En Venezuela también la Sociedad Civil se dividió

   Por Juan Bolívar Díaz

    En el empeño por descalificar a “la llamada Sociedad Civil” no han faltado quienes pretenden responsabilizarla del frustrado golpe de Estado contra el gobierno constitucional del presidente Hugo Chávez, que sumió a Venezuela en el ridículo y concluyó en un aparente apuntalamiento del régimen que se quería desplazar.

      El primero que le atribuyó a la Sociedad Civil la “jornada democrática” del jueves 11 de abril fue su líder, el empresario Pedro Carmona, presidente de la Federación de Cámaras de Comercio Venezolanas, Fedecámaras, estando aún en el fragor de la lucha.

      Y en parte tenía razón, porque una representación importante de la Sociedad Civil estuvo embarcada en el intento por desplazar el gobierno de Chávez, algunos de manera muy relevante y otros como comparsa y carne de cañón.

       Las acusaciones contra la Sociedad Civil a propósito de la crisis venezolana indican que todavía muchos no entienden los alcances de esa denominación, y algunos pretenden que, por contraposición, se trata de todo lo que no es sociedad militar.

       El concepto de Sociedad Civil se generaliza como referencia al conjunto de las organizaciones sociales, que van desde las juntas vecinales y asociaciones comunales, hasta las entidades que agrupan trabajadores, profesionales y empresarios, medios de comunicación, iglesias, fundaciones y las clásicas organizaciones no gubernamentales (ONG) . También caen en la categoría las asociaciones sectoriales como las de mujeres, jóvenes, ecologistas, etc.

        En menos palabras, cuando hablamos de Sociedad Civil nos referimos a todas las instituciones sociales que no forman parte del Estado ni de los órganos (los partidos) que buscan dirigirlo. No se alude a personas síno a grupos que trabajan e inciden de alguna forma en la sociedad, sin buscar ejercer el poder del Estado.

        Así pues, en Venezuela hubo entidades estatales y de la Sociedad Civil envueltas en la conspiración. Como aquí en 1963 y como ha ocurrido siempre en todas partes. Difícilmente haya habido un golpe de estado que no involucre parte de la Sociedad Civil, como también parte de la Sociedad Política y de la Sociedad Militar.

        Entidades señaladas entre los llamados poderes fácticos, como las empresariales, medios de comunicación e Iglesia Católica y que son parte importante de la Sociedad Civil, han estado ligadas a múltiples atropellos contra la institucionalidad democrática.

          Es más, hubo un tiempo, cuando le llamaban “fuerzas vivas”, en que esas eran casi todas las expresiones de la Sociedad Civil. Lo que caracteriza a ésta en los últimos años es su ampliación, con el surgimiento de innumerables núcleos sociales que buscan participar en la concreción de su propio destino. Esa ampliación democratiza el protagonismo social que ya no corresponde sólo a los obispos y los empresarios, sino también a líderes comunitarios, campesinos, de mujeres, de ONG, etc.

         Aún entre las instituciones más activas que pretendieron el golpe de Estado hubo divisiones. No todas las asociaciones empresariales ni todos los sindicatos, ni todos los obispos, ni todos los periódicos, ni todos los canales de radio y televisión estuvieron entre los promotores de la violentación de la voluntad popular.

        Hubo dirigentes de todos esos sectores que escogieron el camino correcto, el de promover el entendimiento, el diálogo y la participación plural y democrática en la gestión de la sociedad venezolana.

         Ante las decisiones gubernamentales autoritarias, las posiciones de extremo sectarismo y los enfrentamientos verbales, correspondía un gran esfuerzo de mediación, de moderación, de búsqueda del equilibrio. No la promoción del enfrentamiento ni la ruptura de la institucionalidad democrática. Mucho menos para sustituir el autoritarismo fundado en el mandato del 59 por ciento de la población, por el de algunos militares y empresarios que se pretendieron depositarios de una voluntad popular inexpresada.

            La Sociedad Civil no está para gobernar, que eso corresponde a los partidos, aunque tampoco para la indiferencia. Tiene que participar promoviendo los mecanismos del buen gobierno, pero sus dirigentes no pueden erigirse en jueces divinos para dictaminar quien debe o no estar en el poder.

            Cuando las instituciones sociales alcanzan el nivel de sectarismo y radicalización mostrados por los grupos dominantes del empresariado, los sindicatos, iglesias y medios de comunicación, quiere decir que el enfrentamiento y la dispersión de las energías nacionales están destinados a imponerse. Sobre todo si se suman suficiente fuerza militar.

Los grupos más tradicionalmente relevantes de la Sociedad Civil estuvieron con el golpe, pero también la parte media y baja de la misma participó en la defensa del orden institucional y en la reposición del presidente Chavez.

Ahora que se ha restablecido el precario equilibrio, debe esperarse que una mayor parte de la Sociedad Civil aune esfuerzos para que el diálogo a que ha llamado el presidente Chávez resulte productivo. Se espera que contribuyan a zanjar las diferencias y a promover acuerdos para sustentar la gobernabilidad de Venezuela y preservar las conquistas democráticas de 44 años.

Para ello es fundamental que tanto el presidente como los demás líderes de la Sociedad Política y de la Sociedad Civil, tanto como los de la Sociedad Militar, asimilen el hecho de que Venezuela está profundamente dividida en dos mitades y que ninguna de las dos se impondrá sin aplastar a la otra.-