Por Juan Bolívar Díaz
El intento de sabotaje del sábado 16 deja herida la imagen democrática del gobierno y causa preocupación hasta en ámbitos diplomáticos por los comicios presidenciales.
El bochornoso espectáculo montado el sábado 16 de agosto en la elección del bufete directivo de la Cámara de Diputados dejó mal parada la imagen del gobierno y del grupo perredeista del Presidente de la República ante propios y extranjeros que se han estado preguntando hasta dónde puede llegar el deterioro institucional democrático.
Para todos quedó de manifiesto un metamensaje: cualquier medio para imponerse es legítimo y si se apela al sabotaje, el tiroteo, las compras de votos y las presiones por una reelección de la presidenta de la Cámara de Diputados, nada se debe descartar cuando se trate de la prolongación del mandato presidencial.
De los acontecimientos se desprende también que los factores políticos están en contra de los planes continuistas y el liderazgo del agrónomo Hipólito Mejía ya no alcanza ni para convencer a los miembros de su propio grupo de seguir sus lineamientos
estratégicos, como el de alianza con la cúpula reformista.
HM: el gran perdedor
Lo que se montó durante varios días en torno a la elección del bufete directivo de los diputados no fue más que un inútil circo político, donde quedaron de manifiesto la tremenda dispersión y las luchas internas que afectan al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), incapaz de trazar lineamientos estratégicos por encima de los intereses grupales e individuales.
El gran perdedor de esta contienda fue el presidente Hipólito Mejía, quien fracasó a la vista de todos en el intento de mantener a la doctora Rafaela Alburquerque en la presidencia de la cámara baja y con ello la alianza que ha mantenido con la cúpula del partido Reformista Social Cristiano (PRSC) desde que amarró su chiva en la casa del desaparecido caudillo Joaquín Balaguer.
Al presidente Mejía se le dividió hasta su propio grupo político, el Proyecto Presidencial Hipólito (PPH), del que se supone miembro a Alfredo Pacheco, el habilidoso dirigente medio perredeísta que se alzó con la presidencia de la Cámara de diputados.
Todos los precandidatos presidenciales que se oponen a la repostulación de Hipólito Mejía alentaron o apoyaron las aspiraciones de Pacheco, e hicieron los máximos esfuerzos para evitar que este fuera convencido de seguir los lineamientos que indicaban los líderes del PPH, particularmente Eligio Jáquez, Hernani Salazar y el inquieto Guido Gómez Mazara.
En esa tarea se distinguieron los legisladores que siguen al presidente del PRD Hatuey de Camps, al ministro de Turismo Rafael Suberví Bonilla y a la vicepresidenta de la República Milagros Ortiz Bosch. Todos entendían que alentando a Pacheco dividían al PPH y de paso evidenciaban las debilidades políticas en que se encuentra el presidente Mejía, constreñido por la crisis económica nacional, los apagones y las crecientes protestas populares.
A partir de la publicación de la última encuesta de Gallup el mes pasado, los opositores a la reelección se han fortalecido dentro del partido de gobierno y cada vez son más los que entienden que hay que encontrar una esquina donde parar al presidente, por elemental superviviencia partidaria. Hasta Fello Suberví y Milagros Ortiz, que eran los más ponderados, se han sumado a esa actitud.
Ineficiencia política
Para muchos observadores políticos tanto el PPH como la cúpula reformista mostraron una sorprendente ineficiencia e inflexibilidad política, llegando hasta la inmolación con la doctora Alburquerque, cuando era obvio que ésta ya no unificaba ni siquiera a la trientena de diputados de su propio partido, y tenía en contra casi todos los perredeístas y los del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Los ofrecimientos gubernamentales, que incluyeron hasta consulados para familiares y relacionados, no fueron suficientes este vez para cambiar el curso de la elección de los diputados.
Y las presiones eran tan fuertes que 60 diputados perredeístas optaron por “acuartelarse” en un hotel de Juan Dolio para protegerse unos a otros y hacer difícil que fueran “convencidos” por los diligentes funcionarios gubernamentales que buscaban hacer cumplir la voluntad presidencial.
El pretexto era proteger a los diputados “de las bases”, pero en realidad era para distanciar al propio Pacheco de las influencias del poder pepehachista. El mismo dijo después de electo que el acuartelamiento era para evitar “secuestros” por parte de los funcionarios gubernamentales.
En vez de maniobrar y buscarse otro reformista que pudiera relevar a Lila Alburquerque, se expusieron a llegar hasta la sesión cameral del sábado 16, donde ni el sabotaje a la energía eléctrica ni los cuatro disparos de armas de fuego lograron doblegar el ánimo de la amplia alianza contra el PPH, que incluyó de facto a los del PLD.
