Hipólito y Leonel: Un encuentro esperanzador

Por Juan Bolívar Díaz

La tregua de los Juegos Panamericanos debería promover la serenidad y reducir la crispación como palanca para enfrentar la crisis económica                                          

            El encuentro de esta semana entre el presidente Hipólito Mejía y el candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), doctor Leonel Fernández, materializa una tregua política durante las dos semanas que durarán los XIV Juegos Panamericanos la que debería abrir una nueva etapa de reflexión y serenidad para enfrentar los problemas nacionales.

            Los dos líderes políticos han prometido que este nuevo acercamiento continuará después de las competencias deportivas continentales, cuando convocarían al resto del liderazgo político y social dominicano para buscar soluciones a los problemas económicos que afronta el país y pautar una campaña electoral libre de agresiones.

            Hay que esperar que la iniciativa presidencial sea un reconocimiento de que para tener éxito en el enfrentamiento de la crisis financiera y económica es imprescindible una reducción de la crispación política, dentro y fuera del propio partido de gobierno, señalada persistentemente como generadora de incertidumbres y desconfianzas.

¿Conveniencia coyuntural?

            Cuando se anunció el encuentro entre el actual presidente de la nación y su antecesor, después de meses de agrios enfrentamientos, las reacciones más comunes fueron de sorpresa, que luego se trocaron en moderadas expectativas.

            El resultado no fue decepcionante en cuanto predominó un ambiente de distensión y promesas de intercolaboración en dos direcciones fundamentales: la inmediata crear un clima nacional adecuado a la celebración de los Juegos Panamericanos, al fin y al cabo compromiso de los tres últimos presidentes; y posteriormente para tratar de concertar soluciones a los problemas económicos nacionales.

            Sin embargo, en la opinión pública se advierte un optimismo muy moderado y no faltan quienes crean que el encuentro obedece a mutuas conveniencias coyunturales: para el presidente Mejía que procura un ambiente adecuado al éxito de los costosos Juegos Panamericanos; y para el expresidente Fernández, por cuanto aleja la anunciada ofensiva de la Procuraduría para someterlo a la justicia por presuntas irregularidades administrativas durante los últimos meses del gobierno que concluyó en el 2000.

            Monseñor Agripino Núñez Collado, quien una vez más fungió como mediador en el encuentro, dejó constancia pública de que la iniciativa había partido del actual mandatario, lo que implica una política gubernamental.

            La pregunta que algunos se formulan es si tal política rebasará la temporalidad de los Juegos Panamericanos. El paso contrasta con el anuncio formulado cinco días antes por el propio primer mandatario, en el sentido de que cumplido el compromiso internacional se lanzaría, cuchillo en boca, tras la nominación presidencial de su partido, para lo cual desafiaba a todos sus competidores a que se unieran en su contra.

            La nueva posición conciliatoria del agrónomo Mejía contrasta también con el pronunciamiento cuasi reeleccionista formulado el mismo día de la reunión por el Jefe de la Marina de Guerra, almirante Eurípides Uribe Peguero, siguiendo la línea trasada dos semanas antes por el director de las escuelas vocacionales de las Fuerzas Armadas, de crítica a quienes cuestionan “para acallar toda voz que reclame la necesidad imperiosa de seguir aprovechando los aportes del Presidente Hipólito Mejía”.

            La distensión conviene a la imagen de sosiego que proyecta el doctor Fernández, frente a un beligerante presidente Mejía que no ha podido pactar tregua ni siquiera con sus compañeros de partido. Si en septiembre se inicia un proceso de concertación, con reuniones cumbres y participación social, por lo menos tendrán que retrasar las ofensivas de la Procuraduría General, que en las actuales circunstancias no hay manera de despintarle un objetivo más político que moralizador o de justicia.

Camino de rectificación

            La visión más optimista sería que el presidente Mejía ha comenzado a reconocer que las incertidumbres políticas son factores fundamentales de desconfianza e incentivo de la crisis económica, por lo que se propone despejar el ambiente, aprovechando la circunstancia de los Juegos Panamericanos.

            Llama la atención la respuesta masiva que ha tenido la oferta de certificados financieros por parte del Banco Central, que emitió dos partidas de diez mil millones de pesos cada una en apenas tres semanas de Julio. La primera emisión se agotó y este jueves la segunda iba por la mitad, lo que sumaba 15 mil millones de pesos retirados de circulación sin que la tasa cambiaria haya cedido ni siquiera en céntimos, contradiciendo todas las teorías y previsiones.

            Cuando se preguntó a un inteligente empresario la tarde del jueves si el encuentro Hipólito-Leonel había surtido algún efecto en la tasa cambiaria, hubo sonrisa de por medio y la expresión de que hay otros factores políticos que están pesando más en las incertidumbres.

            Obviamente se refería a las luchas que sacuden al partido de gobierno y al intento continuista dentro de un escenario tan desfavorable en términos económicos como políticos, lo que hace temer el uso de métodos poco ortodoxos ligados históricamente a las reelecciones dominicanas y latinoamericanas.

            Pero si el presidente Mejía mantiene el propósito de conciliar con su principal contrncante político externo, es elemental que tendrá que hacerlo también al interior de su propio partido. Para ello en vez de cuchillo en boca, tendrá que enarbolar fórmulas de transación que descongelen el Partido Revolucionario Dominicano y le permiten elegir candidato presidencial sin mayores traumas.

            Tanto la comisión mediadora como los precandidatos antireeleccionistas, encabezados por la vicepresidenta Milagros Ortiz Bosch, han proclamado que si en agosto no hay acuerdos para escoger el candidato presidencial, los gobiernistas pueden ir preparándose para salir del Palacio Nacional el año próximo y por mucho tiempo.         La tregua panamericana

            La acuciosidad investigativa de la colega Ana Mitila Lora, expresada tanto en el Listín Diario como en Teleantillas, han mostrado las similitudes en los procesos previos a estos Juegos Panamericanos y a los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe de los que fuimos sede en 1974.

            Entonces como ahora hubo un gran debate nacional por el costo que implicaban, las obras parecía que no se terminarían y el campo de fútbol de San Cristóbal fue inaugurado apenas horas antes del inicio de ambos eventos.

            Como ahora, en 1974 se debatió la necesidad de una tregua política y grupos opositores se propusieron realizar protestas, con las consiguientes amenazas de represión. En ambos casos el presidente de turno trataba de reelegirse y sus opositores expresaban temores de que instrumentara los juegos. Hace 29 años predominaba la crisis política, con cientos de presos políticos y miles de exiliados. Ahora estamos en medio de una crisis económica.

            Un análisis noticioso que publicamos en la página 11 de la edición del diario Ultima Hora del 23 de febrero de 1974, a 4 días de iniciarse los Juegos Centroamericaos y del Caribe, comenzaba reclamando que fueran “convertidos en un elemento de reconciliación, de ninguna manera de represión, y en una reivindicación de los deportes como factor formativo y de esparcimiento para la juventud”.

            “Nadie en sano juicio debe conspirar contra la celebración de la pequeña olimpíada, y la actitud general de los dominicanos debe ser el hacer un buen papel de anfitriones de los más distinguidos deportistas de esta área del mundo hermanada en el subdesarrollo y la miseria”.

            Ahora como en 1974 hay que garantizar el derecho a la protesta pacífica de quienes consideran un derroche la inversión para estos juegos panamericanos. Amenazas como la del general Jorge García de arrancar cabezas a quienes se excedan, en nada contribuyen a la serenidad y la ponderación.

            Pero también es obvio que las pedreas, quemas de gomas y otros desordenes callejeros o el pretender llevar las protestas a los escenarios deportivos son también despropósitos rechazables. Aún en los países más denmocráticos ese tipo de acontecimientos generan represión con la consiguiente difusión internacional que sólo sirve para proyectar una imagen negativa del evento y de la nación.

Alto costo de los juegos

            No faltan razones a quienes rechazan el costo que han implicado para el país los Juegos Panamericanos, estimados en 5 mil millones de pesos, tanto por el Comité Olímpico Dominicano como por funcionarios gubernamentales.

            El peso económico es mayor en medio de la crisis financiera que vive el país con su secuela de devaluación e inflación. Pero la magnitud de esta circunstancia no pudo haber sido prevista cuando se hizo el compromiso de los Juegos Panamericanos, ni siquiera un año atrás cuando comenzó la gran inversión en las infraestructuras.

            Algunos han pretendido cargar a los juegos una parte considerable de la crisis financiera, tratando de ignorar que la quiebra de dos bancos en los últimos cuatro meses ha implicado una emisión del Banco Central por más de 60 mil millones de pesos. Tan solo el costo que ha tenido el haber honrado los depósitos en un banco extraterritorial vinculado al Baninter, implicó 150 millones de dólares, que es el estimado del costo de los Juegos.

            De cualquier forma el gasto está hecho. Y no fue decidido por una sola persona, sino que el presidente Leonel Fernández consultó al expresidente Joaquín Balaguer, a los líderes del PRD y otros sectores. El congreso los declaró de interés nacional. Y la opinión pública se dividió en torno al compromiso.

            Los beneficios pueden ser importantes en la promoción de los deportes y la sanidad de la juventud dominicana y la mayor parte del costo es inversión en nuevas obras y en restauración de muchas de las construídas para los jeugos de 1974. Quedan ahí para usufruicto de los jóvenes y para albergar actividades artísticas, culturales y sociales.

            El éxito de los Juegos debe ser cosa de orgullo nacional para demostrar que los dominicanos y dominicanas pueden salir adelante con los compromisos, para una tregua emocional en medio de la crisis económica y hasta para renovar las fuerzas espirituales necesarias para sobrevivir y crecer. Sin olvidar que el país vive del turismo y por tanto le conviene mejorar su imagen en el resto del mundo.-

 

El continuismo balaguerista es irrepetible en esta época

 Por Juan Bolívar Díaz

Hay quienes sueñan vanamente con repetir las manipulaciones e imposiciones que caracterizaron las reelecciones de Balaguer                                          

            Se encaminan a un choque con la realidad quienes pretenden que a estas alturas de la evolución social dominicana y continental es posible repetir el continuismo balaguerista ignorando que están ausentes la mayoría de los factores en que se fundamentó y que ahora rige una fuerte preocupación por las formalidades democráticas.

            Lo primero que es irrepetible es la figura misma del doctor Joaquín Balaguer, erigida en el profundo atraso político y social de los principios del siglo pasado, fortalecida al amparo de una tiranía de 31 años y sostenida por la guerra fría y el pánico norteamericano que generó la intervención militar de 1965.

Una diferencia fundamental es que ahora rige el requisito de más de la mitad de los votos para ser electo Presidente de la República, proporción de la que siempre quedó lejos Joaquín Balaguer, pese a la manipulación electoral y al amplio respaldo que en su primera etapa tuvo de los poderes fácticos.

Planteamiento perverso

            El retoño del reeleccionismo en la política dominicana crea tantos entusiasmos y cegueras políticas que es frecuente encontrar adictos que recuerdan las imposiciones balagueristas, pretendiendo que el usufructo del poder es suficiente para repetirlas en las actuales circunstancias nacionales y regionales.

            Reconocen que la coyuntura resulta muy adversa para una reelección del presidente Hipólito Mejía, pero consideran que podrán superarla repitiendo las manipulaciones de sectores militares y autoridades electorales y comprando políticos, comunicadores y electores.

            Lo primero que es irrepetible es Joaquín Balaguer, tanto por sus propias habilidades, como por los cambios operados en la sociedad dominicana y en el contexto internacional. El caudillo reformista no se auto-erigió de un año para otro el pedestal desde el que impuso su dominio sobre la sociedad dominicana.

El fue “la parte razonable” de la tiranía trujillista. Se creó una atmósfera de hombre sin ambiciones, sensible e inofensivo, logrando engañar hasta al tirano Rafael Leonidas Trujillo, que lo entrenó en todos los cargos ministeriales y lo llevó a la vicepresidencia y luego a la presidencia de la nación.

            Sin embargo, el liderazgo creado en los factores de poder de la época no fue suficiente para que Balaguer mantuviera el poder, como quedó evidente en enero de 1962 cuando tuvo que exiliarse en la Nunciatura Apostólica.

