El PLD en la hora de los hornos

Por Juan Bolívar Díaz

El partido de gobierno afronta el desafío de mantener la unidad al escoger candidato presidencial entre los dos líderes que lo han hegemonizado tras su masificación y la desaparición de su fundador el profesor Juan Bosch

El gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD) afronta mañana su más importante desafío desde que se masificó con su llegada poder hace 11 años, al tener que escoger un candidato presidencial entre los dos líderes que lo han hegemonizado tras la muerte de su fundador el profesor Juan Bosch.

Por primera vez la elección del candidato presidencial ha provocado bipolarización entre los peledeístas, con expresiones de confrontación, distanciamientos y tensiones que de no ser controladas en la jornada dominical de votación, podrían generar fraccionamientos o debilitamiento institucional.

Las perspectivas apuntan a una repostulación del presidente Leonel Fernández, pero no con la ventaja que proclama, aunque no faltan quienes consideran que se podría dar el hecho histórico de que un mandatario dominicano fracase en conseguir el respaldo de su partido para optar por la reelección.

 Nada será igual

Reinaldo Pared Pérez, el secretario general del PLD, señalaba con esperanza ayer que la campaña interna había terminado en menor tono de confrontación al que predominó en las últimas semanas, lo que consideraba un buen augurio para la votación y el posterior proceso de escrutinio y difusión de los resultados.

Se refirió en particular al discurso con que Danilo Medina cerró su campaña en la concentración realizada en el Parque Olímpico de esta capital, donde proclamó que ha llegado la hora del perdón y la reconciliación entre los peledeístas y perdonó a quienes le habían insultado, al tiempo que se excusaba por cualquier exceso que hubiese salido de sus ámbitos.

También se refería Pared a las declaraciones del presidente Leonel Fernández el jueves ante el Grupo de Comunicaciones Corripio, donde reafirmaba su apego al partido y su institucionalidad, aunque no tan cordial, puesto que persistió en no pronunciar el nombre de su contrincante, a quien en la campaña objetó que le disputara la candidatura.

En diversos grados hay preocupación entre muchos peledeístas por las fisuras y distancias que dejará una intensa campaña por la candidatura presidencial, extendida por 6 meses, que por momentos arrojó agrios calificativos como ingrato, malagradecido, tránsfuga, serruchador de palo, basura, y que conllevó intensas críticas a la política gubernamental, denuncias de abusos de los recursos del Estado, cancelaciones revanchistas, presiones y de compras de conciencia.

Aún si la votación y el cómputo transcurren con normalidad y sin mayores traumas, y presumiendo, como estiman muchos observadores, que no se produzca un fraccionamiento en el partido de gobierno, de cualquier forma las aguas no volverán a los niveles en que se encontraban el 7 de noviembre pasado, cuando el ingeniero químico y economista Danilo Medina renunció a la secretaría de la presidencia, donde ejercía una especie de primer-ministerio, para buscar la nominación presidencial. Entonces decidió precipitar el inicio abierto de la campaña interna, considerando que los actos donde acudía el presidente Fernández estaban siendo prematuramente escenarios de promoción reeleccionista.

Si algo queda claro para cualquier observador es que ya nada será igual entre Fernández y Medina, quienes habían hecho carrera política agarrados de la mano, especialmente a partir de 1996 cuando ascendieron la primera vez el poder. Las dos campañas del presidente del PLD las dirigió Medina. Y en ambos gobiernos fue una especie de superministro.

 Un costoso derroche

El proceso resultó en un derroche de recursos, manifiesto en publicidad en los medios de comunicación y en calles y carreteras, así como en movilización y pago de activistas, vehículos, dietas y repartos. Aunque los dos finalistas y José Tomás Pérez, quien se retiró en la penúltima semana, presupuestaron gastos por 117 millones 429 mil pesos, se estima que el costo real debió por lo menos triplicar esa suma.

El presidente Fernández dijo el jueves que había recaudado en metálico 90 millones de pesos para su campaña. Eso sin contar las contribuciones en especie, desde vehículos y combustibles y los alimentos y materiales de construcción repartidos a su nombre por el Plan Social de la Presidencia, que seguramente ascendería a decenas de millones de pesos.

El gasto se desbordó en tal medida que faltando tres semanas para concluir el proceso, ya los tres gladiadores habían duplicado los 45 millones de pesos que habían estimado gastar en publicidad, según informe de la Cámara Administrativa de la Junta Central Electoral.

