2006 año del desenfreno político

Por Juan Bolívar Díaz

http://hoy.com.do/image/article/321/460x390/0/D5667E64-77FE-4380-ABC7-1DCC950011AF.jpeg

El 2006 que concluye podría pasar a la historia como el período de mayor desenfreno político de la costosa democracia dominicana, donde casi se unieron las campañas electorales de los comicios presidenciales y congresionales y municipales, pese a que están separadas por dos años.

El activismo político del año representó una enorme carga económica, incluyendo un déficit fiscal cuyo costo está por ser pagado con nuevos impuestos, que empañó el éxito gubernamental en mantener por segundo año consecutivo un alto crecimiento, con estabilidad cambiaria y baja inflación.

Las precipitadas luchas internas, que incluyen a un presidente en campaña poco después de pasar la mitad de su período, implican mayores riesgos de costo institucional, en tanto los planteamientos ideológicos y programáticos son sustituidos por el avasallante poder del dinero que sostiene un clientelismo brutal.

Año de contradicciones

Del 2006 se podría escribir que fue un año de contradicciones flagrantes en la vida nacional, con un crecimiento económico que las autoridades cifran sobre el 10 por ciento, pero al mismo tiempo con un déficit fiscal que habrá que pagar con los nuevos impuestos que acaba de aprobar el Congreso en la tercera reforma tributaria en un gobierno que sólo lleva 28 meses, y en la quinta en los últimos 6 años.

Ese exitoso crecimiento económico, con estabilidad cambiaria e inflación menor al 5 por ciento, sin embargo no ha permitido mejorar la inversión social, especialmente en educación y salud, que se mantuvo por debajo de la mitad indicada en textos legales y del promedio latinoamericano.

La gestión macroeconómica es más significativa por haberse producido mientras el precio del petróleo golpeaba duramente al país, con un costo adicional este año sobre los 400 millones de dólares, según estimaciones del secretario Técnico de la Presidencia, Temístocles Montás.

Los ingresos del Estado crecieron sobre el 15 por ciento, pero sus gastos se incrementaron en más del doble, alrededor del 32 por ciento, especialmente durante la campaña electoral, cuando generaron un déficit fiscal cercano a los 5 mil millones de pesos.

El gobierno no tuvo suficiente recursos para combatir la pobreza que afecta a casi la mitad de la población, pero destinó más de 26 mil millones de pesos a subsidiar indiscriminadamente la energía eléctrica y el gas propano, con lo que se beneficiaron básicamente sectores de clase media y altas, incluyendo a propietarios de millonarias residencias y costosos vehículos.

Las autoridades siguieron aumentando el subsidio a una energía eléctrica ineficiente y cada vez más cara y amenazando, sin resultados, con revisar contratos bien amarrados gracias al tráfico y la corrupción que ha afectado tan profundamente la gestión nacional durante décadas.

Se hizo una reforma tributaria al final del 2005 porque en enero del 2006 arrancaba el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Centroamérica, que se aplazó para julio, y luego se dijo que sería en noviembre, o para diciembre y todavía no está seguro que pueda comenzar con el nuevo año, mientras los sectores productivos se quejan de un escenario cada vez más difícil para poder competir con éxito en un mercado internacional abierto.

Funcionarios gubernamentales se han quejado sistemáticamente de la carga presupuestaria de la deuda externa, pero siguieron elevando la interna. El déficit cuasifiscal del Banco Central pasó de 170 mil millones de pesos, casi duplicado en 2 años y manteniéndose como una seria amenaza a la estabilidad, mientras se quemaban más de 200 millones de dólares por las facilidades petroleras que otorga Venezuela y que alguna vez otros tendrán que pagar.

Falta de transparencia

El año comenzó con un “decreto-puente” para normar las compras y contrataciones del Estado y al final se aprobó una nueva ley, al igual que múltiples providencias impuestas por el tratado de libre comercio para transparentar la gestión gubernamental, pero hubo pocos avances específicos.

Varios contratos resultaron escandalosos, pero en ningún caso se inició un proceso judicial. Resaltaron los contratos enviados al Congreso y aprobados en sospechosa prisa de medianoche a fines de julio, por 128 millones de dólares para equipar la Policía y el de la isla artificial. El gobierno palió la situación prometiendo que no ejecutaría el de la isla y retirando el de los equipos policiales.

Un tercer contrato, que traspasaba funciones de Bienes Nacionales a una empresa privada, no fue sancionado por los legisladores que entonces terminaban su período constitucional. Aunque este había estado en vigencia ilegalmente desde el año anterior. Posteriormente hubo de quedar sin efecto otro contrato denunciado como leonino que autorizaba a una empresa privada a emitir la revista de los vehículos.

La falta de transparencia ha sido tan grande que las autoridades llevan dos meses investigando el fraude ejecutado por funcionarios del departamento de pensiones de la Secretaría de Finanzas, estimado en principio en más de 50 millones de pesos.

Las contrataciones grado a grado siguieron a la orden del día, incluyendo una por 450 millones de pesos para un paisaje urbano en Santiago, donde un hospital privado recibió financiamiento público por 25 millones de dólares, mientras a la Secretaría de Salud Pública, como a la de Educación, se le quitaban cientos de millones de pesos para pasarlos al monumental Metro de Santo Domingo.

Esta obra en sí misma es el mayor ejemplo de la falta de transparencia en la gestión gubernamental, tanto en lo financiero como en lo técnico. No han faltado quienes plantearan que la lentitud del gobierno en implementar las reformas en orden a la transparencia que reclama el TLC, está determinada por el deseo de concluir de grado a grado todas las contrataciones para el Metro.

Desbordamiento político

Lo que se registró en el país este año fue un verdadero desbordamiento político, determinado en gran medida por el enorme esfuerzo del partido de gobierno por conseguir el control del Congreso Nacional. Pero apenas se terminaron de contar los votos de loa comicios legislativos y municipales de mayo, los perredeistas abrieron la competencia interna para los presidenciales del 2008. Antes de que faltara año y medio para esas elecciones, los tres partidos mayoritarios se sumergieron en costosas campañas de precandidatos y pugnas degradantes.

En un país donde la poca transparencia es norma en la gestión pública y política, nadie podrá aproximarse siquiera a la inversión de este año en actividades políticas, aunque existe la convicción de que directa e indirectamente, es pagada del erario nacional más allá de las asignaciones presupuestarias con abusos de los recursos estatales. Hasta candidatos a diputados gastan en campaña decenas de millones de pesos que de una u otra forma han sido sustraídos al Estado. Y si se trata de inversión empresarial, es porque antes o después será cobrada, en contrataciones y compras sin concursos y sobrevaluadas o en facilidades impositivas.

La conformación de dos alianzas que polarizaron los comicios de este año contribuyó a un desbordamiento en que la compra de dirigentes, candidatos y militantes alcanzó niveles sin precedente, incluyendo masivos traslados de electores. El mismo día de la votación se pudo comprobar la existencia de puestos para la repartición de dinero en efectivo.

Gran parte de la política gubernamental estuvo condicionada por los objetivos electorales, incluyendo el déficit fiscal de casi 5 mil millones de pesos entre febrero y mayo. Y el propio Presidente de la República recorrió la geografía nacional en caravana oficialista recabando apoyo para concluir la “tiranía legislativa de la oposición”.

La prematura lucha por las candidaturas presidenciales ya registra una inversión multimillonaria, especialmente en el PRD, donde uno de los aspirantes parece disponer de un tesoro infinito. Ya no se trata de elecciones internas, sino de carácter nacional, con inversión publicitaria y nóminas que no resistirían la transparencia que se ha impuesto en las naciones de fortaleza institucional.

Arriba el clientelismo

Si algo quedó claramente establecido este año es que la política se ha convertido en una actividad puramente mercantil, con un alto componente clientelista que se nutre del Estado, a través del financiamiento directo y la corrupción. La convicción general es que cada vez hay menos diferencia entre los partidos, donde la lucha por llegar al poder o conservarlo no admite limitaciones éticas.

Las posiciones ideológicas y programáticas son irrelevantes, adornos para complacer las inquietudes de las minorías esclarecidas que reclaman programas durante las campañas. Pero si se llega al poder se justifica lo contrario. Es lo que hizo el Partido de la Liberación Dominicana, que durante toda su vida, y hasta su programa de gobierno, postuló la reforma constitucional mediante asamblea constituyente electa al efecto, y la no reelección. Pero al ganar por primera vez la mayoría legislativa invirtió sus planteamientos.

Como resultado de los comicios de este año, el PLD logró constituirse en la fuerza política dominante, desplazando un PRD cuyos históricos planteamientos socialdemócratas solo perviven en una minoría de dirigentes y cuadros, mientras el poder del dinero y el tráfico avasalla. Mientras el Partido Reformista Social Cristiano seguía dando traspiés en el papel de comodín que le asignaron la mayoría de sus dirigentes.

Tan pronto consiguió el control total del Estado, las ardientes luchas internas que han emergido en el PLD parecen no dejar dudas de lo brutal que se ha tornado la actividad política y de lo mucho que amenaza la institucionalidad democrática nacional.-

El reto de la ley de Seguridad Social

Por Juan Bolívar Díaz

http://hoy.com.do/image/article/77/460x390/0/E8399707-1502-4312-A015-7354A45DF38D.jpeg

A casi 5 años de promulgada la ley 87-01 que crea el Sistema Dominicano de Seguridad Social, el gobierno y el liderazgo empresarial y sindical confrontan el desafío de concertar una serie de decisiones para darle plena vigencia, no solamente en el renglón fundamental del Seguro Familiar de Salud (SFS).

La reunión cumbre propuesta por el presidente Leonel Fernández podría ser un medio para el mandatario asumir el liderazgo de esta trascendente reivindicación social y poner plazos a los sectores involucrados para que adopten las previsiones fundamentales para el cumplimiento de una ley que se concertó durante años.

El escenario institucional y más eficiente para las discusiones es el Consejo Nacional de Seguridad Social, organismo tripartito donde están representados los más diversos estamentos del sistema y porque cualquier otro implicaría una mayor pérdida de tiempo.

Ley que no se cumple

A tres meses de cumplirse 5 años de la promulgación de la ley, el 14 de mayo del 2001, que crea el Sistema Dominicano de Seguridad Social, la mayor parte de sus previsiones no han sido cumplidas, aunque el debate está centrado en el renglón contributivo del Seguro Familiar de Salud.

Donde más se ha avanzado es en el Seguro de Vejez, Discapacidad y Sobrevivencia, que es el renglón de más fácil inicio, porque sus prestaciones son de largo plazo. Iniciado en junio del 2003, se acerca ya a tres años de cotizaciones, habiendo acumulado fondos que se estiman en más de 22 mil millones de pesos.

Empero sólo se ha arrancado en el régimen contributivo, que se refiere a los empleados, sin que se hubiese dado ningún paso para los regímenes subsidiados -para desempleados e indigentes- y contributivo subsidiado, diseñado para los trabajadores informales.

También se iniciaron las contribuciones empresariales para el Seguro de Riesgos Laborales, donde ya el gobierno acumula atrasos que el sector empresarial estimó esta semana en el Almuerzo de los Medios de Comunicación Corripio en 2 mil 536 millones de pesos. Indicaron que el Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS) tiene en cuentas bancarias 1,515 millones de pesos, debido a que el servicio ha sido poco reclamado, en gran medida por desconocimiento de los empleados públicos y privados.