            Hubo de mediar una guerra civil y una intervención militar norteamericana para que aquel dirigente e intelectual de la tiranía pudiera volver al país y beneficiarse de ese inmenso apoyo, así como del de los sectores conservadores que magnificaron el peligro que para ellos representó la revolución constitucionalista.

            Los poderes fácticos nacionales -empresariado, militares, eclesiásticos- y la dominación norteamericana compartieron o toleraron las groseras manipulaciones políticas y económicas del reeleccionismo porque en aquellos años de la guerra fría la democracia estaba subordinada por completo a la seguridad. Y Balaguer fue un maestro en la exageración del peligro comunista.

               Aunque esos y otros factores fueron muy favorables al continuismo balaguerista, nadie debe ignorar las propias capacidades del caudillo de Navarrete. Su elegancia en la lisonja aún frente a sus contrincantes, la rigurosa administración de la palabra y el silencio y su inmensa falta de escrúpulos para el tráfico y la compra de conciencia y para valerse de los peores malechores sin dejar huellas comprometedoras, fueron de los factores en que se fundó su larga dominación política.

Otro escenario nacional

            El escenario político-social dominicano de esta época es bien distinto al de 1970 y aún al de 1994. No hay ahora un líder nacional en posibilidad de comprometer las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional en una política de imposición electoral. Atrás quedaron aquellos años en que los jefes militares y policiales se declaraban abiertamente partidarios del continuismo y se comprometían en acciones impropias de sus funciones.

Menos aún está en capacidad el presidente Mejía de unificar al empresariado y los jerarcas eclesiásticos en torno a su proyecto. Baste señalar que varias instituciones empresariales, incluído el Consejo Nacional de la Empresa Privada, se comprometieron recientemente en una coalición, junto a decenas de entidades sociales de diversos sectores, a luchar por unas elecciones presidenciales libres y transparentes el próximo año, algo impensable en los años del dominio balaguerista.

Los pronunciamientos de las iglesias, especialmente de la jerarquía católica, distan mucho de poder ser considerados como de apoyo a una manipulación electoral para la prolongación de un gobierno.

Tampoco había en los años del balaguerismo una sociedad civil organizada para luchar por el fortalecimiento de la institucionalidad democrática, con conexiones y respaldo internacional.

               La sociedad civil, incluídos los empresarios y las iglesias, fue de los factores que enfrentaron la última manipulación continuista del doctor Balaguer, obligándolo a pactar la reducción del período de gobierno y la reforma constitucional que prohibió la reelección presidencial en 1994.

            Tampoco enfrentó Balaguer al comienzo de su carrera reeleccionista una diversidad de medios de comunicación como la existente actualmente, en su mayoría partidario de la vigencia de las reglas de la elección democrática.

            Los continuistas de ahora podrán tener influencia en el arbitraje electoral, pero ya no es posible volver a convertir el padrón electoral en un documento secreto fácilmente manipulable. Ahora es de dominio público a través del internet y con características de difícil vulneración, como la inclusión de la fotografía.

La carta democrática

            El otro factor de poder indiscutible en el país en los años del continuismo balaguerista fue Estados Unidos, cuya política exterior de las últimas tres décadas ha estado comprometida en la promoción de la democracia.

            Si bien los republicanos nunca han aparecido tan comprometidos como los demócratas en el respaldo a la vigencia de la transparencia electoral en la región, tampoco han dado la mínima señal que permita pensar que se harían de la vista gorda frente a una imposición.

            Por demás, tanto Estados Unidos como la Organización de Estados Americanos están comprometidos en los principios contenidos en la Carta Democrática proclamada en Lima el 11 de septiembre del 2001 que declara ilegítimo cualquier gobierno que no salga de la expresión transparente de la voluntad popular.

            Numerosas instituciones internacionales, incluyendo agencias de las Naciones Unidas, la OEA y la Unión Europea ya han comenzado a interesarse por la observación del próximo proceso electoral dominicano, conscientes de los riesgos que implica el intento reeleccionista en la tradición nacional y latinoamericana.           

            Es absolutamente impensable que la comunidad internacional pasaría por alto en esta época una reelección al estilo de las de 1970 y 74, cuando se obligó a la oposición a la abstención mediante la represión y la manipulación. Tampoco existe como en aquellos años una parte de la oposición estigmatizando la participación en los procesos electorales.

La mitad de los votos

            El continuismo balaguerista no habría resultado tan exitoso de haber existido entonces el requisito constitucional de la mitad más uno de los votos para elegir al Presidente de la República. En 1990 Balaguer retuvo el poder con apenas el 35 por ciento de los sufragios contados. En 1994 con el 43 por ciento. En 1986 había ganado con el 41 por ciento. En las tres ocasiones le hubiese resultado difícil pasar sobre el 50 por ciento en una segunda vuelta.

            La capacidad de manipulación del doctor Balaguer comenzaba en su propio partido, donde no tuvo contrincantes internos, excepto en 1970, cuando el desprendimeinto de su vicepresidente Francisco Augusto Lora, pero le resultó fácil reelegirse sin la participación del partido mayoritario de la oposición, el Revolucionario Dominicano.

            Ahora el primer obstáculo que tiene que vencer el continuismo es el que representan 7 precandidatos, incluyendo a la vicepresidenta de la nación y al presidente del partido de gobierno, aferrados a un principio antirreeleccionista que data de 64 años.

            Pero el factor más decisivo podría ser la crisis financiera por la que atravieza la nación, que ha determinado una devaluación del cien por ciento y un proceso inflacionario y recesivo aún lejos de ser vencido. Esta semana el Banco Central había colocado más del 80 por ciento de los últimos certificados de inversión por 10 mil millones de pesos con el objetivo de reducir la tasa cambiaria, sin lograr que retrocediera siquiera mínimamente.

            Sólo en 1990 Balaguer buscó continuar en el poder en circunstancias económicas muy adversas, pero no tanto como ahora cuando el gobierno se ha visto obligado a buscar un acuerdo de vigilancia con el Fondo Monetario Internacional. Tal vez por eso esa vez registró la más baja votación de su carrera política. El desbordamiento ocurrió tan pronto pasaron los comicios, con una inflación del 100 por ciento y gran desabastecimiento.

            La crisis económica actual no luce en perspectivas de auspiciar una votación ni remotamente cercana al 50 por ciento a favor del continuismo. Las posibilidades de desbordar el gasto público son remotas dentro del acuerdo con el FMI, que estaría sujeto a permanente vigilancia y a evaluaciones cada dos meses. Y de producirse disparará aún más la devaluación e inflación, con todas sus consecuencias de pérdida de apoyo.

            Por más vueltas que le den, no se ve la mínima posibilidad de repetir en la actual coyuntura nacional e internacional el continuismo al estilo balaguerista. Ahora habría que ganar con unos votos que las encuestas no están preanunciando.-

   

El PRD y su gobierno en picada

  Por Juan Bolívar Díaz

La última encuesta Gallup para Omnimedia reafirma las dificultades de la reelección en las actuales perspectivas y las posibilidades del PLD                                             

            La encuesta Gallup para Omnimedia ha venido a reafirmar lo que es un secreto a voces para cualquier mediano observador del devenir nacional, que el Presidente Hipólito Mejía tiene muy escasas posibilidades de lograr una reeelección y que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) podría ganar los próximos comicios en la primera vuelta.

            No se trata de un accidente fruto de la coyuntura económica tras el descalabro Baninter, sino de una tendencia marcada en las cuatro “encuestas profesionales” que han sido publicadas desde septiembre del año pasado, que han evidenciado un grave declive del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

            Sería aventurero afirmar que la crítica situación de los políticos gobernantes no pudiera ser revertida en los diez meses que restan para las elecciones, pero las perspectivas económicas no apuntan en esa dirección y los perredeístas lucen dispuestos a pagar una cuota mayor en desgaste y desangramiento por las luchas internas que podrían derivar en divisiones.

Tendencias sostenidas

               Lo más relevante de esta encuesta es que por primera vez Leonel Fernández y su partido se proyectan como ganadores en una primera vuelta electoral, con el 51 por ciento. Pero si se prorratea el 9 por ciento que totalizaron los que no prefieren a ninguno de los posibles candidatos o no responden, el porcentaje del expresidente sube al 56. Los precandidatos del PRD suman 29.4 y el reformista Eduardo Estrella 14.6 por ciento.

            La reacción de los funcionarios gubernamentales ha sido considerar que esta encuesta no debió realizarse en circunstancias económicas tan adversas, como si estas pudieran revertirse en pocas semanas o meses.

            Cuando estos resultados se comparan con las tres encuestas publicadas dentro del último año, se comprueba que marcan una tendencia sostenida: reafirman el vertiginoso ascenso del PLD y su candidato presidencial Leonel Fernández, el desplazamiento del PRD del primer lugar en las preferencias que ocupó en casi todas las investigaciones de los últimos 12 años, y la creciente impopularidad del presidente Mejía y su gobierno.

            En la encuesta de Hamilton & Beattie para HOY publicada en agosto del 2002, todavía el PRD encabezaba las preferencias electorales con el 40 por ciento, seguido del PLD con el 29 por ciento.

Pero ya en septiembre del 2002 la encuesta Penn & Schoen para El Caribe colocó al PLD a la cabeza de las preferencias electorales con 33 por ciento, desplazando del primer lugar al PRD que sólo registró 28 por ciento.

            El descenso coincide con el período en que empieza la devaluación del peso y se incrementa la inflación y se deteriora el servicio energético. Comiezan también los adelantos en el esfuerzo por contener la quiebra del Banco Intercontinental.

En Febrero del 2003 la encuesta Hamilton & Beattie para HOY ratificó la tendencia con un punto más para cada partido, en el mismo orden por 34 a 29 por ciento.

           Cuando Gallup para Omnimedia mide las preferencias electorales en marzo del 2003, Leonel Fernández domina absolutamente con un 33.5 por ciento, seguido entonces por Eduardo Estrella con 12.5, Jacinto Peynado 8.8, Hipólito Mejía 6.8 y Milagros Ortiz Bosch 6.3 por ciento.

Es relevante que Fernández creciera 17.7 por ciento en solo 4 meses, tomando en cuenta el 51.2 por ciento que registra en la investigación publicada esta semana. Eduardo Estrella se mantiene con variación menor del 1 por ciento, mientras Mejía y Ortiz Bosch registran apenas dos puntos más.Estos tres dentro del margen de error de la encuesta.

Sombrías perspectivas

            Las perspectivas lucen sombrías para el PRD de cara a los comicios presidenciales del 2004, pero mucho más si lleva al presidente Mejía de candidato presidencial, de acuerdo a la percepción generalizada y ratificada por la encuesta Gallup.

            En primer lugar porque todos los analistas coinciden en que los efectos de la crisis económica que ha conllevado una devaluación del cien por ciento en menos de un año, se sentirán fuertemente durante muchos meses y en el mejor de los casos apenas estarían comenzando a revocarse para el próximo año.

            El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que esta semana registró un tropiezo al conocerse que el Banco Central tuvo que cubrir un déficit de 14 mil 800 millones de pesos del recién vendido Banco Nacional de Crédito, podría ayudar a la recuperación en el mediano plazo. Pero para ello el gobierno estará obligado a una rígida disciplina y austeridad fiscal hasta mucho más allá de los comicios.

            Puede ser que la devaluación haya llegado a su tope, pero todavía quedan efectos inflacionarios y recesivos por registrarse, tanto por las restricciones monetarias y el alza de las tasas de interés, como por los nuevos impuestos, la reposición de inventarios y el alza de los combustibles.

En medio de irritantes apagones se anuncia un nuevo aumento de la tarifa energética que oscilaría entre 33 y 40 por ciento y se esperan nuevas alzas en los precios de los combustibles. La factura eléctrica está aún basada en una tasa cambiaria de 24.79 pesos por dólar, diez pesos menos que la actual.

Y la Refinería de Petróleo ha perdido 500 millones de pesos en dos meses a consecuencia de los desajustes cambiarios que terminarán traspasando a los consumidores, según lo expresado esta semana por su presidente, Amaury Justo Duarte.

Un retiro a tiempo

Las perspectivas políticas tampoco auspician la repostulación ni la reelecciión presidencial, por lo que muchos analistas insisten en que lo mejor que pudiera hacer el presidente Mejía es retirarse a tiempo.

