Elecciones libres con alta abstención con alta abstención

Por Juan Bolívar Díaz
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Más allá de las desconfianzas que algunos sectores enfatizan en la Junta Central Electoral (JCE) las elecciones legislativas y municipales del próximo martes apuntan a una ratificación del mejoramiento del sistema electoral dominicano que ha pasado por primera vez en la historia por seis votaciones libres en forma consecutiva.

La ausencia de encuestas que midan las preferencias electorales por provincias y  municipios dificulta un vaticinio, pero es obvio que el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) verá reducido el poder municipal y congresional que ha tenido en los últimos 8 años y que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) será el triunfador relativo.

 Al cierre de una larga y dispendiosa campaña electoral caracterizada más por las confrontaciones y el transfuguismo que por las propuestas se advierten claros indicios de que más de la mitad de los 5 millones 369 mil 64 electores y electoras podrían expresar su disgusto con la abstención o anulando el voto.

Prevalecerá el voto

Ninguna razón objetiva permite creer que el próximo martes se romperá el récord de elecciones libres consecutivas, seis incluyendo las dos vueltas de 1996, esperándose que prevalecerá el voto libre de los electores y electoras dominicanos.

Aunque con el pecado original de haber sido fruto unilateral del Senado dominado por el PRD, los actuales jueces electorales organizaron debidamente los comicios presidenciales de hace dos años, en los cuales no se registró incidente alguno  de consideración y los resultados fueron acatados apenas cinco horas después de cerradas las urnas a pesar de que el presidente perredeista Hipólito Mejía buscaba su reelección, lo que no tenía precedente en la historia nacional.

Ahora con otro partido en el poder y una sociedad vigilante del proceso electoral no hay razón para esperar otro resultado que no sea el veredicto de las urnas. Un padrón electoral transparente, que se ha evidenciado efectivo en las últimas tres elecciones, es garantía de que no se produzcan disturbios traumáticos.

Esta vez no hay ni siquiera grandes cantidades de electores cambiados de colegios y recintos por razones organizativas como en el 2004, cuando los dos renglones sumaron 591 mil, lo que originó numerosas denuncias de supuestas dislocaciones, desmentidas por las verificaciones previas y por la votación misma.

Desde luego, estos comicios son más complicados que los presidenciales, puesto que implican 2 mil 438 puestos de elección: 32 senadores, 178 diputados, 151 síndicos e igual cantidad de vicesíndicos y 963 regidores y similar número de suplentes. En relación a las elecciones similares del 2002 ahora hay 28 diputados, 26 síndicos y vicesíndicos y 963 regidores y sus respectivos suplentes más.

La organización de las votaciones estaba el jueves bajo control, cuando ya se habían distribuido los materiales para tres cuartas partes de los 12 mil 371 colegios de votación. Los observadores de la Organización de Estados Americanos y Participación Ciudadana, al igual que embajadores y el propio presidente Leonel Fernández habían expresado su convicción de que el proceso transcurrirá con normalidad, después de reunirse con la JCE y conocer los detalles organizativos.

La única sombra de alguna significación fue que 10 mil 709 electores trasladaran su registro a las seis provincias menos pobladas, especialmente los 3 mil 455 que se reubicaron en Pedernales, en lo que parece una maniobra en busca de influir en los resultados electorales de esas jurisdicciones. Se descarta que fueran dislocados, por la múltiple procedencia de los que cambiaron su registro, de 53 municipios diferentes los mil 802 que “emigraron al municipio pedernalense de Oviedo. En los ámbitos políticos se estima que la maniobra ha sido fruto de múltiples candidatos de varios partidos.

Dos grandes bloques

 Una característica de estas elecciones es que las candidaturas se han agrupado en dos grandes bloques que concentran 17 de los 20 partidos participantes. Siete de ellos personificados por el PLD y diez por el PRD y el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), aliados por primera vez. El Partido Revolucionario Social Demócrata, desprendido del PRD bajo el liderazgo de Hatuey de Camps, y el Partido Revolucionario Independiente concurren solos a los comicios. Mientras el Partido Popular Cristiano lleva candidaturas propias en algunos municipios y en alianza con otros en varios más. Un solo movimiento independiente postula en el municipio de Yaguate, San Cristóbal.

Dado el 57 por ciento obtenido en las elecciones presidenciales de hace dos años por la alianza que encabeza el PLD y las preferencias que sigue registrando en las encuestas, se le otorgan muchas posibilidades de superar su actual representación de un solo senador, 42 diputados y 7 sindicaturas, fruto de los comicios del 2002. Del PLD se dice que gana como quiera, puesto que con sólo 2 senadores ya crecería un cien por ciento, y sus posibilidades lucen mucho mayores.

Sin embargo, el peledeísmo históricamente ha tendido a acumular sus simpatías en los grandes núcleos urbanos del Distrito Nacional, provincia Santo Domingo y Santiago, donde ha concentrado la inversión en sus dos gobiernos, mientras perredeistas y reformistas tienen más arraigo en la mayoría de las provincias medianas y pequeñas.

La gran interrogante es en qué medida el PRD y el PRSC podrán cosechar los votos de sus simpatizantes, dadas las serias dificultades que han atravesado para fraguar su alianza y los desgarramientos sufridos, especialmente por el último.

Lo que no está en discusión es que el perredeísmo perderá la preponderancia que ha tenido en los últimos 8 años en el Congreso y los municipios. En el 2002 barrió en el Senado con 29 de los 32 puestos, con 72 diputados y 104 de los 125 municipios. Ni las encuestas, ni los analistas más generosos le otorgan posibilidad ni de acercarse a esos números. Su votación total se viene reduciendo, del 51% en 1998 al 49.87 en el 2000, al 42% en el 2002 y al 33 en el 2004, incluidos sus aliados.

En el mejor de los casos compartiría los puestos con el PRSC y los otros aliados. Juntos podrían conservar mayoría en el Senado y los municipios, pero dados los dos grandes bloques y por el factor de distribución de las curules de diputados, se da por hecho que el PLD tendría la primera mayoría en la cámara baja. Su mayor representación en el Congreso la obtuvo en los comicios de 1990, cuando logró 12 senadores, pero en el cuatrienio siguiente cayó a 4, luego a 3 y finalmente a 1.

Con buena fortuna de la “Alianza Rosada” el PRSC puede elevar sus actuales 2 senadores y sus 11 sindicaturas, aunque difícilmente pueda alcanzar 35 diputados.

Tendencia abstencionista

Entre analistas y observadores políticos existe la convicción de que la abstención podría seguir incrementándose en estos comicios, superando el 47 por ciento de 1998 y el 49 por ciento del 2002. En ambos los votos nulos, parte de ellos en blanco,  fueron 4 y 2 por ciento respectivamente, lo que indica que congresistas y munícipes han sido fruto de menos de la mitad del electorado después que su elección fue separada de la presidencial hace 8 años.

El abstencionismo se incuba en los sectores medios y más críticos de la población, disgustados por el deterioro de la actividad política y de los partidos que cada vez tienen menos diferencias ideológicas, programáticas y éticas. Por primera vez han surgido movimientos que propugnan por la abstención electoral.

En las dos anteriores elecciones congresionales y municipales la abstención se ha concentrado en los grandes núcleos urbanos, alcanzando 66 y 59 por ciento en el Distrito Nacional, 56 y 55 por ciento en Santiago, 61 por ciento en la nueva provincia Santo Domingo, 63 y 57 por ciento en La Romana, 61 y 56 por ciento en San Pedro de Macorís. En cambio en las provincias más pobres y de menor población, la votación del 2002 alcanzó tasas del 76 por ciento en Independencia, 74 en Elías Piña, 72 por ciento en Pedernales y 69 en Dajabón. Se respira un cansancio en amplios segmentos sociales por la prolongada extensión de la actual campaña electoral, que comenzó hace unos 9 meses con la promoción de precandidatos y que ha implicado un costo sin precedente, por el dispendio en propaganda, movilizaciones y repartos clientelistas.

La convicción general es que gran parte del costo de esa campaña sale de alguna manera del gobierno central y los ayuntamientos y del tráfico legislativo, así como de la generalizada corrupción y el rentismo empresarial. El costo de la política dominicana llama la atención de los extranjeros, hasta el punto que el embajador de Alemania lo mencionó en declaración pública el pasado jueves.

El costo de estas elecciones ha sido cifrado en mil 574 millones de pesos, de los cuales 583 fueron destinados a los partidos, básicamente a los tres mayores. En 1998 los partidos recibieron 171 millones, y en el 2002 poco más de 309 millones de pesos.

