El presidente Mejía debería evadir conflictos menores

 Por Juan Bolívar Díaz

El mandatario parece empeñado en crearse una imagen de autoritario e intolerante que no se corresponde con su carácter e historial público                              

            El presidente Hipólito Mejía parece empeñado en construirse una imagen de autoritario y hasta intolerante con los comunicadores sociales, que no se corresponde con su carácter afable y abierto ni con su historial público desde que ejerciera como Secretario de Agricultura en el gobierno del difunto don Antonio Guzmán, de 1978 al 1982.

            Aunque se disintiera del mecanismo utilizado para reclamar al periodista Julio Martínez Pozo, no había forma de negarle su derecho, como jefe del Estado, a pedir que se identificara al alto funcionario del Palacio Nacional que habría violado las normas aduanales, pero lo que ha merecido unánime rechazo en el sector fue su posterior y espontánea advertencia a los comunciadores para que midan sus palabras.

            En medio de renovadas dificultades económicas, el primer mandatario no debería perder su tiempo en peleas menores ni crear incertidumbres en el ultrasensible sector de la prensa nacional, acostumbrado a un nivel de libertad que en ocasiones, ciertamente, tiene expresiones excesivas, pero justificables en la medida en que los mecanismos anticorrupción han sido ineficientes.

El conflicto de la jipeta

            Mientras el mercado cambiario retomaba la inestabildiad de fin del año pasado, llegando a cotizarse el dólar y el euro a 25 pesos, el Presidente Mejía protagonizó esta semana una disputa pública con un comentarista radiofónico, que posteriormente extendió a la generalidad de los periodistas con una advertencia innecesaria e intimidante.

            La opinión pública se dividió desde el inicio del conflicto el lunes, cuando el mandatario llamó a un programa radiofónico para exigir en términos conminatorios que se identificara al alto funcionario que habría traído una jipeta con un blindaje de 150 mil dólares, sin pagar los impuestos correspondientes.

            Martínez Pozo se hizo eco de la denuncia, que posteriormente se supo que había sido formulada antes por el inquieto militante perredeísta Rafael Flores Estrella, pese a lo cual no le ha sido requerida ninguna explicación.

            De cualquier forma, dado que la denuncia de Martínez fue formulada en un programa de amplia audiencia, el agrónomo Mejía tenía derecho al reclamo y a una respuesta, sobre todo si el denunciante insistía en mantener la versión.

            Sin duda, la denuncia salpicaba el entorno del Presidente de la República. Y la identificación correspondía especialmente por cuanto él adelantaba que tomaría medidas contra el infractor.

            El mandatario estaba en su derecho y no reclamó la identificación de la fuente, que el periodista estaba en el deber de proteger si la denuncia le había sido formulada en términos confidenciales. Si insistía en la versión, tenía el deber de identificar al autor del hecho delictivo.

           En lo que había unánime consenso es en el procedimiento, en el hecho de que el presidente se tomara ese asunto tan personalmente, pudiendo derivar la averiguación desde el principio en su director de prensa o en su consultor jurídico, como posteriormente hizo, y hasta en el ministerio público.

Innecesaria advertencia

            Después de la energía con que el primer mandatario actuó frente a Martínez Pozo y tras haber envíado dos de sus funcionarios a recabar la respuesta demandada, resultó innecesaria la advertencia del miércoles a todos los periodistas para que midan sus palabras.

            Se trató de una redundancia que conllevaba el sello de la intimidación, no para los que llevan años bregando con el poder y los políticos desde las tribunas de la comunicación social, pero sí para una buena parte de los comunicadores, sobre todo para los que no han tenido la experiencia de enfrentar el indiscutible autoritarismo que rigió la vida nacional hasta hace pocos años.

            Hay en la comunicación social dominicana muchos excesos verbales y hasta ligerezas en la formulación de cargos, además de un lenguaje agresivo y dramáticamente pesimista que siembra incertidumbres y promueve el complejo de inferioridad que caracteriza segmentos importantes de la sociedad dominicana.

            Cualquiera que ejerza el poder tendría derecho a quejarse de algunos de esos excesos. El presidente Leonel Fernández lo hizo en privado, deplorando la superficialidad y el radicalismo con que a veces se expresan los comunicadores. Pero hizo ejercicio de paciencia y hasta elegancia con sus contradictores.

            Hay que reconocer que en el caso de Mejía sus reacciones han sido verbales. También se ha quejado frente a propietarios y directivos de medios, pero en la práctica no ha sido más que “pura boca”, una inclinación persistente a debatir públicamente con reporteros y directores, especialmente de los periódicos.

            Sus excesos verbales han sido numerosos, tocando incluso a periodistas con los que durante años mantuvo excelente relación y hasta amistad.

