuerdo, y que lo intentaron con Roberto Rosario y José Luis Tavárez, pero que estos no respondieron sus teléfonos celulares. El noveno juez, Nelson Gómez estaba fuera del país, en tratamiento de la visión.

En tal circunstancia, lo torpe hubiese sido negar la prórroga y rechazar las candidaturas que llegaron después del plazo. Primero porque al menos en la sociedad dominicana las prórrogas de todos los plazos y hasta para el pago de grandes deudas son comunes administrativa y judicialmente, siempre que no tengan consecuencias perjudiciales para alguien.

Segundo, porque recibir las candidaturas, no equivalía a aprobarla, pues según la ley para eso tiene que reunirse el pleno de jueces en el plazo de 5 días. Sólo tenían que dejar constancia escrita de la hora exacta en que fue recibida cada candidatura para remitir la decisión al plenario que tiene que aprobarla o rechazarla.

Y en tercer lugar, porque precipitar la decisión era generar una crisis política al dejar sin el 40 por ciento de las candidaturas a dos de los tres partidos mayoritarios, por una razón burocrática, practicando una legalidad extrema que no se da ni siquiera en cuestiones fundamentales y de fondo. Por ejemplo en la prohibición de usar recursos estatales en las campañas, prevista en el artículo 47 de la ley electoral; o en la auditoría de los ingresos y gastos de los partidos que ordena el párrafo II del artículo 52; o en la igualdad de acceso a los medios de comunicación que proclama el artículo 94 de la misma ley.

Los aliancistas opositores no desconocieran el plazo y la prueba es que se presentaron antes de que venciera, excusándose en fallos técnicos en un país donde nadie garantiza ni siquiera la energía eléctrica. El pretexto podía ser falso, pero no era hora para que los jueces salieran a investigarlo.

Cualquier juez que se precie de tal tendría que recibir la propuesta en esa circunstancia, tomando en cuenta que la institución del plazo es de tipo organizativo, no para impedir que los partidos presenten candidaturas. Y en nada perjudicaba al proceso electoral que se completaran a las 12 de la noche o dos horas después.

Sobre la jurisdicción

En cuanto a si los partidos pueden inscribir las candidaturas municipales en la JCE, la ley electoral deja abierta esa posibilidad. El artículo 69 indica que “Las propuestas de candidatos serán formuladas por el organismo central o por los respectivos organismos provinciales, municipales o del Distrito Nacional, según los casos, de conformidad con las designaciones hechas por las convenciones correspondientes; y serán presentadas por medio de escrito que se entregará al Secretario de la JCE o de la correspondiente junta electoral”.

Si ese artículo deja dudas, todavía el 71 indica que a más tardar a las 10 de la mañana del día siguiente a la presentación “el Secretario de la JCE o de la junta electoral a quien le hubiese sido entregada, fijará copia en la tablilla de publicaciones y dará cuenta de ella al presidente de la junta, quien ordenará que sea comunicada dentro de las veinticuatro horas siguientes a las juntas de su dependencia…”

La ley también prevé la posibilidad de enmiendas a las propuestas. El artículo 72 indica que “Los defectos e irregularidades de que adolezcan las propuestas pueden ser corregidos en la misma secretaría de la junta a la cual hayan sido sometidas…hasta el momento en que la junta competente hubiese conocido de dichas propuestas.”

Si todavía quedan dudas el artículo 75 establece que “Admitida una candidatura, no podrá ser retirada ni rectificada…” La admisión o rechazo, según el artículo 73 es facultad de la junta a la que fuere sometida, que se reunirá “dentro de los 5 días que sigan a la presentación”. Es lo que fue convocado para ayer viernes 24.

Tanto de inscripciones después de las 12 de la noche del día límite, como de rectificaciones, incluyendo dobles candidaturas, hay precedentes de sobra en los procesos electorales dominicanos. De lo que no hay precedentes es que se deje a un partido sin candidaturas por razones meramente administrativas.

El costo político

De lo que no hay dudas es que ya la alianza PRD-PRSC ha pagado un costo político, de descrédito, por no haber tenido la capacidad de entregar todas sus propuestas dentro del plazo legal.