La degradación de la política manifiesta en el transfuguismo que caracteriza esta campaña electoral, incentivado desde el gobierno, y la incursión del presidente Leonel Fernández en las caravanas electorales, hasta luciendo una gorra balaguerista,  también han generado disgustos y rechazos que incentivan el abstencionismo. Precandidatos, candidatos y partidos se han ofertado al mejor postor. Algunos tienen procesos abiertos en la justicia y otro ya fue condenado por tráfico de inmigrantes.

Menor nivel de violencia

Si en algo esta campaña electoral ha superado a las anteriores es que hasta el jueves 11 se había registrado menor nivel de violencia, con sólo un muerto a balazos en La Vega, donde un perredeista cayó a manos de un peledeista  el miércoles, y una decena de heridos de bala en Nagua, San Cristóbal, Villa Altagracia y  Santo Domingo.

En la de 1998 la violencia fue generalizada y los muertos sumaron 10, mientras  cuatro años después fueron 5, incluidos dos asesinados a balazos la noche del 16 de mayo mientras se realizaba el cómputo.

Lo que no se redujo fue la violencia verbal y la descalificación entre partidos y candidatos que un tardío  “Pacto de Civilidad” trató de contener en la última semana, viéndose expuesto al fracaso por la persistencia en el incentivo del transfuguismo y los usos abusivos del poder y de los símbolos de los partidos.

Crezca o no el abstencionismo esta campaña electoral ha demostrado la necesidad de reformas en el sistema político.

La abstención pasaría de 50%

Por Juan Bolívar Díaz
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La pérdida de credibilidad en los partidos políticos, que cada vez se asemejan más y se distancian de las expectativas del electorado, especialmente en los grandes núcleos urbanos es lo que fundamenta el temor de que la abstención siga en incremento en los comicios del 16 de mayo próximo. Apenas el 51 por ciento de los electores inscritos respondió al llamado de las urnas en los anteriores comicios congresionales y municipales del 2002, y si se descuenta el 1.87 por ciento de votos nulos, apenas el 49 por ciento determinó los resultados en el nivel legislativo.

Es relevante que la abstención se concentró en niveles alarmantes en los grandes núcleos poblacionales, encabezados por el Distrito Nacional, la provincia Santo Domingo y Santiago, mientras las poblaciones más pobres alcanzaron elevadas tasas de votación.

Temores de abstención

A 25 días de la tercera elección congresional y municipal separada de la presidencial la mayor incertidumbre parece estar en la posibilidad de que aumente considerablemente la proporción de los ciudadanos y ciudadanas que no respondan el llamado a las urnas. La preocupación ha llegado a los ámbitos de la Junta Central Electoral (JCE), la que ha recibido advertencias de que el ausentismo podría elevarse, especialmente en la región del Cibao. El presidente de la Cámara Administrativa del organismo se hizo eco de encuestas que estarían mostrando una fuerte indiferencia del electorado.

El doctor Nelson Gómez dijo que previendo esa circunstancia, la JCE ha incrementado la campaña de motivación en esa región. Aunque, fuera de la ciudad de Santiago, el Cibao no se ha caracterizado por una alta abstención en los comicios de 1998 y 2002.

La abstención en los comicios legislativos y municipales de 1998 se situó en 47 por ciento. Si se le adiciona el 4.30 por ciento de votos nulos, en el nivel congresional, implica que apenas el 49 por ciento determinó los resultados. Cuatro años después, en el 2002, los ausentes de las urnas se elevaron al 49 por ciento, pero los votos anulados se redujeron al 1.87 por ciento en el nivel congresional, lo que implica que nuevamente el 49 por ciento del electorado definió los cargos electivos.

Esas proporciones contrastan con las registradas en las elecciones presidenciales del 2004, cuando la abstención fue del 27.2 por ciento, y de los votos depositados sólo el 1.1 por ciento fue anulado. El nivel promedio de abstención para las elecciones presidenciales celebradas en el país en las últimas tres décadas es del 28 por ciento. La más alta fue en los comicios de 1990, cuando alcanzó el 40 por ciento. Sin contar los de 1970 y 1974, cuando la represión determinó la ausencia en las urnas del entonces principal partido de oposición y otras agrupaciones.

La tendencia aún en naciones de arraigo democrático es que el electorado acude en mucho mayor proporción a elecciones para elegir presidente o primer ministro, que cuando se escoge separadamente a legisladores y autoridades municipales, gobernadores o locales.

Las grandes ciudades

Al registrarse los datos oficiales de las dos anteriores elecciones congresionales y municipales se advierte que la abstención está concentrada en los grandes núcleos urbanos, mientras las poblaciones menores atienden en mayor proporción la convocatoria a las urnas.

Siguiendo la tendencia registrada, la JCE tendría que acentuar su campaña de motivación en el Distrito Nacional, la provincia Santo Domingo, Santiago, la Romana, San Pedro de Macorís y el resto de las grandes ciudades.

En 1998 el 66 por ciento de los electores del DN no atendieron la convocatoria a las urnas. Cuatro años después la franja abstencionista se redujo al 59 por ciento. Para entonces ya la mayor jurisdicción del país había sido dividida y la nueva provincia Santo Domingo registró un 61 por ciento de abstención.

En la provincia de Santiago se abstuvo en 1998 el 56 por ciento, que se elevó al 60 por ciento en el municipio cabecera, la ciudad de Santiago. Cuatro años después el ausentismo provincial se mantuvo casi igual con el 55 por ciento, pero se redujo al 53 por ciento en la segunda ciudad del país.

En otros importantes núcleos urbanos, como La Romana y San Pedro de Macorís, la abstención fue del 63 y 61 por ciento en el 1998, y de 57 y 56 por ciento, respectivamente, cuatro años después.

En contraste con el gran ausentismo de los electores de los grandes núcleos urbanos, en las provincias más pobres, sobre todo en las fronterizas, se registra una alta participación. En el 2002 votó el 76 por ciento en la provincia Independencia, el 74 en Elías Piña, el 69 por ciento en Dajabón y en Santiago Rodríguez, y el 67 por ciento en las provincias Montecristi y Sánchez Ramírez.

Las grandes ciudades

Al registrarse los datos oficiales de las dos anteriores elecciones congresionales y municipales se advierte que la abstención está concentrada en los grandes núcleos urbanos, mientras las poblaciones menores atienden en mayor proporción la convocatoria a las urnas.

Siguiendo la tendencia registrada, la JCE tendría que acentuar su campaña de motivación en el Distrito Nacional, la provincia Santo Domingo, Santiago, la Romana, San Pedro de Macorís y el resto de las grandes ciudades.

En 1998 el 66 por ciento de los electores del DN no atendieron la convocatoria a las urnas. Cuatro años después la franja abstencionista se redujo al 59 por ciento. Para entonces ya la mayor jurisdicción del país había sido dividida y la nueva provincia Santo Domingo registró un 61 por ciento de abstención.

En la provincia de Santiago se abstuvo en 1998 el 56 por ciento, que se elevó al 60 por ciento en el municipio cabecera, la ciudad de Santiago. Cuatro años después el ausentismo provincial se mantuvo casi igual con el 55 por ciento, pero se redujo al 53 por ciento en la segunda ciudad del país.

En otros importantes núcleos urbanos, como La Romana y San Pedro de Macorís, la abstención fue del 63 y 61 por ciento en el 1998, y de 57 y 56 por ciento, respectivamente, cuatro años después.

En contraste con el gran ausentismo de los electores de los grandes núcleos urbanos, en las provincias más pobres, sobre todo en las fronterizas, se registra una alta participación. En el 2002 votó el 76 por ciento en la provincia Independencia, el 74 en Elías Piña, el 69 por ciento en Dajabón y en Santiago Rodríguez, y el 67 por ciento en las provincias Montecristi y Sánchez Ramírez.

registrarse los datos oficiales de las dos anteriores elecciones congresionales y municipales se advierte que la abstención está concentrada en los grandes núcleos urbanos, mientras las poblaciones menores atienden en mayor proporción la convocatoria a las urnas.

Siguiendo la tendencia registrada, la JCE tendría que acentuar su campaña de motivación en el Distrito Nacional, la provincia Santo Domingo, Santiago, la Romana, San Pedro de Macorís y el resto de las grandes ciudades.

En 1998 el 66 por ciento de los electores del DN no atendieron la convocatoria a las urnas. Cuatro años después la franja abstencionista se redujo al 59 por ciento. Para entonces ya la mayor jurisdicción del país había sido dividida y la nueva provincia Santo Domingo registró un 61 por ciento de abstención.