El derroche de esta precampaña, que siguió al evidenciado por el candidato perredeísta que ganó la nominación en enero pasado, acentuó las demandas de que se ponga límites al costo y la extensión de las elecciones primarias, que han rebasado los límites internos de los partidos, y a una campaña nacional que tomará más de un año.

Desde luego, nadie teme que los enormes recursos gastados en la precampaña peledeista vayan a faltar para la campaña nacional, ya que estar en el poder garantiza una alta capacidad de recaudación, además de uso de los recursos estatales. Si hubo cotidianas denuncias de abusos de recursos públicos en una lucha intrapartidista, hay que esperar lo peor cuando sea entre partidos diferentes.

 Habrá un solo ganador

Aunque los dos contendientes insistieron hasta ayer en que ambos tienen ganada la votación de este domingo, uno solo será el ganador, y es cuestión de horas saber quién decía la verdad y cuál simplemente hacía propaganda, sin que se pueda descartar que muchos militantes peledeistas practicaran la simulación y confundieran.

Por encima de la excelente campaña realizada por Medina y de la fortaleza que evidenció en los cuadros medios y bajos de su partido, así como entre legisladores y munícipes, la generalidad de los analistas y observadores estiman que el presidente Fernández terminaría imponiéndose.

De su lado cuenta el acendrado presidencialismo en la cultura nacional, el uso de los recursos del poder por el que ningún presidente en ejercicio que se haya lanzado en la historia nacional a la búsqueda de la reelección ha sido rechazado en su propio partido. También que la gestión del presidente Leonel Fernández mantiene un nivel de aprobación del 43 por ciento, según la última encuesta Gallup para HOY y su gran capacidad discursiva sigue impactando en buena proporción de la ciudadanía.

Todavía el jueves el presidente Fernández insistió en que ganaría con el 85 ó el 90 por ciento de los votos, en tanto Medina sorprendía por la serenidad y seguridad con que afirmaba que tenía asegurado el 60 por ciento, ganando en el Distrito Nacional y en 23 de las 31 provincias, en base a un investigación realizada con el padrón del partido.

Llamó la atención el comunicado publicado ayer donde más de la mitad de los senadores y diputados peledeistas reafirmaban su compromiso con Danilo Medina, llamando a “escoger entre el fortalecimiento de las instituciones o el personalismo.” También “entre el continuismo que mata las esperanzas y debilita el partido o el florecimiento de nuevas políticas que garanticen el desarrollo económico y social sostenible, transparente y con equidad”.

Por momentos la competencia ha parecido entre dos partidos diferentes, o entre un partido y el gobierno, por la presencia y acción de los secretarios de Estado y otros altos funcionarios.

Mostrando un discurso más elaborado y mejor estructurado que en la campaña del 2000 cuando perdió como candidato presidencial del PLD, Medina ganó simpatías por el tradicional rechazo a la reelección en un importante segmento de la sociedad dominicana, arrastrando en su favor a una parte significativa de los comunicadores peledeistas. Tuvo a su favor la creación de nuevas ilusiones en los sectores inconformes y con reivindicaciones pendientes, mientras Fernández se batía en defensa de una gestión que el tiempo desgasta, aunque mantengan buenos niveles de aprobación. De él se dice que conoce cada rostro y ha tocado cada mano peledeista.

 ¿Posibilidad de sorpresa?

Si la elección dependiera de los militantes tradicionales del PLD, Medina tendría mayores posibilidades de dar una sorpresa derrotando a un presidente en ejercicio. Sobre todo porque nadie ha trabajado como él en la base del partido, y nadie conoce a tantos peledeistas por su nombre. El apareció en las dos gestiones del partido morado como el paño que recogía lágrimas de los inconformes, quien nombraba y repartía favores, en tanto el presidente Fernández carecía de tiempo y vocación para la “carpintería política”.

Pero ya el PLD es un partido de masas, con más de un millón 170 mil electores, entre lo que hay una buena proporción que se mueve en función del poder y en agradecimiento a repartos.

Si se diera el 90 a 10 que ha perseguido el presidente Fernández, la carrera de Medina quedaría mal parada. Pero si por el contrario el alcanza siquiera un 40 por ciento quedaría en pie con muchas fortalezas tanto dentro de su partido como en el escenario nacional. Y en tal caso el presidente Fernández no saldría airoso por haber elevado demasiado sus expectativas.

Con resultados apretados, sería más difícil la restauración de la unidad y podrían hasta surgir tendencias fraccionalistas. Una barrida dejaría sin aliento al perdedor. Pero un resultado muy estrecho o una derrota del primer mandatario podría generar hasta una crisis de gobierno. Es mucho lo que se juega mañana en la votación del PLD.-