Por Juan Bolívar Díaz
El macondismo del fin de semana comporta múltiples lecciones
El fracaso del golpe de Estado contra el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela deja importantes lecciones para quienes conspiraron abiertamente, especialmente a los empresarios, la Iglesia Católica y los medios de comunicación social, que llegaron a posiciones de extremo sectarismo.
La vuelta al poder de Chávez fue posible por la chapucería y precipitación golpista pero también por la valentía del mandatario y de sus seguidores que no se dejaron intimidar por el amplio espectro de los poderes fácticos que enfrentan.
Mientras tanto Venezuela aparece más dividida que nunca, con sus fuerzas armadas fragmentadas y sus instituciones debilitadas, a la espera de transacciones que permitan la supervivencia de los principios democráticos y la convivencia política que la han regido en los últimos 44 años, con todas sus debilidades.
Otra vez Macondo
El de Pedro Carmona, el presidente de la Federación de Cámaras de Comercio venezolanas, FEDECAMARAS, pasará a la historia como uno de los gobiernos más efímeros del mundo, que duró apenas 28 horas.
Cuando se juramentó a media tarde del viernes 12 de abril, nadie podía imaginar que al día siguiente estaría desandando sus pasos para la restauración del gobierno que pretendió sustituir sin el más elemental mandado popular.
Fueron muchos los sorprendidos ayer domingo cuando se levantaron con la noticia de que Hugo Chávez estaba nuevamente en el Palacio de Miraflores y que los triunfadores de la madrugada del viernes estaban ahora en desbandada, en una nueva expresión del macondismo que caracterizó hace más de tres décadas Gabriel García Márquez.
La descarada conspiración que tuvo su punto culminante el 11 de abril resultó una chapucería inconcebible desde la forma en que pretendió justificarse, con el argumento de que enfrentaba un gobierno dictatorial que no tenía un solo preso político, ni un exiliado, ni había matado un solo opositor, ni cerrado un medio de comunicación, pese a la extrema hostilidad de que fue objeto.
Hecho prisionero el presidente Chávez, en la madrugada del viernes 12, los conspiradores aparentemente no sabían qué hacer con él. Como el antiguo teniente coronel paracaidista no quiso firmarles una renuncia se vieron atrapados y lo trasladaron al fuerte Tiuna, declarándolo prisionero, pero sin saber de qué lo acusarían.
Hugo Chávez mostró un valor extraordinario cuando se negó a presentar renuncia y le dijo al general que se la pedía: “oye hermano guarda ese papel porque yo no firmo esa vaina”, frase que movilizaría las energías adormecidas de sus partidarios para revocar un golpe, en un capítulo semejante al vivido por el general Juan Domingo Perón a mitad del siglo pasado, que originó uno de los fenómenos políticos más prolongados de la historia latinoamericana.
La chapucería tuvo muchas otras expresiones, como la de poner al frente del nuevo gobierno al líder formal del empresariado, quien comenzó suprimiendo todas las expresiones de la democracia venezolana, a nombre de la lucha contra el autoritarismo.
Nunca se supo quien eligió a Pedro Carmona presidente, y menos quien le dio facultad para otorgarse un año de gobierno, y suprimir la Asamblea Nacional, resultado de elecciones libres, ni para disolver el Tribunal Supremo de Justicia y revocar las 49 leyes que el parlamento había permitido a Chávez promulgar por decreto.
La contradicción básica radicaba en que el gobierno de Carmona se fundaba en la “renuncia” del presidente. Pero entonces cómo explicar la supresión del parlamento y de la Suprema Corte, así como de las leyes que aquel y sus colegas empresarios habían rechazado.
Pero Carmona fue más lejos aún y en el “Acta Constitutiva” del nuevo gobierno se adjudicó facultades para “disolver todos los poderes nacionales, estatales y municipales” y “para gobernar apegado a la ley”, sin que nadie entendiera a qué código se refería, porque lo que era la constitución había quedado hecha trizas.
De los cerros bajaron
La sustitución del gobierno constitucional había sido justificada en “la renuncia de Chávez a la presidencia y en el abandono de su cargo por el vicepresidente Diosdado Cabello”. Cuando éste apareció y se supo que el primer mandatario no había renunciado, sus partidarios salieron a las calles y en unas pocas horas se vió claro que o restauraban el gobierno o se enfrentaban a la guerra civil.
No hemos sido suficientemente informados de lo que ocurrió en Caracas y otras ciudades en la jornada del sábado para obligar a los golpistas a batirse en retirada, debido a la extrema parcialidad de los medios de comunicación que el 11 hablaban de manifestaciones del pueblo y el 13 de desordenes. pero se sabe que hubo mucho más muertos que el jueves, cuando una docena de personas murieron en confraontaciones en las calles, lo que se adujo para justificar el golpe.
Crónicas y testimonios directos indican que las masas de seguidores de Chávez bajaron de los cerros que rodean a Caracas, armadas de palos y revólveres y comenzaron a imponer su peso en las calles, incluyendo el saqueo de negocios de quienes comsideraban golpistas. Rodearon periódicos radioemisoras y televisoras y no retrocedieron ante la represión, sino que se reagrupaban y avanzaban reclamando a su presidente.
