Por Juan Bolívar Díaz
El proyecto de reforma constitucional pendiente de ser conocido por la Asamblea Revisora de la Constitución es tan excluyente, sectario y limitado que depende ahora mismo de la preciara salud del expresidente Joaquín Balaguer, cada día más en el umbral de la muerte.
La última gran ironía del omnipresente caudillo reformista sería marcharse ahora o inahabilitarse definitivamente con lo cual dejaría colgando a los sectores perredeístas y gubernamentales que han colocado su fortuna en unas manos que se ubican en los límites mismos del misterio de la vida.
De golpe y porrazo los estrategas de la restauración del reeleccionismo podrían comprobar que casi todos los dirigentes del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), como el Partido de Liberación Dominicano (PLD) y gran parte de los mismos dirigentes del partido de gobierno, como de la sociedad civil y la opinión pública rechazan una reforma que sólo se apoya en el poder gubernamental.
Balaguer se apaga
Más allá del espectacular relanzamiento del confeso sicario Carlos Evertz Fournier, lo más relevante de la semana que concluye ha sido la enfermedad que obligó al internamiento en un centro médico del expresidente Joaquín Balaguer.
Aunque a menudo se le ha considerado eterno e inmortal, no tanto por los 96 años que cumplirá el primero de septiembre, como por los 72 que lleve en la vida pública, manteniéndose todavía como el gran árbitro político nacional, el caudillo ha vuelto a mostrar fragilidad y a poner en vilo al país.
El urgente internamiento del jueves 4 de julio repuso sobre el debate nacional la existencia de un hombre que ya hace más de una década se autoubicó en su libro memorial en el umbral mismo de la muerte, y quien hace tiempo sobrevive precariamente reclinado en un sillón y sumido en la oscuridad, aunque aferrado como nadie al último hálito de vida.
Es inmensa la vocación para sobrevivir de Joaquín Balaguer, a quien en las últimas semanas se le atribuye un conato de derrame cerebral, culebrillas en el rostro y llagas en espalda, fruto de la posición en que permanece, a más de la úlcera sangrante diagnosticada.
Por ello nadie debe sorprenderse si en este fin de semana o en próximos días pueda retornar a sus dominios residenciales, como tampoco de que -como humano al fin- siga siendo arrastrado al precipicio de la muerte.
Es el único sobreviviente de su generación política y ha visto partir a muchos de sus contendientes, algunos más jóvenes, desde Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, hasta Jacobo Majluta, Antono Guzmán, Rafael Bonnelly, Francisco Augusto Lora y Héctor García Godoy. Sin irse más atrás a rememorar a Rafael Estrella Ureña, Rafael Vidal y muchos otros.
Por la clínica Abréu, donde está recluído, ha desfilado el liderazgo político y gubernamental, mientras la ciudadanía sigue pendiente de los informes sobre el hombre que por más tiempo ha influído sobre el destino de la nación dominicana.
Momento crítico
La salud de Balaguer se ha resquebrajado en un momento crítico, horas después que fuera promulgada la ley que convoca una Asamblea Revisora de la Constitución -a reunirse a más tardar en 15 días-, que en gran medida depende de él y sin que acabaran de definirse sus alcances.
La ley enuncia tres propósitos de modificaciones constitucionales: restablecer la reelección presidencial, eliminar los colegios electorales cerrados y reducir el porcentaje para la elección presidencial en primera vuelta. Pero sólo en los dos primeros hay consenso entre sus sustentadores, los legisladores del grupo perredeísta que llevó al poder al presidente Hipólito Mejía, conocido como PPH y el caudillo reformista.
De hecho, al ser hospitalizado el doctor Balaguer había todo un debate público en cuanto a si éste respaldaba la reducción del porcentaje para la elección presidencial.
El proyecto no especifica a cuánto sería disminuído. Unos aducen que al 45 por ciento, otros al 40, y no faltaban entre los gobiernistas algunos gandíos que querían restablecer la mayoría simple que predominó en el constitucionalismo dominicano hasta la última modificación del 1994.
Como Balaguer es ya todo un misterio, puesto que no hace vida pública ni habla al país ni puede escribir y firmar un mensaje, se le atribuía haber aceptado la proporción media del 45 por ciento. Al menos eso dijo al principio de la semana el presidente perredeísta del Senado, Andrés Bautista García.
Por su parte la presidenta de la Cámara de Diputados, la reformista Rafaela Alburquerque, mantenía un lenguaje tan ambivalente como su lealtad política de los últimos tiempos, viéndose presionada a una nueva consulta para determinar la real posición de Balaguer, debido al rechazo casi unánime de dirigentes y legisladores de su partido.
Casi todos los dirigentes reformistas influyentes han rechazado la reducción del porcentaje para la elección presidencial pareja al restablecimiento de la reelección, al entender que favorecería el continuismo perredeísta. Algunos en términos tan dramáticos como José Osvaldo Leger, quien llegó a decir que Balaguer sería el sepulturero del PRSC.