El régimen subsidiado del Seguro Familiar de Salud se inició limitadamente hace más de dos años en la Región Suroeste y se ha extendido a la Región Este, pero aún en esas zonas no abarca ni a la mitad de la población. Sólo 296 mil personas han sido incorporadas, según estadísticas de la Superintendencia de Salud y Riesgos Laborales, lo que equivale apenas al 6% de los 4 millones 800 mil potenciales beneficiarios.

Los 724 millones de pesos previstos en el presupuesto de gastos para el año en curso no alcanzan ni siquiera para ejecutar un Plan Básico de Salud destinado a la limitada proporción incorporada.

El Régimen Contributivo

El debate se ha centrado en las dificultades para implementar el Régimen Contributivo del Seguro Familiar de Salud que abarcaría a 3 millones 900 mil personas con empleo, 43% de la población nacional, aunque de estas se estima que el 69%, equivalente a 2 millones 710 mil personas, tienen un seguro de salud, por medio del IDSS o de instituciones privadas.

La Superintendencia de Salud estima que 3 millones 73 mil 952 personas, el 33.8% de la población dominicana, incluyendo las incluidas en el Régimen Subsidiado, tiene algún género de seguro médico.

La ejecución del Régimen Contributivo del Seguro Familiar de Salud daría un golpe de efecto positivo al sistema, habida cuenta de que es el más viable a corto plazo, ya que las empresas y el Estado y sus respectivos empleados tienen hábito de contribuir para planes de seguros médicos.

Este plan que debió entrar en vigencia hace casi tres años, ha sufrido unos ocho aplazamientos y todavía no se han ejecutado una serie de pasos previos. En enero pasado el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) señaló 15 pasos previos por cumplirse distribuidos en iguales cantidades para las materias operativa, normativa y financiera.

Sin embargo se pondría “a tiro de hit” si superan tres aspectos considerados fundamentales, que son la revisión de la sostenibilidad financiera, la actualización del IDSS, incluyendo el problema de la doble afiliación, y el establecimiento de las tarifas de los servicios profesionales.

En octubre del 2002 el Consejo Nacional de la Seguridad Social llegó a aprobar un Plan Básico de Salud que se estimó viable, pero la crisis financiera del año siguiente lo desequilibró, sin que hasta la fecha haya sido actualizado, aunque la Superintendencia de Salud ha presentado numerosos proyectos que no han satisfecho por lo menos al sector empleador.

El IDSS sigue entrampado en sus deficiencias históricas, que incluyen déficits y excesiva burocratización, sin que se hayan apreciado suficientes esfuerzos para adecuarlo al nuevo sistema. El sector empresarial dijo esta semana que hace seis meses se llegó a firmar un acuerdo para resolver el problema de la doble afiliación, pero luego el sector sindical pidió su reconsideración y hasta la fecha nada se ha movido.

El CONEP estima que los afiliados al IDSS son 701 mil y la Superintendencia de Salud calcula 618 mil. Según los empresarios al quitarle al seguro estatal las dobles afiliaciones, poco menos de 200 mil, le quedarían 500 mil clientes, que al sumársele cónyuges e hijos pasarían del millón, lo que en vez de reducir, aumentaría el universo del IDSS.

Tanto el sector sindical como el profesional, básicamente el Colegio Médico, reclaman que la doble afiliación, eliminada expresamente en el artículo 141 de la ley 87-01, se mantenga cinco años a partir de la entrada en vigencia del Régimen Contributivo. La ley da cinco años pero a partir de dos meses antes de su vigencia, que la Suprema Corte de Justicia estableció en mayo del 2001, por lo que el plazo se vence dentro de tres meses. La misma ley daba un plazo, ya vencido, de dos años para que los seguros médicos privados mantuvieran los empleados públicos acogidos a sus servicios.

El tercer aspecto fundamental, el de las tarifas de servicios, tropieza con resistencias de los sectores profesionales y de las clínicas privadas.

Escenario de consenso

Más que sustituir el escenario de negociación, lo que haría falta es que alguien con suficiente liderazgo presionara a los sectores sobre los que descansa la seguridad social para que transen diferencias y hagan cumplir la ley.

Lo ideal sería que el mismo presidente Leonel Fernández reivindicara la trascendencia de la ley 87-01 y la asumiera como prioridad de gobierno, convirtiéndose él mismo en su impulsor ante el Consejo Nacional de la Seguridad Social. También podría asumirla a través del vicepresidente Rafael Alburquerque, a quien ya el año pasado encargó darle seguimiento, o en última instancia encargando al Secretario de Trabajo, José Ramón Fadul, quien es presidente ex oficio del Consejo.

Tal vez por la magnitud de recursos que reclama la plena vigencia de la ley, esta no ha lucido como prioridad del actual gobierno, como tampoco lo fue del anterior a pesar de las ponderaciones que acompañaron su promulgación.

El mes pasado el presidente Fernández anunció su propósito de convocar una reunión cumbre para impulsar el sistema de seguridad social. Surgida la mediación de monseñor Agripino Núñez Collado, se consideró que la cumbre tendría por marco el Consejo Económico, Social e Institucional o el Diálogo Nacional. Empero sectores empresariales y organizaciones sociales han planteado que debe emplearse el mecanismo institucional, es decir el Consejo Nacional de Seguridad Social, donde están representados los sectores que tienen que transar.

El Consejo Económico, Social e Institucional está integrado sólo por organizaciones sociales. El Diálogo Nacional es más amplio, pero incluye muchas instituciones que incluso desconocen la ley, lo que implicaría pérdida de tiempo.

En última instancia, si el gobierno quiere que sea Monseñor Núñez Collado quien asuma el liderazgo o la promoción del consenso, éste podría actuar como “facilitador” o mediador en el mismo Consejo de Seguridad Social.

Tal vez en el organismo haga falta alguien que obligue a transar, que ponga urgencia y sacuda la rutina de las reuniones. Es inconcebible, por ejemplo, que casi a 5 años de promulgada la ley se siga debatiendo el problema de la doble afiliación. Sería más razonable que colegio médico y sindicatos pidieran un año de gracia a favor del IDSS, pero no que sigan tratando de ignorar la ley.

En vez de aferrarse en ese aspecto a un cumplimiento a rajatabla de la ley, a lo mejor los empresarios tendrían que admitir que es preferible un aplazamiento limitado a un desconocimiento perpetuado. Parece que es necesario que alguien obligue a buscar soluciones.

En cualquier caso, ha quedado demostrado que la ley 87-01 es compleja y que los intereses en juego son múltiples. Hasta en sociedades de más fuerte institucionalidad, como Estados Unidos, se ha evidenciado que no es fácil modificar el sistema de seguridad social, y ni siquiera los planes de salud. Cuando Bill Clinton llegó al poder en 1993 pregonando un compromiso al respecto, encargó esa reforma a su esposa Hillary y algún tiempo después hubo de relevarla, ante la realidad de que se encaminaba al fracaso.-

El 2002 deja mal parado al gobierno y su partido

Por Juan Bolívar Díaz

Tras su resonante victoria electoral en mayo, la segunda mitad del año marcó un considerable deterioro económico y político

             El año que concluye marcó un deterioro de la imagen del gobierno del presidente Hipólito Mejía, sacudido por la crisis de la economía internacional, problemas energéticos, escándalos de corrupción y por dispersión e incoherencia en su propio seno y en relación a su Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

            El apabullante triunfo del partido de gobierno en los comicios congresionales y municipales de mayo pareció desvanecerse rápidamente en una segunda mitad del año que fue de conflictos políticos y deterioro económico, con la mayor devaluación de la última década que ha iniciado un proceso inflacionario, poniendo en peligro la estabilidad macroeconómica de los últimos años.

            Una limitadísima reforma constitucional y la elección unilateral de los jueces electorales por parte del Congreso Nacional crearon un infructífero ambiente de confrontación política que rebasó el límite de los partidos e involucró a las instituciones más activas de la sociedad civil.

Dos mitades desiguales        

            Dividido el año por la mitad, el balance es muy desigual para el gobierno perredeísta. En la primera todavía no hizo impacto local la crisis que sacude a la economía internacional y que ha puesto a las naciones latinoamericanas a nivel de la “década pérdida” de los ochenta, con un decrecimiento económico, aumento del desempleo y la pobreza y graves sacudimientos en la mayoría.

            Altos niveles de inversión, fruto de endeudamiento externo e interno, particularmente de los bonos soberanos colocados el año anterior, permitieron al gobierno concluir cientos de obras en todo el país, en lo que pareció una justa política de descentralización, registrándose entre enero y junio un crecimiento del 6 por ciento en el producto bruto interno, con una inflación de 3 por ciento.

            En el primer mes del año el gobierno estrenó nuevo jefe de la Policía Nacional, y con el general Jaime Marte Martínez se registraron varios meses de reducción de la delincuencia y de las ejecuciones extrajudiciales que en forma de “intercambios de disparos” habían mantenido el país como fuerte violador de derechos humanos en los informes de los organismos internacionales.

            Con una campaña electoral relativamente pacífica y sin mayores usos visibles de los recursos estatales, el partido de gobierno cosechó un resultado apabullante al triunfar en 29 de las 32 provincias, y en más del 90 por ciento de los municipios, aunque no alcanzó el control de la Cámara de Diputados.

            Las irregularidades electorales registradas en Santiago, dentro de un resultado muy estrecho, dejaron sombras sobre los comicios, pero objetivamente pudieron inscribirse entre los más libres en la historia de la nación y de la región latinoamericana.           

            Al comenzar el año el presidente Mejía se la lució cuando apeló a la Suprema Corte de Justicia para que dictaminara sobre la constitucionalidad de la ley que había convocado la una Asamblea Revisora de la Constitución, como forma de contener el protagonismo de sus propios legisladores. La Corte anuló la ley y el inicio de la campaña electoral contuvo a los nuevos constitucionalistas.

            El primer mandatario viajó plácidamente a Belice, Ecuador, México, Costa Rica, Italia, España y Marruecos, mientras su partido se reafirmaba como la mayor fuerza política nacional, repitiendo los éxitos de las dos eleccionales nacionales anteriores. Los viajes del mandatario segirían en la seguntad mitad del año, incluyendo a varias ciudades de Estados Unidos, Canadá, Japón y Taiwán, en lo que ya se estima una frecuencia exagerada.

Con la partida de Balaguer    

La mala fortuna del gobierno comenzó justamente al iniciarse el segundo semestre, con la enfermedad y muerte (el 14 de Julio) del expresidente Joaquín Balaguer, quien se había constituído en el gran aliado del presidente Mejía.

El final del inmenso caudillo inició un proceso de renovación del liderazgo en su partido, que ha transcurrido sin mayores sobresaltos, pero se reflejó negativamente para los intereses políticos del gobierno, al menos en el Congreso Nacional.

Baste recordar que uno de sus últimos actos fue facilitar la restauración de la reelección presidencial y disponer que sus legisladores aprobaran la reducción del porcentaje para ganar la presidencia en primera vuelta. Esto último quedó anulado por el interés partidario, tan pronto murió el caudillo

En julio fue la reforma constitucional, convertida en un “parto de los montes”, luego de 19 meses de incertidumbres y amenazas, que llegaron a incluir la eliminación de la inamovilidad de los jueces y hasta la prolongación del período de los legisladores.