En la provincia de Santiago se abstuvo en 1998 el 56 por ciento, que se elevó al 60 por ciento en el municipio cabecera, la ciudad de Santiago. Cuatro años después el ausentismo provincial se mantuvo casi igual con el 55 por ciento, pero se redujo al 53 por ciento en la segunda ciudad del país.

En otros importantes núcleos urbanos, como La Romana y San Pedro de Macorís, la abstención fue del 63 y 61 por ciento en el 1998, y de 57 y 56 por ciento, respectivamente, cuatro años después.

En contraste con el gran ausentismo de los electores de los grandes núcleos urbanos, en las provincias más pobres, sobre todo en las fronterizas, se registra una alta participación. En el 2002 votó el 76 por ciento en la provincia Independencia, el 74 en Elías Piña, el 69 por ciento en Dajabón y en Santiago Rodríguez, y el 67 por ciento en las provincias Montecristi y Sánchez Ramírez.

Incentivos a la abstención

La primera causa de la abstención electoral son los movimientos migratorios tanto en el interior del país como hacia el exterior. Decenas de miles de personas han cambiado de residencia desde que se hizo el actual padrón de electores para los comicios del 2000, y una parte de ellos, especialmente los más pobres, no se molesta en actualizar su registro electoral, lo que determina ausentismo forzado. Unos se movilizan a sus lugares de origen para votar, pero otros se ven imposibilitados de hacerlo, especialmente los que han emigrado al exterior.

La abstención está incentivada por el creciente descreimiento en los partidos políticos en la medida en que se han borrado las barreras ideológicas y programáticas y la población percibe que cada vez hay menos diferencias entre las opciones partidarias. Este factor es influyente en los sectores más conscientes del electorado, ubicados en los grandes núcleos urbanos donde la población depende menos del clientelismo político que en las pequeñas comunidades.

Las campañas electorales fundadas en relevar los aspectos negativos de los contrincantes también adicionan incentivos a la indiferencia de la ciudadanía, al igual que las extensas campañas electorales dominicanas y el alto costo de la inversión en propaganda, especialmente después que se instituyó a partir del 2002 el voto preferencial por los diputados, lo que conlleva competencia al interior de los partidos.

A los sectores más conscientes de la población no pasa desapercibido el hecho de que muchos candidatos invierten en campaña electoral sumas muy superiores a lo que percibirán en los cuatro años de gestión, lo que implica la convicción de que son patrocinados por sectores de poder económico, interesados en controlar el Congreso y los municipios, o que son simples inversionistas en el lucrativo negocio de la política.

La percepción de la política como actividad mercantil, que en el actual proceso electoral ha quedado más evidente que nunca, podría también ser un incentivo a la indiferencia de electores y electoras. Durante meses los tres partidos mayoritarios estuvieron envueltos en esfuerzos por constituir alianzas sin mayores escrúpulos y en violación de los procedimientos democráticos.

Así mismo el transfuguismo ha alcanzado niveles sin precedentes, sobre poniendo intereses coyunturales y rentabilidad económica al compromiso con los electores y a menudo hasta con seguidores, lo que también es causal de abstención.

El costo económico

Cuando en 1997 se instituyó el financiamiento de los partidos a través del presupuesto nacional, se creyó que disminuiría la influencia del dinero del sector privado y el uso de los recursos estatales en las campañas electorales, pero la realidad parece contradecirlo, lo que también origina decepción en segmentos ciudadanos.

Para los comicios congresionales y municipales de 1998 el financiamiento estatal a los partidos fue de 171 millones de pesos. El mismo ascendió a 309 millones en el 2002 con un crecimiento del 80 por ciento, proporción que se reproduce nuevamente este año al pasar a 583 millones de pesos. En 8 años el incremento es de 412 millones de pesos, equivalentes a un 240 por ciento.

La convicción generalizada es que la política se ha convertido en uno de los negocios más rentables, con alto componente de corrupción, especialmente en los poderes Ejecutivo Legislativo y Municipal. Los cargos de regidores, que según la ley son honoríficos, no sólo tienen alta retribución, sino que son llaves para el enriquecimiento a través del tráfico de influencia.

El alto costo económico y las ventajas del financiamiento estatal en más de un 80 por ciento en beneficio de los partidos mayoritarios, reduce las posibilidades de los partidos minoritarios y emergentes y de las candidaturas independientes, que prácticamente han desaparecido, es otro factor que incentiva la indiferencia electoral.

En las elecciones del 2002 la representación en el Congreso Nacional se concentró en los tres partidos mayoritarios. Sólo la Fuerza Nacional Progresista, con dos diputados a través de la boleta del Partido de la Liberación Dominicana, consiguió representación en la Cámara de Diputados. Otros 18 partidos no consiguieron legisladores, debido a un sistema que excluye a las minorías.

Los partidos Unidad Democrática, Alianza Social Dominicana, de los Trabajadores Dominicanos, Revolucionario Independiente, de Veteranos y Civiles y el Movimiento Independiente de Unidad y Cambio, perdieron su representación congresional, los tres primeros incluso en el Senado. Sólo en el nivel municipal hubo alternativas a los tres partidos tradicionales, ya que el Partido Revolucionario Independiente ganó las sindicaturas de Enriquillo, Laguna Salada y Sánchez.

El alto costo de la política dominicana se ha traducido en concentración de la representación partidaria. Habrá que esperar el 16 de mayo para ver si los dos grandes bloques de alianzas que se presentan a estos comicios diversifican la representación, lo que es probable, pero mientras tanto, la percepción general en los insatisfechos del sistema partidario es de concentración, lo que incentiva la abstención.-

Séptima elección libre consecutiva

Por Juan Bolívar Díaz
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Cinco semanas de las elecciones legislativas y municipales no hay razón objetiva para dudar que estas serán tan limpias como las seis anteriores realizadas a partir del 1996, en la mayoría de las cuales ni siquiera se han producido impugnaciones en número significativo. Cinco millones 369 mil electores, incluyendo unos 400 mil nuevos que equivalen a un 7 por ciento más que en los comicios presidenciales de hace dos años, están habilitados para elegir 2 mil 438 representantes en 151 municipios y 166 circunscripciones electorales.

Aunque la Junta Central Electoral (JCE) tuvo que conocer sobre más de un centenar de impugnaciones a las candidaturas, cantidad sin precedente, ya las boletas comenzaron a ser impresas y estarán listaS en el curso de la próxima semana, con tiempo suficiente para cumplir el calendario de trabajo.

Sin novedad en el padrón

Sin embargo esta vez han quedado atrás las denuncias de exclusiones y trastrueques que todavía hace dos años agriaron el proceso organizativo. Aún el día en que concluyó la campaña electoral el candidato presidencial Leonel Fernández denunció que más de 400 mil electores habían sido dislocados en el padrón. Ello obligó a la JCE a realizar una revisión de listados en cada junta municipal en la víspera de la votación, demostrándose que las denuncias eran infundadas.

En el actual proceso apenas ha habido que poner la mano sobre el padrón para excluir a los fallecidos y a los que entraron a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, así como para incluir a los que egresaron de esas instituciones. Lo más relevante es que al quedar consolidado el padrón, con la corrección de los errores derivados de la cedulación de 1999-2000, ya no hubo que hacer traslados de colegios de un lugar a otro ni de votantes de un colegio a otro, lo que fue pretexto para las denuncias de las tres anteriores elecciones.

Desde los comicios presidenciales los nuevos ciudadanos y ciudadanas con derecho al voto suman cerca de 400 mil, aunque el crecimiento neto del padrón es sólo de 346 mil, a causa de las bajas por fallecimiento.

El padrón definitivo para estos comicios fue entregado a los partidos en disco compacto el 2 y 3 de febrero. Y justamente esta semana se les proporcionaron copias en papel a los tres partidos mayoritarios y al Bloque Institucional Socialdemócrata que pagaron por la impresión. No sólo se presenta la lista de electores habilitados, sino también los que se dieron de baja.

El Partido de la Liberación Dominicana realizó en el fin de semana anterior una verificación del padrón movilizando a millares de sus cuadros. Una semana después no ha presentado ninguna objeción ni ha formulado denuncias sobre el mismo.

Más allá de las denuncias y suspicacias que persisten, aunque en menor medida, es objetivo que el sistema electoral dominicano se ha ido perfeccionando. La mayoría de las decisiones de la JCE se adoptan en consenso con los partidos, cuyos delegados técnicos son mantenidos al tanto de todo lo referente a cedulación y padrón de electores.