Bernardo Vega como otros analistas ha sostenido que el solo anuncio del retiro de la carrera continuista bajaría algunos puntos a la tasa cambiaria, al disipar incertidumbres políticas y reducir los temores de un abuso del gasto público como ha ocurrido históricamente en el reeleccionismo.

En vez de estar adoptando decisiones en orden a su interés de permanecer en el poder, el presidente Mejía podría recuperar parte del desgaste concentrándose en hacer frente a los problemas de la nación, colocándose por encima de las luchas políticas nacionales e intrapartidarias.

Mientras se multiplican las protestas sociales, el PRD aparece inmerso en una crisis derivada de su incapacidad para celebrar una convención y elegir candidato presidencial sin dividirse. El proyecto continuista es el principal catalizador del enfrentamiento.

            Los analistas convienen en que terminaría imponiéndose dentro del partido por efecto del poder presidencial. Pero tiene que vencer a otros 7 precandidatos, algunos de los cuales rechazan absolutamente la repostulación en el partido blanco, incluyendo a su presidente Hatuey de Camps.

            Con o sin división, para esa imposición tendrá que correr mucho enfrentamiento que devaluarán más al PRD ante el electorado. En esa lucha se irán varios meses más, según todos los estimados. Y luego tendría que venir una campaña muy cuesta arriba para alcanzar más de la mitad de los votos, proporción con la cual Joaquín Balaguer no habría logrado reelegirse probablemente ni una sola vez. Aún con sus manipulaciones, el caudillo reformista sólo obtuvo el 35 por ciento en los comicios del 1990 y el 43 en 1994. –

Los devastadores resultados de Gallup

            No era necesaria una encuesta para diagnosticar el progresivo descalabro del proyecto continuista del presidente Hipólito Mejía. Pero la de Gallup para el Grupo Omnimedia ha resultado devastadora.

            Según la investigación, el 76.9 por ciento del electorado considera que el presidente no tiene posibilidad de ganar las elecciones del 2004. Sólo el 18.1 por ciento entiende que sí lo lograría. Entre los encuestados que se confesaron perredeístas el 47.3 por ciento le confiere oportunidad.

            El resultado fue más contundente ante la pregunta de si cree que Hipólito Mejía deba mantener su precandidatura presidencial. El 81 por ciento del electorado en general dijo no, lo mismo que el 62.5 por ciento de los perredeístas.

            Y a la pregunta de si la reelección es perjudicial o beneficiosa para el país, el 74.9 por ciento la estimó perjudicial, incluyendo al 56 por ciento de los perredeístas. Sólo el 17.3 por ciento del total, y el 34.7 por ciento de los simpatizantes del PRD la calificaron como beneficiosa.

            Vista por sectores sociales, la encuesta Gallup muestra la rebelión de la clase media frente al gobierno perredeísta. Ahí el porcentaje de los que creen que Mejía no debe mantener su precandidatura se eleva 7 puntos para alcanzar el 88 por ciento, y los que ven la reelección como perjuidical suben al 84.8 por ciento, 10 puntos más.

            El rechazo se acentúa en la zona urbana, en las mujeres y entre los jóvenes, especialmente los situados entre los 18 y los 24 años, lo que incluye a cerca de medio millón de nuevos electores.

            Según la encuesta, el expresidente Leonel Fernández ganaría los comicios en la primera vuelta, con el 51 por ciento, casi el doble del porcentaje que acumulan todos los precandidatos del PRD. Entre estos el presidente Mejía aparece con tan solo 9 por ciento de preferencias, apenas un punto más que la vicepresidenta Milagros Ortiz Bosch.Rafael Suberví registra 6 por ciento y Hatuey de Camps 3 por ciento.

            Individualmente Eduardo Estrella ocupa la segunda posición en las preferencias con el 13 por ciento y tiene también una baja tasa de rechazo con 13.7 por ciento.

            La situación del presidente Mejía vuelve a tornarse difícil cuando se mide la tasa de rechazo. El encabeza con el 55.6 por ciento de los encuestados que no votarían por él.Le siguen Hatuey de Camps con el 28.8 por ciento, Milagros Ortiz Bosch el 20.4, Rafael Suberví el 17.7, Eduardo Estrella el 15.7,Rafael Abinader el 15.4 y Leonel Fernández y Ramón Alburquerque 15.3 por ciento.-

La opinión pública acoge el proyecto con el FMI

Por Juan Bolívar Díaz

Pero aumenta la convicción de que el presidente Mejía debe abandonar su propósito de buscar la reelección para dedicarse a la recuperación         

            Los términos de la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicados esta semana por el gobierno han tenido una aceptación bastante amplia de la opinión pública, pero persiste una falta de credibilidad en su ejecución, de ser aprobados por el organismo multilateral.

            Mientras la tasa cambiaria se ha mantenido sobre 35 pesos por dólar y las consecuencias inflacionarias se sienten cada día con mayor rigor, devaluando la capacidad adquisitiva de los dominicanos y dominicanas en un ambiente de persistente pesimismo y depresión.

            En la medida en que se siente el deterioro económico crece la convicción de que el presidente Hipólito Mejía haría una gran contribución a la estabilidad y recuperaría credibilidad si abandona su proyecto de buscar una reelección, que hasta algunos de sus promotores reconocen difícil de materializar en las actuales perspectivas nacionales.

Un buen proyecto de acuerdo

               La falta de credibilidad en las autoridades gubernamentales asomó por todos lados cuando se dieron a conocimiento público la tarde del martes los términos generales de la carta de intención para un acuerdo con el FMI negociada por el equipo económico del gobierno.

            Pocos podían creer que las penalidades consensuadas fueran tan sólo el recargo transitorio del 2 por ciento a las importaciones, el aumento en diez dólares de la tarifa de salida por los aeropuertos y una comisión de 0.15 por ciento del valor de los cheques que sean pagados a través de la Cámara de Compensación del Banco Central.

            Las preguntas no se hicieron esperar. Todos querían saber si en el documento no se incluían otras condiciones agravantes de la situación económica y social de la población. Y el equipo negociador, integrado por el Gobernador del Banco Central, el superintendente de Bancos y los secretarios Técnico de la Presidencia y de Finanzas tuvo que dar mayores explicaciones.

            El pre-acuerdo tiene una carga importante hacia el control del gasto y la disciplina por parte del gobierno con el objetivo de reducir el déficit fiscal que registra el sector público consolidado, del orden del 4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) tras el descalabro del Baninter, en 1 por ciento este año y 2 por ciento en el 2004.

Al efecto ajustaría la inversión pública a un nivel por debajo del 5.1 por ciento del PIB, congelaría los gastos en salarios y generaría un ahorro fiscal adicional de mil 200 millones de pesos en los 6 meses que restarían del año. También compromete a una rápida culminación del proceso de disolución del Baninter y a una serie de medidas para el fortalecimiento y regulación del sector financiero.

          Un compromiso adicional es el de realizar un “proyecto de reforma fiscal consensuado” para presentarlo al Congreso a mediados del próximo año.

            De aprobarse definitivamente el acuerdo, que tendría vigencia por dos años, el gobierno espera recibir apoyo financiero del FMI, del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial por más de mil millones de dólares.

            Los dirigentes empresariales, del sector financiero y ejecutivos de los medios de comunicación presentes en el acto en que se anunciaron los términos de la “Carta de Intención”, convinieron en que los mismos son constituyen uan buena negociación en las actuales circunstancias.

            En la misma dirección se han manifestado analistas económicos y los editoriales y comentarios de la mayoría de los medios de comunicación. Se considera que la nación no tiene alternativas para paliar la crisis financiera y tratar de revertir el deterioro económico y retomar el crecimiento. Aunque en sectores políticos y grupos populares persiste el rechazo a todo acuerdo con el FMI, unos por oportunismo y otros por tradicional hostilidad frente a las políticas de ese organismo.

Persiste la desconfianza

            Hay quienes mantienen dudas de que el FMI acepte esos términos para el acuerdo con el Estado dominicano. Otros todavía creen que aparecerán nuevas condiciones. Son más los que dudan que el gobierno pueda cumplir un acuerdo que le impone límites al gasto en los meses previos a unas elecciones presidenciales con proyecto continuista incluído. Todo ello demostrativo de una desconfianza generalizada.

            El gobernador del Banco Central, José Lois Malkún, respondió los cuestionamientos en una entrevista por Teleantillas el miércoles, asegurando que no hay alternativa, que el acuerdo sería cumplido, ya que el presidente Mejía se dedicará a restablecer el equilibrio macroeconómico.

            Llegó a decir que eso era una mejor inversión política hasta para el proyecto reeleccionista, que continuar el descalabro económico, con su carga de devaluación e inflación, que ahonda el descontento popular.

            El proyecto convenido con la misión del FMI que estuvo dos semanas en el país tiene sus propios mecanismos de seguridad. Por un lado los desembolsos serían progresivos, con tan solo unos 100 millones de dólares para comenzar y con evaluaciones cada dos meses, y el organismo internacional mantendría una delegación permanente en el país para vigilar el cumplimiento gubernamental.

            Los desembolsos del BID y el Banco Mundial, sujetos a proyectos ya aprobados o por serlo, también dependerían del cumplimiento de las condiciones pactadas. Una suspensión podría dar al traste con los esfuerzos para recuperar la estabilidad macroeconómica.

            Otra expresión de la desconfianza en las autoridades es que pese a las amplias informaciones ofrecidas, todavía gran parte de los dominicanos y dominicanas, no creen que el deterioro económico está determinado en gran proporción por la quiebra del Baninter que triplicó el déficit del sector público consolidado del 1.2 por ciento al 4 por ciento del PIB, según el FMI.

Precariedades a la vista

            El anuncio del pre-acuerdo con el FMI no produjo los efectos que podían haberse esperado de una contracción en la tasa cambiaria, que se mantuvo hasta este viernes por encima de 35 pesos por dólar.

En tanto, comenzaba a generalizarse el grito en la población por las alzas de precios de casi todos los productos, independientemente de su componente importado. En algunos casos las elevaciones de precios llegan hasta el 75 por ciento, pero en su mayoría por encima del 25 por ciento.

Las alzas están afectando los productos alimenticios, medicinas, ropa y zapato, así como materiales de construcciones y hasta servicios, además de los combustibles que no han cesado de encarecerse en las últimas semanas. Para el próximo mes se espera un nuevo incremento de la tarifa de energía, que se adelanta será por encima del diez por ciento.

Para agravar el descontento los medios de comunicación dan cuenta de retrasos gubernamentales en el pago a los maestros y en la entrega de las subvenciones de los hospitales públicos, tocando los dos servicios prioritarios del Estado.

Aunque el preacuerdo con el FMI no conlleva penalización de los servicios básicos, el constreñimiento de la inversión y la obligación de ahorrar 200 millones por mes en lo que resta del año, podría agravar más aún el cumplimiento de las subvenciones a los servicios básicos y a las organizaciones no gubernamentales del área de la salud y educativa.

Eso independientemente de que obligará a paralizar todavía más muchas de las obras en construcción, parte de las cuales datan del gobierno anterior. Y ello se traducirá en aumento de las insatisfacciones y caldo de cultivo para protestas populares que ya se están incubando.

Concentrar la atención

            La convicción generalizada entre los analistas políticos es que el ineludible acuerdo con el FMI pone un cerco al proyecto reeleccionista, poque obliga al gobierno a contraer el gasto, lo que reduce la posibilidad de explotar el clientelismo y comprar conciencias.

            Eso dentro de unas perspectivas que apuntan al agravamiento de la inconformidad social y al desgaste del gobierno y de la popularidad del presidente Mejía, ambas en picada desde antes que se desataran los demonios de la devaluación y la inflación.

            Y lo peor es que la tendencia prevaleciente es a echar sobre el gobierno la mayor proporción de la responsabildiad en los problemas económicos. Si mucha gente no comprendía que hasta mediados del año pasado los problemas eran básicamente de origen externo, determinados por el alza del petróleo y la recesión internacional que afectaba el turismo y las zonas francas, son muchos más los que no aceptan que el agravamiento es causado por el desastre Baninter.

