Por Juan Bolívar Díaz
El excesivo y aventurero endeudamiento externo y el aumento del gasto corriente son sus déficits
Al llegar a la mitad de su período el presidente Hipólito Mejía y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) pueden reivindicar algunos éxitos, pero están muy lejos de haberse encaminado hacia la redención de los más pobres y de materializar el “gobierno compartido” que habían programado.
Su mayor éxito sería el haber mantenido la estabilidad macroeconómica, con un crecimiento significativo dentro de circunstancias internacionales muy desfavorables y la ejecución de una descentralización de la inversión pública en beneficio de las comunidades del interior del país, así como la ejecución de importantes reformas legislativas.
Pero el déficit es inmenso, resaltando un excesivo y aventurero endeudamiento externo, el aumento del gasto corriente y el mantenimiento de una política poco transparente de adjudicación de obras y compras, ratificando el grado a grado, mecanismo tradicional de corrupción.
Logros significativos
Cuando se pase balance la próxima semana a la primera mitad del gobierno perredeísta del presidente Hipólito Mejía se encontrarán algunos éxitos significativos, particularmente el haber restablecido la estabilidad macroeconómica que encontró en picada con fuertes déficits pese a haberse enfrentado a un escenario internacional muy adverso.
Con un petróleo sobre los 25 dólares el barril y en un escenario de recesión internacional que ha afectado a los países más desarrollados, incluyendo a Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, y ha desestabilizado las principales economías latinoamericanas, la República Dominicana ha seguido creciendo por encima del promedio, sobre el 2.5 por ciento el año pasado y alrededor del 5 en lo que va de éste.
El gobierno del presidente Mejía puede reivindicar haber descentralizado la inversión pública, atendiendo la demanda de pequeñas obras de una gran proporción de las comunidades del interior del país, hasta el punto de haber desarticulado el escenario de protestas sociales de los últimos años.
No ha habido crecimiento espectacular en la inverisón en educación y salud pública como se prometió, pero sí una mejoría en construcción, materiales y equipamiento de escuelas, en acueductos, caminos vecinales, calles y carreteras.
También podrá exhibir el gobierno perredeísta el haber materializado una serie de reformas legislativas que estuvieron empantanadas durante años, como las de salud, educación, seguridad social, de electricidad y de combustibles, aprovechando la mayoría congresional de que disfruta el PRD desde 1998.
La más trascendente de esas reformas, la que instituye el Sistema Nacional de Seguridad Social, está todavía pendiente de ejecución, aunque se han creado los mecanismos y se procede a la aprobación de los reglamentos que la harán viable, si a la vez se dispone de los recursos financieros correspondientes.
Otro éxito fue haber ejecutado una importante reforma fiscal sin mayores traumas, de devaluación o inflación, lo que ha permitido elevar los ingresos fiscales en más de un 40 por ciento y colocar el país en mejores perspectivas de ajustarse a los acuerdos impuestos por la globalización internacional y el libre comercio.
Buscando ejecutar su programa de “gobierno compartido”, el régimen del presidente Mejía ha sido prolífico en la creación de mecanismos de participación social, aunque muy poco efectivo en ponerlos en vigencia, como son los casos del Sistema Nacional de Planificación Económica, Social y Administrativa, que instituye el Consejo Nacional de Desarrollo y los consejos regionales, provinciales, municipales y sectoriales, y el Consejo Consultivo de la Sociedad Civil para el Gabinete social.
Tampoco ha habido éxito en la implementación del Consejo Asesor en Materia de Lucha contra la Corrupción de la Presidencia de la República, ni en el Consejo Nacional de Competividad o en el Consejode Seguimiento a las Asociaciones sin Fines de Lucro.
Los grandes déficits
Entre los mayores déficits de la gestión gubernamental se cuenta el excesivo y aventurero endeudamiento externo, con préstamos que rondan ya los 2 mil 500 millones de dólares, en su mayoría de corto plazo, altas tasas de intereses y amarrados a suministros y servicios sin concurso previo.
El incremento de la deuda externa ha sido la crítica más consistente que ha recibido el gobierno de Mejía, y por el que ha pagado un alto costo en imagen, aunque fuera de los 500 millones de dólares de los bonos soberanos, lo ejecutado no llega al 20 por ciento del resto contratado.
Algunos de esos préstamos han sido rechazados hasta por sectores internos del mismo gobierno, como ocurrió recientemente con uno de 185 millones de dólares que los ejecutivos del Instituto Nacional de la Vivienda se negaron a recibir, en tanto que otros fueron suscritos con aventureros internacionales que no acabar de reunir el capital comprometido.
