Por Juan Bolívar Díaz
Es de regocijo para el periodismo latinoamericano que don Julio Scherer García, director del diario Excelsior hasta su asalto por turbas gubernamentales en 1976, y entonces cofundador de la revista Proceso, haya sido galardonado con el Premio Nuevo Periodismo, otorgado por la fundación que preside el escritor Gabriel García Márquez, justamente cuando cumple medio siglo de ejercicio periodístico.
Yo lo conocí una fría mañana de noviembre en 1970 cuando señoreaba en su amplio despacho de la cuarta planta de Excelsior, en el Paseo de la Reforma de la ciudad de México. Se decía entonces que sólo el presidente Luis Echeverría era más poderoso que él en un México que lideraba las luchas reivindicativas del tercer mundo.
Miguel Angel Granados Chapa, uno de mis mejores maestros en la Escuela de periodismo Carlos Septién García, entonces encargado de las páginas editoriales de Excelsior, me convocó para presentarme con el director, convencido de que podría entrar por la puerta ancha a lo que entonces era la meca del periodismo latinoamericano.
Nunca he podido olvidar la impresión que me produjo aquel hombre simpático que asomó a su antedespacho en dos ocasiones para rogarme que le esperase unos minutos, hasta que me recibió media hora más tarde de lo convenido.
Me agarró por los hombros –como si hubiésemos compartido las aulas- y me cruzó por el despacho hasta llevarme al balcón que vigilaba el centro nervioso de la gran urbe mexicana. Allí de pies, para no darle formalidad a este encuentro diría, comenzó preguntando por Juan Bosch y por la suerte de Caamaño.
No hubo dudas que estaba no solamente frente a un personaje de extraordinario carisma y extrema simpatía, sino tambien junto a un periodista de profundidad y amplitud, presto a extender la mano a las nuevas generaciones.
En mi círculo de amigos y colegas mexicanos se le idolastraba y quería, por su sencillez y sobre todo por su valentía, pues había tomado la palabra al presidente Echeverría, nos diría él mismo en una charla en la Septién García, y extendía rápidamente el ejercicio de la libertad de prensa, que durante décdada había sido largo hacia fuera de México, pero corto, muy corto hacia adentro.
Durante los 8 años que Scherer García lo dirigió, Excelsior fue el gran diario de México y de América Latina, compitiendo en amplitud y alcances con los más poderosos de Estados Unidos y de Europa. Abanderado de todas las causas de la libertad, de la igualdad y del desarrollo, estuvo presente en todos los frentes de guerras frías y calientes, de debates reclamos y enfrentamientos.
Hasta aquel medio día caluroso del 8 de julio de 1976, cuando don julio Scherer y sus más de 200 periodistas y articulistas desfilaron por el Paso de la Reforma, echados de sus despachos por una turba que encabezaron obreros y muy pocos colegas bajo cuerdas del gobierno que no podía aceptar tanta libertad de prensa. Armados de palos y pistolas asaltaron la cooperativa de Excelsior en una asamblea y echaron a la intelectualidad y lo mejor del periodismo mexicano.
Julio Scherer no cupo en los proyectos de grandes diarios que se ensamblaron en los años siguientes. Pero en verdad el quiso recluirse en una revista semanal de pobre tecnología pero altísimos vuelos libertarios. Y desde Proceso siguió cultivando la libertad, deshaciendo entuertos públicos y privados durante 20 años hasta su retiro de la dirección en 1996, cuando contaba 70 años.
Sigue escribiendo artículos y libros, algunos de ellos altamente testimoniales como Los Presidentes, en el que narra su relación con varios mandatarios mexicanos. Nunca ha dejado de ser una fuente de sabiduría y calidez humana, especialmente para los jóvenes periodistas a quienes trata siempre como un maestro.
Julio Scherer fue seleccionado de entre 50 periodistas para el galardón de la Fundación Nuevo Periodismo. De él dijo García Márquez que “toda su carrera la hizo contra la corriente y se ha demostrado que tenía razón”. El consejo rector del premio tuvo en cuenta su magisterio, reconocido por las nuevas generaciones de periodistas, y “su insobornable voluntad de reportar sobre los excesos del poder”.
Como a un notable grupo de mi generación de periodistas mexicanos, Scherer García me influyó positivamente. No pude tratarlo mucho, pero suficiente para aquilatar sus valores profesionales y personales. Hará una década que lo vi la última vez en su modesto despacho de Proceso, lejos del Paseo de la Reforma, pero enhiesto como siempre en los principios básicos de la profesión y de la comunicación.
Comparto espiritualmente este reconocimiento que me devuelve a los ámbitos de profesores de la categoría de Alejandro Avilés, Horacio Guajardo, Vicente Leñero, Granados Chapas y José Alvarez Icaza, todos ellos del México florido y espinudo.-