En agosto se registró el secuestro del empresario santiagués Fernando Capellán Díaz, lo que inició un ciclo que afectaría posteriormente a las familias Najri, Dumé y Polanco, sembrando inseguridad y sensación de desbordamiento de la delincuencia.

Los meses del verano marcaron un agudo deterioro del servicio energético y en septiembre fue el discurso presidencial que anunció la eliminación del subsidio a la electricidad y el aumento de la tarifa energética, en promedio alrededor del 40 por ciento, que activaría la inflación y llevaría al máximo el disgusto de la población, sin que se materializara la promesa de que desaparecerían los apagones.

Fue justamente a partir de agosto que se incrementó el deterioro del valor del peso, llevándolo en menos de 90 días de 18 a 24 por dólar, hasta que en la segunda semana de diciembre se logró un retroceso al 21 por dólar, que todavía está por verse si resulta ratificado.

Confrontación política

La confrontación política, la exclusión y la aplanadora grupal, incluso dentro del partido de gobierno, caracterizó el proceso de reforma constitucional, acelerado tan pronto pasaron los comicios de mayo.

Fue montado sobre el desconocimiento del pacto para la reforma constitucional que habían firmado en septiembre del 2001 los tres partidos mayoritarios y el presidente Hipólito Mejía, e incluyó presiones y abusos políticos, incluyendo la “conquista” de diez legisladores del opositor Partido de la Liberación Dominicana.

La matrícula de 34 diputados perredeístas que habían rechazado la restauración constitucional de la reelección presidencial se vio reducida a una decena, en medio de denuncias, en el propio partido de gobierno, de compras de conciencia y chantajes.

La reforma constitucional quedó en un fiasco, al haber sido limitada a eliminar los colegios electorales cerrados (algo que “se caía de la mata”) y a restablecer la reelección presidencial, pese a que el primer mandatario y líder de sus propulsores juraba y rejuraba que de ninguna forma se repostularía.

Al final, hasta los que dedicaron enormes recursos a promvoer la reelección han tenido que retroceder, dejaron herida la unidad del PRD, renegaron de los principios partidarios y se enfrentaron a las organizaciones más activas de la sociedad civil. Una confrontación inútil.

El otro escenario de enfrentamiento político fue montado para la elección de la Junta Electoral, en septiembre, cuando la aplanadora senatorial del PPH-PRD insistió en desconocer los reclamos de los partidos de oposición y la sociedad civil por una integración plural del organismo. Hasta el senador perredeísta Ramón Alburquerque admitiría que llevaron al tribunal dos funcionarios del gobierno.

En medio del desconcierto y las incertidumbres el presidente Mejía hubo de convocar un diálogo político en octubre, que semanas después originó un nuevo pacto para ampliar el número de jueces y dividir las funciones de la Junta Central Electoral, sin que se lograra poner fin a los arrebatos senatoriales. Ni siquiera en medio de la corrida cambiaria y cuando se buscaba consenso para otra emisión de bonos soberanos.

Escándalos de corrupción

Ya cuando comenzó el año la percepción de la opinión pública, y la reflejaron las encuestas, era de que la corrupción estaba en crecimiento. El 21 de enero lo denunció el obispo de Higuey, Monseñor Ramón de la Rosa, en presencia del presidente Mejía.

Numerosos funcionarios de nivel medio del gobierno quedaron embarrados en denuncias de corrupción a lo largo del año. Aunque el mayor escándalo fue el protagonizado por el jefe de la avanza de seguridad del presidente, el coronel Pepe Goico Guerrero. También el involucramiento de funcionarios gubernamentales, sin identificar, por un piloto detenido en Miami con un cargamento de drogas.

El cónsul y luego diputado Radhamés García quedó preso en junio, agarrado in fraganti con un tráfico de chinos desde Haití. El vicecónsul Freddy peña Méndez fue arrestado con un cargamento de 43 kilos de cocaína. Sin que faltaran funcionarios involucrados en asesinatos con características de ajustes de cuentas, en robos de cheques gubernamentales y otros delitos.

Otro gran escándalo lo constituyó la denuncia del sicario Carlos Everst involucrando a oficiales de la Policía en el asesinato del senador Darío Gómez. El manejo del caso dejó muchas incógnitas en la opinión pública.

Opacadas las realizaciones

Con el presidente Mejía en innumerables polémicas y boches, con un Senado beligerante y excluyente, con retrocesos en la estabildiad macroeconómica, aumento de la corrupción y de la inseguridad, el panorama el balance del año es poco halagueño para el gobierno y para la sociedad dominicana.

Opacadas han quedado muchas realizaciones, incluyendo una mejoría en las políticas sociales, el inicio de la reforma de la seguridad social, la aprobación del código monetario y financiero tras diez años en el Congreso, y la promulgación de la nueva ley sobre lavado de dinero.

El mismo pacto por la Estabilidad y el Desarrollo Económico, recién firmado con el empresariado, clara muestra de concertación gubernamental, queda como una promesa, a la luz de las dificultades para cumplir el acuerdo para superar el enfrentamiento por los jueces electorales.

La imagen de pugnacidad y arrogancia que proyectan líderes y legisladores del partido de gobierno, en especial del PPH, la confrontación infructífera y la política de exclusión han impedido que la opinión pública evalúe con justicia el peso de los factores exógenos en los problemas de la economía nacional.

Ya las encuestas de agosto-septiembre proyectaban el deterioro de la imagen del gobierno. Las próximas podrían ser devastadoras, como parece haber sido para el gobierno del PRD este año 2002 que dice adios.-

El balance del 2001

Por Juan Bolívar Díaz

            La realización de importantes reformas sociales y tributarias durante mucho tiempo postergadas, especialmente la de seguridad social, y el mantenimiento de un relativo crecimiento con estabilidad macroeconómica son los mayores éxitos que puede anotarse el país en el año 2001.

            La persistencia de un clima de incertidumbre constitucional, de prácticas que favorecen la corrupción como la contratación y las compras de grado a grado, de las dificultades para redistribuir el ingreso y combatir la pobreza y el aumento de la delincuencia y las muertes a manos de agentes policiales, conforman el balance negativo.

              El marco internacional no pudo ser más frustratorio en este año en que el terrorismo y la guerra se impusieron sobre los anhelos de paz, y el precio del petróleo y la desaceleración, cuando no la recesión económica, gravitaron negativamente sobre la economía nacional, como en la generalidad de las naciones en vías de desarrollo.         

Adelantan las reformas

            El año comenzó con el paquete de reformas tributarias aprobadas en diciembre del 2000 que redujeron los aranceles a un máximo del 20 por ciento, compensado en la elevación de los impuestos selectivos al consumo, el alza del impuesto a la transferencia de bienes industriales y servicios (ITEBIS) y el adelanto del 1.5 por ciento de las ventas netas como impuesto sobre la renta.

            Como quedaría patente meses más tarde, cuando entró en vigencia un nuevo sistema internacional de valoración aduanal, el país tenía años de retraso en la reducción arancelaria y todavía tendrá proseguirla para ponerse a tono con la globalización económica y los compromisos suscritos.

            Otras reformas aprobadas por el Congreso Nacional fueron las relativas al sistema nacional de salud y a la seguridad social, lográndose un consenso después de una década de discusiones sobre el particular.

            Los beneficios del nuevo sistema nacional de seguridad social, que garantiza cobertura médica al universo de la población y da inicio a un régimen de pensiones que combina la contribución individual con la solidaridad social, tardarán años en verse, si es que la sociedad dominicana es capaz de organizarlo debidamente. Pero este año se sembraron los cimientos.

            También se aprobó en este 2001 otra ley de larga discusión, la que trata de organizar la producción, transmisión y venta de electricidad, llamada a dar un impulso determinante a la lucha contra el flagelo nacional de los apagones, que tanto ha limitado el desarrollo nacional de las últimas décadas, penalizando a las micro, pequeñas y medianas empresas y restando competitividad a los sectores productivos.

            La ley que crea el Defensor del Pueblo pudo ser otro renglón positivo de este año, pero los afanes de los partidos políticos por acapararlo todo obstruyeron su ruta y restaron brillo a un año que pudo haber sido bien exitoso para el Poder Legislativo.

            La institución de las circunscripciones electorales con voto preferencial para la elección de los diputados es otro paso de avance institucional en este año, llamado a repercutir en un mejoramiento de la representación legislativa.

Incertidumbre constitucional

            El éxito legislativo quedó ensombrecido por el alto grado de incertidumbre derivado de los desorbitados esfuerzos de senadores y diputados por reformar la constitución a espaldas de la sociedad, pretendiendo autoprolongarse el mandato, bajo pretexto de unir las elecciones congresionales y municipales a celebrarse en mayo próximo con las presidenciales del 2004.

               A esos afanes se opusieron instituciones de la sociedad civil, lo que generó un largo enfrentamiento entre estas y legisladores, los cuales llegaron a proclamarse absolutamente independientes de los partidos y de la ciudadanía, negando la participación de los sectores organizados de la sociedad no partidista.

            Contradictoriamente, la rebelión legislativa abrió espacio para la concertación entre sectores de la sociedad civil, el liderazgo de los partidos y el Poder Ejecutivo. Fruto de ello fue la creación, en marzo, mediante decreto presidencial, de la Comisión Especial para recomendar la forma y el contenido de una reforma constitucional.

            Poco después del informe de esta comisión, se produjo una relampagueante negociación que culminó a fines de septiembre en la firma del Pacto para la Reforma Constitucional, una transacción que abre las puertas a la institución de la asamblea constituyente por elección popular, a cambio de que el actual Congreso haga otras tres reformas para eliminar los colegios electorales cerrados, reducir el porcentaje para ganar la presidencia en primera vuelta y formalizar los diputados ante el Parlamento Centroamericano.

            Aunque han persistido los esfuerzos legislativos por desconocer el pacto suscrito por los líderes de los tres partidos mayoritarios y el Presidente de la República, con el agregado para restablecer la reelección presidencial, la concertación de los políticos y la sociedad civil logró contener en gran medida los desbordamientos constitucionales.

Relativo crecimiento

            Aunque menor que los años anteriores, el que el país concluya el año con un crecimiento del producto bruto interno del 3 por ciento no deja de ser un éxito, significativo por cuanto duplica el crecimiento que registran los países desarrollados en un período de desaceleración y recesión económica.

            Esa tasa supera el crecimiento poblacional del país y es más significativa para una nación importadora total de petróleo cuando el precio del combustible se mantuvo en la mayor parte del período por encima de los 25 dólares el barril.

            El crecimiento pudo haber sido mayor sin los estallidos terroristas del 11 de septiembre y la guerra que les han seguido, con repercusiones significativas sobre el turismo, que ha disminuido en el país por primera vez desde el gran despegue de los años ochenta.

            Desde luego hay que considerar que esa tasa de crecimiento fue posible por la emisión de los bonos soberanos que aumentaron el endeudamiento externo en 500 millones de dólares, y por un acelerado endeudamiento de corto plazo, aunque los beneficios de éste apenas ha comenzado a recibirse.

            Pese a las reformas tributarias que generaron parálisis en la primera mitad del año, las autoridades monetarias han mantenido controles sobre el gasto fiscal, aunque con exceso de gasto corriente, logrando concluir el año con inflación por debajo del 5 por ciento, y con estabilidad cambiaria.