Desde las elecciones presidenciales del 2004 se instituyó la plastificación de las actas de los resultados que se levanta en cada colegio de votación, para impedir alteraciones como las que se registraron en el 2002 en Santiago.

Aún rige el principal elemento causante de retraso en los cómputos, que es la verificación de los resultados de cada mesa en las juntas municipales, denominado verificación de actas, que produce entaponamientos en las grandes concentraciones urbanas del Distrito Nacional, provincia Santo Domingo y Santiago. Sobre todo por la tradicional práctica de que los delegados de los partidos perdedores dilatan el proceso por maniobras o ausencias.

Las misiones de observadores electorales nacionales e internacionales han recomendado suprimir esa verificación y dar por válidas las actas, a menos que haya una impugnación específica.

Observación electoral

Como en los últimos 6 procesos electorales, el movimiento Participación Ciudadana llevará a cabo una observación rigurosa de la votación y el procesamiento de los resultados. Esta semana se hizo pública la campaña motivacional y el calendario de trabajo para esa observación que esta vez movilizará a más de 3 mil voluntarios fijos e itinerantes que abarcarán las 166 jurisdicciones de votación.

Como ya es tradicional, la JCE también ha cursado invitaciones a los organismos electorales de las naciones latinoamericanas, a la Organización de Estados Americanos, el Centro de Asesoría y Promoción Electoral (CAPEL) y otras instituciones internacionales. El doctor Luis Airas, presidente del tribunal electoral, dijo que unos 200 observadores internacionales estarían presentes, el doble de los que vinieron en los comicios legislativos y municipales anteriores.

Este año los funcionarios a ser electos totalizan 2 mil 438, que son 428 más que los 2010 del 2002, para un crecimiento de casi 10 por ciento. Ahora los diputados serán 178, es decir 28 más que los 150 actuales. Los síndicos y vicesíndicos serán 151, superando en 26 los 125 anteriores, y los regidores y sus suplentes crecieron en 174, totalizando ahora 963 en cada categoría. Los senadores se mantienen en 32.

Si bien no se advierten elementos objetivos que hagan temer por la limpieza de las próximas elecciones, con tanta participación, observación y mejoramiento de los procesos, sí existe el temor de que crezca la abstención del 49 por ciento que han promediado los dos comicios legislativos y municipales anteriores. La JCE conoce una encuesta que advierte de esa tendencia sobre todo entre las mujeres y los jóvenes de la región del Cibao. Por eso está diseñando una campaña de persuasión dirigida especialmente a esos segmentos.-

Suave organización

El proceso organizativo de los comicios del 16 de mayo próximo marcha más suavemente que nunca por la ausencia de cuestionamientos al padrón electoral y al manejo del centro de cómputos que tanta suspicacias y controversias generó en los procesos anteriores.

Consultado ayer, el ingeniero Gilberto Cruz Herasme, Director General de Elecciones, aseguró que aunque hubo algún retraso en el inicio de la impresión de las boletas, a consecuencia del número sin precedente de impugnaciones a las candidaturas que la JCE tuvo que conocer, no hay el más mínimo temor de perturbaciones.

Incluso comenzaron a imprimir las boletas por el reverso de donde aparecerán los nombres de los candidatos, y durante este fin de semana se comenzaría a completar la impresión. El compromiso de las editoras que ganaron un concurso es entregarlas en una semana, por lo que habrá casi un mes para verificación, empaque y distribución.

La semana pasada el presidente de la Cámara Administrativa de la JCE, doctor Nelson Gómez, dijo al telediario Uno mas Uno que ya habían reclutado y tenían bajo entrenamiento al 72 por ciento del personal que requieren para los 12 mil 371 colegios electorales que operarán en estos comicios.

En total de requerirán unas 68 mil personas para los colegios de votación, incluyendo un diez por ciento de reservas para cubrir ausencias. Aunque Gómez tenía esperanza de que con la colaboración de las organizaciones de la sociedad civil y las universidades, reclutarían todo el personal necesario, ha sido tradicional que al final se apele a los partidos para que, en proporción equitativa, ofrezcan miembros para completar los colegios.

Ventajas comparativas

El actual proceso electoral ha sido el de más fácil organización y el menos conflictivo de los últimos seis considerados libres y sin mayores traumas, aunque en los del 2002, hubo algunas impugnaciones e irregularidades en algunos municipios.

Ese año en Santiago se demostró que varias actas fueron alteradas en beneficio de candidaturas del Partido Revolucionario Dominicano, pero la JCE reconoció las irregularidades fraudulentas y procedió a anular los votos computados en exceso. Se alegó que hubo otras alteraciones, pero no fueron presentadas y la candidatura a senador se definió por apenas cientos de votos.

Pero desde las dos vueltas electorales de 1996, y los cuatro comicios subsiguientes cada dos años para un total de seis votaciones, no se han registrado mayores conflictos. Las tres presidenciales transcurrieron sin ninguna impugnación por parte de los perdedores.

Las elecciones de 1996 tuvieron que ser precedidas de una depuración a fondo del padrón de electores para disipar los traumas electorales de 1994 y 90. Las de 1998 se vieron afectadas por un nivel de violencia y confrontación sin precedentes y conflictos entre el Poder Ejecutivo y la JCE, que incluyeron un período de retención del presupuesto de este organismo.

La organización del proceso electoral del 2000 se complicó considerablemente porque estuvo precedido de una nueva cedulación y total renovación del padrón electoral, que desde entonces ha quedado en la red de internet abierto al público.

Para el 2004, la constitución de la actual JCE de forma unilateral por parte del Senado bajo control perredeista, sembró discordias e incertidumbres, agravadas por el intento reeeleccionista del presidente Hipólito Mejía que reactivó los fantasmas de las imposiciones que habían caracterizado las repostulaciones presidenciales en la historia nacional.

Esta vez todavía se cuestiona la imparcialidad de la JCE, lo que quedó patente hace dos semanas en ocasión de la inscripción de las candidaturas de la alianza PRD-Partido Reformista Social Cristiano, realizada sobre el borde de la hora en que vencía el plazo.

Repatriados no son criminales de carrera

Por Juan Bolívar Díaz
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Las ponencias presentadas en el seminario sobre “La Realidad Social y Legal de los dominicanos Repatriados”, celebrado el viernes 24 de marzo, confirman el criterio de que hay que buscar aquí, en la sociedad dominicana, las causas que determinan el sostenido incremento de la delincuencia.

Las estadísticas y estudios disponibles demuestran que los dominicanos deportados desde países desarrollados, especialmente desde Estados Unidos, han sido tomados como chivos expiatorios atribuyéndoles la mayor cuota de responsabilidad en la multiplicación de la delincuencia que se registra en la última década.

Varios expertos coincidieron en la necesidad de políticas para ayudar a los dominicanos que son apresados en Estados Unidos y para permitirles una reinserción social a los que son repatriados, en vez de marginarlos y excluirlos, incitándolos a buscarse la vida por medios ilegítimos.

Por delitos menores

Particularmente relevante resultó la ponencia de la doctora Nina Siulc, investigadora del Instituto Vera de Justicia de Estados Unidos presentada en el seminario organizado por la Fundación Global Democracia y Desarrollo y la Fundación Bienvenid@ Seas.

La experta, que durante una década ha dado seguimiento a la deportación de dominicanos, tomó una muestra de 500 dominicanos deportados de los Estados Unidos entre el 2001 y el 2004, determinando que apenas un 5 por ciento fue procesado por crímenes calificados de graves. “Esto demuestra que estos ciudadanos no son, como se ha querido vender, criminales de carrera. La norma es que sean apresados por faltas menores relacionadas con drogas, no por crímenes violentos como asesinato, robo o violación”, sostuvo.

La doctora Siulc estableció que “el 85 por ciento de esos deportados llegaron al país con un solo crimen en su récord, regularmente relacionado con drogas”. Y sostiene que muchos son sancionados por penas muy pequeñas, que con una buena defensa hubiesen podido evitar la deportación.

Con frecuencia llegan ante el juez sin poder pagar un abogado y la ley norteamericana impide que el Estado proporcione defensa legal a los procesados con problemas de inmigración. Influye también que muchos son enviados a cárceles lejanas de donde residían, haciéndoles más difícil el acceso a familiares y abogados.