Es cierto que nunca antes se había dado una alianza tan compleja de dos partidos grandes en casi todos los 151 municipios con 166 circunscripciones, para cada una de las cuales hay una boleta electoral diferente. Pero la falta de institucionalidad y de mecanismos puramente democráticos y el desenfreno de ambiciones llevaron al PRD y el PRSC a discutir hasta último momento hasta por candidaturas a regidores.

Aunque según lo informado, con alianzas más fáciles, el PLD ha sometido una instancia a la JCE pidiendo que se le permita completar candidaturas de regidores en los municipios de Salcedo y Constanza. Según Diario libre del 23 de marzo tampoco presentó candidaturas en las provincias de La Romana y Monte Plata.

Sin duda el partido de gobierno ha sacado beneficio a la imprevisión de sus opositores, magnificándola y formalizando ante el pleno de la JCE una petición de rechazo, que de ser aceptada casi garantizaría al PLD el triunfo en la mayoría de los municipios en los comicios de mayo próximo.

El escándalo de la semana ha dejado de manifiesto, una vez más, la debilidad del sistema partidista dominicano. Dejar a los dos partidos mayoritarios sin el 40 por ciento de sus candidaturas en vez de contribuir al fortalecimiento del proceso democrático, lo afectaría, y generaría un clima que conspiraría contra el éxito de los comicios.

De cualquier forma, esta algarabía no se inscribe en dirección a fortalecer el débil entusiasmo ciudadano por unos comicios legislativos y municipales que en sus dos versiones anteriores han arrojado abstención del cincuenta por ciento de los electores.-

Sobre la jurisdicción

En cuanto a si los partidos pueden inscribir las candidaturas municipales en la JCE, la ley electoral deja abierta esa posibilidad. El artículo 69 indica que “Las propuestas de candidatos serán formuladas por el organismo central o por los respectivos organismos provinciales, municipales o del Distrito Nacional, según los casos, de conformidad con las designaciones hechas por las convenciones correspondientes; y serán presentadas por medio de escrito que se entregará al secretario de la JCE o de la correspondiente junta electoral”.

Si ese artículo deja dudas, todavía el 71 indica que a más tardar a las 10 de la mañana del día siguiente a la presentación “el Secretario de la JCE o de la junta electoral a quien le hubiese sido entregada, fijará copia en la tablilla de publicaciones y dará cuenta de ella al presidente de la junta, quien ordenará que sea comunicada dentro de las veinticuatro horas siguientes a las juntas de su dependencia…”

La ley también prevé la posibilidad de enmiendas a las propuestas. El artículo 72 indica que “Los defectos e irregularidades de que adolezcan las propuestas pueden ser corregidos en la misma secretaría de la junta a la cual hayan sido sometidas…hasta el momento en que la junta competente hubiese conocido de dichas propuestas.”

Si todavía quedan dudas el artículo 75 establece que “Admitida una candidatura, no podrá ser retirada ni rectificada…” La admisión o rechazo, según el artículo 73 es facultad de la junta a la que fuere sometida, que se reunirá “dentro de los 5 días que sigan a la presentación”. Es lo que fue convocado para ayer viernes 24.

Tanto de inscripciones después de las 12 de la noche del día límite, como de rectificaciones, incluyendo dobles candidaturas, hay precedentes de sobra en los procesos electorales dominicanos. De lo que no hay precedentes es que se deje a un partido sin candidaturas por razones meramente administrativas.

El costo político

De lo que no hay dudas es que ya la alianza PRD-PRSC ha pagado un costo político, de descrédito, por no haber tenido la capacidad de entregar todas sus propuestas dentro del plazo legal.

Es cierto que nunca antes se había dado una alianza tan compleja de dos partidos grandes en casi todos los 151 municipios con 166 circunscripciones, para cada una de las cuales hay una boleta electoral diferente. Pero la falta de institucionalidad y de mecanismos puramente democráticos y el desenfreno de ambiciones llevaron al PRD y el PRSC a discutir hasta último momento hasta por candidaturas a regidores.