            El gobierno logró incrementar los ingresos fiscales en un 21 por ciento, pero fracasó en implementar una política efectiva de combate a la pobreza. El pregonado paquete social ofertado por el presidente Hipólito Mejía para compensar el incremento impositivo, no ha podido materializarse, mientras el gobierno elevaba desproporcionadamente el gasto corriente.

            La elevación del empleo en el Estado es el camino escogido para compensar, restringiéndolo a los partidarios políticos, especialmente a los que se fajaron en la campaña. La desproporción fue tan grande que hasta en las fuerzas armadas los efectivos se incrementaron en unos 7 mil miembros, hasta llegar a la astronómica cifra de 40 mil.

Poca transparencia

            El desafío nacional de combatir y reducir la corrupción, previniéndola y sancionándola, quedó corto una vez más y el gobierno perdió moral para sustentar los procesos abiertos contra autoridades del gobierno anterior.

            La falta de transparencia en el endeudamiento externo con empresas de fachada, con suministros amarrados, la falta de concursos para la asignación de obras y para las compras estatales, siguieron configurando un marco propicio a la corrupción administrativa.

            A comienzos del año el gobierno enfrentó denuncias de tráfico en Bienes Nacionales, lo que llevó a la cárcel a cuatro funcionarios, lo que no deja de ser un precedente, pero luego ha sido muy lento en responder a denuncias de corrupción tan concretas como las que se formularon sobre el subsidio al gas propano.

            El departamento anticorrupción de la Procuraduría General de la República ensayó algunos esfuerzos preventivos, pero ni desde el poder Ejecutivo ni en el Legislativo se sintió empeño alguno por concretar el paquete de proyectos de leyes radicados en el Congreso para mejorar los mecanismos de combate al abuso de los bienes públicos.

            Los proyectos pendientes persiguen la autonomía de la Contraloría General de la República, instituir una fiscalía anticorrupción, hacer más efectiva la ley sobre declaración de bienes de los funcionarios y establecer nuevas y más efectivas normas para las compras y contratas del Estado.

            Si bien se adelantó en el proceso por la malversación de fondos por más de mil 400 millones de pesos en el llamado Programa de Empleos Mínimos Eventuales (PEME) del pasado gobierno, la justicia sigue siendo excesivamente lenta en esta y otras materias. Mientras las autoridades investigativas fallaron o no tuvieron éxito en el esclarecimiento de otros expedientes.

            En resumen, el año no ha sido fructífero en la respuesta al desafío de la corrupción que afecta el cuerpo social dominicano.

            Finalmente, el período registra un incremento en la tasa de delincuencia, cuyas causas debe buscarse en la falta de mecanismos efectivos de prevención, en una deficiente policía que al parecer sólo sabe responder a balazos, en la masificación de la pobreza, y en el efecto demostración que tiene por un lado la concentración de la riqueza y por otro la impunidad de la corrupción.

            La respuesta policial de más de 200 muertos, muchos de ellos realmente ejecutados, entre los que había delincuentes reales y supuestos, así como algunos inocentes, siguió siendo un gran desafío a la conciencia nacional y mantiene el país en el mapa de las denuncias de graves violaciones a los derechos humanos.-

 

Desafío del Congreso al Pacto Constitucional

Por Juan Bolívar Díaz

            Si el Congreso Nacional termina rechazando el Pacto para la Reforma Constitucional suscrito y defendido por los partidos mayoritarios y el presidente Hipólito Mejía le propinará un golpe sin precedente al liderazgo político nacional, con repercusiones en el sistema partidista y en el proceso democrático nacional.

            Peor aún si la mayoría perredeísta, renegando de uno de los principios básicos de su partido, restablece la reelección presidencial, a pesar de las veces que el primer mandatario ha dicho que está en contra, llegando al grado de abogar por la prohibición de la repostulación de por vida, como en la Constitución de 1963.

            Los legisladores y funcionarios perredeístas que abogan por la reelección ponen en entredicho la palabra del agrónomo Mejía, a quien algunos advierten en un doble juego al mejor estilo balaguerista, porque nadie va a creer en la inocencia de tal traición al compromiso programático de 6 décadas.

Tropiezos del pacto

            El pacto para la reforma constitucional suscrito hace dos meses por los máximos dirigentes de los partidos Revolucionario Dominicano, Reformista Social Cristiano y de la Liberación Dominicana, fue cocido con aceleración. Como si se le acabara el tiempo, el gobierno lució acelerado en entregar al Congreso el proyecto de Constitución elaborado por la comisión Especial creada por decreto.

El no haber comprometido al Congreso, en la persona de los presidentes de ambas cámaras legislativas, como sugirió el movimiento Participación Ciudadana por consideraciones institucionales, se convertiría en una nueva piedra de contradicción, cuando eso era lo que más sobraba en el ambiente político.

Para agravar el desafortunado lanzamiento del pacto, el Consultor Jurídico entregó al Congreso el paquete de la Comisión Especial sin incluir el proyecto de ley correspondiente a los cuatro puntos de transacción incluidos en el acuerdo, para reducir el porcentaje para la elección presidencial en primera vuelta, eliminar los colegios electorales cerrados, instituir la elección de los diputados al Parlamento Centroamericano (designados por decreto) y consagrar la Asamblea constituyente por elección popular.

            Tuvieron la Comisión de Seguimiento del Pacto y dirigentes de oposición que reclamar para que se cumpliera el elemental trámite, una semana más tarde, cuando ya los legisladores perredeistas habían iniciado un fuego que no ha cesado dos meses después.

            La rebelión de la mayoría de los senadores del PRD no se ha amortiguado ni ha tenido consideración del hecho de que el acuerdo fuera un compromiso de los tres partidos mayoritarios y del Presidente de la República, ni de que haya tenido el apoyo de gran parte de las instituciones sociales y de la opinión pública.

            Esa actitud no tiene precedente. Los contestatarios reclaman una autonomía en materia constitucional que nunca han tenido ni siquiera para reformas de menor trascendencia, donde predominó el consenso entre los sectores políticos y sociales. Por ejemplo, en el código laboral, la seguridad social, las leyes generales de educación y salud y las reformas tributarias.

            Las reformas fiscales aprobadas a principio de año fueron elaboradas sólo por el Poder Ejecutivo, sin previa consulta con el Legislativo ni con los partidos de oposición, y fueron aprobadas aun cuando el PLD le formuló severas objeciones. Los perredeístas no pretendieron desafiar al Ejecutivo.

            De hecho, el Congreso Nacional todavía no ha rechazado ni un solo proyecto de ley del Ejecutivo, como tampoco ninguno de los numerosos contratos de préstamos, aunque muchos no han tenido el consenso reunido por el pacto para la reforma constitucional.

Hasta lo absurdo

            La rebelión de los senadores perredeístas ha sido tan rabiosa que no solo desafía lo pactado por su propia dirección política y el Presidente de la República, sino que ha pretendido el absurdo de consagrar una reelección presidencial que el incumbente del Ejecutivo insiste en rechazar.

            El martes 13 de noviembre corrió el rumor de que el Senado aprobaría un proyecto de ley de reforma constitucional distinto al pactado, incluyendo el restablecimiento de la reelección presidencial. La cosa fue tan fuerte que enterado el presidente Mejía se presentó sin previo aviso al mismo Senado para reiterar su respaldo al pacto y su rechazo a la reelección presidencial.

            El país se enfrentaba a uno de los más grandes absurdos en la larga historia nacional y latinoamericana del continuismo en el poder. Decenas de reformas constitucionales se han hecho en estas naciones para restablecer la reelección, prohibida aquí y allá tantas veces para buscar el fortalecimiento democrático. Pero siempre se hizo instigada o auspiciada por el mandatario de turno.

            La situación es tan absurda que muchos han dudado de la sinceridad de la palabra de Hipólito Mejía. Algunos incluso después de su iniciativa del martes pasado, bien celebrada por la mayoría de la opinión pública. No han faltado quienes consideren que los perredeístas podrían estar empeñados en abrirle la reelección a otro partido. El PLD debe estar lamentando que no tuvieran tanta voluntad reeleccionista en el pasado período gubernamental.

            La situación se agrava aún más por el hecho de que algunos dirigentes y senadores perredeistas han considerado públicamente que “es inevitable” el restablecimiento de la reelección presidencial. Y porque algunos funcionarios, como Hernani Salazar, director de una de las oficinas constructoras del gobierno, han aparecido últimamente empeñados en “resolver los problemas” de algunos legisladores, incluso de oposición.

            Salazar, como el secretario de Agricultura Eligio Jáquez y el presidente del Senado Andrés Bautista, que han abogado públicamente por la reelección, son considerados entre los “hombres básicos del presidente Mejía”. Al menos fueron fundamentales en su carrera hacia el poder y son sus subordinados políticos, y como funcionarios los dos primeros.

Sólo Hipólito lo salva

Después de la presentación del primer mandatario en la reunión privada que celebraban los senadores antes de su sesión del martes, ha de esperarse que por lo menos abandonen el proyecto reeleccionista. Y ni hablar del sueño imposible de la autoprolongación del período, que según denunciara esta semana Monseñor Agripino Núñez Collado, en visita al mismo congreso, todavía está en el ánimo de algunos “termocefálicos”.

En cuanto al Pacto para la Reforma Constitucional, los indicadores son de que sólo una actitud aún más firme de Hipólito Mejía podría salvarlo. Tendría que reclamar su aprobación a nombre de la gobernabilidad, del respeto al consenso y a la palabra empeñada. Si no quiere recordar los programas de gobierno y las declaraciones de principio del PRD y los planteamientos de sus dos grandes líderes.

Es obvio que también hay legisladores de los partidos de oposición envueltos en el desafío al pacto del liderazgo político. Pero son los perredeístas los que dirigen la rebelión, además de que en el Senado son el 80 por ciento y la mitad de los diputados. Ellos serán los responsables de la reforma constitucional que salga.

También podría resultar que se apruebe una ley de reforma en el Senado y quede empantanada en la Cámara de Diputados, dado que la legislatura está en la etapa final. O que incluso convocada la Asamblea Revisora no se reúnan los dos tercios necesarios para modificar la constitución. Quedarían frustrados los esfuerzos perredeístas por revocar la mayoría de votos para la elección presidencial que la alianza PRSC-PLD le impuso en 1994 para cerrarle el paso a José Francisco Peña Gómez. –

Larga historia de antireeleccionismo

            El PRD nació en La Habana, Cuba, en 1939, y desde entonces sostuvo el antireeleccionismo como fundamento programático y de principio. Fue una herencia de la revolución mexicana de la segunda década del siglo veinte, que proclamó el precepto de “sufragio efectivo, no reelección”, combatiendo el continuismo del general Porfirio Díaz.

            Los fundadores del PRD tenían una razón propia para ser antireeleccionistas. Ellos se organizaron para combatir la tiranía de Trujillo, que para entonces todavía no había agotado ni su primer tercio.

            En todos los programas de gobierno perredeista ha figurado el principio de la no reelección. Y cuando ese partido llegó por primera vez al poder, en 1963, fue precisamente una asamblea constituyente electa al efecto y dominada por ellos la que proclamó la constitución más avanzada de la historia nacional. Fue radical contra la reelección, prohibiéndola por siempre, no solo al presidente sino también al vicepresidente.

            Por la vigencia de esa constitución se proclamó la insurrección popular de 1965, llamada “revolución constitucionalista”, que originó una guerra civil y la intervención militar norteamericana para impedir la restauración del régimen legítimo.

