Hay que habitar los partidos

Por Juan Bolívar Díaz

La frase la acuñó el joven vicepresidente del Partido Socialista de Chile Leonel Cádiz durante el XII Curso Interamericano de Elecciones y Democracia, celebrado en la capital mexicana durante la última semana de Abril por el Centro de Promoción y Asesoría Electoral (CAPEL) del Instituto Interamericano de Derechos Humanos y con los auspicios del Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral de México.

El tema del encuentro de tres días fue “la nueva generación de desafíos para la democracia”.

Fueron convocados unos 80 funcionarios electorales, dirigentes políticos y de organizaciones sociales y comunicadores. Por la República Dominicana estuvieron los jueces electorales Luis Arias, Salvador Ramos y José Luis Tavárez, y como dirigentes sociales Rafael Toribio y este articulista, ambos además participamos como expositores.

Conocidos los diagnósticos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y las encuestas y estudios auspiciados por el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización de Estados Americanos, así como los de Latinobarómetro, no había que formular de nuevo la crisis del partidismo político. El evento se dedicó a discutir propuestas de acción en los cuatro grupos de trabajo en que se dividió como en las plenarias donde se presentaron las ponencias y se acogieron las conclusiones.

Predominó el criterio de que es absolutamente legítima la preocupación por el proceso de deterioro de la imagen de los partidos políticos, por el creciente descreimiento que los afecta, por la corrupción y la forma de hacer política en negación de los principios democráticos que teóricamente se preconizan. Se advirtieron los riesgos del colapso de los partidos, que suelen conllevar retrocesos democráticos, por la encarnación de soluciones individuales, improvisadas y que por carecer de base política de sustentación terminan derivando en nuevas expresiones de autoritarismo, descomposición política e ingobernabilidad.

Al profundizar sobre el estancamiento del proceso democrático que se registra en América Latina, tras la caída de las dictaduras que asolaron hasta la década de los ochenta, se advirtió que el problema no se puede limitar a los partidos, que existe una cultura poco participativa, de exclusión y autoritarismo, de imposición y prolongación de los liderazgos, que afecta también a las instituciones sociales de todo género.

Durante años hemos sostenido que si el problema estuviera sólo en los partidos, la sociedad los hubiese sustituido, hubiera creado otros que respondieran a los imperativos democráticos. Lo que ha ocurrido es que cuando los partidos colapsan, los reproducimos desde nuevas instancias formales o informales. Se ha visto claro en los proyectos alternativos que se han verificado en las últimas dos décadas en Brasil,  Perú, Ecuador, Bolivia, Guatemala y Venezuela.

En el tema de la relación sociedad civil- partidos las conclusiones fundamentales giraron en torno a la necesidad de acentuar el diálogo y la interacción entre los dos sectores. Se exhortó a los dirigentes sociales a seguir el camino marcado por CAPEL que durante 25 años ha desarrollado una notable labor de investigación, capacitación y vinculación con el sistema de partidos. Trabajar con los partidos, más que sobre los partidos. Y por ahí fue que emergió el planteamiento que encabeza este artículo: “hay que habitar los partidos”.

Por supuesto que se trata de una avenida de doble dirección, porque el sistema partidista es tan excluyente que se llega a pretender que los dirigentes de las organizaciones de la sociedad civil carecen de derechos al ejercicio de la política y son vistos como advenedizos, sino intrusos,  cuando tratan de incursionar en la misma aún desde los propios partidos.

Es obvio que la mayoría de los dirigentes sociales no están llamados a abandonar sus responsabilidades para perseguir el poder político, pero los que quieran hacerlo no solo están en su derecho, sino que deberían recibir algún espacio en esos partidos cuyos dirigentes también admiten que están en crisis y requieren renovación y hasta regeneración.

No es fácil habitar la política. Su misma naturaleza competitiva hace que los que están en las pistas pretendan cerrar el paso a los que buscan espacios. Tal vez los dirigentes sociales tengan que ganarse esos espacios con un intenso trabajo junto a los políticos en la formación de las nuevas generaciones, para con ellas reivindicar no solo derechos sino también principios.

Será cuestión de tiempo, por ahora hay caminos que lucen bastante cerrados.

 Son parte de la desconfianza generalizada sobre la política y los políticos. Pero por algún lado habrá que comenzar a romper el círculo vicioso para que el proceso democrático latinoamericano de nuevos pasos de avance. Sin descartar la constitución de nuevas organizaciones políticas. Aunque la experiencia demuestra también lo difícil que es acreditarlas y reemplazar al sistema instituido.