Aunque según lo informado, con alianzas más fáciles, el PLD ha sometido una instancia a la JCE pidiendo que se le permita completar candidaturas de regidores en los municipios de Salcedo y Constanza. Según Diario libre del 23 de marzo tampoco presentó candidaturas en las provincias de La Romana y Monte Plata.

Sin duda el partido de gobierno ha sacado beneficio a la imprevisión de sus opositores, magnificándola y formalizando ante el pleno de la JCE una petición de rechazo, que de ser aceptada casi garantizaría al PLD el triunfo en la mayoría de los municipios en los comicios de mayo próximo.

El escándalo de la semana ha dejado de manifiesto, una vez más, la debilidad del sistema partidista dominicano. Dejar a los dos partidos mayoritarios sin el 40 por ciento de sus candidaturas en vez de contribuir al fortalecimiento del proceso democrático, lo afectaría, y generaría un clima que conspiraría contra el éxito de los comicios.

De cualquier forma, esta algarabía no se inscribe en dirección a fortalecer el débil entusiasmo ciudadano por unos comicios legislativos y municipales que en sus dos versiones anteriores han arrojado abstención del cincuenta por ciento de los elector.

El Decreto 63-06 puente al Congreso

Por Juan Bolívar Díaz
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Como instrumento provisional, el reglamento de compras, contrataciones de bienes, servicios, obras y concesiones por parte de las instituciones del Estado, es más que nada un desafío al Congreso Nacional para que acabe de aprobar una nueva legislación al respecto.

Aunque contiene numerosas limitaciones, el reglamento contenido en el Decreto 63-06 emitido por el presidente Leonel Fernández este jueves 23 de febrero, es un paso en dirección a controlar los mecanismos de mayor corrupción gubernamental y ahorrar considerables recursos al Estado.

La reglamentación debe producir alguna satisfacción en las organizaciones de la sociedad civil que la reclamaron insistentemente en los últimos años, pero más bien parece el primer beneficio del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC) que la contempla.

Desafío al Congreso

Urgido por los reclamos de la sociedad civil y los imperativos del TLC, el presidente Leonel Fernández emitió finalmente esta semana el reglamento de compras y contrataciones de bienes, servicios, obras y concesiones por parte del Estado.

Aunque pueden señalársele limitaciones, como instrumento provisional, el reglamento, contenido en el Decreto 63-06, es un paso de avance en dirección a reducir una de las brechas por donde se cuela una gran parte de la corrupción que afecta a la gestión pública.

Se trata de una hábil decisión política, ya que el presidente Fernández aparece interesado en la lucha contra la corrupción adelantándose a una acción congresional a la que se ha obligado el Estado en el TLC, supuesto a entrar en vigencia el primero de julio.

Ha llamado la atención pública que el artículo 98 del reglamento establece que entrará en vigencia el primero de junio, es decir más de dos meses después de emitido, cuando habrán pasado las elecciones congresionales y municipales, a un mes del TLC y casi a la mitad del período de gobierno.

En los términos en que está concebida esta reglamentación afectará poco las contrataciones de obras del actual período gubernamental, ya que deberán ser muy pocas las nuevas a contratar en los montos que obligan a licitación, y porque deja una amplia brecha para las compras fuera de concurso. Las grandes obras de esta administración ya están asignadas.

El decreto desafía al Congreso Nacional, en manos de la oposición, cuando comienza a calentarse una campaña electoral para renovar ese poder del Estado y los legisladores están más preocupados por buscar votos para su reelección que en las cuestiones de interés nacional.

Una ley pendiente

El ll de enero pasado el Senado aprobó un proyecto de ley que regularía las compras, contrataciones y licitaciones del Estado, después de varios años de discusiones y ponderaciones. La pieza está ahora en manos de la Cámara de Diputados que el año pasado estuvo dos veces cerca de aprobar un proyecto similar.

Justo hace un año, al iniciarse la legislatura el 27 de febrero, la cámara baja tenía en agenda el conocimiento de un proyecto de compras y contrataciones estatales que ya había sido objeto de consenso entre los bloques de los tres partidos mayoritarios y organizaciones de la sociedad civil y que ya había aprobado casi a unanimidad en primera lectura.

