Una oportunidad para los Panamericanos

Por Juan Bolívar Díaz

            Con la pasión que nos caracteriza, como buenos caribeños, hemos protagonizado durante cuatro años un acalorado e intenso debate sobre si nuestro país debería ser sede de los XIV Juegos panamericanos. Prácticamente a unanimidad el sistema político y dos gobiernos decidieron dar el paso, con el apoyo del Congreso y de buena parte de la opinión pública, aunque también con importantes objeciones que se sienten todavía a menos de cuatro semanas del evento y que han cobrado mayor vigor a la luz de nuestras actuales precariedades.

Parece que ya es tiempo de que todos demos una oportunidad a estos Juegos Panamericanos y creemos las condiciones ambientales para que la nación sea una anfitriona espléndida y reciba con entusiasmo a nuestros miles de huéspedes de todos los rincones del continente, lo más representativo de la juventud sonriente de esta América siempre de la esperanza.

A la luz de los problemas coyunturales de nuestra economía parecen tener razones quienes desde el principio estimaron que el costo de organizar estos juegos era demasiado alto para nuestras posibilidades. Y francamente no sé cuánto hemos tenido que invertir. Supongo que entre dos y tres mil millones de pesos, que a una tasa promedio para estos años de 20 por uno serían entre 100 y 150 millones de dólares.

Si la inversión llegara a 4 mil millones de pesos, apenas estaríamos hablando de la catorceava parte del hueco dejado por la quiebra del Baninter, que estamos pagando sin que se nos consultara previamente. Sería más o menos lo que recibió sin garantía uno cualquiera de sus “clientes”, sin averiguaciones ni debates previos, sin consenso político ni deportivo.

Visto en retrospectiva y dada nuestra capacidad para afrontar un inesperado e inconsulto compromiso por casi 56 mil millones de pesos, es obvio que estabamos en sobradas condiciones para afrontar este de tres o cuatro mil millones de pesos.

Con la diferencia fundamental de que gran parte del dinero de los Juegos Panamericanos queda para la nación, para la juventud dominicana, en infraestructuras físicas, en incentivo, en promoción del ejercico físico y la conjunción espiritual de los deportes.

Buena parte de la inversión ha sido destinada a restaurar obras que se nos estaban cayendo encima, como el conjunto del Centro Olímpico, y que estábamos condenados a rescatar, si no queríamos mostrarlas como ruinas.

Tiene racionalidad también que alguna proporción de esa inversión sea ofrendada a la promoción del país que hoy tiene el turismo como su fuente principal de ingresos, columna vertebral de la economía nacional.

Es cierto que somos una nación pobre, pero en el concierto continental eramos de las economías más firmes y prometedoras al momento de contraer el compromiso de los Panamericanos. Y alguna vez los pobres también recibimos en nuestras casas, con nuestros limitados recursos reciprocamos las atenciones recibidas.

Hemos estado en los trece Juegos Panamericanos anteriores. Era justo que alguna vez nos tocara ser anfitriones y pagar. Esta es nuestra oportunidad. En la XIV edición. Y ya que lo vamos a hacer, hagámoslo con entereza y satisfacción.

Tenemos que prepararnos para que la nación sea una sede espléndida. Suspender provisionalmente nuestras querellas, lavar y tender nuestras ropas sucias, plancharlas y redecorar la casa para recibir los visitantes con nuestras mejores atenciones. Sin privar de ricos, pero también sin exhibir nuestras miserias. Sin derroches, pero tambien sin mezquindades.

No podemos llegar a la víspera de la celebración cantandonos nuestras miserias, porque terminaremos deprimiendo a nuestras jóvenes atletas que podrían llegar a la errada conclusión de que son culpables de nuestra pobreza.

Todavía no tenemos todo listo para cumplir fielmente el compromiso. Pero lo lograremos. Llegará el agua a la Villa Panamericana y se completarán las obras instalaciones y las vías inconclusas y se obtendrán las facilidades aún pendientes. Los pobres siempre llegamos tarde. Incluso al bautismo y a la boda. Pero llegamos.

Si fuera en los Estados Unidos o Canadá, supongo que las obras ya estarían listas hace tiempo. Y tal vez en México, Argentina y Venezuela. Pero aún en estos países hemos descubierto que más de la mitad de la población vive en la pobreza, algo que evidentemente ha olvidado el mexicano Mario Vásquez Raña, presidente de la Organización Deportiva Panamericana, cuando nos reclama con tanta prepotencia los “problemas t ras problemas” que hemos tenido para montar los Juegos.

Siquiera por dignidad, ante la prepotencia de este multimillonario mexicano con sueños de grandeza, debemos poner un alto y decir todos presentes en estos Juegos Panamericanos que nos tocan.

Que por demás deberían convertirse en una oportunidad para recuperar el espíritu de pueblo, para sacudirnos de la modorra, del derrotismo y la desesperanza. Para sobreponernos sobre las miserias, y para avanzar hacia el futuro, sin olvidarnos de nuestros problemas, pero también sin dejarnos aplastar por ellos.-