Por Juan Bolívar Díaz
Tras un largo proceso de discusiones y consultas con los partidos políticos, la Junta Central Electoral (JCE) está a punto de decidir sobre la forma de presentación de las boletas en el marco de las circunscripciones electorales a regir en las elecciones congresionales y municipales desde el próximo año.
Cuesta arriba, como todo el proceso de avance democrático, se ha ido aunando el consenso para implementar las circunscripciones establecidas en la reforma de la ley electoral de 1997. Se decidió que las circunscripciones regirán en el Distrito Nacional y en las seis mayores provincias, que serán plurinominales, y en el caso del Distrito Nacional serán 9, con un mínimo de 5 y un máximo de 9 diputados.
La decisión más difícil ha girado en torno a la esencia misma de la circunscripción: el derecho de los electores a señalar quiénes serán sus representantes, por encima de la voluntad de las cúpulas políticas de imponer los diputados y regidores, como los senadores y síndicos.
Ha habido consenso en que la elección del senador será separada de los diputados y la del síndico al margen de los regidores. Todo ello fortalece el derecho de elección e implica avances hacia el fortalecimiento de la democracia dominicana.
Así las cosas, los electores tendrán más opciones a escoger sus representantes, sin compras de paquetes al por mayor. Y con las boletas desbloqueadas señalarán cuál es el diputado y el regidor que prefieren.
Queda, sin embargo, una brecha por donde podría colarse de nuevo la dedocracia: a último momento el Partido Revolucionario Dominicano reclama que se permita a los partidos presentar también candidatos a diputados y regidores preferidos, los cuales serían beneficiarios de aquellos votos que no señalen preferencias. Algo así como un bateador designado.
En otras palabras: al elegir diputados y regidores, la ciudadanía primero marcará el partido y luego el diputado y el regidor que prefiere dentro de la lista escogida. Pero este ejercicio de preferencia no es obligatorio, con lo que una parte de los electores y electoras seguramente no expresarían preferencia. En los países donde impera el sistema, sólo las preferencias determinan ganadores.
De aceptarse la propuesta del PRD podría sobrevivir la dedocracia, porque el designado por el partido llevaría una ventaja substancial. Y podría resultar electo por encima de otros que cuenten con mucho más votos de sus electores. Simplemente porque le sumen los de aquellos que no marquen preferencia.
Esta propuesta ha sido sustentado sólo por los perredeistas y respaldada por sectores femeninos que prefieren la supervivencia de la dedocracia a nombre de la cuota del 33 por ciento para las mujeres que de ninguna forma ha sido respetada por los partidos.
En otras palabras, que a las mujeres se les quiere utilizar como punta de lanza para mantener viva la dedocracia partidaria, el sistema mediante el cual candidatos a diputados y regidores llegan a los comicios con su título bajo el brazo, porque ocupan los primeros puestos en las boletas.
Ese amor por las mujeres tiene indudables tintes de hipocresía. Sólo hay que ver los resultados de las elecciones congresionales y municipales de 1998 para demostrarlo. En esos comicios ya regía la cuota del 33 por ciento para las mujeres. Pero los partidos manipularon las listas de manera que la mayoría de las candidatas aparecieron en los últimos puestos.
El resultado fue que sólo fueron electas dos mujeres de 30 senadores, es decir el 6.7 por ciento. En cuanto a diputadas sólo resultaron 24 de 149 para un 16 por ciento. Dos síndicas apenas promedian el 1.7 por ciento del total. Sólo como regidoras las mujeres se aproximaron a la cuota, con un 25 por ciento, haciendo honor a la tradición que las relega a esa categoría.
Contrario a lo que creen algunas mujeres, como las que fueron hace pocos días a la Junta Central Electoral a reclamar un sistema que les garantice el 33 por ciento, con las listas desbloqueadas su participación hasta podría crecer, en razón de que las electoras son más que los electores, y de la ciudadanía dependerían los escogidos, como debe ser en una real democracia.
De cualquier forma, ni la cuota femenina ni ninguna razón justifica que los partidos sigan sustituyendo a los electores y determinando de antemano quiénes serán diputados y regidores. El sistema sólo sirve para afianzar el tráfico y el clientelismo antidemocrático, en el que se imponen los más serviles, los más chanchulleros o los que tienen mayor poder económico para amarrar y comprar los primeros lugares de las boletas.
El voto preferencial mejorará la presentación congresional y municipal, ayudará a depurar a los partidos políticos, que tendrán que postular personas con simpatías, acercará los representantes a la ciudadanía y obligará a rendir cuentas como forma de hacer carrera legislativa o municipal, como peldaños a más altas posiciones políticas.
Los mismos líderes políticos se quitarán de encima la presión que implica la lucha por los primeros lugares en las boletas y se reducirán las alianzas oportunistas, puesto que ningún partido grande podrá garantizarle a uno minoritario determinados puestos de diputados o regidores. Y hasta el dos por dos perredeista desaparecería.
Lo fundamental es que las listas desbloqueadas, o voto preferencial, implicará una mayor competencia, sana y democrática, en la que deberán ganar aquellos que más simpatías y confianzas despierten en los electores. Y serán hombres y mujeres. Sin que a nadie se le pueda regalar una curul.
Demos el paso de avance completo, sin bateador designado.-