Lo fundamental es la oportunidad

Por Juan Bolívar Díaz

            Muchas críticas se han levantado por el bajo número de ciudadanos y ciudadanas que han gestionado el registro electoral para poder ejercer el voto en el exterior durante las próximas elecciones presidenciales, por lo cual algunos llegan a la precipitada conclusión de que no vale la pena y que es una inversión injustificada.

            Debe decirse que la Junta Central Electoral ha hecho ingentes esfuerzos durante los últimos tres años para hacer posible ese aspecto de la reforma electoral de 1997. Incluso por momentos pareciera que le han dedicado más energías de lo necesario, sin lograr una respuesta masiva de la población.

            Lo primero que concurre es la poca voluntad de los partidos mayoritarios, en contraposición con la frecuencia con que apelan a las comunidades del exterior en busca de financiamiento para precampañas y campañas electorales.

            En segundo lugar es la desconfianza que ha rodeado todo el proceso, fundada en la vocación nacional por la trampería y la manipulación. Hasta el punto que algunos han pretendido el absurdo de que las gestiones del empadronamiento se hagan al margen de las oficinas consulares, como es lo normal en todos los países que consagran el voto en el exterior.

            Como si la participación plural de los representantes de los partidos no pudiera velar por la limpieza y transparencia de un padrón que es público, colocado en el internet, y de una cédula revestida de múltiples garantías contra la falsificación, como se ha demostrado en las últimas dos elecciones.

            Se ha informado que apenas 12 mil ciudadanos están aptos para votar en el exterior. Y apenas unos cuantos miles más están en proceso. Como el padrón se cierra el 16 de diciembre, 5 meses antes de la votación, es probable que esta primera vez apenas 20 o 25 mil electores queden registrados en las concentraciones de la emigración dominicana.

            Cuando los empadronados iban por 8 mil 524, en Nueva York se hallaban 5,166. Le seguía Madrid con 1,388 y Barcelona 777. Luego San Juan con 492 y Miami 345. Venezuela y Canadá registraban 128 y 121 respectivamente.

            No es que los emigrantes dominicanos no estén interesados, aunque debe advertirse que una mayoría no tiene eso como su principal preocupación. Lo que es normal en otros países. En general, por las estadísticas que se conocen, el voto en el exterior casi nunca pasa del 1 por ciento del total. Aquí por primera vez tal vez no llegue ni a la mitad de esa proporción teniendo en cuenta que el padrón pasará de los 5 millones de electores.

            La poca respuesta se explica por el hecho de que no se ha podido emitir cédulas en el exterior. Sólo se ha habilitado a quienes ya la tenían y solicitaron cambio de mesa o colegio. O aquellos que tenían la constancia de haberla solicitado en el país, a quienes se les está enviando.

            Recuérdese que la nueva cédula se emitió para los anteriores comicios presidenciales, los del 2000, y la brega que dio obtenerla aún a los que vivimos en el país, razón por la cual una ínfima minoría de los residentes en el exterior pudo obtenerla en algún viaje vacacional. En otras palabras, no es que no quieran, es que están excluídos por la burocracia y la desconfianza.

            Pero como no hay mal que por bien no venga, a lo mejor sea positivo que esta primera vez sea limitado el número del voto en el exterior, para que opere como plan piloto y nadie pueda alegar que el voto en el exterior cambió el curso de la opinión pública nacional o se prestó para graves irregularidades.

            Es injusto que saquemos la cuenta de cuánto costará cada voto en el exterior. Siempre la primera vez hay que pagar un costo adicional. Según el Plan de Trabajo de la JCE se invertirían 31.5 millones de pesos en publicidad. Probablemente otros tantos en gastos diversos.

            Treinta y tres millones de pesos parece mucho dinero para las precariedades nacionales. Pero vista la contribución de la comunidad dominicana en el exterior, es una suma irrisoria, insignificante. Un millón de dólares de los 2 mil 100 que los residentes en el exterior enviaron al país tan sólo en el año 2002. Sin esas remesas cada año el país estuviera sumido en la total miseria y el atraso.

            ¿Y qué les damos en compensación a esos ciudadanos? Nada, los expoliamos en los consulados, cobrándoles las tarifas más altas del mundo y los discriminamos y apocamos cuando vienen al país.

            No sacaliñemos el que le devolvamos un millón de dólares a la comunidad dominicana del exterior. Lo fundamental es la oportunidad, no la cantidad. Y para los comicios del 2008 lo que deberíamos es darle la opción de sacar la cédula en los consulados. Con todos los controles que se quieran. Pero no negársela. Para que tengan derecho a reafirmarse una vez más como dominicanos y dominicanas.-