Resultados de la encuesta Demos 2001

Por Juan Bolívar Díaz

            Los resultados de la tercera encuesta nacional sobre cultura política y democrática publicados esta semana constituyen un desafío al liderazgo político, que se extiende a todos los estamentos participativos de la sociedad dominicana, tanto por la reducción en la credibilidad de las instituciones, como por los anhelos de reformas que implican.

            Junto con un afianzamiento de cultura tradicional, como el autoritarismo, providencialismo y paternalismo, la reputada encuesta cuestiona la actividad partidista y reafirma anhelos de reformas políticas en orden a una mayor participación en la gestión de la sociedad, especialmente de las mujeres, y afianzan la aceptación de las instituciones democraticas.

            En vez de desalentar a los sectores que luchan por el progreso social y fortalecimiento de las instituciones democráticas, deberían afianzar el criterio de que las transformaciones culturales y políticas son procesos que requieren períodos generacionales para su maduración y realización.

Crédito a la democracia

            Aunque reafirma valores tradicionales de la cultura nacional, la tercera encuesta Demos muestra un incremento de la inclinación de la ciudadanía por las instituciones democráticas, a la par que una mayor insatisfacción frente al funcionamiento de la democracia, obviamente derivada de la decepción en el partidarismo político.

            Los resultados de la Demos-2001 se comparan sistemáticamente con los obtenidos en las dos anteriores, realizadas en 1994 y 1997, especialmente con la primera. El valor particular de la misma radica en la profundidad de sus alcances y en una amplia muestra (3091 cuestionados),que triplica el promedio de las encuestas de frecuente realización. También por un mayor tiempo de sistemática evaluación y comparación de sus resultados.

            Es relevante que la aceptación de la democracia como sistema de gobierno ha aumentado del 74 al 77 por ciento, proporción sólo superada en dos puntos por Uruguay, entre 18 países latinoamericanos donde se han realizado mediciones similares en el mismo período.

            En cambio, llama la atención la sistemática reducción en la satisfacción con el funcionamiento de la democracia dominicana, del 36 al 32 y al 26 por ciento, en las tres encuestas, en el curso de sólo 7 años. Y aunque la proporción sigue siendo superior a la registrada en la mayoría de los países de la comparación, está lejos de los cuatro primeros, Uruguay, Costa Rica, Venezuela y Honduras, donde alcanza 55, 51, 41 y 35 por ciento, respectivamente.

            Esa insatisfacción parece vinculada a la creciente desconfianza en los partidos políticos y su gestión estatal que se expresa en el Congreso Nacional, los síndicos y regidores, sindicatos, justicia, policía y militares. El presidente de la República aparece con mayor credibilidad, pero lejos de la que despiertan instituciones como las iglesias, los medios de comunicación social y la Junta Central Electoral.

            Tiene explicación también en las frustraciones de los dominicanos y dominicanas sobre sus expectativas de empleo, de mejores servicios públicos, y salarios y de satisfacción de sus necesidades básicas, recogidas también en estas encuestas.

            Los que se perciben en buena o muy buena situación económica personal se redujeron en el período del 22 al 14 por ciento. Y los que se sienten más seguros que hace cinco años cayeron del 30 al 13 por ciento.

            Ningún analista puede obviar el hecho de que, pese a algunos progresos materiales, la República Dominicana sigue situada entre las últimas diez naciones, entre las 34 del continente, en los indicadores de las Naciones Unidas que miden el índice de desarrollo humano.

Descrédito de los partidos

            El libro que recoge los resultados de la Demos-2001 tendrá que ser analizado minuciosamente por los dirigentes de los partidos políticos, si quieren evitar el deterioro de su legitimidad, como ha venido ocurriendo en muchos países, y que ha derivado en graves crisis en Perú, Colombia, Venezuela, Guatemala y Argentina.

            En los comicios legislativos colombianos de la semana pasada, el ausentismo de las urnas fue del 58 por ciento. Sumados los que no marcaron la boleta y los que la anularon, la abstención alcanzó una tasa alarmante del 67 por ciento. Y los dos senadores que más votos obtuvieron apenas registraron el 1 por ciento de los 24 millones de electores registrados.

            El deterioro de la credibildiad en los partidos dominicanos se expresa en el incremento del 67 al 71 por ciento de los ciudadanos que creen que la política es un medio utilizado por los políticos para obtener beneficios personales, en la reducción del interés por los temas políticos y en los que reconocen afiliación y simpatías partidarias.

