¿Cuándo cesará el salvajismo policial?

Por Juan Bolívar Díaz

Durante el año que acaba de concluir unos 250 dominicanos murieron a manos de agentes de la Policía Nacional (PN), en lo que se ha catalogado hace años como “intercambio de disparos”, con lo cual casi se empató el récord de unos 270 que se estableció en 1999 durante la gestión del general Pedro de Jesús Candelier.

Es obvio que en múltiples casos se trata de reales intercambios entre agentes del orden y delincuentes que los agraden o que resisten los requerimientos o intentos de detención durante o tras la ejecución de delitos. A veces esas acciones conllevan lesiones y hasta la muerte de efectivos policiales.

Pero los testimonios y pruebas documentales, incluyendo hasta videos, indican que en muchos casos se trata de verdaderas ejecuciones policiales, de reales y supuestos delincuentes como de personas inocentes, siendo el asesinato del padre José Antonio Tineo el caso paradigmático.

Esta semana agentes policiales protagonizaron dos hechos conmovedores que deberían ser suficientes para determinar un freno al salvajismo con que se maneja la Policía Nacional. Un joven deportista, prospecto de uno de los equipos de béisbol de Estados Unidos, perdió una pierna y gran parte de sus ilusiones, baleado por una patrulla policial, y una joven fue asesinada dentro de un automóvil a la puerta de su residencia por un sargento.

Juan Carlos Manzueta, de 18 años, no era ningún delincuente ni andaba en malos pasos, a no ser que los muchachos de los barrios pobres estén condenados por asistir a una discoteca y salir a las calles de madrugada. Aparentemente no hubo ni el más mínimo pretexto para la agresión de que fue víctima. Le dieron tres balazos en las piernas y por piedad de uno de los patrulleros no fue rematado.

Hace tiempo que Virgilio Almánzar, el incansable luchador de la Comisión Dominicana de Derechos Humanos, viene denunciando que agentes policiales practican esa “técnica de quebrar las piernas” con disparos a sospechosos de delincuencia. Casi siempre contra pobres muchachos que no tienen quien les escriba.

El otro caso es por igual conmovedor. Arlene Pérez, una joven profesional de 25 años, fue asesinada de un balazo por el sargento Pablo Valdez, dentro del vehículo que conducía su novio, y que estaba parado a la puerta de su residencia en Arroyo Hondo. Según las versiones publicadas, la patrulla policial acudió al lugar alertada por vecinos que consideraron sospechoso el automóvil estacionado allí en horas de la madrugada. Cuando el joven acompañante de la víctima sintió movimiento alrededor del vehículo, sin que los agentes dieran ningún aviso de su presencia, trató de correr en reversa la respuesta fueron los disparos que cegaron la vida de la joven Arlene.

Juan José Herasme Alfonso, hijo de Silvio Herasme y Clara Leya Alfonso, dos ejemplares ciudadanos y queridos periodistas, salvó la vida porque el revólver del agente se encasquilló y un compañero se negó a prestarle su arma. Porque el sargento quería liquidarlo, pese a que había salido del auto con las manos en alto y gritando que estaba desarmado.

)Había que presumir, como en el caso del padre Tineo, que los ocupantes del vehículo eran delincuentes? )Por qué no instarlos a que se rindieran, avisándoles que estaban rodeados por agentes policiales? )Por qué no dispararon a los neumáticos del vehículo? )Por qué insistir en querer matar a Juan José con los brazos en alto?

Porque está en vigencia una política de exterminio de delincuentes, que no repara en inocentes, que primero mata y después averigua. Porque los agentes policiales matan en la impunidad. Porque hasta sus problemas personales los resuelven a balazos y luego aducen actos delincuenciales. Porque los derechos humanos y las leyes no valen ni un comino para los abusadores del poder.

Lo más triste es recordar que el general Jaime Marte Martínez llegó hace dos años a la jefatura policial proclamando el fin de las ejecuciones policiales o intercambios de disparos. Y durante los primeros meses se enorgulleció de la caída de las estadísticas de estas muertes, a la par que de la reducción de la delincuencia.

Hasta me invitaron a una reunión de la plana mayor de la PN, en la primera semana de mayo del 2002, durante la cual se exhibieron con orgullo estas estadísticas: los muertos en intercambios de disparos con policías se habían reducido del promedio de 13 por mes de los últimos tres años a uno solo por mes en el primer cuatrimestre de ese año. Y los homicidios habían disminuido 26.5 por ciento en el mismo período, registrándose 285, que eran 103 menos que los 388 del primer cuatrimestre del 2001.

Entonces escribí con entusiasmo en este mismo espacio, impresionado por los múltiples anuncios de renovación, reformas y fortalecimiento institucional y ponderando la transparencia. )Qué provocó el cambio? )Por qué permitir ahora este salvajismo? )Para complacer a quién? Ojalá el general Marte Martínez pudiera responderme estas preguntas y me invitara a otra reunión de la plana mayor para escuchar sus respuestas.