El presidente disipa las incertidumbres

Por Juan Bolívar Díaz

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La decisión del presidente Leonel Fernández de no buscar la repostulación para las elecciones del próximo año, que sería seguida por la revocación de la aprobación irregular de las leyes orgánicas, disipa las incertidumbres y temores que se venían expresando sobre la institucionalidad democrática nacional.

Debe satisfacer a la sociedad organizada el anuncio de que el mandatario se concentrará en la gestión gubernamental para enfrentar los problemas de la nación y que asumirá un rol de neutralidad en la elección del candidato de su partido sin inclinar la balanza a favor de ningún precandidato y que respaldará al que resulte electo.

Arbitraje democrático.  Lo que sí fue para muchos sorpresivo es la afirmación de Fernández de que como presidente del PLD asumirá un “rol de neutralidad”, de que no influenciará para inclinar la balanza a favor de ninguno de los que competirán por la nominación presidencial, los que serán proclamados hoy domingo, así como que respaldará y trabajará a favor de quien su partido escoja.

 La tajante afirmación provocó alivio entre los seguidores de Danilo Medina, quien aparece en las encuestas y en la percepción general con una gran ventaja en relación a los demás competidores, y contradice a muchos que juraban que el mandatario se emplearía a fondo para cerrarle el paso por haberlo desafiado al buscar la candidatura presidencial hace 4 años. Se le ha atribuido incentivar la precandidatura del vicepresidente Alburquerque, lanzada con profusión de propaganda desde diciembre, y la de la primera dama en los últimos días.

Al asumir ese papel el presidente muestra racionalidad política, pues dadas las ventajas en que las encuestas colocan a Medina, comprometerse con algún precandidato conllevaría el riesgo de auto inflingirse una derrota política, de abusar de los recursos del poder y de provocar una fractura en su partido.

Entre los aspectos más positivos del discurso presidencial estuvo el planteamiento de que “en lo inmediato mi objetivo central será el de concentrarme en la tarea de Gobierno, a fin de enfrentar los distintos desafíos globales que tanto impacto tienen en los diversos sectores de la vida nacional”.

Los problemas económicos derivados de las alzas de precios internacionales y los déficits fiscales acumulados por el Gobierno, particularmente por la campaña electoral del 2010, que mantienen en suspenso el vital acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, es de los factores que desaconsejaban emprender el camino continuista y que más preocupaciones generaban, sobre todo en un empresariado temeroso de los desbordamientos de gastos que históricamente conllevan las campañas reeleccionistas.

Seguirá la distensión.  Ya el martes 5 uno de los senadores que había aparecido promoviendo el continuismo expresó en forma confidencial que el Presidente había tomado la “decisión definitiva” de no repostularse y dio seguridades de que además “a partir del lunes también se resolverá el asunto de las leyes orgánicas”. Por de pronto la del Tribunal Constitucional ya fue enviada a una comisión de la Cámara de Diputados, que podría solucionar el conflicto rechazando con dos terceras partes las observaciones del Poder Ejecutivo, o admitiendo que sin esa proporción queda como ley lo ya aprobado.

El problema es más complejo con la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura, que fue la que los diputados dieron por aprobada con las observaciones del Presidente sin contar con los dos tercios de los votos como instituyen los  artículos 102 y  112 de la Constitución, lo que generó un escándalo entre expertos constitucionalistas, legisladores, dirigentes sociales y comunicadores que lo estimaron como un golpe de Estado constitucional.

La rectificación podría ser dada por no aprobada y, en consecuencia, rechazada la observación presidencial y promulgar el texto original que fue sancionado con los votos de la oposición. También contemplan promulgar el texto dado por aprobado irregularmente y que de inmediato el Presidente someta un proyecto de modificación para que sea procesado acorde con la Constitución.

Lo relevante es que al abandonar el proyecto continuista carece de sentido insistir en aprobar las leyes orgánicas sin los dos tercios de los votos. Porque ya no requieren un voto adicional para el Presidente en el Consejo de la Magistratura, ni imponer a Luciano Pichardo, con más de 75 años, en el Tribunal Constitucional, ni condicionar a la opinión pública a las interpretaciones de la Constitución. En otras palabras, que “muerto el perro se acabó la rabia”.