            La percepción de que lo mejor que puede hacer el Presidente de la República es concentrarse en resolver la crisis financiera se expresa pro todos los medios y la recogió Elena Viyella, la presidenta del Consejo Nacional de la Empresa Privada, en su discurso del miércoles ante la Cámara Americana de Comercio.

            Allí proclamó la necesidad de que “el gobierno desligue la política y la campaña de su responsabilidad de dirigir la nación” . Pidió que “todo el equipo gubernamental y los funcionarios concentren sus esfuerzos en trabajar por los intereses del país”, proponiendo la dimisión de los que están en una campaña, que considera improcedente “mientras el país se debate en una crisis cambiaria y de confianza”.

            La ácida reacción del presidente Mejía ante esos planteamientos indica que está lejos de entender el oleaje de la opinión pública. Y lo peor es que tiene por delante una crisis dentro del propio partido de gobierno, sin que se vislumbre un camino de solución. El desgaste aumentará considerablemente en las próximas semanas y probablemente dure meses.

            Un repliegue de la campaña del presidente Mejía parece, al menos por el momento, su mejor inversión. Podría concentrarse en la recuperación y terminar su período sin la tragedia que hasta algunos de sus seguidores incondicionales temen pero no se atreven a expresar.-

Desesperanza y desconfianza alientan la crisis financiera

Por Juan Bolívar Díaz

Para combatir el trauma Baninter se requieren decisiones económica y políticas que devuelvan la confianza en el gobierno y las instituciones

             Todos los análisis sobre la crisis financiera nacional, que en la última semana tuvo connotaciones catastróficas, indican la urgencia de decisiones políticas y económicas que disipen la desconfianza y la desesperanza que afecta a gran parte de la sociedad dominicana.

            Al mismo tiempo se requieren acciones que recuperen siquiera parcialmente la confianza en las instituciones nacionales, en la banca y en el gobierno, contra lo cual conspiran los conflictos políticos y los esfuerzos por abrir paso a la reelección presidencial en circunstancias sumamente desfavorables.

            Sin un mínimo de coherencia y concertación y un rápido acuerdo con los organismos de financiamiento internacional, luce difícil que puedan evitarse costos aún mayores para la sociedad del que ya ha venido pagando a consecuencia de la catastrófica quiebra del Banco Intercontinental (Baninter).

Una semana devastadora

            La semana que concluye no pudo ser más devastadora para la estabilidad económica nacional, dejando una estela de pesadumbre que urge ser disipada para cotener el creciente deterioro financiero y moral.

            Muchos no lo creían pero en la mañana del viernes el peso alcanzó un nivel de deterioro que nade se hubiese atrevido a vaticinar, cuando se cotizó a casi 38 por dólar, ante la estupefacción y el desconcierto de las autoridades monetarias.

            De paso el síndrome Baninter se reprodujo esta semana arrasando con el Banco Nacional de Crédito (Bancrédito), víctima de masivos retiros incentivados por los rumores y la desconfianza sembradas en las instituciones bancarias y en la capacidad de las autoridades para afrontar el deterioro financiero.

            Fuentes bien informadas indican que el banco sufrió en pocos días retiros por el equivalente de 150 millones de dólares, en esa moneda y en peso. El Banco Central tuvo que insuflarle 3 mil millones de pesos en adelantos y redescuentos para mantenerlo en pie hasta que se produjo el rescate de León Jiménes y su Banco Profesional, pendiente de ejecutar para la próxima semana.

            Una cosa estaba clara para todos los analistas, y es que muchas personas e instituciones andaban desesperadas, dispuestas a pagar cualquier tasa de cambio por divisas extranjeras, metidas en pánico hasta niveles de irracionalidad.

            La desconfianza impulsaba a muchos a requerir sus ahorros en pesos para salvarlos de eventuales quiebras y una parte de los mismos eran convertidos a dólares. Los rumores sobre eventuales restricciones que no han sido consideradas por las autoridades, impulsaban a otros a requerir ahorros en dólares para enviarlos físicamente al exterior.

            El drama ha sido tal que algunos bancos incluso tuvieron que comprar dólares para responder a los requerimientos de sus ahorrantes, temerosos de que no dar una respuesta positiva inmediata pudiera generar desconfianza y rumores que impulsaran un arrasante remolino.

            Por suerte para todos uno de los grupos económicos más prestigiosos del país, y con suficiente solvencia económica y moral, concertó rápidamente la compra del Bancrédito, lo que evitó consecuencias peores ante un remolino que degeneraba ya en tornado y amenazaba arrasar la institución, lo que en las actuales circunstancias habría abonado el ambiente de desconfianza y desesperanza.

            De lo que se trata es de que la tasa cambiaria sobrepasó el cien por ciento de devaluación a partir de septiembre pasado, justamente cuando comenzó la catástrofe del Baninter. Y las consecuencas inflacionarias se sienten cada vez más, doblegando el ánimo de quienes hacen conciencia del nivel de degradación que registra la capacidad adquisitiva de todos los que dependen de ingresos fijos.

La política compay

            Y mientras la devaluación y la inflación cabalgaban montados sobre el potro salvaje de los descalabros bancarios, los conflictos políticos proseguían, sembrando mayor desconfianza en el futuro inmediato del país.

            La crisis de la Junta Central Electoral (JCE) estalló en todo su esplendor entre el presidente del organismo y los demás jueces que la integran, con acusaciones y contraacusaciones públicas, generando incertidumbres sobre la suerte de los comicios presidenciales a efectuarse dentro de 11 meses.

            Baste indicar que el presidente del tribunal electoral acusó a sus colegas hasta de actividades del orden criminal y solicitó públicamente la intervención de organismos internacionales, como las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos.

            Desde luego a muchos no pasaba desapercibido que el conflicto en la JCE es consecuencia directa del desenfado con que la mayoría senatorial oficialista, impulsada por el grupo que hegemoniza y hasta sustituye el partido de gobierno, integró el organismo en septiembre del año pasado, justo también en los momentos en que se gestaba la crisis financiera.

           El conflicto que divide al Partido Reformista Social Cristiano prosiguió también pese al dictamen del tribunal electoral que reconoció la proclamación de Eduardo Estrella como su candidato presiodencial.

            Pero el diferendo entre los colorados no tiene la capacidad del que afecta al gobernante Partido Revolucionario Dominicano (PRD) para acuentar las incertidumbres y la desconfianza. A mitad de semana nada menos que el presidente del perredeísmo, licenciado Hatuey de Camps, expresó en la televisión los niveles del encono y el enfrentamiento generados por el rumbo reeleccionista que tomó el presidente Hipólito Mejía en contradicción con la doctrina y la tradición de ese partido y con sus repetidas promesas.

            De camps no sólo proclamó que Mejía no será candidato por el PRD, sino que tampoco ganaría la elección de mayo próximo, a menos que no sea mediante maniobras fraudulentas.

            La semana había iniciado con la primera manifestación reeleccionista organizada en la capital de la nación por el grupo del presidente Mejía, el PPH, el domingo 15, donde no sólo se desafió a los contradictores internos, sino también al principal partido de oposición y a su casi seguro candidato presidencial, el expresidente Leonel Fernández.

            Incluyó el miércoles la arbitaria detención del periodista Marino Zapete por el organismo oficial de investigaciones, lo que acabó de magnificar sus denuncias sobre uso de recursos públicos en el entorno de una residencia que construye el agrónomo Mejía en Jarabacoa. El balance político no superó mucho el económico.

Negociaciones con el FMI

Si algo dejó claro la semana recién transcurrida es que las autoridades económicas y políticas se convencieron de que no iban a conseguir un solo dólar de los organismos financieros internacionales sin que medie un acuerdo y la aceptación de condicionalidades por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Atrás quedaron las ilusiones de los que viajaron a Washington hace dos semanas con la ilusuión de que el apoyo al guerrerismo del presidente George Bush era suficiente para abrir las arcas del tesoro norteamericano.

Llegó la misión del FMI y comenzaron las negociaciones. El gobernador del Banco Central, José Lois Malkún, y el secretario Técnico de la Presidencia, Carlos Despradel, al frente de los negociadores dominicanos, han dicho tajantemente que no hay alternativa, lo que fue aceptado públicamente en el fin de semana por el presidente Mejía.

Ambos concordaron públicamente en que los técnicos del FMI reconocen que los indicadores macroeconómicos dominicanos siguen siendo sanos, aunque la economía sufre el síndrome de la quiebra del Baninter y la desesperanza y desconfianza que ha generado su descomunal dimensión.

Despreadel, en una entrevista por Teleantillas, y luego Malkún en conversación con directores de medios de comunicación, explicaron que las condiciones básicas del FMI para acceder a un acuerdo de vigilancia que canalice unos mil millones de dólares se concentran en disciplina fiscal. También se ha dicho que en un saneamiento del sistrema financiero y en absoluta transparencia en el manejo de los aspectos judiciales y de recuperacion de los activos del Baninter.

Implicaría elevación de algunas tasas, no impuestos que requieran aprobación congresional. Se ha citado cobro por servicios bancarios, aumento de las placas de los vehículos y de los impuestos de salida del país. Malkún descartó que se estuviera discutiendo elevar los impuestos a los combustibles o el Itebis, como han denunciado algunos políticos.

Los negociadores dominicanos esperan que en la semana que comience se pueda anunciar un acuerdo con el FMI como forma de canalizar los recursos de esta institución, del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial para tapar parte del hueco dejado por la quiebra de Baninter y devolver la vida al sarandeado peso dominicano.

Urge conjurar la crisis

Al caer la semana las autoridades del Banco Central estaban abrumadas por el peso del pánico y esperanzados en que tan solo el anuncio de un pronto acuerdo con el FMI contendrá el deterioro y obligará a revocar una parte del desbordamiento de la tasa cambiaria. Los desembolsos y otras medidas económicas contribuirían en la misma dirección.

Pero en todos los agentes económicos, y lo expresan con reservas los del sector privado como algunos del público, existe la convicción de que la recuperación de la confianza pasa también por decisiones políticas importantes. Se estima que el país está urgido de solucionar algunos conflictos, como el de la JCE y el Partido Reformista, y aplazar otros, sino pueden ser liquidados, como el del PRD.

La situación se torna más delicada cuando se toca el tema del proceso reeleeccionista en marcha, porque casi nadie quiere abordarlo, aunque se reconoce que es crucial, pues no sólo repercute en los disturbios intraperredeístas, sino que acentúa las incertidumbres sobre si el gobierno tendrá la capacidad para realizar el esfuerzo de recuperación que demanda la situación económica.

Es que el historial del reeleccionismo choca frontalmente con toda posibilidad de austeridad y disciplina fiscal. Y peor aún si se parte de unos niveles tan precarios de popularidad como los que las últimas encuestas arrojaron al gobierno, al presidente y su partido.

Definitivamente: proyecto reeleccionista, debilidad y crisis de la JCE, guerra declarada en el partido de gobierno, división en el PRSC y confrontación con el PRD no cuadran con las medidas urgentes para disipar la desesperanza y devolver la confianza en el futuro inmediato de la nación. Peor aún cuando ni el principal candidato de la oposición se ha escapado del escándalo Baninter, lo que reduce la puerta de escape de la ilusión por la alternativa de poder.-

Hay complicidad política en el escándalo financiero

Por Juan Bolívar Díaz

La superficialidad del discurso político contrasta con el enorme costo económico que impone a la nación la quiebra del Baninter                                             

            Una revisión del discurso del liderazgo político nacional frente al escándalo de la quiebra del Banco Intercontinental (Baninter) revela una consistente renuencia a condenar las graves irregularidades y exigir justicia, pese al enorme costo que conlleva para la sociedad dominicana.

            En vez de defender el patrimonio nacional y rechazar que el costo de esa crisis se cargue sobre el lomo de la sociedad, la generalidad de los dirigentes políticos se ha quedado en la superficie, sin que hayan faltado quienes, como el expresidente Leonel Fernández, han asumido la defensa de los acusados de la quiebra bancaria.

            En medio del desconcierto nacional provocado por la descomunal dimensión del costo económico de la quiebra, resalta la necesidad de establecer mecanismos jurídicos que regulen el financiamiento de la actividad política para poner límites al tráfico de influencia y al rentismo de grupos empresariales que alientan la corrupción.

