Por Juan Bolívar Díaz
Con la renuncia del Procurador Virgilio Bello prosigue el deterioro de la imagen del régimen en un año lleno de peligros internos y externos
El anuncio de cambios en los mandos gubernamentales formulado por el presidente Hipólito Mejía se corresponde con la convicción de la opinión pública, incluyendo a importantes funcionarios y dirigentes del partido en el poder, de que el régimen requiere una reestructuración siquiera para crear ilusiones de nuevos rumbos.
La imagen del gobierno sigue en proceso de deterioro y esta semana sufrió un rudo golpe con la renuncia del doctor Vigilio Bello Rosa al cargo de Procurador General de la República, ya que se trata de uno de los funcionarios que más prestigio acumuló en los casi 29 meses de la actual gestión.
Entre los cambios que ayudarían al gobierno debería inscribirse una nueva política de comunicación, deseada hasta por gente del círculo más cercano al mandatario, pero casi nadie cree que el presidente Hipólito Mejía podrá controlar el espontaneísmo declaracionista con que se ha conducido desde que ganó las elecciones en mayo del 2000.
Urge parar el derrotero
En cualquier círculo de conversación política se llega rápidamente al consenso de que el gobierno del presidente Hipólito Mejía está urgido de un esfuerzo planificado para detener el derrotero en que se le advierte desde agosto pasado, sarandeado por los problemas económicos nacionales e internacionales, por incoherencias internas y algarabías políticas protagonizadas desde el Congreso Nacional.
Que esté llegando a la mitad de enero sin haberse aprobado el presupuesto, retenido un mes en un Senado donde el partido de gobierno tiene el 90 por ciento de la matrícula, es una muestra incontrovertible de falta de cohesión.
Transcurridas las festividades navideñas ha quedado de manifiesto que las disposiciones de las autoridades monetarias y la concertación con los agentes de cambios no han podido hacer retroceder el deterioro del peso a los niveles esperados.
Por el momento las mayores expectativas están cifradas en la colocación de los bonos soberanos por 600 millones de dólares, cuya aprobación también dilató más de lo conveniente en las actuales circunstancias. Este fin de semana es cuando parte hacia Estados Unidos una comisión encabezada por el secretario de finanzas con ese objetivo.
Anuncios de protestas populares en medio del creciente disgusto por las alzas de precios de las últimas semanas y la paralización de numerosas obras, crean nuevas preocupaciones, mientras parece haber algún grupo empeñado en promover un ambiente de incertidumbre, lo que se desprende de los rumores que en los últimos días dieron por muertos al senador Ramón Alburquerque, al merenguero Kinito Méndez y al legendario luchador Jack Veneno.
El gesto de Virgilio Bello
La renuncia de Virgilio Bello a la Procuraduría General ha sido el último revés sufrido por el gobierno, dejando bajo cuestionamiento la voluntad del régimen para combatir la corrupción.
Es significativo que la dimisión del prestigioso abogado se conociera mientras el diputado Radhamés García, con orden de prisión tras haber sido atrapado in fraganti en el tráfico de chinos por la frontera, saludaba al propio presidente de la República en el Palacio Nacional.
La orden de conducencia de García fue emitida precisamente por el Procurador dimitente, atendiendo un dictamen nada menos que de la Suprema Corte de Justicia. En tal circunstancia, la más elemental prudencia y el respeto a la opinión pública recomendarían mantener a ese ciudadano alejado del Palacio Nacional y más aún del primer mandatario. Sobre todo tomando en cuenta el reciente escándalo de corrupción que afectó al jefe de la avanzada de seguridad del presidente.
La dimisión del doctor Bello Rosa es más significativa por cuanto se originó en uno de los ya rutinarios “pronunciaientos ligeros y enfáticos”, popularmente denominados boches, del presidente Mejía.
Si el mandatario hubiese sabido lo que realmente dijo Bello Rosa sobre la corrupción, no habría tenido la ocurrencia de responsabilizarlo de la falta de voluntad para combatirla, precisamente denunciada por el exprocurador general.
En una entrevista en el telediario Uno más Uno de Teleantillas, el jueves 2 de enero, a Virgilo Bello se le preguntó sobre el paquete de proyectos de leyes encaminados a crear nuevos mecanismos de transparencia y prevención de la corrupción, varios de ellos introducidos por el propio presidente Mejía. Respondió que evidentemente hay poca voluntad política para esa trascendente tarea, hablando en sentido general y más bien refiriéndose a los congresistas, no al gobierno central ni menos al presidente Mejía.
Ciertamente que ya en noviembre, a raíz del escándalo Pepe Goico el Procurador Bello Rosa había disentido públicamente del trato dado al expediente por el fiscal del Distrito Nacional y antes había advertido sobre los riesgos de corrupción en la segunda mitad de los gobiernos.
