Por Juan Bolívar Díaz
Cualquiera que sea el tiempo de duración de la guerra que Estados Unidos y Gran Bretaña quieren desatar contra Irak tendría un costo inconmensurable para todos, aunque muy especialmente para el pueblo iraquí, integrado por unos 25 millones de seres humanos, los cuales tendrían que pagar demasiado en bienes y vidas “para ser liberados del dictador Saddan Hussein”.
Hay quienes quieren acallar sus conciencias aceptando la excusa de que la guerra que se pregona como si fuera una feria mundial será corta y rápida y hasta de bajo costo, pensando en la del 1991 que duro 5 semanas. Pero sin calcular las diferencias abismales entre aquella que fue más que nada contra posiciones militares para obligar al repliegue de un ejército que ocupaba Kwait.
Tan pronto se consiguió la retirada del ejército iraquí, la guerra concluyó y todavía hay quienes cuestionan por qué el presidente George Bush (padre) no prosiguio hacia Bagdad para ocupar la capital iraquí y poner fin al gobierno de Hussein.
Es que hay una diferencia enorme entre aquella guerra y la que se preconiza en estos momentos. Ahora se trataría de una guerra de ocupación para desplazar un gobierno con un ejército de más un millón de personas y para construir y mantener otro, sobre bases políticas muy frágiles, en una región tan conflictiva como el Medio Oriente y en el corazón mismo del mundo árabe y musulmán, con todos los odios y prejuicios acumulados contra quienes serían sus ocupantes.
Se trata de ocupar un país de más de 435 mil kilómetros cuadrados, nueve veces la extensión de la República Dominicana, y con una población estimada sobre los 25 millones de habitantes, tres veces la dominicana. Su histórica capital Bagdad es una cuidad de más de 5 millones de habitantes, depositaria como sus alrededores de tesoros históricos, parte de los cuales ya fueron destruídos por los bombardeos inmisericordes que le afectan desde hace 12 años.
Cuando con sentido pragmático preguntamos en qué medida esa guerra hundirá la economía de los países que importan todo el petróleo que requieren y más aún si afecta la seguridad internacional y en consecuencia el turismo, se nos responde que será una guerra corta. Algo planificado para una destrucción contundente que allanará rápidamente el camino de la infantería de ocupación.
Se está engañando al mundo. No habrá guerra de ocupación corta ni fácil en Irak. Considérese que la guerra contra Afganistán duró varios meses y 14 meses después todavía los marines no han podido abandonar aquel territorio, donde tienen que cuidar hasta las espaldas de los mandatarios instalados. Y aquello puede ser un rolin al pitcher en relación a Irak.
Solo una masiva deserción del ejército de Hussein podría “abaratar” los costos de esta guerra. Y nadie lo vaticina tan simple, tomando en cuenta la acumulación de odios contra los que llevan 144 meses bombardeando el territorio iraquí, cobrando miles de víctimas inocentes en la población civil, consecuencia directa de la violencia y de sus secuelas en destrucción y miseria.
Más allá de los decenas de miles de soldados iraquíes, que también deberían ser considerados víctimas de Hussein, ¿cuántos habitantes de Bagdad, Basora y otras ciudades tendrán que morir en los bombardeos que abrirán campo a la ocupación territorial y en a batalla terrestre en una ciudad de millares de altas edificaciones?
Dos son los motivos fundamentales que se aducen en el inútil esfuerzo por justificar esta guerra. El primero es que el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva. Para ello las Naciones Unidas han mantenido durante el último mes una misión de expertos registrando todas las instalaciones que han querido, y todavía no han encontrado esas armas peligrosas, que por cierto poseen sin ninguna duda todos los integrantes permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Los organismos internacionales involucrados, como la Agencia Internacional de Energía Atómica, han reclamado de Estados Unidos y Gran Bretaña que ofrezcan los informes de inteligencia en que se basan sus presunciones, pero nada se concreta. No ayudan a encontrar las armas de destrucción masiva, pero en cambio siguen acumulando tropas en la región y preparando la destrucción.
El segundo pretexto es que debe liberarse al pueblo iraquí del criminal dictador que es Hussein. Y entonces surge una pregunta obligada. ¿Liberarán posteriormente a los pueblos de Araba Saudita, Irán, Turquía, y de casi todos los países árabes, de las dictaduras, militares o monárquicas que les oprimen? La turca con gran apoyo norteamericano ha cobrado la vida de cientos de miles de kurdos, al igual que Saddan Hussein.
Si se fuera a deponer a todos los dictadores del mundo, habría que desatar algo más que una guerra de civilizaciones o una cruzada religiosa que arrasaría casi toda Asia y Africa.
Por más vueltas que se de a esta guerra que nos amenaza, no hay manera de justificarla ni lavarse las manos. Sería una catástrofe para todos, probablemente incluídos Estados Unidos y Gran Bretaña. Sembraría inseguridad en el mundo por mucho tiempo, más del que duraría la ocupación, que probablemente sólo se saldaría cuando esté bien asegurada la enorme riqueza petrolífera de Irak, cifrada en unos 115 mil millones de barriles de petróleo.-