La encuesta sobre Cultura Política de la Democracia en República Dominicana 2010 publicada esta semana ha venido a ratificar las voces de alerta que se vienen expresando en el país sobre una creciente insatisfacción con la endeble democracia dominicana y muy especialmente con el sistema partidista.
El Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) registra un declive en el país del apoyo a la democracia como sistema de gobierno y en la satisfacción con su funcionamiento, lo que unido al declive en el apoyo al sistema político, señalan un malestar creciente con el funcionamiento de la democracia en la población dominicana. Con reducción del 54 al 51 por ciento.
Todavía es considerablemente alta la lealtad de los dominicanos a los partidos políticos, ya que un 54% dijo simpatizar con alguno de ellos, pero es relevante una caída de 16 puntos en relación al 70% que había marcado en la medición del 2008 del Barómetro de las Américas. Es altamente significativo que los partidos políticos son la institución que menos confianza generan en la población nacional, con apenas un 33%, seguidos de la Policía, la Suprema Corte y el Congreso. Todas estas muy distantes de los medios de comunicación que tienen un nivel de confianza del 73%, seguidos por la Iglesia Católica, las Juntas de Vecinos y las iglesias evangélicas.
El apoyo al sistema político de redujo en el país más de lo esperado, colocándose en una posición relativamente baja en la comparación regional, ya que el porcentaje de la población dominicana que se coloca en la casilla de democracia estable se redujo del 38 al 25% entre el 2006 y 2010.
El país registra niveles muy por encima del promedio regional en renglones como percepción de inseguridad y de corrupción, pero donde resulta campeón indiscutible es en ofertas clientelistas durante las campañas electorales, con un 18%, pero superando al segundo, que es Argentina, casi en un cincuenta por ciento, mientras la gran mayoría quedó por debajo del 10%.
No hay dudas que estos resultados avalan las preocupaciones que se vienen expresando sobre la debilidad y vulnerabilidad de la democracia dominicana, frente a las cuales el liderazgo político reacciona argumentando que disfrutan de un amplio apoyo. Al presentar la encuesta del Barómetro de las Américas, la cientista social Rosario Espinal advirtió que la democracia dominicana se encuentra en una encrucijada, resaltando la urgencia de detener la avalancha de des-institucionalización que se registra en la nación dominicana al comienzo de este 2011.
Las advertencias provienen de todos los frentes, incluyendo a autoridades como el presidente de la Junta Central Electoral, Roberto Rosario, quien al inaugurar un seminario internacional sobre partidos políticos, planteó la necesidad de reducir el costo de la democracia dominicana. O el ex presidente de la Cámara de Diputados Julio César Valentín, quien esta semana se quejó de los altísimos niveles de ingresos de los funcionarios públicos dominicanos contrastándolos con la pobreza del país.
Se vuelve a discutir sobre la necesidad de aprobar una Ley de Partidos Políticos que lleva más de una docena de años de consensos y formulaciones diversas, que ha sido introducida al Congreso en unas siete ocasiones, sin que el sistema político termine de convencerse de la conveniencia de regulaciones para el fortalecimiento de los partidos mismos y de la democracia.
Muchos observadores se preguntan qué señal será la que están esperando los líderes políticos dominicanos para poner límites al deterioro institucional y democrático. La experiencia venezolana, por ejemplo, muestra que el sistema partidista fue fuerte y tuvo un gran apoyo de la población durante casi medio siglo, pero se derrumbó de repente, sin previo aviso, socavado por la corrupción, la malversación y por la erosión de las instituciones fundamentales del sistema democrático.