            De regreso al gobierno en 1978, el PRD se encontró con la constitución balaguerista de 1966 que permitía la continuidad en el poder. Pero el principio antireeleccionista se mantuvo y ni Antonio Guzmán ni Salvador Jorge Blanco pudieron ser repostulados, aunque los partidarios del primero hicieron esfuerzos.

            Fue el liderazgo de José Francisco Peña Gómez y su apego a los principios originarios del partido blanco lo que impidió la repostulación de sus compañeros de partido. De manera que el desaparecido dirigente político impuso la coherencia y demostró que los principios no son cuestión de oportunidad, cosa que están olvidando rápidamente muchos de quienes se dicen sus “fieles seguidores”.

            Fue también Peña Gómez quien más teorizó sobre la asamblea constituyente por elección popular y con amplia participación social. Entre otras cosas para hacer más difícil el proceso de revisión de la carta magna y evitar que las mayorías coyunturales la acomoden a intereses oportunistas.-

Ejecuciones y tribunales policiales

Por Juan Bolívar Díaz

            La alarmante política de ejecuciones de delincuentes y supuestos delincuentes, que en los últimos tres años ronda la cifra de 500, y la supervivencia de los privilegiados tribunales de justicia policial que ampara su impunidad son claras expresiones de las debilidades institucionales que perviven en la sociedad dominicana, pese a los avances de los últimos años.

            Preocupadas por esa política extra-judicial, denunciada repetidas veces por los organismos nacionales e internacionales de derechos humanos, 6 instituciones sociales elevaron una instancia ante la Suprema Corte de Justicia hace más de un año solicitando que se declare la inconstitucionalidad de los tribunales policiales

            La dilación en dictaminar sobre la instancia no tiene justificación y parece mostrar una preocupante debilidad del máximo tribunal judicial dominicano que de persistir podría conducir el caso hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos con la cual está comprometido el Estado dominicano.

Cifras alarmantes

            Para los organismos dominicanos especializados en la defensa de los derechos humanos las muertes de civiles, reales y pretendidos delincuentes, a manos de agentes policiales han alcanzado cifras realmente alarmantes en los últimos años, aunque se reconoce que es una vieja política policial y militar amparada por la mayoría de los gobiernos que ha tenido la nación.

            Las cifras han sido recogidas en los medios de comunicación, especialmente en los periódicos Hoy, El Siglo y el Diario Libre. El movimiento Participación Ciudadana las recogió esta semana en un comunicado. En 1996 se contaron 85 víctimas de los llamados “intercambios de disparos entre delincuentes y agentes policiales”. Se redujeron a 50 al año siguiente, pero en 1978 ascendieron a 75 para elevarse a 200 y 171 en los dos años siguientes.

            Las proyecciones indican que en este año el récord podría ser superado, ya que en los primeros seis meses se contaron 110 muertes a manos de los agentes encargados de velar por el orden público y la seguridad ciudadana. El total en los últimos tres años supera el medio millar.

            Como es obvio, en parte de esos casos se ha tratado de reales intercambios de disparos entre delincuentes y agentes policiales. La Policía Nacional dice que 50 de sus agentes han muerto violentamente en los últimos dos años, sin precisar cuántos han sido víctimas de riñas que nada tienen que ver con el cumplimiento del deber.

            La ejecución de un sacerdote y de un pequeño empresario, declarados en principio como delincuentes y de 4 hombres que previamente habían sido grabados en un vídeo vivos y amarrados, han sacudido la opinión pública. En innumerables casos los testimonios de testigos dan cuenta de reales ejecuciones, a menudo de pequeños delincuentes, como el caso del joven de Villa Francisca que escandalizó el último día de septiembre.

Las crónicas de los periódicos no han dejado lugar a duda, hasta el punto que la esposa de don Juan Bosch, doña Carmen Quidiello, abandonó el lecho de enfermo del ex-Presidente de la República para ir a expresar su solidaridad con la madre del muchacho de 18 años, ejecutado por un cabo policial llamado Tyson, en alusión a un famoso boxeador norteamericano.

            Por supuesto que a la Policía Nacional no sólo se le acusa de asesinatos, sino también de torturas en diversos grados, de redadas masivas que afectan a cientos de ciudadanos, de extorsiones contra madres e hijos a los cuales se secuestra ilegalmente para reclamar la entrega de perseguidos y de delitos peores como violaciones de mujeres y de menores en las cárceles.

Cultura del abuso

            Aunque los abusos y excesos policiales se han incrementado en las tres últimas jefaturas policiales, especialmente en la actual, la práctica viene de lejos y está fundada en una cultura que reduce los derechos ciudadanos frente a los uniformados, civiles o militares.

            Se arraigó durante la tiranía de Trujillo, que impuso la política de “orden y paz” por encima de toda norma jurídica y derecho humano. Se dividió la población entre civiles y policías-militares, como forma de controlar todo género de desafío al autoritarismo que pautó la vida nacional durante tres décadas.

            Esa cultura ha permeado las diversas capas sociales dominicanas, arraigando en los que tienen más que perder, pero también en los sectores populares que suelen demandar la muerte de los delincuentes, hasta que llega a su propio vecindario. Entonces la protestan hasta con violencia.

            Pero no deja de ser relevante que las mayores tasas de muertes a manos de agentes policiales se han producido en los últimos dos gobiernos, los de los partidos más democráticos y más comprometidos con los derechos ciudadanos y el orden institucional que han alcanzado el poder en el país.

            Esa cultura del abuso parece tan sólida que ha desafiado las continuas denuncias de las instituciones nacionales que defienden los derechos ciudadanos, y de todos los organismos internacionales de derechos humanos que conocemos, como los de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, Amnistía Internacional, American Watchman y el departamento de Estado norteamericano.

            Si bien tiene un amplio rechazo en la opinión nacional e internacional, también cuenta con ardientes defensores en los medios de comunicación, en el empresariado y hasta en las iglesias. En la actualidad no parece contar con el visto bueno de la jerarquía militar ni de los Estados Unidos, dos de los cuatro clásicos “poderes fácticos” de que hablan los sociólogos.

Expectativa fallida

            Esta semana se llegó a anunciar que la Suprema Corte de Justicia dictaminaría sobre el recurso de inconstitucionalidad de los tribunales policiales, que amparan los abusos policiales de todo género.

            Pero la expectativa resultó fallida. El máximo tribunal sólo se pronunció sobre otra instancia, la que procuraba la inconstitucionalidad del cobro adelantado del 1.5 por ciento de las ventas netas, que resultó validado.

            Quedó pendiente el dictamen sobre los tribunales policiales, incoado en septiembre del 2000 por las entidades sociales Alfalit Dominicana, Centro de Estudios Padre Juan Montalvo (de los sacerdotes jesuitas), Comité Dominicano de los Derechos Humanos, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Fundación Institucionalidad y Justicia y Participación Ciudadana.

            Llama la atención que la Suprema Corte dejara pendiente una instancia en su poder hace 13 meses y se pronunciara, en cambio, sobre otra que sólo tenía la mitad de ese tiempo, en medio de versiones de que está esperando una oportunidad “propicia” para hacerlo.

            Hay quienes creen que el caso debería ser llevado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de donde podría ser declinado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, organismos ambos que forman parte del sistema interamericano y al cual está adscrito la República Dominicana.

            Resalta el hecho de que no sólo instituciones de la sociedad civil han condenado en los últimos tiempos los excesos policiales, cuestionando el privilegio que sustrae los crímenes atribuidos a agentes del orden de la justicia ordinaria, sino también autoridades de este y del anterior gobierno, incluyendo a procuradores generales, fiscales y al comisionado presidencial de apoyo a la reforma judicial.

            Los fuertes cuestionamientos y las evidencias aportadas por diversos medios de comunicación no han logrado contener los abusos, especialmente en su peor expresión de lo que se ha denominado internacionalmente como “ejecuciones extrajudiciales”.

Fundamentos de la Instancia

            El recurso de las seis entidades sociales contra los tribunales policiales fue incoado por los abogados Francisco Domínguez Brito, Félix Damián Olivares Grullón, Eric Raful y Ramón Emilio Núñez.

Se fundamenta en la inconstitucionalidad de 46 de los artículos de la ley 285 del 29 de junio de 1966 y sus modificaciones que integran el Código de Justicia policial y el artículo 68 de la Ley Institucional de la Policía Nacional, 6141 del 28 de diciembre de 1962.

Considera que esos textos vulneran los principios constitucionales de la separación e independencia de los poderes del Estado, la universalidad y exclusividad del Poder Judicial en la impartición de justicia , el debido proceso de ley y el derecho de acceso a la justicia y el de igualdad de todas las personas ante la ley.

Cita en primer lugar el artículo 63 de la Constitución, el cual indica que “El Poder Judicial se ejerce por la Suprema Corte de Justicia y por los demás Tribunales del Orden Judicial creados por esta Constitución y las leyes”.

“Admitir que pueda existir una jurisdicción con sede en el Poder Ejecutivo separada y ajena al Poder Judicial, con competencia para administrar justicia en los casos de infracciones calificadas como crímenes y delitos, sería afirmar que existen ámbitos de no derecho o no regulados por la Constitución de la República”, sostiene.

Agrega que “el pretendido Código de Justicia Policial y los llamados Tribunales de Justicia Policial, bien pueden agotar tareas disciplinarias o del orden interior de la corporación policial, pero en ningún caso pueden arrogarse competencia para administrar justicia en materia penal, aún lo sea por una ley adjetiva o una disposición suelta de la Constitución de la República. Cualquier disposición normativa que apunte en ese sentido, contraviene frontalmente la forma civil, republicana, democrática y representativa de gobierno, norma invariable e inmutable del ordenamiento que se ha dado la Nación dominicana”. –

Discurso presidencial esperanzador

Por Juan Bolívar Díaz

            El presidente Hipólito Mejía impactó positivamente esta semana con su discurso del martes, en el que asumió el papel de estadista en tiempos de crisis y formuló un llamado a la unidad para enfrentar los problemas del país, agravados por la crisis internacional.

            Al mismo tiempo el gobierno anunció planes de contingencia para atender al turismo, afectado por la crisis internacional, para mantener el esfuerzo por sostener los niveles de inversión extranjera y garantizar un adecuado suministro de combustibles en caso de mayores complicaciones mundiales.

            Esos elementos positivos contrastaron con la persistencia en mantener la incertidumbre en torno a las reformas constitucionales, sin que nadie haya podido entender las razones por las que no se envió al Congreso Nacional un proyecto de ley de convocatoria de la Asamblea Nacional en consonancia con el pacto firmado la semana pasada por los partidos mayoritarios y el propio Presidente de la República.

Discurso esperanzador

            El discurso con que anunció los planes para su segundo año de gobierno, fue el mejor de los pronunciados por el primer mandatario. En el mismo asumió el papel de estadista y de líder nacional que se le había reclamado en vez de sus frecuentes recriminaciones.

            Fue conciliador y reflexivo, convocando a la unidad de propósitos, a combatir el pesimismo y la frustración, y a renovar la confianza en el futuro de la nación, colocándose más allá de la política partidista.

            Al mismo tiempo, el presidente Mejía esbozó un programa de inversiones destinado a reactivar la economía nacional y a prevenir los efectos dañinos de la crisis internacional, poniendo como primer objetivo el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica de la nación.