Silencio de los partidos

            Por más que se revisen los periódicos de las últimas dos semanas, tras develarse el escándalo del Baninter, no se encuentra un solo comunicado formal del sistema partidario, donde se haga un planteamiento de fondo o que siquiera sugiera correctivos. Mucho menos la más mínima expresión de excusa frente a la nación por haber recibido los recursos de los ahorrantes en forma de ayuda política.

            Llama la atención que aunque el gobernador del Banco Central no excluyó ni siquiera al propio partido de gobierno entre los beneficiarios de la malversación de los dineros de los ahorrantes, ningún partido o dirigente ha reclamado la publicación de los listados que las autoridades monetarias dicen tener.

            Ello aunque el escándalo ha traspasado las fronteras nacionales evidenciando que “la élite política y empresarial del país hace tiempo que afinó el arte de la corrupción y de quebrar las reglas”, como consignó el New York Times en el reporte de Tony Smith publicado el martes 27.

            Embarcados en la prematura campaña electoral, los líderes políticos no parecen haber reparado en que la crisis del Baninter implica un “faltante” equivalente a las dos terceras partes del presupuesto nacional de este año y que ha obligado al Banco Central a emitir dinero y certificados financieros por un monto superior a los 43 mil millones de pesos.

            La explicación a ese silencio parece ser que la repartición del patrimonio de los ahorrantes alcanzó a buena parte del liderazgo político. Con el generoso financiamiento del grupo financiero colapsado a los partidos y candidatos, directamente o a través de fundaciones, se constituyó el ambiente de impunidad en que pudo incubarse el denunciado fraude que implicó la existencia de un banco clandestino de doble dimensión al que operaba públicamente y que traspasó gestiones gubernamentales de los tres partidos mayoritarios.

            Si hasta los últimos dos presidentes de la nación recibieron lujosos vehiculos blindados y otros regalos, nadie debe sorprenderse de que esa práctica haya traspasado el sistema político, legislativo, y hasta judicial, según la denuncia oficial.

Solidaridad con acusados

            Si algo ha llamado la atención es la rapidez con que líderes politicos de los tres partidos mayoritarios acudieron a la cárcel del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva para expresar “solidaridad” con los principales inculpados de la gravosa quiebra bancaria.

            No habían pasado 24 horas de la prisión de Ramón Báez Figueroa cuando se presentó allí el expresidente de la República Leonel Fernández, al que siguieron el secretario general y otros dirigentes de su Partido de la Liberación Dominicana.

Pocas horas después tomó turno el presidente del Partido Revolucionario Dominicano, Hatuey de Camps, seguido luego por otros dirigentes de esa organización.

            El exvicepresidente Jacinto Peynado, aspirante a la candidatura presidencial del Partido Reformista Social Cristiano, como otros dirigentes de este, tampoco se hicieron esperar. El empresario y político declaró al salir que había ido “a solidarizarse” con su amigo.

            Coincidían en rechazar las acciones de las autoridades, especialmente la incautación de los activos pertenecientes al banco quebrado, y en estimar que el gobierno estaba montando “un espectáculo”, sin que faltaran quienes consideraban que todo era una maniobra de corte reeleccionista.

            El paso de los días con todo el cúmulo de informaciones demostrativas de la gravedad de las implicaciones del fraude bancario, y ni siquiera el que las autoridades hayan involucrado a organismos internacionales como el Fondo Monetario, el Banco Interamericano de Desarrollo y hasta la secretaría del Tesoro de los Estados Unidos, ha persuadido al liderazgo político a tomar con más seriedad el asunto.

            Los temores de que se utilizara la crisis para apuntalar las tendencias continuistas en que está involucrado el presidente Hipólito Mejía y sus seguidores lucieron desproporcionados o con un fundamento débil, si se toma en cuenta el costo que conlleva para el gobierno la quiebra bancaria en términos de devaluación, inflación, recesión económica, desempleo y pobreza.

            La indiferencia es tan grande que todavía Hatuey de Camps no se ha sacudido de la indignación que le produjo el que lo mencionaran como beneficiario de financiamiento político para formular un planteamiento de fondo como líder del partido de gobierno.

Se han echado de menos formulaciones de los presidentes de las cámaras legislativas, que al igual que las Fuerzas Armadas han optado por el silencio frente a los cargos formulados nada menos que por el gobernador del Banco Central.

               Y hasta un técnico y político generalmente ponderado, como Guillermo Caram, por demás exgobernador del Banco Central, reaccionó hablando de “cortina de humo” y espectáculo, con lo que perdió la oportunidad de reclamar profundización de las investigaciones, reparaciones y sanciones.

El más decepcionante          

El discurso más decepcionante y hasta irrespetuoso de la inteligencia de la opinión pública ha sido el del expresidente Leonel Fernández, quien llegó al extremo de liberar de responsabilidad a los ejecutivos del Baninter, atribuyendo la quiebra a la “irresponsabilidad única y esclusiva del gobierno” porque no le pagaba ni los intereses de una deuda contraída.

            Resulta que el “hueco” del banco quebrado es de casi 56 mil pesos y según un informe del Banco Central lo adeudado a Baninter al 23 de agosto del 2002 eran 886 millones 172 mil pesos. Con el Banco Popular, que no ha tenido problemas, la deuda gubernamental era mayor, ascendía en la misma fecha a mil 61 millones de pesos.

            Fernández ignoró que antes de finalizar el 2002 la deuda con el banco quebrado en marzo del 2003 había sido casi totalmente saldada y que además al momento del desenlace le habían dado “facilidades” por 8 mil millones de pesos.

            El expresidente llegó tan lejos que reivindicó su declaración de septiembre del 2002 sobre iliquidez en la banca, que de inmediato fue considerada imprudente por las autoridades y que al parecer contribuyó, como dos meses después la denuncia sobre la tarjeta del coronel Pepe Goico, a detonar la crisis del Banco Intercontinental.

            En su extenso discurso del sábado 24 de mayo, al formalizar su precandidatura presidencial, no hubo ni un asomo de cuestionamiento al hecho de que un banco que declaraba activos por 25 mil millones de pesos, tenía en realidad 80 mil, ni a la forma en que fue manejado, ni a los regalos, ni a las malas inversiones del dinero de los ahorrantes en provecho de empresas deficitarias afiliadas. Menos aún a lo que ya está pagando por ello hasta el más pobre de los dominicanos y dominicanas.

Algunas excepciones            

            Ni siquiera los precandidatos presidenciales del partido de gobierno han marcado distancia. La mayoría ha guardado silencio. Incluso uno de ellos, Rafael Suberví Bonilla, precisó que “ese es un asunto que está en manos de las autoridades judiciales y son ellos los que deberían opinar al respecto”. Ramón Alburquerque y Enmanuel Esquea han reclamado transparencia.

           Entre los discursos políticos diferentes se han identificado el de la vicepresidenta y precandidata presidencial Milagros Ortiz Bosch, el del precandidato del PLD Jaime David Fernández, y el del senador del mismo partido José Tomás Pérez.

         La doctora Ortiz Bosch pidió llevar las investigaciones hasta las últimas consecuencias y luego en un programa de televisión formuló un análisis de las consecuencias sociales, institucionales y morales de la crisis, cuestionando los mecanismos y los responsables de la regulación del sistema financiero. Habló de “requerimientos institucionales” y reconoció la necesidad de “abandonar las complicidades políticas”.

          El doctor Jaime David Fernández proclamó en Santiago que el escándalo financiero “cuestiona la sociedad y la clase política dominicana”, planteando que frente al mismo “hay que levantar la bandera de los principios con el ejemplo de honestidad y dignidad”.

           José Tomás Pérez reconoció la gravedad de la crisis financiera generada por la quiebra del Baninter y expresó su disposición a apoyar la solicitud de apoyo formulada por el gobierno a los organismos financieros internacionales para reducir su impacto macroeconómico.

            Estos dos dirigentes peledeístas tienen objeciones a diversos aspectos del manejo gubernamental, con cuestionamientos válidos sobre la responsabildad de quienes estaban llamados a ejercer la supervisión bancaria, lo que corresponde también en parte a funcionarios del pasado gobierno, pero no pudieron ignorar la gravedad de la crisis ni han ido a solidarizarse con los acusados de uno de los mayores descalabros bancarios en un país pobre.

            El discurso de la mayoría de los políticos frente a la crisis contrasta con los reclamos surgidos en diversos sectores sociales, incluídas organizaciones empresariales, para que se haga justicia y se recuepren los activos correspondientes al banco quebrado para reducir el costo que conlleva para la sociedad en general.

            Y desde luego, ignora planteamientos como el del movimiento cívico Participación Ciudadana que pide “transformaciones legislativas que pongan fin al tráfico ilícito con los recursos públicos y al maridaje entre intereses políticos y privados.-

La crisis financiera amenaza el proyecto reeleccionista

Por Juan Bolívar Díaz

El gobierno está obligado a un ajuste, reducción del gasto y acción judicial transparente si quiere conseguir asistencia financiera internacional 

            La crisis financiera derivada de la quiebra del Banco Intercontinental (Baninter) y sus repercusiones para los próximos meses constituye el mayor obstáculo con que tropieza el proyecto reeleccionista del presidente Hipólito Mejía, contrario a lo que algunos creen que podría sacarle ventaja.

            Las consecuencias del escándalo financiero del siglo obligarán al gobierno a adoptar una política de ajuste y mayor reducción del gasto, lo que junto a los procesos de devaluación e inflación en marcha generarán mayor contracción del crecimiento económico y acentuamiento de la impopularidad del régimen y del partido en que se sustenta.

            El gobierno podrá aligerar la carga con financiamiento internacional, preferiblemente mediante un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo y con la colaboración del gobierno de Estados Unidos, pero para ello tendría que conducir un proceso transparente de información y acción judicial.

Clima de incertidumbre

            En la medida en que la ciudadanía ha hecho conciencia de las dimensiones del hueco dejado por la quiebra del Baninter y de lo que ya ha tenido que invertir el Banco Central para taparlo parcialmente se ha generado un clima de profundo disgusto e incertidumbre que se expresa en todos los ambientes sociales.

            En el curso de la semana las autoridades acentuaron las restricciones monetarias, lo que implica que las tasas de interés seguirán en niveles promedio del 40 por ciento, prohibitivos para la inversión, sin que lograran el objetivo de contener la devaluación del peso que ya se sitúa cerca del 28 por dólar.

            Ahora no hay dudas de cuál es la causa de la inestabilidad cambiaria y la inflación. Los indicadores externos han mejorado. El turismo creció sobre el 20 por ciento en el primer cuatrimestre, las zonas francas tomaron aliento, las remesas siguieron incólumes y el precio del petróleo tiende a estabilizarse en la franja de los 27 dólares el barril, que sigue siendo alto pero no tanto como en los últimos meses.

            Las autoridades monetarias, como los analistas económicos están conscientes de que lo peor no ha pasado todavía. De los 43 mil millones de pesos que ya ha pagado el Banco Central a consecuencia de la quiebra bancaria, apenas un 20 por ciento, equivalente a unos 8 mil 600 millones, ha sido en efectivo. Más de 34 mil millones están en certificados frinancieros que promedian los 3 meses y una tasa del 25 por ciento. Y la emisión todavía no ha concluído.

            El problema pende sobre la estabilidad macroeconómica, pues los propietarios de esos papeles reclamarán su dinero y tratarían de convertirlos en dólares o euros, aunque estos últimos siguen más caros, lo que continuaría presionando la devaluación del peso..

            La situación será tan delicada que podría obligar a las autoridades a renegociar esos certificados, o una buena proporción, a una tasa más baja para reducir el círculo vicioso. Pues tan sólo en intereses implicarán más de 8 mil millones de pesos al año.

            El economista Eduardo García Michell se situó entre quienes consideran que el Banco Central no estaba facultado para devolver el dinero a los ahorrantes, sino para declarar la quiebra del Baninter y pagar en la medida en que recuperaran activos, no distribuyendo el costo entre todos los ciudadanos y ciudadanas como se ha hecho.

            Hay que recordar que los más optimistas reclamos empresariales y de los analistas económicos insistían a principios de año que para mantener la estabilidad macroeconómica habría que desmonetizar por lo menos 3 mil millones de pesos en el 2003 por vía del ahorro fiscal. El gobierno se comprometuió a retirar mil 200 millones.

