Los resultados de las recientes elecciones muestran que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) está en proceso de desgaste, pues perdió más de 8 puntos en los últimos seis años, y que debe su aplastante victoria a una amplia alianza que se nutre de la repartición del Gobierno y a un espectacular clientelismo.
Mientras consumiéndose en su propia salsa y sumido en un mar de confusiones ideológicas y errores estratégicos, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) fue incapaz de capitalizar las insatisfacciones de la sociedad, cosechando su cuarta derrota electoral consecutiva.
El PLD en declive. Aunque parezca contradictorio, a la luz de su aplastante victoria electoral, el PLD registra un proceso de reducción de su propia votación, lo que muestra un declive ante el electorado nacional, manteniendo apenas dos puntos de ventaja sobre su principal contrincante, el PRD, en el nivel congresual. De nuevo debe su poder a los votos aportados por sus aliados que esta vez fueron 13 partidos.
No puede pasar desapercibido que la votación obtenida por el partido de Gobierno ha venido declinando desde el 49.02% que obtuvo en las presidenciales del 2004, al 46.35% en las congresionales del 2006, al 44.94% en las presidenciales del 2008, y a sólo 40.82% en el nivel congresual el pasado día 16, lo que implica una caída del 8.2% desde que volvió al poder hace 6 años. Aún así todavía la votación peledeísta superó la del PRD en 2.37%.
La diferencia que marcó la barrida en 31 de las 32 provincias y en la mayoría de los municipios la aportaron por cuarta elección seguida sus aliados. La votación de la coalición del PLD fue 57.11 por ciento en el 2004, reducida al 52.31 en el 2006, para subir al 53.83% en el 2008 y ahora 54.62%. Como partido, el PLD perdió 422 mil 541 votos en seis años, a pesar de que los electores se incrementaron en 1 millón 95 mil 694.
En el mismo período de las últimas cuatro elecciones nacionales, el PRD tuvo un crecimiento casi inverso a la caída del PLD, del 7.78 por ciento, y ahora aumentó su votación en 162 mil 062 sufragios. Con sus aliados, el crecimiento fue del 8.24% pero aún así se mantuvo con 12.73% por debajo de la coalición oficialista.
Lo que indican estas cifras es que el incremento de los partidos aliados de 7 a 13, sumándose los votos del Partido Reformista Social Cristiano, es lo que le ha permitido al PLD mantener su hegemonía.
Tan amplia coalición se debe a las habilidades del presidente Leonel Fernández para sumarse votos, cediendo a cada grupo de apoyo una cuota de poder, que no es otra cosa que opción a empleos y recursos estatales a discreción.
El pacto con Leonel. El pacto que firmó el 17 de mayo del 2009 con el presidente Fernández para viabilizar la aprobación de la Constitución del mandatario acabó de catapultar a Vargas a la presidencia del PRD, pero estaba llamado a constituirse en un tremendo fiasco estratégico de cara a sus expectativas de avanzar en el 2010 para ganar en el 2012. Él estaba en camino de lograrla, pero el pacto se la facilitó, siendo en definitiva el único beneficio que le reportó aquella manifestación de jinete solitario.
Vargas y el PRD quedarían atados a un pacto que los condujo a aprobar una Constitución de aspectos extremadamente conservadores que contradicen el liberalismo social demócrata como el artículo que declara inviolable la vida desde la concepción, planteamiento fundamentalista excluyente hasta del aborto terapéutico, o el que subordina a la propiedad privada el derecho de acceso a las playas y ríos, o el que hubiese privado a Peña Gómez del derecho a la nacionalidad dominicana.
Lo peor para el PRD es que el pacto acordado sacó de la Constitución la prohibición de volver a la presidencia de la República después de dos postulaciones consecutivas, prolongando la vida política del doctor Leonel Fernández, constituido en nuevo caudillo nacional, y permitiendo volver al ex presidente Hipólito Mejía, lo que fortaleció la confrontación interna.
Hay quienes sostienen que Vargas Maldonado fue deslumbrado por el acto de magia política de Fernández, quien había fracasado al intentar el pacto con Hipólito Mejía, según había denunciado éste meses antes. Al firmar se conformó con lograr la restauración de la prohibición de la reelección consecutiva que el PRD de Mejía había liquidado miserablemente en el 2002. Semanas después y ante cuestionamientos internos y externos logró agregar al pacto la aprobación del proyecto de Ley de Partidos Políticos que pondría algún límite a los abusos de los recursos del Estado en las campañas que habían sido determinantes en la reelección de Fernández en el 2008. Pero el mandatario lo burló. Y cuando proclamó su nueva Constitución ni siquiera lo mencionó entre sus facilitadores, aunque el ya entonces presidente del PRD estaba en el acto.
