En defensa del turismo

Por Juan Bolívar Díaz

Cada vez con mayor frecuencia se subestima el aporte del turismo a la economía nacional y se señala al sector como parásito de los incentivos y poco contribuyente al presupuesto nacional, e incluso se llega a afirmar que es muy limitado su aporte al desarrollo de las comunidades circundantes de los grandes polos turísticos. Cuando se habla de subsidios o de elevar la presión fiscal son muchos los que de inmediato señalan a la industria turística.

Se comete una grave injusticia con el sector turístico, sin cuyos aportes la pobreza nacional sería mucho mayor al 42 por ciento de la población que estima la Comisión Económica para América Latina. Siempre será posible que haga algún aporte adicional, incluyendo mayor redistribución en el territorio, pero en relación al resto de los sectores económicos, el turístico pasa la prueba y con buena puntuación.

Las estadísticas fundamentan al turismo como el gran motor de la economía nacional de las últimas décadas. En el 2012 los 4 millones 562 mil 606 visitantes no residentes, de ellos 3 millones 923 mil 693 extranjeros, generaron 4 mil 736 millones de dólares, la mitad de todas las exportaciones de bienes del país. Otros sectores, como el industrial y el agropecuario se han beneficiado considerablemente del consumo de los visitantes.

Unos 70 mil empleos directos y otros tantos indirectos dependen de la actividad hotelera y el sector aportó al fisco 35 mil 595 millones de pesos en el 2010, aproximadamente el 15 por ciento de los ingresos totales, 1.9 por ciento del producto interno bruto.

El turismo sólo representa el 1.2 por ciento del gasto tributario del Gobierno, según las estadísticas del Ministerio de Hacienda. La Asociación de Hoteles, ASONAHORES, sostiene que los incentivos al turismo han sido la mejor inversión del Estado, ya que por cada dólar desgravado devolvieron unos 20 dólares entre el 2008 y el 2012.

Ciertamente hubo más incentivos en la etapa inicial con la Ley 153 de 1971, sustituida en el 2001 por la Ley 158-01, pero fue precisamente en esas tres décadas cuando el turismo tomó el impulso que le ha permitido suplir la caída de las exportaciones tradicionales y sobrepasar su importancia. En términos fiscales el Estado no sacrificó nada, sino que contribuyó a la creación de empleo y a la generación de divisas. Ningún otro sector de la economía ha devuelto tanto por los incentivos recibidos. Es también una actividad poco expoliadora de los recursos naturales, en relación a la minera y la industrial.

Con marcadas desventajas en cuanto al servicio energético, el desastroso transporte interno y condiciones medio ambientales en el entorno de los polos turísticos y en las ciudades, los empresarios turísticos se han mantenido en la dura competencia internacional de esa industria.

Sin embargo en los últimos años la tendencia ha sido a la reducción del crecimiento, no sólo en el número de visitantes, sino también en el promedio de duración, lo que se está reflejando también en estancamiento de la inversión.

Por eso deberíamos convenir con el sector que en vez de estarle “sacaliñando” los incentivos recibidos y pretendiendo apretarle la tuerca, lo que se impone es extenderlos de nuevo, sin importar la ubicación de la inversión, como en la primera etapa del gran crecimiento para promover su reactivación.

Será fundamental si el Gobierno del presidente Danilo Medina mantiene su pregonado compromiso de promover el sector para alcanzar la meta de diez millones de visitantes, es decir duplicar el total del año pasado. Si los incentivos se traducen de nuevo en inversión y crecimiento, nada pierde y mucho gana el Estado y la sociedad dominicana.