Entonces el presidente Fernández envió otro proyecto, que era en esencia similar a uno que había introducido al Congreso el presidente Hipólito Mejía antes de concluir su mandato en el 2004. Esta ocurrencia sacó de agenda el tema y lo devolvió a una comisión especial que lo había ponderado y consensuado.

Fue relevante que la pieza del Poder Ejecutivo detuvo un proyecto que había sido promovido incluso por dos relevantes dirigentes y diputados de su partido, Alejandro Montás y Euclides Sánchez. Este se había originado en un decreto del propio presidente Fernández en su anterior gestión gubernamental, el número 200-98, que creó una comisión para que lo elaborara.

En 1999 los comisionados entregaron su proyecto, y el presidente Fernández lo envió al Congreso, aunque “descricajado”, según el decir del Ingeniero Polón Muñoz, o “mutilado”, según la arquitecta Marisela Vargas, ambos expresidentes del Colegio de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA), que habían participado en su elaboración.

Después de eso el CODIA unió fuerzas con el movimiento Participación Ciudadana y la Fundación Institucionalidad y Justicia, y junto a una comisión de Reforma Financiera de la Secretaría de Finanzas, auspiciada por organismos internacionales procedieron a elaborar un proyecto de consenso. Este fue introducido por primera vez a la Cámara de Diputados en el 2000, por su entonces presidenta Rafaela Alburquerque y el diputado reformista Marino Collante.

Ya entonces en el poder, los perredeístas quisieron “liberalizar” el proyecto, por ejemplo, elevando de 20 a 60 millones de pesos las obras que quedarían exentas de concursos. El proyecto de Mejía, que hace un año reivindicó el presidente Fernández, dejaba numerosas brechas a las contrataciones y compras sin concurso.

Perimido varias veces, el proyecto fue reivindicado con modificaciones por el Senado que el año pasado lo aprobó en primera lectura, lo que motivó que en septiembre el presidente Fernández enviara nuevas propuestas a esa cámara, la que finalmente lo aprobó en segunda lectura el 11 de enero pasado.

Para ser conocido por los diputados, el proyecto sancionado por el Senado tendrá que ser reintroducido, puesto que expiró nuevamente al término de la legislatura extraordinaria.

De la Comisión de Etica

El reglamento decretado por el presidente Fernández es un aliento para la Comisión Nacional de Etica, instituida por el mismo mandatario, la que tuvo la decisión de elaborarlo con el objeto de que entrara en vigencia como “Decreto-Puente” mientras el Congreso terminaba de aprobar la ley al respecto.

La dilación en promulgar el decreto se había convertido en un elemento de desaliento para la Comisión de Etica, que ya también tuvo diferencias con el Poder Ejecutivo a causa de la falta de transparencia en el concurso precisamente para el “Portal de Transparencia” del gobierno. Todavía la comisión espera una desaprobación presidencial de la manipulación detectada en el concurso y que llamó la atención de organismos internacionales.

Después de un arduo trabajo, la comisión que preside el dirigente peledeista José Joaquín Bidó Medina entregó el proyecto de decreto al Poder Ejecutivo en julio del año pasado y desde entonces fueron numerosas las ocasiones en que se anunció su inminente promulgación.

En el ínterin tanto Participación Ciudadana, como la FINJUS e instituciones empresariales y sociales, representadas en la Comisión de Etica demandaron la emisión del decreto-puente y criticaron la poca consistencia de la política anticorrupción del gobierno.

Independientemente de las limitaciones presentes en el reglamento decretado, esas instituciones deberán celebrarlo como un triunfo limitado y seguramente trasladarán sus presiones al Congreso Nacional, especialmente a la Cámara de Diputados, tras la aprobación senatorial de enero.

Contenidos del decreto

Entre las virtudes del reglamento decretado, además de instituir las licitaciones públicas, nacionales e internacionales, se cuentan las siguientes:

El artículo 8 establece que todo el personal de la Dirección General de Aprovisionamiento del Gobierno será contratado por concurso público de mérito, con excepción del director y el subdirector que será designado por el Presidente de la República.

El artículo 22 indica que “Ningún proceso de compras o contrataciones podrá ser iniciado si no se dispone de la apropiación presupuestaria respectiva. Se deberá contar además con la asignación de fondos para el período correspondiente”.

