El presidente Mejía vive en otra galaxia

Por Juan Bolívar Díaz

El deterioro del valor del peso y sus efectos inflacionarios alcanza niveles alarmantes en una población agobiada por los apagones, la pobreza, la corrupción y la exclusión.                                                

El paso de los días parece reconfirmar la hipótesis de que el proyecto continuista del presidente Hipólito Mejía es contradictorio con los ajustes económicos pactados con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y con la superación de una de las peores crisis económicas de la historia del país.

Esa contradicción quedó de manifiesto en los primeros 30 días de la ejecución del acuerdo pactado con el FMI por 24 meses y persiste en momentos en que el gobierno espera una misión de ese organismo para iniciar lo que sería la tercera negociación con el organismo en cinco meses.

Mientras tanto en círculos de los profesionales de la economía como entre empresarios y otros dirigentes sociales, se generaliza el criterio de que tanto el primer mandatario como sus más estrechos colaboradores han perdido la percepción de la realidad, caracterizada por enormes decepciones, graves frustraciones y rabia contenida.

Panorama desalentador

El panorama nacional se ha tornado progresivamente desalentador, contrariando el optimismo de los principales funcionarios gubernamentales, con la tasa de cambio alcanzando el nivel de 40 pesos por dólar y repercutiendo en los precios de todos los artículos y servicios.

Los apagones seguían siendo un aguijón en el ánimo de la población, afectando gravemente las micro, pequeñas y medianas empresas y elevando los costos de producción de todas, así como arrasando con las actividades educativas, sociales y familiares.

A los apagones financieros se agregó esta semana una escasez de gas propano a causa del retraso gubernamental en pagar el subsidio a ese combustible. La deuda se estimaba en unos 500 millones de pesos.

La falta de recursos se manifestaba en precariedad en los hospitales públicos, en retraso en la asignación de subsidios y en endeudamiento. Prácticamente no se está pagando a nadie y muchos proveedores, incluso de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, empiezan a mostrar nerviosismo.

Nadie sabe cuántas obras públicas tiene paralizadas el gobierno. Y resulta difícil establecerlo, dado el mutismo frente a la prensa del secretario de obras públicas, Manuel Vargas Maldonado, y el director de la oficina ejecutora de obras del Estado, Hernani Salazar.

Pero lo informado por el director del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados permite alguna aproximación. Roberto Rodríguez dijo la semana pasada en el telediario Uno más Uno que de unos 500 acueductos y alcantarillados en construcción, de muy diversas magnitudes, pero en su mayoría pequeños, sólo se está trabajando en unos doce, lo que quiere decir que más del 97 pro ciento están paralizados.

Dos últimos fracasos

La persistencia en términos dramáticos de la devaluación del peso y la crisis energética expresa los dos últimos fracasos de la política gubernamental que ha jugado a la aparición de milagros en la economía nacional.

Cuando en julio y agosto se negociaba el acuerdo con el FMI, el equipo económico gubernamental vendió la esperanza de que conllevaría el inicio de un proceso de recuperación económica. Se creía que la tasa cambiaria bajaría por debajo del 30 por uno. Se llegó a vender la ilusión de que se estabilizaría en 25 por uno.

Al entrar en vigencia el acuerdo, el primero de septiembre, se produjo una reducción significativa en la tasa cambiaria y se llegaron a realizar operaciones al 28 por uno, y se creía que terminaría estabilizada en unos 30 pesos por dólar.

Pero la reducción duró tan poco como la felicidad en casa del pobre y no dio tiempo a que los precios se ajustaran hacia abajo, a no ser de los combustibles, que alcanzaron caídas récords.

No satisfechos con ese “palo económico-político” que como por arte de magia abriría las puertas al continuismo en el poder, las autoridades se embarcaron en lo que se llegó a denominar como una aventura política: la compra de las acciones de las dos mayores distribuidoras de energía, en manos de la empresa española Unión Fenosa.

La adquisición implicó nuevos compromisos de pagos y abultamiento del déficit fiscal del gobierno en proporción que violentaba los topes establecidos en el acuerdo con el FMI, decretando casi automáticamente la suspensión del pacto y de los desembolsos de ese organismo y sus socios el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Se corrió el riesgo sobre el supuesto de que el gobierno demostraría vigor resolviendo el problema energético, lo que daría aliento a la posición política del presidente Mejía. El tiro volvió a salir por la culata. Al suspenderse la ejecución del acuerdo con el FMI, se dispararon de nuevo la desconfianza y la incertidumbre que incentivan la desestabilización de la economía. Mientras por otro lado, la crisis energética alcanzaba niveles dramáticos.