            “Nos encontramos en un momento de reflexión y lo primero que quiero pedirles es que nos unamos ante los nuevos retos que se avecinan. Les hago un llamado sincero a todos los dominicanos sin importar sus inclinaciones o simpatías políticas, para que dejemos de lado los combates en el frente político”, planteó, tras señalar los riesgos que presenta el panorama internacional.

            El acierto del discurso presidencial quedó de manifiesto en las reacciones que produjo en la oposición política, especialmente del Partido de la Liberación Dominicana, y de la opinión pública en general, que lo consideraron positivo.

            Resaltó el compromiso presidencial con el buen uso de los 500 millones de dólares de los bonos soberanos, planteando que “he asumido personalmente el control de estos recursos confiando en que la Comisión creada en la propia Ley de Bonos asuma su función asesora para garantizar que cada dólar invertido tenga un retorno mayor a su costo financiero”.

El gran reto actual

            No pasó desapercibido que mientras el Presidente dirigía su mensaje gran parte del país no podía seguirlo, pues el servicio energético estaba nuevamente en los niveles más críticos con gran parte de las plantas apagadas por acumulación de deudas.

            El gobierno anunció que había cerrado el crédito de mil 400 millones de pesos para pagar las deudas con el sector energético.

            La restauración del servicio de energía, a niveles razonables, es el gran reto inmediato del gobierno que volvió a enfrentar esta semana significativas protestas, con brotes de violencia en barrios y poblaciones, profundamente afectados por prolongados apagones, especialmente en la capital y el Cibao Central.

            Tanto del discurso presidencial, como de la reunión con el sector turístico, al que destinó mayores recursos para promoción, y del anuncio del equipo económico sobre las previsiones ante la posibilidad de una mayor complicación de la crisis internacional, se infiere una actitud correcta del gobierno.

            Ello le confiere fuerza moral para reclamar a los médicos que conduzcan con racionalidad sus demandas reivindicativas y afecten lo menos posible los servicios a la población más necesitada, que volvieron a ser interrumpidos esta semana.

            “La base para todo esto es generar confianza. La palabra clave es confianza. Esa confianza en la economía dominicana se acrecienta y se hace cada día más sólida en todo el mundo”, proclamó el presidente Mejía al finalizar su alocución.

            Justamente es lo que se ha venido reclamando al gobierno, al presidente Mejía y a su partido para que se canalicen mejor las energías y disminuyan las garatas y enfrentamientos infructíferos. En esa materia la iniciativa corresponde siempre a los gobernantes, que deben ser los más interesados en un clima que facilite la gobernabilidad, convocando persistentemente a la colaboración.

            Ese clima positivo es necesario para que no se adelanten demasiado las contradicciones que conllevan las campañas electorales. Los perredeistas deberían tener presente que una de las deficiencias del gobierno anterior fue precisamente su poca habilidad para conciliar con sus opositores, lo que mantuvo al país en una permanente confrontación y al final se revirtió en contra del partido gobernante.

Actitud contradictoria

            El accionar gubernamental de esta semana se corresponde con el pacto firmado por el presidente Mejía y su partido la semana anterior para limitar la reforma constitucional a 4 elementos de amplio consenso, dejando a una futura asamblea constituyente el abordar una revisión de fondo de la carta magna.

            Sin embargo, la actitud de una parte de los legisladores perredeístas que han desafiado el pacto tripartito resta impacto al mismo y a las iniciativas gubernamentales, manteniendo cierto nivel de incertidumbre que conspira contra el clima de colaboración y la unidad de propósitos formulada por el primer mandatario.

            Pero la persistencia de algunos legisladores en imponer reformas sin consenso pudo haber pasado como simples resabios o pataleos, de no haber contado con una incomprensible incoherencia en los proyectos remitidos por el Poder Ejecutivo al Congreso.

            Nadie ha podido entender por cuál razón no se envió al Congreso el proyecto de ley convocando la asamblea nacional en concordancia con el Pacto para la Reforma Constitucional suscrito por los tres partidos mayoritarios y el presidente Mejía.

            Lo que se entregó al Congreso fueron los proyectos elaborados por la Comisión Especial creada en marzo por decreto presidencial para que recomendara reformas a la Constitución. Uno estaba destinado a la convocatoria de la Asamblea Nacional sólo para instituir la constituyente. El otro es el paquete completo de nueva Constitución que deberá ser materia fundamental para los constituyentes a ser electos en mayo próximo.

            Al finalizar la semana se estaba a la espera de que el Ejecutivo enviara al Congreso el proyecto que convoca la Asamblea Nacional tan solo para conocer las cuatro reformas acordadas en el Pacto suscrito el 27 de septiembre.

            El Partido Revolucionario Dominicano sigue dando muestras de falta de unidad y disciplina. Es inconcebible que 11 de sus 24 senadores hayan formalizado un proyecto de reforma constitucional que desafía el pactado por el presidente de su partido y el Presidente de la República apenas 5 días antes.

            Y mientras el presidente del PRD, Hatuey de Camps, reunía a legisladores para persuadirlos de que acogieran el pacto fruto de un amplio consenso nacional, el Consultor Jurídico del Ejecutivo, Guido Gómez Mazara, insistía en proclamar la independencia del Congreso frente a lo pactado.

            No han faltado quienes encuentren explicaciones a estas incoherencias en las luchas intrapartidarias que a menudo desconocen la responsabilidad implícita en el ejercicio del poder, superiores a la de los opositores.

             Y no es que se pretenda poner una mordaza a la disensión, pero tampoco se justifica que se le estimule con ambiguedades como la de haber sometido el pacto sin el proyecto de ley que lo canalizaría, entregado por el mediador, Monseñor Agripino Núñez Collado. Fue elaborado por los abogados Ramón Tapia Espinal y Milton Ray Guevara, conjuntamente con el texto del pacto.

Maniobra inútil

            Por demás, la introducción del proyecto de reforma del senador perredeista Darío Gómez es una maniobra inútil, que sólo sirve para mantener la incertidumbre, pero con muy remotas posibilidades de concretarse.

            Si antes del pacto tripartito había pocas posibilidades de que los perredeístas impusieran una reforma constitucional, luego del mismo es casi imposible. Primero porque ahora sí que resultará difícil reunir dos tercios de la Asamblea Nacional para aprobar otra cosa que no sea la pactada, que además tiene pleno respaldo de las instituciones sociales y la opinión pública en general.

            Una cosa es que lo pactado no alcance los dos tercios y otra que pueda conseguirse esa proporción para pasarle por encima al liderazgo político mayoritario y al propio Presidente de la República. En última instancia la alternativa a lo pactado es que no se haga ninguna reforma.

            En caso de darse ese absurdo, quedaría al desnudo una crisis política, por doblez de los firmantes o por falta de influjo en sus propios partidos.

            La generalidad de los análisis conducen a que el pacto se concretará, pero sin descartar que algunos persistan hasta el final en torpedearlo, lo que sería una simple repetición de los intentos de reformas constitucionales del anterior Congreso, estimulados también por las incoherencias partidarias y gubernamentales.

            Esas dicotomías sólo sirvieron para desacreditar el gobierno del presidente Leonel Fernández y el PLD, para mantener un clima de confrontación y perder el tiempo. Al final tuvieron su costo político.-

El Pacto por la Reforma Constitucional

Por Juan Bolívar Díaz

            El pacto suscrito entre los tres partidos mayoritarios con el patrocinio del presidente Hipólito Mejía es un acontecimiento positivo, que debería marcar el camino para nuevos entendimientos, especialmente para enfrentar los efectos de la recesión económica internacional, agudizados por el ambiente de guerra que vive el mundo.

            Por de pronto el acuerdo proclamado el jueves 27 de julio en el Palacio Nacional tiene la virtud de despejar el ambiente nacional de las incertidumbres y desconciertos que producían las amenazas de reformas constitucionales a la medida de las ambiciones grupales y coyunturales.

            El pacto ha sido resultado de meses de discusiones entre sectores políticos y dirigentes sociales y abre paso a la institución de la asamblea constituyente por elección popular reclamada durante años por sectores políticos y por la generalidad de las organizaciones de la sociedad civil.

Sorpresa positiva

            Cuando tomaban cuerpo nuevamente las amenazas de grupos de legisladores de reintroducir al Congreso el proyecto de reforma constitucional que pretendía hasta la extensión del período legislativo y municipal, la opinión pública fue sorprendida positivamente con el anuncio del acuerdo.

            Incluso el propio presidente Mejía había introducido un nuevo e inesperado elemento de enfrentamientos cuando propuso prohibir por siempre la reelección presidencial, mientras varios de sus seguidores abogaban por lo contrario, es decir eliminar la elección consecutiva para abrir paso a “una sola reelección”.

            Monseñor Agripino Núñez Collado, Rector de la Universidad Católica Madre y Maestra, quien coordinara la Comisión Especial que por encargo del Ejecutivo elaboró un proyecto de reforma constitucional entre mayo y agosto, se mantuvo promoviendo la búsqueda de un acuerdo en el máximo nivel político.

            El y otros dirigentes sociales y miembros de la comisión habían advertido que el camino hacia la instauración de la Asamblea Constituyente pasaba por una negociación con los partidos y el gobierno, y con la búsqueda de una fórmula de transacción, mediante la cual se diera alguna satisfacción a los congresistas y sectores políticos que abogaban por una modificación inmediata.

            La tenacidad de Monseñor Núñez Collado y la receptividad mostrada por el presidente Mejía, convencido de que a su gobierno no le convenía la incertidumbre que mantenían los legisladores, posibilitaron el pacto.

            Otro que jugó un papel preponderante fue el presidente del Partido Revolucionario Dominicano, Hatuey de Camps, primero al promover ante el Presidente la constitución de la Comisión Especial, concertada con sectores de la sociedad civil, y ahora en la concreción del pacto para canalizar la reforma.

            La Comisión, creada mediante el decreto 410-01 del 21 de marzo, fue el primer frenazo impuesto a los afanes constitucionalistas del Congreso, que en diciembre habían llegado al extremo, cuando el Senado aprobó sorpresivamente, en dos lecturas consecutivas, “con asechanza, nocturnidad, premeditación y alevosía” un proyecto de reforma constitucional.

El Pacto de transacción

            Con la firma del Presidente de la República, en calidad de testigo, los máximos dirigentes de los Partidos Revolucionario Dominicano, de la Liberación Dominicana y Reformista Social Cristiano se comprometieron a “promover, guiar, orientar y realizar una reforma de la Constitución de la República”.

Los suscriptores coinciden en que ello “requiere un alto grado de transparencia, compromiso y aceptación entre las partes y que en su condición de fuerzas mayoritarias que actúan en el Congreso Nacional, deben rodear este proceso de las mayores garantías para que se cumpla escrupulosamente con lo pactado”.

El convenio es de convocar la Asamblea Nacional (el actual Congreso) para que realice cuatro reformas a la carta magna, encaminadas a:

  1. Modificar el artículo 89 para eliminar el párrafo que creó los colegios (electorales) cerrados.
  2. Modificar el párrafo del artículo 90 para reducir el porcentaje necesario para la elección del presidente y vicepresidente de la República, del 50 al 45 por ciento. O el 40, si quien quede en primer lugar lleva más de 10 puntos porcentuales al segundo.
  3. Consagrar la elección popular para los representantes dominicanos en el Parlamento Centroamericano.
  4. Y modificar los artículos 117 y 188 para introducir la figura jurídica de la constituyente como forma para reformar la Constitución, dejando a la ley todo lo relativo a su composición. Sus integrantes serían electos en los comicios de mayo próximo.