El presupuesto naufragó

            Por de pronto el presupuesto aprobado para el 2003 parece haber naufragado en este mar de emisión monetaria y devaluación, hasta el grado que el analista económico Alfonso Abréu Collado sugirió su reformulación al comparecer al telediario Uno más Uno el jueves 22.

            A los 8 mil millones adicionales por intereses de los certificados financieros recién emitidos, Abréu Collado agregó 5 mil millones para el pago de la deuda externa. En el presupuesto se calculó el valor de la misma a 18 pesos por dólares. La tasa actual sobre 27 pesos por dólar supone al menos un incremento del 50 por ciento.

            Como el gobierno registra un déficit en las recaudaciones fiscales presupuestadas, proyectado entre 5 y 6 mil millones de pesos en el año, sumado a las dos partidas anteriores, supondría un faltante total por el rango de los 18 mil millones de pesos.

Eso conlleva una forzosa reducción de las inversiones en obras públicas, ya que el gobierno de Mejía ha resultado duro para disminuir el gasto corriente.

            Por el contrario, el mismo AlfonsoAbréu resaltó que, aunque el régimen se comprometió en el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento, firmado con el empresariado a finales del 2002, en los primeros meses del año registra un incremento considerable en gasto de personal en proporción del 25 por ciento al pasar de mil 600 millones de pesos en enero a 2 mil cien en marzo.

            De hecho ya muchas de las obras que construye el gobierno han tomado un ritmo más lento y otras están paralizadas por falta de recursos. La angustia crecía esta semana en los ámbitos olímpicos, pues el dinero para completar la infraestructura de los Juegos Panamericanos de Agosto brillaba por su ausencia.

El camino del endeudamiento

            Cuando el presidente Mejía viajó a Wasshington al comenzar la semana, llevaba la esperanza de conseguir un rápido financiamiento con el BID y el gobierno norteamericano.

Enrique Iglesias no le cerrá la puerta y la habló de las posibilidades de girar contra un fondo de 500 millones de dólares disponible para la nación.

            En la secretaría del Tesoro de Estados Unidos no llegaron tan lejos. Acordaron enviar una misión para ayudar a hilvanar cursos de acción para resolver el enorme hueco dejado por la quiebra del Baninter.

            En cualquiera de los dos casos se dejó claro que la asistencia financiera dependerá de la transparencia y el apego a las leyes con que se maneje la crisis. Del fisco norteamericano no saldrá un solo dólar si las autoridades nacionales no cumplen esas condiciones.

            Fuentes bien informadas indican que los interlocutores de la capital norteamericana preferirían el camino del acuerdo con el FMI, que implicaría mayor disciplina y austeridad y cierta vigilancia sobre el manejo judicial de la crisis. Resaltan las simpatías con que fue recibido el presidente Mejía, y el deseo del gobierno de George Bush por ayudarlo. Pero ademázs de los merecimientos políticos, tiene que sumar el manejo claro y apegado a los principios jurídicos.

            El gobierno dominicano prefiere un paquete de ayuda BID/Banco Mundial/EU, pero tambiébn exploraría una nueva colocación de bonos soberanos, y sólo como asunto de supervivencia aceptaría acudir a las ventanillas del Fondo Monetario Internacional, consicente de que incluiría condicionamientos nada conciliables con la lógica del reeleccionismo que demanda gasto en los meses por venir.

            Nuevos bonos soberanos contarían con escasa simpatías, sobre todo ahora cuando el “riesgo país” de la nación ha aumentado, como parte del efecto Baninter. Ya las firmas evaluadoras internacionales, como JP Morgan y Standard and Poors han comenzado a dar señales de alerta sobre el deterioro económico nacional.

Exigencias de la reelección  

             Los procesos electorales conllevan un aumento del gasto por vía de la inversión en obras públicas, empleo clientelar y propaganda política indirecta, como se ha manifestado en los gobiernos de los tres partidos mayoritarios. El desbordamiento es mayor cuando está presente el intento continuista, como se puede comprobar en las campañas de 1990 y 1994, cuando hasta la Lotería Nacional resultó quebrada.

              El gasto se desbordó en las campañas de 1998 y 2000, con el Partido de la Liberación en el poder, sin que mediara una repostulación, que entonces estaba prohibida en la Constitución y sin que arrojara los beneficios electorales esperados. Y se repitió en el 2002 con el perredeísmo en el poder. Parte de los desequilibrios macroeconómicos registrados desde agosto pasado se atribuyen precisamente al desbordamiento del gasto en los finales del 2001 y la primera mitad del 2002.

              Los que ahora sobreestiman las posibilidades del continuismo olvidan que además del abuso del gasto público, Balaguer contaba con la plena manipulación del arbitraje electoral y del padrón de electores que se manejaba en secreto. También con una capacidad de manipulación y una permisibildiad de los factores de poder que no se le conceden al presidente Mejía, como no los tuvieron Leonel Fernández, Salvador Jorge Blanco o Antonio Guzmán.

              Se supone que ahora hay una sociedad más alerta, celosa de algunos avances democráticos y más exigente, especialmente con el gasto público y los procedimientos democráticos. Aunque está lejos de ser invulnerable.

              Pero el factor de contención es el círculo vicioso en que se encuentra la economía. demandando no desbordamiento, sino restricciones. Porque no será posible conseguir recursos externos suficientes para cubrir el inmenso efecto Baninter. Una parte tendrá que pagarse en el orden nacional con algo más que constreñimientos monetarios, que de por sí ya conllevan recesión y desempleo, devaluación e inflación.

              La devaluación del peso, que ya pasa del 50 por ciento en los últimos 9 meses y la consiguiente inflación, proyectada sobre el 20 por ciento para este año, han degradado los ingresos de las tres franjas de las clases medias, especialmente de las dos inferiores que son las mayoritarias, así como de los sectores populares. Ni hablar de que en las actuales circunstancias se pueda esperar una compensación significativa, ni en el sector privado, y menos en el público.

               Si las tres encuestas acreditadas que realizan sondeos para HOY, El Caribe y Omnimedia, ya registraron la caída de la popularidad del gobierno, del PRD y del presidente Mejía, entre agosto y marzo, hasta relegar sus posibildades electorales a la tercera posición, ningún analista encuentra razones para creer que ahora esté mejor y que las perspectivas apunten a una mejoría considerable.

                A no ser por el desconcierto en que está sumido el Partido Reformista Social Cristiano, pero su práctica división casi a la mitad, no garantiza demasiado ventajas para el que desde el poder arrastre una de sus partes, sobre todo si es en base al abuso de los recursos estatales.

                 Un año es mucho tiempo para que las circunstancias cambien en beneficio de quien ejerce el poder en una nación tan desinstitucionalizada como la dominicana. Pero por el momento los vientos no soplan a favor del continuismo y la magnitud del desastre Baninter y sus efectos no prometen mejoría, sino empeoramiento, en cualquier escenario.-  

La quiebra del Baninter es una tragedia nacional

Por Juan Bolívar Díaz

Ya ha costado al Banco Central el 50 por ciento del presupuesto nacional del 2003. Fue develada y generó la acción judicial en medio de presiones internacionales                                             

            La quiebra del Banco Intercontinental (BANINTER) constituye uno de los escándalos financieros más graves del mundo, sino el peor, guardando las proporciones de la economía nacional y sus repercusioens se sentirán ominosamente durante años sobre el cuerpo y el alma de la nación, cuyas putrefacciones han quedado a la vista de todos.

            Estimado en más de 55 mil millones de pesos, el fraude bancario equivale al 67 por ciento del presupuesto nacional de este año y al 15 por ciento del producto nacional bruto y hasta el 8 de mayo pasado había implicado una emisión del Banco Central por un monto del 50 por ciento del presupuesto del gobierno central para el 2003.

            El develamiento del escándalo se produjo tras cinco semanas de indagatorias del Banco Central y de infructuosas negociaciones con los ejecutivos del banco quebrado que persistieron en sobreestimar su fuerza mediática. Influyeron presiones de los organismos internacionales y hasta del gobierno de los Estados Unidos, según trasciende en fuentes de primera categoría.

Proporciones del escándalo

            Aunque en contados dos periódicos y dos canales de televisión se había venido avanzando informaciones que daban cuenta de un escándalo financiero de grandes proporciones, la nación fue conmovida esta semana con el develamiento de la quiebra del Baninter.

            Muchos dominicanos y dominicanas, como residentes extranjeros, no acaban de salir del asombro cuando se enteran que un banco que reportaba activos por alrededor de 26 mil millones de pesos, en realidad tenía tres veces más, unos 77 mil millones, operando una doble contabilidad o un banco paralelo y clandestino.

            El informe oficial del Bano Central arroja un déficit de 55 mil 845 millones de pesos, lo que equivale a más de dos terceras partes del monto del presupuesto nacional del año en curso y alrededor del 15 por ciento del producto interno bruto.

            Desde septiembre pasado cuando comenzó a darle redescuentos y facilidades al Baninter, en intento por salvarlo de la ruina, y hasta el 8 de mayo, el Banco Central ha emitido 41 mil 367 millones de pesos, equivalentes al 50 por ciento del presupuesto nacional de este año.

            De ese monto 33 mil 106.8 millones han sido en certificados de inversión o participación, y 8 mil 260 millones en excedente monetario, o dinero inorgánico, lo que explica en gran parte la devaluación del 40 por ciento sufrida por el peso dominicano en el mismo período y la inflación consiguiente que en el primer trimestre del año fue del 9 por ciento.

            Aunque el criterio general es que han sido los masivos retiros del público los que quebraron al Baninter, lo determinante fueron las inversiones aventureras en empresas ineficientes, particularmente en una inmensa red de comunicación social que implica por lo menos a 4 diarios, 8 canales de televisión, unas 76 emisoras radiofónicas y decenas de empresas de telecable a nivel nacional.

            Entre enero y marzo los préstamos a sus propias empresas y de asociados que en algunos casos parecen más bien prestanombres, sumaron 10 mil 56 millones de pesos, mientras el auxilio del Banco Central se elevaba a 11 mil millones de pesos. En el mismo período se borraron de libros deudas de sus propias empresas por 16 mil 766 millones de pesos.

Presión internacional

            El escándalo fue descubierto cuando autoridades del Banco Central y del Banco del Progreso comenzaron a asumir el Baninter con el anuncio de fusión del 24 de marzo. Ya el 7 de abril se informó que tal fusión era imposible y la Junta Monetaria dispuso la intervención de la entidad quebrada.

            Desde el principio se produjo tensión entre dos líneas: la técnica, integrada básicamente por los funcionarios del Banco Central, que fueron siempre conscientes de que era imposible ocultar la magnitud del escándalo y que demandaba llegar hasta las últimas consecuencias.

             La otra la encarnaban elementos políticos que pretendían arreglos por debajo de la mesa y hasta aprovechamiento del aparato mediático involucrado, lo que llegaría a mterializarse el pasado fin de semana en la transmisión de un mítin reeleccionista celebrado en Barahona y en el montaje en el Canal 27 de un panel sobre la reelección moderado por el consultor jurídico del Poder Ejecutivo, Guido Gómez Mazara.

El haber solicitado la asistencia del Fondo Monetario Internacional y luego del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial determinó que la balanza se inclinara para el lado técnico y se procediera a develar el escándalo y a actuar judicialmente.

De tres diferentes fuentes, dos de ellas gubernamentales, se recibió la confidencia de que hasta el gobierno de Estados Unidos y el BID sugerían la conveniencia de que se esclareciera el escándalo financiero antes de que el presidente Hipólito Mejía llegara a Washington para su encuentro del próximo martes 20 con el presidente George Bush y posiblemente también con funcionarios de los organismos financieros.

            El sábado 10 y el domingo 11 de mayo el presidente Mejía y su equipo económico conocieron el informe completo de las investigaciones en largas sesiones en el Banco Central. Y allí se tomaron las decisiones de denunciar la situación el lunes 12 en el Palacio Nacional y de proceder judicialmente contra los principales ejecutivos del Baninter.