            En su beneficio debe decirse que en la generalidad de los casos no ha sido rencoroso ni ha movido retaliación alguna. Cuando ha tenido oportunidad ha cordializado, por iniciativa propia, con algunos de los más contundentes críticos de sus políticas. Aunque se excedió con Bernardo Vega, hasta hace unas semanas director de El Caribe.

Quien mucho habla…

            El problema del presidente Mejía es que él ha querido ser vocero cotidiano de su gobierno, desestimando las recomendaciones de la práctica política internacional. Es difícil encontrar en el mundo un jefe de gobierno que se exponga todos los días a las preguntas de los periodistas. Se lo dejan a sus directores de prensa y voceros autorizados.

            Las presiones del poder no lo recomiendan. Cualquiera que fuera tan abierto como don Hipólito Mejía incurriría en excesos verbales, en respuestas inapropiadas, a menudo derivadas de las normales distorsiones que se producen en la comunicación.

            La antigua máxima de que quien mucho habla mucho yerra toma mayores dimensiones en las tensiones derivadas de un oficio de tiempo completo como el de los presidentes, especialmente en los regímenes presidencialistas, como el prevaleciente en el país.

            En el caso de Mejía es más delicado, por cuanto él es excesivamente transparente en sus conceptos y sentimientos, lo que a menudo choca con las prácticas protocolares y las formalidades del ejercicio del poder.

            La crítica le ha sido formulada desde comienzos de su gobierno y ha generado preocupaciones en su entorno político, gubernamental y hasta familiar. Pero el “Guapo de gurabo” ha sido inflexible frente a sus consejeros.

            Hay quienes tratan de excusarlo diciendo que él ha sido así toda la vida. Pero otros creen que tenía mayores controles cuando fue secretario de Agricultura, manteniendo una pluralidad ideológica en sus colaborades que se le reconoció. En la campaña electoral que lo llevó a la presidencia tampoco se manifestaron los “boches” en que ha incurrido ya en la presidencia.

            Sus espontaneismos, sus respuestas chispeantes, su sencillez y su franqueza, son de las características personales que le ganaron simpatía, aunque siempre hay “encopetados” que esperan demasiado formalidad de los presidentes, aunque estén revestidas de la mayor hipocresía.

            En cuanto a las denuncias de corrupción, el presidente tiene derecho a pedir que sean fundamentadas y responsables. Pero debe comprender que la tradicional impunidad frente a ese cáncer, estimula los excesos en las denuncias.

            Al fin y al cabo, hasta el exprocurador general Virgilio Bello Rosa se quejó repetidas veces, y lo ha reiterado tras abandonar el cargo, de que falta voluntad política en los estamentos de poder para combatir el flajelo de la corrupción.

            Y no solo se refería al Poder Ejecutivo, sino también, y con razón, al Legislativo que ha retenido todo un paquete de paquetes de proyectos destinados a prevenir la corrupción, y al Judicial, lento en el despacho de los procesos abiertos.

Una buena oportunidad

            El presidente Mejía todavía podría disipar las preocupaciones generadas por su advertencia de esta semana sobre la necesidad de que los periodistas midan sus palabras, a lo que deberían contribuir sus más cercanos colaboradores.

            Para este domingo 9 se ha anunciado que dirigirá un discurso a la nación, para referirse a los problemas económicos, que en gran parte escapan de su control, pues nos tocan a causa de la globalización. Podría aprovechar la oportunidad para un gesto de conciliación.Y de paso pedir mayor comprensión de los comunicadores y de toda la sociedad dominicana.

            Con nueva desestabilidad cambiaria, generada por especulaciones e incertidumbres derivadas de un petróleo que el jueves se cotizaba a 33.93 dólares el barril y del escenario guerrerista en que se debate el mundo, el gobierno requiere un ambiente de colaboración, tolerancia y comprensión.

            La población ya comienza a irritarse con la inflación derivada del alza de los combustibles y la despreciación del peso, descargando sobre el gobierno más responsabildiad de la que le corresponde.

            Pero es el líder de la nación, el presidente, quien tiene que dar el ejemplo y apelar a la conciliación, para reducir las tentaciones de los políticos y comunicadores de sacar ganancias de las dificultades que nos impone la globalización económica y la dependencia nacional.

            Los agentes de la economía insisten en que los niveles de depreciación alcanzados por el peso no están justificados y en que están influyendo factores especulativos derivados de las incertidumbres. Ni el ingreso a la economía de los 600 millones de dólares de los últimos bonos soberanos la ha contenido.

               En ese escenario el discurso del presidente Mejía anunciado para mañana domingo puede renovar las esperanzas y disipar un poco las incertidumbres. Por lo menos las de manufactura nacional, porque las internacionales lamentablemente van a persistir y quien sabe si a multiplicarse.-