El gran derrotado de las recientes elecciones legislativas y municipales es el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que recibió menos de la tercera parte de los votos válidos para una drástica reducción de su representación en el Congreso Nacional y en los ayuntamientos.
Las causas de esa derrota se encuentran no sólo en el descalabro del gobierno perredeísta desplazado hace dos años, sino también en la alianza con el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) que pegada con saliva generó fraccionamientos y transfuguismo y desgastó hasta el final a ambas organizaciones políticas.
El perredeísmo no pudo revertir la pendiente resbaladiza que se inició en los comicios del 2002 al mantener al expresidente Hipólito Mejía como su líder y estratega pese a un rechazo de hasta 76 por ciento en las encuestas y sin poder renovar su discurso ni rescatar los planteamientos en que fundó su preponderancia de varias décadas.
Tremendo descalabro
Para el PRD los comicios de mayo pasado representan un tremendo descalabro, en una pendiente resbaladiza que en porcentaje de votos se inició en el 2002 aún cuando entonces ganó en 29 de las 32 jurisdicciones provinciales, incluyendo el Distrito Nacional.
En los comicios congresionales del 1998, una semana después de la muerte de su líder José Francisco Peña Gómez, el partido blanco recibió poco más del 51 por ciento del sufragio, que se redujo al 50 en las presidenciales del 2000 y cayó abruptamente al 42 por ciento en las legislativas del 2002 y al 33 por ciento en el 2004, siempre contando sus aliados.
Sin aliados la votación perredeísta de este año en el nivel congresional se mantiene en un 31 por ciento, similar a la del 2004 y en el municipal fue 2 puntos mayor, ratificándose como segundo partido del país.
El Partido de la Liberación Dominicana, ratificado como el mayor, vio reducida del 57 al 51 por ciento (con aliados) su votación entre las presidenciales del 2004 y las de ahora, pero 22 puntos porcentuales más que el 29 por ciento que consiguió en las legislativas del 2002. Sin aliados la votación del PLD se redujo del 49 por ciento hace 2 años a 46 en mayo pasado.
El descalabro perredeista de estos comicios se manifiesta en una reducción de senadores de 29 a 6 (del 79 por ciento). Sus diputados caerían, según el resultado provisional, de 72 a 60 y las sindicaturas de 104 a unas 50, es decir poco menos de la mitad.
El PLD resulta el gran triunfador al pasar de un solo senador a 22, multiplicando sus diputados de 42 a 96 y las sindicaturas de 7 a unas 67.
Al PRSC le fue mejor que a su aliado perredeista, ya que duplicó sus senadores de 2 a 4, y las sindicaturas de 11 a 28, aunque ve reducidas sus curules de diputados de 35 a 22. En porcentaje de votos para el Congreso el partido colorado puede reivindicar que pasa del 8 al 11 por ciento, en relación a la elección presidencial del 2004, aunque queda muy lejos del 24 por ciento que se le atribuyó en la congresional del 2002.
Alianza mal pegada
Vista en términos inmediatos, de pura conveniencia de cara a estas elecciones, la alianza entre PRD y PRSC, tenía sentido. La mejor prueba es que por separado entre ambos sólo habrían ganado tres provincias, de acuerdo a los resultados ratificados ayer por la JCE.
Vale decir que después de meses de interminables y desgastadoras negociaciones los líderes de ambos partidos no pudieron fraguar la alianza en cinco provincias, en tres de las cuales (Peravia, Samaná y Monseñor Nouel) perdieron porque dividieron sus votos. En María Trinidad Sánchez el PRD solo gana por 0.29 por ciento. El PRSC se impuso en Sánchez Ramírez porque a última hora los problemas internos perredeistas le impidieron postular y terminó apoyando las candidaturas reformistas. En Higuey no hacía falta alianza para que el cacique colorado Amable Aristy Castro reafirmara sus dominios.
Además de las tres provincias indicadas, con un poco de coherencia y menos desgaste, la alianza opositora pudo haberse adicionada otras tantas de las seis donde el PLD ganó por menos del 2.39 por ciento, suficientes para la mitad de las curules de senadores y diputados.
Pero ese pacto partió erráticamente desde el principio, cuando entre octubre y comienzos de diciembre una de sus partes, el PRSC, pareció una tienda en venta al mejor postor. Aún después que el 5 de diciembre se anunció la alianza rosada, sus promotores extendieron sus negociaciones hasta el 2 de marzo cuando venció el plazo para registrarla. Tampoco pudieron llevar todas sus candidaturas antes de las 12 de la noche del 17 de marzo cuando vencía el plazo para proponerlas.
