Por Juan Bolívar Díaz
Al escuchar los argumentos con que los asambleístas del viernes 12 de julio del 2002 justificaban la reinstauración de la reelección presidencial, esta vez si que haya un presidente reclamándolo, no pude menos que darle la razón al vocero reformista del Senado: ¡que grande es el doctor Joaquín Balaguer!
José Hazim Frappier rindió un sincero homenaje a Joaquín Balaguer, implorando a Dios porque desde su lecho de enfermo el estadista pudiera estar siguiendo la transmisión televisiva para que disfrutara de la reivindicación histórica que se le hacía.
¡Qué grande es Joaquín Balaguer! Repitió una y otra vez Hazim Frappier al momento de expresar el alborozado apoyo del Partido Reformista Social Cristiano a la restauración de la reelección presidencial, que según dijo siempre ha sido buena para la República.
Sabiendo que ésta, la trigésima séptima reforma a la Constitución de la República, ha sido impuesta a la sociedad dominicana por el sector mayoritario del Partido Revolucionario Dominicano, que a su vez hegemoniza el gobierno, uno no puede menos que convenir con Hazim Frappier en lo grande que es el doctor Balaguer.
Viendo algunos de los brazos y escuchando las voces que se levantaron para justificar la apertura al continuismo y comprobando algunas de las ausencias, había que convenir en que la grandeza de Balaguer es realmente inconmensurable.
Cuando escuché al satisfecho senador perredeísta Enrique López decir que “si Peña Gómez era antireeleccionista fue porque quería una oportunidad”, casi me convencí de que Hazim tenía razón en cuán grande es Balaguer.
Es indescriptible la exhaltación histórica de que fue objeto en vida Joaquín Balaguer por el partido que por más tiempo e intensidad combatió el reeleccionismo y lo confrontó particularmente a él.
Pero el doctor Hazim Frappier pudo haberse quedado corto en su balance reivindicativo. No sólo habría que cantar la grandeza reeleccionista de Balaguer, sino también la de Rafael Leonidas Trujillo y la de Horacio Vásquez; la de Ramón Cáceres y Ulises Hereaux; y la de Buenaventura Báez y Pedro Santana.
¡Cuántos estadistas grandes ha tenido la República Dominicana! Y cuán equivocados estuvieron José Francisco Peña Gómez y Juan Bosch, como cientos y miles de dominicanos y dominicanas que consumieron su vida luchando contra el reeleccionismo, generador de tanto abuso contra la propiedad pública y el patrimonio estatal y contra los principios democráticos.
Si algún voto releccionista estuvo justificado en la asamblea del viernes fue sin duda el de los legisladores reformistas, sobre todo aquellos que de alguna forma fueron beneficiarios del ejercicio del poder balaguerista durante 22 años, renovado en numerosas reelecciones, en por lo menos dos de ellas sin oposición y en otra con abiertos fraudes y arrebatos. Aunque con el tropiezo de 1978.
Algunos tenían que votar por agradecimiento, porque también fueron beficiarios del reeleccionismo trujillista, fuente de origen del balaguerista, ya que Joaquín Balaguer inició su carrera presidencial con su “elección” como vicepresidente en 1957.
La fiesta de este 12 de julio fue un justo festejo de los balagueristas y de los trujillistas. Y a ellos esta vez no se les puede culpar. Porque los protagonistas ahora fueron perredeístas, los que crecieron y se desarrollaron bajo la sombra de José Francisco Peña Gómez, definido ahora por ellos como un oportunista y un farsante.
Sólo falta que, como el presidente Hipólito Mejía no se va a repostular, las elecciones del 2004 la gane de nuevo Joaquín Balaguer y entonces pueda reelegirse en el 2008, tal vez entonces con oposición y en elecciones transparentes.
Se consumaría entonces la mayor de las reivindicaciones históricas. ¡Qué grande es Joaquín Balaguer! Y que pequeños se vieron los perredeístas pisoteando la memoria tan fresca de José Francisco Peña Gómez. Y de gratis, por amor al arte, o tal vez a Balaguer.-