Una institución de muchos méritos

Por Juan Bolívar Díaz

Esta semana se ha celebrado el cuadragésimo aniversario de la Asociación Dominicana de Rehabilitación, una de las más meritorias instituciones sin fines de lucro, que ha ofrecido extraordinarios servicios a la población dominicana, especialmente a los sectores de menores ingresos, supliendo parte de las carencias de los servicios públicos.

Se puede decir que esta es un modelo de entidad sin fines de lucro, de sostenida exspansión de servicios, de calidad indiscutida y de eficiente gestión, que por demás apenas percibe del Estado una tercera parte de sus ingresos. En la actualidad 2 millones 200 mil pesos mensuales, lo que significa 26.4 millones anuales, de un presupuesto de 80.7 millones de pesos para el 2003.

Los archivos de Rehabilitación registran casi 5 millones de servicios ofrecidos a través de sus tres programas básicos: medicina de rehabilitación, educación especial y rehabilitación profesional.

Si importante ha sido su labor en la rehabilitación de limitaciones físicas impuestas por enfermedades epidémicas, como la polio, y los accidentes, y en el ámbito de la educación de menores y adolescentes con grado moderado de retardo mental, en una escuela que hoy tiene 500 estudiantes, no lo ha sido menos en la rehabilitación profesional de adultos con limitaciones, que ha beneficiado a más de 4 mil 300.

Los servicios ya no se limitan al Distrito Nacional y se han extendido a otras 17 ciudades, distribuidas por toda el país para facilitar la asistencia precisamente a quienes tienen mayores dificultades de movilización.

Todos los que hemos recibido asistencia del Centro de Rehabilitación, sabemos del desvelo, de la calidad profesional y del alto nivel de eficiencia de los servicios de este centro, donde se cobra en proporción al ingreso, sin discriminación de ningún género.

Es justo consignar que fruto de este esfuerzo colectivo se ha formado toda una legión de profesionales y técnicos en los ámbitos de la rehabilitación y profesionalización de las personas con limitaciones. Muchos pasaron a servir en otras entidades del área de la salud o crearon sus propios servicios, con lo cual se ampliaron las opciones.

 La Asociación es un testimonio de la sensibilidad social de un grupo de personas, mujeres en su mayoría, madres por demás, que hubieron de enfrentar los efectos devastadores de la poliomielitis al principio de los años sesenta y no se conformaron con resolver el problema de su familia.

El caso emblemático es el de una mujer extraordinaria, doña Mary Pérez de Marranzini, quien enfrentó con valor el efecto de la polio en su hijo Celso. No había en el país ni la tecnología ni las especialidades médicas necesarias para poner un valladar a la epidemia. La familia pudo hacerlo en Estados Unidos y Celso superó gran parte de la secuela y hoy es un ser humano realizado, un empresario exitoso y un líder social.

Pero como esa posibilidad no existía para la gran mayoría de la población, doña Mary y un grupo de amigas y amigos decidieron trabajar para ofrecerla a todos. En cuatro décadas no han desmayado en el esfuerzo y los resultados están a la vista.

Como hay tantas entidades no gubernamentales fantasmas, convertidas en negocios particulares, el trabajo de la Asociación Dominicana de Rehabilitación merece ser resaltado y tomado como ejemplo de iniciativa privada incentivada por el Estado.

Hay muchas otras entidades con méritos similares, con experiencia y tecnología acumuladas, especialmente en las áreas claves de la salud y la educación, a las que el Estado debe incentivar. La mejor manera de hacerlo debería ser con subsidios escalonados, que asciendan en proporción a los servicios que ofrezcan a la población más necesitada.

En esas instituciones el dinero no se pierde ni se pagan comisiones ni hay botellas al servicio de la politiquería. Cada peso que invierte el Estado está más que justificado, así como hay otras donde el subsidio se constituye en una regalo inmoral.

Quiero rendir homenaje a todas y todos los que han puesto esfuerzo para crear ese monumento a la solidaridad humana que es la Asociación Dominicana de Rehabilitación. Y lo hago a través no solo de doña Mary sino de esa otra extraordinaria e infatigable mujer que es Vicenta de Peignand, la encargada de las relaciones con los medios de comunicación durante muchos años.

En el temperamento y la amabilidad de estas damas, en esas sonrisas siempre retribuidoras, encontramos siempre sosiego y aliento no solo para apoyar la rehabilitación de los limitados, sino también promovernos moralmente, para mantener la convicción de que en este país hay suficientes energías espirituales para revalidar cada día la existencia. Gracias damas de la vida.-