Por Juan Bolívar Díaz
La comunidad de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) está convocada para elegir este martes 15 de febrero nuevas autoridades, las que deberán continuar y profundizar los cambios que se han venido operando en los últimos años y que tuvieron como epicentro la rectoría del ingeniero Miguel Rosado.
Hay que recordar que durante la anterior gestión de la UASD se sembraron definitivamente las bases para la estabilidad que hoy registra la academia, cuando las autoridades tuvieron el valor de realizar una reforma estatutaria, que entre otros aspectos, redujo del 33 al 5 por ciento la representación estudiantil en los organismos de decisión, estableció la maestría como condición para acceder a los cargos académicos y aplicó la evaluación profesoral y estudiantil.
Paralelamente esas autoridades enfrentaron el tigueraje con expulsiones y otras sanciones y libraron el campus central de los tarantines que la habían convertido en un mercado. El terror que imponían los anarquistas y la manipulación política que se escondía detrás de la amplia representación estudiantil, quedaron definitivamente vencidos y permitieron a las autoridades que encabeza el rector saliente, Porfirio García, dar otros pasos adelante, como el cobrar una mayor cuota de matriculación a los bachilleres provenientes de colegios y en proporción a lo pagaban en estos.
Vale señalar que ahora el claustro elector de autoridades de la Universidad del Estado está integrado por 1,902 profesores, más 95 delegados estudiantiles (5 por ciento) 19 de los empleados (1 por ciento) y otros tantos de los ayudantes de profesores con más de dos años. La responsabilidad recae definitivamente sobre el profesorado.
Son muchas las reformas específicas que requiere la Universidad Autónoma para cumplir su misión en esta sociedad. Debería lanzarse otro movimiento renovador, como el que sacudió sus aulas tras la intervención norteamericana de 1965. Pero lo fundamental es que pueda cumplir su triple función docente, de investigación y extensión hacia la comunidad nacional.
Es de todos sabido que hace muchos años la UASD se ha limitado a la docencia en condiciones cada vez más precarias, sin mayores recursos pedagógicos, y que sus ingresos apenas dejan centavos para la investigación y la extensión.
El principal problema que enfrenta la Universidad autónoma es la masificación y el hacinamiento. No puede seguir absorbiendo entre 10 y 15 mil estudiantes más por año. Por la simple razón de que no hay recursos para mantener ni siquiera los niveles académicos.
Hace tres años, cuando el rector Porfirio García fue electo, la matrícula era de 122 mil estudiantes. Ahora ya son 156 mil 184, excesivamente concentrados en cinco carreras. Pedagogía, administración, contabilidad, derecho y medicina suman 91 mil alumnos, el 58 por ciento del total. Se justifican los 30 mil 287 que estudian pedagogía, pero no 16 mil 446 en contabilidad ni 12 mil 680 en derecho.
Lo peor es que una alta proporción de sus estudiantes no concluyen las carreras y se mantienen ocupando puestos al amparo de las bajas tarifas de matriculación, o simplemente desertan, distrayendo recursos en una universidad que destina el 85 por ciento de sus ingresos al pago de nómina.
La UASD debería auspiciar una investigación para determinar el destino que tienen sus egresados, una bajísima proporción a la luz de los 17 mil graduados que reivindica el rector García en tres años. Si el promedio de las carreras, incluyendo los postgrado anda por cuatro años, los egresados deberían ser anualmente la cuarta parte de sus 156 mil alumnos. ¿Y cuántos ejercen sus profesiones? ¿Cuántos emigran?
Enfrentar la masificación es fundamental para aprovechar mejor los escasos recursos que la sociedad entrega a la Universidad, que debe seguir abierta hasta a los más pobres, pero también obligada a una mayor racionalidad en el gasto y en el cobro de sus servicios.
Todos los que hemos valorado la Universidad pública, dedicándole parte de nuestras vidas estamos desafiados a reclamar y ejecutar un nuevo programa de reformas para mostrarla como ejemplo de lo que debemos hacer a nivel nacional. Si allí donde todavía nadie se ha hecho millonario con los recursos de la institución, no podemos ser eficientes, careceremos de moral para reclamarlo en la administración del Estado.
Casi nunca he participado en las campañas electorales de la UASD. Ahora tampoco y no promuevo candidato alguno. Aunque por los programas que han presentado los candidatos y por las entrevistas que he hecho en los últimos años, me parece que dentro de los aspirantes a Rector Roberto Reyna es el que ofrece más garantías de continuidad en las transformaciones.