Carlos Morales Troncoso, Jacinto Peynado, José Hazim, Federico Antún, Johnny Jones, Guillermo Caram, Héctor Rodríguez Pimentel, Liselot Marte, Donald Reid Cabral y Angel Lockward han estado a la cabeza de la oposición.
Creen que el proyecto sólo beneficia al grupo del presidente Mejía y a la larga al PRD y además disminuye las posibilidades de los opositores y ratifica a los reformsitas como la cola del partido de gobierno.
Al rescate del PRSC
En el liderazgo reformista y en parte de la opinión pública predomina el criterio de que Balaguer ya es prisionero del círculo íntimo del que depende, algunos de cuyos miembros estarían sacando beneficios gubernamentales de una posición marcada por nubosidades y contradicciones.
Antes del internamiento ya se discutía en ámbitos reformistas qué podrían hacer para “rescatar el PRSC de la Máximo Gómez 25 y llevarlo por caminos institucionales y en brazo de sus organismos hasta su local nacional”, como lo definió un dirigente.
Una fuente confió que incluso se llegó a convocar una reunión el pasado martes para discutir el curso de acciones a seguir. Hubo quejas porque no asistieron Peynado y Morales Troncoso, los dos que en los últimos años han aparecido con más posibilidades de mantener unificado el partido y encarnar una candidatura presidencial viable.
Entre reformistas se habla con pena y hasta vergüenza de su incpacidad para hacerse valer en el partido más allá de una voluntad caudillesca en irreversible proceso de deterioro. Hay cionsenso en que ya el caudillo carece de recursos y fuerzas para contener un frente que agrupe los principales dirigentes nacionales. Pero la desconfianza mutua es el gran escollo.
Sin embargo, el agravamiento de las limitaciones existenciales de Joaquín Balaguer está llamado a incrementar las inquietudes que sacuden el reformismo, donde hay cada día mayor conciencia de que sería “casi un suicidio” afrontar un nuevo proceso electoral con el desconcierto en que se mantiene el partido colorado.
Una nueva derrota electoral en el 2004 sería la tercera en materia presidencial, contando las de 1996 y 2000 y la quinta consecutiva incluyendo las dos congresionales y municipales. A la cola del PRD sería peor, puesto que dejaría al PLD cosechar todas las insatisfacciones y el desgaste del gobierno perredeísta.
Con el título de “Grito desesperado al doctor Balaguer”, Héctor Rodríguez Pimentel dramatizó las inquietudes reformistas en artículo publicado el jueves 4 de julio en el Listín Diario. “No permita Presidente Balaguer que nuestro partido se extinga, ahogado por las apetencias personales de uso pocos, y por las lisonjas oportunistas de los que como aves de carroña lo cortejan”, expresó.
Tras plantear que lo que salva al PRSC es “un relevo sin trauma de la hegemonía ejecutiva”, Rodríguez Pimentel concluye pidiéndole a su líder que “inicie y encabece este proceso de transición hacia un liderazgo colegiado en su partido”.
Depende de Balaguer
Tal como están de revueltas las abejas en el panal reformista, el proyecto de reforma constitucional impulsado a espaldas del PRD por su sector hegemónico en el gobierno, depende ahora mismo de la salud del doctor Balaguer.
En la medida en que se prolongue su enfermedad o se agrave, y peor si desaparece, será más difícil conseguir el apoyo de la totalidad de los legisladores reformistas, fundamentales para conseguir las dos terceras partes de los votos necesarios para aprobar las reformas en la Asamblea Revisora de la Constitución.
La suma de quienes aprobaron la ley de convocatoria en la dos cámaras arroja 104 votos ( 85 diputados y 19 senadores) del total de 179 legisladores, 149 diputados y 30 senadores. Los dos tercios serían 120. Todavía los promotores tendrían que asegurar otros 16 votos.
Esta circunstancia ha puesto más claramente de manifiesto la fragilidad del proyecto de reformas constitucionales cocinado al vapor, sin consenso con la sociedad política ni civil, atropellando incluso al propio partido de gobierno, excluyendo a todo potencial disidente y utilizando los recursos del poder para presionar, intimidar y hasta comprar, como denuncian a diario legisladores y dirigentes políticos de todos los colores.
Sería un gran tropiezo para sus auspiciadores que el agravamiento de Balaguer les impidiera materializar su excluyente proyecto. Pero también quedarían expuestos a un gran frente de oposición, que junto a las disensiones internas dificultaría la gobernabildiad en la segunda mitad del período de gobierno.
El proceso marca un asombroso parecido a lo ocurrido al gobierno de Leonel Fernández que hace justamente 4 años se embarcó en un proyecto reeleccionista y hasta aprobó una ley revocando la inamovildiad de los jueces, tras comprarse –al igual que ahora- diez diputados de oposición. Aquella vez fracasó la reforma constitucional, que como ahora dependía del reformismo y de una matrícula de apenas 15 legisladores peledeístas.
Una diferencia importante es que en 1998 no hubo clara disensión en el seno del PLD, como la hay ahora en el PRD, lo que agrava considerablemente la aventura constitucionalista, especialmente con la renuncia a principios y la apertura de una reelección que el presidente Mejía –a diferencia de Fernández- se empeña en rechazar.-