El liderazgo del PPH y el del PRSC resultaron humillados y todo aquel bochornoso espectáculo antidemocrático tuvo efectos contraproducentes y sería generador de un clamoroso repudio nacional. La presencia en el Congreso de Rafael Bello Andino, Joaquín Ricardo, Guido Gómez y Eligio Jáquez fue por lo menos una muestra de torpeza política.
Por demás, el acontecimiento ha dejado heridas las relaciones PRD-PRSC y a la defensiva a la cúpula reformista que negocia con el gobierno, con mayores cuestionamientos de la disensión interna y con repercuciones negativas sobre su candidatura presidencial encarnada en Eduardo Estrella y en beneficio del PLD, que encarna la oposición clara y definitiva.
Episodio degradante
El episodio de la Cámara de Diputados ha sido tan degradante de la imagen de este gobierno como lo fue para el anterior el asalto a la Liga Municipal Dominicana con la violencia ejercida contra senadores y el sobrevuelo de helicópteros sobre el Congreso Nacional en enero del 1999.
Al igual que hace 4 años el espectáculo dio la vuelta al mundo en las noticias de la CNN y numerosos medios de comunicación extranjeros se preocuparon por su significado. Este vez el país estaba lleno de periodistas internacionales que cubrían los Juegos Panamericanos, justamente en su última jornada de competencias.
Un efecto negativo inmediato fue que precipitó abruptamente el final de la “luna de miel” colectiva por efecto de los Juegos Panamericanos, que pese a las pasioens y contradicciones derivados de su costo, habían logrado captar el interés y hasta el entusiasmo nacional, impulsado por el extraordinario desempeño de los atletas dominicanos y dominicanas.
El espectáculo del Día de la Restauración de la República generó preocupaciones en los ámbitos diplomáticos nacionales, tal como lo expresó el embajador de la Unión Europea, Miguel Amado, al dejar inaugurado el miércoles un seminario sobre el buen gobierno, al amparo del Programa de Apoyo a la Reforma del Estado que ejecutan junto al gobierno dominicano.
El recurso al sabotaje y los disparos siembra mayores incertidumbres sobre la convención perredeísta que debe escoger el candidato presidencial, empantada por la convicción de la mayoría de los precandidatos de que los recursos del poder vulnerarán los procedimientos y prácticas democráticas.
Pero más allá de ello, los observadores temen que se puedan revivir las imposiciones y el abuso de los recursos del Estado que han acompañado las reelecciones presidenciales a lo largo de la historia nacional. La presencia de los jefes del Ejército Nacional y de la Policía en el inicio de la campaña proselitista del presidente Mejía el martes elevó la temperatura de las preocupaciones.
Aventurerismo político
Entre analistas políticos se incuba la convicción de que tanto el presidente Mejía como su grupo, el PPH, están sobreestimando la capacidad del poder para imponerse en el próximo certamen electoral, en una especie de aventurerismo político.
Más allá de Joaquín Balaguer y Alberto Fujimori, mediante mecanismos de imposición, y de Fernando Henríquez Cardoso y Carlos Menem, nadie ha conseguido una reelección en América Latina en las últimas dos décadas. Las permanentes crisis económicas han generado un relevo presidencial, y la mayoría de los gobernantes se conforman con un solo período, que en casi todos los casos culminan con dificultades.
El PPH subestima la crisis económica en que ha quedado sumido el país este año. Y sobre estiman la recuperación que produciría el éxito de los Juegos Panamericanos en la popularidad del presidente Mejía, sin lograr entender que ese efecto es transitorio, e incomparable con el que generan la devaluación, la inflación y la recesión.
La sobreestimación quedó de manifiesto el martes cuando expusieron al presidente Mejía a un recorrido por los barrios pobres de la capital. El resultado no pudo ser más desalentador, como lo han reconocido en privado hasta partidarios de la reelección. Los barrios recorridos, otrora expresión de la fuerza del perredeísmo respondieron con frialdad, sin que faltaran la exhibición de calderos vacíos, y otras muestras de repudio.
Los reeleccionistas cifan sus esperanzas en una recuperación económica difícil de lograr en los meses que faltan para las elecciones, como lo muestran hasta los estimados de los técnicos del Banco Central que negociaron el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Con un galopante desempleo, presión por nuevos impuestos, irritantes apagones y pendientes aún nuevas alzas de precios, con graves problemas en la producción agropecuaria, con los productores denunciando a diario sus precariedades, con las obras públicas paralizadas y retrasos hasta en el pago de las nóminas, pocos entienden cómo logrará el gobierno en 9 meses revocar el deterioro en niveles suficientes para conseguir más de la mitad de los votos.
Por de pronto los acontecimientos de la Cámara de Diputados han demostrado que el aventurerismo político puede provocar que los tiros salgan por la culata, y que si bien hay voluntad de imposición, también hay en la nación actitud para la resistencia.-