Por Juan Bolívar Díaz
Para contener los problemas financieros es necesario un nuevo discurso político que disipe las incertidumbres de origen nacional
Por más que le correspondan críticas al manejo económico, los peores errores del gobierno perredeísta del presidente Hipólito Mejía habría que buscarlos en el ámbito de lo político, algunos de los cuales han repercutido en la crisis de confianza y la falta de credibilidad que alimentan la devaluación y la inflación de los últimos meses.
Analistas económicos independientes y líderes empresariales convienen en que el componente externo es responsable en por lo menos dos tercios de las dificultades que han afectado las finanzas nacionales en el último semestre, expresado en drástico descenso del crecimiento económico mundial, en la reducción del turismo y la carestía del petróleo.
Por ello toma cuerpo la convicción de que para restablecer el equilibrio macroeconómico se requieren no sólo disposiciones restrictivas como las de las últimas semanas, sino también un nuevo discurso político y coherencia entre el gobierno y su partido, para disipar las incertidumbres de manufactura nacional, ya que es imposible influir sobre las derivadas de la globalización y la dependencdia externa.
Moderado optimismo
En los ámbitos gubernamentales como financieros se mantuvo esta semana un moderado optimismo sobre los resultados de las restricciones monetarias y fiscales dispuestas por las autoridades en las últimas dos semanas, aunque prevalece la convicción de que se requieren medidas adicionales, especialmente en el ámbito político.
Ese optimismo limitado se expresó en el encuentro celebrado la tarde del miércoles en el Palacio Nacional entre el Presidente de la República y su equipo económico, y los principales agentes financieros con directivos y propietarios de medios de comunicación social.
Tanto en los discursos como en las conversaciones confidenciales prevaleció la convicción de que los índices de devaluación del peso y la consiguiente inflación son desproporcionados a la situación de la economía nacional, que agentes nacionales como internacionales persisten en definir como sana.
Las tasas cambiarias, que habían sobrepasado los 26 pesos por dólar al comenzar la semana, retrocedieron algunos puntos, pero insuficientes para revocar siquiera en parte las consecuencias inflacionarias del desbordamiento de los últimos meses.
Como elemento importante, el presidente de la Asociación de Bancos Comerciales, José Manuel López Valdez y el presidente del BHD, Luis Molina Achécar, testimoniaron que el flujo de divisas provenientes del turismo estaba en ascenso mientras la demanda aparecía en proceso de reducción.
Además del sostenido como extraordinario aumento del flujo turístico, se dio cuenta también de que las zonas francas están a toda marcha, lo que marca una superación de las consecuencias derivadas de los ataques terroristas de septiembre del 2001.
Las restricciones financieras, expresadas en elevación de los encajes, desmonetizaciones y elevación de las tasas de interés, son tan fuertes que los agentes económicos están convencidos de que tienen que forzar un retroceso de la tasa de cambio, pero al mismo tiempo se advierte que no pueden ser sostenidas mucho tiempo sin generar una seria recesión.
De ahí, el reiterado planteamiento de que se requieren acciones políticas positivas que refuercen las fiscales y monetarias, comenzando por una mayor restricción del gasto público, algo que se sabe difícil para cualquier gobierno en un año preelectoral.
El ámbito internacional
El escenario internacional seguía siendo adverso esta semana, porque a pesar del crecimiento de la oposición a la guerra por parte de gobiernos, instituciones internacionales y pueblos, Estados Unidos persistía en su convocatoria a la confrontación militar con Irak.
El miércoles el precio del petróleo rebasó los 37 dólares por barril, manteniendo la curva ascendente que no se ha detenido desde comienzos del año.
Las expectativas no son buenas, pues la generalidad de loa análisis nacionales e internacionales dan por hecho que la actitud norteamericana no cambiará y que la guerra es inevitable, lo que se traduciría en lo inmediato y corto plazo no sólo en mayores costos del petróleo, sino también en una recaída del turismo.
Las características e implicaciones de la guerra que amenaza al mundo supone una elevación del costo del transporte y de la inseguridad. Para las naciones europeas, de donde procede la mayor parte de los visitantes al país, un mayor costo del petróleo acentuaría la recesión, lo que también se traduciría en austeridad y reducción de los viajes turísticos.
Si los Estados Unidos se van virtualmente solos a esa guerra, sin la aprobación de las Naciones Unidas, es probable que tenga una mayor duración, conllevando riesgos imposible de prever. La guerra colectiva para expulsar a Irak de Kwait en 1991 tuvo una duración de 40 días. La de ahora implica la decisión de liquidar el gobierno de Saddan Hussein, lo que conlleva una ocupación territorial y probables daños a la estructura petrolera de ese país.
