A cuatro semanas de la elección de Hipólito Mejía como candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) su presidente Miguel Vargas Maldonado y sus seguidores son los únicos en el país que lo desconocen, colocando a esa organización entre el chantaje y la división.
El excandidato presidencial del 2008 pretende negociar desde una posición de fuerza, prolongando irracionalmente una crisis que lo aniquila políticamente, socava las potencialidades del perredeísmo y alienta las aventuras inconstitucionales de quienes pretenden la reelección del presidente Leonel Fernández.
Ya no es simple pataleo. A casi un mes de la elección de su candidato presidencial el PRD fue colocado al borde de la división cuando los partidarios del presidente del partido, Miguel Vargas Maldonado, destituyeron y luego expulsaron sumariamente al presidente de la Comisión Nacional Organizadora (CNO) de la convención, Enmanuel Esquea Guerrero y cerraron sus oficinas en la casa nacional de los perredeístas. Las desconsideraciones alcanzaron a los demás comisionados, al punto que Hugo Tolentino tuvo que reclamar enérgicamente su derecho a ingresar al local del partido. Luego optaron por reunirse en las oficinas privadas de Esquea para evitar que estallara la violencia.
Cuatro semanas no han sido suficientes para que Vargas y sus más fieles adherentes se convenzan de que perdieron la votación del 6 de marzo, algo que fue documentado por el cómputo y la CNO, y reconocido por prácticamente todos los medios de comunicación, incluyendo la totalidad de los diarios. Casi a unanimidad los editoriales de los periódicos y los articulistas y analistas han ponderado el orden y entusiasmo en que transcurrió la elección primaria, dando crédito a sus organizadores.
Los impugnadores han arrojado sombras sobre la generalidad de los integrantes de la CNO pero han concentrado sus dardos en Esquea Guerrero, aunque el reconocido jurista ha tenido pleno respaldo de la mayoría de los comisionados, que se han hecho co-responsables de las decisiones, especialmente los independientes Milagros Ortiz Bosch, Hugo Tolentino, Ivelisse Prats y Quico Tabar, todos con tan amplio crédito moral y ético, que muchos piensan que si ellos no pueden ser árbitros, deben cerrar ese partido. También han tenido el respaldo de otros tres vinculados a la candidatura de Mejía, en tanto los cuatro de Vargas han apoyado las impugnaciones.
Posición de fuerza. El mismo miércoles cuando las tensiones alcanzaron su mayor nivel, se produjo el primer encuentro entre comisionados de los dos sectores en conflicto convocados por el presidente de la Internacional Socialista para América Latina Martín Torrijos. Se esperaba la asistencia de Vargas y Mejía, pero el primero no concurrió, por lo que el expresidente se retiró. El jueves volvieron a reunirse bajo la mediación del abogado Nelson Espinal Báez, hijo del fallecido senador perredeísta (1963) y Procurador General (1983-86) Américo Espinal Hued, quien es egresado de la Universidad de Harvard y del Instituto Tecnológico de Massachusetts y experto en solución de conflictos.
Por lo que ha trascendido, el sector de Vargas es consciente de que no hay solución sin reconocer el triunfo de Mejía, pero negociando desde una posición de fuerza, casi chantajeando con la amenaza de división y con demandas insostenibles como que el expresidente acepte que votaron cientos de miles de peledeístas y reformistas, lo que ilegitimaría su candidatura.
Una aspiración sin precedente en el mundo democrático es que proclamen desde ya a Vargas como candidato presidencial para el 2016. También es difícil que le otorguen la candidatura vicepresidencial, dado que ya Mejía la pactó con Luis Abinader. Más viable es la participación en el gobierno en la proporción obtenida en la votación, lo que figuró en el pacto de honor que antecedió la votación del 6 de marzo, y que les garanticen mantener el dominio de la estructura del partido hasta el 2016, que también estarían reclamando, según un panfleto que circula en Internet.
El sector de Vargas cuenta a su favor con el control de los cargos ejecutivos del partido, los locales y recursos y con la premisa de que Mejía es el más interesado en un acuerdo. Pero un reparto de hipotéticos puestos gubernamentales y un premio al arrebato antidemocrático, restarían crédito al PRD en los sectores pensantes de la sociedad, donde ya hay disgusto por la prolongación de la garata mientras la nación afronta la crisis institucional desatada con la inconstitucional aprobación de las leyes orgánicas y la amenaza de una improcedente repostulación del presidente Fernández.
Una caterva de errores de Vargas Maldonado. Una división del PRD sin contar con la menor legitimidad en la opinión pública sepultaría definitivamente la carrera política de Vargas Maldonado y sería la culminación de la caterva de errores tácticos y estratégicos en que ha incurrido al pretender que podía manejar ese partido como una empresa que había adquirido más por su fortuna económica que por carisma.