Los cuatro puntos habían sido aprobados de consenso por la Comisión Especial, aunque se pedía que la Asamblea Revisora sólo se abocara al último y dejara todo el contenido de fondo a la Constituyente.

La transacción fue fundamentalmente con la mayoría del PRD empeñada en “reivindicar su honor” con la reducción del porcentaje para la elección presidencial en primera vuelta, establecido a su espalda en la reforma de 1994 por la entonces alianza del PLD con el PRSC, la cual impidió el triunfo de su líder, José Francisco Peña Gómez en los comicios de 1996.

La eliminación del llamado “colegio electoral cerrado” reivindica a la ciudadanía, penalizada excesivamente por un sistema obsoleto, que en los comicios pasados se manifestó innecesario, dado el funcionamiento del padrón electoral, y que podría reducir en términos escandalosos la votación en los comicios congresionales y municipales del próximo mayo. En los primeros separados de la elección presidencial, en 1998, votó apenas el 49 por ciento.

Freno definitivo

Ya la semana anterior en una reunión del presidente Mejía, Hatuey de Campsy los senadores perredeistas se había acordado que definitivamente quedaba cerrado el paso a los intentos de prolongación. El pacto los liquida definitivamente.

El texto indica que los tres partidos “rechazan de manera vigorosa y rotunda la extensión por dos años del actual período constitucional de los legisladores (1998-2002), por ser contraria a la expresión de la voluntad popular, violatoria del mandato ciudadano y constituir, de ser materializada, un crimen de lesa patria”.

Para darle seguimiento al convenio, se establece una comisión integrada por un representante de cada uno de los tres partidos, por Monseñor Núñez, el abogado Ramón Tapia Espinal y la economista Melba Barnett, actual coordinadora general del movimiento cívico Participación Ciudadana.

Al margen de los disgustos que pueda ocasionar entre los más inflexibles propulsores de la reforma constitucional al vapor, el convenio liquida sus posibilidades. Deja en el rechazo absoluto el intento de prolongación y crea un compromiso que no solo tiene el respaldo de los partidos políticos y la sociedad civil, sino que contará con el apoyo y defensa de toda la opinión pública.

No se advierte posibilidad de que dos tercios de los legisladores puedan coincidir en desafiar al frente tan amplio que sostiene el pacto. Aunque no se debe descartar que algunos quieran persistir en escandalizar, pretendiendo agregar algunos puntos a la reforma inmediata.

El pacto es una reivindicación para la sociedad civil que tantos esfuerzos hizo en los últimos 9 meses por impedir que se sancochara una reforma constitucional como traje a la medida de intereses partidarios y grupales. Ella está en la obligación de participar en su seguimiento.

Es también una prueba de que por más encontronazos que se den entre políticos profesionales y dirigentes sociales, siempre queda espacio para la concertación y el acuerdo, pues ambos son piedra fundamental del proceso democrático.

El Pacto por la Reforma Constitucional está llamado a devolver la esperanza en que entre los dirigentes e instituciones dominicanas puede haber concierto, que no se pueden pasar todo el tiempo en la confrontación y en la pérdida de tiempo. Que pueden ponerse de acuerdo para resolver las diferencias y hacer avanzar la sociedad hacia estadios superiores de la convivencia democrática y del desarrollo.

Es propicio en los momentos de dificultades que atraviesa la economía nacional, afectada por la recesión internacional y por el ambiente de guerra que predomina en el mundo desde la agresión terrorista a los Estados Unidos el 11 de septiembre.

Es estimulante que los tres partidos mayoritarios coincidan en firmar un documento donde “reafirman una vez más su fe y su confianza en un futuro promisorio para el pueblo dominicano y están convencidos de que mediante la vía de la concertación, la colaboración y el diálogo y colocando el interés nacional por encima de cualquier tipo de interés grupal o coyuntural, se impulsará el fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas y se abrirán caminos de progreso y de prosperidad para todas las dominicanas y dominicanos”.

Debe darse crédito por la firma del documento a los partidos de oposición, especialmente al PLD que al final selló el consenso, luego de aparecer como el más renuente a aceptar la transacción, que el sagaz Joaquín Balaguer se había adelantado a suscribir un día antes que los peledeistas.-

Momento inapropiado para la reforma constitucional

Por Juan Bolívar Díaz

El coyuntura que vive el país, afectado por la recesión internacional y las secuelas de los atentados terroristas contra Estados Unidos, no parece ser propicia para embarcarse en un debate de reforma constitucional, con todas las pasiones que caracterizan a este pueblo.

Las incertidumbres que se han venido incubando por los intentos de prolongación protagonizados por grupos de legisladores, están llamadas a multiplicarse, sobre todo ahora cuando reaparece el tema de la reelección presidencial, presente en gran parte de las 35 reformas constitucionales de la historia nacional.

Hay quienes creen que la reforma constitucional podría estarse tratando como forma de desviar la atención pública, pero otros advierten que el tema es tan sensitivo que promueve la división hasta en el partido de gobierno y paraliza proyectos e inversiones que el país requiere con urgencia.

Grave preocupación

Diez días después de la trágica como dramática jornada del 11 de septiembre, el mundo está contaminado por los sonidos de los tambores de una de las guerras más difíciles que se pueda librar, frente a un enemigo que no tiene ejército ni frontera, aunque parece anidarse en un territorio, bronco y hostil, como el de Afganistán.

Con el agravante de que los cuadros de ese atrevido enemigo están infiltrados en decenas de países, y profesan una militancia político-religiosa capaz de producir una veintena de suicidas para una sola operación ofensiva del calibre de la de Nueva York y Washington.

La movilización de tropas, barcos y aviones de guerra por parte de Estados Unidos, en medio de reiteradas advertencias de que va a cobrar la afrenta de los atentados terroristas, tiene un efecto recesivo en lo inmediato, especialmente para los viajes y el turismo, acentuando las tasas de desempleo y elevando el costo del petróleo, de nuevo rondando los 30 dólares el barril.

La incertidumbre internacional podría prolongarse y sus efectos acentuarse en la medida en que no resulte fácil a los norteamericanos cobrar a los responsables de la muerte de unas 5 mil personas y de la gran destrucción registradas en las dos principales ciudades estadounidenses.

El mayor impacto inmediato en el país derivado de los ataques del 11 de septiembre radica en la drástica reducción del turismo, de la que todavía no hay suficiente información, tal vez porque los operadores del sector prefieren no sembrar el escándalo y el pesimismo.

Pero las suspensiones de vuelos charters han estado a la orden del día, provenientes de todas las fuentes, y los vuelos regulares están sufriendo reducciones, cuando no llegan con el mínimo de pasajeros. Esta semana hubo hoteles en la capital con ocupación del 10 y 20 por ciento. Y es que a nadie le gusta que la guerra le sorprenda lejos de su hábitat y mucho menos cuando el retorno tenga que producirse por aviones sometidos como nunca a la inseguridad.

Una segunda de las tres piedras fundamentales de la economía dominicana ha sido también duramente afectada. Según informes, en los días siguientes a los atentados los envíos de dinero se redujeron al mínimo. Aunque se espera que estos se recuperen más rápido que el flujo turístico.

Como consecuencia, la tasa cambiaria ha entrado en una onda alcista, pasando de 16.85 pesos por dólar que promediaba el intercambio al comenzar el mes, a 17.20 el 20 de septiembre, para un alza de unos 35 puntos.

Aunque la tercera piedra, las zonas francas, no ha sido desestabilizada por el clima de guerra, sus operadores convienen en que lo será si la situación no cambia en el breve plazo. Y este sector ya estaba siendo golpeado duramente por la “desaceleración” de la economía norteamericana. Aquí los empleos perdidos en el año se cuantificaban alrededor de los 15 mil. En México sobre los 200 mil.

Tiempo de tregua

Antes de la nueva situación de pre-guerra ya la economía nacional se situaba al borde de la recesión, con un crecimiento que se revalúa en reversa casi cada mes, -ya para menos del 3 por ciento este año- con déficit presupuestario que se proyecta entre 2 y 3 mil millones de pesos, que ha reducido las inversiones públicas.

Con el turismo y las zonas francas en contracción, con persistentes resistencias de sectores de interés frente a las reformas fiscales ejecutadas este año, y demandas sociales acumuladas a punto de explosión, el gobierno debería ser el más interesado en buscarse un clima de mayor entendimiento y confianza.

Sorprendentemente ha sido lo contrario y los legisladores del partido de gobierno han encabezado un persistente esfuerzo por mantener un clima de incertidumbre, blandiendo la amenaza de la reforma constitucional para acomodar la carta magna a sus intereses circunstanciales.

Contribuyeron a viciar el ambiente las amenazas de arrebatos y las exclusiones que precedieron la elección de 3 nuevos jueces de la Suprema Corte de Justicia y la citación en masa del ex-presidente Leonel Fernández y 15 de sus seguidores para investigarlos sobre irregularidades arrojadas por una auditoría.

Independientemente de la validez o procedencia de las citaciones, el Partido de la Liberación Dominicana las ha denunciado como persecución política y como parte de una ofensiva que tendría el propósito de desarticular la oposición y crear condiciones para un “bateo y corrido” que incluiría la reforma constitucional, con prolongación y hasta reelección incluidas.

Es obvio que el PLD ha magnificado sus denuncias tratando de restar escenario a las investigaciones de las irregularidades administrativas, pero ha logrado enrarecer aún más el clima político.

A ello habría que sumar el manejo del gobierno en la elección de los jueces, en la que demostró que puede pasar por encima hasta de la palabra presidencial para lograr objetivos inmediatos, como el de mantener satisfecho al inconmensurable caudillo reformista Joaquín Balaguer.

A muchos no se les ha olvidado que el presidente Mejía había dicho que no favorecía la política en la justicia. Pero terminó agrediendo verbalmente y calumniando a los grupos sociales que reclamaban justamente mantener a los políticos comprometidos fuera de la Suprema Corte.

Vuelve la reelección

Cuando se esperaba que el presidente Mejía anunciaría planes de contingencia para enfrentar las secuelas de los atentados terroristas, lo que se recibe es el anuncio de que la próxima semana enviará al Congreso Nacional el proyecto de reforma constitucional que encargó a una comisión especial.

El mandatario le agregaría una reforma adicional que de inmediato despertó recelos y recibió un rechazo casi total: la prohibición de por vida de la reelección presidencial.

La iniciativa sorprendió a la opinión pública, puesto que una posición tan radical no se discutía desde la Constitución de 1963. Y más bien lo que ha predominado es la recurrencia a levantar la prohibición por dos períodos consecutivos, como se estableció en la reforma constitucional de 1994.

La generalidad de los rechazos han considerado que la propuesta tiene por objeto impedir el retorno al poder del ex-presidente Leonel Fernández, pero hay quienes la ubican en una habilidosa jugada para llevar el tema, disimuladamente, a la eventual asamblea revisora de la Constitución.

Esto así porque la iniciativa se produjo apenas días después que el debate de la reelección presidencial reapareciera en el perredeísmo. El nuevo presidente del Senado, Andrés Bautista, el secretario de Agricultura, Eligio Jáquez, y el secretario de Interior y Policía, Rafael Suberví Bonilla, se declararon, casi al mismo tiempo, como partidarios de una reelección.