Un error fundamental fue que los dos partidos propiciaron previamente elecciones internas. Al pactar posteriormente tuvieron que sacrificar las aspiraciones de cientos de dirigentes y militantes, muchos de los cuales se cruzaron de brazos, cuando no fueron incentivados a saltar hacia el partido de gobierno, el cual delineó todo un esfuerzo nacional para desintegrarlos lo más posible. Incluso por momentos abundaron los rumores de que dirigentes dentro de la alianza trabajaban para dificultarla. Si no era cierto por lo menos dieron la impresión de serlo.
El PRSC fue dejando jirones de su cuerpo por el camino. Al menos tres grupos diferentes de reformistas terminaron respaldando las candidaturas del partido de gobierno, y muchos lo hicieron individualmente, llegándose al extremo de la candidata a síndica de Baní que dio el salto al peledeismo la semana antes de los comicios.
El PRD también perdió numerosos dirigentes y cuadros disgustados que fueron postulados por el PLD y aliados. Su senador por Salcedo, Alejandro Santos, cruzó la raya hacia el partido morado también una semana antes de la votación.
La sombra de Hipólito
El declive del PRD no se debe sólo al expresidente Hipólito Mejía y su PPH, que en medio de una de las peores crisis económicas del país y aún dividiendo profundamente su partido pretendieron una reelección que desde el principio pareció una locura política.
Es que los siete dirigentes que le disputaban a Mejía la candidatura presidencial, entre los cuales estaban el presidente y el secretario general del partido, fueron incapaces de concertar para unificarse en torno a uno de ellos. La convención sólo fue convocada cuando el grupo comenzó a dispersarse, ratificando esa imagen perredeista de archipiélago de ambiciones individuales.
Pero tampoco las mayorías perredeistas en el Congreso pudieron honrar viejos compromisos de reformas políticas y sociales, realizando una mezquina reforma constitucional sólo para abrir las puertas a un absurdo proyecto continuista que Hipólito Mejía pretendía negar de forma vergonzante, mientras se enemistaba con medio país dando boches a diestra y siniestra en medio de una borrachera de poder.
Donde mejor parece haber gestionado el perredeísmo fue en los municipios, lo que tal vez explica que sea el nivel donde mejor quedó la alianza opositora. Aunque algunos de buen desempeño, como el de Santo Domingo Norte pagaron con la derrota.
Pero la sombra de Hipólito Mejía se proyectó y fue proyectada sobre la alianza rosada, lo que a juicio de algunos analistas constituyó un peso muerto. Sólo hay que considerar que en medio de la campaña electoral la encuesta de Hamilton & Staff que publica HOY le registró una tasa de rechazo del 76 por ciento.
Después de haber reducido el PRD a un tercio de la votación en el 2004 y echado del poder, responsabilizado aún más de lo justo por la crisis económica derivada de las quiebras bancarias, Hipólito Mejía y su grupo por lo menos tenían que inhibirse por algún tiempo, aunque en otros países simplemente se hubiesen retirado de la política.
Pero el Guapo de Gurabo no es hombre que sigue libritos políticos y optó por seguir al frente, tanto que para muchos la alianza en cuya negociación él pareció decisivo, aparecía como globo de ensayo para lanzarse de nuevo tras la candidatura presidencial, con o sin reforma constitucional.
Desafíos a PRD-PRSC
Con un PLD a la ofensiva y dispuesto a usar los recursos del poder, como lo hizo abundantemente durante la campaña electoral, el PRD y el PRSC tienen por delante grandes desafíos, el primero de los cuales será no aparecer como simples entorpecedores de la gestión gubernamental y legislativa.
En ambos partidos se podrían producir sacudimientos, y hay quienes creen que serán necesarios para la catarsis de la derrota que los perredeistas no hicieron al ser echados del poder hace dos años.
Ya en el PRD hay dirigentes convencidos de que sin sacudir la mata y cambiar el curso del partido no podrán salir de la pendiente enjabonada en que se encuentran.
Algunos ya han planteado la necesidad de convocar un congreso extraordinario para debatir las causas de las derrotas electorales, y no han faltado quienes sugieran que tendrán que rodar algunas cabezas dirigenciales para lo cual contemplan la convocatoria de un plebiscito.
En el reformismo el derrotero fraccionalista es mayor, sin disponer de una figura aglutinante, en un partido que dependió siempre de un caudillo absolutamente dominante, tanto que llegó hasta su extinción por efecto de 96 años sin delegar más que en sus incondicionales.
El primer desafío para ambos partidos será el de hacer honor al proyecto de nación sobre el cual supuestamente pactaron, manteniendo la coordinación para tratar de darle vigencia y juntos concertar con el gobierno, que se da por hecho pretenderá dividirlos.
Pero ningún observador de la política dominicana cree que pasarán esa prueba, porque aquello fue apenas el suspiro que adornaba la alianza. Y tendrían que aislar a los que -todavía quedan- pondrán precio a su lealtad partidaria.-