Otros errores estratégicos. El pacto Vargas-Leonel surtió el efecto de afianzar la subordinación del PLD al presidente Fernández, quien no tuvo que pactar a lo interno de su partido para viabilizar su Constitución. Y la entente bipersonal convertida fácilmente en bipartidaria conllevó una drástica reducción del papel opositor del partido blanco, lo que a su vez subordinaba el del sector peledeista de Danilo Medina.
Fernández Reyna imponía su reinado cuando los estrategas de Vargas Maldonado apostaban a que será fácil ganar en el 2012 frente a un disminuido Medina a quien Leonel no apoyará, o frente a cualquier otro candidato.
Mientras se rodeaba progresivamente de nuevos dirigentes y cuadros que postulaban un nuevo PRD, la estrategia de Vargas alejó a esa organización de los sectores liberales y populares, dándole un nuevo perfil. Tomaron distancia de las protestas que en la primera mitad del 2008 agobiaban al Gobierno y bajaron la guardia frente a las denuncias de la corrupción gubernamental, relegadas a algunos y algunas comunicadores y comunicadoras y a un puñado de entidades sociales.
El otro error garrafal del nuevo PRD fue renegar de la elección democrática de la mayoría de sus candidatos para los recientes comicios, imponiéndolos en aras del afianzamiento de la candidatura presidencial de Vargas. No solamente impusieron candidatos sin base de apoyo local, sino que llevaron al paroxismo las luchas internas, lo que a su vez generaría divisiones, inhibiciones y pérdida de mística partidaria. Llegaron a la votación con muchos dirigentes locales y nacionales esperando ver pasar el cadáver del enemigo interno.
Todavía faltando un mes para los comicios el PRD estaba buscando acuerdos internos que nunca fraguarían suficientemente. Mientras tanto, al decir del empresario y dirigente perredeísta José Antonio Najri, el partido desperdiciaba su capacidad de encantar y no lograría captar el voto que había dado las espaldas al PLD y que se traduciría en 44% de real abstención.
Lo peor para el PRD es que la barrida electoral sufrida incrementa sus tensiones y luchas internas con perspectivas de extenderse y estallar en el proceso de elección del próximo candidato presidencial. Por de pronto Hipólito Mejía se lanza la próxima semana, mientras otros piden las cabezas de los derrotados.
Desgaste desperdiciado
Son claros los indicadores de que el PLD se desgasta en el poder, perdiendo apoyo del electorado, pero sigue cosechando éxitos porque no ha habido un partido en capacidad de capitalizar el disgusto.
Absorbido el PRSC por el presidente Fernández, la oportunidad quedaba en manos del PRD que la ha desperdiciado como nunca. El 15 de noviembre del 2008, un análisis en HOY titulado Los desvaríos del PRD advertía sobre los riesgos del lanzamiento de Miguel Vargas Maldonado tras la presidencia del partido blanco, señalando que implicaba abrir la lucha por la candidatura presidencial del 2012 con tres años y medio de anticipación: Los desvaríos del perredeísmo le impedirán aprovechar las debilidades y el desgaste del peledeísmo gobernante para restaurar la sintonía con la sociedad que malversaron en su última gestión de gobierno, sobre todo a partir de su oportunista reforma constitucional del 2002.
Otro análisis en HOY del 22 de febrero del 2009 señalaba que El PRD no puede ocuparse del país, pues ya todas sus energías estaban concentradas en la lucha por controlar el partido para imponer las candidaturas del 2010 en una equivocada estrategia para la candidatura presidencial del 2012.
En junio del 2009 Vargas Maldonado logró alcanzar la presidencia del PRD con la aquiescencia de sus principales competidores Hipólito Mejía y Rafael Abinader, pero en vez de lanzar una política de conciliación, prefirió una línea de exclusión, convencido de que tenía que domesticar y unificar el partido en torno a su candidatura para el 2012, tratando de ignorar que eso no lo pudieron lograr ni sus dos grandes líderes Juan Bosch y Francisco Peña Gómez.