Por Juan Bolívar Díaz
Al agotar tres cuartas partes del periodo, la estabilidad macroeconómica es el galardón del Gobierno, pero luce sin rumbo y en creciente descrédito político y social
Al cumplirse la próxima semana el tercer año del gobierno del presidente Leonel Fernández y su Partido de la Liberación Dominicana (PLD) la estabilidad macroeconómica sigue siendo su gran galardón, aunque el notable crecimiento económico no logra impactar sobre las mayorías.
En términos políticos y sociales analistas definen la gestión como frustratoria, por las carencias de prioridades, gasto desmesurado y continuidad de la corrupción y de prácticas políticas que contradicen el discurso de modernidad del primer mandatario.
El desgaste en que aparece últimamente el gobierno es tan preocupante que hasta relevantes figuras del mismo expresan expectativas de cambios significativos para el último año que relancen la gestión y renueven las perspectivas de lograr la reelección dentro de 9 meses, posible por la debilidad de la oposición y sus ofertas electorales.
El mayor galardón
En la opinión pública nacional hay consenso en que el mayor galardón del gobierno ha sido la recuperación y mantenimiento de la estabilidad macroeconómica que colapsó en la última mitad de la gestión anterior, sacudida por la crisis derivada de las quiebras bancarias por monto superior al presupuesto del año 2003 en que se produjeron.
La asunción a la presidencia del doctor Leonel Fernández logró restaurar la confianza y seguridad perdidas no solo por la crisis económica sino también por las circunstancias que rodearon la repostulación del presidente Hipólito Mejía generadora de incertidumbres, y ya en su primer año registró un crecimiento económico que en el 2006 superó el 10 por ciento del producto bruto interno.
La buena imagen internacional del presidente y el crecimiento económico mundial generaron un incremento de la inversión atraída por la estabilidad y altas tasas de intereses que han paliado el pesado fardo de la factura petrolera. Nadie creía que el país pudiera crecer significativamente con el petróleo sobre 60 y 70 dólares el barril.
Las reservas internacionales líquidas, agotadas en agosto del 2004, se han elevado a junio pasado a 1,464 millones de dólares, mientras la inflación descendía del 28.7 por ciento en 2004, a 7.4 el año siguiente y apenas 5 por ciento en el 2006. Eso a pesar de que el déficit de la cuenta corriente se elevó a 786 mil millones de dólares en el 2006, proyectándose para unos 1,300 millones en el año en curso, debido a las importaciones, aunque suben las exportaciones, básicamente por los elevados precios del ferroníquel.
Sin embargo, la convicción general es que el crecimiento económico no ha mejorado significativamente el nivel de vida de la población, reducido por la crisis financiera y debido a la concentración del ingreso, y los economistas relativizan los términos del éxito económico por el endeudamiento interno y externo.
El déficit del Banco Central pasó de 89 mil millones a 200 mil millones de pesos por las emisiones de certificados y bonos en que se ha fundamentado la revaloración del peso y el restablecimiento del equilibrio macroeconómico. Esto se refleja negativamente sobre los exportadores nacionales y de zonas francas y especialmente sobre la cuarta parte de las familias dominicanas que reciben las remesas que se aproximan a los 3 mil millones de dólares anuales. Los precios han crecido poco, pero los pesos por dólar se redujeron de 42 al 32 promedio de los tres años, afectando a los más pobres.
Más impuestos y gastos
Uno de los factores que han incidido en la declinación de la aceptación del gobierno diagnosticado por encuestas y analistas independientes es la triple reforma tributaria ejecutada por el gobierno en sus primeros 28 meses, sufridas especialmente por las clases medias, que triplicaron el presupuesto nacional de 89 mil millones de pesos en el 2003 a 267 mil para este año, incluyendo el adicional de 11 mil millones de pesos recién enviado al Congreso por cuenta del excedente en las recaudaciones.
Las críticas han sido sistemáticas al incremento del gasto corriente y la falta de prioridades en las inversiones, comenzando por la del metro que se construye en Santo Domingo a contrapelo de la opinión pública. El exgobernador del Banco Central Carlos Despradel estima el incremento del gasto en 131 por ciento a partir del 2004, con una inflación de 59 por ciento, lo que implica un aumento real del 72 por ciento.
Con el agravante de que el gobierno peledeista ha fallado en sus repetidos compromisos de reducir el gasto corriente. En el discurso inaugural se prometió reducirlo en 20 por ciento. En diciembre pasado se promulgó una ley de austeridad que planteaba disminuir el gasto en 17 mil millones de pesos este año, pero a mayo ya se había elevado en más de 14 mil millones, ( 18.7 por ciento) en relación al mismo período del 2006. El gasto corriente había crecido en 12.5 por ciento.
