Por Juan Bolívar Díaz
Con el petróleo a casi 34 dólares el barril (el West Texas, referencia para nosotros), con la grave crisis política venezolana y ante la amenaza de guerra contra Irak, el segundo mayor reservorio de hidrocarburo del mundo, los dominicanos y dominicanas estamos obligados a poner en práctica fórmulas que nos permitan ahorrar combustibles.
Cada vez que el precio del petróleo se dispara sostenidamente sobre 25 dólares el barril la economía dominicana entra en crisis. Es que ya somos consumidores de 140 mil barriles diarios de petróleo para un cada vez más amplio parque automovilístico y una ineficiente generación energética, dependiente de hidrocarburos en cerca del 90 por ciento.
Por cada dólar que aumenta el precio del petróleo se eleva nuestra demanda de divisas en 50 millones de dólares al año. De manera que diez dólares sobre el precio promedio de un año a otro puede significar 500 millones adicionales en divisas que no fabricamos, casi el doble de las precarias reservas monetrarias netas que tiene actualmente el país.
Para medir la gravedad de nuestra situación, por la dependencia del petróleo, baste recordar que al 16 de enero del año pasado el petróleo Wet Texas se cotizaba a 18 dólares con 86 centavos. Y el pasado jueves 16 cerró a 33.66 dólares, es decir 14.80 dólares más, lo que proyectado a un año significarían 740 millones de dólares adicionales.
Lo peor es que la situación todavía puede complicarse, especialmente si Estados Unidos y Gran Bretaña materializan su propósito de invadir y ocupar a Irak, y más aún si la guerra no resulta tan fácil como algunos creen.
Con los actuales precios del petróleo el galón de gasolina premium en el mercado nacional se aproxima a los 49 pesos y la corriente sobre 42. Nadie se sorprenda si pronto llegamos a pagarlo a 60 y hasta 70 pesos.
En tales perspectivas y a la luz de la realidad actual, ha hecho bien el gobierno en crear una comisión de alto nivel para delinear disposiciones que permitan el ahorro de combustibles, de la que forman parte la secretaria de Industria, el presidente de la Refinería de Petróleo, el administrador de la Corporación Dominicana de Electricidad y el director de prensa del gobierno.
La situación fue debatida en el Consejo de Gobierno efectuado el jueves 16 y de inmediato se convino en reducir en 7 por ciento el consumo de combustibles en el sector oficial, proporción que parece muy exigua para el calibre de un problema que presiona las tasas de inflación y de cambio.
Al caer la semana, la comisión contemplaba otras múltiples medidas destinadas a ahorrar combustibles, entre las que se cuentan: circulación interdiaria de los automóviles de taxis y conchos, atendiendo a la terminación de la placa, por pares y nones; mantener apagadas las plantas “de emergencia” de los organismios públicos de viernes a lunes; que los aires acondicionados sólo se usarán en las oficinas estatales en horario de 9.00 am. A 4.00 pm, al menos mientras dure la temporada “fresca” de invierno; y sustitución de las bombillas públicas por las de menor consumo.
La campaña educativa debería ser masiva y abarcar no sólo al sector público, sino también para que se economice gasolina, gas propano, gasoil y energía eléctrica en el sector privado, en todas las residencias y oficinas del país.
Eso estaría llamado a dar más beneficios que la persecución de los haitianos que en las últimas semanas han llegado a las estaciones de combustibles de los puntos fronterizos, que por cierto pagan no sólo los altos impuestos establecidos en el país, sino también la cuota adicional del tráfico de urgencia.
El reciente aumento de la tarifa energética llevó a muchos hogares a racionalizar y racionar el uso de la electricidad, no dejando encendidos todo el tiempo los calentadores, reduciendo el número de bombillas y utilizando las de bajo consumo, disminuyendo el encendido de planchas, tostadoras y microondas y dejando desconectados muchos equipos.
Las altas tarifas nos han enseñado a economizar energía eléctrica y lo mismo debería ocurrir ahora con los combustibles. La comisión gubernamental debe declarar de urgencia la realización de una gran campaña instructiva para lograr ese objetivo.
Y desde luego, para largo plazo deberíamos reducir nuestra dependencia del petróleo, incentivando la producción de energía hidroeléctrica y de las llamadas alternativas, como la solar y la generada por el viento.
Que dejemos de vivir como si fuéramos ricos y aterricemos en la realidad. Más efectiva previsión y menos gritos contra realidades que no podemos cambiar. Porque todavía hay ilusos que cada semana esperan que el gobierno asimile las alzas de precio del petróleo. En vez de pensar en disminuir su consumo.-