Por Juan Bolívar Díaz
El pasado jueves los rumores puestos en circulación en medio de una semana que registró una devaluación del peso histórica alcanzaron niveles preocupantes que obligaron a las autoridades del Banco Central a emitir un comunicado enfrentándolos.
Según las versiones difundidas de boca en boca, las autoridades monetarias habrían decidido establecer un corralito a los depósitos en dólares. También se decía que se realizaban auditorías en bancos que estarían presentando dificultades.
Ninguna de las dos especies era cierta y el Banco Central las desmintió categóricamente, recordando que en los términos del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se establecía una misión de asesores con el objeto de auditar todas las instituciones financieras. Para eso vino al país medio centenar de técnicos.
Esas auditorías “tienen como objetivo asegurarle a todos los ciudadanos que cuentan con un sistema financiero sano y responsable, por lo que su realización en modo alguno significa que haya instituciones financieras intervenidas o en proceso de intervención”, precisó el comunicado.
Con mucha frecuencia se tropieza uno con personas que enarbolan las más catastróficas versiones sobre la economía nacional y la política, a veces como si disfrutaran con su difusión, sin tomar en cuenta las consecuencias que se derivan para la de por sí crítica situación nacional.
Ni desde el punto de vista político hay que exagerar la situación. Ella es lo suficientemente demoledora para las autoridades gubernamentales y las pretensiones continuistas, que sólo hay que dejar transcurrir el tiempo y esperar que lleguen los comicios.
Más aún, las perspectivas políticas, económicas y sociales son tan sombrías que lo más conveniente para los opositores políticos con posibilidades de relevar a las actuales autoridades es manejarse con discreción, sin contribuir a mayores agravamientos que penderán como espada de Damocles sobre aquellos a quienes corresponda la gestión pública a partir de agosto próximo.
Peor es desde la perspectiva económica. Pues hemos llegado a un punto de sensibilidad y desconfianza que cualquier rumor puede engendrar mayores males y agravar la situación de toda la colectividad.
Difundir la versión del corralito sobre las cuentas en dólares es una invitación a quienes tienen depósitos en divisa para que los retiren, y si son significativos los depositen en bancos en el exterior, puesto que no los dejarán bajo el colchón.
La huida de capitales, fruto de la desconfianza en la economía y el proceso político dominicano, es de los factores determinantes de que el peso se esté cotizando a cincuenta por dólar, y del alza de los combustibles, la energía y todos los bienes y servicios.
Decir esto es una verdadera perogrullada, pero son muchos los políticos, comunicadores y ciudadanos en general que disfrutan con la difusión de toda clase de rumores, en una especie d danza sensacionalista, como para desquitarse frente a la indolencia de unas autoridades que en medio de este vendaval pretenden un voto de continuidad.
Se puede entender, pero no justificar. Y más bien, corresponde a todos los que tienen algún grado de influencia en esta sociedad, contribuir al sosiego, a la recuperación de la confianza, a crear las condiciones que nos permitan superar las actuales precariedades y repuntar.
No hay que esperar al 16 de agosto para iniciar ese proceso, porque mayores serán entonces los problemas acumulados y será más difícil superarlos. Especialmente si los rumores que difundimos engendran nuevas desestabilizaciones de instituciones financieras, que tendríamos que pagar todos, de una u otra manera.
Claro que estamos ante un círculo vicioso, porque muchos que quieren vengarse de estas autoridades se prestan a la difusión de los peores rumores porque creen que de esa forma sepultan cualquier posibilidad de continuidad. Y los que creen que pueden hacer milagros en tres o cuatro meses que distan para “la gran encuesta”, son también responsables porque actúan como provocadores de la ira general.
Por encima de todas nuestras miserias, materiales, espirituales y sociales, tenemos que reflexionar y privilegiar el interés general. Estamos urgidos de una gran dosis de ponderación y espíritu de superación. A pesar de las autoridades que no han podido hacer conciencia de la gravedad de la situación nacional.