En favor de la mujer

Por Juan Bolívar Díaz

La pasión por la justicia definió desde muy joven mi respeto y devoción por las causas de las mujeres que han luchado y luchan por superar la desigualdad en una sociedad creada a imagen y semejanza del hombre.

El ejemplo comenzó en mi propia casa, puesto que mi madre tuvo más méritos que mi padre en la conformación de los valores y en la formación profesional de sus hijos. Con gran determinación y abnegación.

Luchadora pertinaz e intransigente en tantos aspectos de la vida, incluso en las luchas por la libertad frente a la opresión trujillista, doña Juanita es el modelo de mujer fuerte, competitiva, que desafió a su época y su ambiente y se divorció y cargó con sus cuatro hijos a los 28 años de edad para ofrendarles su vida entera.

Ella también definió mis preferencias por amigas y compañeras fuertes, luchadoras y rebeldes frente a todo género de discriminación, y desde luego contra el discrimen genérico que les afecta, siendo más de la mitad de la población nacional.

A lo largo de mi vida profesional he defendido ardientemente las causas femeninas incluso asumiendo compromisos en torno a instituciones que han definido un trabajo sistemático en favor de la mujer.

He tenido la suerte de vivir junto a mujeres extraordinarias y de tenerlas como compañeras de trabajo. Y esas periodistas, numerosas, han sido magníficas, excelentes profesionales, leales colaboradoras y sobre todo amigas y compañeras del alma.

Creo en las cuotas para promover los grupos discriminados, la mujer entre ellos, por lo que la defendí y promoví cuando se estableció en el 25 por ciento de las postulaciones a los cargos electivos, en la reforma electoral de 1997.

Aunque ese porcentaje fuera burlado por los partidos en los comicios del año siguiente, me cuento entre quienes han defendido que se llevara al 33 por ciento en una nueva reforma a la ley electoral realizada el año pasado. En esta ocasión la ley establece un mecanismo para evitar las burlas: que los organismos electorales no pueden aceptar listas de candidatos donde no se alterne una mujer por cada dos hombres.

Cierto que con las circunscripciones electorales y el voto preferencial para diputados y diputadas, regidores y regidoras, el orden del listado pierde peso y ya no garantiza necesariamente que las mujeres consigan el 33 por ciento.

Fundada en ello fue que algunas luchadoras por la igualdad genérica fueron a la Junta Central Electoral, haciendo causa común con el Partido Revolucionario Dominicano, a objetar las circunscripciones.

En mi artículo de Hoy del 29 de abril rechacé esa manipulación política y reiteré mi adhesión al voto preferencial para que sean los electores y electoras quienes decidan, no los partidos, quiénes serán nuestros representantes en las cámaras legislativas y en los ayuntamientos.
Ese artículo fue objeto de múltiples críticas y rechazos entre mis amigas del mundo femenino. Algunas llegaron a indignarse y a proclamarme como desertor de las causas de la justicia, algo absolutamente infundado.

La mujer dominicana de nuestra época ha ganado un terreno extraordinario. Con su esfuerzo y sus luchas. En algunos ámbitos son mayoría, como en la matriculación universitaria, lo que promete nuevos avances.

Estoy absolutamente convencido que con el voto preferencial ellas pueden obtener más representación congresional y municipal que dependiendo del anterior orden en las boletas partidarias. En toda la geografía nacional hay abundantes mujeres con el prestigio y la idoneidad necesarias para ser electas. Con menos ambiciones y más honradez que muchos hombres.

Tampoco he favorecido que se instituya un 50 por ciento de mujeres como obligatorio en una tentativa asamblea constituyente. Aunque desearía que consiguieran el 51 por ciento que representan en la población nacional.

Pero una cosa es la cuota promocional y otra es forzar la igualdad, cuando en muchos partidos son poquísimas las mujeres que participan activamente. La cuota promueve su superación. La mitad impuesta es una arbitrariedad. Será un acto de justicia en la medida en que opere la promoción que implica la cuota.

Hablar del 50 por ciento a unos partidos dominados por hombres, donde no hay cultura de igualdad genérica, antes de que se ponga prueba la cuota recién aprobada del 33 por ciento, es una forma, si se quiere sutil, de imposición.

Sigo promoviendo la igualdad de género y favorezco la mitad en todos los organismos donde haya relativa proporción de hombres y mujeres. Es más, creo sinceramente que pretender obligar al mitad y mitad puede reforzar expresiones culturales machistas. Y creo que el Congreso que tenemos no va a aprobar esa igualdad forzada. Y que me perdonen la escasa visión al respecto y no me excluyan de los enamorados de las causas de la mujer.-