Sinceridad, señor Presidente

Por Juan Bolívar Díaz

Al presidente Leonel Fernández le está haciendo falta un amigo sincero que le recomiende un poco de humildad y honradez intelectual al enfrentar la indeclinable  demanda nacional de priorizar la inversión en educación como fundamento del desarrollo, para que no siga ofendiendo hasta a sus propios colaboradores como ocurrió el jueves durante un acto de graduación celebrado en el Palacio Nacional.

El mandatario sostuvo que “en un debate serio sobre la educación primero hay que decirle qué se enseña, cómo se enseña y para qué se enseña, y luego hablar del resto”, es decir de la inversión, insistiendo en querer poner la carreta delante de los bueyes y desconociendo el sabio adagio popular de que el dinero no lo es todo, pero sin él estamos condenados a la pobreza.

Habría que comenzar preguntándole cuantos años más necesita en la presidencia de la nación para hacer que le respondan esas preguntas, y en quiénes confió para que durante más de una década  respondieran cuestiones tan vitales para la “sociedad del conocimiento del siglo 21” que él tanto ha ponderado. ¿Tal vez otros 12 años? Y si no encontró colaboradores capaces de darle esas respuestas, su trascendencia demandaba que saliera a buscarlas, aunque tuviera que autodesignarse ministro de Educación.

Pero no es cierto que esas preguntas y muchas otras no hayan tenido respuestas, tantas que hay que preocuparse por la memoria del primer mandatario. Se le ha olvidado que desde el Diálogo Nacional en su primera gestión, hasta la Cumbre de las Fuerzas Vivas en el 2009, la inversión y la calidad de la educación han sido la prioridad 1-A de  gran parte de la sociedad organizada y de los educadores.

El diagnóstico y las soluciones al retraso educativo quedaron expuestas ya en el primer plan decenal de Educación 1992-02, empujado por la sociedad dominicana durante la gestión de la doctora Jackeline Malagón. Cuando ese plan concluyó, técnicos bajo la regencia de la doctora Milagros Ortiz Bosch diseñaron otro, desechado cuando  Fernández volvió al poder en el 2004 y designó a la doctora Alejandrina Germán como secretaria de Educación, quien procedió a hacer aprobar y poner en vigencia su propio  Plan Decenal de Educación 2008-2018.

Debe recordarse que, como los dos anteriores, ese nuevo plan educativo fue precedido por una amplia consulta que abarcó el período 2005-06 a partir del llamado Foro Presidencial por la Excelencia de la Educación Dominicana, cuyo lanzamiento y conclusiones fueron proclamadas por el presidente Fernández y recogidas en un elegante folleto. Las consultas abarcaron a cientos de organizaciones sociales de todo género y a miles de educadores y personalidades.

El libro del Plan Decenal contiene una lista de cientos de “Personalidades y Organizaciones Participantes”, comenzando por los 24 integrantes de la “Comisión Institucional” para su elaboración, que incluye a los mejores técnicos  colaboradores del presidente Fernández, entre ellos la actual ministra Josefina Pimentel, a 28 integrantes del Consejo Nacional de Educación, 6 consultores y 7 exsecretarios de Educación.

Entre las instituciones participantes en las consultas están las universidades, organismos internacionales, entidades estatales, partidos políticos, iglesias, asociaciones empresariales, profesionales, sociales, sindicales y medios de comunicación, incluyendo las de la diáspora dominicana en Estados Unidos y Europa.

Si el Plan Decenal no respondiera las preguntas básicas, el presidente Fernández debiera concluir que equivocó el país que ha gobernado. Pero ese programa es abarcador sobre los ingredientes imprescindibles para una educación de calidad, incluyendo un capítulo 8 sobre financiamiento, el cual proclama que para lograr sus objetivos y metas “se requiere una inversión sostenida y comprometida por parte del Estado, que alcance en el 2012 el 4.09 por ciento del PIB o el 20.46 por ciento del gasto público total”.

El problema del presidente Fernández es de sinceridad. Quedaría mejor si reconoce que su discurso y acción han andado divorciados y que él ha preferido invertir en cemento. El 47 por ciento de la inversión pública del 2012 se irá en obras viales.