Su imagen se ha desfigurado desde que la noche de la votación se hizo proclamar ganador en base a una supuesta encuesta a boca de urna para alegar que le habían hecho fraude al día siguiente cuando le comunicaron el cómputo oficial. Pretendió que no publicaran los resultados de la elección mientras él mismo se proclamaba ganador, y desde entonces se le ve como un resentido, en contraste con sus habilidades empresariales.
Vargas ha tenido un pésimo asesoramiento político desde que como candidato presidencial en el 2008 trató de ocular los símbolos del PRD. Tras su derrota se lanzó a buscar la presidencia del partido, aunque tuviera que modificar sus estatutos que prohibían ser presidente y candidato a la vez, ignorando que desde su fundación en 1939 ese partido ha tenido una pluralidad de dirigentes y que ni sus dos grandes líderes, Juan Bosch y Francisco Peña Gómez, reunieron esas dos condiciones a la vez. Tampoco los presidentes Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía. Y es una de las razones por las que tiene casi 72 años.
Rodeado de dirigentes que no tenían mucha empatía con las bases se empeñó en proclamar un nuevo PRD, donde un recién salido secretario general reformista se convirtió en su vocero. Aunque es una persona formal y cortés, el exitoso empresario es percibido como distante por los sectores populares.
Se creyó tan dueño del partido que antes de presidirlo y sin consultar sus organismos, pactó con el presidente Fernández para aprobarle su Constitución, sin reparar en que prolongaba la carrera política del mandatario y habilitaba a Hipólito Mejía para que ahora le ganara la candidatura presidencial. Lo único que ha podido reivindicar como beneficio del pacto es que cambió el nunca jamás de la doble postulación presidencial por la prohibición de la reelección consecutiva, y hasta eso ahora está en peligro. Desligó el PRD de las luchas populares y de las denuncias de corrupción, pero no pudo conseguir que le cumplieran el compromiso de aprobar una ley de partidos que mejoraría la competencia democrática.
Cuando le confirieron la presidencia del partido por consenso, tomó parte activa en la elección del secretario general y secretario de organización, confrontando a aspirantes que tenían arraigo en el viejo PRD, en vez de ser un ente arbitral, papel que tuvo que asumir la Junta Central Electoral. Y cuando hubo que escoger candidatos para la elección congresual y municipal, violentó el procedimiento democrático en la mayoría de los cargos para legisladores y síndicos, en beneficio de sus propios cuadros, dejando un reguero de inconformidad y un aguacero de impugnaciones ante las JCE. Fue simbólico que intentaran despojar a Hugo Tolentino de una candidatura a diputado después de cerrado el plazo de inscripción, para complacer a un acólito.
El último grave error fue subestimar al expresidentes Hipólito Mejía, auspiciando una campaña de ataques personales y a su gestión gubernamental, como si él mismo no hubiese sido el ministro que más recursos manejó desde la secretaría de Obras Públicas durante los cuatro años de ese gobierno.-
No convencen a nadie
El problema de Vargas Maldonado es que sus argumentos no han logrado convencer a nadie más allá de sus más fieles seguidores, y aún entre éstos ha habido deserciones tan notables como la del jefe nacional de su campaña Alfredo Pacheco, y el jefe de la misma en el Cibao Mario Torres y muchos otros, y no faltan quienes mantienen un silencio forzado por la lealtad.
La objeción fundamental de que entre 200 y 400 mil peledeístas y reformistas habrían votado por Mejía ha resultado imposible de demostrar. Los escasos 1,924 votos observados, y el que no hubiese habido una sola impugnación en los 3 mil 641 centros de votación desacreditan las objeciones.
El hecho de que se desmantelara la antigua Junta Central Electoral, sin que se constituyera el nuevo Tribunal Superior Electoral deja al PRD sin una instancia arbitral externa, lo que alienta la prolongación del conflicto y las posibilidades de división.
Por de pronto los observadores estiman que el PRD desperdició el éxito obtenido en la jornada de votación y que su descrédito aumenta con cada día que se prolongue la crisis, aunque se pondera la serenidad y sensatez con que Hipólito Mejía ha asumido el conflicto, interesado en preservar la unidad partidaria, fundamental para su éxito en los comicios presidenciales.
El último grave error fue subestimar al expresidente Hipólito Mejía, auspiciando una campaña de ataques personales y a su gestión gubernamental, como si él mismo no hubiese sido el ministro que más recursos manejó desde la secretaría de Obras Públicas.