Eran las 3 cuando mataron a Lola

Por Juan Bolívar Díaz

El alegato del ministro de la Administración pública, Ramón Ventura Camejo, para intentar justificar el lanzamiento de casi todo el gobierno en apoyo al delfín del presidente Danilo Medina en la campaña interna del partido oficial, de que ellos sólo se activarían después de las cuatro de la tarde, “cuando termina su jornada laboral”,  hizo recordar canciones emblemáticas.

La primera que saltó al espacio memorial fue la legendaria canción cubana sobre la hora en que mataron a Lola, “que dicen los que la vieron que agonizando decía, quiero ver a ese hombre que me ha quitado la vida, quiero verlo y besarlo para morirme tranquila”. Sin duda una expresión ahora inaceptable del machismo generador de feminicidios. Pero Rolando la Serie y otros intérpretes inmortalizaron a la terrible Lola. Aunque dicen que quien en realidad lo hizo fue el presidente cubano Grau San Martín, cuando en medio de un discurso miró su reloj, y al advertir que marcaba las 3 de la tarde, concluyó diciendo: “la hora en que mataron la Lola”.

Joan Manuel Serrat inmortalizó otro horario límite, pero con tema romántico, en una de sus primeras composiciones, en los años sesenta, tiempo de desmitificaciones y rupturas en la España aún franquista: “Poco antes de que den las 10”, cuando te levantarás despacio, y te alisarás el pelo, que con mis dedos deshilé, y te abrocharás la falda, y te irás sin un reproche, y bajarás los peldaños de dos en dos, de tres en tres. Ellos te quieren en casa poco antes de que den las 10. Tu madre abrirá la puerta, sonreirá y os besaréis. La niña duerme en casa y en un reloj darán las 10.

Ventura Camejo, quien durante años promovió la Ley de la Función Pública, tiene su muy particular interpretación del numeral 13 del artículo 80 de la Ley 41-08 que él promovió durante años hasta su aprobación, que entre las prohibiciones a los funcionarios públicos señala “servir intereses de partidos en el ejercicio de sus funciones, y en consecuencia organizar o dirigir demostraciones, pronunciar discursos partidistas, distribuir propaganda de carácter político o solicitar fondos para los mismos fines, así como utilizar con este objetivo los bienes y fondos de la institución”.

Pero el inefable ministro entiende que esas limitaciones son sólo en el horario laboral que él establece hasta las 4 de la tarde. Así que después de esa hora los ministros se quitan el traje de altos funcionarios, se remangan la camisa, calzan tenis y se marchan a la campaña política. Si a Rubén Bichara, el máximo ejecutivo del sistema energético, y jefe nacional de la campaña electoral de Gonzalo Castillo, se le acaba de apagar el país una de estas noches, él ni se enterará, porque no estará en horario de trabajo. Y que conste que hace meses los apagones de han generalizado hasta por 12 horas diarias.

Por lo menos el ministro de Agricultura, el siempre afable Osmar Benítez, robó tiempo a su responsabilidad de campaña para advertir que los plátanos no se deben vender a más de 18 pesos. Porque en los barrios pasan ya de 20 y con el subsidio “comer es primero”, de 850 pesos mensuales, una familia sólo puede comprar un plátano y medio por día.

Debe asumirse que algunos altos funcionarios no estarán cómodos con la responsabilidad electorera que les han atribuido. Ya el eficiente director de Impuestos Internos, Magín Díaz, tuvo que salir a defender su honorabilidad ante especulaciones de que utilizaría golpes bajos fiscales contra opositores al gobierno.  

Ventura Camejo se aferra la defensa del derecho ciudadano absoluto de los altos funcionarios, por lo que unos de estos días, antes de las 4 de la tarde, cuando se pone brava la fiesta taurina, saldrá a exigir que se les respete también a los 60 mil militares, a los 40 mil policías  y a los miles de jueces y fiscales que tienen la misma limitación.

Desde luego, habrá quienes creerán que se puede evitar que los altos funcionarios utilicen, antes de las 4 de la tarde, los vehículos, las oficinas, computadoras, secretarias, choferes, asistentes, subordinados, las dietas y combustibles para cumplir sus tareas de jefes de campaña política en las provincias. Y que de ninguna forma recibirán llamadas telefónicas ni mensajes, ni planificarán acciones, ni sostendrán reuniones personales o virtuales.

Sólo en el reinado del absurdo, del primitivismo y el desenfreno del Estado se permite hoy día que casi todos los ministros sean designados jefes de campañas electorales, sin tomar licencia o renunciar. Pero fue en los años 40  cuando a las 3 de la tarde mataron a Lola.-