
El jueguito me costó muchas horas de reuniones y de lectura de documentos que brotaban diariamente del correo electrónico, como si ya no tuviéramos suficientes con los centenares que nos abruman cada día.
Pero aún así la aventura valió la pena y al final terminé tan identificado con el personal del Instituto Dominicano de Telecomunicaciones (Indotel), que pronto acepté formar parte de la observación de otro concurso público. Y siento tanta satisfacción que doy gracias al querido colega José Rafael Vargas y a su equipo de técnicos y profesionales, cultores de eficiencia y transparencia.
Cuando me invitaron a mediados del año pasado a formar parte de un grupo de observadores del concurso internacional para seleccionar la empresa que administrará el sistema central de Portabilidad del servicio telefónico dominicano, creí que era cuestión de un par de reuniones y ver la apertura de unos sobres. Compartí el papel con dos amigos devotos de la integridad y la transparencia: Servio Tulio Castaños y Juan Santamaría.
Pero en Indotel lo tomaron demasiado en serio y nos remitían decenas de comunicaciones relacionadas con el asunto. Para colmo, y fruto de la decisión de lograr las mejores condiciones, en noviembre se declaró desierto el concurso que se había abierto en julio. Para comenzar de nuevo hasta marzo pasado.
De lo que se trataba era de contratar una empresa que aporte la tecnología y la experiencia en la administración de los sistemas para que cada usuario de una línea de teléfono pueda mantener su número aún cuando decida cambiar la empresa que le da el servicio.
Para el concurso se integró un Comité Técnico de Portabilidad integrado con representantes de las empresas de telecomunicaciones, que canalizaba sus decisiones hasta el Consejo Directivo del Indotel. Todo fue tan transparente que no dejó el mínimo margen para quejas, y lo grande es que al final tanto el órgano regulador como las empresas y los usuarios salieron ganando.
Evadiendo la tentación de entrar en especificaciones técnicas, baste señalar que la misma empresa que ganó el primer concurso, anulado porque los precios quedaron muy por encima de lo esperado a la luz de los precedentes internacionales, resultó la seleccionada en el segundo, pero con un aterrizaje que vino a demostrar la validez de los concursos públicos y transparentes.
Sólo a modo de ejemplo: La cuota mensual que habrían de pagar las empresas telefónicas a la administradora de la portabilidad se redujo de 245 mil 740 dólares a 47 mil 944. Lo que pagaría un usuario por tramitación de una solicitud de portabilidad cayó de 6.67 a 4.35 dólares. En esta misma suma quedaron las cuotas a ser pagadas por verificación de rechazo, revocación de la portabilidad y cancelación de la numeración que, según el primer concurso, hubiesen costado entre 20.59 y 34.51 dólares.
Sin duda que la representación de las empresas de telecomunicaciones fue un factor decisivo en el éxito del concurso, gracias a una legislación promotora de la transparencia y a una eficiencia y una honradez administrativa a toda prueba, que se manifiesta sistemáticamente en toda compra o contratación significativa.
Recuérdese que fue la misma empresa que ganó el concurso declarado desierto quien se adjudicó el segundo ofertando precios mucho menores, lo que es posible también si en el proceso se evidencia que no hay que pagar las elevadas comisiones que impone la corrupción administrativa.
La experiencia de Indotel, como la ya comprobada en Promese y otros organismos estatales, debería ser suficiente para imponer el cumplimiento total y definitivo de la ley de concursos públicos para compras y contrataciones del Estado. Sin excepciones y aún cuando cueste tiempo. Es que en estas experiencias de las que he sido parte los ahorros son de enormes proporciones.
Ah! Y estoy dispuesto a seguir ofertando mi tiempo en la observación de concursos públicos. Y resultó barato: sólo algunas tazas de café y té y las sonrisas compensadoras de una nueva generación de servidores públicos con sentido de la ética y la profesionalidad. Es suficiente para renovar la esperanza y el deseo de vivir.