Un alto al espontaneísmo
La salida de Bello Rosa de la Procuraduría es sin duda un nuevo revés para la imagen del gobierno, pues pierde a uno de los funcionarios de mayor prestigio, principios y coherencia, no sólo en el plano jurídico, sino también político.
Comporta una lección para el espontaneísmo verbal del presidente Mejía que lo ha llevado a chocar con funcionarios, dirigentes políticos, directores de medios de comunicación y empresarios. No es común que en el país un funcionario reaccione con la renuncia ante una recriminación pública del primer mandatario, pero Bello Rosa no es de los que se aferran a los cargos, se atemorizan o renuncian a su dignidad.
La ocurrencia muestra la urgencia de que el presidente Mejía refrene un poco los impulsos verbales que lo ponen frecuentemente en situación difícil. Ya no se trata de sus salidas jocosas y su profundo sentido del humor, que mucha gente disfruta y defiende, sino de reacciones inadecuadas, fruto de las presiones que los problemas ponen sobre el ánimo de los jefes de estados y altos ejecutivos con grandes responsabilidades.
Previniendo esas reacciones es que los ejecutivos no se ponen todos los días al alcance de los reporteros. Difícilmente se encuentre en el mundo un jefe de gobierno que responda preguntas casi todos los días, como el presidente Mejía, exponiéndose a hablar sobre asuntos de los que no se está suficientemente informado.
Los mismos periodistas, urgidos por la prisa o por deficiencias, a menudo formulan preguntas sacando declaraciones de contexto. Muchos políticos reaccionan sobre lo que “les dicen que otros dijeron” en lo que un analista español llamó hace poco “periodismo de bla-bla”, pero a ello no deben exponerse los que tienen la responsabilidad del poder y cuyas palabras pesan a menudo desproporcionadamente.
Hace tiempo que en el gobierno se acepta que el presidente Mejía se expone excesivamente al hablar con tanta frecuencia a los periodistas. Pero se ignora si los hombres de su confianza han tenido el valor de discutir el asunto con él y si el mandatario conserva suficiente humildad para aceptar sugerencias sobre sus actos.
Desde décadas atrás es común en el mundo que los mandatarios tengan asesores de prensa y de imagen, que les ayudan no sólo en la redacción de discursos, sino también en los temas a tratar y los que deben evadir, y les advierten las circunstancias en que deben mantenerse alejados de los reporteros.
Cambio de rumbo
El propósito de renovar el gobierno con importantes cambios de funcionarios ha creado expectativas positivas, aunque todavía hay quienes esperan su materialización antes de hacerse ilusiones, dado lo fiel que ha sido el presidente Mejía al equipo con que asumió el poder hace 2 años y 5 meses.
Casi todos los cambios en los altos funcionarios de este gobierno se han originado en renuncias: las de Fernando Alvarez Bogaert en Finanzas, Angel Lockward en Industria y Comercio y ahora Bello Rosa en la Procuraduría General.
Ha habido intercambios en los titulares de las secretarías Administrativa, Interior y Policía y Turismo, como también en las jefaturas de la Policía y del Ejército Nacional, pero ninguno ha sido extrañado del gobierno.
Lo mismo ocurrió durante el gobierno del doctor Leonel Fernández Reyna, que llegó al final de sus cuatro años casi con el mismo gabinete con que arrancó, aunque en sus primeros meses se anotó la destitución de su secretario de las Fuerzas Armadas, Rojas Tabar, lo que en ese momento le ganó aplausos.
En la política contemporánea es común que se produzcan reestructuraciones a fondo de los gobiernos cuando se enfrentan situaciones de desconcierto o de dificultades económicas, políticas o de escándalos públicos. Es frecuente, incluso, que se produzcan dimisiones de todo el gabinete para facilitar que el jefe de estado pueda renovar su gobierno, o por lo menos crear una ilusión de renovación.
El presidente Balaguer apeló a cambios drásticos en algunos momentos de sus gobiernos, a veces dejando sin mando, aunque fuera transitoriamente, a algunos de sus más cercanos colaboradores, o colocándolos en posiciones de menor jerarquía.
A raíz de los dos anuncios de cambios importantes formulados en las últimas semanas por el presidente Mejía han circulado numerosas versiones. Hay quienes involucran en los cambios al gobernador del Banco Central Frank Guerrero, al canciller Hugo Tolentino Dipp, al secretario de Salud Pública José Rodríguez Soldevila, y a la secretaria de Educación, la vicepresidenta Milagros Ortiz Bosch.
También se mencionan el consultor jurídico Guido Gómez Mazara, el secretario de Interior y Policía Pedro Franco Badía y el secretario de Trabajo, Milton Ray Guevara.
Pero un alto funcionario consultado dijo sin titubeo, que “sólo el presidente sabe quiénes son los que serán removidos”.-