Mayor esfuerzo nacional
Si resulta imposible disipar las malísimas expectativas internacionales, es lógico que se requiera un mayor esfuerzo nacional, en el orden fiscal, con todavía más significativa reducción del gasto público, y en el ámbito político como forma de reducir las incertidumbres nacionales.
El gobierno tiene que convencerse de que los sacrificios que le impone la situación tienen menor costo que la continuación del proceso de desestabilización cambiaria y de inflación. También como forma de aislar las protestas y el discurso de quienes le atribuyen la mayor responsabilidad en la situación.
Es necesario que el presidente Hipólito Mejía mantenga el optimismo que muestra frente a la adversidad, pero que haga importantes concesiones frente a los reclamos públicos en el orden fiscal y político. La presentación ante el Congreso Nacional de las memorias correspondientes al año pasado, el próximo jueves 27, será una nueva oportunidad para un discurso grandilocuente, armonioso y esperanzador.
Ya el mandatario ha adelantado que reintroducirá al Congreso una serie de proyectos de leyes encaminados a prevenir la corrupción. Sería positivo una rápida respuesta de los congresistas, que la mayoría legislativa perredeísta muestre coherencia y concertación con su gobierno. La última encuesta Hamilton ha mostrado la generalizada convicción de que hay corrupción gubernamental y que no se hace esfuerzo para combatirla.
Le ayudaría una reorganización de los más altos mandos gubernamentales, como acaba de hacer el presidente de Bolivia a sólo 6 meses de gestión, como forma de enfrentar las graves protestas de la semana pasada.
Se impone que ordene un cese definitivo de los inútiles pronunciamientos releccionistas de sus partidarios, responsables de que, pese a sus innumerables rechazos a la repostulación, el 50 por ciento de la población siga creyendo que acaricia la idea. Ese factor crea malas expectativas, pues repostulación presidencial es sinónimo de confrontaciones y marrullerías políticas y desbordamientos del gasto gubernamental.
El presidente podría también instituir una rueda de prensa semanal y renunciar a los pronunciamientos cotidianos al son de la música que le toque cualquier reportero, lo que contribuiría a reducir su discurso confrontativo que ha sido uno de sus errores políticos.
El concierto tendría que abarcar al PRD en su totalidad para proyectar una imagen de coherencia y preocupación por la situación del país. Implica renunciar a incursionar al seno del Partido Reformista Social Cristiano, traducido en confusión y asimilación de sectores decisivos del mismo, lo que deja todo el espacio de oposición al Partido de la Liberación Dominicana, que en circunstancias adversas crece hasta por inercia.
EL PRD y su gobierno han perdido demasiado tiempo y creado excesivas incertidumbres políticas. Pasaron 19 meses en incesante debate constitucional, para terminar de espalda a sus planteamientos históricos y al resto de la sociedad con el parto de los montes de la restauración de la repostulación presidencial, esfuerzo inútil a la luz de la reiterada decisión del agrónomo Mejía.
Los últimos seis meses protagonizaron la pelea por una Junta Central Electoral a la medida de sus intereses partidarios y también en confrontación con el resto de los partidos y de la sociedad civil. Han proyectado la imagen de aplanadora que dañó al primer gobierno perredeísta, el que encabezó el profesor Juan Bosch.
Otro error político significativo ha sido la contratación de préstamos atados a suministros, muchos de los cuales no han podido ni podrán ser ejecutados en esta adminsitración, pero que han contribuido a magnificar el endeudamiento externo. Es hora también de suspenderlos.
Urge prevenir protestas
La acción política del gobierno y su partido tienen que dar pasos positivos para prevenir las protestas que se anuncian y que mantendrían vivas las incertidumbres, reflejándose en la economía nacional.
Un discurso y accionar más positivos y coherentes, con una apelación a lo mejor de la sociedad dominicana, en términos más conciliatorios que reciminatorios y amenazantes, podría contener las protestas populares que se fraguan y anular la marcha-caravana anunciada para el próximo mes por el Partido de la Liberación Dominicana.
En las circunstancias actuales ese tipo de expresiones de oposición generaría un ambiente de mayor confrontación, por lo que desde ya han aumentado las preocupaciones entre los agentes económicos. Pero las protestas son normales en el ámbito democrático y corresponde a las autoridades responsables desactivarlas con medidas preventivas, que en este caso rebasan el límite de lo policial.
Un desencadenamiento de protestas masivas, como las que puede promover el PLD, aumentarían las expectativas sombrías y complicarían el cuadro económico nacional, al punto de que el simple anuncio hace más mal que bien a un partido que está creciendo sin tener que apelar a la agitación de facto.
El tiempo y las circunstancias nacionales e internacionales corren contra el partido de gobierno. Si no lo comprenden a tiempo que se vayan preparando para lo peor. Si se pierden será por su mala cabeza, pero hay que advertírselo, pues el costo lo pagarán en lo inmediato todos los dominicanos y dominicanas.-