Por Juan Bolívar Díaz
Si a la mayoría de nuestros legisladores les importara la imagen que proyectan frente a los electores, seguro que no estaríamos presenciando el espectáculo de estos días cuando en ambas cámaras se desarrolla una sórdida lucha por las posiciones directivas a ser renovadas el 16 de agosto próximo, como cada año.
Encuestas y estudios de las más diversas categorías han mostrado en los últimos años que el Congreso Nacional es una de las instituciones que menos confianza genera en la ciudadanía, sólo superado por los partidos políticos.
Así quedó en evidencia en las tres encuestas nacionales de Cultura Política y Democracia, auspiciadas por la Universidad Católica Madre y Maestra dentro del Proyecto para el Apoyo a Iniciativas Democráticas, la última de las cuales fue publicada en febrero del 2002.
Cuando se preguntó a una muestra bien representativa de la sociedad dominicana sobre las isntituciones en que más confiaban, la Iglesia Católica, los medios de comunicación y la Iglesia Evangélica encabezaron con 60, 35 y 31 por ciento. En la cola se situaron el Congreso Nacional y los partidos políticos, con 12 y 6 por ciento, respectivamente.
Ambas instituciones también ocupaban los dos últimos peldaños en un índice de confianza elaborado en base a la encuesta. En el caso del Congreso, reduciéndose de 0.75, a 0.74 y 0.73 en las tres encuestas citadas, efectuadas en 1994, 1997 y 2001.
En la última encuesta Gallup para Omnimedia, recién publicada, los legisladores no quedan mejor parados. E.l 83.6 por ciento de los encuestados considera que van al Congreso a hacer política y enriquecerse. Sólo un 16 por ciento considera que dedican su tiempo a trabajar por el país, mientras el 80.8 por ciento lo niega. Y el 80.3 por ciento estima que los diputados y senadores no mantienen contacto con sus electores.
Esas estadísticas deberían motivar profundas reflexiones y mejores actuaciones de los legisladores. Pero no cuentan con que un día los electores se cansarán de ser burlados y se ausentarán de las urnas, como ha ocurrido ya en otras naciones de la región.
Esta semana, como ejemplo, ha sido devastadora. El presidente del Senado, Andrés Bautista, aspirante a la reelección, acusó a dos funcionarios gubernamentales y dirigentes de su propio grupo dentro del Partido Revolucionario Dominicano, el llamado PPH, de usar recursos estatales para apoyar a su contrincante Jesús Vásquez Martínez, quien ha sido respaldado por 15 senadores.
Lo más relevante es que Bautista regaló un anillo de oro a cada uno de sus colegas senadores, obviamente como parte de su campaña electoral. El costo se estimó en más de 200 mil pesos, sin que se explicara si lo financió de su propio peculio, de las arcas del Senado, o de “contribuciones”.
La presidenta de la Cámara de Diputados, la reformista Rafaela Alburquerque, se adscribió al criterio de que “el poder no se entrega, que hay que arrebatarlo”, y se fue a buscar el apoyo del presidente de la República para mantenerse en el cargo. Allí casi se encuentra con otro de sus correligionarios, Víctor Bisonó, que andaba en lo mismo.
Alburquerque y Bisonó parecen ser los favoritos, atendiendo a que el agrónmomo Hipólito Mejía declaró que seguía favoreciendo a un reformista para presidir la cámara baja. Mientras a la doctora Liselot Marte de Barrios, una de las mejores políticas del país, no se le atribuye posibilidad alguna de presidir la cámara, pues al parecer no tiene capacidad de amarres. No regala canastas ni anillos, ni “resuelve”.
Y a pesar de que parecería ilógico esperar que a 9 meses de las elecciones presidenciales el partido de gobierno y el presidente Mejía priven a sus eventuales aliados reformistas de la presidencia de la cámara, el diputado perredeísta Alfredo Pacheco ha lanzado su campaña, con un libro de 131 páginas, almuerzo para periodistas y reunión con 121 diputados de todos los partidos.
Pacheco realiza una fuerte inversión, destinada obviamente a perderse. Su aspiración está divorciada de la razón política, de lo posible, y de espalda a los intereses de su partido, que es cosa secundaria.
La campaña electoral para ganar el voto de los 32 senadores o de 150 diputados se lleva a los medios de comunicación, como si se tratara de un asunto de alto interés nacional, que involucrara a millares de ciudadanos, en medio de una profunda crisis económica y creciente desesperanza.
Con actuacioens como esas se afianza la imagen desfavorable que tiene la ciduadanía sobre el Congreso Nacional y los legisladores. Y es deplorable por tratarse de la representación directa de los electores, de la entidad responsable de la legislación y de la vigilancia del Poder Ejecutivo, y una de las bases fundamentales de la institucionalidad democrática nacional.-