Por Juan Bolívar Díaz
En la campaña electoral de 1994 a unos de los observadores electorales extranjeros le llamó la atención la poca importancia que los medios de comunicación social y los dirigentes nacionales otorgaron al hecho de que uno de los partidos contendientes elaborara un vídeo para instruir a sus delegados en las mesas electorales sobre cómo crear incidentes para invalidar votos contrarios.
El vió el vídeo proyectado por uno o dos canales de televisión, para el resto era intrascendente, y lo consideró escandaloso, pero al llegar a los escenarios políticos dominicanos nadie se lo mencionaba ni lo consideraba extraordinario. Concluyó en que los dominicanos parecían haber perdido la capacidad de asombro.
Desde entonces he venido observando y reiterando esa conclusión. Y en algunos aspectos pareciera que vamos de mal en peor. Por ejemplo ya uno no puede asombrarse de las maniobras que se ven en cualquiera de las confluencias de mayor tráfico de vehículos de esta cuidad a cualquier hora del día y de cara a numerosos agentes del tránsito.
Esta semana los abogados del presidente del quebrado Banco Intercontinental denunciaron que lo consumido mediante la famosa tarjeta de crédito del Baninter que se otorgó al coronel Pepe Goico no montaba 40 millones de pesos, como se denunció en noviembre pasado, sino “diez o quince veces más”.
El doctor Marino Vinicio Castillo sostuvo que con la “Pepe-Card” se habrían gastado 20 millones de dólares, que a una tasa promedio de 17.50 que prevalecía en aquellos días equivaldrían a unos 350 millones de pesos.
Según lo que han publicado los periódicos y se escuchó en radio y televisión, con esa tarjeta del Baninter se habrían comprado un avión, un helicóptero, así como sofisticados equipos de seguridad israelíes, que luego se habrían vendido a un gobierno extranjero, y más tarde llegarían a manos de la guerrilla colombiana.
La publicación de tamaños cargos contra un alto oficial de la seguridad del Presidente dela República no asombró ni siquiera a los medios que le dieron cabida. Mucho menos al coronel Pepe Goico, ni a la secretaría de las Fuerzas Armadas, ni al gobierno. Ni un solo editorial reclamó esclarecimiento y responsabilidades. Como si no se hubiese dicho.
Ni siquiera porque el doctor Castillo fue tan lejos como afirmar que Goico no será el funcionario de menos rango o categoría que acusarán del “fraude cometido contra el Baninter con la tarjeta de crédito que se utilizaba en los viajes internacionales del presidente Hipólito Mejía”.
Es posible que muchos no se asombraran por la enorme imaginación que ha demostrado el doctor Castillo en su accionar como político y como abogado. Pero en este caso el jurista promete depositar ante el juez que instruye el fraude los correspondientes comprobantes de gastos de la aludida tarjeta.
Si la acusación de los abogados de Báez Figueroa deja muy mal parado al gobierno, no pone en mejores condiciones a su defendido. Pero eso tampoco causará asombro. Lo que han dicho es que ese banco no sólo otorgaba tarjetas a altos funcionarios para que gastaran a su antojo, sino que no controlaba los montos. Y que mintieron cuando en comunicado público dijeron que lo gastado por Pepe Goico eran 40 millones de pesos.
Nadie supone que con una tarjeta de crédito se compre un avión, un helicóptero y hasta equipos militares. Tampoco que un banco autorice gastos por 350 millones de pesos con una tarjeta que no se pagaba. De ser cierta la versión, sería una magnífica muestra de cómo se manejaron los recursos de los ahorrantes en ese banco. Con razón quebró.
En cualquier caso, lo primero deseable es que el doctor Vincho Castillo cumpla su promesa y no solo entregue los comprobantes al juez, sino que los haga públicos para contribuir a establecer las responsabilidades de esta escandalosa quiebra bancaria.
De presentar esas pruebas, tal vez el gobierno se vea en la obligación de dar una explicación. Y a lo mejor hasta se anime a hacer transparente todo lo relacionado con el caso Baninter. Pero no nos hagamos muchas ilusiones. Ningún asombro causará que se muestren esas pruebas y el coronel Goico sea ascendido, y el secretario de las Fuerzas Armadas y el gobierno sigan como si nada ocurriera.
Al fin y al cabo desde que se destapó el escándalo Baninter, en pleno Palacio Nacional y en presencia del presidente de la República y el secretario de las Fuerzas Armadas, el gobernador del Banco Central dijo que 70 generales cobraban en ese banco. Y nadie ha considerado necesario aclarar nada.
¡Algo grande tiene que ocurrir para que recuperemos la capacidad de asombro!