El senador García y Jáquez son dos de los “hombres del presidente” y el segundo fue clave en el proceso de lucha interna por la candidatura presidencial. Más sorprendente fue que Fello Suberví, quien además ostenta la secretaría general del PRD y aspira a la candidatura presidencial, se manifestara favorable a la reelección.

A decir verdad, hace tiempo que en diversos círculos se contaban los días para que apareciera la constante de la reelección, que tantas energías consumió al equipo de gobierno del presidente Leonel Fernández y que llevó a éste a “filosofar” sobre el tema, como forma de evadir fijar una posición al respecto. Esto pese a que el Congreso estaba en manos de sus opositores.

El tema de la reelección viciaría el proceso de reforma constitucional y dividiría al país en torno al mismo, incluso a los perredeístas. Desde luego no tanto ahora como cuando estaban bajo el liderazgo de Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, que sustentaron la no reelección como fundamento de la democracia y principio básico del partido desde su fundación en 1939.

Fueron los intentos de repostular al presidente Antonio Guzmán los que sembraron la división entre éste, por un lado, y Peña Gómez y Salvador Jorge Blanco por el otro, y desataron una serie de luchas internas concatenadas, que culminarían con el suicidio del Presidente Guzmán en 1982 y luego con la división del partido y su derrota electoral de 1986.-

Acuerdo PRD-PLD para elegir 3 jueces

Por Juan Bolívar Díaz

            Consumada la exclusión del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), queda de manifiesto un nuevo entendimiento entre el gobierno y su Partido Revolucionario Dominicano (PRD) con el ex-presidente de la República Joaquín Balaguer.

            Una vez más el inmenso caudillo reformista, que este fin de semana celebra su nonagésimo quinto aniversario, juega a las contradicciones y enconos entre las fuerzas liberales encarnadas en los dos partidos que fundara el profesor Juan Bosch, quien ya inconsciente se debate entre la vida y la muerte.

            Como consecuencia del nuevo pacto balaguerista, que otorga al PRD la mayoría en el Consejo de la Magistratura, cabe esperarse una repartición de los tres puestos a ser ocupados en la matrícula de 16 de la Suprema Corte de Justicia, a menos que al doctor Balaguer se le haya metido un repentino golpe de filantropía política.

Política del ojo por ojo

            Con un entusiasmo digno de mejor suerte, desestimando todos los pronunciamientos ciudadanos, y apelando al apoyo de su otrora enconado adversario, Joaquín Balaguer, los perredeístas consumaron el anunciado golpe al PLD.

            Primero escogieron a Alfredo Pacheco, su vocero entre los diputados, como el segundo representante de la cámara baja ante el CNM, y luego al senador José González Espinosa por el Senado, además de los respectivos presidentes de las dos cámaras.

            González Espinosa es el presidente del Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD), quien fuera aliado perredeísta en los comicios congresionales y municipales de 1998, aunque no así en las últimas presidenciales.

            La elección de un aliado no viola la letra del párrafo I del artículo 64 de la Constitución de la República, que condiciona la elección de los dos representantes adicionales ante el CNM a que sean “de un partido diferente al partido del presidente”.

            El argumento valdría en caso de una fusión, donde los concurrentes se asimilan en una misma institución. El artículo 64 de la ley electoral no deja dudas cuando plantea que “La alianza o coalición de partidos tendrá siempre un carácter transitorio y, dentro de ella, cada uno de los partidos aliados o coaligados conserva su personería jurídica, limitada por el pacto de alianza o coalición a su régimen interior, a la conservación de sus cuadros directivos y a la cohesión de afiliados”.

            Lo que viola la decisión perredeísta es la ética política-democrática que pregona el respeto y el reconocimiento de las mayorías y minorías, dentro de la cual está concebido el mandato constitucional de que sean de “partidos diferentes”, insuficientemente expresado, porque debería ser más específico para evitar abusos como el de estos días.

            Más que por disponer de la mayoría en el CNM, la decisión perredeísta parece revestida de la revancha y el odio que caracteriza las relaciones entre el PRD y el PLD. Porque si habría de buscarse un acuerdo con el PRSC, como anunciara Hatuey de Camps, un voto del PLD no le impedía hacer mayoría. Y Balaguer ya había dado su visto bueno, y adelantado su criterio de que era al PRD que le correspondía la preponderancia.

            En público y en privado, dirigentes del partido en el gobierno citaron una larga lista de agravios, reales y supuestos, por parte del PLD cuando ejerció el poder y aún antes. Como se le recordara que en 1997, la alianza peledeísta-reformista permitió que la senadora Milagros Ortiz Bosch representara al perredeísmo en el CNM, ripostaron que durante meses se trató de impedirlo aunque ellos habían ganado 16 senadurías. Ya el gobierno balaguerista le había “conquistado” al de Peravia, y las dificultades se dieron aunque ellos tenían exactamente la mitad.

Viene la otra ronda

            Lo que se ha visto en la primera ronda ha sido la “generosidad” de Balaguer con el PRD. Se dice que fue él quien pidió la reunión sostenida con el presidente perredeísta Hatuey de Camps en vísperas de la elección. El político gobiernista reveló que habían barajado posibles candidatos y que el caudillo había prometido respaldar que los dos representantes congresionales en disputa fueran del partido blanco.

            Lo que no dijo fue qué recibiría a cambio el reformismo. Y ahí es que está el detalle. Seguro que por lo menos uno de los tres jueces a ser escogidos, y nadie se deberá dar por sorprendido si en esta nueva ronda le toca una mayoría, es decir, dos.

            Es de público conocimiento que desde 1997 cuando se eligieron los actuales jueces supremos, Joaquín Balaguer tiene candidatos a integrar el máximo tribunal judicial, en primer lugar el doctor Pedro Confesor Romero, quien fuera su último consultor jurídico y hasta hace poco miembro del Directorio Central del PRSC.

            Que haya alguna concertación para elegir en un organismo integrado por políticos para nada debería sorprender. Lo grave sería que no la hubiese y se impusiera una mayoría mecánica. La hubo en la elección de hace 4 años. Pero no para colocar a incondicionales o dirigentes de partido. Tampoco se puede esperar que los políticos escojan contradictores o enemigos.

            Desde luego, una repartición bipartidista tendrá de frente al PLD y de lado de éste a una gran parte de las instituciones y dirigentes sociales que desde hace años abogan por la despartidarización de la justicia, por su independencia y fortalecimiento, y que quedaron satisfechos de la elección de 1997, bajo la presidencia del doctor Leonel Fernández Reyna.

            Lo ideal sería que predominara la elección de jueces de las cortes de apelación con prestigio e independencia, o de juristas con categoría para imponer su autonomía frente a los intereses partidistas. El mismo Jorge Subero Isa, actual presidente de la Suprema Corte, fue propuesto hace 4 años por el PRSC y apoyado por el PRD. Pero no tenía militancia partidista y sí suficiente personalidad, capacidad e integridad para buscar distancia de los intereses partidarios, como ha hecho.

            Pero el arrebato con que el PRD y su gobierno han manejado el proceso deja incertidumbres en el ambiente, radicaliza la oposición del PLD y cuestiona la capacidad de concertación de los gobernantes en momentos de crisis económica. Todo ello se traduciría en dificultades de gobernabilidad, con proyecciones en las elecciones dentro de 8 meses.

¿ Un solo ganador?

            Por de pronto, la actuación perredeista ha revaluado una vez más el pragmatismo balaguerista del uso del poder en desprecio de la concertación democrática, como también lo hizo el gobierno del PLD sin cosechar buenos frutos.

            Y ese paradigma de político y gobernante en que ha sido convertido Joaquín Balaguer por la ceguera y la ambición de los liberales, sigue pautando la política nacional, ciego, casi paralítico y a 5 años de cumplir el centenario.

            No se le pueden regatear las habilidades al caudillo reformista, aunque hay quienes creen que ha sido mayor la falta de visión de sus competidores políticos, que se han dejado dividir sistemáticamente para que aquel pueda mantener su reinado hasta el cansancio y el último aliento.

            En efecto, desde la división del PRD y la fundación del PLD en 1973, Joaquín Balaguer ha logrado manipular a unos y otros para mantenerlos separados y obtener beneficios. Y ambos han ido gustosos al ara del sacrificio, siempre en busca de alguna ventaja coyuntural y de satisfacer la sed de venganza.-

————————————————————————————————————-

            Balaguer ha pescado sistemáticamente en el mar de las confrontaciones perredeístas-peledeístas. Se cita en forma restrospectiva:

            1.- En los comicios del 2000, aunque no hubo alianza, fue notoria la inclinación reformista hacia el PRD. Balaguer le cortó el aliento a los morados cuando pretendían una segunda ronda.

            2.- En 1999 la alianza gobierno PLD-PRSC impone a un reformista al frente de la Liga Municipal, aunque el PRD había ganado en 95 de 115 municipios

            3.- En la campaña de 1998 perredeístas y reformistas se dieron la mano contra el PLD, aunque tampoco hubo alianza electoral. Pero entre julio y agosto el frente se invirtió y PLD-PRSC “conquistaron” 8 diputados de la mayoría perredeísta para quitarle el control de la cámara. En agosto de ese año estos dos partidos imponen contra el PRD una ley de carrera judicial que eliminaba la inamovilidad de los jueces y volvía a su elección cada 4 años, luego declarada inconstitucional por la Suprema Corte.

            4.- En 1996 fue la gran alianza, el Frente Patriótico PRSC-PLD, con el que Balaguer cortó el paso presidencial de José Francisco Peña Gómez y el PRD, aunque para ello tuviera que sacrificar al propio candidato de su partido, Jacinto Peynado.

            5.- En 1994, cuando Peña Gómez era la opción de oposición, el gobierno de Balaguer contribuyó generosamente a la campaña electoral del PLD. Frente al comprobado fraude electoral, los morados prefirieron a Balaguer que le había hecho lo mismo a ellos 4 años antes. Balaguer pedía año y medio más, en la fórmula de transición para salir de la crisis, el PLD le consiguió 2, violentando el consenso con el PRD, al igual que en lo relativo a la elección presidencial, al llevar el porcentaje del 40 al 50. Fracasaron todos los intentos de negociación PRD-PLD.

            6.-Con respaldo reformista, dirigentes del PLD presidieron la Cámara de Diputados entre 1994 y 1996, cuando apenas tenían 14 curules, pese a que el PRD tenía la mitad.

            7.- En las elecciones de 1990, los perredeistas se lavaron las manos frente al fraude electoral que impidió el retorno al poder del profesor Juan Bosch. Durante la campaña la JCE y el PRSC favorecieron abiertamente al PRD que por primera vez llevaba a Peña Gómez de candidato presidencial.

            8.- En los comicios de 1986 el PLD prefirió abiertamente el retorno de Balaguer a la continuidad del perredeismo.

            9.- Durante los dos períodos de gobierno del PRD, la oposición peledeísta fue más virulenta que la reformista, demandando sistemáticamente la renuncia a la Presidencia de Antonio Guzmán y de Salvador Jorge Blanco.

           10.- En 1978, cuando las fuerzas armadas y el gobierno de Balaguer intentaban desconocer la victoria del PRD, Bosch y el PLD proponen un gobierno de “unidad”, intentando desconocer que Antonio Guzmán tenía más del 50 por ciento de los votos.-