El PLD tiene que revisar sus estrategias

Por Juan Bolívar Díaz

            Lo peor que le podría pasar al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) es cerrarse a un debate profundo y serio sobre los factores que determinan sus persistentes tropiezos electorales por miedo a las divergencias y hasta a los fraccionamientos propios del quehacer político y social.

            Ya sin un líder carismático y absolutista de la categoría del profesor Juan Bosch, el PLD tiene que pasar por una etapa de real debate democrático para fortalecer sus liderazgos emergentes y afinar sus estrategias para ganarse el poder por sus propios méritos, sin tener que depender de la gracia de otros.

            En el discurso de dirigentes y militantes peledeístas sigue apareciendo como factor fundamental de su derrota del 16 de mayo último el hecho de que no se produjera una alianza con los reformistas, lo que muestra que no acaban de comprender las contradicciones de dos cuerpos que tratan de ocupar el mismo lugar en el espacio.

Normales desavenencias

            Sectores de opinión pública tienden a magnificar las desavenencias que han aflorado ultimamente en el PLD, sorprendidos porque estas no se producían con anterioridad en ese partido.Y hasta militantes o simpatizantes del mismo tienden a creer que hay un grave sacudimiento que pone en peligro la organización.

            Los mayores problemas se han localizado en los organismos peledeístas de Nueva York, con expulsiones masivas que han sido desautorizadas por el Comité Político. Lo mismo ha ocurrido con la expulsión de una diputada de Sánchez Ramírez, considerada traidora por compañeros de partido. En Hato Mayor se registró la renuncia de un miembro del comité central y en Montecristi persisten diferencias que vienen de atrás. Se suma también la renuncia de Isabel Bonilla a su condición de vocera del bloque de diputados morados.

            Todos esos casos juntos no configuran una crisis de partido, aunque sí muestran que se han producido cambios en el PLD, por la masificación, por efectos del realismo político y sobre todo porque ya la organización no cuenta con un pontífice ideólogo que la unificaba e inhibía hasta los cuestionamientos más legítimos y procedentes.

            Pero aún en plenitud de vida de Juan Bosch en el PLD se produjeron divergencias, algunas más importantes que las que se están registrando en la actualidad, como las que determinaron las salidas de los secretarios generales Antonio Abréu y Rafael Alburquerque y sus grupos, en los años ochenta, o la de Max Puig, Onofre Rojas y Nélsida Marmolejos, junto a un notable grupo de militantes que crearon la Alianza por la Democracia tras los comicios de 1990.

            Una de las deformaciones que tiene que superar el PLD es su propensión a ocultar la cabeza en los momentos de crisis y contener los normales debates y análisis de su desempeño en las coyunturas políticas fundamentales.

            Se apela a la unidad interna frente al enemigo externo, a quien generalmente se responsabiliza de todos los cuestionamientos.

            Ello dio algún resultado mientras había una personalidad de la categoría de Bosch, ante quien todos se inclinaban, pero ahora los peledeístas requieren explicaciones de sus dirigentes. Muchos desean discutir sobre las tácticas y estrategias partidarias, para aportar sus propias visiones, más allá de las cúpulas partidarias.

“Reflexión Boschista”

            El senador electo por el Distrito Nacional José Tomás Pérez, es el dirigente peledeísta que más se ha atrevido a reflexionar en voz alta tras el tropiezo electoral de mayo pasado. Lo hizo con ponderación en el almuerzo de los medios de comunicación Corripio el 12 de junio, cuando planteó la necesidad de revisar métodos de trabajo y de que los dirigentes busquen una mayor inserción en el seno de la sociedad dominicana, especialmente en sus estratos medios y bajos.

           Pero lo más significativo ha sido el documento del movimiento denominado “Tertulia de Reflexión Boschista”, repartido en la reunión del Comité Central del PLD celebrada el sábado 15, donde se plantea la necesidad de un proceso de evaluación, crítica y autocrítica, para el rescate de la institucionalidad partidaria, la disciplina, la solidaridad y la mística peledeísta.

            La reflexión planteaba la necesidad de convocar un pleno nacional de dirigentes para pasar revisión a la marcha del partido y trazar nuevas estrategias conforme a la realidad social dominicana.

            Junto al vehemente reclamo de Luis Incháusti, para que se analice el resultado electoral del PLD, el documento parece haber contribuido a que la sesión del Comité Central tuviera que ser prorrogada, aún después que se conociera el propósito del Comité Político de evadir una situación que pudiera generar confrontaciones.