Otro flanco de las críticas al gobierno ha sido el excesivo gasto corriente que ha llegado a comprometer el 80 por ciento del presupuesto, si bien en parte por mayores servicios sociales, también por aumento de las empleos y botellas en beneficio de quienes “se fajaron en la campaña”, que hicieron escándalos en áreas como la Organización Metropolitana de Servicios de Autobuses y la Autoridad Portuaria Dominicana.
La abundancia de ayudantes presidenciales inorgánicos ha persistido en la política del Estado, generando numerosos escándalos que han incluído asesinatos y encarcelamientos pr actividades mafiosas de diverso género.
Las críticas al gasto público han sido tan consistentes que ya en tres ocasiones el presidente ha tenido que emitir disposiones para controlar el gasto o reducirlo, sin que se hayan apreciado resultados positivos.
Uno de los más claros fracasos gubernamentales ha sido el no haber podido mejorar significativamente el servicio energético, especialmente para las comunidades del interior del país y los sectores de menores ingresos, pese a haber suprimido subsidios a la electricidad y al gas propano que consumían cientos de millones de pesos.
La generalidad de las protestas sociales que ha enfrentado el gobierno, varias con saldos de muertos y heridos, han sido morotizados por la inconformidad de la población de los barrios y poblaciones con un servicio de energía y la percepción es que el gobierno no ha logrado entenderse con las empresas suministradores de energía, ni controlando los abusivos apagones ni cumpliendo sus propios compromisos. Aunque en las últimas semanas aparece en una renegociación de contratos que podría aligerar la carga a corto plazo, mientras se instalan nuevas plantas de producción.
Las encuestas han mostrado que la mayoría de la población cree que el gobierno ha fracasado en reducir la corrupción, al menos en los términos prometidos. La persistencia del grado a grado en el otorgamiento de contratos de obras y suministros es una puerta permanentemente abierta al tráfico de influencia y la malversación de recursos públicos.
Un presidente subestimado
Al llegar a la mitad de su período gubernamental resulta obvio que el presidente Hipólito Mejía ha desarrollado extraordinarias habilidades políticas y ejecutivas y que se aprovechó ventajosamente de la subestimación de que fue objeto por sus opositores.
Aunque incurriendo en frecuentes excesos verbales, fruto de su espontaneismo, cuando no de actitudes prepotentes, el carácter del agrónomo Mejía ha seguido impactando en los sectores medios y bajos de la población, aunque con creciente rechazo en las capas sociales medias altas y superiores.
Pero sus habilidades le han permitido mantener la colaboración del Partido Reformista Social Cristiano, especialmente hasta la reciente muerte de su caudillo, a quien el mandatario virtualmente tuvo en su bolsillo. A la vez que ha impugnado y descalificado excesivamente al Partido de la Liberación Dominicana.
Hipólito Mejía ha tenido como ningún otro presidente perredeísta la colaboración de su partido, aunque ha desperdiciado la posibilidad de convertirse definitivamente en su líder unificador, dando prioridad al encabezamiento de su grupo intrapartidario, el llamado Proyecto Presidencial Hipólito (PPH) que pudo haber disuelto desde que ganó la candidatura presidencial en 1999 con el 74 por ciento del voto de los perredeístas, más que suficiente para investirlo como líder indiscutido.
Los sectarios afanes de reformas constitucionales en que parte importante de sus funcionarios y seguidores del PPH y en el Congreso invirtieron 19 meses, con resultados pírricos y denunias de compra de conciencias, restaron brillo y simpatías al presidente Mejía y su gobierno.
Hay quienes piensan que al menos tuvieron un efecto positivo para el régimen, al mantener entretenidos a los medios de comunicación y a la sociedad sivil, desviando la atención de las más graves urgencias nacionales y de los compromisos programáticos del mandatario y su partido, especialmente del prometido paquete social.
El gobierno llega a su segundo año con pocos movimientos en su gabinete, habiénsose registrado apenas dos cambios de secretario de Industria, sendos del secretario de Finanzas, del administrativo de la Presidencia, del de Turismo y el de Interior y Policía, pero sólo dos funcionarios salieron definitivamente del gobierno, el reformista Angel Lockward y el aliado Fernando Alvarez Bogaert.
El presidente Hipólito Mejía alcanza la mitad de su período con una aceptable aceptación de su gestión, que no alcanza al 49.85 por ciento con que resultó electo en el 2000, pero ha estado por encima del 40 por ciento en la generalidad de las encuestas, proporción más que válida a la luz del 19 por ciento que se le atribuyó al presidente peruano Alejandro Toledo al cumplir su primer año de gestión el pasado 28 de julio.
Si produce alguna renovación de su equipo, mayores esfuerzos por limitar la corrupción, mantiene la descentralización de la inversión y logra ejecutar una buena parte de los créditos contratados y mejorar el servicio energético, Mejía podría alcanzar mayor éxito en su segunda mitad de gobierno.-