La UASD que deja el Rector Rosado

Por Juan Bolívar Díaz

            Confieso que lo subestimé. Cuando lo ví llegar a la rectoría de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) hace tres años, con esa cara láguida como de “infeliz” y una mirada medio perdida, lo consideré una expresión más de la decadencia en que por tantos años venía resbalando la academia.

            No lo conocía y en la primera entrevista que le hice, me pareció un demagogo más. Como su formación profesional provenía del desaparecido campo socialista, tuve una razón adicional para creer que una vez más se trataba de “buche y pluma no más”. Se graduó de ingeniero mecánico en Kiev, la capital de Ucrania, con especialdiad en ingeniería de aviones.

            Pero estaba equivocado y debo admitirlo con entereza y rendirle reconocimiento al ingeniero Miguel Rosado, ahora que acaba de terminar su rectoría y cuando escucho que se retiró pidiendo la colaboración de todos para con su sucesor, el economista Porfirio García, a fin de que siga realizando los cambios que precisa la UASD.

            Miguel Rosado tuvo el valor y la entereza que le faltaron a tantos que vimos desfilar por la Rectoría de la UASD en los últimos 20 años prometiendo poner límite a los desbordamientos, despilfarros e irresponsabilidades.

            Humilde, como su orígen, demostró que se podía espantar el terror que una absoluta minoría de estudiantes y empleados vagos había impuesto en las aulas y campus universitarios para impedir toda reforma que enfrentara en sus raíces las trabas que impiden a la UASD acercarse siquiera al cumplimiento de su misión.

            Y en estos tres años se ejecutó una importante reforma del Estatuto Orgánico que dividió el hiperinflado claustro, redujo del 33 al 5 por ciento el peso de los estudiantes en la elección de las autoridades y reafirmó los valores académicos.

            La reducción del poder estudiantil era fundamental para poder realizar otras reformas, pues el mismo operaba como chantaje frente a toda intención de enderezar entuertos y servía de plataforma a la mediocridad profesoral trepadora de puestos académicos.

            Se llevó al nivel de maestría los requisitos para que los profesores pudieran optar por cargos académicos y se realizaron evaluaciones profesorales y se comenzó a publicar periódicamente las ausencias de los docentes.

            Se aplicó la evaluación y baja estudiantil, gracias a la cual entre 10 y 15 mil alumnos dejaron de consumir inútilmente millones de pesos del presupuesto nacional. Y se expulsó y sancionó el tigueraje con ropaje de agrupación estudiantil.

            Rosado, a puro coraje, limpió el campus de la UASD, eliminando el mercado público en que había sido convertido, por chiriperos y tarantineros de toda laya.

            Y como nota importante, salió vivo, sin quemarse, demostrando que cumplir el deber en la UASD no equivalía al suicidio, y sin tener que apelar a un ejército para que lo protegieran. Venció al terror y reivindicó la autoridad y los valores académicos.

            Desde luego, que todas esas reformas reclamaron más energías de las debidas, y consumieron un tiempo preciso. Por eso no fue posible emprender en tres años muchas otras transformaciones que requiere la Universidad.

            Ojalá que Porfirio García y las demás nuevas autoridades sigan el ejemplo de valor del Rector Rosado y su equipo, entre ellos relevantemente otro universitario humilde, el saliente vicerector académico Roberto Reyna. Y no solamente no permitan el retroceso que algunos temen, sino que sigan avanzando en el rescate institucional.

            En la UASD urge enfrentar la masificación que la ha llevado a 122 mil estudiantes, 2347 profesores y 2121 empleados. Los alumnos excesivamente concentrados en contabildiad, administración, informática, leyes y mercadeo.

            Es fundamental imponer una mayor cuota a la gran mayoría de los alumnos, que pueden pagarla y dejar becados a los que no. Pero se estima que la mitad trabaja y por lo tanto puede pagar mucho más que 6 pesos por crédito, equivalentes a un promedio de 90 pesos por semestre. Ello representa 15 pesos por mes, con lo que ya no se compra media botella de cerveza, aunque sí media cajetilla de cigarrillos.

            No solo para que pueda disponerse de mayores recursos con que solventar sus necesidades, sino especialmente para evitar la sobrepoblación que se mantiene allí ocupando espacios y provocando gastos sin dedicarse seriamente al estudio, inscribiendo y retirando materias. Cuando eso les cueste algo, muchos tendrán que decidir si estudian o no.

            Pero ya es tiempo de que la UASD rompa el mito del 5 por ciento del presupuesto, que ningún gobierno le ha dado ni le dará. El año pasado recibió 73 millones de pesos mensuales, aproximadamente el 1 por ciento del ingreso nacional. La proporción se mantiene en el 2002, con una asignación por mes de 82 millones.

            Esa suma no le alcanza ni para los gastos fijos. Registra un déficit mensual de 7 millones de pesos, y el nuevo rector dijo que las deudas andan sobre 384 millones.

            Con ese cuadro es un absurdo macondiano pretender que la UASD tiene que ser gratis cuando gran parte de sus alumnos tuvieron que pagar para conseguir la educación primaria y secundaria. Aún en los barrios más pobres muchos tienen que pagar 100 y 200 pesos mensuales en escuelitas de patio, pues el Estado ha sido incapaz de garantizar siquiera la educación elemental. Una fuerte proporción estudió en colegios con cuotas 50 y hasta 100 veces superior a la que pagan en la Universidad Autónoma.

            Miguel Rosado merece muchos reconocimientos. Pero hay que proclamar que apenas comenzó las transformaciones. Pero desbrozó el camino. Vamos a ver si el trecho abierto sirve para avanzar o para retroceder.-