En el artículo 28 se prohibe a los servidores públicos recibir cualquier tipo de dádivas, regalos o comisiones de proveedores de bienes y servicios relacionados con la institución donde laboren.

El artículo 34 establece que las personas físicas o comerciales relacionadas con toda una amplia gama de funcionarios, desde el Presidente de la República hasta los regidores, no podrán participar en forma directa o indirecta como oferentes de bienes y servicios al Estado. Incluye a las esposas, cónyuges e hijos. También a las empresas donde los funcionarios públicos tengan participación accionaria de más del 10 por ciento o ejerzan algún cargo o representación.

Las limitaciones del decreto son numerosas, pero las principales serían las siguientes:

Amplias excepciones para de licitación en contrataciones como las que realicen “los organismos encargados de administrar los planes sociales del gobierno y los programas de alivio a la pobreza, de asistencia y protección de mujeres, discapacitados, niños y adolescentes de escasos recursos”. También las compras y contrataciones para la construcción, instalación o adquisición de oficinas para el servicio exterior, las contrataciones para obras literarias, científicas y artísticas, así como las “adquisiciones adicionales al proveedor original que no superen el 25 por ciento de la contratación original”.

Las mayores limitaciones están en que la licitación pública sólo será obligatoria cuando la contratación de una obra supere los 6 millones 725 mil dólares, equivalentes a 221 millones de pesos a una tasa de 33 por dólar. También se podrá comprar libremente hasta el monto de 117 mil 100 dólares, o sea 3 millones 864 mil pesos. La libertad es mucho más generosa que en todos los proyectos de leyes sometidos al Congreso.-

Una ley pendiente

El ll de enero pasado el Senado aprobó un proyecto de ley que regularía las compras, contrataciones y licitaciones del Estado, después de varios años de discusiones y ponderaciones. La pieza está ahora en manos de la Cámara de Diputados que el año pasado estuvo dos veces cerca de aprobar un proyecto similar.

Justo hace un año, al iniciarse la legislatura el 27 de febrero, la cámara baja tenía en agenda el conocimiento de un proyecto de compras y contrataciones estatales que ya había sido objeto de consenso entre los bloques de los tres partidos mayoritarios y organizaciones de la sociedad civil y que ya había aprobado casi a unanimidad en primera lectura.  Entonces el presidente Fernández envió otro proyecto, que era en esencia similar a uno que había introducido al Congreso el presidente Hipólito Mejía antes de concluir su mandato en el 2004. Esta ocurrencia sacó de agenda el tema y lo devolvió a una comisión especial que lo había ponderado y consensuado.

Fue relevante que la pieza del Poder Ejecutivo detuvo un proyecto que había sido promovido incluso por dos relevantes dirigentes y diputados de su partido, Alejandro Montás y Euclides Sánchez. Este se había originado en un decreto del propio presidente Fernández en su anterior gestión gubernamental, el número 200-98, que creó una comisión para que lo elaborara.

En 1999 los comisionados entregaron su proyecto, y el presidente Fernández lo envió al Congreso, aunque “descricajado”, según el decir del Ingeniero Polón Muñoz, o “mutilado”, según la arquitecta Marisela Vargas, ambos expresidentes del Colegio de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA), que habían participado en su elaboración.

Después de eso el CODIA unió fuerzas con el movimiento Participación Ciudadana y la Fundación Institucionalidad y Justicia, y junto a una comisión de Reforma Financiera de la Secretaría de Finanzas, auspiciada por organismos internacionales procedieron a elaborar un proyecto de consenso. Este fue introducido por primera vez a la Cámara de Diputados en el 2000, por su entonces presidenta Rafaela Alburquerque y el diputado reformista Marino Collante.  Ya entonces en el poder, los perredeístas quisieron “liberalizar” el proyecto, por ejemplo, elevando de 20 a 60 millones de pesos las obras que quedarían exentas de concursos. El proyecto de Mejía, que hace un año reivindicó el presidente Fernández, dejaba numerosas brechas a las contrataciones y compras sin concurso.