Una parte del gasto se ha ido en subsidios al gas propano y a la cara e ineficiente energía eléctrica que aunque ha mejorado relativamente, sigue pesando sobre la ineficiencia competitiva de los sectores productivos, en todos los servicios y en la calidad de vida.
Es relevante el aumento en el gasto publicitario del gobierno, sobre el 50 por ciento en el primer semestre de este año, la misma proporción que se prometió reducir en el 2007, así como la multiplicación de la alta burocracia con salarios que llegan a cientos de miles de pesos, generalizado en instituciones estatales como la Cámara de Cuentas, Junta Central Electoral, Congreso Nacional, Banco Central y Junta Monetaria, Banco Nacional de la Vivienda y otras, aún en este año de “austeridad legal”.
Mientras tanto el excedente de los ingresos tributarios presupuestados para este año podría alcanzar cerca de 30 mil millones de pesos, no ha alcanzado para cumplir el mandato legal de destinar a educación el 4 por ciento del producto bruto, que aunque repunta en el 2007, quedará alrededor del 2.4 por ciento.
Fuerte desgaste
En un encuentro de analistas económicos, sociales y políticos reunidos recientemente por un organismo gubernamental hubo consenso en que se registra un gran desencanto, que el gobierno sufre un fuerte desgaste, con un presidente consciente del mal de la partidocracia, pero que la reproduce en aras de seguir en el poder, con un discurso modernizante que se contradice sistemáticamente.
Se reproducen las prácticas políticas de la premodernidad nacional por un neobalaguerismo continuista que lo legitima todo en aras de la rentabilidad política inmediata, viable por las debilidades institucionales de la nación, la crisis del partidismo, las precarias ofertas de la oposición y la inconsistencia de la sociedad civil.
Apenas transcurría la mitad del período, cuando se iniciaba la campaña reeleccionista que reprodujo el aprovechamiento del poder estatal aún en la lucha interna para la nominación del candidato presidencial del partido de gobierno, lo que permite temer un desbordamiento en la campaña para las elecciones de mayo próximo.
Las precariedades institucionales que invalidan los organismos de control, como el Congreso y a la Cámara de Cuentas, que anularon el Consejo Económico Social e Institucional y la Comisión Nacional de Etica creados al inicio del período, y la falta de voluntad política han permitido la persistencia de altos niveles de corrupción y escasa transparencia, generadores de frecuentes escándalos.
La imagen del presidente Fernández inaugurando obras con el viejo estilo trujillista- balaguerista, al ritmo de merengues reeleccionistas, desde un año antes de los comicios, no es compatible con su discurso de modernidad y le genera desgaste.
¿Habrá un auto-relevo?
La última encuesta Gallup para HOY de abril pasado ya indicó una creciente insatisfacción con la gestión gubernamental y reducción de su respaldo político. Circulan versiones de encuestas privadas recientes que los ratifican en términos más fuertes.
Hasta en sectores del propio partido se percibe la creciente insatisfacción que quedó manifiesta en el paro de actividades del mes pasado. A eso se atribuye la reciente advertencia del director de Aduanas Miguel Cocco y los planteamientos públicos de renovación del gobierno formulados esta semana por el secretario general del PLD y presidente del Senado, Reinaldo Pared, y de otros tres senadores oficialistas.
De comentaristas y analistas también se escuchan reclamos de cambios en el gabinete gubernamental en ocasión del próximo 16 de agosto, cuando el gobierno entrará en su último año. Se recuerda la tradición balaguerista de frecuentes cambios de funcionarios para derivar las responsabilidades de la insatisfacción.
Como el presidente Fernández ha devenido en un cultor de las prácticas balagueristas y marcha al son del continuismo, es posible que realice algunos cambios, aunque es difícil que sean significativos, dado que el gobierno parece un archipiélago, con múltiples latifundios en pago de apoyo político.
En el período 1996-2000 los cambios fueron mínimos, y en el actual solo lleva tres. Sustituyó al secretario de las Fuerzas Armadas Sigfrido Pared por Ramón Aquino, al jefe de la Policía Nacional, Manuel de Jesús Pérez Sánchez, por Bernardo Santana Páez, y al secretario de Salud Pública, Sabino Báez, por Bautista Rojas Gómez.
El presidente Leonel Fernández puede contar con la ausencia de liderazgos en la oposición y sus ofertas electorales, pero como en este país el día más claro llueve, no está demás que agudice la vista y el oído.