Cinco semanas después que el gobierno asumiera el control de las dos distribuidoras de energía, prosiguen los apagones financieros, y el gobierno carece de dinero para pagar las deudas a los generadores, que ya se estima alrededor de 300 millones de dólares. Ni siquiera para cubrir el subsidio a la energía eléctrica de los barrios, por cuyo concepto se acumulan unos 1,700 millones de pesos por pagar.

Ni contigo ni sin ti…

El gobierno está atrapado en un tremendo dilema que recuerda el viejo estribillo popular que reza “ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio, contigo porque me matas, y sin ti porque yo me muero”.

La política gubernamental ha vivido al salto de la pulga pero en un círculo vicioso. Compraron el pollo a Unión Fenosa, pero parece que nadie contó con el mosquillo. No calcularon que las deudas eran superiores a las fuerzas del gobierno y que sin pagarlas no podrían restablecer el servicio energético. Peor aún: los numeritos no cuadraban para el futuro, a no ser que se aplicara una elevación de tarifa del 50 por ciento que sería mortal, o que se identificaran ingresos para elevar y ampliar el subsidio.

De golpe los funcionarios recordaron que entre los proyectos condicionados al ajuste económico por el FMI estaba uno del Banco Mundial por 200 millones de dólares, precisamente para pagar deudas viejas con los generadores de electricidad.

El jueves se anunció que este lunes vuelve una misión del FMI para discutir un nuevo acuerdo, que será el tercero en cinco meses. El primero comenzaría con el mes de agosto, pero después de acordados los términos de la “carta de intención”, hubo que agotar una segunda negociación tras la emisión de 14 mil 800 millones de pesos por el descalabro del Banco Nacional de Crédito.

El gobierno vuelve a negociar y ahora en peores condiciones, porque en la medida en que prosigue la devaluación, también se amplía la brecha del déficit fiscal, y ya no será para lo que falta de este año, sino especialmente para el 2004. Además, hay quienes creen que el FMI fue flexible en las dos primeras negociaciones, pero tras el tropiezo vendrá más rígido.

Lo primero que se apuesta es al tiempo que tomará la nueva negociación y de antemano economistas bien informados temen que no estará concluida y aprobada por el directorio del FMI antes de finales de diciembre. Es decir que regirá con el nuevo año.

Entrampamiento político       

Por más vueltas que se le dé al cuadro, como quiera sale un entrampamiento político del presidente Mejía a causa de la crisis financiera y económica. Un nuevo acuerdo con el FMI a regir desde enero pondrá un candado a los recursos públicos para la campaña electoral, dejará paralizadas millares de obras y obligará a una real política de austeridad.

Es que, calculaban esta semana los economistas Miguel Ceara Hatton, Eduardo Tejera y Rolando Reyes, el gobierno tendrá que identificar fuentes para recaudar por lo menos 50 mil millones de pesos más que los 76 mil millones con que cerrará este año. Y sólo para pagar deuda externa e interna.

Con razón, los técnicos de las Secretarías Técnica y de Finanzas, y de las oficinas de Presupuesto y de Planificación, andaban “deshilvanándose los sesos”, porque en la “proyección preliminar del presupuesto del 2004” tienen un hueco de casi 46 mil millones de pesos, como publicó este diario HOY.

El gobierno está totalmente a la defensiva, buscando convencer al sector empresarial de que haga mayores aportes, sin decidirse a poner en práctica una rigurosa austeridad, aunque ya con el gasto reducido por efecto del déficit fiscal y la devaluación, lo que se refleja en disminución de calidad de los servicios y en paralización de obras públicas.

La situación económica es realmente dramática. Todo lo que el gobierno puede prometer es más impuestos. Ceara Hatton denunció este viernes por Teleantillas que el financiamiento del Banco Central anda ya por 89 mil millones de pesos, 83 mil en poco más de un año, y todos los precios siguen en ascenso y el desempleo campea por todas partes. El Centro de Investigación Económica de las Antillas estima que más de 120 mil personas han perdido su empleo en la actual crisis.

Para los economistas Ceara, Tejera y Reyes, que estuvieron el miércoles en el almuerzo semana de los medios de comunicación Corripio, al igual que para Pedro Silverio, y hace varios meses para Bernardo Vega, los términos de la crisis económica no dejan espacio a la reelección.

Más aún, consideran un despropósito que el primer mandatario ande haciendo campaña a oscuras y en medio de una crisis económica tan dramática. Llegan a estimar que el primer mandatario está viviendo en otra galaxia económico-social y que alguien debería despertarlo a la realidad.

Se generaliza la convicción de que ese absurdo enciende el círculo vicioso de la desconfianza-incertidumbre-devaluación-inflación. Por eso Vega estimó desde mediados de año que la cancelación del proyecto continuista baja varios pesos al costo del dólar.-