Sobre estiman el poder mediático

Hay indicios de que el presidente del grupo Baninter, Ramón Báez Figueroa, sobre estimó su poder mediático lo que lo llevó a negociar con veladas amenazas, de tipo político y hasta sobre el sistema financiero.

Según reveló el gobernador del Banco Central en conversación con directivos de medios de comunicación, estaba dispuesto a entregar casi todas sus empresas deficitarias y altamente endeudadas. Pero pretendía reservarse las dos de mayor valor en el mercado: el Listín Diario y la de televisión por cable Aster. Y reclamaba además un compromiso de descargo judicial.

El valor del mercado de todas las empresas no pasaría de la tercera parte del “hueco” del Baninter, lo que implicaba que el Banco Central, o lo que es lo mismo, la sociedad dominicana, tendría que cargar con el grueso del costo mientras los accionistas y ejecutivos de la entidad quebrada quedarían libres de cargos.

La sobre estimación del poder mediático se manifestó tan pronto el gobierno develó el escándalo la noche del lunes 12. Al día siguiente para los medios del grupo Baninter la noticia era una amenaza a la libertad de prensa, no el monumental descalabro bancario revelado a la nación en discurso desde el mismo Palacio nacional.

Llegaron a calificar al presidente Mejía de pichón de dictador y en la primera página del Listín Diario apareció hasta la foto del tirano Rafael Leonidas Trujillo, mientras en los medios electrónicos se desataba una chantajista ofensiva antigubernamental, entonces denunciando la reelección que en los días anteriores se prometía respaldar.

            Como era lógico, el pulseo lo perdieron los principales responsables del descomunal fraude bancario, cuando las autoridades ordenaron su prisión y procesamiento, así como la intervención administrativa de sus empresas amparándose en la ley 72-02 sobre lavado de activos provenientes de actividades ilícitas.

El artículo 9 de la misma establece: “Al investigarse una infracción sobre el lavado de activos o de incremento patrimonial derivado de actividades delictivas, la Autoridad Judicial Competente ordenará en cualquier momento, sin necesidad de notificación ni audiencia previa, una orden de incautación o inmovilización provisional, con el fin de preservar la disponibilidad de bienes, productos o instrumentos relacionados con la infracción, hasta tanto intervenga una sentencia judicial con autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada”.

El poder mediático era grande pero no pudo encontrar eco ni respaldo, porque la estupefacción nacional era mayúscula ante las dimensiones del escándalo financiero y el costo a pagar por la ciudadanía.

Trauma económico y moral

            El escándalo financiero del Baninter impactó emocionalmente sobre la población dominicana, no sólo por sus dimensiones e implicaciones económicas, sino también por las institucionales y morales.

            El escándalo de Banesto, que llevó al español Mario Conde a la cárcel con sentencia de 20 años de prisión, implicó 600 mil millones de pesetas, que entonces, hace justo 10 años, equivalían a unos 60 mil millones de pesos dominicanos, muy poco más del hueco de Baninter. Si se establecen la diferencia entre las dos economías, se verá que el escándalo dominicano es decenas de veces mayor. No se conoce de un solo escándalo financiero que haya implicado tan alta proporción del producto bruto interno de una nación.

            Los costos que implica para la economía nacional se traducirán en el futuro inmediato en mayor depreciación del peso e inflación, y probablemente habrá que contratar nuevos endeudamientos para cargar intereses durante una o dos décadas.

            La sociedad dominicana está trumatizada por el hecho de que lo que se creía que era el tercer banco nacional, era en realidad el primero por efecto de un clandestinaje que pudo mantener durante 14 años, pasando por tres gobiernos y numerosas superintendencias de bancos. Burlaba también las auditorías de reconocidas firmas internacionales.

            Pero los ejecutivos del Baninter eran reconocidos por todos los sectores de la sociedad, a la que permeaban con donativos, patrocinios y atenciones que para algunos observadores siempre fueron desproporcionados y sospechosos.

             Pudieron obtener la complicidad, colaboración o el silencio de funcionarios de tres gobiernos, incluyendo a presidentes, de jerarcas militares, policiales y religiosos, líderes políticos y legisladores, comentaristas de televisión y periodistas, y dirigentes de entidades sociales de diversa índole.

               Según las revelaciones y explicaciones del descalabro Baninter pudo pactar operaciones ilegales como la realizada con el presidente de la Asociación Popular de Ahorros y Préstamos por 90 millones de dólares, que incluyó el compromiso de lograr la modificación de un discutido proyecto de ley.

             “Esto es demasiado abrumador, más allá de lo que se puede cargar”, fue el comentario de una reconocida socióloga dominicana, profesora universitaria en Estados Unidos. Mientras un destacado intelectual de Santiago expresó con evidente sarcasmo que a las reuniones de su ámbito de reflexión en aquella ciudad había que invitar a un siquiatra para que los ayudara a sobrellevar la carga emocional.-

 

Morel Cerda debe aceptar la reforma electoral o dimitir

Por Juan Bolívar Díaz

Sin el respaldo de los partidos y enfrentado a los otros ocho jueces electorales, el abogado santiagués no ayudará al éxito organizativo de los próximos comicios 

            Todo parece indicar que el doctor Manuel Ramón Morel Cerda, presidente de la Junta Central Electoral (JCE) no ha comprendido los alcances de la última reforma pactada por los partidos a finales del año pasado, lo que lo conduce a una confrontación con todos los actores del sistema político y pone en juego la organización del próximo proceso electoral.

            Los acontecimientos de las últimas semanas muestran que el doctor Morel se ha convertido en un llanero solitario, hasta el punto de enfrentar los ocho restantes jueces electorales, como ha quedado en evidencia en las últimas dos semanas.

            Para un hombre de honor, como lo es sin duda el abogado santiagués, lo que corresponde es la dimisión al cargo, o se expone a humillaciones que desdicen de su carrera pública y profesional de las últimas cuatro décadas.

Morel Cerda sacrificado

            En las últimas dos semanas el doctor Manuel R. Morel Cerda ha protagonizado un inconcebible enfrentamiento con los restantes 8 jueces integrantes de la JCE, que ha disminuído su estatura de hombre público honorable y con una hoja de servicio a la democracia como pocos de los abogados de su generación.

            El reputado abogado santiagués no ha podido comprender los alcances de la reforma electoral pactada por los partidos en el marco del diálogo nacional a fines del año pasado, que en esencia está encaminada a reducir sus poderes tras haberse constituido en blanco de la confrontación de los opositores políticos y las instituciones sociales.

            Independientemente de que tengan o no razón, Morel Cerda fue dejado en el aire por sus patrocinadores del partido de gobierno, frente a los cuestionamientos de que era objeto por los partidos de oposición.

            Aunque él no pueda comprenderlo, ha sido una víctima de la aplanadora que en septiembre del 2002 eligió una JCE al márgen de los partidos de oposición y de las instituciones sociales.

            Desde que la mayoría oficialista del senado eligió los jueces electorales hace seis meses, quedó claro que más temprano que tarde iban a tener que transar para mantener la credibilidad en el próximo torneo para elegir presidente y vicepresidente de la República.

            Como era de esperarse la oposición centró su atención en el presidente del organismo que arbitra los procesos electorales, como forma de equilibrarlo, independientemente de los méritos o desméritos de su titular.

               A la cabeza de los cuestionamientos se situaría el Partido de la Liberación dominicana (PLD) por razones políticas legítimas y para tratar de fundamentar sus alegatos de irregularidades en las elecciones congresionales y municipales del 2002. El otro partido mayoritario de oposición, el Reformista Social Cristiano (PRSC) también tenía su hacha afilada contra el doctor Morel Cerda, que como abogado enfrentó los desafueros del caudillo colorado en sus 23 años de gobierno, cuando se constituyó en defensor de los presos políticos y objetor de todos sus excesos.

Oposición radical

               Los opositores apuntaron a la cabeza de la JCE, magnificando sus errores y subestimando sus éxitos.

            El extraordinario éxito de organización electoral del 2000, con nueva cédula y nuevo padrón era reducido a la precipitación con que Morel Cerda estuvo al proclamar ganador de la presidencia al agrónomo Hipólito Mejía, cuando acumulaba un 49.85 por ciento de los sufragios, y por lo tanto no había alcanzado la mitad más uno.

            Injustamente se quiso cargar a Morel Cerda y a la JCE las marrullerías computacionales registradas y demostradas en Santiago. De nuevo Morel cometió el error de la precipitación, cuando se fue a aquel municipio para presidir una sesión donde conocieron las denuncias de fraude que formulaba el PLD.

            Lo correcto era que esperara a que el asunto llegara al plenario de la JCE por vía de la apelación que formularía el PLD al dictamen de la Junta Electoral de Santiago. Morel actuó ahí como llanero solitario. Aunque al final el resultado fue positivo, al dejar el precedente de que por primera vez en el país un jurado electoral anula votos de origen espúreo que beneficiaban al partido en el poder.

            Los partidos de oposición trataron al doctor Morel Cerda con extrema dureza, desde su designación como presidente de la JCE en agosto de 1998, ignorando sus méritos acumulados en la militancia por la vigencia de la democracia y los derechos humanos, y hasta su honestidad, demostrada en más de cuatro décadas de vida pública y profesional. A tal punto que el PLD, entonces gobernante, y el Partido Reformista Social Cristiano sumaron esfuerzos para objetar la integración del tribunal., lo que hicieron inútilmente durante meses.

            Los vínculos de esos jueces con el PRD fueron magnificados, reduciéndolos a simples militantes o dirigentes partidistas, pese a que no caían en ninguna de las dos categorías. Sin embargo, gran parte de la opinión pública dió razón a los opositores en cuanto a que el arbitraje electoral debería ser objeto de concertación en los ámbitos democráticos.

Si tal criterio no prevaleció entonces fue porque el gobierno del PLD y los reformsitas habían promovido artimañas para elegir al presidente de la Cámara de Diputados y para escoger a los integrantes de la Cámara de Cuentas, ignorando al PRD.

Al repetirse de la misma forma la elección de la JCE en el 2002 y ya con el perredeísmo en control de casi todos los poderes del Estado, la sociedad civil se sumó al cuestionamiento frontal.

Ningún golpe de Estado

            La confrontación de los últimos días protagonizada solitariamente por Morel Cerda resulta incencebible y dañina para la imagen del tribunal electoral. Además, reveladora de que el abogado no ha logrado comprender que el partido de gobierno y sus senadores fueron forzados a una transacción para superar la crisis originada en la elección de los jueces. Se olvidó de que la oposición quería su cabeza.

            El presidente de la JCE podría tener razón en cuanto a que la forma en que fueron divididas las funciones del organismo no era la más apropiada, y que era preferible una previa reforma constitucional para hacer una cirugía más elegante y funcional. Pero los partidos evadieron volver a tocar la Constitución, modificada en agosto pasado.

            Aunque llegó a amenazar con impugnar la reforma electoral como inconstitucional, aparentemente Morel Cerda creyó que a la hora de la reglamentación podría compensar la pérdida de poder de que había sido víctima. Los vientos políticos le favorecieron hasta el momento en que se repartieron los jueces en las dos cámaras, el 19 de febrero.

            Ya en sesión plenaria del 6 de marzo sometió a consideración un proyecto de reglamento distribuido tres días antes. La mayoría pidió más tiempo para estudiarlo, mientras asomaban objeciones, porque dejaba en manos del presidente funciones que habían quedado redistribuidas por la nueva ley.

            Convocado para el 12 de marzo, el plenario, conoció el proyecto y aparentemente 8 de los nueve jueces, excluyendo al autor del mismo, ya habían concertado modificaciones dentro del espíritu de la reforma promulgada en enero.

            No conforme con haber hecho contar sus objeciones al criterio mayoritario, el doctor Morel Cerda protagonizó una rebeldía solitaria y se desplazó hasta un periódico para denunciar “un golpe de Estado” en su contra, que se habría dado mientras se encontraba fuera del país. En todo caso se lo habría dado el Congreso Nacional.

            Hubo quienes entendieron que el reglamento se había aprobado en ausencia del presidente de la JCE, lo que no ocurrió. El presidió las dos sesiones plenarias en que se discutió el documento, aprobado por una mayoría de 8 contra uno. Tal vez quiso decir que los 8 hicieron consenso durante su ausencia, que es otra cosa y parece absolutamente normal que se consultaran.