            Llama la atención que sólo el 17 por ciento de la población reconoce que pertenece a algún partido político, un punto menos que en 1994 y el 46 por ciento expresa simpatías, 8 puntos menos que en la primera encuesta. Y los que dicen no tener militancia ni simpatías se elevan del 30 al 36 por ciento. Grave contraste con los más de 3 millones y medio de miembros que se atribuyen los tres partidos mayoritarios, equivalentes a tres cuartas partes del padrón electoral.

            De todas las instituciones incluídas en el estudio, los partidos registraron el mayor grado de desconfianza de la población, cayendo del 8 al 6 por ciento, mientras los que perciben un uso patrimonial de los bienes públicos y de la corrupción se elevaron del 73 al 77 por ciento.

            Puede resultar un consuelo el que todavía el 71 por ciento considere que se debe votar porque es un derecho y obligación de los ciudadanos. Sin embargo, los que están dispuestos a votar se han reducido del 88 al 75 y ahora al 65 por ciento.

            Las cifras que miden la confianza en los partidos son alarmantes y muestran una tendencia al deterioro que obliga a la reflexión y demanda reformas importantes en el partidarismo político dominicano.

Graves decepciones

            Los mensajes de la última Demos no sólo conlleva mensajes a los partidos, sino a todas las instituciones y personas que se pretenden portadores de nuevos elementos culturales y democráticos, especialmente a los comunicadores, educadores, religiosos y promotores sociales.

            Particularmente decepcionante parecen los índices medidores del autoritarismo, el paternalismo, providencialismo y fatalismo, elementos de profundo arriago en la cultura nacional y afluentes del atraso social, en un período de tantas prédicas, seminarios, debates y talleres de promoción social y humana.

            Los que creen que un buen presidente debe ser como “un padre a quien hay que acudir para que resuelva los problemas” subieron del 76 al 86 por ciento. “Los problemas del país sólo se resuelven si Dios mete su mano” pasó del 63 al 74 por ciento, y los que suscribieron que “todo permanecerá igual por más que uno quiera cambiar”, se elevaron del 37 al 56 por ciento.

            En cambio, el informe registra que menos de una quinta parte de los entrevistados otorga un papel activo a las capacidades y a la acción individuales como medios para lograr soluciones a los problemas.

            Por supuesto que esas tasas tienen relación directa con los niveles de educación y de vida, a mayor pobreza y menos instrucción menos confianza en la superación personal y mayor credibilidad en los factores extrapersonales, que van desde la divinidad y la ayuda paternal hasta la suerte. Esos patrones se corresponden también con la propensión a buscar consuelo o solución mediante las creencias mágico religiosas de todos los signos.

            Están relacionados con el deterioro en los niveles de la educación y la exclusión de una gran parte de los dominicanos y dominicanas de los conocimientos suficientes para enfrentarse a los requerimientos de la sociedad contemporánea y desarrollar eficientes esfuerzos organizativos.

Reafirmaciones positivas

            Además de la fé en la democracia como sistema de gobierno, el estudio registra otras reafirmaciones positivas, como la participación en organizaciones sociales, que subió del 52 al 54 por ciento, y llegan al 95 por ciento los que consideran que es necesario crear nuevos mecanismos de participación. Los que favorecen una mayor participación de la mujer se elevan del 72, al 87 por ciento.Y se redujo del 11 al 5 por ciento los que rechazan los cambios sociales y políticos.

            Dos resultados indican asimilación de criterios democráticos discutidos ampliamente en los últimos años. Por un lado el porcentaje de quienes rechazan la reelección presidencial se elevó del 51 al 58 por ciento, y por otro los que favorecen las reformas constitucionales por medio de delegados electos al efecto se incrementaron del 68 al 71 por ciento. Los que creen que esa es tarea para los senadores y diputados cayeron del 22 al 18 por ciento.

            Este estudio debería ser objeto de mayores discusiones en los estamentos activos de la sociedad dominicana, particularmente en el sector político y en los medios de comunicación, excesivamente saturados de expresiones de las ambiciones y la chismografía política.

            Contiene mucho material para el análisis y las reflexiones de los grupos que trabajan por la superación social y el fortalecimiento de las instituciones democráticas y conlleva una demanda de mayores y permanentes esfuerzos. El desarrollo económico-social, como el afianzamiento de la cultura y prácticas democráticas no son cuestión de años, sino de décadas.

             Y las tres encuestas sobre cultura política y democrática apenas abarcan la evolución de 7 años. Tendrán que ser continuadas en las décadas por venir, aunque no tengan el patrocinio de la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos. Mejor si lo encontraran de instituciones nacionales, como expresión de adscripción al interés por la promoción de nuevas expresiones culturales democráticas.-