Perimido varias veces, el proyecto fue reivindicado con modificaciones por el Senado que el año pasado lo aprobó en primera lectura, lo que motivó que en septiembre el presidente Fernández enviara nuevas propuestas a esa cámara, la que finalmente lo aprobó en segunda lectura el 11 de enero pasado.

Para ser conocido por los diputados, el proyecto sancionado por el Senado tendrá que ser reintroducido, puesto que expiró nuevamente al término de la legislatura extraordinaria.

De la Comisión  de ética

El reglamento decretado por el presidente Fernández es un aliento para la Comisión Nacional de Etica, instituida por el mismo mandatario, la que tuvo la decisión de elaborarlo con el objeto de que entrara en vigencia como “Decreto-Puente” mientras el Congreso terminaba de aprobar la ley al respecto.

La dilación en promulgar el decreto se había convertido en un elemento de desaliento para la Comisión de Etica, que ya también tuvo diferencias con el Poder Ejecutivo a causa de la falta de transparencia en el concurso precisamente para el “Portal de Transparencia” del gobierno. Todavía la comisión espera una desaprobación presidencial de la manipulación detectada en el concurso y que llamó la atención de organismos internacionales.

Después de un arduo trabajo, la comisión que preside el dirigente peledeista José Joaquín Bidó Medina entregó el proyecto de decreto al Poder Ejecutivo en julio del año pasado y desde entonces fueron numerosas las ocasiones en que se anunció su inminente promulgación.

En el ínterin tanto Participación Ciudadana, como la FINJUS e instituciones empresariales y sociales, representadas en la Comisión de Etica demandaron la emisión del decreto-puente y criticaron la poca consistencia de la política anticorrupción del gobierno.

Independientemente de las limitaciones presentes en el reglamento decretado, esas instituciones deberán celebrarlo como un triunfo limitado y seguramente trasladarán sus presiones al Congreso Nacional, especialmente a la Cámara de Diputados, tras la aprobación senatorial de enero.

Contenidos del decreto

Entre las virtudes del reglamento decretado, además de instituir las licitaciones públicas, nacionales e internacionales, se cuentan las siguientes:

El artículo 8 establece que todo el personal de la Dirección General de Aprovisionamiento del Gobierno será contratado por concurso público de mérito, con excepción del director y el subdirector que será designado por el Presidente de la República.

El artículo 22 indica que “Ningún proceso de compras o contrataciones podrá ser iniciado si no se dispone de la apropiación presupuestaria respectiva. Se deberá contar además con la asignación de fondos para el período correspondiente”.

En el artículo 28 se prohibe a los servidores públicos recibir cualquier tipo de dádivas, regalos o comisiones de proveedores de bienes y servicios relacionados con la institución donde laboren.

El artículo 34 establece que las personas físicas o comerciales relacionadas con toda una amplia gama de funcionarios, desde el Presidente de la República hasta los regidores, no podrán participar en forma directa o indirecta como oferentes de bienes y servicios al Estado. Incluye a las esposas, cónyuges e hijos. También a las empresas donde los funcionarios públicos tengan participación accionaria de más del 10 por ciento o ejerzan algún cargo o representación.

Las limitaciones del decreto son numerosas, pero las principales serían las siguientes:

Amplias excepciones para de licitación en contrataciones como las que realicen “los organismos encargados de administrar los planes sociales del gobierno y los programas de alivio a la pobreza, de asistencia y protección de mujeres, discapacitados, niños y adolescentes de escasos recursos”. También las compras y contrataciones para la construcción, instalación o adquisición de oficinas para el servicio exterior, las contrataciones para obras literarias, científicas y artísticas, así como las “adquisiciones adicionales al proveedor original que no superen el 25 por ciento de la contratación original”.

Las mayores limitaciones están en que la licitación pública sólo será obligatoria cuando la contratación de una obra supere los 6 millones 725 mil dólares, equivalentes a 221 millones de pesos a una tasa de 33 por dólar. También se podrá comprar libremente hasta el monto de 117 mil 100 dólares, o sea 3 millones 864 mil pesos. La libertad es mucho más generosa que en todos los proyectos de leyes sometidos al Congreso.-