La experta norteamericana sugirió que los consulados dominicanos presten asistencia a los dominicanos que son detenidos en Estados Unidos, como hacen otros países, poniendo de ejemplo a México. Dijo que hace muy poco que los funcionarios consulares han comenzado a interesarse por ellos. Los funcionarios diplomáticos y consulares de Colombia y Estados Unidos prestan asistencia a sus conciudadanos apresados en República Dominicana aún por cuestiones de drogas.

Pocos procesados aquí

Tanto la doctora Siulc como el coronel Francis Abreu Peña, quien representó al jefe de la Policía Nacional como ponente en el seminario, reconocieron que es ínfima la cantidad de repatriados que han sido procesados en el país por crímenes, demostrando que la sociedad dominicana genera sus propios delincuentes.

La investigadora norteamericana manifestó que “Desde el 2002, fecha en que las autoridades dominicanas comenzaron a llevar un control preciso de las repatriaciones, sólo 25 de los deportados han sido procesados por repetir la ofensa por la que fueron apresados en Estados Unidos, un número muy por debajo, por ejemplo, de la cantidad de agentes policiales que han sido apresados en ese mismo lapso por cometer crímenes”.

Las estadísticas publicadas por la Procuraduría General de la República indican que sólo entre enero y agosto del 2005 agentes policiales dieron muerte a 95 personas estando fuera de servicio, es decir por conducta criminal. En el mismo período 345 civiles murieron en los llamados “intercambios de disparos”. Por su parte el coronel Abreu Peña informó que la PN tiene registrados 23 mil 800 repatriados por delitos criminales, coincidiendo en que el 90 por cierto es por droga y 5 por ciento por robos. Sostuvo que el año pasado delinquió el 1 por ciento y 21de ellos en lo que va del año. Proyectada esa cifra este año serían menos de un centenar, siendo miles los dominicanos procesados cada año por actos criminales.

Aunque no lo dijo el coronel Abreu, datos anteriores suministrados por la PN indican que una buena proporción de los delitos en que incurren aquí los repatriados son del renglón falsificación de documentos, casi siempre tratando de volver a Estados Unidos. Aunque el oficial policial sostuvo que si bien tienen que ver con el incremento de la delincuencia en el país, “su participación es mínima. Hay otras causas. No podemos echarles la culpa sólo a ellos”.

Aunque los dominicanos deportados por delitos en Estados Unidos pasan de 30 mil, los expertos consideran que parte de ellos no viven en el país, pues han logrado volver ilegalmente a Estados Unidos.

Falsa convicción general

En la opinión pública dominicana predomina la convicción de que la delincuencia nos ha sido exportada desde Estados Unidos, una forma sutil de escurrir el bulto y negar que esta sociedad tiene estructuras y pautas generadoras de todo género de violencia contra las personas y las propiedades.

Se aduce que los repatriados traen “técnicas sofisticadas” de la criminalidad, como si la televisión y el cine no mostraran en cantidad alarmante la más amplia variedad de delitos y formas de evadir la justicia, incluyendo la mayor sofisticación de los secuestros, asesinatos, violaciones y espectaculares asaltos con uso de la informática.

Mucho mayor incidencia en el incremento de la delincuencia en el país tienen la pobreza y la falta de oportunidades que afecta a la mitad de la población dominicana, el hacinamiento en la marginalidad urbana y la falta de energía eléctrica, así como la corrupción pública y privada y la impunidad que se exhibe ofensivamente.

En el renglón que más podrían estar incidiendo los repatriados es en el tráfico de drogas, la grande como tránsito hacia Estados Unidos y Europa, y la menor que es la comercialización en el país. Se le puede atribuir a ellos responsabilidad indirecta por la delincuencia que genera el consumo de drogas, aunque la gran mayoría de los procesados aquí por este delito, que es el predominante, no han sido repatriados, de acuerdo a las estadísticas presentadas en el seminario. Una considerable proporción son jóvenes que nunca han salido del país.

El coronel Abreu dejó consignado que la PN tiene a los repatriados clasificados por delitos. “Cuando ocurre algo aquí revisamos en el registro para ver si puede haber algún involucrado”. Lo que más hacen es robar, sostuvo.

Políticas asistenciales

La falsa convicción de que son los repatriados los responsables del incremento de la criminalidad en el país produce una actitud bastante generalizada de exclusión de esos ciudadanos que ya han pagado por el delito cometido y tienen derecho a una reinserción en la sociedad.

Durante el seminario, un repatriado tuvo el valor de manifestar su frustración porque no ha podido conseguir un trabajo que le permita vivir, lo que a juicio de los expertos es un incentivo a la reincidencia.

Ante la ocurrencia el director de prisiones de Nueva York, Héctor Chiesa, se manifestó avergonzado y pidió que el Estado dominicano implemente programas de reinserción. “Si no los ayudamos y les cerramos las puertas, la única alternativa es regresar al crimen, y va a ser crimen organizado”. Expresó que en Estados Unidos tienen oficinas para ayudar a conseguir empleo a los que cumplen condenas.

Otra consecuencia señalada por el funcionario newyorkino es que ante la falta de oportunidades en la sociedad dominicana muchos de los repatriados volverán a Estados Unidos por cualquier medio. “Van a regresar en yola, van a arriesgar sus vidas, y pasarán a formar parte del grupo de unos 15 millones de ilegales que viven en territorio norteamericano”. Nina Siulc dijo a HOY el 3 de agosto pasado que por lo menos un 15 por ciento de los repatriados logran volver a Estados Unidos.

El mejor ejemplo del esfuerzo de los repatriados por reinsertarse en la sociedad dominicana es la Fundación Bienvenid@ seas, creada por ellos mismos para dar asistencia a los más necesitados, en su mayoría jóvenes de 25 a 45 años de edad, muchos de ellos desarraigados, que han pasado buena parte de su vida en Estados Unidos, de donde procede el 95 por ciento.

Recientemente ha salido a la luz pública una Asociación para Defensa de los Emigrantes, que con un pequeño subsidio acaba de abrir un primer centro para acoger a los recién llegados.

De todas formas, los repatriados son consecuencia de la pobreza nacional que ha determinado una emigración que se estima alrededor del millón y medio de dominicanos y dominicanas regados por todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, Puerto Rico, las islas del Caribe y aún en otros continentes, sobre todo en Europa.

Esa emigración que aporta anualmente al país unos 3 mil millones de dólares ha sido sostén de la economía nacional, tanto como el turismo y el triple de las exportaciones nacionales. Eso debería ser suficiente para que se trate con serenidad y objetividad el problema de los repatriados, sustrato de la diáspora de la nación.-

Las ejecuciones policiales no paran la delincuencia

Por Juan Bolívar Díaz
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Las peticiones a la Policía Nacional para que emplee “mano dura” en el combate a la delincuencia, que no es otra cosa que salga a las calles a matar todo el que huela a delincuente, reaparecieron esta semana poniendo en jaque la jefatura del general Bernardo Santana Páez.

Aparte de su ilegalidad, que ha bordeado la barbarie, las ejecuciones de delincuentes, supuestos delincuentes e inocentes, que sólo en los últimos tres años han superado la cifra de mil,  no han servido en absoluto para detener el incremento de la delincuencia que cada día agobia más a la sociedad dominicana.

Ese método, al igual que las redadas de jóvenes en los barrios, sólo ha servido para distraer la atención, tratando de ocultar las ineficiencias y carencias del aparato policial y las extremas violencias de la exclusión, la concentración de la riqueza y la impunidad de la corrupción que incentivan la delincuencia.

Jaque a la Policía

Los últimos tres jefes de la Policía Nacional han llegado al cargo conscientes de lo que hay que hacer para enfrentar la delincuencia. Los generales Jaime Marte Martínez, Manuel de Jesús Pérez Sánchez y Bernardo Santana Páez integran la única trilogía de jefes de la PN consecutivos provenientes de las academias policiales. Han tenido en común una buena formación policial en el país.

Los tres han llegado al cargo proclamando la necesidad de reformas del aparato policial, reclamando que los agentes, ahora 30 mil, sean destinados básicamente a la prevención, mediante el patrullaje, y frenando drásticamente las ejecuciones extrajudiciales, que eufemísticamente se denominan muertes por “intercambios de disparos”.

Marte Martínez sucedió en el 2002 al general Pedro de Jesús Candelier, un militar convertido en jefe policial, quien ya en 1999 había establecido un récord cuando se registraron 250 muertes a manos de los agentes del orden público. Durante los dos años siguientes las cifras quedaron en alrededor de los 200.