Exceso de tensiones

            Lo normal sería esperar que bajarn las aguas, que Morel Cerda aceptara la decisión mayoritaria y se acomodara la carga durante la marcha. Pero él persiste en ignorar la ley 2-03, que dividió las funciones de la JCE. Así se desprende de sus declaraciones a El Nacional el 14 de marzo, cuando adujo que los artículos del reglamento que objeta “están impregnados del mismo espíritu de la ley”. Era lo que precisamente correspondía al reglamento.

            Morel podría tener razón en cuanto a que la ley despojó al presidente de muchas de sus funciones, dejándolo como figura decorativa, excepto en las labores normativas, correspondientes al plenario de la JCE. Los tres aspectos que él objetó pautan labores estrictamente administrativas.

            Lo más grave de todo es que fue el presidente del tribunal electoral quien sacó las diferencias a luz pública, y de mala manera, puesto que acusó a sus colegas de conspirar para darle un golpe de estado.

            La situación llegó esta semana al extremo de que los otros 8 jueces ofrecieron una rueda de prensa para responder al presidente. Posteriormente se dijo en algún periódico que había un principio de arreglo, pero el jueves Morel Cerda no asistió a la sesión convocada con los delegados de los partidos para iniciar el proceso organizativo de los próximos comicios. Actuó su suplente.

            Ese nivel de fractura afecta la imagen del tribunal y especialmente de su presidente, quien aparece en rebeldía frente a la ley. No le corresponde ni ayuda para nada al desempeño organizativo. El doctor Morel Cerda tiene pleno derecho a sustentar sus criterios, pero en tales circunstancias lo que parece acosnsejable es que abandone el cargo, con la dignidad que lo ha caracterizado toda la vida.-

Los párrafos objetados por Morel

            Acápite 12 del artículo 3: “Se identifican como atribuciones de la Cámara Administrativa, todas las actividades principales y conexas no atribuidas al Pleno que se ejerzan en el área de la Secretaría, Trámite y Archivo, Recursos Humanos, recomendación de nombramientos y cancelaciones, Seguridad, Relaciones Públicas, Publicaciones e Impresos, Transportación, Mayordomía, Aprovisionamiento, Dirección Financiera, Dirección General de Elecciones, Auditoría, Dirección Administrativa, Inspectoría, Dirección de Registro Electoral, Cedulación, Dirección General de Informática, Dirección del Estado Civil y cualquier departamento o dirección sustantiva a los efectos de la organización, logística y celebración de las elecciones”.

            Acápite 14 del artículo 3: “Todos los expedientes atinentes al Registro del Estado Civil que ameriten decisión de la Junta Central Electoral serán de la competencia del Pleno de conformidad con el art. 9 de la Ley 659 sobre Actos del Estado Civil. Sin embargo, todo cuanto tenga que ver con la parte administrativa de las Oficialías del Estado Civil será de la competencia de la Cámara Administrativa…”

            Acápite 3 del artículo 9: “Para el ejercicio de sus atribuciones, la Junta Central Electoral dispondrá de tres cuentas especializadas:” (y en párrafos sucesivos las identifica y detalla, la primera para el Pleno, otra para la Cámara Administrativa y la última para la Contenciosa.)-

La marcha que hará el PLD es legítima pero inoportuna

Por Juan Bolívar Díaz

Insisten en desconocer el peso de los factores externos pero no explican por qué se le desequilibró la economía en su último año de gobierno

             Nadie debe discutir el derecho del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) a una marcha pacífica en protesta por la política económica del gobierno, pero sí la oportunidad de la misma en momentos tan difíciles de la política y la economía internacional con repercusiones que esta nación no puede evitar.

            La protesta se daría precisamente en momentos en que han comenzado a verse resultados positivos de las políticas implementadas por el gobierno para restablecer la estabilidad cambiaria a niveles acordes con una economía que todos los agentes nacionales e internacionales insisten en que es sana.

            Por demás, está por verse cuáles son las diferencias substanciales entre las políticas económicas que han seguido los dos últimos gobiernos nacionales, y el PLD debería explicar por cuáles razones se le redujeron las reservas de divisas, se desbordó el gasto público, se generaron déficits y comenzó a desestabilizarse la economía nacional en su último año de gestión.

Decisión imprudente

            La protesta convocada por el PLD ha sido considerada poco prudente por la opinión pública, en momentos en que han comenzado a verse resultados positivos de los esfuerzos gubernamentales, especialmente la reducción del gasto público y la desmonetización de 700 millones de pesos de sus ingresos fiscales en los primeros dos meses del año, para contener la devaluación del peso con su carga inflacionaria.

            Nadie ha discutido el derecho que tiene el principal partido de la oposición a manifestarse pacíficamente en cualquier sentido, pero hasta en sus propias filas hay quienes creen que las circunstancias no recomiendan lanzarse a las calles ni incentivar al pueblo a la protesta, cuando serios nubarrones afectan la economía internacional y el mundo se encuentra al borde de una guerra cuyos costos ya estamos pagando.

            Aunque defiende el derecho de su partido a la manifestación pacífica, el precandidato presidencial Jaime David Fernández ha expresado, con la prudencia que lo caracteriza, que el partido debe evaluar el estado de la opinión pública en torno a la convocatoria.

            La protesta causa contrariedad no sólo en el gobierno, sino también en los sectores empresariales, particularmente en el financiero, empeñado en los esfuerzos por contener el deterioro económico de los últimos meses. Y el disgusto se expresa en las conversacioens privadas.

            Monseñor Agripino Núñez Collado, el principal mediador en los conflictos nacionales se cuenta entre quienes muy diplomáticamente han considerado que las circunstancias no recomiendan pasar a la protesta callejera. A principio de esta semana apeló a la prudencia y a poner en primer plano el interés nacional. Lo mismo había hecho días antes el cardenal arzobispo de Santo Domingo, Monseñor Nicolás López Rodríguez.

            Se teme la creación de un ambiente que incentive las protestas populares y genere un clima de confrontación. Ya medio centenar de grupos populares han anunciado un paro general para el próximo mes de abril, que si bien tiene pocas perspectivas de materializrse, como quedó evidente con el fracaso de su reciente jornada de protesta, contiene ingredientes de incertidumbres.

            Aunque al PLD se le reconoce capacidad para controlar a sus militantes y mantener su marcha en el plano de la protesta pacífica, siempre queda el temor de que grupos radicales puedan provocar situaciones que se salgan de control y originen circunstancias indeseables.

Recurso innecesario

            Hay quienes entienden que la marcha convocada para el sábado 15 tiene carácter electoral, buscando capitalizar el disgusto de la población con el encarecimiento del costo de la vida y la reducción de las actividades productivas y el empleo.

            Otros consideran que el PLD busca dar una demostración de fuerza para neutralizar los anuncios gubernamentales de reactivar expedientes de supuesta corrupción en el pasado gobierno.

También se cuestiona el uso político que el gobierno perredeísta hace de expedientes que hace dos años tiene en sus manos, como el que se refiere al manejo de más de mil 400 millones de pesos en la cuenta para la construcción y reconstrucción de obras prioritarias de los últimos 7 meses del gobierno del presidente Leonel Fernández.

Si como han reflejado las últimas encuestas el PLD y sus potenciales candidatos presidenciales encabezan las preferencias electorales, sin que ese partido haya apelado al recurso de la protesta callejera, la marcha convocada luce innecesaria.

El partido morado se estaría beneficiando del desgaste del gobierno perredeísta y de sus desaciertos económicos y políticos, así como de las penalidades de manufactura externa que impone la globalización sobre todas las economías, especialmente de los países más dependientes.

El peledeísmo está siendo visualizado como alternativa por la población sin que haya apelado al recurso de la protesta. Desde el punto de vista puramente partidario-electoral lo que le convendría es dejar correr la bola del desgaste político gubernamental y no provocar la unidad y los recursos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y de los poderes del Estado que controla.

En el beisbol, al que se recurre frecuentemente en la política nacional, se recomienda que cuando un lanzador está presionado y descontrolado, hay que ordenar a los bateadores esperar, ganarse la base por bolas, que para los fines del juego son tan valiosas como los buenos batazos. La precipitación puede traducirse en rolin al cuadro que producen una “doble matanza” y apagan el fuego.

Subestiman factores externos

Es obvio que en la visión peledeísta de la situación nacional hay una gran subestimación de los adversos factores económicos externos. Atribuyen todo el peso de las dificultades económicas al gobierno, tratando de ignorar que pese a los desaciertos que le corresponden, la economía nacional ha estado entre las tres menos desafortunadas del continente y hasta del mundo.

El principal líder del PLD, el expresidente Leonel Fernández, ha insistido en comparar el crecimiento económico registrado en su período con el del presidente Hipólito Mejía, al margen de los factores internacionales.

La realidad es que la economía dominicana creció a un promedio alrededor del 7 por ciento entre el 1996 y el 2000, pero impulsada por un crecimiento de la economía de los Estados Unidos que andaba por el premedio del 4 al 5 por ciento y que el año pasado cayó al 1 por ciento.

Disfrutó de precios del petróleo holgados, alrededor de 20 dólares el barril en 1996-97, de 14 dólares en 1998, pasando a l8 dólares promedio en 1999 para subir sobre los 25 dólares en el 2000, nivel en que se ha mantenido casi todo el tiempo desde entonces, especialmente en los últimos meses, cuando ronda sobre los 30 dólares el barril.

El actual gobierno recibió el impacto del terrorismo en Estados Unidos y el mundo, que se reflejó en fuertes caídas del turismo y las zonas francas en el 2002 y en los últimos meses las expectativas de guerra, han creado un ambiente de incertidumbre internacional que forma parte de los factores que han inducido a muchos dominicanos pudientes a cambiar pesos por dólares, contribuyendo a agregar presión sobre la economía nacional.

Según las autoridades del Banco Central, técnicos del Fondo Monetario Internacional estimaron en 2 mil 358 millones de dólares el costo en divisas que ha tenido el shock externo sobre la economía dominicana en los años 2001-02. Determinado por el costo de la factura petrolera y la caída del turismo y las zonas francas.

Si los factores externos no pesan en la economía nacional, los peledeístas tendrían que explicar a qué se debió el retroceso del 2000, cuando la economía comenzó a desestabilizarse. En los últimos siete meses del gobierno peledeísta las reservas

netas de divisas se redujeron en 60 por ciento hasta alcanzar el ínfimo nivel de 197 millones de dólares.

Similar política económica

            Aunque los voceros del PLD cargan sobre la política económica del gobierno perredeísta, hay quienes sostienen que no difiere en aspectos fundamentales de la practicada en el pasado período gubernamental.

            Ambos gobiernos han mantenido una política de endeudamiento externo, el anterior a través de la banca privada, que pasó de unos 250 millones de dólares a mil 700 millones. El actual mediante la contratación directa. Los dos han recurrido a fuerte endeudamiento interno con financiamiento bancario y de los proveedores.

            El gasto corriente ha consumido un alto porcentaje de los ingresos. El presidente Mejía dijo, y no se lo han cuestionado, que lo encontró en el 74 por ciento en el 2000 y lo ha reducido al 71 por ciento y que ha creado mil puestos de trabajo menos que el gobierno anterior.

En términos brutos los gastos corrientes pasaron de 6 mil 452 millones en 1996 a 18 mil 132 en el 2000, para un crecimiento del 181 por ciento. Al 2002 el actual gobierno lo había elevado a 24 mil 925 millones, con un incremento en sólo dos años del 37 por ciento.

            Contradictoriamente el nivel del gasto corriente es de los mayores cuestionamientos del PLD a la política económica del actual gobierno, cuyos agentes, a su vez, cuestionaban el nivel del gasto del anterior.

            En términos netos el actual gobierno ha elevando más el endeudamiento externo, especialmente con las dos emisiones de bonos soberanos, pero ha diversificado más la inversión, atendiendo a obras inconclusas del anterior régimen y a evadido los megaproyectos, dando prioridad a las necesidades de las comunidades del interior y de los barrios.

            Si es por el nivel del gasto corriente, de la hipertrofia burocrática del Estado, y del exceso de gasto público, a cualquiera le luce la crítica al gobierno actual, pero no a quienes gobernaron en el período anterior.-