Confunde tanta generosidad.  Al presidente Fernández le faltó elegancia al no señalar las reales causas por las que declinó su repostulación, validando la opinión de un par de abogados que se atrevieron a sostener que hasta el 2016 no se le aplica el artículo 124 que prohíbe la reelección, pero ignorando la opinión casi unánime de los expertos constitucionalistas, incluidos los que redactaron su proyecto de Constitución.

La realidad fue que Fernández se encontró con un muro de contención que le interpusieron los jerarcas de las iglesias, particularmente los obispos católicos, el sector empresarial, las organizaciones más activas de la sociedad civil, la comunidad jurídica en general, más de un tercio de los diputados  y los medios de comunicación que exigieron hasta el cansancio respeto a la Constitución, muchos sosteniendo que no podían concebir que el doctor Fernández la fuera a violentar.

Asumió que la Constitución es como las leyes que no tienen efecto retroactivo, pero ignorando el “nunca jamás” de la anterior Carta Magna. Pero al mismo tiempo se comparó con el legendario Aníbal que a la puerta de Roma consideró que tenía fuerzas para tomarla, pero temió destruirla. Habló de las vías de la reforma constitucional y del referendo consultivo y aprobatorio, pero olvidó que no tiene los votos para transitarlas y que el simple intento dividiría hasta su partido.

Lo mismo hizo cuando aludió a la primera vez que “generosamente” eludió el camino continuista, en 1998. Olvidó decir que entonces también lo definitivo fue que no contaba con los votos precisos para modificar la Constitución, y que aunque intentaron comprarlos, no pudieron conseguir los necesarios.

Aquel sábado 25 de julio del 1998, cuando el Senado pasó el día reunido esperando el proyecto de reforma constitucional que el presidente Fernández no envió, pese a la histórica exhortación de Amable Aristy a que se pusiese los pantalones, el conteo que se hizo en el Palacio Nacional no arrojó los votos necesarios para aprobarlo. El PLD sólo tenía un senador y 14 diputados, apenas el 10 por ciento de la Asamblea Nacional Revisora. Aún contando con todos los reformistas sólo llegaban al 55 por ciento y necesitaban el 67 por ciento. Habían “convencido”  a una decena de perredeístas, pero eran 18 los que tenían que “conquistar”.

Cuando en agosto del 1998 cambió el Congreso la correlación de fuerzas fue peor, porque entonces el PRD pasó a tener 107 legisladores,  60 por ciento de la Asamblea. Por eso fue que entonces, como ahora, el presidente Fernández no pudo seguir el camino del continuismo.

Discurso tranquilizador

Solo, sin las multitudes que le acompañaron 12 días antes cuando le entregaron  2 millones 200 mil firmas en reclamo de que se repostulara aún por encima de la Constitución, el presidente Leonel Fernández disipó las incertidumbres este viernes 8 de abril, al anunciar que desestima la petición. Lució rígido y adusto, a diferencia del domingo 27 de marzo en el Palacio de los Deportes, cuando apareció triunfalista proclamando que “el país entero dijo sí”.

La decisión presidencial provocó alivio en amplios sectores sociales y políticos, particularmente en el liderazgo de la sociedad civil, del empresariado, las iglesias y la comunicación social, que durante meses se empeñó en advertir con insistente reiteración que el artículo 124 de la Constitución cerraba la posibilidad de una reelección, sin que sus propulsores contaran con el necesario apoyo legislativo para modificarlo y que el proyecto dividía hasta el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), de Gobierno.

El discurso del doctor Fernández no fue sorpresivo,  pues fue precedido de  advertencias desde el fin de semana pasado de que él había adoptado la decisión. Incluso los principales promotores del continuismo, los “ingenieros constitucionalistas” Félix Bautista y Freddy Pérez, habían dado señales de que su proyecto estaba definitivamente en caída. El primero publicó una página en los diarios con una carta que pareció un tambor de retirada.

La multiplicación de la promoción de la precandidatura presidencial de la primera dama, la doctora Margarita Cedeño, que incluyó cinco páginas en casi todos los diarios en días consecutivos, fue otra señal de que el Presidente había tomado la difícil decisión. En tanto dirigentes y legisladores oficialistas se volvieron locuaces para dar seguridades de que las turbulencias de las que había hablado Danilo Medina estaban a punto de cesar para estabilizar la nave del PLD y su Gobierno.