Cuando Marte Martínez llegó a la jefatura policial al comenzar el 2002, los muertos en “intercambios de disparos” promediaban 13 por mes. Pero entre enero y abril se redujeron a uno por mes, mientras se registraba una reducción de la criminalidad, a tal punto que en mayo nos convocó a una reunión con su estado mayor para ponderar el éxito alcanzado. Ese año las ejecuciones extrajudiciales disminuyeron tanto que mereció un reconocimiento en el informe del Departamento de Estado norteamericano correspondiente a ese año.

Pero ya en el 2003 ante la persistencia de la delincuencia y los reclamos de la opinión pública, la Policía volvió por sus fueros y según un reporte de Juan María Ramírez, publicado en HOY el 26 de junio, ya los muertos en intercambios de disparos sumaban 115, incluyendo a 16 agentes policiales.

Cuando se produjo el cambio de gobierno en agosto del 2004, los muertos por intercambios de disparos promediaban más de uno por día. Con la designación del general Pérez Sánchez al frente de la Policía se repitió la reducción y el año concluyó con un balance de 358.

Pero el mayor desbordamiento se produciría en el 2005. Al finalizar agosto 440 personas habían muerto a manos de policías, incluyendo 345 por “intercambios de disparos (1.5 por día) y 95 por agentes “fuera de servicio”, según las categorías de un informe de la Procuraduría General de la República. El total para el año se proyectaba a 660. En esos 8 meses los uniformados muertos a manos de delincuentes fueron sólo 4, según el conteo

Llega Santana Páez

La llegada del general Bernardo Santana Páez repitió la reducción drástica en sus primeros meses. Los 58 muertos por balas policiales del mes de agosto se redujeron a la tercera parte en los meses de septiembre a diciembre, gracias a lo cual el total del año“intercambios de disparos”quedó en 437 (1.2 por día). Si se suman los asesinatos ejecutados por agentes policiales “fuera de servicio”, alcanzaron  550 durante el año pasado.

El informe del Departamento de Estado norteamericano publicado esta semana indica que el año pasado “las fuerzas de seguridad (dominicanas) mataron entre 400 y 440 personas”, además de torturas y otros abusos con presuntos criminales, detenidos y prisioneros.

El sostenido incremento de la delincuencia en las últimas semanas ha vuelto a generar reclamos de que la Policía Nacional emplee “mano dura” para combatirla. Los asesinatos de la propietaria de una joyería, del eficiente inspector aduanero Ramón Florentino, de un teniente y un sargento policial, y los asaltos a periodistas y empleados de periódicos, de dirigentes políticos y otras personas de clases medias altas han exacerbado la opinión pública.

Fue así como el lunes 6 el secretario de las Fuerzas Armadas, Almirante Sigfrido Pared Pérez reclamó “mano dura” de la Policía en el combate a la delincuencia, con lo que en principio disintió el jefe policial, aduciendo que eso significaba enviar sus agentes a matar, al tiempo que reivindicaba la reducción de las muertes en  “intercambios de disparos” durante los 7 meses que lleva en el cargo.

Pero bajo presión pública, al día siguiente el general Santana Páez ya dijo que no iban a responder con algodón los disparos de los delincuentes y en tres días sus agentes mataron 8 personas en esta capital, Boca Chica, San Francisco, La Vega y Hato Mayor.

Una vez más la Policía es sometida a la presión de la mano dura que en los últimos tres años ha cobrado más de un millar de vidas, y más de dos mil en la última década, pese a lo cual la delincuencia ha seguido reproduciéndose. El general Santana Páez sabe que ese no es el remedio, por lo cual insistió esta semana en que lo fundamental es más equipos y recursos para enfrentar la delincuencia, incluyendo la necesidad de 5 mil policías adicionales.

El barrio seguro

Pero no es sólo el jefe de la PN que está consciente de que la solución no es salir a matar presuntos delincuentes, lo han proclamado también el Secretario de Interior y Policía, Franklin Almeyda, el Procurador General (ahora en licencia), Francisco Domínguez Brito, y el Fiscal del Distrito Nacional, José Manuel Hernández Peguero. Este último propuso esta semana la creación de un departamento de investigación criminal dependiente de la Procuraduría Fiscal.

 Por su parte el actual gobierno ha realizado esfuerzos, fundamentalmente con su política de barrio seguro que ha abarcado a una docena de sectores capitalinos y que tratan de extender a Santiago. Lo ejecutado en  Capotillo demuestra que la prevención es fundamental. Allí, en menos de 2 kilómetros cuadrados se redujo la delincuencia, disponiendo de más de 200 agentes policiales, mejor pagados, con más unidades motorizadas y programas sociales.

Pero en enero pasado el jefe policial dijo que apenas disponía de 3 mil 500 agentes para el patrullaje en todo el país. Eso después de muchos meses de esfuerzo por recuperar los policías asignados al servicio particular de funcionarios, oficiales policiales (hasta 25 para  generales), diplomáticos, empresarios, periodistas y en entidades estatales. Esa cifra es apenas el 12 por ciento de los 30 mil miembros que integran la PN, mientras las Fuerzas Armadas tienen 40 mil. Desde hace un año se promete que estas reforzarían el patrullaje.

El plan gubernamental de Seguridad Democrática tiene buenos propósitos, pero la delincuencia marcha a un ritmo más rápido que su implementación. En los funcionarios implicados predomina la preocupación de una política que no vulnere el derecho fundamental a la vida, garantizado por la Constitución y las leyes hasta para los peores delincuentes.

Muchos recursos

La creciente inseguridad está generando pánico en la población, que tradicionalmente se contiene con la “eficiencia” de las muertes de delincuentes y supuestos delincuentes, que con mucha frecuencia ha cobrado la vida de personas inocentes de todas las categorías, incluyendo a un sacerdote, a un pastor evangélico, muchachas en la flor de la vida, niños, medianos empresarios y mujeres, además de una cantidad considerable de personas asesinadas por agentes del orden, bajo cualquier pretexto.

La situación obligará al gobierno a elevar la prioridad de la prevención del crimen, para lo cual se requieren muchos más recursos que los destinados hasta ahora, incluyendo un mejoramiento substancial de los salarios policiales, prometido hace un año y que apenas se ha ejecutado parcialmente.

No servirá para nada que se incorporen cinco o diez mil nuevos agentes policiales, si se les ofrecerá los sueldos de miseria que ganan los actuales, de 6 mil pesos para sargentos y 7 y 8 mil para tenientes, cuando el costo de la canasta básica nacional anda por 16 mil pesos mensuales. Es la razón por la que la mayoría prefiere estar al servicio de personas e instituciones que les completan el ingreso. Y los que salen a las calles tienen que “buscársela” a menudo con los propios delincuentes o apelando ellos mismos al asalto.

En esas condiciones la Policía no podrá conseguir agentes comprometidos con la seguridad ciudadana, dispuestos a correr riesgos en las calles y a ganarse la confianza de la ciudadanía. Y no son decenas, sino cientos los vehículos equipados con eficientes equipos de comunicación e investigación  para un efectivo patrullaje de calles y carreteras.

Insistir en la “mano dura” seguirá siendo una forma de escurrir el bulto y tratar de satisfacer momentáneamente los recurrentes brotes de desesperación ciudadana. Sobre todo cuando los sectores medios y altos, que crean “opinión pública” sienten que ya ni su vigilancia particular es suficiente para garantizarse la seguridad.

Por demás, los diagnósticos sociales indican que la delincuencia es incentivada por la exclusión de que es víctima la mitad de la población dominicana, por el desempleo y la desesperanza que afectan a los jóvenes de los barrios, donde no hay ni siquiera aulas suficientes para la educación básica.

Otros incentivos son la exhibición de riquezas que practican los núcleos más privilegiados y la enorme corrupción que enriquece a los políticos, así como la impunidad frente a las grandes estafas públicas y privadas que han afectado a la economía nacional y sustraen a los más pobres lo elemental para desarrollarse.

  Muy pocos de los que reclaman la política de “mano dura” tienen en cuenta estos factores estructurales del problema de la delincuencia.-

 Llega Santana Páez

La llegada del general Bernardo Santana Páez repitió la reducción drástica en sus primeros meses. Los 58 muertos por balas policiales del mes de agosto se redujeron a la tercera parte en los meses de septiembre a diciembre, gracias a lo cual el total del año“intercambios de disparos”quedó en 437 (1.2 por día). Si se suman los asesinatos ejecutados por agentes policiales “fuera de servicio”, alcanzaron  550 durante el año pasado.

El informe del Departamento de Estado norteamericano publicado esta semana indica que el año pasado “las fuerzas de seguridad (dominicanas) mataron entre 400 y 440 personas”, además de torturas y otros abusos con presuntos criminales, detenidos y prisioneros.

