PRSC: entre el caudillismo y la democracia

Por Juan Bolívar Díaz

             A nadie deberían extrañar los enfrentamientos que tienen lugar en el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), dado el hecho inexorable de que su extraordinario caudillo está agotando los últimos hálitos de vida.

            Esa organización política vive un período de transición bien difícil desde que Joaquín Balaguer, con 94 años, quedó en tercer lugar en los comicios presidenciales del 2000. Sin haber podido realizar una campaña electoral, con discursos de 5 minutos, y extremas dificultades de movilización en los escasos lances fuera de su habitáculo, Balaguer no podía haber llegado más lejos en una nación dominada por los jóvenes.

            Lejos llegó para sus circunstancias, lo que explica su extraordinario liderazgo sobre importantes segmentos de la sociedad aferrados a un pasado político de caudillismo y paternalismo. El régimen democrático no conocía un candidato presidencial nonagenario. Quien más lejos había llegado era Konrad Adenauer, ganador a los 86 años para retirarse voluntariamente un año después, en 1963. Y fue el gran reconstructor de la República Federal Alemana tras el desastre del nazismo y la segunda guerra mundial.

            Tras el resultado comicial del 2000, la mayoría de los reformistas que aspiran a seguir en la política, especialmente los que han hecho profesión en la misma, se propusieron iniciar definitivamente el relevo. Y comenzaron a actuar con mayor autonomía, proclamando abiertamente que Balaguer no puede ser candidato nuevamente.

            Esos gestos de independencia y esa resolución política chocan con los rezagados que secretean a los oídos del caudillo los más diversos y gruesos chismes, no porque crean que todavía pueden exprimir más al caudillo, sino buscando su gracia para relevar a los posesionados en los cargos directivos.

            Si el líder reformista hubiese auspiciado un proceso de fortalecimiento democrático, si hubiese agotado sus últimas energías en garantizar asambleas ordenadas, donde los suyos pudieran expresarse democráticamente, el partido estaría en mejores perspectivas para salir unido y fortalecido de la transición.

            Pero tal pretensión va contra la naturaleza del caudillo, contra el viejo dogma político de que el poder no se cede ni se transfiere, al que se han aferrado los autócratas de todas las épocas y lugares. Sólo los creadores democráticos, inmensos líderes de la estirpe de Charles de Gaulle y Adenauer han sabido retirarse a tiempo y abrir paso a las generaciones sucesivas. Y en naciones con los más altos niveles educativos del mundo.

            Al PRSC le esperan grandes sacudimientos, porque como el Partido Revolucionario Dominicano representa al promedio del dominicano, con un nivel educativo de sexto grado, y donde hasta las élites más encumbradas no han pasado por el aprendizaje firme de los procedimientos democráticos.

            Y que conste que no es patrimonio exclusivo de los partidos. El Colegio de Abogados de la República lleva dos años sin poder realizar elecciones, y el gremio más antiguo del país, la Asociación Médica Dominicana, tuvo que dividir un período de gobierno por la mitad para mantener la unidad en la década pasada. El exclusivo Santo Domingo Country Club ha atravesado por una crisis dirigencial en los últimos dos años.

            En los partidos los enfrentamientos son más descarnados y publicitados, pues se trata de los instrumentos de lucha por el poder. Pero no porque en los demás estamentos de la sociedad dominicana no pervivan los antivalores del autoritarismo, de la imposición, de la trampería y del clientelismo.

            Esos antivalores pautan las prácticas de la gran mayoría de las instituciones de la sociedad civil, incluyendo muchas de las academias y las organizaciones donde más se ha teorizado sobre democracia y participación.

            Esas prácticas han echado profundas raíces en nuestros partidos, incluyendo a los de mayor tradición y aportes a la vida democrática y a los más antiguos, como el PRD, y han tenido manifestaciones, aunque menos rabiosas, en el Partido de la Liberación Dominicana, la escuela política con que el profesor Juan Bosch quiso sellar su vida y sus idealismos.

            El mismo Bosch no dio el ejemplo que le reclamáramos por televisión tras las elecciones de 1990, cuando ya dio notaciones de agotamiento. Y se expuso a concluir con un 13 por ciento cuatro años después. Aunque sus 13 mil militantes pudieron entenderse y factores circunstanciales le dieron el poder dos años después sellando de esa forma su unidad.

Ahora que el PRSC está de lleno en la transición, cuando muchos de sus dirigentes y militantes quieren dar el salto a la democracia, merecen un acompañamiento sereno de la opinión pública, y estímulos a que asimilen los valores democráticos.-