Sin embargo, pocos creen que el PLD pueda ni deba volver a los orígenes de los planteamientos boschistas, con los cuales no pudieron accesar al poder y se mantuvieron como un partido de cuadros, cerrado al grueso de la sociedad dominicana, muy por encima de ella y desconfiando de sus capacidades para la superación social.

            Las esencias del boschismo quedaron sepultadas con el llamado Frente Patriótico que permitió al PLD acceder al gobierno en 1996, aupado por los votos del partido que había confrontado su líder y que seis años antes le había arrebatado la posibilidad de asumir el poder. El paso por el gobierno a golpe de realismo político terminó por diluir principios y éticas boschistas.

Déficit fundacional

            La dificultad del PLD para incertarse profundamente en los sectores populares está vinculada a sus mismos orígenes. Los fundadores, encabezados por Juan Bosch renegaron de un partido de masas, mayoritario, donde se manifestaban las debilidades de la sociedad y los individuos dominicanos para crear uno de cuadros, a imagen y semejanza del pensamiento del líder.

            En otras palabras que fueron ellos quienes buscaron la distancia de las masas populares, por miedo a contaminarse, a ser parte de sus debilidades. No creyeron que fuera posible transformar el partido desde dentro, ni siquiera con el peso que tenían el profesor Bosch y sus seguidores en el liderazgo, la estructura y la esencia del viejo PRD.

            Desde entonces los peledeístas se colocaron por encima del pueblo dominicano, al que identificaban con perredeístas y reformistas, y como es natural, así fueron introvertidos, como una élite con pretensiones de superioridad, que donde llegaban querían imponer su concepción, menospreciando las de los demás y tildando de perredeísta, o de populista, a todo el que disentía de sus visiones.

            Ya en el gobierno, el peledeísmo afianzó sus simpatías en los sectores conservadores y en los estratos altos de las clases medias, también distantes del populismo perredeísta. Es su nicho más fuerte del mercado electoral, identificado con un mejor ordenamiento estatal y un discurso modernista.

            El problema del PLD es cómo identificarse con los sectores populares, y reencontrarse con “los hijos de machepa”, sin perder el atractivo para los grupos medios y los “tutumpotes” y sin que las “debilidades pequeños burguesas” del pueblo se expresen hacia dentro de la estructura partidaria.

            No hay nada que duela más a un peledeísta que le digan que su partido se está perredeizando al masificarse, o sea que se está llenando de gente común, de busca empleos, de esas masas de hombres y mujeres con una cultura de clientela y dádivas, individualistas, que ponen por encima de todo su interés de supervivencia.

            El peledeísta tendría que reconocer la realidad del pueblo dominicano, su cultura y los valores que le han insuflado durante siglos, y trabajar desde dentro del mismo para modificarlo, conscientes de que se trata de transformaciones de décadas, no de años. Es en alguna medida desandar pasos y retomar las masas abandonadas en 1973, para lo cual necesitarían una gran autocrítica y nuevos caminos tácticos y estratégicos.

Generar fuerza propia

            Lo que el PLD necesita por encima de todo es generar su propia fuerza electoral, establecer un nuevo discurso que le permita acercarse más al hombre y la mujer comunes, individualmente y a través de sus estructuras orgánicas. Sin pretendidas superioridades y con respeto a la diversidad cultural y hasta las expectativas individuales.

            Requieren con urgencia convencerse de que el Frente Patriótico es difíocilmente repetible, que compiten con el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) por un mismo espacio en el pentagrama político nacional y que ello genera contradicciones que les dificultan las alianzas.

            El revés de los comicios de mayo pasado es mayor para el PLD por cuanto no pudo sacar una ventaja cualitativa, firme y clara sobre un PRSC atado a la progresiva invalidez de su caudillo. El PLD sacó seis diputados más que el reformismo, pero un senador menos y perdió terreno también en el ámbito municipal.

            Aunque le llevó varios puntos porcentuales a los reformistas, mantuvo abierta la lucha por el segundo lugar, lo que dificulta la táctica del acercamiento para sumarse votos frente al PRD, a no ser que éste pretenda ocupar todo el espacio político y de gobierno y desarrolle una política que obligue a la oposición a unirse en un solo bloque, cosa que no debe descartarse.

            Al márgen de cualquier circunstancia imprevista, al PLD lo que le corresponde es la democratización interna, discutir francamente sus líneas estratégicas y sus tácticas cotidianas. Aún a riesgo de algunas garatas excesivas que lo acerquen al perredeísmo, porque al fin y al cabo esa parece parte de la esencia del pueblo dominicano.

            Se dice perredeísmo por ser la expresión política mayoritaria, pero lo mismo se ha dado en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en los partidos de izquierda, en los sindicatos, las organizaciones propesionales, y hasta en los clubes sociales y deportivos.-