El sostenido incremento de la delincuencia en las últimas semanas ha vuelto a generar reclamos de que la Policía Nacional emplee “mano dura” para combatirla. Los asesinatos de la propietaria de una joyería, del eficiente inspector aduanero Ramón Florentino, de un teniente y un sargento policial, y los asaltos a periodistas y empleados de periódicos, de dirigentes políticos y otras personas de clases medias altas han exacerbado la opinión pública.

Fue así como el lunes 6 el secretario de las Fuerzas Armadas, Almirante Sigfrido Pared Pérez reclamó “mano dura” de la Policía en el combate a la delincuencia, con lo que en principio disintió el jefe policial, aduciendo que eso significaba enviar sus agentes a matar, al tiempo que reivindicaba la reducción de las muertes en  “intercambios de disparos” durante los 7 meses que lleva en el cargo.

Pero bajo presión pública, al día siguiente el general Santana Páez ya dijo que no iban a responder con algodón los disparos de los delincuentes y en tres días sus agentes mataron 8 personas en esta capital, Boca Chica, San Francisco, La Vega y Hato Mayor.

Una vez más la Policía es sometida a la presión de la mano dura que en los últimos tres años ha cobrado más de un millar de vidas, y más de dos mil en la última década, pese a lo cual la delincuencia ha seguido reproduciéndose. El general Santana Páez sabe que ese no es el remedio, por lo cual insistió esta semana en que lo fundamental es más equipos y recursos para enfrentar la delincuencia, incluyendo la necesidad de 5 mil policías adicionales.

El barrio seguro

Pero no es sólo el jefe de la PN que está consciente de que la solución no es salir a matar presuntos delincuentes, lo han proclamado también el Secretario de Interior y Policía, Franklin Almeyda, el Procurador General (ahora en licencia), Francisco Domínguez Brito, y el Fiscal del Distrito Nacional, José Manuel Hernández Peguero. Este último propuso esta semana la creación de un departamento de investigación criminal dependiente de la Procuraduría Fiscal.

 Por su parte el actual gobierno ha realizado esfuerzos, fundamentalmente con su política de barrio seguro que ha abarcado a una docena de sectores capitalinos y que tratan de extender a Santiago. Lo ejecutado en  Capotillo demuestra que la prevención es fundamental. Allí, en menos de 2 kilómetros cuadrados se redujo la delincuencia, disponiendo de más de 200 agentes policiales, mejor pagados, con más unidades motorizadas y programas sociales.

Pero en enero pasado el jefe policial dijo que apenas disponía de 3 mil 500 agentes para el patrullaje en todo el país. Eso después de muchos meses de esfuerzo por recuperar los policías asignados al servicio particular de funcionarios, oficiales policiales (hasta 25 para  generales), diplomáticos, empresarios, periodistas y en entidades estatales. Esa cifra es apenas el 12 por ciento de los 30 mil miembros que integran la PN, mientras las Fuerzas Armadas tienen 40 mil. Desde hace un año se promete que estas reforzarían el patrullaje.

El plan gubernamental de Seguridad Democrática tiene buenos propósitos, pero la delincuencia marcha a un ritmo más rápido que su implementación. En los funcionarios implicados predomina la preocupación de una política que no vulnere el derecho fundamental a la vida, garantizado por la Constitución y las leyes hasta para los peores delincuentes.

Muchos recursos

La creciente inseguridad está generando pánico en la población, que tradicionalmente se contiene con la “eficiencia” de las muertes de delincuentes y supuestos delincuentes, que con mucha frecuencia ha cobrado la vida de personas inocentes de todas las categorías, incluyendo a un sacerdote, a un pastor evangélico, muchachas en la flor de la vida, niños, medianos empresarios y mujeres, además de una cantidad considerable de personas asesinadas por agentes del orden, bajo cualquier pretexto.

La situación obligará al gobierno a elevar la prioridad de la prevención del crimen, para lo cual se requieren muchos más recursos que los destinados hasta ahora, incluyendo un mejoramiento substancial de los salarios policiales, prometido hace un año y que apenas se ha ejecutado parcialmente.

No servirá para nada que se incorporen cinco o diez mil nuevos agentes policiales, si se les ofrecerá los sueldos de miseria que ganan los actuales, de 6 mil pesos para sargentos y 7 y 8 mil para tenientes, cuando el costo de la canasta básica nacional anda por 16 mil pesos mensuales. Es la razón por la que la mayoría prefiere estar al servicio de personas e instituciones que les completan el ingreso. Y los que salen a las calles tienen que “buscársela” a menudo con los propios delincuentes o apelando ellos mismos al asalto.

En esas condiciones la Policía no podrá conseguir agentes comprometidos con la seguridad ciudadana, dispuestos a correr riesgos en las calles y a ganarse la confianza de la ciudadanía. Y no son decenas, sino cientos los vehículos equi pados con eficientes equipos de comunicación e investigación  para un efectivo patrullaje de calles y carreteras.

Insistir en la “mano dura” seguirá siendo una forma de escurrir el bulto y tratar de satisfacer momentáneamente los recurrentes brotes de desesperación ciudadana. Sobre todo cuando los sectores medios y altos, que crean “opinión pública” sienten que ya ni su vigilancia particular es suficiente para garantizarse la seguridad.

Por demás, los diagnósticos sociales indican que la delincuencia es incentivada por la exclusión de que es víctima la mitad de la población dominicana, por el desempleo y la desesperanza que afectan a los jóvenes de los barrios, donde no hay ni siquiera aulas suficientes para la educación básica.

Otros incentivos son la exhibición de riquezas que practican los núcleos más privilegiados y la enorme corrupción que enriquece a los políticos, así como la impunidad frente a las grandes estafas públicas y privadas que han afectado a la economía nacional y sustraen a los más pobres lo elemental para desarrollarse.

  Muy pocos de los que reclaman la política de “mano dura” tienen en cuenta estos factores estructurales del problema de la delincuencia.-

Ya es poco rentable el recargo cambiario

Por Juan Bolívar Díaz

Parece haber más elementos subjetivos de orden preventivo, que objetivos de consecuencias inmediatas, en el festival de aumentos de precios que ha acaparado la atención nacional en esta primera semana del 2006, aunque esta situación era previsible por las expectativas acumuladas.

El detonante ha sido la decisión del gobierno de aplazar hasta mitad del año la eliminación del recargo cambiario y el tratado de libre comercio con Estados Unidos mientras ponía en vigencia la ley de reformas tributarias que amplían la base del ITBIS y aumentan los impuestos a la renta, selectivos al consumo y a algunos combustibles.

Una vez más está en cuestionamiento la capacidad de los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) de sintonizar con los sentimientos populares, más allá del regodeo en el discurso sobre el crecimiento de la economía que ya los traicionó en su anterior período de gobierno.

Un festival especulativo

El nuevo año amaneció con nubarrones políticos y sociales, fruto de un festival especulativo incentivado por desaciertos gubernamentales que se inició tan pronto se abrieron los comercios el lunes 2 de enero. Informes de prensa dieron cuenta que en algunos comercios, especialmente supermercados, brigadas de empleados tuvieron que madrugar para remarcar precios en innumerables artículos.

Se llegó a dar cuenta de incrementos de precios de hasta un 20 por ciento que se atribuía a la entrada en vigencia de la última ley de reformas tributarias, especialmente a la aplicación del impuesto a la transferencia de bienes industrializados y servicios (ITBIS) a otros 200 nuevos productos.

Hubo tantas subjetividades en el ambiente que hasta las informaciones eran muy generales y poco específicas, y analizadas con rigurosidad se puede apreciar que hubo hasta sensacionalismo, todo ello basado en el sentimiento generalizado de que los precios es “parriba que van”.

Del análisis de los acontecimientos se puede concluir en que hasta ahora no ha habido razones objetivas para ese inmediato festival de aumentos de precios, aunque sí a breve y mediano plazos.

Por de pronto los funcionarios gubernamentales del área recaudatoria han tenido que salir rápidamente al frente para despejar incertidumbres y precisar alcances de las reformas impositivas. El director de Impuestos Internos, Juan Hernández, precisó que la lista de 200 productos a los que se aplicaría el ITBIS se redujo a unos 150, de los cuales sólo una decena pueden ser considerados de consumo masivo: bacalao y arenques, quesos, uvas, pastas de tomate, sopas y potajes, vinagre, sal, pasta dental, jabones y detergentes y fósforos.