En pocas horas fue clara la profunda división de la sociedad venezolana y las fuerzas armadas optaron de nuevo por evitar masacrar al pueblo, mientras Carmona y sus asesores capitulaban víctimas del pánico. Al reponer la Asamblea Nacional, ya Chávez se garantizaba el retorno, a las 48 horas de lo que se creyó su caída.
Los acontecimientos parecen haber demostrado que si bien Chávez estaba acorralado por el cerco de los empresarios, sindicalistas, partidos tradicionales, jerarcas religiosos, medios de comunicación e intereses norteamericanos, conservaba un fuerte arraigo en las masas populares, principales beneficiarias de su gestión gubernamental.
A ello se sumaron la valentía del presidente de la Asamblea Nacional, del vicepresidente Cabello, y del contralor general y el fiscal general, Clodosvaldo Russian e Isaías Rodríguez, que fueron los primeros en denunciar que Chávez no había renunciado, en denunciar el golpe, y advertir sus consecuencias nacionales e internacionales.
En la crisis operó la convicción de que Venezuela se hundiría en la división y el enfrentamiento violento, de que Chávez quedaría vivo políticamente , ya que no iban a encontrar argumentos para llevarlo a la justicia, y también la realidad de que la nación llevaba 44 años de formalidad democrática.
La Carta Democrática
En el ámbito latinoamericano lo que se derivaba del golpe venezolano no era simple. Lo advirtieron los presidentes de Chile y Argentina, Ricardo lagos y Eduardo Duhalde, cuando dijeron que no podrían reconocer el nuevo gobierno, y quedó implícito en la declaración de los mandatarios del Grupo de Rio, circunstancialmente reunidos en Costa Rica, que condenó la ruptura de orden institucional.
Estos pidieron a la Organización de Estados Americanos que reuniera su Consejo Permanente para analizar la situación a la luz de la Carta Democrática Interamericana, mediante la cual el 11 de septiembre pasado los estados de todo el continente se comprometieron a enfrentar todo atentado contra el órden constitucional.
La de Venezuela sería la primera prueba para la Carta Democrática y varios mandatarios latinoamericaos no estarían dispuestos a jugar el papelazo del Departamento de Estado norteamericano, cuyo vocero Philip Reeker dio su bendición al golpe culpando a Chávez de “acciones antidemocráticas” mucho menores que las puestas en práctica por los conjurados del 11 de abril.
El portavoz llegó al extremo de adelantar que Estados Unidos vería con sus socios de la región cómo ayudar a Venezuela dentro del marco de la Carta Democrática, lo que quería decir que tratarían de evadir las responsabilidades que el documento implica.
Visto el asunto en restropectiva, habría que preguntarse si el golpe fue tan improvisado y sus consecuencias tan imprevistas que sus autores no cayeron en cuenta de que someterían a cuestionamiento la voluntad de defensa de la democracia implícita en la declaración suscrita en Lima, Perú, casi a la misma hora en que se producían los actos de terror contra Nueva York y Washington, hacía ese día justamente 7 meses.
Amplias lecciones
Los increíbles acontecimientos de este fin de semana conllevan numerosas lecciones para todos los involucrados, incluyendo al presidente Hugo Chávez, quien tendrá que confrontar menos a diestra y siniestra y aprender a transar más siquiera por motivaciones tácticas.
Son aleeccionadores para la Iglesia Católica, que persiste en involucrarse en los asuntos políticos, y que debería explicar qué hacía el presidente de la Conferencia Episcopal venezolana en el Fuerte Tiuna en la madrugada del viernes, cuando fue llevado allí prisionero el presidente Vhávez, y cómo se atrevió a testimoniar que el mandatario había renunciado.
Las lecciones corresponden también a los medios de comunicación venezolanos e internacionales puestos al servicio de la sedición de una forma pocas veces vistas, sobre todo frente a un gobierno al que objetivamente no se podía presentar como dictatorial, aunque tuviera aprestos autoritarios.
Es relevante que acusaran al régimen de suprimir la libertad de prensa mientras periódicos, radioemisoras y televisoras alentaban abiertamente los aprestos para derrocar el gobierno que habían constituído 59 de cada 100 venezolanos. Sin que hubiera un solo periodista preso ni exiliado, ni ningún medio cerrado. Hubo desacuerdos y críticas presidenciales, pero no superiores a la sedición mediática, que llevó hasta a cadenas televisivas internacionales a una campaña sin precedente contra un gobierno constitucional.
Los acontecimientos dejan a la defensiva al empresariado porque su líder Pedro Carmona se portó como un típico golpista ambicioso. Tendrían qué explicar quién lo eligió en la madrugada del viernes 12 para presidir el gobierno y suprimir las instituciones democráticas. De dónde partió el mandato.
Los acontecimientos venezolanos vuelven a demostrar que la debilidad democrática, el autoritarismo y la corrupción no son patrimonio exclusivo de los políticos profesionales como algunos creen, sino que están profundamente arriagados y generalizados en una cultura milenaria que hay que extirpar para aprender a convivir con tolerancia y en la diversidad.
Mientras tanto, Hugo Chávez tiene una nueva oportunidad de demostrar que pueden emerger relevos de las corruptas cúpulas de la mayoría de los partidos políticos tradicionales latinoamericanos. Necesitará fuertes dosis de habilidades políticas y equilibrio para salir adelante en una nación tan dividida como la Venezuela de hoy.-