Los abonos son también gravados, aunque sus efectos no son inmediatos, y a ellos hay que agregar aquellos a los que se eleva el impuesto selectivo, como el gas oil, y la gasolina premium, bebidas alcohólicas, cigarrillos, vehículos, los secadores y licuadoras.

El presidente de la Cámara Dominicana de Empresas Comerciales, Iván de Jesús García, sostuvo el miércoles que unos 200 productos subieron de precio a consecuencia de las reformas tributarias.

Falta de sintonía del PLD

Los acontecimientos que inauguraron el año demuestran que persiste una cierta falta de sintonía con el sentimiento general que ha afectado la gestión pública del Partido de la Liberación Dominicana desde su anterior período gubernamental.

De los peledeístas se dice que se las saben todas y como tienen un magnífico discurso y se creen moralmente por encima de todo el resto nacional, tienen dificultades para escuchar e interpretar el sentimiento popular. Al saber tanto creen que pueden hacer cualquier maroma política sin pagar el costo.

El gobierno luce urgido de los mayores recursos posibles seducido por la pendiente resbaladiza de la construcción del sistema de transporte subterráneo “que modernizará la capital” y para la distribución e inversión política de cara a las elecciones de mayo próximo.

Esas urgencias le impiden registrar que todavía la población no se ha recuperado del inmenso costo impuesto por las quiebras bancarias y la forma en que las enfrentó el anterior régimen.

Tampoco se dan cuenta de que, con o sin razón, la población ya no cree en milagros y que como tal es visto el crecimiento superior al 8 por ciento que según las estadísticas oficiales creció la economía nacional en el 2005. Crecimiento sostenido y mucho más objetivo lo hubo en el período 1996-2000, pese a lo cual la población no favoreció al partido oficial en las dos elecciones que hubo en ese período, hasta desplazarlo del poder.

Es legendaria la reacción del entonces secretario general del PLD de que “el mal comido no piensa” ante los reveses políticos que tuvo ese partido en su anterior ejercicio gubernamental. Los que no piensan bien o no analizan fríamente son los que se emborrachan en el poder hasta el punto de no entender que la perversa distribución del ingreso determina que el crecimiento económico tenga un efecto muy limitado en las amplias masas de la población.

Todavía el gobierno tiene tiempo para rectificar y eliminar de inmediato el recargo cambiario y el marco adecuado está en la negociación que debe hacer para que el Congreso apruebe el presupuesto para este año, lo que también es fundamental para el fortalecimiento institucional y la credibilidad del sistema político.

La ambición de recursos puede tener efectos contraproducentes, como los que ya se han visto en la primera semana del año, y la sal puede resultarle más cara que el chivo, ya que sus opositores también tienen sus ojos puestos en las elecciones legislativas y municipales de mayo próximo.-

Incentivos a la vista

El primer ingrediente que alentó las alzas de precios fue la decisión del gobierno de mantener el recargo cambiario hasta el primero de julio, sin haber explicado previamente que el mismo no afectaría los productos a los cuales se extendía el ITBIS o se aumentaban los selectivos.

Objetivamente tienen razón los funcionarios en que no se justificaban alzas de precios de hasta un 20 por ciento si a los artículos gravados con el 16 por ciento del ITBIS se les quitaba por otro lado el 13 por ciento del recargo cambiario. Pero el comercio dominicano es muy rápido en elevar precios, sobre todo si hay elementos objetivos que configuran un panorama de alzas.

Hay incentivos a las alzas suficientes: los impuestos a los combustibles y los abonos repercutirán en el costo del transporte de pasajeros y mercancías. A ello hay que sumar la elevación de la tarifa energética en más de un 8 por ciento y las amenazas de dejarla flotar, mientras se manifiestan nuevos aumentos del precio del petróleo que el tercer día del año se cotizó sobre los 63 dólares el barril. Otro elemento objetivo ha sido la devaluación del peso que pasó del 35 por dólar al comenzar el año.

Osmar Benítez, vicepresidente de la Junta Agroempresarial, advirtió que los productos agrícolas subirían hasta un 10 por ciento a consecuencia de la aplicación del ITBIS a los abonos, mientras denunciaba que los fletes fueron aumentados hasta en un 30 por ciento a consecuencia de las elevaciones del costo del gasoil.

Aunque dirigentes de asociaciones comerciales aseguraron que el arroz, las habichuelas, ajo, cebolla y papa han recuperado los niveles de precios que tenían antes de las navidades, ya por incremento de la oferta nacional o por importaciones “oportunamente autorizadas por las autoridades”.

Ambición rompe el saco

No hay dudas de que el elemento más perturbador ha sido la decisión gubernamental de mantener el recargo cambiario, aunque sea parcialmente y aún si se cumple la promesa de reducirlo al 9 por ciento, hasta la mitad del año. Ya los nuevos impuestos eran conflictivos y promotores de inflación y protestas. Se los había justificado en base a que con la eliminación del recargo cambiario se compensarían neutralizando sus efectos. Además de que eran imprescindibles por la entrada en vigencia del tratado de libre comercio con Estados Unidos y América Central. Pero resulta que después de urgir al Congreso a que aprobara la reforma tributaria por la inminencia del tratado a partir del primero de enero, el gobierno anunció que lo retrasaba hasta el primero de julio. Pero no así los nuevos impuestos ni la completa eliminación del recargo cambiario.

Esa última disposición eliminó la posibilidad de que se redujeran los precios de todos los productos importados, lo que se había ofertado como compensación de la elevación de impuestos.

Al mantener ese impuesto ilegal el gobierno desconoció uno de los elementos en que fundamentó su propuesta de reformas tributarias, perdió credibilidad y causó indignación, creando un caldo de cultivo a la especulación, por los temores de que se siga actuando al margen de la institucionalidad, la legalidad y el consenso. Incentivó también una mayor confrontación con el Poder Legislativo, que tiene razón para sentirse burlado.

El mantenimiento del recargo cambiario se ha justificado en que el Congreso disminuyó la carga impositiva propuesta por el gobierno en más de 6 mil millones de pesos, suma que no representa más del 3 por ciento de los ingresos estimados para este año y que podría ser compensada fácilmente con mínima austeridad, comprando mediante licitaciones o con la eficiencia recaudatoria que el año pasado elevó los ingresos que se habían estimado sobre el 15 por ciento.

Falta de sintonía del PLD

Los acontecimientos que inauguraron el año demuestran que persiste una cierta falta de sintonía con el sentimiento general que ha afectado la gestión pública del Partido de la Liberación Dominicana desde su anterior período gubernamental.

De los peledeístas se dice que se las saben todas y como tienen un magnífico discurso y se creen moralmente por encima de todo el resto nacional, tienen dificultades para escuchar e interpretar el sentimiento popular. Al saber tanto creen que pueden hacer cualquier maroma política sin pagar el costo.

El gobierno luce urgido de los mayores recursos posibles seducido por la pendiente resbaladiza de la construcción del sistema de transporte subterráneo “que modernizará la capital” y para la distribución e inversión política de cara a las elecciones de mayo próximo.

Esas urgencias le impiden registrar que todavía la población no se ha recuperado del inmenso costo impuesto por las quiebras bancarias y la forma en que las enfrentó el anterior régimen.

Tampoco se dan cuenta de que, con o sin razón, la población ya no cree en milagros y que como tal es visto el crecimiento superior al 8 por ciento que según las estadísticas oficiales creció la economía nacional en el 2005. Crecimiento sostenido y mucho más objetivo lo hubo en el período 1996-2000, pese a lo cual la población no favoreció al partido oficial en las dos elecciones que hubo en ese período, hasta desplazarlo del poder.

Es legendaria la reacción del entonces secretario general del PLD de que “el mal comido no piensa” ante los reveses políticos que tuvo ese partido en su anterior ejercicio gubernamental. Los que no piensan bien o no analizan fríamente son los que se emborrachan en el poder hasta el punto de no entender que la perversa distribución del ingreso determina que el crecimiento económico tenga un efecto muy limitado en las amplias masas de la población.

Todavía el gobierno tiene tiempo para rectificar y eliminar de inmediato el recargo cambiario y el marco adecuado está en la negociación que debe hacer para que el Congreso apruebe el presupuesto para este año, lo que también es fundamental para el fortalecimiento institucional y la credibilidad del sistema político.

La ambición de recursos puede tener efectos contraproducentes, como los que ya se han visto en la primera semana del año, y la sal puede resultarle más cara que el chivo, ya que sus opositores también tienen sus ojos puestos en las elecciones legislativas y municipales de mayo próximo.-